Me calienta demasiado que mi novio me sea infiel

Rate this post

Ante todo, quiero mostraros mi sorpresa por la buena acogida de mi primer relato y también agradecer las valoraciones y comentarios que, estoy segura, van ayudarme mucho, tanto los favorables como los adversos. También debo deciros que los hechos narrados me los contó una amiga y, por tanto, son reales, aunque los he adornado con detalles imaginarios y los nombres de los personajes, igualmente los cambié. Antes de publicarlo le mostré a mi amiga el manuscrito y, aunque torció el morrito, me autorizó a hacerlo, pero exigió que completase la historia con lo que ocurrió después, pues se quejó de que el personaje de Sara lo desvirtué, porque – utilizo literalmente sus palabras – Yo no soy una zorra infiel, hice lo que tocaba para ayudar a mi novio.

Así que, ahí va la continuación del relato que espero os entretenga a todos y todas.

La solución al problema de mi novio ?

Aquella tarde se transformó en una verdadera orgía pues nuestros cuerpos se revolcaban sobre la cama dándonos placer uno a otra, después otra a uno y, algunas veces, otros a una, aunque cuándo el turno nos llegó una a la otra, la orgía se convirtió en una merienda campestre, pero lo voy a explicar mejor, porque ni yo misma me entiendo:

Súpercontenta por ver la respuesta de mi novio a las caricias de mi mejor amiga, pensé que había llegado la hora de devolverles a nuestros amigos el favor y, ¿por qué no decirlo?, de disfrutar de la lujuria que la tarde prometía, porque los muros de contención se estaban derribando uno tras otro, así que alcé los tobillos y los enlacé en la cintura de Fer con lo que la vulva se abrió cómo una flor que recibe los primeros rayos de sol. Alzaba mis caderas acompasándolas al vigoroso ritmo que él imprimía y cuándo traspasó el cuello uterino, susurró en mi oreja:

-¡Voy a reventarte el útero, zorra! ¡No te corras, espérame!

-Métela más … ¡rómpeme la matriz! – imploré entre temblores estrangulando el cuello con mis brazos. De pronto, un torrente de fuego circuló por mis venas, de la cabeza a las ingles y el fuego nos quemó a los dos, intentábamos apagar las llamas, él con los chorros de esperma y yo con oleadas de flujos, pero ni aún así conseguimos bajar la temperatura, él siguió empujando y yo suspirando, aunque en un momento dado nos miramos, reímos y tras darnos un piquito se desmontó de mí.

-Te he echado un buen polvo ¿eh, Sari? – sonreía en plan canalla, al tiempo que limpiaba la polla con una toallita húmeda.

-¡Y muchos más que nos vamos a echar! – exclamé con gesto feliz – Ya era hora que alguien regase mi flor, que estaba mustia. Pero tú tampoco te puedes quejar, Fer, porque me la has metido hasta la garganta, o más allá. – Ambos miramos a la pareja que seguían enganchados al otro lado de la cama. Silvia arrodillada con el culo en pompa y la cara apoyada en sus propios brazos, mientras que mi novio agarraba sus caderas y, también de rodillas, bombeaba de modo desmedido el coñito de mi amiga, cuyas carnosas nalgas temblaban por los arreones que le daba mi chico.

En realidad, los cuatro estábamos arrodillados en la cama, aunque no precisamente rezando, porque yo quería más, ¡muchísimo más! Confieso que la visión de mi novio abotonado a mi amiga, follando como perros, me perturbó y una marea de oscuras sensaciones ocuparon mi mente, porque no tenía claro si la excitación que calentaba mi entre pierna la producía mi novio o ver los pechos de Silvia balanceándose al aire con los pezones afilados, su culo mullido y respingón pidiendo guerra o su roja vagina que imaginé abierta sobre mi boca, pero deseché esos sucios pensamientos y volví a la cruda realidad.

-¡Novio, te estás pasando un pelín! ¿no? – exclamé nerviosa, pues justo en ese momento él se corría de nuevo en la roja vagina de mi chica – Aquí hay una que espera unirse a la fiesta.

-Lo tienes dispuesto, Sari – me miró con una melosa sonrisa, como siempre – Se ha corrido un par de veces, aunque, no creas, la última vez me costó exprimirlo. Vamos a dejar que se recuperen los chicos, mientras tomamos café ¿vale?

Encogí los hombros mientras mi novio la desmontaba, ¡al fin!. Aproveché para ponerme las bragas, Fer salió del baño y los cuatro llegamos a la cocina-salón-comedor-vestíbulo que conformaba mi diminuto apartamento, preparé Nescafé pues la cafetera se había roto, nos sentamos en las sillas rodeando la mesa.

-¡Silvia, al menos podías ponerte las bragas! – chillé mirando su cuerpo desnudo.

-¿Para qué?, la tarde no ha terminado aún.

-¡No, pero vas a encharcar el tapiz de la silla con la crema de mi novio! –la miraba furiosa, no precisamente por lo de la silla, sino por los nervios que me atenazaban y la inseguridad que me reconcomía. Ella había conseguido dos orgasmos de mi novio en apenas media hora y yo llevaba más de veinte días entregándole todo cuánto tengo, en cualquier postura imaginable…

-¡Vaya, la nena se ha puesto nerviosa!, pues me das un trapo y limpio el asiento – me miró agriamente, aunque pronto su gesto cambió, enlazó sus dedos a los míos y dijo con ternura – Sari, ahora mismo vas a montar a Fran y yo haré lo mismo con Fer; vamos a secarles los huevos, cómo tantas veces hemos hecho desde los quince años con los compis del Instituto que hacían cola para follarte y yo me aprovechaba, pues salían de ti y entraban en mí.

Sus palabras y el recuerdo de nuestras tardes locas cuando aún calzábamos calcetines, lograron que me sintiera una mujer poderosa. Volvimos a la cama, ella montó a su novio y yo al mío y empezó la sonata de gritos y suspiros…de los tres, pues Fran la tenía dura y me daba inmensos arreones, pero de correrse, nada de nada. Dejé caer sobre la sábana mi cuerpo inerte y cansado, pues tras más de media hora en la que le entregué todos los agujeros de mi cuerpo encendido, no obtuve la respuesta esperada. Estaba triste y frustrada, como una muñeca de trapo a la que usaba mi novio, como hacía en este momento que seguía entre mis piernas con el absurdo mete saca. Mis ojos se aguaron, giré la cabeza y mi mirada tropezó con la de Silvia que estaba en mi misma postura recibiendo a su novio, estiró su brazo y nuestros dedos se enlazaron, juntó sus labios y me envió un beso a distancia. De pronto se escabulló del abrazo de Fer, corrió a nuestro lado de la cama y se plantó con los brazos en jarras.

-¿Pero tú eres marica, o qué? – chilló enfurecida mirando a Fran – estás dentro de la mujer más increíble que puedas encontrar, pero tú como si nada, eres incapaz de llenarla…

-¡Pues a ti bien que te he llenado, Silvia! – bramó en el mismo tono al tiempo que salía de mí. Bajó la barbilla y musitó apesadumbrado – Precisamente ahí radica el problema. Sé que cada noche monto a la mujer a la que todos mis amigos y amigas quieren partirla en dos, follarla hasta reventarla – hizo una pausa a la vez que me acariciaba el vientre – No sabes cómo me pone su matita de vello rojo que da paso a la vagina tibia y siempre hambrienta de polla. Sus pechos, que son dos melocotones maduros y esos ojos azules que me embriagan cada noche. De su culito, ni te hablo… pero no hay forma – negó repetidas veces con la cabeza.

Silvia de un salto se colocó entre los dos. Tuve que ponerme de lado pegando mi espalda al pecho de Fer, porque la cama es estrecha para cuatro cuerpos, así que, mi amiga colocó el culito en mi estómago y acariciaba la cara de mi novio.

– Fran, deja de preocuparte. Tu problema, afortunadamente, no es clínico. – hablaba Silvia a la vez que encajaba el culito en mis muslos – No sé si reparaste en que te derramabas en mí, mientras mi novio follaba a Sara. Lo tuyo es simplemente una obsesión: lo que verdaderamente te excita es ver como otros u otras arrancan los orgasmos de Sari, que destrozan a nuestra nena, contra más veces y con más intensidad, mejor.

El diagnóstico de Silvia nos dejó a cuadros. Mudos por la sorpresa.

-¡Venga ya! – exclamó Fran – ¿quieres decir que mi problema se resuelve cuándo mi novia me es infiel? ¡nunca aceptaré tu teoría, Silvia, porque no soy un cornudo consentido! Me corrí porque tenía muchas ganas de ti y tú de mí. Confiésalo, joder: los dos nos deseábamos.

-Cielo, escucha a Silvia. Creo que no va desencaminada – dije mirando a mi novio, pues la conclusión de mi amiga removió mis recuerdos – Justo diez días antes de que empezase tu problema viajamos a Vigo, nos alojamos en el apartamento de tu amigo Rafi y su novia Aurora, nos prepararon una cena deliciosa y … ¿qué hicimos después? lo recuerdas ¿verdad, Fran? – él puso los ojos en blanco y asintió. Yo continué – Esa noche nos desatamos los cuatro, follamos como animales en la cama King Size. Me emparedabais los dos a la vez y luego seguíais con Auri, dándole el mismo tratamiento y, aprovechando que fumabais un cigarrillo reponiéndoos, ella se dejó caer de espaldas, abrió los brazos y me llamó:

-Sari, tengo ganas de ti. Ven a mí … – suplicaba con las piernas abiertas y el pelo castaño enredado cubriendo parte de su cara. – Así que, no me quedó más remedio que abrir las piernas, otra vez, y encajar la vulva en sus rojos labios, sacó la lengua de paseo y lamió todo lo que yo tenía entre las piernas. Yo hundí la cara entre las suyas y me concentré en su inflamado clítoris que buscaba mi lengua. Así estuvimos más de media hora, con orgasmos encadenados, encharcando nuestras bocas con los dulces fluidos. Fue un sesenta y nueve espectacular, Fran, y ahí entraste tú, agarraste mis caderas y metiste la polla hasta el fondo del coño y te corriste una vez más.

-Sí, Sari ¿cómo voy a olvidar esas noches?, ni esa ni las ocho siguientes – habló mi novio en modo reflexivo – apenas salimos de la habitación, lo justo para comer algo. Auri y Rafi te machacaban, a veces con crueldad, porque tú te ahogabas por tantos orgasmos y yo . . .

-¡Tú me rematabas! ¡te corriste dentro de mí infinidad de veces! – no pude evitar gritarle a mi novio, aunque después bajé el tono – Mira Fran, aun recuerdo tu cara de sátiro cuando Rafi me empotraba, pero te ponías ciego de lujuria cuando me comía el bollo Auri, entonces sí me follabas cómo a una vaca. Pero cuándo volvimos a casa . . . – Suspiré profundamente.

-¡Joder, Sara! sabes que tras ese viaje algo ha cambiado. Me esfuerzo cada noche por saciar tu exagerado ardor, incluso cierro los ojos y te veo despatarrada con Auri, comiéndoos las dos entre gritos desgarrados, pero, una cosa es la fantasía y otra la realidad – hizo una pausa, bajó la barbilla y siguió –confieso que, desde hace tiempo, me pongo burro cuando te apareas a una de tus muchas amigas o amigos. Comprobar que me excitan tus infidelidades, porque sé que tus noches son mías, pero las tardes siempre se las dedicas a otras y otros, entre ellas a tu querida Silvia . . .

¡Oye, Fran, esta chica es mía desde los quince! – chilló la aludida . . .

Bueno, queridas lectoras y lectores, creo que me he enrollado, tal vez, demasiado y se me ha echado encima la hora de cenar. Solo quiero añadir que la tarde concluyó de modo inesperado, que Sara volvió a sentirse una mujer deseada por las dos personas que realmente le importaban y que el problema de su novio dejó de serlo . . . ¿o no?. ¿Él o Ella? ¿Por qué no en grupo? En fin, la respuesta a los pensares de Sari podréis leerla en el siguiente relato, si os apetece, claro.

Os quiero.

Como siempre.

Adiós.