Me fascina que me humillen

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[Violencia, pensamientos y surrealismo. Y algo más. Seguro que hay algo más]

Penetrar un coño que palpita. Perforar el himen sangriento que gime internamente buscando la redención. Mutilar de placer los pezones de una zorra que aúlla buscando un dueño que la controle. Morir de ganas de acariciar la rugosidad de un escroto. Arañar hasta el desaliento los centímetros de la espalda.

Contonearme subida entre sus piernas mientras me grita lo que soy. Sí lo que soy. Soy una guarra. ¿Y qué? ¿Acaso no puedo serlo? No entiendo el sexo sin degradación, humillación, violencia, fuerza, ganas, sangre, sudor, dolor…

No entiendo el sexo sin sexo.

Morir cada vez que lo veo. Y volver a buscarlo. Y morir de nuevo. Y que no me mire. No merezco ni siquiera que me mire. Tardé unos segundos en cumplir su orden. Dios, soy la peor esclava que se ha podido buscar. ¿Me seguirá queriendo? ¿Se seguirá preocupando por mí como él solo sabe? ¿Querrá seguir usándome? ¿Se habrá aburrido de mí?

Que me escupa. Por dios, ¡que me escupa! Que me coja la cara y me diga que abra la boca. Quiero que me escupa, joder. Que me eche todas sus babas por mi cara y me obligue a tragármelas. Que me muerda el labio. Que me pegue una hostia después de tragarme toda su saliva. Que me escupa, ¡ya!

No me puedo correr. Ni se me ocurre pensar en mi placer. No me ha dado permiso mi amo. No puedo correrme. Solo siento dolor. Solo siento dolor. Un dolor que me gusta. Que me gusta porque a él le gusta. Me gusta mucho el dolor que me produce. Aguantaría horas sufriendo solo porque a él le apetece. Me sometería a todo lo que me dijera. No tengo voluntad, soy suya.

Una patada. Que me clave el empine rígido en mi vientre mientras intento mantenerme erguida. No puedo ni mantenerme en pie. Joder, qué inútil. No aguanto una simple caricia de mi amo. Creo que no soy suficiente para él. Nunca seré suficiente para él. Aprendo cada día. Pero no soy suficiente. Sigo cometiendo muchos errores. Mi amo es bueno. Mi amo me quiere. Mi amo me ayuda. Mi amo me perdona.

No puedo masturbarme sola. Soy incapaz de tener un mísero pensamiento sexual si mi amo no me da permiso. No quiero nada que no sea cumplir siempre sus deseos. Él me quiere mucho. Porque me quiere mucho, me trata muy mal. Me lo merezco. Soy una zorra. Una guarra. Una puta. Soy lo que nadie se espera de mí. Y me gusta que él lo sepa. Me gusta verme así por él. Me gusta que sepa cuál es mi lugar.

Quiero correrme con su polla metida dentro. Quiero frotarme como una perra en celo con su pierna cuando él no me dé permiso para tocar su polla. Quiero sentir como froto mi clítoris con la punta de su rodilla.

Me gusta sentirme humillada. Soy una mujer y no sirvo para nada más que para complacer a los hombres. Si fuera por mí, dedicaría toda mi vida y todos los agujeros de mi cuerpo para cumplir con mi misión. No tengo otra utilidad. Soy un agujero donde los demás cumplen sus fantasías. Hace tiempo que lo sé. Y me gusta saberlo. Me gustar haber encontrado mi lugar.

Una vez sentí miedo. Hice enfadar a mi dueño como nunca lo había hecho enfadar. Hubo solo una vez en la que perdió el control de la situación. Él siempre controla todo. Lo quiero mucho. Él lo sabe. Perdió el control de la situación por mi culpa. Porque no hice lo que tenía que hacer. Todavía me autolesiono cuando recuerdo lo que le obligué a hacer. Es por tu bien. Es por tu bien. Es por tu bien. Repetía.

Hay días que no lo veo. No paro de pensar en él. ¿Qué estará haciendo? ¿Se acordará de mí? ¿Habrá encontrado otra mejor que yo? Puede encontrar a otra mejor que yo fácilmente. Es algo que sabemos los dos. ¿Por qué se queda conmigo? No quiero respuestas. No quiero saber nada. Vivo con las respuestas que me da mi cuerpo. Siento que habla por mí e incluso por él. Siento cada bofetada que me da en la cara como una respuesta que me regala. Muchas gracias, amo. Me ha quedado claro todo. Te quiero, amo. Disculpa que esté llorando. Te quiero. No puedo parar. Creo que me corro ya. ¿Me puedo correr? No aguanto. Claro, perdona. Tienes razón, amo. No volverá a pasar.

Recorrer su polla con lametazos infinitos. Jadear entre sus huevos como si buscara lo que él todavía no me ha dado. Lo que me da todos los días que nos vemos desde que nos conocimos. Montarme entre sus brazos y sentir como aprieta sus caderas contra mí. Saltar. Y saltar. Y volver a saltar.

Me tiene muy bien agarrada. Sus brazos son muy fuertes. No tengo otra opción. Tampoco pienso en otra opción. Joder, qué fuerte está. Soy débil. Me gusta que sienta que podría romperme en cualquier momento. Él lo sabe. Él lo sabe desde que me vio. Y yo lo sé. Yo lo sé desde que nací.

Esperé un dios en mis días para crear mi vida a su imagen. No recuerdo cómo ha ocurrido. Pero, gracias porque ha ocurrido.

Un día me dejó las aureolas moradas. No dejó de agarrarme los pezones toda la noche mientras dormía. Le pedí disculpas cuando me desperté y vi las marcas de mi cuerpo. Tengo que aprender a controlar mi cuerpo. Él sabe que no fue mi culpa, pero le pedí perdón. Le pedí perdón y me volvió a agarrar más fuerte. Su perdón siempre lo recibía ansiosa en forma de más fuerza. Sedienta le pedía disculpas. Con ganas de que me llevara a los límites que solo conoce él.

Moriría por conocer mi límite, pero es algo que solo conoce él.

Me encanta saborearle. Sentir que cada parte de su piel me pertenece durante los fugaces segundos que siento su sabor. Sabe a hombre. Me gusta su sabor fuerte. Me gusta que no me deje dudar de mi condición inferior ante él. Incluso en su olor me lo deja claro. Me gusta que tenga un sabor acorde a su fuerza. Acorde a su superioridad. Acorde a su relación con mi mundo.

Mi mundo comenzó cuando lo conocí a él. Cuando me cogió del pelo y me tiró arrastrando por el suelo del baño de la discoteca. Ahí supe que no iba en broma todo lo que me había dicho por la noche en la pista de baile. Ahí supe que la relación me había elegido a mí y no yo a ella. Ahí supe que iba a ser su chica hasta que el se cansara de mí. Porque se va a cansar. Lo sé. No me promete lo contrario. Sé que no soy suficiente. Pero hago todo lo posible para que no ocurra.

Disfruto cada segundo a su lado. Me siento segura. Nunca he estado segura y ahora me da la certeza que necesito. Solo a su lado. A su lado. Pero siempre por debajo. Siempre a sus pies, de rodillas, encogida, entre sus piernas, en su culo, en su pecho. Siempre por debajo de él. Porque él no se merece otra cosa.

Que me pegue. Que me pegue ya. Necesito mi ración diaria de su violencia. Hay días con él que solo me alimento de lo que él me da. Que solo como el semen que generosamente me ofrece. El sudor que trago de sus axilas varoniles. Su saliva que recojo del suelo cuando me prohíbe mirarlo a la cara.

En la oscuridad de la noche se acerca. Se acerca y sé lo que me toca. Sé qué va a hacer conmigo. Noto su suspiro en mi nunca y le facilito lo que quiere hacer. Siento sus ganas cuando se roza por la espalda como señal de aviso. Soy muy afortunada. Soy muy afortunada porque me permite ser usada por él.

Lo quiero mucho. Pero también quiero su odio, su violencia, su ira, su demonio que guarda dentro. Estoy a su merced. Él es bueno. Él me trata mal. Por eso es bueno. Es muy bueno. Lo quiero mucho.