Me considero un buen marido, por lo menos eso creía hasta que un día volví temprano a casa y vi como otro hombre se cogía a mi mujer

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Un buen marido.

Me he levantado con la polla dura.

Hay que aprovechar.  Toco sus tetas. Está dormida.

​La bajo el pantalón del pijama. Separo sus piernas. Toco su coño. ​Está cerrada. Seguro que completamente seca.

Me subo encima. Se despierta al sentir mi peso. Apoyo la cabeza de mi polla en la entrada. Empujo. No hay calentamiento que valga. Directo al agujero.

Cuesta algo de trabajo entrar en ella. Sé que la es molesto. Me lo ha dicho mil veces. Me da igual. Sigo empujando.

Su chocho está cerrado. Me resulta súper estrecho. Me encanta. Sé que a ella no.

Su coño aprieta mi polla, me cuesta entrar. No se desliza.

Por fin consigo meter casi la mitad. Ahora empujo con fuerza. Hasta las bolas. Un pequeño grito. Veo un rictus de dolor en su cara. Lo repito.

Saco un poco la polla y empujo más fuerte aún. Otra vez hasta las bolas. Ahora si grita. Está súper estrecho. Me encanta… Te lo voy a abrir a la fuerza, pienso mientras vuelvo a hundir mi polla.

De reojo miro el despertador. Sé que es tarde. Hay que llevar a los niños al colegio… Me da igual. Sigo jodiéndola.

Se deja follar. Hay que aprovechar… Seguro que es lo que piensa.  Soy consciente de que la tengo mal follada, de que la encanta follar y yo no se lo hago. Ella exprime cada ocasión. Esta puta vendería su alma al diablo por un buen polvo…

En dos minutos su peludo coño babea. Ya jadea como una guarra. Cuando se excita es como una fuente. Mi polla chapotea en sus flujos. Las veces que la mandaba ponerse encima de mí, me calaba los huevos.

Mete la mano y se toca. Se masturba a toda velocidad. Sabe perfectamente que cuando yo termine, se acabó, haya o no haya llegado, la saco y punto.

No se lo digo claro, pero a mí me gusta que esta zorra se corra. No por darla placer, sino porque al hacerlo mueve las caderas y frota su coño contra mí. Me gusta.

Además, cuando está cerca, puedo agarrar las piernas bajo las rodillas y espatarrarla. Me encanta abrirla a tope y empujar con todas mis ganas. Como si pudiera sacársela por la boca.

No lo digo, pero cada viaje en mi cabeza resuena el «toma rabo puta» que oí en una película porno, esas que veo cuando ella no está.

En medio minuto se corre. Y yo después. No la dejo que llegue a su segundo orgasmo. Empujo fuerte y rápido. La taladro con saña. Lo siento venir. Mi polla se tensa. Un espasmo. Otro…

Vacío completamente mis huevos.  Unos segundos hasta que recupero el aliento. Ella sigue moviendo las caderas, tensando y destensando su coño para “apurar” los últimos instantes de mi rabo. Me retiro. Me da igual que llegue o no. Me retiro y escurro la última gota. Naturalmente lo hago fuera de su coño.

Allí la dejo espatarrada y jadeante.

Hoy he vuelto a casa antes de tiempo. Jadeos, gritos… Abro la puerta del dormitorio. Solo veo un culo que sube y baja. A cada lado las piernas de mi mujer. Está abrazada a él, arañando su espalda, apretando sus nalgas para que la empotre… No para de repetírselo… ¡Métemela!, ¡métemela!, ¡métemela!… ¡No pares!… ¡No se te ocurra parar!…

Pillo a mi mujer follando con otro en la cama y solo se me ocurre pensar en que joder, qué embestidas la está dando ese cabrón… Si hace temblar toda la cama.

Me dejo caer hacia atrás, contra la pared. Debo hacer algo de ruido, porque en ese momento se da cuenta de mi presencia… Saca la cabeza por un lado y me mira.

Un gesto moviendo el hombro, como si fuera de resignación. No se disculpa. No se arrepiente. La da igual que la haya pillado, que la esté mirando. Simplemente jadea y sigue…

Es como si en su cara pudiera leer «una tiene sus necesidades»…. Cierra los ojos y” vuelve a lo suyo». Es como si yo no existiera. Siguen follando.

El culo del tío se tensa… Y.… empuja. Y empuja. Y empuja. Toda la cama palpita. Ella gime. Grita. Él también. Y de repente, visto y no visto. Con una agilidad increíble se sale de ella. De un salto se coloca frente a ella. La polla comienza a escupir antes de que consiga metérsela en la boca.

Estupefacto contemplo como mi mujer se la chupa y se traga toda la corrida. No entiendo nada. ¿por qué hace esto, si soy un buen marido?

Cuando termina, vuelve la cara. Me mira despectivo. Me menosprecia. Me ignora. Como si no estuviera allí. Ella está tumbada. Completamente desnuda. Jadeante. Con cara de estar satisfecha, con la corrida resbalando por la comisura de los labios y un chorro que la cruza la cara. Los pezones están exageradamente de punta. Su coño, abierto, rezuma fluidos.

Se viste tan tranquilo. Ella sigue tumbada en la cama mirándole.

Ni me rozan, simplemente pasan a mi lado sin siquiera mirarme. Ella sigue desnuda. En la puerta oigo un sonoro beso. ¿El miércoles?, dice él. El jueves, el miércoles llevo a los niños a natación. Un sonoro azote de despedida.

Sigo petrificado. Creo que tengo la boca abierta y babeo con cara de lelo.

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