Me encanta cuando me ahogas con tu enorme polla

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Acabas de salir de mi casa y mi piel aun huele a ti. No quiero ducharme hasta que todas las sensaciones que me has dejado fluyan en forma de palabras.

Son las doce de la mañana. Acabo de hacerme un café y estoy sentada frente a mi ordenador.

Como es habitual, me has dejado el pelo revuelto y todo el maquillaje corrido. Te encanta hacerlo porque sabes que me fastidia mucho. Mi cara, hidratada con tu saliva y mi coño aun palpitando tras el orgasmo que me has regalado.

Hoy no te esperaba y por eso ha sido el doble de maravilloso el disfrutarte. Me has regalado hora y media de placer intenso, como acostumbran a ser nuestros encuentros. El calor nos hizo sudar más de lo habitual y los fluidos se entremezclaron sobre nuestros cuerpos dándole al momento un toque más cerdo, aun si cabe.

Tu polla es deliciosa y a ti te gusta ahogarme con ella. Hoy me has follado la boca en varias ocasiones y tu decidías cuando tenía derecho a volver a respirar. Sabes que eso me encanta, igual que me encanta llegar en varias ocasiones hasta la arcada. La metes entera en mi garganta, hasta que tus huevos quedan pegados a mis labios y la mantienes ahí dentro mientras aprietas mi cabeza contra ti. Esos segundos resultan increíbles porque me siento totalmente tuya, obligada y complaciente a la vez.

Me diste muchos pollazos en la cara, pollazos que recibí encantada.

De rodillas, a tu merced, yo acataba órdenes mientras miraba directamente a tus ojos grises. De tanto en tanto dejabas caer una salivada y yo abría mi boca para recibirla.

Me ordenaste que te cabalgara y así lo hice. En el sofá, me senté sobre ti y metí tu polla dentro; un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Mientras te follaba tu me abofeteabas y escupías, restregando tu saliva por todo mi pelo y cara. Mis mejillas aun están calientes y sonrojadas tras tus hostias bien dadas. El dolor que me produces unido a la sensación de entrega me sumerge en un clímax que se convierte en mi adicción.

Me entraron ganas de hacer pis y ambos fuimos al baño. Yo, en la taza y tu de rodillas frente a mi.

Cuando mi líquido caliente comenzó a salir recogiste pequeñas muestras con tu mano y me las ofrecías en la boca para después besarme y compartirlo.

Una vez hube acabado, tu lengua se encargó de dejarme bien limpia. Me encanta esa visión, arrodillado ante mi con tu cara de deseo mirando como orino.

Tras eso, me tumbaste en la cama y cogiste el vibrador. Me lo colocaste en el clítoris y acercaste tu boca a mi coño para ir bebiendo de los jugos que el placer me hacía emanar. Ambos esperamos un squirt, querías acabar empapado de mi, pero en esta ocasión no fue posible. Aun así, mi orgasmo resultó muy intenso, mientras sentía y veía tu lengua lamiendo mi coño y el vibrador me masturbaba.

Una vez yo me hube corrido, te subiste sobre mi y, con esa polla que llena todo mi coño, me follaste.

Aún cambiamos varias veces de posición hasta que llegó tu orgasmo, no sin antes sentirte apretar mi cuello.

A ambos nos gustan las embestidas fuertes, sentir que tu capullo llega hasta el final y te esmeras en conseguirlo.

Nunca dejas de besarme y acariciarme y siempre estás pendiente de que yo me sienta a gusto y deseada. Tu mirada cuando me follas ya lo consigue por si sola.

Como siempre, tras correrte, después de jadear y gemir como a mi me gusta; te dejaste caer exhausto sobre mí, con todo tu peso y tu felicidad sobre mi cuerpo.

Sabes que no me entrego de este modo con cualquiera, pero también sabes que tu eres el elegido. LLegaste a mi vida buscando una ama y la historia acabó justo al revés.

Mi mejor amante y un gran amigo, el compañero de cama que me hace feliz.

Ambos sabemos que esto no será eterno y por ello lo disfrutamos como si cada día fuera el último.

Te adoro, te deseo.

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