Me vuelve loco la profesora de matemáticas

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La profesora de matemáticas.

Esta historia me ocurrió hace un par de años, me llamo Ana María, antes de cumplir los 23 años me recibí de licenciada en matemáticas, la idea era que al graduarme nos casaríamos con mi novio Andrés, ya que él era ingeniero, y trabajaba en una empresa. Teníamos todo planificado, para hacerlo pero antes de llegar al mes de nuestra boda, decidió romper con nuestro noviazgo, ante mi sorpresa, afectándome terriblemente, llevándome bastante tiempo recuperarme.

Después de transcurrido un periodo, comencé a buscar en escuelas o institutos algún puesto de profesora, en general eran suplencias, hice un par de ellas, pero se acababan rápidamente, y no eran bien remuneradas. Días después, vi un aviso que solicitaba una profesora de Matemáticas en un pueblo, para una escuela secundaria, pero era bastante lejos, debía ir a vivir a ese lugar.

Lo interesante era el sueldo y además podría quedar como titular, que eso me ayudaría a pagar un alquiler y mantenerme. Sin pensarlo demasiado, envié mi currículo, contestándome a los pocos días que llenase unos formularios y recibiría una contestación.

En pocos días me informaban que el puesto era mío, por lo que quedaba del año, y en base a mi desempeño, me darían una docencia permanente. Para mí era un reto interesante por lo que previo a la aceptación, hice mis preparativos para viajar a ese lugar. Sabía que tenía facilidad de palabra y que a pesar de mi timidez, me encantaba estar con los adolecentes, además de enseñar una materia que conocía a la perfección.

Una semana después viaje al lugar, y me entreviste con la directora del establecimiento, y al otro día ya estaba dando clase. Conseguí una vivienda por medio de una docente, que si bien no era demasiado grande era muy acogedor y estaba muy bien equipada, a unas 6 cuadras del colegio. El pueblo era algo chato, no había muchos lugares de distracción, un par de confiterías, 3 o 4 restaurantes, y los lugares básicos que conforman estos municipios. En lo que respecto a lo de conocer gente, no fue demasiado fácil, era difícil entrar en esos círculos sociales.

Durante la semana, el hecho de estar en actividad, mi estancia era llevadera, pero al llegar el sábado y domingo, realmente no sabía qué hacer, a pesar que de vez en cuando la directora me invitaba a alguna reunión que efectuaba. Pero viajar a mi ciudad era algo problemático, el precio de los pasajes y los horarios hacían que no llegaba a estar un día entero en mi casa, a lo que opté hacerlo algún fin de semana largo.

A pesar que el sueldo me rendía, sentí la necesidad de hacer algo por las tardes ya que mi horario de clases era por la mañana, y un solo día en ambos turnos, era alguna manera de llenar el día. Se me ocurrió tener alumnos en mis tiempos libres, ya que una entrada extra no venia nada mal. Para evitar problemas llevé mi inquietud a la directora, la que me dijo que sí, que le parecía muy buena la propuesta, ya que había un grupo de chicos que requerían un apoyo en sus estudios, que ella misma me los recomendaría.

A la semana siguiente ya contaba con mi primer alumno Gabriel, realmente era un lindo chico, algo desordenado, contaría con 18 años, aunque representaba algo más. Después de un par de clases, mi alumno no progresaba, realmente no sabía qué hacer, posiblemente mi poca experiencia hacia que no hubiese un adelanto. Hablé con unas de mis compañeras de clase, sobre mi problema con este chico, y una me dijo, trata de darle un incentivo, para que se interesara.

– “Ah, qué buena idea”.- le conteste, sin saber que estimulo podía darle.

Una tarde mientras trataba de explicarle un ejercicio, sorprendí a Gabriel mirando mis marcados pezones, al verse atrapado infraganti se puso colorado y apartó la mirada. De hecho la expresión de su rostro me causó mucha gracia. Sus pómulos se marcaron cuando frunció los labios y sus cejas se arquearon al máximo. No podía culparlo por mirar, era lógico suponer que cualquier persona miraría, hasta yo lo haría si una chica estuviera enseñándome sus timbres a través de la ropa y eso no quería decir, que me gustaran las mujeres.

Como si no hubiese pasado nada, continúe corrigiendo su ejercicio, levantando los ojos cada tanto, notaba que de manera disimulada no quitaba su vista de mis tetas.

De improviso le digo:

– “Parece que mis pechos te están distrayendo, por que los miras con mucha insistencia y frecuencia?”

Volvió a ponerse colorado, y titubeando me dice

– “No, profesora, yo resulta….que” me hizo gracia su balbuceo, así que le digo:

– “Trata de concentrarte más, porque no das pie con bola con los ejercicios, y no sé qué hacer para que los entiendas”

Intentaba explicarle, pero le costaba comprender esos ejercicios de ecuaciones, en parte me desesperaba, o pensaba que no explicaba las cosas correctamente. Recordé lo que me comentó esa compañera de la escuela, “que lo incentive. ”

Un día, al volver del colegio, llegué algo agotada, recordé que venía Gabriel, realmente no me hizo demasiada gracia, volver a explicarle las cosas, me estaba cansando, pero, no tenía otro remedio.

Después de explicarle el ejercicio, se puso a resolverlo, me fastidiaba estar frente a mi alumno, esperando que lo finalizase, me levante a prepararme un café, regresando y viendo que estaba en veremos, volví a explicárselo ya algo harta. Cuando de golpe, algo me salió de adentro y le digo:

“Si haces el ejercicio te muestro mis pechos”’

Viendo los ojos de mi alumno que parecían salirse de su órbita, al oír mis palabras, me arrepentí de haberlo dicho. Solo me alegró al ver que comenzaba a intentar de resolverlo, por consiguiente debía cumplir con mi promesa.

Llegó la hora de irse, sin lograr resolverlo, por un lado me alegré, pero me apené, pensando que no lograba tener un progreso.

Después de un fin de semana, nada entretenido, el lunes cuando regresé de la escuela, recordando que por la tarde vendría Gabriel, comencé a preparar unos ejercicios para que lo resuelva.

Antes de comenzar a hacerlo, me dice:

– ‘’Profesora, si lo resuelvo, cumplirá con lo prometido?””

Esa vez yo me sonrojé, recordé mi promesa, y con algo de disgusto le dije que lo haría. Mientras intentaba resolverlo, mi mente hacia mil clases de conjeturas, después de casi veinte minutos, me entrega el ejercicio, lo reviso, y ante mi sorpresa veo que el resultado es el correcto.

“Bueno, veo que lo te has esforzado y resuelto correctamente?

Lentamente, bajé la vista y comencé a desabrochar mi blusa, la abrí y me bajé el sostén, mis senos afloraron ante los ojos de mi alumno, que los miraba con una apasionante avidez. Permanecí algo más de un minuto, con mis pechos al desnudo, sentía que me comía con su mirada, mi exaltación comenzó a acrecentar, mientras imaginaba cómo reaccionaría el cuerpo de Gabriel. Mis tetas comenzaron a agitarse como resultado de ese momento, pero a pesar de eso, subí el sostén y abroche mi blusa.

’Bueno, esto es bastante por hoy, nos vemos la próxima’’

En realidad esa propuesta terminó, pero todo se fue desencadenando en algo no previsto y difícil de frenar, pero admito ser la causante, o por lo menos la que encendió la mecha. Situación que me llevo a un estado de crisis, tanto pasional, como mental, pero a medida que voy relatando, paralelamente explicare mi estado conflictivo.

La soledad me jugaba en contra, me llevaba a estar parte del día sola, pero fundamentalmente los sábados y domingos, si bien soy algo retraída en relacionarme rápidamente, en ese lugar, las jóvenes de mi edad estaban casadas y las que podía hacer amistad superaban los cincuenta, no es que fuesen viejas, simplemente existía un abismo en casi todo.

A la cuarta semana de estar en ese pueblo, una mañana me desperté de un sueno bastante erótico, me palpé mi vagina y estaba muy húmeda, si bien no urgía hacerlo en mi periodo de noviazgo, en ese momento sentí la necesidad de masturbarme, así que mientras tocaba mi sexo, para estimularlo y llevarlo a un estado de total paroxismo, mi mente creaba fantasías con mi alumno, desde mostrarles mis senos hasta hacer una serie de locuras. Siempre fui una chica apasionada y esta abstinencia me estaba comenzando a perturbar bastante.

Un lindo domingo de sol, salí a caminar en mi recorrido por el centrito de ese pueblo, me encontré con Gabriel, realmente estaba muy elegante, me paré y charlamos un rato.

“Quiere ir a tomar algo?” me dice.

“Te agradezco pero no tengo mucho tiempo, otro día”, en realidad más que nada pensé que podrían vernos, recordé el dicho “en pueblo chico, infierno grande”, hasta se me ocurrió, a invitarlo a almorzar en casa, idea, que terminé desechando.

A partir de ese momento, todo fue teniendo un giro no previsto, comencé a obsesionarme, a pesar de mi retraimiento, había expuesto mis pechos a este adolecente, que si bien no era algo demasiado grave, pero reconozco que me complacía y hasta seria capaz de repetirlo.

Esas tres veces por semana que venía, lo esperaba ansiosa, hasta trataba de alargarlas las clases, en donde hasta se fueron incrementando nuestras conversaciones. Comencé a vestirme más elegante, pintarme, usar cortas faldas, tratar de peinarme distinto, no tenias dudas de que trataba de seducirlo.

Una de aquellas tardes decidí no ponerme, sostén, si bien la blusa no era demasiada transparente, demostraba de que carecía de esa prenda, al marcarse perfectamente mis pezones. Mientras le explicaba cierto ejercicio, noté que me observaba insistentemente mis pechos.

Hasta que me comenta:

“Esta sin corpiño, Ana?”

Algo turbada por su pregunta, lo miré, contestándole:

“Muy observador, prefieres que los use?

“Todo lo contrario, son muy lindas para que lo tengas tapados, son ideales para acariciar, besar y muchas cosas más”

A pesar de llamarme la atención que me tuteaba, un cierto calor invadió mi cuerpo, sin saber realmente, que contestarle, continué con lo que le estaba explicando. Cuando estaba por ir, además de darme un leve beso en la boca, el dorso de su mano paso deliberadamente por mi seno, rozando mi pezón, produciéndome un cierto escalofrio.

En la siguiente clase, antes de su llegada estaba totalmente alterada, sin saber cómo actuar, aclararle la situación, ver qué sucedería, dejarlo actuar, realmente era una disyuntiva, con sus posibles comprometedoras connotaciones

Me vestí, y a pesar de haberme colocado sostén, después de un rato me lo quité. Apenas llegó me beso nuevamente casi en los labios, algo más intenso, pero suficiente para sentir humedecerme. Traté de dar la clase, pero su mirada me turbaba, en mitad de la clase, le ofrecí un café, dirigiéndome a la cocina para prepáralo.

Sigilosamente se colocó tras mío, abrazándome por la cintura, besando mi cuello, mientras trataba de impedírselo, le digo:

“Que haces Gabriel, estás loco”

“Si por vos” mientras me gira, para besarme, comenzando a desabrochar los ojales, hasta abrir mi blusa, tomando mis pechos, temblorosos, a la vez que nuestras bocas se aferraban, entrelazando nuestras vivaces lenguas.

Su mano elevó mi falda, metiéndose en la unión de mis piernas, mientras que mi alteración se iba haciendo cada vez más intensa, cuando trato de detenerlo, diciéndole:

“Para, que estoy menstruando, disculpa Gabriel”,

“Cual es el problema” mientras me gira, flexionándome sobre la mesa, retornando a subir mi pollera hasta la cintura, desplazando mi calzón, volviéndole a repetir que estoy con el periodo.

Haciendo caso omiso, hace caer mi prenda hasta los tobillos, mientras su mano recorre ávidamente mis aberturas, conteniéndome mi cuello para permanecer en esa posición, cuando siento que lo desplaza del hilo al tampón, sacándolo de su lugar, para tirarlo al piso, a la vez que es reemplazado por su erecta verga. Al sentir la calidez de su miembro introducirse en mi útero, comencé a gemir, hacia bastante tiempo que no era penetrada, sintiendo como rápidamente un bombeo rápido e intenso, donde mis tetas son friccionadas contra la superficie de la mesa de madera.

Y ahí estaba follando en la cocina con mi alumno, sintiendo su pelvis chocar contra mis glúteos, en un coito arrebatador, donde comenzaba a apasionarme por su manera de hacerlo, para comenzar a gemir cuando siento que me eyacula sin dejarme acabar.

Eso me alteró mas, cuando veo su verga manchada por mi sangre, mientras me toma de los hombros, obligándome a agacharme, para que se lo mame, limpiándolo con mi mano, para ser llevado a mi boca.

Ahí estaba semidesnuda, arrodilladla frente a mi alumno, mamando su verga, con un sabor en que se entremezclaban una serie de flujos. Donde inicie una serie de chupadas, hasta introducirlo totalmente en mi boca, mientras a raíz de mi excitación, comencé a masturbarme con toda vehemencia, hasta venirme con total vehemencia.

A pesar que sabía que era un riesgo mantener una relación con este chico, la segunda vez que vino, no me pude contener ante su seducción, a pesar de tratar de negarme ante sus caricias, desnudándome esta vez completamente para volver a tener un alocado sexo. Poco a poco fue acrecentando sus visitas, desde aparecer cerca de medianoche para quedarse hasta la madrugada, no pudiendo contener a su voluptuosidad, extasiándome cada vez, con mayor intensidad.

En una oportunidad, pasaron varios días, pero Gabriel no concurría a mis clases de apoyo, ni venia a quedarse, me preocupe por saber que le pasaba, o mejor dicho deseaba verlo. Hasta que una mañana en el colegio pude hablar a solas con él. No me dio muchas explicaciones, solo metió su mano entre mi falda, mientras me decía –

– Sácatela.

– Estás loco. Le digo algo alterada

– No hagas escándalo, y hazlo. Me dice de manera determinante.

– Está bien. Respondo, yéndome hasta el baño a cumplir con su mandato.

Al llegar me pidió mi prenda, y metió sus dedos en mi vagina, no tiene explicación como eso me excitaba. Estaba por venirme, cuando alguien salió de un aula, y quitó su mano, ahí reaccioné que hacía más de 10 minutos había finalizado el recreo. Por supuesto que di clase sin mis bragas, pensando cómo podía ser tan estúpida y hacer lo que me pedía. Me había prometido que vendría esa tarde, así que prepare todo porque estaba decidida a ser suya. Lo espere, pero no lo hizo, ni ese día ni el siguiente. Opté por darlo por terminado y no darle más clase particular, así que me propuse, buscar a otros alumnos, hacer borrón y cuenta nueva. Dos días después, de concretar con Bruno, mi nuevo alumno, un lindo chico, delgado algo más alto que Gabriel, se me apareció el mencionado a retomar las clases. Si bien me puse enérgica, diciéndole su mala actuación, en el fondo me alegró su retorno. Terminada la clase, me pidió si se podía quedar un rato más, para ver ciertas ecuaciones. Sabía que era un pretexto, pero no me opuse.

– “La verdad, que no podía dejar de recordar tus ricas tetas, eres muy sensual, me excitas”. Mientras me decía eso, se fue acercando, hasta que me beso, respondiendo sin pensarlo a su acercamiento.

Empezó, a quitar mis prendas, besando cada parte que iba quitando, me enloquecía, su impetuosidad. Apenas tuve mis pechos al aire, su boca se apodero de ellos, besándolos y mordiendo mis sensibles y tiesos pezones. Me dolía pero me encantada, fue quitando mis medias, mis bragas, hasta quedar como dios me trajo al mundo. Sus dedos se apoderaron de mi sexo, penetrándolo con bastante saña. Luego mi ano tuvo un tratamiento similar, al que respondía con gemidos tanto de padecimiento como de deleite.

Antes de penetrarme con su verga, me alzo, y depositándome sobre la mesa, abrió bien mis piernas, separando mis labios vaginales y presionándolos con sus fuertes dedos, para apoyar su boca, mordiendo mi exaltado clítoris. Cuando estaba por venirme, su verga se introdujo con toda su energía. Su bombeo fue rápido e inquisidor, sentía como chocaba contra las paredes de mi útero, se frenaba, lo sacaba y lo volvía a introducir, fue bastante tiempo, admiré la destreza con que lo hacía, a pesar de ser un adolecente sabía muy bien cómo desempeñarse.

Los músculos de mi vagina se apretaban contra su poderoso miembro y mis manos trataban de aferrarme a los bordes de la mesa. Gabriel me follaba con gran maestría, todo su cuerpo se arqueaba, se echaba hacia atrás para volver a clavármela bruscamente. Cada impulso que producía sentía su falo incrustarse en lo más profundo de mi cavidad vaginal.

Después de ese bombeo impetuoso, su cálida leche pobló mi útero, paralelamente me vine como nunca. Nadie me había cogido así, ni me había entregado tan fácilmente, me sentí una prostituta pero estaba feliz. Apenas nos desacoplamos, busqué su verga para limpiarla con mi boca.

Al rato volvió a quitarme mi poca ropa y utilizando mis medias, ató mis manos a mi espalda y arrodillándome en el piso, volvió a repetir el coito arreándome por mi cabello, recurriendo la misma o más violencia que la anterior. Esa noche lo repetimos varias veces, cuando me desperté eran las 7,45 de la mañana, en 15 minutos debía estar en el colegio, Gabriel no estaba, así que me levante como un rayo y a pesar de mi cansancio llegué al colegio.

Gabriel siguió concurriendo a casa, de una manera desordenada, a cualquier hora del día, cosa que no podía remediar, pero con tal de tener sexo con él, acepté ese caos de visitas.