Me encanta poder follar con los amigos de mi hermano

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Tengo dos hermanos, uno mayor que yo (Diego) y otro menor (Mariano). Suelo decir que mi pasatiempo favorito es cogerme a los amigos de mis hermanos. Diego es quien más lo ha sufrido; si no me equivoco, ya he probado la verga de cuatro de sus amigos y compañeros de facultad. Pero lo que quiero contar ahora es lo que me pasó con un compañero de Mariano. Esto ocurrió el año pasado y si bien no recuerdo todos los detalles de lo que hicimos o dijimos lo reconstruyo de la manera más fiel que puedo. Sirva esto como advertencia general para mis otros relatos.

Mariano había cumplido los dieciocho años no hacía mucho y había comenzado a cursar el CBC (el curso introductorio a la universidad). De los tres hermanos él es el único que todavía vive con nuestros padres. Una tarde yo había ido a la casa de mis viejos a buscar unos libros y un abrigo de mi mamá que pretendía usar el fin de semana. Cuando pasé por el living vi que Mariano estaba con alguien jugando a la play. Era un chico bastante grandote, todavía con mucha cara de pendejo. Usualmente no le hubiese prestado mucha atención pero no pude evitar notar que tenía unas manos bien grandes. Lo confieso: un hombre con manos grandes no necesita esforzarse mucho para calentarme. Pero vuelvo a esa tarde. Cuando volví a pasar por el living ya habían dejado de jugar y notaron mi presencia. Yo me metí en la cocina, fingiendo que no los había visto.

-Uh, mirá lo que tenías escondido- dijo Patricio (así se llama el amigo de Mariano)– ¿Es tu novia?

-Jaja, no boludo, es mi hermana. La puta de la familia.

-¡Calláte, pendejo pelotudo! ¡Pajero!- le grité desde la cocina.

Los dos entraron a la cocina. Mariano, con esa sonrisa que desarma a todas las chicas que se le cruzan por el camino, y Patricio tratando de adivinar si lo que había dicho mi hermano era verdad.

-El es Patricio, y no sabés la poronga que tiene- dijo Mariano, siempre riéndose-. No es tan grande como la mía, pero a vos te puede gustar.

-Si es como la tuya debe ser como un maní. Bueno, eso es lo que dicen por ahí.

-Jajaja, sí claro.

Noté que Patricio se había puesto colorado, y me gustó ese rasgo de timidez o vergüenza. También noté que en su entrepierna algo de un tamaño bastante interesante estaba luchando contra la tela del pantalón. Tal vez mi querido hermanito no estaba exagerando después de todo.

-Igual, no me gusta acostarme con nenes de jardín de infantes- dije, mientras agarraba mis cosas para irme. Estoy segura de que si me quedaba un rato más no iba a poder sacarle la vista de encima al bulto de Patricio.

Pasaron un par de semanas hasta que nos volvimos a encontrar en un boliche. Esa noche yo estaba bastante aburrida, había chapado con un par de flacos pero no había pegado onda con ninguno. Para colmo mis amigas estaban con sus novios así que ni siquiera tenía con quien bailar o charlar. Entonces apareció él.

–Hola Val- dijo con una sonrisa acercándose a mi oído- no esperaba encontrarte acá (después me iba a enterar de que eso era mentira).

Charlamos un rato y a cada instante yo me sentía un poco más atraída hacia él. Y cuando, primero tímidamente y después con más confianza, apoyó una de sus manos sobre mis caderas supe que me lo iba a garchar esa misma noche. Enseguida empezamos besarnos y mientras sus manos acariciaban mi culo yo empezaba a sentir una calentura tremenda.

-¿Querés que nos vayamos a un lugar más cómodo?- le dije

-Sí, sí, vamos.

Le avisé a mis amigas que me iba y salimos los dos besándonos, el sin dejar de acariciar mi culo. Yo había ido en el auto de mi papá así que nos subimos y nos fuimos a un bar en la zona de Retiro (un barrio de Capital Federal). El bar en cuestión era un local escondido a la vista, habitualmente usado por maridos de trampa. De hecho, yo conocí ese bar gracias a Federico, un hombre casado con quien tuve una aventura (que ya contaré). El lugar era un poco más oscuro que los bares normales pero Patricio no pasaba desapercibido: en ese contexto era básicamente un nene perdido. A mí, en cambio, ya me conocían. Obviamente lo había llevado ahí a propósito, quería ver si se bancaba la situación. Pedimos un trago cada uno y el comenzó a tranquilizarse. Mientras charlábamos él miraba cada vez con menos disimulo mis tetas. Yo estaba vestida con una remera transparente negra de micro tul, corpiño, pollera y medias, también negros. Cuando terminé mi trago decidí que ya era hora de ver si lo que había dicho mi hermano era verdad.

-Acá cerca hay un telo (un motel) ¿Vamos?- dije poniendo mi mejor voz de femme fatale. Me encantaba tener la situación bajo control, y que él pareciese dispuesto a hacer cualquier cosa que yo le propusiese.

Llegamos al telo, fuimos a la habitación y empezamos a besarnos de manera desesperada. La verdad es que ambos estábamos muy calientes. Con sus manos apretó mi culo y empujó mi cuerpo contra el suyo. Ese primer contacto con su verga me volvió loca. Me saqué la remera y seguimos besándonos. Entonces el comenzó a besar mis tetas por encima del corpiño. Volvimos a besarnos mientras yo le sacaba la camisa. Ahora me tocó a mí besar su pecho y seguí bajando con mi boca hasta su abdomen. Desabroché su cinturón y sus pantalones cayeron. La tela del boxer apenas podía contener su pija. Se lo bajé con cuidado, disfrutando de esos instantes. Su verga era realmente hermosa, no es que fuese muy larga pero si era gruesa y con una ligera curvatura hacia arriba. Yo ya estaba arrodillada, literalmente rendida a sus pies y ante esa pija maravillosa. Comencé a lamerla desde la base hasta la cabeza, lentamente. Entonces comencé a chupársela. Intenté meterla toda en mi boca hasta la garganta pero no pude. Lamí sus huevos y seguí chupándosela. “Vení” le dije y lo llevé a la cama. Me desnudé quedándome únicamente con las medias puestas. Lo hice acostar boca arriba. Me tomé unos segundos para contemplar esa verga dura, húmeda y palpitante. Mientras tanto mi concha ya estaba completamente empapada. Era el momento de un buen 69. En esa posición volví a chupársela pero él no era muy bueno con mi concha en su boca. La verdad es que me distraía bastante.

-Cogéme- le dije, o más bien, le ordené. Me senté en la cama y el se acercó ya dispuesto a metérmela. “Ponete un forro, pelotudo” le dije simulando más enojo del que tenía. “Sí, sí, perdón” respondió él y no pude evitar sentir algo de ternura. No sólo me calentaba mucho sino que además me caía muy bien.

Ya de espaldas sobre la cama metí un dedo en mi concha, entonces él se acercó despacio, se humedeció la pija con su saliva y me la metió lentamente, como cuidándome. No tardó mucho en tomar ritmo. Yo ya tenía la mente en blanco, solo podía sentir el calor de mi cuerpo, y esa sensación maravillosa que solamente se experimenta cuando te cogen de la manera más perfecta posible. No tardamos en cambiar de posición. Me puse en cuatro patas para que me penetrase más profundamente. No sé si fue la visión de mi culo o qué, pero en esa posición Patricio parecía enardecido. Si hasta ahí me había cogido con fuerza pero de manera casi gentil ahora parecía una fuerza bruta, un animal. Yo no podía creer lo bien que la estaba pasando. No sé cuantas veces acabé en ese tiempo. Y lo que me sorprendió es que el parecía no estar ni cerca de acabar.

Cambiamos una vez más de posición. Yo me subí encima suyo porque necesitaba regular un poco el ritmo: sus embestidas me estaban matando y la concha me había empezado a arder un poco. Agarró mis tetas con sus manos y lo cabalgué durante un rato hasta que finalmente acabó. Caí desplomada a su lado, bañada en transpiración, cansada, aturdida y profundamente satisfecha.

-Hijo de puta, pensé que no ibas a acabar nunca- le dije con una sonrisa. Me besó en la frente: “¿Te gustó? Porque esto recién empieza”, dijo también sonriendo. “Mirá vos que bien el pendejo” pensé “tengo que aprender a no subestimar a la gente”. Los dos fuimos al baño a refrescarnos un poco antes de volver a la cama.

-Tengo una idea- dijo cuando ya estábamos listos para reanudar la tarea- dejáme mandarle una foto a tu hermano. Vos chupándome la pija.

-¿Vos sos loco? El pendejo conchudo ese es capaz de subirla a todas partes y escrarcharme frente a todos.

Pero la idea no era mala. “Vení” le dije “dejáme sacarle una foto a tu verga”

Busqué a Mariano entre mis contactos de whatsapp y le envíe la foto de la pija de su amigo. Y escribí: “La reconocés ¿no? Patricio me dijo que ya conoce bien tu culito” Mariano no tardo en contestar: “Jajaja, trola de mierda, yo sabía que te ibas a atragantar con esa verga”. Y enseguida agregó “Decíle que ahora me va a tener que entregar a la vieja. Tengo que vengar el honor de la familia, jajaja”

La noche no terminó ahí pero el relato sí. Después de esa noche cogí unas cuantas veces más con Patricio. En ese tiempo intenté que aprendiese a chuparme la concha pero no logré buenos resultados. Después se puso de novio con una flaca muy bonita y dejamos de vernos. Como lo borré de whatsapp usó a Mariano como mensajero un par de veces para intentar acercarse y ver si pintaba coger pero no le di bola. No niego que me gustaría volver a disfrutar de su verga pero todavía no es el momento.

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