Luego de la sepultura de mi marido volví al cementerio a enterrar a mis abuelos, fue esa vez que conocía a un maduro que me llenaría de placer
La calamidad se había cernido sobre mi familia, hacía ya unos meses que había acudido a este cementerio de Terra Cabada, a darle sepultura a mi marido al cual Dios los guarde en su seno, pues el cabrón me puso cuantos cuernos quiso a mis espaldas; y hace una semana quevolví para enterrar a mis abuelitos muertos en un accidente.
Y fue en esa segunda visita, cuando empezó mi aventura con un maduro enterrador de Terra Cabada.
En plena ceremonia del enterramiento me fijé en el buen culo que se conformaba dentro de aquella funda de trabajo de uno de los enterradores que participaban en el sepelio de mis abuelos, y lo cierto es que desde que murió mi marido no había probado bocado de hombre, por lo cual pese a la diferencia de años, y que el enterrador no es un “sexyman” me empezó a rondar por la cabeza la de idea de tirármelo…
Acabada la ceremonia, los escasos asistentes se fueron y preferí quedarme sola unos instantes en aquel gran mausoleo de casi dos pisos, allí estaba, rodeada de toda la parentela de jodidos caciques de la región, puritanas ellas y cabrones ellos, eran todos la mayoría parte de la familia de mi marido, y allí había metido a mis abuelitos como de rondón.
Me apeteció vengarme, y una forma de hacerlo era meterles en el rico mausoleo a unos puros metecos, como eran mis abuelos, puro carbón y puro sexo entre ambos.., en esos pensamientos estaba cuando me entraron las ganas de orinar, iba a salir para buscar el wáter closed, cuando se cruzó la idea de hacerlo en medio de aquel majestuoso palacio funerario. Dicho y hecho, me acerqué a la barandilla del primer piso y me acuclillé mientras me apartaba el tanga azul celeste ydejaba que mi almejita se ventilara, además de dar rienda suelta a una portentosa meada…
Era delicioso sentir el chorro salir, y dejarlo caer por los marmóreos suelos mientras tenía un orgasmos más metal que físico. Estaba gozando cuando de repente abro los ojos, y veo en el piso de abajo al enterrador de marras, mirando impresionado la escena, y hasta creo que se deleitaba en contemplar mi buena almeja, pues como buena mulata, me gasto un buen chocho y un buen culo de esos respingones.
–Perdone señora, creí que estaba solo y estaba limpiando acá abajo los ataúdes de D, José Barrutia y Alvarez del Pino de Sotomayor, su señor marido; cuando he oído caer algo de agua, que ahora me explico. Usted perdone… pero le pasa algo…
Si que me estaba pasando, primero verme en aquellas trazas, almeja al aire, luego ser pillada por el enterrador en pleno desfogue físico-mental, y por último como un relámpago sentir que podía hacer realidad una vieja fantasía, a la vez que veía crecer bajo aquella funda de trabajo un cierto bulto…. Pensaba rápidamente como hacérmelo…
–Siento haberle molestado, pero una imperiosa necesidad que no he podido reprimir por más tiempo, Usted perdone y espero poder compensarle por esta situación
Por lo cual bajé rauda y veloz al piso de abajo donde en semicírculo se encontraban los ataúdes de mi marido y los de su antepasado, allí colocados al aire, herméticamente cerrados con sus difuntos dentro.
Cuando llegué al anfiteatro inferior, ya el bulto de la entrepierna del enterrador ya era de dimensiones considerables. La ayudé a limpiar los orines, y aunque me dejé rozar y me rocé cuanto pude, el muy timorato no acababa de dar el paso a la invitación que le estaba haciendo. Opté por echar una mirada sobre el ataúd de mi difunto marido y me eché a sus pies dejando ver al enterrador, al bueno de Emeterio, mi buena nalgada, y algo más.. y así fue como ser acercó haciéndome notar la estaca que tenía por polla.
Lo que primero que sentí fue una enorme y rugosa mano restregarse por mi nalgas, buscando mi chocho, al que porfiaba por encalomar alguno de sus dedazos, por encima de la tensa tela del tanga. Tiraba de él, como para romperlo, y las tiras se me clavaban en el chocho, llevándome al delirio.
Eché una mano atrás mientras el sujeto se acomodaba, y me encontré con una buena estaca caliente, enorme en grosor y longitud, fue palparla, y me hice a un lado el tanga, para que aquello me entrara coño arriba.
Se notaba que ambos dos teníamos ganas, pues fue echarme sobre el ataúd y ponerle mi grupa a tiro , cuando sentí el trallazo de aquella inmensa víbora culebreando por mi chocho arriba. Las sacudidas eran de aquí te espero, pero saber que estaba allí encima de mi marido siendo follada por otro meteco, y con aquel pedazo de carne era algo me ponía a cien, y ya no digamos cuando empezó el bombeo del Emeterio. Insufrible pero adorable, nuestros chorros de semen se mezclaron en un largo suspiro de culminación de la follada.
Reposaba sobre el ataúd de mi finado sintiendo la gorda boa dentro de mí, y aún palpitando y escupiendo sus últimos estertores, cuando sentí de nuevo las manos de querido amante-enterrador que me sobaba ampliamente mis prominentes nalgas, y dedicando unos momentos a mis tetas, que pronto hicieron aparición por el amplio escote, me retorcía de forma “suave” mis pezones que pronto se tornaron duros, lo cual hizo que moviese de nuevo mi pelvis en busca de más polla.
De pronto sentí como un salivazo me caía entre las nalgas y se me iba culo abajo, sacó el mondongo el meteco y de nuevo le dio al frotamiento de mis partes, el muy cabrón se encalaba él solo, untando saliva y semen, lo cual permitía que entrasen sus cuatros dedos en mi choco, lo que me ponía a cien, me retorcía de gusto a la vez que le cogía y masuñaba la polla con ganas. En unos minutos, el dedo pulgar del meteco se enterró en mi ojete, y para su sorpresa en vez de gritar hacia más movimientos para que aquel dedo hurgase mi ósculo negro.
Tras la situación el meteco dijo – Con permiso de la señora, y se metió tras mis nalgas para chuparme, como nunca me lo habían hecho mis novios y difunto marido, toda una gozada, me dí vuelta y ahora era mi clitóris el que se ponía duro de tanto sorbeteo, los jugos se iban pelvis abajo lo que permitía que el cabrón del meteco ya hubiese metido dos dedos en mi culito.
Me subió de un empellón al ataúd de mi suegra que ofrecía mejor acomodo, y cuando creí que iba a ser empitonada en busca de otro orgasmo vaginal, he ahí que siento la puntita del cebollón en mi ojete pujando por desflorarme, para cuando quise reaccionar y colocarme para el rechazo, tal maniobra hizo que la boa fuese como succionada por mi culito, tras un primer grito y clavarle al cabrón las uñas, el se amorró a mis pezones, y tras unos segundos de calma, se desencadenó una serie de vaivenes, mi culo ya tenía forma y quería más polla para calmar tanto dolor, y el cabrón del meteco, al verme desflorada y entregada no dudo en venirse arriba, y mostrar de nuevo su formidable tranca, que era toda una delicia sentirla irse, a la vez que mis carnes le apretaban ya la cebolleta de la polla, cuando de nuevo arribaba el ariete a lo más profundo enmarañando sus negros pelos con mi mata.
No sé cuanto tiempo estuvimos allí probando aquellas duras camas de la parentela, pero nos embadurnamos de nuestro mejunje follatriz, con el deseo de probar de nuevo aquella polla, y alguna otra que pudiese ocupar a la vez mis dos agujeritos.
Así fue como enterré a mis abuelos, e hice cornudo a mi difunto marido con un homenaje en toda regla.
Gervasio de Silos