Mamá me consigue un coño húmedo
Hoy mi madre me ha comentado que quiere ir de tiendas. Durante el desayuno se ha mostrado un
tanto distante, aunque tranquila, ha evitado mencionar lo ocurrido la noche anterior, tal vez sea
mejor así.
—¿Quieres que te acompañe? —le pregunto tratando de reconciliarme con ella.
—Te advierto que te puedes aburrir…
—Bueno, me arriesgaré —contesto sonriendo.
—Está bien, luego no me digas que no te lo advertí.
Terminamos el desayuno y salimos hacia el centro. Las calles están abarrotadas, a pesar del calor
que comienza a hacer conforme va entrando la mañana y el astro rey comienza a acercarse el cenit.
Mi madre mira escaparates mientras yo permanezco a su lado, revisando el tan variado ganado
que desfila ante mí. Tetonas y tentoncillas, jóvenes, muy jóvenes y maduritas, gorditas, flacas y
macizorras. Ciertamente me estoy entreteniendo.
Entramos a una tienda y una chica joven nos atiende, es la mar de amable y tiene un cuerpecito
pequeño pero muy bien conjuntado, con sus tetitas redondas y culo redondito igualmente, pelo
negro recogido en una cola con horquillas en el pelo. Su rostro se oscurece con el maquillaje
abundante en torno a sus ojos, sus pendientes llamativos le dan un toque original y su pearcing en el
labio inferior aporta un aire moderno y un tanto rompedor.
Mi madre pasa al probador y prueba un vestido. Yo aprovecho para asomarme y verla desnuda,
con sus braguitas y sujetador blancos reflejados en el amplio espejo. Ella no parece alterarse por mi
descaro, aunque la chica lo nota y se sonríe.
El vestido parece que le queda pequeño y me pide que le diga a la chica si hay una talla más
grande. Y en efecto la hay, por lo que la chica la acerca y mi madre la toma para cambiarse. Aunque
ahora apenas cierra el probador y la dependienta a mi lado observa a mi madre desnudarse de nuevo
y cambiarse.
—Vaya señora, me encanta el conjunto que lleva, ¿se nota que es muy caro, verdad?
—Bueno sí, es algo caro, pero bueno algún capricho me gusta darme de vez en cuando
—contesta mi madre girándose hacia nosotros.
—A mí me encanta la lencería, pero apenas puedo permitirme comprarme un conjunto bonito a
la larga, con mi sueldo no me puedo permitir más.
—Eso si a ti con ese cuerpecito tan mono que tienes te sentará mejor que a mí.
—No se vaya usted a creer, que yo la veo muy bien, es usted muy guapa.
—Gracias chica, viniendo de otra mujer me hace sentir más joven.
Al terminar de probarse el vestido no parece gustarle cómo le queda por lo que hay una vuelta a
empezar. Esta vez se lleva cuatro o cinco y se los va probando uno por uno, directamente con la
cortina abierta ante los ojos de la dependienta y los míos. Afuera ya no pasa tanta gente por la calle,
el calor se hace notar, sin duda.
—Oye, ¿no te importa ver a tu madre desnuda? —me susurra la chica mientras mi madre
continúa probándose vestidos.
—¿Por qué había de importarme, ella es muy liberal ya ves y estoy acostumbrado?
—Pues, en mi casa no me imagino yo viendo a mi padre y a mi madre en ropa interior, la verdad
—asiente ella incrédula.
—Es que seréis más “antiguos” —afirmo yo provocando su sonrisa.
La chica está ayudando a mi madre con un vestido, cuando observo cómo comienza a palpar la
tela de la ropa interior de mi madre, con el pretexto de su admiración por el modelo pero yo siendo
mal pensado me imagino que es porque es lesbiana y mi madre le gusta.
Continúo observando cómo le ayuda con otro vestido y esta vez le coloca el pecho
descaradamente y le ajusta el vestido por delante. Luego disimuladamente se lo estira por detrás
marcándole el culo. Cuando no le toca el culo con descaro, como dejando la mano caer para alisarle
el vestido.
Aunque se me está haciendo entretenido ver cómo se divierte mi madre con la chica de la tienda,
el tiempo pasa, creo que ya llevamos dos horas en la tienda y es la chica la que observa la hora que
es y nos dice que es hora de cerrar.
—Oye, ¿Lucía conoces algún bar donde podamos tomar unas cervecitas tranquilos? —le
pregunta mi madre mientras prepara el dinero para pagarle los tres vestidos que se ha comprado.
—Sí, conozco uno donde yo suelo tomarme un bocadillo a medio día y está muy bien, si queréis
podéis acompañarme.
—Estupendo Lucía, me encantaría invitarte, has sido muy atenta conmigo.
—¡Oh gracias, comenta la chica demostrando su alegría por continuar con nosotros!
Ya en el bar tomamos una primera ronda de cervezas fresquitas que bebemos casi del tirón, junto
con unas tapitas de pescado que devoramos con avidez igualmente. Así pasa la segunda y llegamos
a la tercera rondas, siendo ya muy amigos los tres.
—¡Bueno Lucía, eres un sol, la mar de simpática! —exclama mi madre sacándole los colores a la
joven dependienta.
—Es que como has sido tan buena clienta pues te estoy muy agradecida.
—¿Y ahora, vuelves a la tienda?
—Si, aunque no abro de nuevo hasta las cinco, aprovecho para echarme una siesta los asientos
que hay en la tienda, normalmente no tardo mucho en comer y aprovecho para dormir la siesta.
—Claro, con este calor en dónde vas a estar mejor, oye, ¿pero estás tú sola?
—Sí, mi jefe está este mes de vacaciones y tengo una compañera que también está, como
tampoco hay muchas ventas pues me defiendo yo sola con la tienda. Ya son muchos años
trabajando y mi jefe confía en mí.
Cuando estamos terminando la tercera ronda junto con su deliciosa tapita, todos estamos
satisfechos y nos disponemos a abandonar el local. Mi madre paga y nos dirigimos a la puerta
donde el sol es de justicia.
—Bueno, ¿y qué vais a hacer vosotros ahora? —nos pregunta la chica continuando con su
amabilidad.
—Pues no sé, lo cierto es que estoy algo cansada y me apetecería tumbarme un rato, la verdad…
—¿Os apetece volver a la tienda conmigo?, aún queda una hora para las cinco y podéis descansar
allí, el hotel os coge muy lejos y con este calor…
—¡Oh no queremos molestarte!
—¡No es molestia, se agradece una compañía tan amena como la vuestra, venga veniros
conmigo!
—Bueno, pero no queremos molestar…
Finalmente volvemos con la chica a la tienda y entramos por una puerta trasera. El local está
cerrado y la penumbra ilumina las estanterías llenas de ropa y perchas. Nos indica donde está el
baño y todos pasamos por él para refrescarnos. Cuando vuelvo las veo sentadas en los sillones de la
pared, una junto a la otra muy juntitas.
—Oye, Lucía, ¿sabes que eres muy guapa? —le suelta de sopetón mi madre.
—Gracias Clara, tú también eres una mujer muy hermosa, desde mi punto de vista, vistes muy
bien y eres muy elegante.
—Y mi hijo Guille, qué te parece, ¿no es todo un mocetón?
—Sí, claro él también es muy guapo. Será un hombre muy guapo, sin duda.
—Ya lo ves chica, y sabe hacer unas cosas estupendas para las mujeres, te lo digo yo —comenta
mi madre sonriendo mientras sin tapujos extiende su mano sobre la rodilla de Lucía.
Con delicadeza la desliza por sus muslos y la introduce bajo su minifalda llegando hasta sus
bragas.
—¡Qué cosita más calentita tienes aquí abajo Lucía!, ¿me dejarás probarla?
No acabo de creerlo, estoy sentado a dos metros de ellas y veo como mi madre le echa mano a
las bragas delante mío sin inmutarse. Lucía en cambio me mira y parece nerviosa.
—¿Pero y Guille? ¿Nos mirará?
—Vamos Lucía, él es un chico muy bueno y participará en lo que le pidamos, mientras tanto
nosotras podemos divertirnos a nuestro antojo —afirma mi madre capturando los labios de Lucía
con los suyos mientras la rodea con sus brazos.
Mi madre le magrea las tetillas tan redonditas que tiene Lucía, a través de su camiseta primero y
después deslizando su mano bajo la misma a flor de piel.
—Vamos Lucía, no seas vergonzosa, ¡quítate la ropa! —casi le ordena mi madre tirando de su
camiseta hacia arriba.
Lucía se muestra tímida y no deja de observarme de reojo, pero sumisa se deja desvestir cuan
niña pequeña se tratase. Primero el top, luego su pequeño sujetador, dejando libres sus tetas
redonditas y pequeñas como limones. Con cariño se las acaricia y se las besa hasta ponerle los
pezones duros y puntiagudos.
Luego le baja la faldita que lleva y por último su mini—tanga, dejando al descubierto su
depilado y pulcro pubis.
Con delicadeza se arrodilla ante su chochito y le dedica una serie de caricias y miradas
sugestivas, la muchacha instintivamente saca su culito hasta el borde del sofá donde se sienta y se
abre bien de piernas. Mientras me mira de reojo.
Mi madre comienza a comerle el coño despacio, muy despacio, saboreando cada lametón entre
sus finos labios, cada beso en su clítoris, y así, poco a poco lo va poniendo húmedo y chorreante de
jugos.
Tras unos minutos de disfrute de la dependienta le toca el turno a la que estaba arrodillada
complaciendo sus deseos y se vuelven las tornas, la comedora ahora es comida.
Desde mi posición ahora puedo ver el coñito de la dependienta, sin duda debe tenerlo jugoso y
húmedo tras la comida que le ha hecho mi madre hace unos instantes. Así que tan sigilosamente
como un felino acecha a su presa me acerco poco a poco.
Mi madre me ve y en seguida adivina mis intenciones y parece querer ayudarme pues comienza
a hablarle para distraerla.
Cuando ya estoy a un palmo de su culo la agarro de los cachetes y sin esperar más acerco mi
polla e intento penetrarla sin dilación, pero la muchacha se sobresalta y se incorpora evitando que
mi proyectil alcance el blanco.
—Vamos Lucía, déjale que te penetre, así disfrutaremos todos —le sugiere mi madre intentando
tranquilizarla.
—¡No, no me gusta que me follen los tíos!
—Pero chica, no ves lo necesitado que está, anda hazlo por mí y haré lo que quieras, ¿vale?
—¡Quiero correrme en tu boca! —dice la chica de repente.
—¡Hecho, te comeré el coño hasta que te mees en mi boca! —dice para mi asombro mi madre.
La chica me deja acercarme, su culo es precioso y muy suave, apunto mi gran erección a su raja
y la paseo unos segundos en la entrada, arriba y abajo. Mientras la chica parece expectante, y mira
de reojo hacia atrás, hasta que mi madre coge su cabecita y la hunde entre sus muslos para que le
siga comiendo la raja. Entonces la penetro, ¡es delicioso!
La chica gime y levanta la cabeza alertada.
—¡Es que no me gusta que me follen los tíos! —repite.
—¡Anda sigue, que me enfrío! —dice mi madre mientras coge de nuevo su cabecita y la hunde
en su raja.
Estoy tremendamente excitado así que doy culadas con fuerza y la chica gruñe mientras yo,
hecho un toro a su espalda, aferrándome con fuerza a sus caderas y la follo sin piedad.
Siento que me voy a correr y aunque la tentación de hacerlo dentro es grande, decido que lo haré
como en las pelis porno y sacándola en el último segundo estallo sobre su espalda y su blanco
culito, regándola con mi leche por todos lados.
Entonces veo que mi madre no es pierde detalle y mordiéndose el labio inferior es testigo de todo
lo que acontece delante suyo. Mientras yo, jadeo y recupero la respiración, mientras continúo con
mi miembro palpitante y henchido agarrado con mi mano, sacudiéndolo de cuando en cuando
contra el culito nacarado de nuestra víctima.
—Ves ya ha pasado todo Lucía, no ha sido para tanto es que es muy joven y nunca antes había
follado con nadie.
—¡Cómo! ¿Era virgen? —pregunta un tanto contrariada la muchacha.
—Claro que sí Lucía, no has visto lo pronto que se ha corrido.
—¡Ah bueno, entonces he desvirgado a un chico! —dice ahora la chica con cierto orgullo en sus
palabras.
Parece que pensar que se ha tirado a un chico virgen le da un aliciente exótico a la chica y hace
que el recuerdo de mi penetración se transforme en algo interesante para ella. De esa manera mi
madre la ha convencido que lo de antes ha sido un buen acto.
—Ven conmigo ahora y te compensaré el mal rato que te ha hecho pasar.
Mi madre saca un pañuelo de su bolso y limpia la espalda y el culito de la chica amorosamente.
Luego hace que se siente de nuevo en el sofá y la besa en los labios y le acaricia las tetillas de
nuevo y poco a poco la chica vuelve a sentir un gran placer, le encanta lo que mi madre le hace.
Ahora le lame la raja mientras yo me quedo sentado junto a ellas, observando el espectáculo
mientras aún me masturbo suavemente, para mantener mi erección. Y la chica se siente desfallecer.
Mi madre chupa y lame hasta que al final la chica se corre por todo lo alto y parece quedar
complacida pues se queda tumbada en el sofá descansando.
Finalmente se despiden y aunque no me lo esperaba Lucía y dirige a mí.
—Bueno Guille, espero que te haya gustado, es la primera vez que me dejo follar por un tío
desde que me gustan las chicas, pero como eres virgen no me ha importado tanto.
—¡Oh si, tienes un chichi delicioso! —exclamo yo despertando las sonrisas de ambas.
Con mi madre la despedida es más apasionada, aunque lo hace disimuladamente, veo cómo mi
madre le pone en la mano un pequeño rollo de billetes de cincuenta mientras la chica lo mira con
disimulo y se lo agradece.
—No tenías por qué hacerlo —le dice.
—¡Quiero hacerlo! —contesta mi madre cogiéndola por los hombros.
Abandonamos el local y nos vamos a tomarnos algo a una terraza.