Me cambio la vida con mi nuevo compañero de trabajo
Hola, mi nombre es Ana tengo 50 años, estoy casada y soy secretaria de dirección en una importante multinacional, Soy una mujer normal y corriente, aunque más o menos me mantengo bien, me cuido y hago algo de deporte, más por salud que por apariencia, no puedo decir que tenga un matrimonio infeliz ni busco excusas para lo que a continuación os voy a relatar.
Todo comenzó hace unos años cuando comenzó a trabajar un nuevo chico en el dpto. de informática. Era un chico normal de pelo y ojos negros y estatura media, no se podría decir que era guapo o atractivo, pero es de esas personas que gustan, que tienen algo como se suele decir, pronto ganó la simpatía de los demás compañeros, ya que era muy amable y simpático por lo que rápidamente se hizo un hueco en la empresa y se adaptó rápidamente.
A los pocos días de que se incorporara comencé a tener unos problemas con mi PC por lo que mande el respectivo correo a soporte y quedé a la espera de respuesta para una solución. Pasadas un par de horas llego y se presentó.
– Hola buenos días soy José, venía por el correo que a mandado por los problemas con su Ordenador.
– Hola José buenos días, soy Ana no me hables de usted por favor, no me hagas parecer mayor.
José se rio, una risa fresca y encantadora la cual hizo que un cosquilleo recorriera desde mi nuca al final de mi espalda.
– No te preocupes no volveré a hablarte de usted. (dijo mientras sonreía), bueno dime ¿me dejas un momento en tu sitio y le damos un vistazo a ver que encontramos?
– Por supuesto.
Se sentó y comenzó a mirar y teclear yo estaba justamente a su lado cuando me percaté del olor de su perfume el cual me encantó, no sé por qué, pero no me había dado cuenta antes, sentí como un leve calor inundaba mi cuerpo, hacía mucho no sentía esa sensación.
Mientras el tecleaba y revisaba empezamos a conversar un poco.
– Bueno José, cuéntame que tal estos primeros días por aquí. ¿Te trata bien la gente?
– Pues la verdad muy bien, y de la gente por el momento no tengo quejas me han acogido muy bien, aunque bueno aún estoy aclimatándome un poco y organizándome.
– ¿Qué edad tienes?
– Pues 30 años.
– ¿30? te hacia más joven, yo habría dicho 23-25
– Jajajaja vaya muchas gracias, me lo dicen mucho…bueno creo que esto está listo ya…
– ¿ya? ¿Tan rápido? Vaya ahora que nos estábamos conociendo.
– Bueno no te preocupes, cuando tengas algún que otro problema me avisas y vengo corriendo a verte.
Lo dijo de una forma encantadora que me encantó.
Pasó el tiempo y todo fue normal, venía de vez en cuando cuándo surgía algún problema, se paraba a hablar conmigo un rato cuando pasaba por allí y empezamos a coger mucha confianza.
Un día mientras tomaba un café en la pequeña cafetería que hay en las oficinas llego José, se le notaba algo agobiado e intranquilo.
– Hola buenos días. (dijo un poco seco mientras sacaba un café de la maquina)
– Hola buenos días, ¿que tal?
No le dio tiempo a responderme cuando le sonó el teléfono el cual descolgó.
– ¿Sí?, dime……Verás Marta creo que esto ya lo hemos hablado, y no creo que este sea el mejor sitio para hacerlo, si te parece esta tarde al salir nos paramos hablamos, pero tenemos que darle una solución a esto.
Colgó el teléfono.
– ¿Problemas? (le pregunté)
– Pues…
– Cuéntamelo si quieres, quizás pueda ayudarte.
– Verás…hace un par de meses que Marta y yo pues estamos liados…en un principio quedamos en que iba a ser algo…ya sabes…sin compromiso, pero hace un par de días ella dijo que bueno lo podríamos formalizar un poco y yo pues le dije que no y que en ese punto lo mejor sería dejar de vernos fuera del trabajo.
– ¿Marta Gómez de Contabilidad? (dije un poco sorprendida…celosa)
– Si, ya he intentado decírselo de muchas formas y no se que hacer, por que no quiero tener problemas.
Hablé con el un rato y le di algunos consejos, al día siguiente me mando un WhatsApp en el que me daba las gracias y me decía que ya está todo solucionado.
Pasó el tiempo y nuestra relación se hizo mas estrecha, hablamos mucho, wasapeábamos y nos contábamos muchas cosas, me empecé a sentir muy atraída por el y eso conllevó a que también me sintiese culpable, estaba casada quería a mí marido, no me gustaba sentirme así.
Un día mientras desayunábamos comenzamos a hablar de las vacaciones y me contó que se marchaba a Tailandia con un amigo el cual (casualidades de la vida) vivía en mi mismo bloque de pisos y conocía a el y a sus padres de toda la vida.
– ¿Y no preferirías irte con una amiga? (le dije soltando una leve risa)
– Por qué ¿te quieres venir conmigo? Dijo también riéndose
De nuevo un calor lleno mi cuerpo y sentí que mi corazón se aceleraba, intenté disimular.
– ¿Y que ibas a hacer en Tailandia con una vieja como yo?
– Pues, conocer el lugar, la gastronomía y…lo que nos apetezca…estaríamos solos ¿Quién iba a enterarse?
– Jajajaja ayyy si tuviera unos años menos.
– ¿Por qué? A mi me gustas tal como eres
Me puse nerviosa, de nuevo se me vino encima ese sentimiento de culpa.
– ¿Eso es lo que te funcionó con Marta? Me tienes que respetar José creo que estas confundiendo las cosas, debes tenerme un poco de respeto, no soy una de tus amiguitas
Se quedó un poco serio mirándome.
– Lo siento, no volverá a pasar.
Me levanté y me marché sin decirle nada más, pero pensando en que había sido una borde y una imbécil.
Sentada en mi sitio, no dejaba de darle vueltas, no sé por qué le respondí así si yo también había dado pie a ese juego tonto incluso lo iniciaba a veces.
Paso el tiempo, desde ese día el se alejo un poco de mí, ya no hablábamos tanto como antes y yo la verdad lo echaba de menos, mil veces estuve a punto de mandarle un WhatsApp, pero me arrepentía siempre en el último memento.
Llegó diciembre y como es habitual en estas fechas se celebraba la comida de empresa todos estábamos reunidos hablando, riendo. Lo típico en estas cosas. estuve hablando con José un rato y me comento que después de la comida no podría quedarse ya que tenia que ir a casa de su amigo (mi vecino) a hacer unas cosas, cuando vi que se marchaba lo llamé no sé por qué lo hice.
– José ¿te marchas?
– Si, me marcho ya
– Me comentaste que ibas a casa de Alberto ¿verdad?
– Si…por qué.
– ¿Te importaría que me fuese contigo?
– Mmm vale, como quieras.
Nos marchamos juntos nos montamos en su coche, después de lo que pasó había un poco de tensión…decidí romper el hielo.
– Verás hace mucho no hablamos como antes, y me gustaría recuperar la normalidad entre nosotros.
– Si, esta bien, por mi esta todo olvidado Ana
Seguimos hablando un rato de una cosa de otra…
– Ana, ¿te importa si paramos antes en mi casa? Tengo que recoger un par de cosas.
Dudé, me puse nerviosa, respiré hondo.
– Si no hay problema.
Pasados 10 minutos llegamos a su casa.
– ¿subes?
– No…prefiero esperarte aquí
– Venga, voy a tardar un poco, no te quedes en el coche.
– Bueno te acompaño.
Subimos a su apartamento, estaba todo muy organizado y era muy bonito, abrió un armario y recogió unas herramientas y una caja con tornillos, y demás cosas.
– Ana, ¿te molesta si me doy una ducha y me cambio?
– No…pero no tardes
– No te preocupes, siéntate y tomate algo si quieres.
Me senté en el salón, estuve mirando, observando, vi y ojeé sus libros, su música, vi una camisa colgada en el espaldar de una silla, no sé por qué, pero como por instinto la cogí y la olí profundamente y justamente en ese instante José entro en el salón, solo traía puesta una toalla alrededor de su cintura.
– Ana, no tardo mucho (Dijo mientras hacía como el que no había visto nada)
– José, yo… verás…no es lo que… (me puse nerviosa)
Se acercó a mí
– Ana, quiero que sepas que me atraes mucho, me atraes mucho…
– Esto no esta bien, yo estoy casada…tengo 1 hijo casi de tu edad…y…
Se acerco un poco más
– Yo ¿no te gusto?
– Si… (se me escapó) no…no dije tartamudeando, podrías ser mi hijo… no puede ser
– Si o no
Respiré, intenté recobrar la calma
– José te voy a ser sincera, me gustas mucho, me atraes, pero creo que esto no es lo correcto, no sé por qué he venido…
– Pero has venido…
– Si, pero…
Me besó suavemente, lento, y de nuevo ese cosquilleo recorrió todo mi cuerpo, toda mi piel se erizó y no hice nada por separarlo de mí, nuestras lenguas se encontraron jugaban entre ellas y el apretó mi cuerpo contra el suyo. Lo Separe de mí.
– José paremos, tenias que ir a casa de Alberto
– Ya lo he llamado y le he dicho que no iba a poder ir, ¿Tu te tienes que ir?
– Yo…no. Hasta la noche no me espera nadie en casa.
Me besó de nuevo, me cogió en brazos y me llevo a su habitación, me tendió suavemente sobre la cama y comenzó a desabrochar mi blusa lentamente mientras me besaba,
– No tengo el cuerpo de una chica…
No dijo nada, acaricio mi cara y me volvió a besar. Yo le quite la toalla y mientras nos besábamos agarre su pene lo acaricie, era grande y grueso, mi respiración estaba muy agitada, la suya también, notaba el latido acelerado de su corazón sobre mi pecho, desnudos, nos besábamos acariciábamos, me encantaba sentir su olor, me encantaba sentir su boca recorrer mi cuerpo, mi cuello, mis pechos, siguió bajando hasta llegar a mi vagina húmeda y palpitante hasta que hundió su boca en ella, me retorcía de placer, gemía y me dejaba llevar, no sé cuánto tiempo hacía que no sentía esa pasión, ese desenfreno, todas esas sensaciones juntas, lo levante lo atraje hacia mí y tomé yo la iniciativa, lo besé, mordí su barbilla, baje besando su pecho, su vientre hasta llegar a su pene primero lo besé, lo lamí como si fuese una piruleta, para terminar metiéndolo en mi boca, comencé a chuparlo como jamás lo había hecho, el acariciaba mi pelo, yo inundaba mi boca con su sabor…me trajo de nuevo hacia él, me miraba fijamente a los ojos cuando de nuevo me besó, mientras se colocaba entre mis piernas.
Mientras me besaba sentí como lentamente me penetraba, y yo respondí con un leve gemido los dos empezamos a besarnos y a movernos juntos y sincronizados, me encantaba sentirlo dentro de mí, oír sus susurros a mi oído, sentir sus manos sobre mi cuerpo… mis uñas se clavaban en su espalda lo empujaban contra mí,
– Me encantas Ana… (Susurro excitado a mi oído)
– Y tu a mi…
Estaba muy excitada, me moví invitándolo a girarnos, para así poder estar yo encima de él y le dije:
– José…fóllame
Empecé a moverme, el apretaba mis pechos, acariciaba mi cara, metía sus dedos en mi boca, se incorporó y quedó sentado sobre la cama y yo sentada sobre él. Nos abrazábamos y empujábamos el uno contra el otro, nos besábamos apasionadamente.
De nuevo tendió mi cuerpo sobre la cama quedando el sobre mí, aumentando el ritmo y la fuerza con la que me penetraba mientras me miraba fijamente a los ojos, me besaba, mordía mis labios… El cuerpo entero me temblaba, así hasta que llegue al climax, apenas me salía la voz, me abrazó fuerte y terminamos juntos.
Nos quedamos un rato tendidos en la cama mirándonos el uno al otro en silencio, yo jugaba con su pelo entre mis dedos…rompí el silencio.
– José esto es una locura
– Una locura que tenemos que repetir (dijo sonriendo) Ana me vuelves loco.
Sonreí también.
– ¿Me puedo dar una ducha?
– Claro estas en tu casa
Continuará…