Me termine convirtiendo en la putita de mis compañeros de piso
-¿Estáis seguros de que no queréis venir?- repitió Pablo por tercera vez, mientras se arreglaba el cuello de la camisa.
-No es que no quiera, tío, es que tengo mucho que estudiar mañana- le volví a responder yo, fastidiado.
-Pues tú te lo pierdes, me ha dicho mi colega que somos solo cuatro tíos, y el resto tías.
-Siempre dices lo mismo y al final nunca ligas- le dije para molestar.
Pablo no me respondió y siguió mirándose al espejo. La verdad es que era un tío bastante atractivo: alto, rubio y de ojos azules, y un asiduo del gimnasio. Pero cuando bebía, y eso era cada vez que salía, se ponía tan pesado que era habitual que las tías acabaran pasando de él.
-Seguro que solo sois cinco en la fiesta- intervino Jorge, mi otro compañero de piso. Jorge era más parecido a mi físicamente: moreno, de estatura media y delgado. Pero era bastante raro verle salir de fiesta: prefería quedarse en casa jugando a videojuegos, leyendo cómics o viendo películas de acción. Para mi era una situación ideal, porque lo que no podía hacer con uno, lo podía hacer con el otro.
-Bueno, una cosa tengo clara- nos dijo Pablo, que se empezaba a picar. –Si alguien liga hoy, va a ser el que sale, no los que se quedan comiendo pizza y viendo series.
-Eh, tú que sabes, que igual ahora que nos dejas solos…- me reí yo, haciendo la broma. Jorge me siguió el juego pasándome el brazo por los hombros y levantando las cejas de forma pícara.
Los tres nos echamos a reír. Pablo acabó de echarse colonia, se despidió de nosotros y se marchó del piso. Jorge me dijo que se iba a echar una partida de algún juego on-line y se encerró en su habitación, así que yo me dispuse a leer un libro y a descansar un poco, después del largo día de trabajo que había tenido.
Mi compañero llamó a la puerta de mi cuarto cuando se acercaba la hora de la cena.
-David, se me ha descargado ya la última de Marvel, ¿pedimos una pizza y la vemos?
Pensé que era una buena forma de desconectar del todo, así que acepté.
-Espera, tío, creo que Pablo quería verla también…
-Bueno, que se aguante, ¡que se hubiera quedado aquí en vez de irse de fiesta!- me contestó Jorge. –Además, que la podemos ver con él cualquier otro día.
-Es verdad, él que se concentre en ligar- le dije, y volvimos a reírnos.
Nos sentamos en el salón y pedimos las pizzas por internet, y como nos faltaban unos 40 minutos para recibirlas, decidimos abrir unas cervezas e ir empezando la película. Pero cuando Jorge le dio al play, lo que vimos no fue al Capitán América, sino a dos tíos completamente desnudos dándose el lote en un sofá. Nos quedamos sin reaccionar durante unos segundos, hasta que Jorge saltó:
-¿Pero qué cojones…?
Yo me empecé a partir de risa mientras mi amigo se levantaba para quitar la película gay que se había descargado sin querer. Para cuando le dio al pause, uno de los dos ya le estaba comiendo la polla al otro.
-Bueno, creo que definitivamente es mejor esperar a Pablo para ver esta, le va a encantar- me reí.
No teníamos mucho más que hacer mientras llegaban las pizzas, así que seguimos bebiendo cervezas y charlando, mientras Jorge ponía a descargar de nuevo la película.
-Bueno- comentó Jorge –al menos gracias a esto vamos a estar más cerca de follar que Pablo.
-Jajaja, pero eso habría sido así incluso sin poner la peli- le contesté, guiñándole un ojo.
-Oye, que si quieres hacer lo mismo que el de la tele, yo me siento aquí en el sofá y…
Seguimos riéndonos y haciendo bromas al respecto un buen rato. Después de la cuarta cerveza, mi compañero se quitó la camiseta. No era nada raro: era verano y hacía calor, pero curiosamente me fijé en que tenía los abdominales bastante definidos. Me sorprendí un poco a mí mismo: no soy muy observador, y mucho menos con el aspecto de los tíos, pero quizá por el efecto del alcohol no le di mucha importancia. Incluso me atreví a darle unas palmaditas:
-Tío, se empieza a notar el gimnasio, ¿eh?
Jorge, que también estaba un poco bebido, endureció el abdomen y me instó:
-Eso, eso, aprovecha ahora que estamos solos.
Me reí y seguimos hablando, pero por alguna razón dejé mi mano sobre sus abdominales y empecé a acariciarlos distraídamente, casi como si no me diera cuenta de lo que estaba pasando. Noté como mi polla se empezaba a poner dura.
“¿Qué estoy haciendo?” me dije, notando como la situación me estaba poniendo nervioso y… un poco cachondo.
Jorge dio un trago de cerveza. Pude notar que él también percibía esa extraña tensión en el ambiente, algo que nunca nos había pasado. Y me pareció que un bulto empezaba a asomar debajo de su pantalón.
-Oye tío…- empezó, y yo dejé de sobarle los abdominales. Uf, que vergüenza. ¿Cómo había podido llegar tan lejos? Pero él terminó la frase con algo que no me esperaba. –¿Y si ponemos la peli a ver qué tal?
Lo primero que pensé fue decirle que no. ¡Era una peli porno gay! ¿Qué esperaba que fuera a pasar? Pero en lugar de eso, asentí con la cabeza en silencio, y mientras mi compañero se levantaba para hacerlo… me quité la camiseta yo también.
La película se reanudó justo donde la habíamos dejado: uno de los chicos estaba a cuatro patas sobre el sofá, comiéndole la polla al otro, que le agarraba de la cabeza con suavidad. Ambos gemían despacio, pero de forma audible.
Jorge se sentó a mi lado y, como si fuera lo más normal del mundo, volví a poner mi mano sobre su abdomen. Le masajeé un rato más, pero en mi cabeza solo pensaba en las ganas que tenía de tocarle la polla.
-Uf, qué calor tengo- dijo mi compañero. Y como si nada, se puso de pie y se bajó los pantalones. Después se giró hacia mi. La tensión se mantuvo durante dos interminables segundos… y cuando hizo ademán de sentarse de nuevo, la agarré de la cintura para impedirlo. Mi polla estaba a punto de estallar, y por lo que podía ver debajo del calzoncillo, la de mi compañero no se quedaba atrás.
En la película, el que estaba recibiendo la mamada se había puesto de pie, en una escena muy similar a la que estaba pasando en mi salón… por fin, acerqué mi boca al bulto de Jorge y me lo metí en la boca. Pude oír el gemido que soltó al sentir mis labios apretando su polla. Empecé a tocarla con mi mano mientras recorría todo su tronco hasta llegar a los huevos, los cuales me metí en la boca sin dudar, por encima del calzoncillo. Bajé la tela, y descubrí la polla de mi amigo totalmente empinada, apuntando hacia mi garganta. La miré durante un segundo, y sin dudarlo, abrí la boca para engullirla entera y…
¡RIIIIING!
El sonido del timbre rompió el encantamiento. Jorge y yo nos miramos, y él rápidamente se alejó de mi.
-Tío…- empezó. Pero no le di tiempo a seguir. Cogí mi camiseta, me levanté y fui a contestar al telefonillo, deseando que la tierra me tragara.
Aún estaba casi en estado de shock cuando abrí la puerta y miré al repartidor, que me ofrecía las pizzas que habíamos pedido. Intentaba no reflejar en mi cara que estaba chupando una polla hacía treinta segundos.
-¡Disculpe! Son 18,50- me repitió, sin duda algo extrañado por mi expresión.
Sacudí la cabeza, aturdido, pagué y cerré la puerta.
Cuando volví al salón, mi amigo estaba volviendo a subirse los calzoncillos. Había quitado la película y se agitaba nervioso en el sofá.
-Ya están las pizzas- dije como un autómata. Me senté a su lado, sin saber qué hacer. Estuvimos los dos quietos durante un par de minutos, hasta que él empezó a hablar.
-Tío, esto…
-Quiero chuparte la polla- le corté.
Él se quedó tan paralizado como yo. No me podía creer lo que acababa de decir, pero en mi interior sabía que era lo que quería hacer. El calentón volvió, si es que había llegado a irse, así que antes de que pudiera reaccionar me incliné sobre él y empecé a besarle el bulto que ya había cubierto con los calzones.
-David…- le oí decir, pero no me detuvo, así que seguí chupando mientras le acariciaba los huevos con mi mano.
-Ponte de pie- le dije. Y Jorge ya no se resistió más. Se puso de pie, me miró y esperó a que le bajara por segunda vez el calzoncillo. Su polla volvió a salir, tan gorda como unos minutos antes.
-Bueno… ¿por dónde nos habíamos quedado?- me preguntó con picardía.
Yo sonreí, aún más excitado ahora que él había entrado de lleno en el juego. Pasé mi lengua por su tronco y lamí su glande, jugueteando. Y de pronto, abriendo la boca todo lo que pude, me la metí entera. Jorge gimió y me agarró la cabeza.
-Oh, sí… chupa- le oí decir. Empecé a comerle la polla, ayudándome con una mano para pajearle y la otra para masajearle los huevos. Jorge gemía cada vez más fuerte, y empezó a moverse cada vez más deprisa. Poco a poco, me fue empujando para atrás hasta que me recostó contra el respaldo del sofá, mientras él apoyaba sus rodillas en el asiento.
-Cómetela, puta- me dijo de pronto, y yo no pude más que gemir con su polla dentro de la boca. El sonido debió de excitarnos a ambos. Yo ya no chupaba, me limitaba a pajearle el tronco mientras lamía la punta de su rabo a toda velocidad sin sacármela de dentro. Jorge me agarraba la cabeza y me follaba la boca sin dejarme apenas respirar.
-MMMGHPFFF- gemí, mientras me agarraba mi propio rabo, que estaba a punto de estallar.
-Me voy a correr, putita- exclamó Jorge- Me voy a…
No pudo terminar. Empecé a notar los chorros de semen impactando en mi garganta, el líquido salado llenándome la boca y saliendo por las comisuras de mis labios, incapaz de retener tanta cantidad. Al mismo tiempo, mi propia polla se corrió con solo habérmela tocado por encima del pantalón.
De alguna manera me apañé para mantener casi toda la lefa dentro cuando Jorge me sacó la polla, aún dura, de la boca. Mi compañero de piso se dejó caer en el sofá, resoplando, y me miró con una mezcla de risa y lujuria.
-¿No te lo vas a tragar?- preguntó con un brillo juguetón en los ojos.
-Ya lo he hecho- le respondí, extasiado aún por el fuerte sabor que me había dejado su corrida.
-¿Cómo te sientes?- volvió a decir.
Era difícil de explicar cómo me sentía: el sabor a polla en la boca, mis propios pantalones pegajosos… ¡era toda una puta, y estaba más excitado que nunca! Pensé durante unos segundos y miré a mi compañero a los ojos.
-Me parece que acabas de contratar a una putita a domicilio para el resto del año…