Me follo al hetero de la casa ¡Y que rico se siente!
Me tiro al Señor, hetero, de la casa
No sabía qué hacer con mi vida, lo que nos pasa a muchos cercano a la treintena. Nos vendieron que estudiando una carrera, máster, idiomas… nos iba a abrir las puertas casi para llegar a reinar el país. En la realidad es algo muy diferente. Con lo que, a punto de cumplir los 30, sin encontrar trabajo de lo que había estudiado, me tuve que reciclar.
Con el finiquito y las vacaciones no disfrutadas del último trabajo me pagué un curso de … MAYORDOMO. En mi vida había pensado trabajar de ello, pero un conocido me dijo que se puede vivir bastante bien. Y como no tenía nada que hacer, pues al ataque.
La verdad que el curso fue más entretenido, y más difícil, de lo que pensaba. Los meses que duró fueron bastante estresantes, pero divertidos.
Al finalizar el curso nos dieron la opción de hacer unas prácticas remuneradas (muy poco, pero algo es algo) en familias de alto poder adquisitivo. Y allí que me fui. No iba a ganar mucho, pero como iba a seguir viviendo en casa de mis padres, más vale ganar algo que nada.
Llegué el primer día a ese caserón acompañado de uno de mis profesores; el más duro, exigente y más buenorro de todos ellos. Un cuarentón calvete, con barba, bíceps como mi cabeza y un culazo…La primera vez que tuve clase con él, el pajote cayó a su salud.
Si hay algo que me gusta de un tío son los culazos como cascos de moto, y este era uno a prueba de accidentes. De los que follas y te duele hasta la cadera de los golpazos que te llevas a empotrarlos.
Volvemos al tema que me disperso.
Llegamos a la casa, una pedazo de mansión flipante. Necesitaríamos hasta un coche para llegar de la verja hasta la entrada de la casa. Si soy algo exagerado, pero era demasiado.
Nos abrieron desde dentro. No podía dejar de mirar hacia todos los lados; un jardín impresionante, una piscina en la entrada, una rotonda con una fuente con luces, montón de árboles….
– El jardinero tiene trabajo en esta casa – le dije
– Si. Antoin tiene mucho trabajo, pero lo hace genial.
– ¿Le conoces?
– Si, claro. Trabajé en esta casa hasta que me puse a enseñar. Por eso nos dejan traer a alumnos de la escuela, pero solo a los que yo elija – y me guiñó un ojo.
– ¿Tan bien acabaste con ellos?
– Muy bien. Tengo muy buenos recuerdos de este trabajo, de esta casa y …
– ¡Bonjour! – dijo una señora muy elegante justo cuando llegamos a la puerta del impresionante edificio.
– ¡Bonjour, madame! – le dijo mi profe justo antes de abrazarla y de darle dos besos demasiado cerca de la comisura.
– Ya sabes que no me digas “madame” – dijo poniendo los ojos en blanco.
– Le tengo que enseñar modales al caballero que ves aquí.
– Tú tampoco me lo llames o te suspenderé las prácticas – me dijo abriendo la boca en una sonrisa perfecta.
Me quedé helado con la belleza de la mujer que tenía delante, tanto que me hizo dudar de mi homosexualidad.
– Vale, vale – contesté entre nervioso y perdido en la conversación.
– Él es Ricardo – mi mejor alumno
– Encantado, Ricardo – me dijo alargando la mano para estrechar la mía – Yo soy Brigitte.
– Encantado, señora – dije al ir a besarle la mano
– ¿Te pongo ya el suspenso? Que tengo solo 38 años. Aunque a mis padres si deberías prestarle esa cortesía. Son muy estrictos.
– Perfecto. Es que él me dijo…
– No le hagas caso dentro de estas paredes – y le guiñó el ojo.
Creo que ya sé que es lo que también echa de menos de la casa. Se la follaba, fijo.
Nos estuvo llevando por toda la casa para mostrarla y enseñarme donde trabajaría.
– Esta sería tu habitación – dijo abriendo una sala más grande que el piso donde vivía de estudiante.
– ¿Mi habitación?
– Si. ¿No te dijo Manu que podrías dormir aquí?
– No. No me dijo nada de eso.
– A ver, no es obligatorio. Los trabajadores si que duermen en la casa, pero al estar de prácticas puedes elegir.
– Está genial. Es casi más grande que mi casa. Entera – dije girando como princesa en película Disney.
– Pues tu decides, sin problemas. Aquí vivimos mi madre, su joven pareja, mi marido y yo. Nuestros hijos están estudiando fuera, pero regresarán unos días en verano.
– ¿Cómo están los gemelos …? – se quedó pensando los nombres
– Nícola y Sophie.
– Eso – terminó de decir mi profe.
– Demasiado bien. O les enderezamos o serán unos holgazanes.
Seguimos caminando por toda la casa hasta que llegamos a la cocina. Allí estaban 4 personas. 2 señoras; típicas trabajadoras de casa de las películas. Regordetas, risueñas y serviciales. El cocinero, enorme, pero enorme enorme. Mediría casi 2 metros y sobrepasaba los 100kg, pero de lejos. Y un chaval jovencito. No creo que llegara a los 25, regordete, pero muy guapo. Unos ojos enormes que iluminaban el resto de la cara. Me quedé embobado viéndole hasta que mi futura “jefa” rompió el silencio.
– Ellos serán tus compañeros. Son muy estrictos en sus trabajos, pero muy amables y serviciales. Y por supuesto, muy buenos en lo suyo. Aquí sólo elegimos lo mejor – dijo haciendo una sutil y fugaz caricia a la mano de mi profe.
– No me dejes en mal lugar – me dijo Manu
– ¿Cuándo es cuando empieza? – le preguntó Brigitte a mi profe.
– Pues la semana que viene. Después de los festivos.
– Perfecto. ¿Vas a quedarte en la habitación? Es solo por tenerlo en cuenta, y tenerla lista para cuando llegues.
– Creo que sí. Será una buena experiencia.
– Genial -sonrió ella.
Salimos de la casa, y en la puerta de la entrada Manu me dijo que me alejara un rato para hablar unas cosas con ella. Y eso hice.
Me retiré lo suficiente para no escucharlos, y no importunarles, pero desde esa distancia pude apreciar que estaban demasiado cerca, tanto que mi profesor creo que tenía la mano por debajo de la falda de ella.
Sonó un pitido de un coche en la entrada, y Manu sacó la mano de su escondite y se la llevó a la boca. “Qué cabrón”, le ha estado follando el coño.
Un cochazo entró a toda velocidad. No entiendo de coches, pero se veía que no estaba al alcance de todos, eso seguro.
Paró justo a la altura de las escaleras con un derrape levantando polvo de la arena del camino.
Se abrió la puerta. Y….
Apareció el hombre físicamente perfecto. Thor a su lado es el hermano feo de los Calatrava.
Un hombre de más de 1,90 cm., con una espalda que podría crear un eclipse. Se giró y esa mandíbula parecía tallada en el mismo mármol, con una barba canosa que se unía a un pelo perfectamente cortado más cano que negro. ¿Y eso ojos? Negro azabache. No se distinguía el iris de la pupila.
En cuanto vio a su mujer sonrió de oreja a oreja marcando unas patas de gallo, que en vez de afearle, le daban un toque súper sexy.
Subió los escalones de dos en dos, haciendo así que su culo quedara mucho más marcado en esos vaqueros. Agarró de la cintura a su mujer y le dio un beso que pudo hacerle un lavado de estómago.
¿Cómo podía serle infiel a este pedazo de semental? ¿Sería malo en la cama? Porque otra razón no me lo imagino.
Fue a dar a Manu un apretón de mano, pero este le abrazó. No podía notar que tenía el olor del coño de su mujer en sus dedos.
Brigitte me llamó.
– Este es mi marido, Christian.
– En-encantado – dije intentando tragar saliva ya que se me había quedado la boca seca al verle tan de cerca.
– Igualmente
Su voz me puso más cachondo aún. Creo que llegué a correrme solo con oírle.
– Nos vamos ya. Un placer haberos vuelto a ver, y el lunes regreso con él para firmar el papeleo para la escuela.
– Aquí estaremos – le contestó el dueño de mis futuras pajas.
Salimos de allí. Mi profe limpiándose los dedos con el mayor disimulo posible y yo intentando no marearme al tener toda la sangre en mi rabo.
Nos despedimos en la puerta de la escuela, y yo me fui a mi casa.
Como os podéis imaginar, en cuanto me metí en mi cama mi pensamiento fue a ese Adonis de carne y hueso y la leche que tendría que tener en esas pelotas.
Solo faltaba una semana para que llegara el día, pero se me hizo eterna la espera. Pero por fin llegó.
Cuando llegamos nos recibieron la pareja de pie en la entrada. Parecía la portada de una revista de moda.
– Jesús – llamó Christian
Apareció el chico joven de la cocina de la semana anterior.
– Acompaña a Ricardo a su habitación, por favor.
– Si, señor. Perdón, Christian – dijo al ver la cara de nuestro jefe.
Me acompañó hasta mi cuarto y me ayudó a colocar las cosas.
– ¿Se trabaja bien aquí?
– Muy bien. Los jefes son muy agradables.
– ¿Los padres también?
– Mucho. Son más serios y hay que hablarles con más educación. En plan de “usted”, “madame”, “Monsieur”… Pero son muy agradables. Nos pagan muy bien y a tiempo, nos hacen regalos por nuestros cumpleaños. La verdad, que si no fuera porque tenemos que estar aquí 24 horas, aunque tenemos nuestro horario, seis días a la semana, sería perfecto.
– Eso suena a una pequeña putada, pero si lo pagan.
– Bastante bien.
– ¿Cuánto tiempo llevas? Por que se te ve muy joven
– Levo 5 años ya. Entré con 20 años porque una de las amas de llaves conoce a mi madre y me recomendó. Me tuve que sacar el curso, claro, pero entré ya con enchufe.
– Bueno, pero si llevas 5 años será que vales, ¿no?
– Supongo.
Se inclinó para recoger una cosa que se le había caído y pude apreciar el culazo que tenía mi nuevo compañero de trabajo. Me pilló mirándole. Y sonrió.
– Es lo que más me piropean, junto con mis ojos.
– Los tienes muy bonitos.
– ¿El que? – dijo con cierta picardía
– Los ojos…y el culo – acabé.
Llamaron a la puerta y entró Manu.
– Ricardo, me voy. Ya está todo listo. ¿Tienes mi tlfn?
– Si
– Cualquier cosa me llamas, pero no creo que tengas problemas con ellos.
– Ya me estaba diciendo Jesús que se trabaja muy bien.
– Nos vemos – dijo mirándonos a los dos y saliendo de la habitación.
– Está muy bueno – se dirigió a mi Jesús
– Mucho, pero nada comparado con tu jefe.
– Christina es demasiado, pero también demasiado heterosexual. A la última ama de llaves la despidieron porque estaba tan buena que la jefa se ponía celosa.
– ¿En serio? – dije mientras pensaba en que ella le era infiel con mi profesor.
Jesús salió de mi cuarto y me quedé colocando todas mis cosas. La primera vez que me entra todo en el espacio que tenía, y me sobra.
– Toc toc – escuché una voz a la par que tocaba la puerta – ¿Está todo a tu gusto? -entró Christian a mi habitación.
– Está genial. Ya le dije a su mujer…
– Trátame de tú
– A …tu mujer que es casi más grande que mi propia casa.
– Suele pasar – aunque en su voz no sonaba chulería ni aires de grandeza – Por la noche, excepto que necesitemos algo con mucha urgencia no os llamamos ni os molestamos, pero aún así, ese teléfono solo comunica con nuestro cuarto. Si necesitas o necesitamos algo nos comunicaremos por ahí.
– ¿En serio? ¿Tan antiguo? – y me eché a reír.
– Se que es anticuado, pero es una forma de poder estar en contacto y no depender de los móviles.
– Okok
– Hoy descansa que mañana empieza lo duro – dijo saliendo del cuarto
– Eso si que está duro – dije algo más alto de lo que debería
– ¿Perdona?
– No, nada. Buenas noches – contesté mientras salía de mi cuarto.
Cerré con cerrojo, y después de despelotarme por completo y mirarme en el espejo de cuerpo entero que había en el ropero, me metí en la cama.
Dormí del tirón aunque tuve varios sueños calientes, y la prueba era que me desperté lleno de esperma de una polución nocturna.
Comencé mi primer día de prácticas muy animado, y después de la ducha salí de mi cuarto.
Fui a la cocina y allí estaban todos los demás.
– Buenos días – me dijeron casi al unísono.
– Buenos días. ¿Qué tengo que hacer?
– Pues tienes que ayudarme a recoger la habitación de Brigitte y Christian, que aunque no será tu trabajo, así aprendes.
– ¿Qué es lo que tendría que hacer realmente?
– Simplemente, estar pendiente de nosotros, abrir y cerrar la puerta. Estar al servicio de los dueños de la casa.
– ¿Sólo?
– ¿No te lo han enseñado?
– Si, pero pensé que sería solo en la teoría. Que al trabajar tendría que hacer de todo
– Tienes que saberlo hacer, pero no tienes que hacerlo. ¿Me acompañas? – me dijo Jesús.
– Detrás de ti
Llegamos a la habitación y llamamos a la puerta.
– Entrad – nos dijo la voz de nuestro jefe.
Al entrar vimos que seguía en la cama, arropado con una suave sábana blanca, pero se intuía que no llevaba ropa por lo que dejaba ver la forma en la que estaba arropado.
– Buenos días, Christian – dijimos los dos a la vez
– Buenos días, chicos – nos dijo
– Buenos días – respondió Brigitte saliendo del baño de la habitación ya completamente acicalada para salir – Yo salgo. ¿puedes avisarme al chofer, Jesús?
– Ahora mismo voy – y salió de la habitación.
Mi jefa se inclinó para despedirse de su marido con un pico y salió también de la habitación.
– ¿Puedes cerrar la puerta?
En cuanto lo hice se levantó y pude ver su escultural cuerpo completamente desnudo delante de mí.
– Perdón. Ya me salgo
– Tranquilo. Somos tíos. Lo que no podía hacer es que alguna de las mujeres que hay por la casa me viera. Voy a la ducha. Puedes ir quitando las sábanas, y en cuanto regrese Jesús os ponéis a cambiarlas y limpiar la habitación. Mis baños son largos, os dará casi tiempo.
Se metió en el baño y le hice una radiografía a su imponente cuerpo. Vestido se veía impresionante, pero desnudo….puuuffff…Desnudo era el pecado hecho carne. Unos pectorales trabajados a base de pesas, con dos pezones oscuros que podrían ser unas galletas “oreo”, coronado todo ello con una mata de vello negro y blanco que cubría toda esa musculatura haciendo un camino sobre un sixpack perfecto. ¡Se podía lavar la ropa en ese abdomen! Y ese camino de vello llegaba hacia un bosque frondoso que cubría, como en una cascada, una polla preciosa. No era nada grande, y más en comparación con el volumen de su cuerpo, pero descansaba sobre dos pelotas, que en conjunto sería la alegría de cualquier persona por el gusto por los hombres. Ese melocotón que tenía por culo, también velludo, aunque en mucha menos cantidad que su parte delantera, estaba unido a dos columnas grecoromanas. Con esas piernacas podría aguantar a cualquiera mientras se lo folla.
Y me lo imaginé.
Y mi polla despertó.
Con ese pensamiento estaba cuando llamaron a la puerta, y fui a abrir. Era Jesús.
– Me dijo que cambiemos las sábanas y arreglemos el cuarto mientras se ducha.
– Eso es que anoche follaron – dijo en un susurro – las cambiamos ayer – y me guiñó el ojo.
Me acerqué a la cama y al coger las sábanas donde este ejemplar de macho podía haber rozado todo su cuerpo, las acerqué a mi cara con disimulo, pero aspirando la fragancia que podía quedar aún en ellas, de sexo, de lujuria.
De repente un golpe me saca de mi ensoñación, y rápidos como si hubiera un incendio nos acercamos los dos a la puerta del baño.
– ¿Estás bien? – preguntó Jesús.
– Si. Ya sabes lo descuidada que es mi mujer, y me he tropezado con sus zapatillas.
– ¿Necesita ayuda? – pregunté
– No. Puedo levantarme solo.
Vimos como se ponía de pie, pero en el momento que apoyó el pie en el suelo un grito salió de su boca
– ¡Hostias, como duele!
– ¿Qué le pasa? – nos acercamos ambos a él que estaba sujeto en el lavabo
– Me he tenido que hacer algo en la pierna. Es insoportable el dolor al apoyarlo. Ayudadme a ir a la cama.
Los dos nos acercamos a él, y cogiéndole cada uno por un lado, y apoyando sus brazos sobre nuestros cuerpos, le llevamos a la cama donde se dejó caer todo lo largo que era boca arriba.
Al hacerlo, toda su polla se balanceó y pude observarla como si fuera a cámara lenta como chocaba con un muslo y luego con el otro.
– Llamad al médico, por favor.
– Quédate aquí con él que voy a buscar el número del médico.
Me quedé en la habitación haciendo compañía a mi jefe, el que seguía aún en pelotas.
– Ayúdame a ponerme, al menos, unos calzoncillos y un pantaloncito, por favor. Se que es mucho pedir, pero no me puede encontrar así el médico. Más que nada porque vendrá con la enfermera.
Me acerqué al cajón donde me dijo que estaría su ropa interior y al armario donde poder coger unos pantalones.
Sentado en el borde de la cama metí los slips por sus dos pies y comencé a subirlos para tapar su cuerpo. Se puso un segundo de pie, apoyado en mis hombros, para que pudiera subírselos y su polla rozó mi cuerpo.
– Perdona. Menuda imagen te estaré dando – me dijo algo avergonzado
– No te preocupes. No es algo que suela hacer en mis trabajos, pero es por una razón.
– Gracias – me dijo clavando su mirada en mis ojos- date prisa con el pantalón, por favor, me duele un montón solo de estar de pie.
Y así lo hice. Le subí rápido el pantalón, tan rápido, que ahora fui yo el que rocé su paquete al llegar a la cadera.
– Perdón, perdón – no paraba de repetir- no quise…
– Tranquilo. Lo quisiste hacer rápido como te pedí y es normal. No estoy acostumbrado a que sea un hombre quién me lo roce, pero ha sido un accidente – y dejó caer todo su cuerpo sobre la cama de nuevo.
– Perdón – dijo Jesús entrando por la puerta – Ya está avisado el médico. En menos de media hora estará aquí.
– Gracias, Jesús. Por favor, ve a decir que me traigan el desayuno, y ya te quedas abajo para acompañar al doctor cuando llegue.
– ¿Yo que hago?
– Tú quédate aquí por si necesito algo. Sin saber lo que tienes que hacer solo puedes atrasar más sus trabajos. Y hoy necesito más ayuda.
Ambos asentimos y Jesús salió de la habitación.
Durante la espera, cada una de las personas que entraban en la habitación para hacer cualquier cosa, se quedaban embobados mirando el cuerpo de nuestro jefe, sobre todo ellas. Ellos lo admiraban, pero ellas lo deseaban. Como yo.
Por fín llegó el médico. Después de estar revisándole y comprobando algunas cosas, le dijo que tenía que ir al hospital. Es probable que tuviera algo roto y que tenían que mirárselo mejor allí.
– Ricardo, ¿nos puedes acompañar? – me preguntó el médico – Así a la vuelta, si aún no hubiera llegado su mujer no se viene solo.
– Claro, sin problemas.
– Menudo primer día te estamos dando – me dijo Christian
– Sin problemas, señor
– ¿Qué? – me dijo en plan coña
– Christian, Christian.
Fuimos al hospital, y después hacerle alguna radiografía y pruebas, le dijeron que le tenían que operar.
Allí estuve esperando durante varias horas hasta que por fin llegó Brigitte.
– Perdona, Ricardo. No tenía el tlfn encima y me enteré hace un rato. ¿Cómo está?
– Bien. En breve le subirán a planta, porque tendrá que pasar aquí la noche por lo menos.
– Muy bien. Vete a casa. Dile al chofer que te acerque y que mañana ya venga a por nosotros. Te llamaremos por si necesitamos que vengas a ayudarnos. Me quedo esta noche con él.
– ¿Seguro?
– Si, no hay problema.
En ese momento llegó el doctor a hablar con ella.
– Ha sido más de lo que podría parecer por una simple caída, pero ha salido todo bien. Esta noche la pasará aquí porque tendrá muchos dolores cuando pase la anestesia, pero mañana ya podrá estar en casa. Eso sí, reposo absoluto. Sería recomendable hasta que durmiera en una cama él solo, y que se levante para lo mínimo posible, al menos en una semana.
– Así lo haremos. Esta noche me quedo aquí con él -le dijo al médico que asintió – Y por favor, Ricardo, di a Jesús que prepare la habitación de invitados, la de las dos camas. Para que durante esta semana durmáis ahí los dos. ¿Sería mucho pedir?
– No, ningún problema. Si crees que es lo mejor…
Por mi mente pasaron muchas cosas según iba de camino a casa. Es verdad que lo que me pedían era demasiado personal, pero al final, uno de mis trabajos era que se sintieran cómodos, y aunque no es como hace siglos, que éramos casi esclavos, no dejamos de trabajar para ellos. Pero más que por el trabajo o no que tuviera que hacer, era el de compartir habitación con este pedazo de hombre. ¿Le tendría que duchar? ¿Desvestir y vestir? ¿Por qué no duerme su mujer en la misma habitación, aunque alguno nos encarguemos de otros quehaceres?
Mil preguntas se venían a mi mente mientras que el chofer me llevaba a mi hogar durante las próximas semanas.