Mamá y su gran necesidad de satisfacción sexual: el vibrador que vino por correo

Valorar

Se lo compró en Amazon, eso lo tengo claro. Recuerdo el día.

Llegó en un paquete bastante discreto (una caja recubierta de plástico) sin nunguna pista de su contenido. Eso sí, la reacción de mamá al recibirlo en casa fue ruborizarse delante del chico de la empresa de mensajería.

Lo estrenó aquella misma noche, lo sé porque aquel zumbido y los gemidos que lo acompañaban me persiguieron desde entonces, impidiéndome dormir y provocándome imágentes cada vez más explícitas. Me volvía loco.

Mi madre tenía entonces treinta y nueve años y era mucho más guapa que cualquier mujer que yo hubiera visto fuera de una pantalla de cine o televisión. Yo tenía quince y las hormonas muy revolucionadas. Me mataba a pajas.

De esto hace ya casi una década y yo tengo una novia que la adora, pero todavía acudo a imaginármela en su cama, tan sola después del divorcio, tan tímida que a pesar de su físico rechazaba una proposición tras otra.

Un día lo busqué en su cuarto. Estaba en la mesilla debajo de una capa de ropa interior. Lo rescaté de debajo de aquellas piezas de lencería (que habría utilizado con su amante de tenerlo y que eran preciosas) y me lo llevé a la nariz.

Olía a limpio, por supuesto. Mi curiosidad morbosa no detectó otro perfume que el del látex que recubría su mecanismo. Era muy grande, casi treinta centímetros desde la base, y estaba surcado de venas. El glande era como un albaricoque o el puño de un bebé. Casi tan grande como el suyo.

Mamá es muy menudita, algo que daba muchísimo morbo a mis amigos, que no dejaban de hacer el gesto de coger su cuerpo en el aire y empalarlo a pollazos. Parecían una manada de lobos babeando por un conejito. Y sí, lo digo muy consciente del doble sentido. Todo fue culpa mía.

Cometí el error de contarle a mi novia de entonces (que era una zorra de cuidado) las serenatas que daba mi madre cada noche y enseguida tuvo la idea de esconder una cámara en su habitación. Así empezó todo.

La webcam era bastante discreta y yo incluso le ayudé a hacer el agujero del cable desde detrás de la estantería, a través de la pared hasta mi portátil. Nadie habría imaginado lo que se ocultaba en aquel hueco entre sus libros.

Mi chica recibiría las imágenes, transmitidas por Hangout desde mi ordenador (eso sí lo sabía) en su portátil. Lo que ignoraba es que no estaría ni mucho menos sola al verlas. Habría fiesta en su casa. Y se dedicaría a aliviar la tensión sexual de mis amigos mientras estos disfrutaban del espectáculo.

Yo también me pajeé. En la soledad de mi cuarto, e ignorando que la que muy pronto sería mi primera decepción romántica, estaba cobrando 150 euros por un lote que incluía emisión y paja. 200 por una mamada. Podéis creéroslo.

Mamá cierra la puerta y escucha el silencio para asegurarse de que duermo. Después se desabrocha la blusa y la deja en la silla. Lleva un sostén negro que le hace un pecho precioso. Ahora pienso en los comentarios de mis colegas de entonces. En cómo mi primera novia se reiría con ellos. Me cabrea y me calienta.

Se abre la cremallera de la falda y ya tengo mi polla en la mano. La falda cae al suelo y mamá se agacha para recogerla. No tiene ni un grano de grasa en la cintura y se le marcan los abdominales. Nunca se pierde una clase de spinning y eso también se nota en su culo. Pequeño y redondo. No lleva medias.

Se tumba en la cama y empieza a acariciarse sin bajarse las braguitas. Los pezones se le marcan a través del sostén, duros y erectos. Para para quitárselas y saca el vibrador del cajón. Lo enciende y se lo lleva a los pechos.

Se saca uno sin quitarse el sostén, como si le gustara sentir su presión. Es firme y muy bonito. Al notar la vibración en la punta se muerde los labios. Así de ruborizada está bellísima y no aparenta ni treinta años. Ye empiezo a acariciar mi rabo. No es la primera vez que su rutina nocturna me inspira esto.

Pero es la primera vez que puedo verla. Me siento un poco infiel tocándome, y soy tan inocente que pienso que igual mi novia está haciendo lo mismo y pensarlo me excita. Supongo que para entonces tendría ambas manos ocupadas, amén de la boca, pero esa noche ni se me pasa por la imaginación, claro.

Mamá se desabrocha por delante el sostén y baja el vibrador hasta su pubis, que lleva recortado y luce el mismo tono rubio que su melena corta. Abre sus piernas y se lo pone sobre el clítoris. Se corre por primera vez, reprimiendo un grito. La vibración del aparato y sus gemidos me llegan con delay.

El sonido de mi portátil está bajo, pero noto que el sonido sale del amplificador casi un segundo más tarde de como lo escucho a través de la pared. Eso provoca un efecto la mar de hipnótico que me excita aún más. Mamá no separa a su amante eléctrico de su propio botón mientras alcanza el orgasmo.

Me la estoy sacudiendo con fuerza, deseando tirar la puerta de su cuarto y violarla ahí mismo mientras la webcam de mi novia lo recoge todo. Me imagino la expresión asustada de mi chica y me caliento aún más. Mamá descansa.

Ha apagado el vibrador y aprovecha para acabar de quitarse el sostén, que llevaba abierto por la parte frontal. Sus pechos son espectaculares y no dejo de cascármela mientras los admiro. Mamá recupera el aliento y continúa.

Saca de la mesilla un lubricante y lo vierte en su palma para untarlo en el cilindro venoso. El látex negro brilla a la luz de la lampara de su mesilla. Lo que hace a continuación me pone a mil. Se da golpecitos en la cara con él, salpicándose, mientras (supongo) imagina que se lo hace un amante negro.

Después lo baja hasta su vulva y se lo mete poco a poco, gimiendo al borde del llanto por el tamaño y su propia excitación. El orgasmo le ha dejado el coño muy sensible y parece que lo sintiera en carne viva, se detiene un par de veces, pero al final se lo mete tan dentro que se le marca un bulto en el vientre.

Empieza a moverlo con el motor apagado. El sonido del chapoteo no me llega más que por el portátil, pero sigo oyendo sus gemidos con eco. Lo mueve apuñalándose, tan rápido que no tarda en llegar otra vez. Ahora grita sin emitir un solo sonido, poniendo una expresión brutal. Quiero salir y violarla.

Justo cuando el orgasmo empieza a remitir, lo enciende y se pone la almohada en la boca. La veo gritar con la máquina muy dentro de sí. No puedo oirla a través de la pared, pero sí en el ordenador. La almohada la amortigua bastante bien. El bulto de su pequeño vientre parece albergar un alien tembloroso.

Se corre una y otra vez sin dejar que el vibrados se le salga ni un milímetro. Se lo aprieta muy dentro con furia hambrienta hasta que no puede más y lo expulsa. Mamá llora y grita contra la almohada. Y eyacula empapándolo todo.

Solloza por la intensidad de su tercer orgasmo. El aparato vibra a toda potencia sobre el charco que mi madre ha dejado entre las sábanas, salpicándola unos instantes hasta que el algodón acaba de absorber su corrida. Ya no puedo más.

También sollozo, sintiendo vergüenza por lo que le estamos haciendo a mi madre y más excitación de la que jamás volveré a experimentar en la vida. Y me la sacudo con tanta fuerza que me hago daño. Eyaculo contra su imagen.

Si me ha oido no me importa. Disfruto como sólo puede disfrutarse del pecado más sucio, sintiendo cada contracción de mis huevos y sonriendo al darme cuenta de que estoy perdiendo toda la inocencia que aún me quedaba.

Mamá respira medio adormilada y apaga la luz. No se ha enterado de nada.

Yo también me duermo, relajado como nunca antes. Al día siguiente mis amigos me mirarán con una mezcla de sorna y satisfacción. Al final a uno (no recuerdo a quién) se le escapará un comentario y saldrá todo a la luz.

Pero esta noche duermo tan bien como mi madre, que ignora que su inocente chico se ha corrido mirándola. Que ni se imagina que justo en esos momentos él está teniendo un sueño húmedo en el que le arranca un vestido de novia…

Y se la folla una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez.