Mi madre sin voltear se quedó callada. Admiraba su hermosa cintura y el bulto de sus pompis sobre la falda, todo empezó con una inyección
Soy de un lugar donde la gente es muy conservadora y poco maliciosa, por lo general casi todos los vecinos nos conocemos y, por tanto, los lazos familiares siempre son fuertes.
Yo vivo solo con mi madre, Lulita como la llaman sus amigas. Es una mujer que admiro, respeto y quiero mucho. Desde que yo tenía 8 años se hace cargo de mí, ya que mi padre falleció en un accidente de trabajo y con poco dinero del seguro y una propiedad rural, mi madre invirtió en una refaccionaria.
Conocía el negocio bien, pues ya había trabajado en una cuando soltera, así que es lógico que nos fuera bastante bien. Mide 1.77 de estatura (según su pasaporte), morena clara, cintura bien delineada, busto pequeño pero bien redondeado, ojos color miel, cabello negro, cara del tipo infantil y con una nalgas increíblemente bellas que acentúan su cinturita y moldean unas piernas bien ejercitadas y largas.
Mi vida sexual era normal, veía películas con mis amigos, algunas experiencias curiosas con mis novias y lo poco que veía en revistas e Internet. Mi curiosidad sexual para ese entonces (25 años) ocupaba casi todas mis fantasías, sueños y temores, pero no había llegado aún a tener sexo completo con una mujer, la verdad me da un poco de temor.
Mi madre quien nunca figuraba en esas fantasías, sufrió repentinamente un problema de salud por la falta de descanso; comenzó con severas depresiones y cambios de ánimo. Yo me hacía cargo del negocio todas las tardes, negocio del que ya teníamos dos pequeñas sucursales más. Mi madre llevaba las cuentas y todo lo referente a los inventarios y trámites administrativos, yo simplemente superviso a los vendedores de las 3 tiendas y trato con los proveedores.
Yo soy su orgullo, así que no era raro saber que todos sus planes se vinculaban conmigo, sin embargo jamás me mostraba su “yo” oculto, sus sueños, ilusiones, o pasiones. Su comportamiento en casa era normal, pocas veces la vi en ropa interior o con ropa que mostrara sus atributos provocativamente lo que se reflejo una relación sana entre nosotros.
En esos días comenzamos a hablar cosas que jamás tocábamos, sus mejores recuerdos, sus peores momentos, sus sueños y muchas otras cosas más. Su estado de ánimo cambio, era un poco más abierta y franca, era más una amiga que una madre.
Para complicar su salud, adquirió faringitis y en consecuencia un dolor de garganta y fiebre muy fuertes. La depresión volvió a la carga y se volvió introvertida. Yo seguía ataviado con el negocio, aprendiendo más sobre su administración, así que me limitaba a llevarle su medicina, mimarla un poco y darle de cenar algo ligero y sin grasa, pues no podía ingerir nada sin sentir dolor en la garganta.
Al llegar el sábado por la mañana, mi madre no puede localizar a la señora Fina, anciana encargada de inyectar a media ciudad y tampoco a su amiga Claudia, personas que generalmente la inyectaban cuando se daba el raro caso de que se enfermara, así que se acostó temprano y trato de dormir. Al mediodía la llame por teléfono para ver como seguía y pedirle unos datos, me indicó que tenía fiebre y bastante molestia de la garganta, por lo que había decidido que se iba a inyectar ella misma.
-¿Estás segura de que puedes inyectarte sola? –Que remedio, no puedo suspender las inyecciones. –Y si vamos a la farmacia, tal vez la que le ayuda al doctor pueda inyectarte. –No lo creo, además me da vergüenza. –¿Y porque con Doña Fina no? –Es diferente, esa mujer le conoce las pompis a todo el pueblo.
Reímos un rato y seguimos buscando opciones: la clínica, otras amigas e incluso le hablamos a varias pero ninguna sabían inyectar.
-¿Y si te inyecto yo? –Tú no sabes hacerlo. –Enséñame, que tan difícil puede ser. –¿Y que aprendas conmigo!, no lo creo. –¿Con quien quieres que aprenda?, ¿ayudando a Dona Fina? –Está bien, trae la jeringa, alcohol, algodón aquí tengo las ampolletas.
Me explicó como se prepara la inyección que es necesario limpiar el lugar del pinchazo con alcohol y que la nalga (pompi como ella le dice) se divide en 4 partes imaginarias, debiendo inyectar la parte de arriba a la derecha. El pinchazo debe ser fuerte pero no violento, en fin todas las recomendaciones pues le preocupaba su pompi.
Al decidir que todo estaba listo, se metió al vestidor con movimientos torpes, se puso un short bastante flojo y regresó a su cama.
-Listo, deja me pongo boca abajo. –Yo revise la jeringa revisando que saliera un poco de líquido
Entonces ella acomodada boca abajo en la cama, con su mano izquierda sujeto el elástico del short, titubeo un poco y luego lo bajo despacio desnudando apenas la mitad de su pompis derecha.
Fue entonces cuando descubrí que no tenía nada bajo el short. Su pompi era considerablemente más blanca que el resto de su piel, firme y tensa por el momento, pero muy carnosa.
-recuerda que debes dividir en 4 la pompi y poner alcohol antes de picar. –OK!
Al frotar el algodón empapado en alcohol en la parte del blanco, ella bajo un poco más el short mostrando casi toda la pompi y la división con la otra pompi. Me percaté que ella no quería ver nada por miedo al pinchazo.
Sujeté un poco su pompa levantando un poco su carne y di el pinchazo, inyecté lentamente el líquido blancuzco y al sacar la aguja, presioné con el algodón y masaje un poco para evitar que se formara una bolita con el medicamento inyectado. Le di una nalgada y subí su short.
-Listo, ¿te dolió? –Casi ni la sentí, tienes buena mano. –Entonces le haré la competencia a Dona Fina, no crees? –Tendrás que ser anciano para poder ver las pompis de todo el pueblo. –Bueno, no soy tan viejo y ya pude ver tu pompi desnuda. –Bueno……fue una emergencia, eres mi hijo y además el hombre de la casa. A nadie más le dejaría ver ni pompis.
Esas últimas palabras me causaron una sensación muy extraña. Pensé en eso toda la tarde y trate de olvidarlo.
Por la noche mi madre, trató nuevamente de localizar a Doña Fina pero era inútil, ella estaba cuidando a una mujer mayor bastante grave en una ranchería cercana, no podía ayudarnos.
-Bueno señor de la casa. Creo que tendrá que inyectarme de nuevo. –Está bien señora, pero le costará 30 pesos. –¿Le cobrarás a tu madre? –Eso cobra la señora por dos inyecciones. –Y si no te pago? –Esta bien, haré una excepción por esta vez. –Menudo pillo tengo por hijo.
Mientras bromeábamos ella se encaminó a su vestidor y se colocó un nuevo short. Al repetir el procedimiento, se acostó y trató de bajarse el elástico esta vez de la pompis izquierda, para su sorpresa el short era más rígido y el elástico menos flexible.
-A ver déjame ayudarte. –Esta muy duro, no logro bajarlo.
Lo sujeté con ambas manos y ella se despegó un poco de la cama para ayudar, el short cedió pero debido a la rigidez bajó parejo. Podía ver ambas nalgas desnudas en un 80 %.. Mi madre se paralizó pero no dijo nada; repetí los pasos, pero esta vez trazando una cruz tocando su nalga y escogí el cuarto indicado para pinchar.
-Listo señora, le dolió? –Nada doctor, es usted excelente. –Gracias, de aquí en adelante yo seré su doctor particular, ¿entendido? –Sí doctor.
Le subí el short para cubrir sus nalgas desnudas por varios minutos y ella permaneció acostada.
-Doctor, olvida algo. –Imposible? –Masajear para que no se acumule el liquido que me inyectó. –Es verdad.
Vuelvo a bajar el short descubriendo nuevamente su hermoso culo y esta vez más abajo que antes, sobe la zona de la inyección sin alcohol solo con dos dedos por un minuto mientras me deleitaba con la vista. Pensaba encontrar algunos pelitos donde termina su vagina pero fue inútil no se veía nada.
-Hemos terminado señora. –Gracias de nuevo doctor.
Le di su nalgada y le subí el short.
El resto de la noche no pude dejar de sentir esa sensación erótica que me invadía, estaba excitado, vi desnudo el culo de mi madre con su autorización y ella pareció no apenarse. Toda la noche recordé la escena dormitando a ratos, la razón era clara me hipnotizó el culo de mi madre.
-¿Cómo amaneciste mamá? -Mejor hijo, solo que me sigue doliendo la garganta aunque ya menos.
–Que te parece si salimos al cine, pasan buenas películas, te distraerás un poco y ya verás que te sentirás mejor. –Me parece bien. –Solo apúrate para invitarte a comer y de ahí nos vamos. –¿A comer?, y eso –Bueno tú vas a pagar –A no, si un hombre invita a una dama él debe pagar. –Solo que sea con trabajo porque mi jefa no me ha pagado mi quincena. –Está bien, me rindo eres un pillo.
Salió de la cocina y se tardó como 45 minutos, al regresar venia carrereada buscando algo sobre la mesa.
-¿Que buscas, mamá? –jeringas desechables, parece que se terminaron –Dame dinero para ir a comprar una aquí a la vuelta –Ten, apúrate sino no alcanzamos a comer y ver la película –No me tardo
Al llegar a la farmacia a dos cuadras de casa, me encontré con unos amigos y platicamos un poco sobre tonterías. Al notar mi retraso me despedí rápido y salí corriendo.
-Ya vine. –¿Porque te tardaste?, la encontraste? –Sí compré 6.–Creo que no vamos a llegar. –Cámbiate, te inyecto y nos vamos.–Cambiarme? Ya no hay tiempo, prepara la inyección.
Sin saber que quería hacer preparé la inyección y probé la jeringa derramando unas gotas. Mi madre me indicó que la siguiera, llegamos a la sala y me indicó que me sentara, se colocó sobre el sillón pero de pie y por su posición asumí que debía inyectarla ahí mismo.
-Aquí te voy a inyectar? –Si apúrate.
Levante su falda rápidamente hasta su cintura, llevaba puesto un discreto bikini blanco que le cubría casi todas su nalgas, pero era algo transparente. Ella con sus manos fijó la falda levantada a la altura de la cintura. Temblando sujete su bikini, y lo jale hasta librar sus dos nalgas. Por la posición el bikini se deslizó apenas librando ambas nalgas.
Increíble, tenía ante mi un culo blanco. Podía percibir apenas la orillita de su concha depilada y aprisionada por sus nalgas. El ano no era poco visible, así que cuando seleccione la nalga y trace la cruz para dividirla, agarre la nalga derecha y la sujete para inyectar, en ese momento se descubrió el ano pequeñito, morenito y delicioso.
Terminé de inyectar.
-No olvides sobar señor doctor. –No señora.
Sobé un minuto aproximadamente apreciando aquel paraíso. Dejé la jeringa en la mesita de un lado y le subí el bikini mientras ella se incorporaba. Al llegar a su lugar acomodé el elástico sobre su cintura y el de sus nalgas. Al terminar ella dejó caer la falda y se volteó.
-Gracias señor doctor, es usted un maestro, no me dolió nada, sin embargo olvidó su nalgada. –Perdón es por los nervios. –Olvídalo yo tuve la culpa, creo que viste más de lo que verás en el cine.
Sin darme cuenta me sonrojé por la pena.
-No te apenes, el cuerpo es algo hermoso y natural, además confío en ti y recuerda que debemos cuidarnos mutuamente, no tenemos a nadie más –Así es. –Vamonos señor doctor o no llegaremos a la película
Pasamos toda la tarde recorriendo unas tiendas de ropa de mujer, vimos dos películas, cenamos y en cada momento mis pensamientos estaban absortos en esa excitación, en ese erotismo. De reojo, cuando no podía verme, admiraba a mi madre, aún joven, bien formada, seria y cariñosa. Estaba orgulloso de ella y también algo atraído.
Al llegar a casa nos duchamos, cada quien en su baño y nos pusimos en ropa de dormir reuniéndonos en la sala para ver TV.
-Mamá, ¿porque dices que soy el hombre de la casa?, no la mantengo. –No tienes que hacerlo para ser el hombre –No entiendo –Quiero decir que varón en esta casa, tienes autoridad y el derecho para opinar, tomar decisiones y cumplir con tus deberes, ya eres todo un hombre. –Que deberes? –Cuidarme, mimarme, protegerme y curarme como lo haces ahora. –Porque preguntas tanto? –Es que me siento un poco raro? -Por lo de las inyecciones? –Sí, es que verte así…. nunca lo había hecho –Tampoco yo me acostumbro del todo, pero era necesario que vieras mis pompis desnudas para poder inyectarme y cuidarme como lo has hecho; además, te diré algo, estoy orgullosa de mi cuerpo y lo cuido para que luzca hermoso, por eso me ejercito a diario.
Cuando vivía tu padre me decía que era muy hermosa, me veía desnuda mientras dormía acariciándome tiernamente, nadie más, aparte de Fina, me había visto desnudas mis pompis, hasta ayer. Pero al no estar tu padre, creo que tienes derec
ho de verme porque eres además de mi hijo, el hombre que me cuida –Entonces no es malo que yo te vea desnuda? –No lo es, solo cuando yo te lo permita.
¿Que sientes al respecto? –Mucha excitación, nunca había visto a nadie desnuda –Te diré que sentí un poco de pena pero ahora estoy más tranquila porque lo hablamos –¿Tú que sentiste cuando te desnude tus pompis? –Lo pensé mucho antes de hacerlo pero al saber que me estabas viendo me excite un poquitín. Dime ¿qué viste exactamente? — tus pompis, tu ano y parte de tu conchita –Bárbaro, ¿viste todo eso en unos segundos? –Si, ¿estuvo mal? -No, viste lo que yo te permití ver, es muy natural.
La conversación siguió así, nuestra excitación crecía pero también nuestra confianza. Después nos concentramos en una película de la TV y guardamos silencio hasta tarde.
-Señor doctor, es hora de que me inyecte y se vaya a dormir.
–Sí señora.
Para mi sorpresa la inyecté apenas viendo media nalga. Decepcionado me fui a acostar. El resto de las inyecciones fueron iguales y finalmente recuperó su salud.
Después de algunos meses mi calentura desapareció. Éramos como antes, solo que más unidos. Cierto día en la cocina después de hacer cuentas, mi madre lavaba los platos y yo los ponía junto a ella. Sin saber porque, le di una nalgada suave sobre su falda de franela.
-Uyyy, y eso? -Me la debías. Voy con mis amigos un rato y regreso.
–OK!, dame mi beso y pórtate bien.
Al acercarme para darle un beso, ella no volteó, de espaldas a mí tome su cintura con ambas manos y bese en la mejilla recargando mi cuerpo en su espalda. Ella estaba inmóvil.
Sin saber que hacer, recupere la vertical y despegue mi cuerpo. Ella volteó y mirándome de reojo sonrió un poco y pícaramente me preguntó.
-¿Sucede algo? No me atreví a responder.
–Por favor, dime lo que estas pensando en este momento -Me apena -Recuerda que no tenemos secretos -Estoy excitado, al tocarte con mi cuerpo sentí extraño y recordé tus pompis desnudas –Esta bien hijo, las hormonas te gobiernan, lo que quiere decir que estas listo para una mujer –Desgraciadamente aún no la encuentro y dudo que llegue pronto, hasta hoy, a mi edad lo único que he visto desnudo son tus pompis, que ironía –Oye…. mis pompis son hermosas, más que las de esas jovenzuelas que conocerás –Si pero no cuentan, son las pompis de mi madre y las vi por emergencia
Mi madre sin voltear se quedó callada. Admiraba su hermosa cintura y el bulto de sus pompis sobre la falda.
-Tienes razón, fue una emergencia, pero en este momento parece que el de la emergencia eres tú –No entiendo –Anda travieso, satisface tu curiosidad, súbeme un poco la falda y disfruta un poco de la vista de mi pompis pero sin bajar mi bikini
Asombrado por lo que acababa de oír, me retire un poco hacia atrás y mire su trasero oculto por la falda de franela roja. Ella seguía concentrada lavando los platos. Me hinque, coloque mis manos sobre los extremos de su falta, la subí hasta descubrir sus muslos, continué subiendo y aprecie el paisaje de su bien formado trasero. Mi madre tomo la falta y la jalo hacia su frente presionándola entre su vientre y el lavaplatos. Su culo estaba totalmente disponible, apenas oculto por una prenda transparente que dejaba ver su raya.
-Y bien, ¿qué opinas? -Es muy hermoso tu trasero Lulita -¿Quieres ver un poco más? -Por favor -Anda mete mi bikini entre mis pompis y toca un poco
Obedecí, jale los extremos y lo metí entre sus pompis, sus nalgas estaban desnudas. Acaricie en círculos apretando un poco. Masaje por un rato aquellas nalgas duras y carnosas. –Bueno señor de la casa, creo que es hora de que me deje como estaba
Antes de desistir, me arme de valor y metí la mano entre sus nalgas recorriendo la vagina. Detecte sobre la prenda cierta humedad pero nada de vello púbico. Finalmente retrocedí, reajuste el bikini a su posición original y baje su falda. Sin decir más me disponía a salir de la casa cuando escuche
-Luego platicamos.
Ya con mis amigos conversamos de algunas cosas y derivamos en política. Al cabo de un rato caminaba hacia el parque completamente solo. Sin hacer nada pensé y pensé lo sucedido sin entender que pasaba. Finalmente no me preocupaba solo me excitaba. Al volver mamá limpiaba la alacena y pude apreciar que la cocina brillaba.
Fui a mi cuarto y de ahí al estudio. Algo inquieto salí al patio y me senté en la mesita de campo a meditar. Podía ver a mi madre moverse en la cocina sin que ella me viera. La vi desplazarse a su habitación y encenderse la luz del baño.
Entre y decidí bañarme yo también para la cena.
Salí de la ducha, me coloque un short sin trusa debajo (pues aún estaba excitado) y sin playera fui al estudio a revisar mi correo electrónico en la computadora. Estaba absorto en internet cuando Lulita entro
-¿Qué haces? –Checo mi correo –¿Quieres algo especial de cenar? –Lo que tú desees está bien, casi no tengo hambre –OK. –Lulita….. –Sí? –Nada
Cenamos unas quesadillas platicando de trivialidades. Parecía como si yo estuviese recién regañado, estaba serio, corto y distante. Terminamos, colocamos los platos en la tarja y me dijo
-Luego los lavo, ¿ahora podemos hablar? -Sí, ¿donde? -En la sala
Caminamos a la sala y ambos nos sentamos en el sillón grande frente a la TV. No encendimos el televisor. Lulita me miró y comenzó la plática.
-¿Como te sientes? –Extraño de nuevo
Sin dejar de mirarme calló unos minutos eternos para mí -¿Quieres preguntar algo? –Es un poco íntimo –No importa –¿Te depilas tu monte de venus? -Sí, me siento más libre y limpia, ¿cómo lo notaste? –Al tocarte sobre el bikini sentí tu piel sin vello -Me gusta depilarme todo el cuerpo, lo hago desde adolescente, ¿y tu? –No. –Deberías rasurarte, es más higiénico. –Me da un poco de miedo, es una zona peligrosa. –Si no te apenas yo puedo hacerlo. –No, yo lo haré.
-Desconfiado ehhh.
Esa misma noche y con ayuda de un espejo y en una posición bastante incomoda me rasuré todo, quedó como de recién nacido. Aproveché y recorté un poco el vello de mis axilas. Me apliqué talco y decidí dormir desnudo.
En la mañana después de la ducha, encontré a Lulita aplicada en la estufa con una larga bata rosa y el pelo aún mojado –¿Te salió agua caliente amor? –Tibia, creo que casi te la acabas –Sorry –Qué tal te fue, ¿te rasuraste amor? –Anoche, es bastante más difícil de lo que parece –Es cuestión de acostumbrarse, yo lo hice hace unos minutos sin ningún problema –Aún así, me tardé casi una hora –Y ¿cómo quedó? — Como bebé. — A ver déjame verte. — ¿Quieres que te lo muestre?, creo que no, me da pena. –Yo te mostré mis pompis recuérdalo. –No me convences. — Mira, para que te tranquilices, me muestras como te quedó depilado y yo te muestro mis pompis, ¿de acuerdo? -No me parece justo, yo ya conozco tus pompis y tú no conoces lo mío — ¿Entonces que te parece justo? — Muéstrame tu conchita depilada y yo te muestro lo mío, así ambos estaremos en igualdad de condiciones.
Se quedó pensando y finalmente…….
-Está bien, ¿cómo lo haremos? -Me acuesto en la alfombra y tú me revisas, luego lo hacemos al revés -Es un poco bochornoso, ¿no crees? –Entonces ¿cómo? –Los dos al mismo tiempo. Te acuestas boca arriba y te tapas los ojos, yo me coloco sobre ti en 69 y te aviso, tú te descubres y me ves mientras yo te descubro y te veo. –Está bien
Me acosté en la alfombra de la sala sin quitarme el pans, cerré los ojos y esperé –Ya me quite mi bikini, me verás cuando levantes la bata de baño, y ¿tu calzoncillo? –No traigo ropa interior –Guuuaaauuuu, nada más me coloco en posición y te aviso
Tomamos posiciones con movimientos algo torpes y risas de nervios.
Al estar en 69, despegados (ella estaba de perrito y yo acostado) me dio la señal. Comenzó a bajar mis pans cuando asomo mi pene en vertical. Lulita siguió bajando mis pans hasta llegar a las rodillas.
-Quedó como bebé, limpio.
Con angustia subí su bata colocándola sobre su espalda, su culo estaba desnudo y su concha impecable como ella dijo. Sentí su cálida mano sujetar apenas mi pene y moverlo a los lados -Es hermosa la vista, ¿cómo te sientes ahora que no tienes vello? -Con algo de frío y cierta excitación – La excitación se debe a lo que estas viendo, y no a tu depilada
Yo animado por su caricia, comencé a subir por el muslo hacia su concha, la toqué apenas rozando sus pliegues y ella se estremeció notablemente. Su vagina estaba rosadita, estrecha pero ligeramente abierta.
Lulita acariciaba mis huevos calvos dándole un masaje a una mano y con la otra se sujetaba para no caer. Mientras, yo exploraba con ambas manos las zona, abrí sus labios apreciando un punto de líquido viscoso que caía lentamente por la gravedad, era sumamente brilloso con la consistencia de la miel. Lo atrapé y unte por su raja tocando ligeramente el clítoris.
-Ahhh, no lo toques mi amor, solo observa -Puedo chuparlo con mi lengua Lulita -No amor, debemos controlarnos
Seguí tocando su vagina a dos dedos sin excitarla mucho, mientras con la otra mano recorría su raya en busca de su ano. Lulita pareció inmovilizarse un momento, luego con un dedo tocaba la cabeza de mi pene totalmente duro. Embarraba unas gotitas de liquido seminal que brotaban lubricando la cabeza. Al rozar con mis dedos su ano, sentí su estremecimiento, lo acaricié en círculos sin violarlo. Tomé un poco de líquido vaginal y lo apliqué alrededor de su ano con mucha delicadeza.
Podía sentir sus espasmos. Lulita seguía acariciando discretamente mi pene.
Sin pensarlo, mis dos dedos jugaban en su vagina de un extremo a otro lubricados por abundantes líquidos pero tocando a propósito su clítoris ahora hinchado. Ella respiraba agitada. De pronto, volvió del placer y acarició mi pene en un delicado sube y baja muy lento, acariciaba mis huevos y jalaba mi pene hasta el límite.
-¿Puedo chupar tu concha Lulita? -No amor, estamos en el límite, solo tócalo y disfruta de la vista -Por favor Lulita, chupa mi pene un poquito, solo chúpalo yo no haré nada
Mi madre se recostó sobre mi cuerpo y se retrajo un poco para alcanzar con su boca mi pene, automáticamente abrió un poco más las piernas y mi vista mejoró. Pensando que no se daría cuenta, retire mis dos dedos retozones de su vagina y toqué con la punta de mi lengua.
Mi madre, recorría con su lengua mi tronco, sujetaba los huevos y los chupaba, volviendo de nuevo al tronco. Mi lengua en cambio se aventuraba en un vaivén por su vagina, saboreando sus jugos. De pronto sentí el calor de su boca en la cabeza de mi pene, lo chupaba como queriendo extraer su contenido. Poco a poco bajó hasta engullir lo que su boca permitía y después de un segundo comenzó a mamarlo sin ritmo. Sus dientes y lo fuerte que lo apretaba con la mano me lastimaban pero la excitación era total.
-Pero ¿qué hago?
Dicho esto se incorporó de golpe, se tapó con la bata y comenzó a llorar, corrió a su cuarto y dio un portazo. Yo estaba asustado, no sabía que hacer. Decidí esperar a la mañana siguiente.
El ajetreo del trabajo me ganó y no pude verla en la mañana. El día fue pesado y todo parecía salir mal. Abatido e intrigado llegue a la casa a las 9 de la noche. Busque y descubrí que Lulita seguía en su habitación.
Armado de valor toqué un poco y no contestó. Llamé con más fuerza y nada, decidí forzar la puerta cuando descubrí que estaba sin llave. Entré de golpe ya asustado y ella se incorporó llorando trato de huir y la sujeté con fuerza, la abracé por largo rato acariciando su cabello. Aún seguía en la misma bata. Levanté su cara roja y sequé sus lagrimas, le sonreí buscando lo mismo sin éxito.
-Me asustas Lulita -Soy una tonta, una inmoral, un animal en celo -No eres nada de eso -Lo que hice es una aberración, es incesto -Podemos olvidarlo y aquí no pasó nada -Me siento sucia, avergonzada -Escúchame bien Lulita, solo tú y yo lo sabemos, nadie más. Si estamos de acuerdo podemos olvidarlo. ¿OK? –Creo que quiero estar sola. Te prometo que me calmaré.
Con el tiempo, todo volvió a la normalidad, seguimos siendo madre e hijo.
Cierto día, tras una semana muy pesada, estábamos en casa y me dijo que quería descansar el fin de semana, así que como era sábado, se tomó un fuerte sedante y se fue a acostar. Yo me quedé en la oficina navegando en Internet. Al poco rato me pareció escuchar un ruido y fui a revisar, vi su puerta entreabierta y me asomé. Dormía a pierna suelta, llevaba una bata acolchada rosa y sus pantuflas aun puestas. Me acerqué y le quité sus pantuflas, la acomodé y le besé la mejilla. Seguía perdida.
Sin saber porque, me senté en el borde de la cama y la observé largo rato.
Animado por su profundo estado levanté un poco la bata y vi sus pomp
is, no llevaba nada debajo. La subí hasta descubrir su espalda y observé su culo desnudo. Salí de la habitación y fui a la oficina, traté de olvidarlo sin lograrlo. Regresé y la observé por un tiempo, me senté junto a ella y acaricié sus nalgas.
Son muy blancas, carnosas y firmes. No presentan ninguna cicatriz y el ejercicio, las tiene en excelente estado.
El domingo se levantó algo tarde y tomó un largo baño. Su humor era excelente..
Con el tiempo me hice de una amiga que le presenté como mi novia, se llama Mary Carmen, es muy bonita de cara pero escasa de lo demás. Su carácter es muy alegre y siempre andábamos juntos. Mi madre parecía tratarla muy bien y ella se sentía bien en casa, pasábamos mucho tiempo en la oficina navegando en Internet. Cierto día mi madre me sorprendió besándonos pero con mi mano bajo su falda, no dijo nada, solo se fue a su cuarto. Mary, algo apenada se despidió en voz alta y se marchó.
Yo estaba a mil, sin embargo no pude hacer nada.
El comportamiento de mi madre comenzó a cambiar y incluso me pidió que no la llevara más a la casa, que le molestaba su presencia. Mary se puso algo triste y después de mucho platicar me pidió que rentara un departamento y me saliera de casa, así podría yo hacer mi vida normal sin ser molestado y seguiríamos viéndonos a diario. Le prometí pensarlo.
Cuando le conté a mi madre esta posibilidad enmudeció y nada que dijera la consolaba. En casa todo fue silencio unos días.
Mary era muy tierna, yo algo cariñoso. Cierto día la llamé para ir al cine, platicamos y me convenció de acompañarla a comprar unos vestidos.
Aburrido la acompañé de tienda en tienda, se tardaba horas para comprar algo.
Lo único que me gustó, fue un vestido corto de color negro. Ella lo noto y se decidió a complacerme. — Mañana me lo voy a poner especialmente para ti. — Pero mañana tengo inventario en la bodega. — No importa igual me lo pongo para no alargarlo, no pude contar ni un tornillo. La devoré a besos, sin quitarle su vestido la despojé de su bikini rojo y la recosté en una colchoneta.
-¿Que vas a hacer? -Voy a chuparte tu conchita – Yo también quiero chupártelo.
Si pensarlo, me desnudé y me puse debajo, ella se colocó encima en 69 con el vestido puesto pero sin ropa interior. Mientras devoraba su concha ella engullía torpemente mi pene. Notaba que estaba asustada pero disfrutaba a cada minuto que pasaba. Después de soberbias mamadas, me vine en su boca.
Ante la sorpresa, derramó algo de leche pero se tragó la mayor parte.
Así seguimos algunas veces más. Pero el tiempo pasó y no me atreví a salir de casa. Lulita era otra, en cuanto al negocio seguía siendo mi mamá, pero ya no platicábamos, no salíamos y mucho menos comíamos juntos.
Cierto día, mientras como de costumbre lavaba platos, noté que se había cortado el pelo y teñido de rubio, se veía diferente, muy atractiva. Sin pensarlo dos veces, me acerqué a ella y la tomé de los hombros, le di un masaje suave y ella lo disfrutó.
– Ahhh…. que rico masaje, síguele amor.
Seguí apretando sus hombros y recordé aquellas hermosas pompis que extrañaba ver. Sin pensarlo mucho bajé rápidamente la mano y acaricié su nalga derecha. Sin recibir queja acaricié ahora ambas nalgas, apretándolas ligeramente.
-¿Puedo verlas un poco? -No amor, esta vez no.
–¿Porqué? – Estoy en mi periodo.
Al día siguiente, fuimos a revisar una mercancía que acababa de llegar para inventariala. Al terminar estaba algo exhausto y bañado en sudor.
Regresamos a casa y fui a la cocina a beber un refresco. Me senté en la silla del comedor y encendí la TV chica sin ver nada en particular. Lulita entró y se dirigía al refrigerador. Al pasar frente a mi, note que sus senos presentaban una fuerte erección de pezones. Me llamó mucho la atención pero lo atribuí al calor.
Varios días después mientras capturaba los movimientos de una de las sucursales en la oficina de casa, entró silenciosa y se colocó a un lado de mi sillón. No le presté mucha atención pues pensé que al ver en que trabajaba se retiraría. Nada más equivocado.
– Ya no estoy reglando.
Volteé y la miré no entendía que quería en ese momento.
– Ese día me dio pena porque debido a mi periodo, llevaba mi toalla sanitaria, por eso no te dejé ver mis pompis.
Enseguida observé a detalle. Llevaba un short rosa de una tela como toalla, una blusa sin mangas de color blanca en la que percibía nuevamente sus pezones muy erectos, estaba descalza sobre la alfombra y lucía el pelo húmedo, lo que confirmaba que recién había salido de ducharse.
– ¿Puedo ver tus pompis desnudas? – Está bien.
Se acercó más y se dio vuelta, tomé los extremos del short y lo bajé suavemente. Su culo asomó desnudo, no traía ropa interior.
– ¿Puedo tocarlas un poco?.
— Sí solo un poco.
Terminé de bajar su short hasta que cayó al suelo. Acaricié sus muslos subiendo hasta su culo. Lo toqué suavemente por largo rato. Bastante caliente, me atreví a subir su blusa por la espalda y la atoré a la altura de sus hombros. Acaricié su espalda deliciosamente pasando por sus nalgas y muslos en muchas ocasiones. Lulita parecía disfrutarlo como si se tratara de un simple masaje.
Yo seguía sentado sin creer mi suerte.
-¿Sigues rasurándote tu entrepierna? – Sí, pero créeme que aún no muy bien, ya que me da miedo cortar de más.
— Si quieres puedo rasurarte aquí mismo, para que quedes como bebé. — ¿En este momento? — Porque no, solo tengo que traer del baño las cosas y listo — Bueno. — Quítate el short y tu bóxer, no tardo.
Si decir más, me dejó helado. Se volteó mostrándome desnudo su vientre y casi todo porque aún llevaba tapados los senos con el resto de la blusa.
Al comenzar a caminar hacia la puerta de la oficina, se bajó la blusa hasta casi medias nalgas, dejándome apreciar el contorno de su figura y esas piernas maravillosas.
Obedecí y apenas me quité el bóxer, regresó rápidamente. Traía mi crema de rasurar, una navaja de afeitar, talco, unas tijeras y una toalla. Me sentó en la silla y se hincó frente a mí. Aún seguía desnuda de abajo y sus pezones erectos.
– Espérame un poco y te dejo como bebé.
— Pero con cuidado, eh, solo tengo uno.
Con gran destreza y unos 15 minutos, me dejó lisito. Limpio delicadamente mi pene y huevos con la toalla húmeda y finalmente con el otro extremo secó toda el área.
– Listo.
Apartó las cosas y comenzó a revisar a detalle. Acariciaba mis huevos sintiendo su suavidad, mi pene realmente impecable y debido a la caricia, en franco crecimiento. Al llegar a la erección, Lulita lo observaba sin perder detalle, se acercó y lo acarició con su mejilla, lo retiró sin dejar de sujetarlo, lo miró un poco y finalmente se puso de pie.
– Puedo verte totalmente desnuda Lulita.
— ¿No crees que hacemos mal? – No lo creo, podemos vernos desnudos y tocarnos sin que nada pase.
Podemos confiar el uno en el otro. — Está bien,
Sin mucha charla se quitó la blusa y cruzó sus brazos tapando sus senos.
Yo retiré mi playera y me acerqué a ella. Sin pensarlo se abrazó rápido a mí y la abracé. Poco a poco acaricié su espalda, sus nalgas y su cabello.
Ella se animó y me acarició de igual forma, apretando mis nalgas. Metió una mano entre nosotros y acarició mis huevos y mi pene en forma intermitente. Yo la imité y acaricié su entrepierna sin lograrlo muy bien debido a que sus piernas estaban muy juntas. Al notarlo las separó un poco y logré tocar aquellos labios húmedos y calientes. Comencé a acariciarle su vagina hasta identificar el clítoris. Sus espasmos empezaron pero ella seguía aferrada a mis huevos.
Mientras la masturbaba, ella abría ligeramente más sus piernas. Su agitación creció, disfrutaba mucho. La sujeté y le di vuelta. Ahora su culo sentía la presión de mi pene y su cuerpo se recargaba en el mío.
Volvía a colocar mi mano y seguí masturbándola. Con la otra mano acariciaba sus pechos dirigido por las manos de ella. Mientras la deleitaba, mi erección era total. Ella giró y volvimos a quedar de frente, tomó mi pene y despacio comenzó a masturbarlo. Apenas se apartó lo suficiente para observar esta tarea. Mis manos sujetaron sus senos y pellizcaron sus pezones ahora enormes, muy hinchados. Finalmente me vine y con mi trabajo poco desp
ués se vino ella. Quedamos abrazados largo rato y decidió que era hora de la cena.
– Quiero que el resto de la tarde no te vistas, quiero verte desnuda por toda la casa. No me obedeció del todo pues mientras guisaba se puso su mandil, pero de espaldas me daba una vista hermosísima de su culo y en ocasiones una sonrisa cómplice.
Casi a diario nos masturbábamos y fajábamos pero sin llegar a coger. Casi siempre masajeo su vagina con mi pene, pero solo dos veces la he penetrado y créanme fue fabuloso. Otras veces me aplica una mamada de verga fenomenal o un masaje con cremas aromáticas muy sensual. Seguimos siendo madre e hijo.
Espero que no nos juzguen, nos gusta vivir así.