Mi curiosidad sexual me convierte en esclava

Rate this post

Esta es la forma en la que mi curiosidad sexual me convirtió en esclava.

Mi nombre es Maria. Soy una chica de 30 años de edad, de un pueblo de provincias. A los 18 años me vine a estudiar a Madrid, junto con mi compañera de piso y amiga de la infancia.

Laura y yo éramos muy parecidas, dos pivonazos alocadas y desenfadadas que habían compartido confesiones, gustos, juergas, orgías y hasta novios. Mientras nos dedicamos a seguir estudiando y a trabajos de corta duración, nos damos a la dolce vita, por lo que nuestra vida era un auténtico desfase de depravación y lujuria.

Tanto era así que nuestro piso lucía horroroso, sucio, con las bragas tiradas por los pasillos etc. Llegó a tal extremo, que con dolor le dije a Laura que deberíamos hacer limpieza integral el fin de semana.

Laura: No te preocupes María, esto lo soluciono yo con una llamada.

Maria: ¿Que vas a hacer, llamar a tu madre?

Laura: Mejor aún, observa. Descolgó el teléfono y hablando con otra persona, imperativamente dijo: Te espero en mi piso en media hora, dispuesta para servir.

Yo estaba intrigada por lo que acababa de oír, y en qué perversión se había metido Laura sin contar conmigo, pero la muy zorra no soltaba prenda… ya lo verás!.

No había pasado la media hora, cuando tocó al timbre de la puerta una chica que no alcanzaba los 20 años, muy mona, con cara de no haber roto nunca un plato. Portaba una mochila. Estaba muy asustada y no se atrevía a mirarme a la cara.

Laura: ¿Es esta forma de saludar a mi Amiga, esclava?.

Estupefacta observé como la chica se arrodilló y empezó a besar como posesa las botas que yo calzaba.

Laura: Te presento a mi esclava Ana, ella limpiará por nosotras.

Dicho esto la apartó de un puntapié de mis botas, y le indicó que se cambiase y empezase con las tareas. Ana empezó a desnudarse hasta quedarse totalmente en pelotas, y a continuación empezó a enfundarse un traje normal de sirvienta-camarera de piso. Empezó las tareas domésticas, y yo estaba cachondisima y muy perra de observarla.

Laura no lo sabía pero entre mis fantasías íntimas se encontraba la de ser sumisa y humillada, y realmente ver a esa chica en esa posición fue un interruptor que encendió una gran llamarada de lujuria y morbo en mi cerebro.

Empezó a contarme que pertenecía a un club secreto de lezdom, en el que las chicas se ofrecían a ser esclavas, mientras las dóminas las compraban en subasta pública. Así pues tuvo que vender el coche que su padre le había comprado por su graduación, para poder comprar a Ana.

María: Laura, ¿y porque no me lo contaste?.

Laura: La verdad es que como a ti te gustaba la película de 50 sombras, nunca pensé que te pudiera gustar dominar, pero si quieres en una ocasión te llevo de invitada.

María: ¿y si me llevas como tu esclava?.

Laura: ¿tú mi esclava?… no sabes lo que estás diciendo, observa: ¿Ana, ven, súbete el vestido y da la vuelta!

Me quedé impactada: Ana con esa cara angelical, llevaba los pezones y los labios menores perforados con grandes argollas, la espalda con marcas de latigazos, y en el culo una cicatriz de haber sido marcada como el ganado, con una “L” de Laura.

Yo lejos de escandalizarme empecé a tocarme por encima de la ropa.

Laura: ¡María no jodas que eres sumisa!. Mira que te conozco desde hace años y nunca me lo podría haber imaginado.

Yo me abalancé y empecé a besar sus botas, aunque Laura rápidamente me apartó.

No María las cosas no funcionan así. Las esclavas no eligen a sus amas, simplemente asumen su condición y se someten al destino, y no me puedes elegir a mi, es trampa. Además somos amigas de toda la vida, aunque yo te tomase como sumisa, me costaría ser del todo cruel y sádica contigo. No cumple las normas del club.

¿Sabes por qué elegí a Ana?. ¿Te acuerdas de ese profesor tan puritano de la universidad que me hizo repetir curso y que recriminaba la ropa que vestía?… Pues bien, Ana es su única hija, criada en los mejores colegios. La elegí para vengarme de él, tan correcto y sin embargo su hija es mi perrita.

He sido muy sádica con ella, mucho más de lo que eres capaz de imaginar, y ahora Ana no puede vivir sin mi. De hecho cuando se ofrecen al club, buscan una manera de que no te puedas arrepentir, so pena de hacer pública tu condición frente a familiares, amigos y conocidos. No tiene vuelta atrás.

María: ¿Y si me ofreces de esclava?

Laura: No es ningún juego, serías subastada y tomada por alguna socia del club. Sin capacidad de arrepentirte, y creeme que ser una sumisa es muy muy duro, sería tu sucidio. (Y diciendo eso zanjó la cuestión).

Pasaron los días sin apenas dirigirnos la palabra Laura y yo. Había una especie de calma tensa. Tenía todos los días sueños húmedos imaginándome que era humillada hasta el extremo por una chica tan pija y déspota como nosotras, y poder dar rienda suelta a esos sentimientos de sumisión de forma abierta.

Un buen día por fin Laura dijo: Mira María, me arrepiento de haberte presentado Ana, pero nuestra relación se ha roto, y esto no puede continuar así. Si quieres que te entregue al club como esclava, lo haré. No te puedo contar nada, pero de verdad que hay personas que arruinarían tu vida, pero si es tu deseo, por mí que no sea, haré que se cumpla. Además el dinero de la subasta me vendría muy bien la verdad, y así no tendría que trabajar tanto. Piénsatelo bien María ¿es lo que quieres?.

María: Si Laura, por favor, lo necesito.

Laura: Muy bien, vamos a hacerte las fotos del perfil, y publicaré el anuncio en el grupo del club. Desde que se publique las socias tienen 15 días para presentar ofertas por tí, una vez adjudicada, se te entregará a la propietaria en el mismo club. ¡Desnúdate!.

Y así Laura me estuvo haciendo fotos desnuda, en las poses más obscenas posibles. Parecía un análisis ginecológico, tuve que mostrar mis dientes, vagina, y mi ano. Todas estas fotos tan humillantes, y a cara descubierta iban a estar publicadas en un grupo de perversas mujeres.

En esos días mi cabeza y morbo hervía, incluso tenía la sensación de que las mujeres que me cruzaban por la calle me habían visto entregada. Quizás acabaría de esclava de alguna vecina, o de la peluquera…. dios esto es un sinvivir.

Finalmente transcurrido el plazo, me dijo Laura que había sido vendida por una buena cantidad, lo suficiente para pagar todo el alquiler y vivir con Ana. Yo por otro lado me iría a vivir con mi nueva Ama. Ese mismo fin de semana me entregaría en el club.

Me dijo que mi nueva Ama había dado instrucciones de que se tirasen a la basura mis vestidos, y colección de carísimos zapatos de tacón, el resto de mis enseres pasarían a propiedad de Laura como parte del trato, incluyendo mi coche.

Llegado el sábado Laura me ordenó desnudarme. Completamente desnuda, me cubrió con un abrigo largo, y me metió en el maletero de mi coche. Condujo durante bastante rato para al final parar. Abrió el portón y tiró de mí hacia fuera. El lugar parecía como un club de carretera, pero sin cartel que lo anunciase.

Entramos por una de las puertas de atrás. Nos atendieron dos chicas vestidas de criada (posiblemente esclavas), y nos condujeron a la “sala de entregas”. Laura me dijo que no tenía derecho a ver a mi Ama, hasta que no se formalizase la entrega.

La sala de entregas era como el cuarto de los interrogatorios, en donde te pueden ver, pero tu no puedes ver a nadie. En el centro, sobre una mesa, había un “cepo” que obligaba a estar a cuatro patas, con argollas en tobillos, muñecas y cuello.

Laura me invitó a subir y meterme dentro del cepo. Una vez dentro cerró los candados, dejándome completamente atrapada.

Frente a mí había una especie de hornillo. Lo encendió y puso en él un atizador, seguramente sería la marca de mi nueva Ama, con la que sería marcada a fuego. Laura abandonó la sala y me quedé sola.

Había un televisor, y un trípode con una cámara de video. Servía para grabar el vídeo que utilizarían de chantaje para todos mis contactos. En el televisor empezó a salir un texto que yo tenía que leer en voz alta.

Básicamente tuve que decir que libre y voluntariamente me entregaba como esclava permanente de la mujer que entrase en la sala y me tomase. Después de pronunciar aquellas palabras el televisor se apagó y me quedé en silencio. La cámara sin embargo seguía grabando.

Finalmente la puerta se abrió, y oí el caminar de unos tacones. No la podía ver, pero sin duda se trataba de mi Ama. Lo pude comprobar cuando recibí un duro latigazo en la espalda. No me lo esperaba, me cogió un poco de improviso.

Se acercó por detrás de mí, y me colocó una mordaza. Yo podía notar sus tetas en mi dolorida espalda, pero había algo más. Empecé a notar un bulto en mi culo, creo que mi Ama se había puesto un arnés y me iba a sodomizar delante de la cámara.

Sin lubricar y de un empujón, hundió aquel falo enorme en mis entrañas. Sentí que me desgarraba por dentro. Mi sádica Ama empezó un mete-saca brutal. Yo nunca me había sentido tan vulnerable, tan destrozada… y sin embargo tan caliente.

Justo cuando me estaba empezando a acostumbrar, y a gozar con la cabalgada, el televisor se encendió, y la angustia volvió de una forma terrorífica. Por fín pude ver el rostro de mi Ama, y …. no… no podía ser… no por favor!!.

Estaba siendo sodomizada por Marta, la hermana de mi exnovio. Éramos profundamente enemigas. Ella había sido la causante de nuestra separación, al contarle a él todas mis juergas, y las veces que le era infiel en mi vida disoluta.

Marta me odiaba profundamente, sería terriblemente sádica conmigo, y Laura lo sabía. Por eso sin decírmelo, intentó persuadirme. En cuanto se me publicó en subasta, Marta se aseguró mi compra para poder vengarse. Ahora ya no había remedio, ya estaba atrapada.

Marta se puso enfrente de mí, con su arnés puesto, y dijo: ¿Que vueltas da la vida verdad?. La niña bonita de María, pidiendo ante la cámara ser mi esclava. Por el momento no se te ve mucha pinta de esclava con esas tetas postizas, y esa larga melena rubia. Pero bueno podemos solucionar algo.

Con una maquinilla eléctrica me empezó a pelar al cero. Después me puso crema de afeitar y dejó mi cabeza completamente lisa. Yo estaba llorando, no me atrevía a mirar, estaba feísima.

Marta: Vaya María, ahora si eres una esclava pelona. Pareces una bombilla jejeeje. Seguro que ahora ningún chico te va a encontrar apetecible, sobre todo cuando te ponga en el tabique nasal un aro de ganado.

Dicho esto empezó a restregar su coño en mi cabeza depilada, hasta que llegó a un orgasmo de puro sadismo, mientras me contaba los detalles de cómo me iba a degradar hasta el extremo.

Finalmente dijo:

Marta: Pero a las esclavas se les marca a fuego. Para mi desgracia las normas dicen que tiene que ser en el culo, pero si te mueves te prometo que te lo pondré en la frente.

Dicho esto cogió el atizador del fuego, y me lo enseñó…. una gran “M” al rojo vivo iba a lacerar mis carnes. Finalmente lo hundió en mi nalga derecha en unos segundos que me parecieron siglos, mientras yo emanaba un sonido gutural, silenciado por la mordaza.

Ya estaba hecho…, por mi curiosidad y morbo, me había convertido en la esclava de Marta.

FIN