Mi hermana pequeña me dio clases particulares, nunca me imaginé que terminaríamos haciéndolo, esa tarde ha sido inolvidable
(Sigo con mi aprendizaje, esperando encontrar opiniones y mensajes que me ayuden a mejorar y que me ayuden a identificar errores)
Eran sobre las 1 de la tarde cuando llegué a casa procedente del instituto, vivo en un barrio de las afueras, de casas adosadas de familias acomodadas, cuando abrí la puerta de casa oí hablar a mis padres con una voz, que parecía de un chico, no me resultaba familiar, rápidamente caí en la cuenta de que mamá me había comentado que había estado charlando con un chico para que diera clases de matemáticas a mi hermana pequeña, Inés de 13 años que previsiblemente y viendo sus malas notas iba a tener problemas para aprobar la evaluación de navidad.
Yo por entonces tenía 17 años, el chico se encontraba reunido con mis padres, debería tener unos 23 años, mi madre se había puesto en contacto con el chico, a través un anuncio que había puesto en el cole católico de Inés, convencida por las buenas opiniones de las demás madres.
Cuando entré en el salón vi como mis padres estaban haciéndole una especie de entrevista, cosa que no me sorprende demasiado ya que mis padres no permitirían que cualquiera entrase en casa, poniendo en riesgo a sus dos “princesas”.
El chico estaba hablando con mamá, dándole sus buenas referencias.
– Si, señora, he dado clases desde hace 3 años, a chicas del mismo curso que Inés –
Le comentaba a mi madre, el chico vestía con una camisa azul claro, abotonada hasta arriba y un pantalón negro, bastante formal, imagino que queriendo dar buena impresión.
Fue entonces cuando me vio entrar y no pudo evitar mirar de reojo y notar como se quedaba embobado mirándome mientras esbozaba un tímido hola, y el caso es que me sonaba de haberlo visto en alguna ocasión por la ciudad, para su fortuna, madre e hija nos pusimos a hablar entre nosotras, mientras papá cogía el testigo en la conversación.
Mi madre me puso al día, presentándome al chico como Gonzalo y que sería el nuevo profesor particular de Inés
– Encantada, soy Paula, la hermana de Inés – dije algo cohibida al tener que presentarme frente a mis padres.
El chico me dedicó una sonrisa manteniéndose sentado, no creyó que fuese pertinente los dos besos, y más viendo la forma tan seca de mi saludo.
Tras esto salí de la habitación para subir a mi dormitorio, donde escuché como mis padres habían quedado encantados, y al mismo día siguiente comenzaría las clases con mi hermana.
Durante esa noche, en la cena, Inés fue puesta al día sobre su compromiso de mañana y, sin demasiadas ganas, aceptó, yo también fue informada de mis funciones, pues mis papis debido a su trabajo no estarían presentes a la hora acordada para las clases, por lo que yo debía asumir las funciones de acomodar a Gonzalo y controlar que todo fuese bien entre mi hermana y el nuevo profesor particular, mis padres me tienen como una chica muy responsable, cuidadosa, estudiosa, y lógicamente pensaban este encargo lo cumpliría con facilidad, aunque yo no tuviera mucha gana de estar pendiente toda la tarde de la llegada a casa de Gonzalo.
Al día siguiente, a las 5 de la tarde, sonó el timbre de casa, sinceramente no había caído en la cuenta, pero lucía unos leggins muy ajustados que hacían mi respingón culete muy apetitoso, así como una camiseta de manga corta bastante ancha, donde no se apreciaba mi sujetador, pues era habitual que en casa no lo llevara, también mi morena melena lucía perfecta, lisa, suelta y con un aspecto muy sano.
Cuando abrí Gonzalo llevaba una vestimenta muy similar a la del día anterior, con una bolsa al hombro con el material, imagino que, para querer causar buena impresión, o quién sabe si más bien con la posibilidad de tener que ver a la hermana de Inés rondando por la casa.
– Buenas tardes…ehh Gonzalo, ¿no? – sabía perfectamente su nombre, pero me gusta juguetear.
– Eeh…si, si, buenas tardes, Paula – El chico sonrió suavemente por educación, pero noté como le pillaba por sorpresa todo, que abriera yo, mi look y sobretodo mis imponentes ojos azules, me llamó poderosamente la atención como el chico ya había memorizado mi nombre, solo habiéndolo escuchado una vez.
– Tenía clases con tu hermana esta tarde…no sé si te avisaron o algo – lo dejé pasar ante mí, mientras el chico seguía mirándome, como si le costase separar los ojos de mí.
– Sí, sí, estoy completamente avisada, creo que Inés está en su habitación, ¿es allí donde vais a dar las clases? – pregunté sin conocer esa información.
– Pues como ella prefiera, a mí me es igual – Gonzalo se encogió de hombros. – Eh…¿Vas a avisarla? ¿o me enseñas cuál es su cuarto?
– Bueno preguntémosle a la interesada, ¡acompáñame! – empecé a subir las escaleras que quedaban enfrente de nosotros, aunque la tarde era ya de octubre, era muy soleada y podía verse el sol iluminándonos por los grandes ventanales
He de confesar que exageré mi modo de andar, haciendo lucir mi prieto par de nalgas, moviéndose de un lado a otro frente a los ojos de Gonzalo, sabía que él me miraba hipnotizado pues ni siquiera pensaba en algo de lo que hablar o darme conversación.
Decidí salir de dudas y girar mi cabeza en la escalera con la excusa de decir una estúpida frase
– Vaya tarde más soleada, ¿verdad? –
Lo cacé en el acto, con los ojos puestos en mi culo, pero de una forma patética intentó disimular, lo cual hizo que se notase incluso más
– ¿eh…ah? si, si…para ser octubre sigue…sigue haciendo bueno ¿eh? jaja…invita a salir a dar una vuelta –
Lejos de alterarme, le sonreí e intentando quitarle importancia
– Si, si no fuera por los estudios, estaría en la calle- le dije mientras llegábamos al pasillo donde se encuentras las habitaciones de las “princesas”.
– ¡Que aplicada!…Y más un viernes jaja, desde luego tienes más voluntad que yo –
Ya en el pasillo el chico volvió a meter la pata, la verdad es que no daba una.
– ¿Cuál es la tuya? Digo…perdón, la de Inés – las mejillas de Gonzalo se sonrojaron de inmediato.
Sonreí al ver que el chico no daba una, pero reconozco que me encantó ese desliz, toqué la puerta de Inés
– Inés ¡sal!, está aquí tu profe –
Gonzalo se presentó y rápidamente quiso acabar con nuestro breve, pero intenso paseo por casa.
– Bueno pues…vamos a ello ¿no? –
Tirada en mi cama, pared con pared con la habitación de mi hermana, poco a poco empezó a despertarse un sentimiento de querer jugar con Gonzalo, y es que el chico era mono, era moreno, más alto que yo, delgado y unos ojos bonitos, así como la situación, que era perfecta, aún quedaban un par de horas para que mamá volviera a casa, por lo que la primera interrupción no se hizo esperar, pasada una media hora desde el comienzo de la clase abrí la puerta y me planté en el marco de la puerta apoyada, aun con la misma vestimenta, pero bebiendo de una gran taza de café
– Perdona que interrumpa – dije educadamente – Álvaro….ehh digo Gonzalo… si quieres tomar algo acompáñame a la cocina si te apetece…-
– ¿Uhm? Bueno…Si, claro. Será una tarde larga, así que igual me viene bien. ¿Te traigo algo? le dijo a Inés, pero esta negó con su cabeza mientras continuó con sus deberes, Gonzalo me había demostrado que también era un chico educado y atento con esa acción.
Dejé clara mi autoridad, a modo también de juego con Gonzalo
– haz lo que te dice Gonzalo o te enteras ehh enana, yo no soy como mami-
–
– Anda, déjala…que está concentrada ahora – Dijo aguantando un poco la risa ante la caña que le metía, mientras pasaba con cuidado por la misma puerta en la que yo estaba apoyada, rozándonos ligeramente al hacerlo, quedando con el todo el cuerpo muy pegado a mí.
Justo al cerrar la puerta rompí a reír
– Es como tengo que ser Gonzalo, todo esto es porque mi madre la tiene muy consentida – dije esto más seria mientras caminábamos juntos por el ancho pasillo.
– Vaya…pues viéndola ahí no lo parece para nada, parece tan formalita…como su hermana – Rio también, mirándonos de reojo, dejándome pasar de nuevo delante al llegar a las escaleras, cosas que no desaproveché.
– Bueno soy la mimada de mi padre…solo me gusta darle caña jeje– me giré para sonreírle dejándole ver mi maldad como hermana
Entramos a la amplísima cocina y yo me adelanté al frigorífico, quedándose Gonzalo junto a la encimera, apoyado con una mano
– Aun si eres mimada, pareces muy formal…No sé yo si no te estarás tomando el papel muy a pecho –
El jugueteo entre nosotros era evidente, y yo no estaba dispuesta a pararlo.
– Bueno todos tenemos dos caras, ¿no?.. ¿café?…¿leche?…¿te? –
– Lo que tú me ofrezcas – Dijo, claramente siguiendo el juego con su respuesta mientras le ofrecía la mejor perspectiva de mi par de nalguitas apretadas.
– Gonzalo tengo de todo…así que elige- dije observando el interior del frigorífico, animándole con mi mano a que se acercara.
Rápidamente noté un suspiro de Gonzalo, moviendo mi melena tras de mí, yo no me aparté por lo que sus manos se apoyaron en mis caderas y pego su cuerpo a mi espalda, como si de un acto inocente se tratase, pero ya habíamos perdido toda inocencia, noté como su polla estaba empalmada, la noté pegada a mis nalgas, podía sentir hasta su calor traspasar la fina tela de mis leggins.
Tras unos segundos de leves movimientos, donde ambos entendimos que no iba a ser una noche cualquiera, Gonzalo volvió en si parando el juego.
– Bueno, bueno…Un café entonces, no me convence nada del frigorífico, además necesito mantenerme espabilado –
– Bien, marchando un café para el profe- dije tono de broma, queriendo rebajar la evidente tensión sexual – solo, con leche…capuchino…-
– Solo está bien…entonces si yo soy el profe y tu hermana la alumna…¿tú eres la becaria? – Me dijo mientras seguramente seguía observando mi culo, pues estaba de espaldas manipulando la cafetera.
– ¿pagas bien? – le dije riéndome con una suave carcajada mientras esperaba que el café se hiciese, consultando mi iPhone.
– Ser becaria está reñido con una buena paga ¿no? Pero te recomendaré – La sucesión de bromas nos ayuda a relajarnos.
Consulté mi WhatsApp, mi madre no dejaba de mandarme mensajes preguntándome por el nuevo profesor, ignorando que era su hija mayor la que corría peligro, un peligro que no dejaba de incrementar premeditadamente.
– Mi madre piensa que eres un psicópata, no deja de preguntarme– dije girándome para ofrecerle la taza de café con una sonrisa.
– ¿Ah sí? ¿Y tú que le dices? – Se acercó un poquito, movido por la coña para intentar mirar por encima de mi hombro mi móvil, ofreciéndome por un instante de nuevo la erección cuando se puso detrás de mí.
– jaja ahhh – escondí mi móvil y me giré ocultándole lo que ponía, justo antes de agarrar su taza.
– Gracias, Paula –
Se colocó a mi lado, apoyados en la encimera, para nuestra suerte, mi hermana seguía concentrada en lo suyo y no se escucha nada por su parte
– ¿Tienes novio? – Preguntó de sopetón, mirándome de reojo.
– Sí – Asentí con mi cabeza, aunque no estamos en nuestro mejor momento.
De repente recibí la llamada que creía de mamá, pero no fue así, era de Sergio, mi novio, me aparté levemente de Gonzalo, aunque pudo escuchar perfectamente como mi chico insistía en venir a casa, pero yo se lo negaba, alegando que mi hermana estaba en casa, finalmente pudo escuchar que a las 10 de la noche pasaría a recogerme.
Aunque intentó disimularlo, noté como aquella llamada le había fastidiado mucho a Gonzalo, que no tardó demasiado en hablar sobre la llamada.
– Os hemos jodido el plan, ¿verdad? –
– ¡Qué cosas dices!, mejor que solo nos soportemos esta noche…si mi padre pilla aquí a un chico nos mata a los dos- dije haciéndome ver como el ojito derecho de mi padre.
Esa fue la excusa perfecta para un cambiado Gonzalo, que dio rápidamente por terminada la conversación
– Entonces más me vale estar con tu hermana cuando venga…no vaya a ser que todavía ni cobre ¿eh? – se apuró el café de un trago, suponiendo que era hora de volver a las clases
– En fin, iré a ver cómo va Inés. Gracias por el café – ya no es como antes, que parecía que buscaba cualquier cosa para estar más tiempo a mi alrededor, ahora era como si pusiese distancia, desde que se había enterado de lo de mi novio.
No le di más importancia y volví a mi habitación, donde pasé la siguiente media hora, reconozco que dándole vueltas a la cabeza de como volver a poner a prueba a Gonzalo.
Aprovechando la tranquilidad de la casa, me fui al baño a probarme modelitos para elegir con cual saldría esa misma noche, por lo que pronto lucía unos shorts vaqueros demasiado cortos que prácticamente enseñaba mis nalgas, y una blusa roja algo escotada.
Era sabedora de que Gonzalo, tarde o temprano tenía que ir al baño, por lo que, junto a mi ropa anterior, dejé un tanga y un sujetador, eran las prendas más bonitas y sexys de mi cajón de lencería, y me había encargado de colocarlas en un lugar muy visible, con la intención de provocar a Gonzalo.
Esperé el momento con paciencia en el pasillo, con también la intención de que Gonzalo me viera embutida en la sexy prenda que cubría a duras penas mi culo.
Gonzalo abrió la puerta y me observó, noté rápidamente como mi imagen le había puesto cachondo al instante, a pesar de mi novio y todo lo demás.
– Perdona, estás usando el baño… ¿vuelvo luego? –
– No, no, pasa…- dije como tal cosa, sabedora del anzuelo que había dejado en el baño.
Gonzalo pudo oír a mi hermana amenazándome fuera, diciendo que mi padre no me dejaba vestir así y que se iba a chivar, yo le respondí de mala forma pasando de ella, en el pasillo, esperando a que llegara mi momento.
Gonzalo se iba dando cuenta de que la niña de papá en realidad era algo más puta de lo que quería aparentar, no solo por lo que decía mi hermana, sino porque seguramente en ese instante ya tenía mi tanga entre sus manos.
Esperaba impaciente, mientras disimulaba mirándome en el espejo del pasillo, fue entonces cuando Gonzalo abrió la puerta tras un rato, y viéndome mirarme en el espejo me dijo.
– No te mires tanto, estás perfecta…aunque es una pena que el modelito tape unos tangas tan bonitos- dijo echándole algo de morro al asunto, pues la situación era ya más que evidente.
– ¿qué? ¿has mirado mi lencería? – dije fingiendo indignación, y llena de morbo.
– Estaba ahí encima…no he podido evitarlo mientras me lavaba las manos, a ver cuándo me enseñas más modelitos –
Gonzalo hizo el amago de volver a la habitación de mi hermana, pero agarrando su pecho para que se detuviera y susurrándole en su oreja:
– Si convences a mi hermana de que no nos interrumpa y de que no se lo diga a mis padres te la enseño ahora-
– Espérate aquí… – Gonzalo no lo dudo, volvió a la habitación de Inés, le bastaron unos diez minutos.
Cuando salió ahí estaba yo, esperándolo como una puta, completamente cachonda, imaginando lo que iba a sucederme.
– ¿dónde podemos ir para que no nos oiga? – me dijo con ansia y prisa.
– mmm lo más lejano en la planta de arriba es la habitación de mis padres…abajo…donde desees-
Gonzalo no dudó y mientras me metía mano me contestó
– A la habitación de tus padres… ¿Siempre eres tan puta, Paula? Porque tendrías que ver cómo me tienes… –
– Solo con los cabrones que cogen mi lencería- andando delante de él, rápidamente agarré su duro paquete
Entramos en la amplia habitación de mis padres, el templo de casa que su hija estaba a punto de profanar, como una desesperada, sólo esperé a que Gonzalo cerrara la puerta para estar de rodillas delante de él, con ansia intentando quitar su cinturón, mientras lo intentaba, le di un leve mordisquito a su pantalón, que abarcó todo el ancho de lo que parecía una gran polla.
Al recibir mi mordisco Gonzalo soltó un profundo gemido
– Menuda tarde me has hecho pasar, puta…todo el rato con la polla tiesa por ti… –
Gonzalo puso una mano en mi cabeza, agarrándome del pelo mientras me ayudaba a soltar el cinturón y su pantalón caía, dejando el bóxer, por el cual asomaba la punta de su polla por una de las perneras.
– mmmm qué te crees, ¿que no me he dado cuenta? – le dije mirándolo desde abajo mientras tiré definitivamente del bóxer hasta sus tobillos.
– Y yo pensando que eras una nena buena y resulta que eres un putón, que me calienta la polla y no es capaz de darme el gusto… –
Su polla saltó golpeando mi mejilla, dejando un hilo de líquido pre seminal por mi cara, agarró su rabo y empezó a golpear mi cara constantemente con el
– Esto te pasa por zorrita…Abre la boca y saca la lengua –
– Mi hermana nos va a pillar – fue mi última frase, pues lo siguiente que hago fue obedecer y abrir la boca y sacar la lengua mirando a Álvaro.
– No hagas ahora como que eso te importa –
Apuntó con el glande a mi boca y la dejó entrar con un golpe de cadera, empezando a follarme lentamente, mientras mis ojos estaban cerrados por el esfuerzo, notaba como Gonzalo jadeaba y gemía con fuerza, ante el intenso placer que le daba en el glande al aplastarlo contra mi garganta.
Cuando abrí los ojos vi a Gonzalo, apoyado en la puerta, mirándome con fiereza, mientras el sonido húmedo de su polla empapada en mi saliva, llenaba el dormitorio de mis católicos padres, él me apretaba fuertemente con un tirón de pelo a su rabo.
Ambos sabíamos que no teníamos demasiado tiempo, que mi hermana estaba cerca y que mis padres estaban a punto de llegar, por lo que Gonzalo decidió no perder el tiempo y sacó su polla de mi boca, me tomó por los hombros y tiró contra la cama de mis padres.
Rápidamente se echó sobre mí, desabrochó mi short y tiró de ellos hasta sacármelos, no se entretuvo si quiera en quitarme el tanga, lo hizo a un lado, y pronto noté como su polla estaba rozando mis labios vaginales, presionando con fuerza para metérmela de una vez.
– ¡mmmm siii! ¡hazlo joder! – mis gritos fueron muy audibles pero ese momento solo pensaba en que Gonzalo me follara de una vez.
Pronto me noté ensartada y abierta como una puta barata, sobre la cama de mis padres, notaba como los huevos de Gonzalo ya rozaban mis nalgas mientras me bombeaba, golpes que no se escuchaban, debido a nuestros gemidos y gritos, era sensato pensar que mi hermana debía estar oyéndonos claramente.
– ohhhhh ohhhhh aummmmm- gemía mirando hacia el techo, mi cara de placer era inmensa, hasta se me había olvidado mi hermana.
Gonzalo me agarró por los tobillos para levantar más mis piernas, haciendo que mi rajita quedara más expuesta a su polla, dejando que entrara y saliera a un ritmo infernal de mi interior
– Dios…putita…¡me encantas!…tu coño tenía hambre de rabo ¿eh?
– Si joder ¡siiii!, ¡estoy muy mal follada! – grité como una loca
– ¡Me corro!…¡me corro, puta!! –
Los gritos eran enormes, justo al tiempo que Gonzalo se vaciaba en mi interior, escupiendo todo su semen dentro de mí, follándome incluso durante el orgasmo, haciendo que su leche saliera de mi interior manchando la cama.
El olor a sexo era intenso en la habitación, ambos estábamos jadeantes, acalorados y agotados, tumbados sobre la cama de mis padres tras el rápido e improvisado polvo.
Las sabanas se habían manchado con la abundante lefada, difícil de esconder y mi hermanita golpeaba la puerta del dormitorio después de habernos oído, llamando principalmente a su hermanita mayor por la cual estaba preocupada por tantos gritos.
– ahhhh joder ¡si!- daba los últimos espasmos de placer, estaba con mi blusa roja mal colocada, despeinada, con el tanga a un lado y mis shorts en el suelo.
Volvía a recuperar la conciencia, mientras miraba como Gonzalo sonriéndome se intentaba vestir, sabiendo que, aunque el marrón era mío, habíamos cometido una locura, nos habíamos dejado llevar de una forma muy peligrosa, no dejaba de hacerme preguntas mientras yo me recomponía
– Joder esto ha sido una locura – me dijo preocupado, justo antes de mirar la puerta, aporreada por mi hermana – ¿Qué le vamos a decir?, ¿Crees que sabe que hacíamos? – preguntó sin saber hasta qué punto era de espabilada mi hermana en esos temas.
Yo mientras tanto intentaba recomponerme del improvisado polvo, colocando mi tanga y sentándome en la cama me doy cuenta de que Álvaro había manchado la cama de mis padres con su semen.
– ¡Joder! hay semen aquí – le dije señalando la mancha.
Aunque primero decidí pensar en mi problema más inmediato, mi hermana
– No creo que sepa aun lo que es follar, pero cualquiera sabe, no nos queda otra que hablar con ella – le confesé a Gonzalo.
– Bueno…si lo sabe habrá que intentar negociar…pero si no ¿Qué le decimos? –
– Joder, ha sido una locura de las gordas, improvisamos y ya está, a ver que sale – me puse de pie buscando mis shorts y justo cuando los coloqué de nuevo por mis piernas hasta abrocharlos le dije a Gonzalo – ábrele – sin disimular mis nervios y con cara de miedo.
Reconozco que Gonzalo se estaba comportándose como un caballero, él solo tenía que perder unas horas de clases, aun así, le notaba preocupado, guiñándome un ojo y dándome un suave piquito en los labios me dijo
– Tranquila, guapa, lo arreglaremos – hasta tuvo el detalle de abrir la ventana de la habitación, ya que el olor a sexo era intenso.
Justo antes de abrirle a Inés, me peiné, en el mismo espejo donde mamá lo hacía cada mañana, hecho que me produjo un morbo terrible, con un gesto le dije a Gonzalo que abriera la puerta, fue Gonzalo quien la recibió mientras yo terminaba de guardar el peine de mamá.
– Inés ¿qué haces aquí? Te dije que era un simulacro de examen y no podías preguntarme dudas – Gonzalo fingía estar disgustado por no haberle obedecido, para intentar conseguir desviar la atención de Inés.
Mi hermana le respondió con miedo.
– Pero es que he escuchado gritos y me he preocupado, ¿qué pasaba? –
– ¿Qué va a pasar? Pues nada…como no tenía nada que hacer, me vine con tu hermana aquí a…pues a ver unos videos de esos de miedo en móvil, nos vinimos tan lejos para que no te molestásemos, pero no ha valido de nada – contestó Gonzalo.
Mientras tanto yo seguía la escena, reconozco que, sintiendo morbo, al ver los esfuerzos de Gonzalo por engañar a mi hermana, que reconozco que no es un toro fácil de lidiar.
– Pero no son gritos de miedo…papi y mami también gritan así muchas noches cuando me despierto, y cuando me asomo a su habitación, mami esta subida encima de papá –
Decidí entonces coger el testigo de Gonzalo, reconozco que sorprendida, no conocía esa fogosidad de mamá, igual de ahí vino la mía.
– Ah, ¿sí? ¿Y qué haces tú despierta a esas horas? – le dije intentando desviar el tema hacia otro lado, intentando que la culpabilidad por «haber hecho algo malo» al espiarlos le haga dejar el tema
– Como se enteren que además de llevar las mates te levantas tan tarde… – añadió Gonzalo.
– Eso enana, si papa se entera no le va a hacer ninguna gracia, por eso nosotros tampoco queramos que nadie se entere, ¿lo entiendes? –
– Anda, vuélvete con la tarea que solo va a faltar que no la hayas terminado para cuando vuelvan … – Gonzalo le hizo un gesto con la cabeza, señalando el pasillo para que Inés volviera a sus ejercicios y tenerla un poco asustada.
Inés abandonó la habitación con la mirada baja y bastante seria, aunque yo no estaba muy segura de ella.
– Uff Gonzalo, no me fio nada de esta niña – lo miré con preocupación.
La verdad es que la contestación de Gonzalo me tranquilizó bastante, nadie mejor que él podía tenerla asustada.
– Bueno…a tu hermana ya la tendré yo callada, si veo que dice algo ya me ocuparé de amenazarla con mucho trabajo los fines de semana o les diré a tus padres que va fatal o algo…no te preocupes –
Álvaro acarició mi rostro suavemente con una mano, y me dio un sonoro beso en mis morritos
– En cuanto a la mancha, mmm…lo único que se me ocurre es que tapemos esa mancha con otra cosa…No sé, fingimos que estabas aquí haciendo algo, te caíste, algo se cae sobre la cama…Algo así. Porque no va a dar tiempo de que se laven ¿verdad? –
– Creo que es buena idea. Buscare café y haré como que se ha derramado encima –
Lo miré con una ligera sonrisa, al notar como los problemas de nuestra locura empezaban a ser resueltos, por un momento me puse seria, recordando el problema más gordo, que rápidamente susurré a Gonzalo.
– Gonzalo…te has corrido dentro…y no te has puesto condón –
– Bueno, cuando acabe con las clases te puedo acompañar a por la píldora si quieres, te invitas cualquier cosa para salir de casa, y te la compro en la farmacia más cercana…Y no te preocupes, que estoy limpio de todo ¿eh?
– Bien, me parece bien, y no lo decía por eso bobo…solo por lo de quedar embarazada….además tu semen se siente muy rico –
Por primera vez, después del “accidente” me mostré provocadora, quizás por ello Gonzalo se animó a acercarse a mí, y agarrándome fuertemente por mis nalgas me susurró
– Y…oye, ya que la compramos…Mejor si la aprovechamos cuanto podamos ¿no?, o te puedo follar por otro sitio que no tenga riesgos, la verdad es que follarte con condón no me atrae nada…me gusta demasiado cómo se siente dentro de ti –
Aunque me dejaba sobar, por primera vez empecé a pensar en mi novio, me sentía mal, y es que, ya le había puesto los cuernos en más ocasiones liándome y chupándosela a otros tíos, pero nunca lo había engañado follando con otro.
– Gonzalo, olvidas que tengo novio, esto no se va a volver a repetir –
– ¿De verdad crees que conseguiremos evitarlo?, yo no tendría demasiada confianza…me la pones demasiado dura, Paula, si hasta tú has chillado diciéndome que estabas mal follada, Paula pienso seguir enseñando a la pequeña para follarme a la hermana mayor –
– mmmm ten cuidadito que si se entera mi padre te mata –
– ¿de qué?, ¿de qué te has comportado como una puta con el profe de tu hermana?
Aunque me sonó un poco a chantaje, yo me dejé chantajear encantada, sinceramente me apetecía volver a follar con Gonzalo, lo que chillé mientras follábamos era muy cierto.
– Pero si antes te he dicho que iba a quedar con mi novio, además Héctor ha dejado de lado a sus amigos esta noche, todo por quedar conmigo, no podemos quedar hoy, me consigues esa píldora y quizás otro día –
– ¿a qué hora has quedado?, Paula – Gonzalo no soltaba mis nalgas, parecía pegado a ellas.
– A las 10, vamos a cenar con unos amigos –
– Entonces no se hable más, a las 10 estarás sentada con tu novio, te lo prometo, eso sí, bien folladita, ¿de acuerdo? –
Asentí sin replicar mientras Gonzalo por fin se despegaba de mi culo y se disponía a volver a las clases con mi hermana, mientras tanto, yo tenía tareas que hacer, la primera, manchar las sábanas de la cama de mis padres con café, cosa que conseguí con éxito, no quedó rastro de la mancha de semen.
Cuando mis padres llegaron, para nuestra fortuna, cada uno ya teníamos las coartadas cubiertas, a excepción de mi vestimenta, no me dio tiempo a cambiar mis mini shorts.
– ¡Paula, Inés, ya estamos en casa! – gritaron en voz alta como de costumbre, esperando que bajáramos de nuestras habitaciones ante la llamada.
Pero Inés estaba ocupada con Gonzalo, así que me tocó bajar a mi solita hasta la cocina, conforme aparecí por la puerta, mamá se percató de mi indumentaria, frunció ampliamente el ceño de forma despectiva
– ¿Me puedes decir que ropa es esa? – Preguntó mi madre con un tono de cabreo evidente.
Mi actitud había cambiado, ya no soy esa puta de la habitación de mis padres, sino una niña educada, mimosa y con la mirada agachada.
– ¿Qué le ocurre a mi ropa mami? – me miré disimulando.
– No te hagas la loca, Paula, ya te hemos dicho que esa no es forma de salir a la calle – Mamá, como era de esperar, se centró en concreto en el short, que dejaba ver todas mis piernas parte de mis nalguitas.
– Pero es que así visten todas mis amigas…además es la moda...- dije intentando darle argumentos.
– Me da igual, te lo hemos dicho mil veces y aun así insistes, póntelo en casa si te da la gana, pero a la calle no sales así vestida, y no hay más que hablar –
Con una palmada en la mesa, mi madre dio por finalizada la discusión, no dejando opción a réplicas, justo cuando calló en la cuenta.
– ¡Ah, no, espera! Que es que además hay visita… – dijo bajando el tono un poco – ¿Te parece bonito vestir así cuando está el profesor de tu hermana en casa?…anda, cámbiate y que no te vuelva a ver con eso puesto… –
– Jo mami…está bien, pero que sepas que así visten todas las chicas de mi edad – me di la vuelta y empecé a subir las escaleras hacia mi habitación sin replicar nada, hasta que me acordé que tenía que dar unas explicaciones.
– Mami, esta tarde, para no molestar a Inés, me fui a vuestra habitación, y he manchado un poco las sábanas con el café, lo siento –
– No pasa nada Paula, has hecho bien en no entretener a tu hermana – mamá me sonrió, en el fondo era su ojito derecho.
Me dispuse a prepararme en mi habitación para la intensa tarde- noche que me esperaba, mientras escuchaba como en la habitación de al lado, mis padres abordan a Gonzalo para preguntar cómo iba todo, y que tal se había portado mi hermano, escuchaba como Gonzalo iba poniéndoles al día.
Mientras tanto, había cambiado los shorts por unos vaqueros claros que, aunque seguían siendo ajustadísimos, contentarían a mis padres, pinté mis labios rojos, me gusta pintarlos así cuando sé que voy a follar, manías de niña pija, mi blusa roja seguía siendo la misma, mis pies los embutí en unas cuñas muy altas.
Mientras Gonzalo acababa su clase, procedí a cuidar mi bien más preciado, mi larga melena, la peinaba, dándole el espectacular aspecto que luce normalmente, esperando a bajar para coincidir todos en el recibidor de casa.
Esperé hasta que escuché ruido, y bajé
– ¿Ya te vas? – preguntó mi madre aún algo tensa, inspeccionándome de arriba abajo para ver si aprobaba o no mi elección de ropa.
Lo que no imaginaba, es que mamá iba a hacer todo el trabajo, y me lo iba a poner a huevo.
– Podrías hacerle un favor Gonzalo y acercar a Paula donde vaya –
Mamá odiaba que anduviera sola por la ciudad, buscaba cualquier oportunidad para que no me fuese sola, por lo que le pareció la oportunidad perfecta, Gonzalo por supuesto, aceptó.
Mientras tanto, yo permanecía aun subida unos escalones, me sentía expuesta y ardía por dentro al notar como Gonzalo me miraba, mi coño daba punzadas mientras imaginaba que pensarían mis padres si supieran lo bien que se me da mamarla…o que su hijita perfecta iba hasta arriba de semen.
– Por mí, estoy lista ya, no querría hacerte «llegar» tarde – dije con tranquilidad, aunque la palabra la malinterpretamos los dos.
– Bien pues marchamos – sentenció Gonzalo, con algo de ansiedad.
Volví a dar una imagen de niña ejemplar cuando le di un beso a mis padres y ellos me dijeron que tuviera cuidado, y que no llegue tarde.
Tras pasar un pequeño jardín, apareció el coche de Gonzalo, en cuanto salimos, seguimos sintiendo la mirada de mis padres en nosotros, mirando cómo nos metíamos en el coche, pero la distancia nos permitía mirarnos de reojo y hablar libremente.
– Tienes a tus padres bien engañados ¡ehh!, das el pego como princesa.
– Sólo un poco, aunque hoy se me ha ido de las manos – decía mientras sonreía a mis padres, a la vez que abrochaba el cinturón de seguridad.
En cuanto arrancó y salimos de la calle, Gonzalo puso una de sus manos en mi muslo, acariciándome de forma insinuante, su actitud parecía haber cambiado, sus gestos eran más duros, así como sus palabras.
– Me encantan tus pantalones…no pueden ser más ajustados. Te hacen un culito muy follable… –
– mmm primero tenemos que conseguir esas pastillas Gonzalo – dije seria, pareciendo una chica responsable, aunque mientras me dejaba sobar la pierna sin problema alguno.
– Eso no me prohíbe empezar a tocarte ¿no? – Gonzalo sonreía, mientras conducía de medio lado. – Pobrecita que no te han dejado salir enseñando tus bonitas piernas…Menos mal que ya te las he visto…-
Gonzalo tomó mi mano derecha y aprovechando mi indiferencia, me la puso sobre su paquete.
– Ponla sobre mi palanca, Paula…- mientras su mano acariciaba mis piernas, cada vez más cerca de mi entrepierna.
Mis delicadas manos no tardaron en apoderarse de todo el ancho de su polla, noté esa gran polla palpitar por mí.
Tras unos minutos llegamos a nuestro destino, una farmacia de las afueras de mi ciudad.
– Bajo yo a por ella…No vaya a ser que alguien te reconozca a ti, y tengas un problema –
La verdad es que Gonzalo, a pesar de todo, era todo un caballero, me quitó su mano de encima, además sabía cómo calentarme.
– Pero como condición, te tienes que mantener calentita para cuando vuelva ¿eh?
Gonzalo tardó unos minutos más de lo que esperaba, lo que me hizo empezar a ponerme nerviosa, pero también impaciente y no solo por la pastilla. No conseguí apartar el calor de mi cuerpo en esos minutos, aun intentando pensar en otras cosas, como por ejemplo lo mal que me estaba portando con mi novio, pero nada…todo volvía a lo morboso de la situación, al placer que habíamos conseguido solo con un polvo rápido.
Finalmente, con alivio lo vi aparecer, cruzando la calle con paso ligero hasta el coche
– Ya estoy aquí, preciosa… ¿me has echado de menos? – me sonrió ampliamente.
Dejó la bolsa con la pastilla que me libraba del embarazo a un lado, y se inclinó sobre mí para poder comerme la boca, sin esperar a alejarnos de las zonas concurridas.
– Mmmm…eres una putita mala – para mi sorpresa, Gonzalo no tardó demasiado en liberar su polla para dejarla a mi vista, muy dura.
– ufff por favor, para para…aquí no – le dije acalorada y nerviosa, y es que aun estábamos en una calle transitada, en doble fila.
– Mmm…Pues entonces vámonos a otro lado… – A pesar de eso, cogió nuevamente mi mano, y la puso sobre su glande, mientras con su mano se posaba sobre mi entrepierna, intentando masturbarme por encima de mi vaquero, mientras yo notaba mi tanga ya empapado.
Gonzalo apenas soportó unas calles más, lleno de excitación, procedente de la paja que le estaba propinando con mi mano, y es que, durante el trayecto no había tenido valor de separar mi mano de su gorda polla, Gonzalo también había tenido suerte, ya que me había dejado meter mano cómo quiso.
Paró el motor en un barrio poco transitado, lleno de pisos nuevos y vacíos, un sitio que yo conocía, pues era bastante común que las parejas de la ciudad fuesen allí a follar en sus coches.
Entendí cuando paró que no quería esperar más, por lo que en cuanto giró la llave para apagar el motor, fui yo quien le agarré el rostro y lo giré para que quedase encarado a mí, para así poder clavar mi lengua entre sus labios de forma ansiosa.
El beso se volvió muy pasional, muy húmedo, Gonzalo me agarró de mi melena, como tanto me gustaba, para no vencerme ante tanto ímpetu, el sonido del chapoteo de nuestras lenguas inundó el coche.
Gonzalo no estaba dispuesto a esperar más, necesitaba poseerme
– ¿Vamos a la parte de atrás?… – se separó, quedando nuestras frentes pegadas la una a la otra y ya buscando donde ponernos más cómodos. – Vamos, antes de que te arranque la ropa –
Ambos estábamos de acuerdo, por lo que, fijándome que nadie venía, salí del coche, observando como Gonzalo ni siquiera había guardado su polla mientras se cambaba a la parte de atrás.
El frio del exterior contrastaba con el del interior del coche y de nuestros cuerpos, cuando me senté atrás, me quedé mirando a Gonzalo, mostrando el poder de mis ojos azules, me agarré a su polla, como si mi vida dependiera de eso, volviendo a lanzarme contra su boca.
Gonzalo puso sus manos en mi cintura, acariciándola de forma ascendente, llevándose consigo mi blusa, hasta alcanzar mi sostén, agarrándome las tetas por encima de la él, mientras movía sus caderas de adelante a atrás, pajeándose entre mis manos, gimiendo suavemente, con el coche empezando a oler fuertemente a polla.
Manteniendo las acciones, y como si fuese una gimnasta, me puse de rodillas sobre el asiento, y sobre Gonzalo, fue entonces cuando decidí lanzarme a por el cuello de Gonzalo, que comencé a lamer, dejando que mi larga melena cayera en su cara, por supuesto seguía agarrada a su polla, sin descanso, propinándole una leve paja.
Al notar como me echaba hacia adelante a lamerle el cuello a Gonzalo, no solo le desperté gemidos roncos, también le permitió subirme la blusa de nuevo, para desabrochar mi sujetador, tirando de toda la ropa hacia arriba para dejarme desnuda de cintura para arriba.
Después de ello, tomó mi cabeza por la nuca, por mi largo cabello y tiró de ella para colocarme de nuevo en su cuello, para que siguiera lamiéndolo mientras tanto, Gonzalo no perdía el tiempo, con una mano magreaba mis tetas, y con la otra mi culo, aun cubierto por mi ajustado vaquero.
Tras mi lento caminar por su cuello, lo dejé brillante, lleno con mi saliva, notaba su polla entre mis manos cada vez más gordita, más apetecible. Aproveché para separarme ligeramente y liberar a Gonzalo de la ropa que cubría su torso, acariciando la ardiente piel.
Noté como el miembro de Gonzalo ya estaba en su máximo esplendor, su pre seminal humedecía mis delicados dedos, sabía que mi momento había llegado, me puse a cuatro patas sobre el asiento trasero y echada hacia adelante ayudé a Gonzalo a librarse de su pantalón, para su mayor comodidad, pues su polla hacía tiempo que abandonó ese pantalón
Los cristales del coche empezaron a empañarse, chivando lo que estaba sucediendo en el interior de ese coche, mientras yo sonreía, esperando que Gonzalo se pusiera cómodo, mientras tanto mi actitud era felina, devoraba el cuello de Gonzalo, esperando mi momento para mamársela.
Finalmente, el pantalón cayó en el suelo del coche, quedando Gonzalo con las piernas bien abierta, sus huevos reposando sobre la tapicería y su polla apuntando al techo mientras me miraba desafiante
– ¿tienes hambre, zorra?
Contesté que sí con mi cabeza, mi mejor sonrisa apareció cuando apoyé mis manos en el asiento y comencé a bajar hacia abajo, observando aquella polla que solo palpitaba por mí, rápidamente mi larga melena empezó a cosquillear su polla mientras mis labios rojos se acercaban, dejando toda mi melena cubriendo sus caderas.
La sensación de mi sedoso cabello sobre su piel, sobre su ingle, sobre su pubis, su rabo, hizo que gimiera suavemente con impaciencia, notaba su polla palpitar con fuerza frente a mi hambrienta boquita.
De cuanto en cuando se veían coches pasar, iluminándonos con las luces, pero sin apenas apreciar nada gracias al vaho y los asiento, pero resultaba evidente lo que pasaba en su interior.
La mano de Gonzalo por fin se colocó sobre mi nuca, apretando de ella hacia abajo, haciendo que mi boquita besara su cipote
Rápidamente, cuidando cada detalle, eché mi melena hacia uno de mis perfiles, para que Gonzalo pudiera ver cómo me tragaba su polla., mis labios rojos tocaron su glande, con un leve saboreo abrí la boca, y animada por sus empujoncitos, su polla empezó a perderse dentro de mi boca.
– Aaaaaaaaaaaaah… –
Un profundo y largo gemido surgió de la boca de Gonzalo a medida que tragaba su polla sin contemplaciones. Notaba como su cuerpo se relajaba al recibir ese enorme placer que le brindaba con mis labios.
Las manos de Gonzalo recogieron mi cabello para que no me estorbara, además de usarlo para jugar conmigo, tirando de él haciendo que me saque un poquito la polla de la boca cuando yo solo quería seguir tragando, y es que estaba muy concentrada, intentado tragar toda esa polla, mientras con mi lengua recorría el tronco de su polla, fue cuando tenía dos tercios de su polla dentro, cuando noté que chocaba en mi garganta.
– Tranquila, Paula…no hay prisa…cómetela despacio…-
El líquido pre seminal ya caía sobre mi lengua, llenándome la boca de ese sabor salado que tanto me encanta, la forma en que sonaba su tronco húmedo al frotarse con mis labios era demasiado excitante, todo ello acompañado de mi mirada, leyendo en los ojos de Gonzalo el deseo por volver a unirnos, a follarnos, a darnos placer mutuamente y sin control, sin pensar en ninguna consecuencia que no sea corrernos.
Hacía ese mismo trayecto una y otra vez, bajando hasta sus testículos y subiendo hasta arriba sacándola de mi boca
– Adoro tu polla– le dije, girando mi cabeza para mirarle a los ojos, provocándole, unidos por unos largos hilitos de mis babas unidos a su polla.
– Entonces la vas a tener muchas veces dispuesta y dura para ti… –
Gonzalo observaba como iba dando mordisquitos suaves por el tronco, con la cabeza ladeada, haciéndolo enloquecer, cerrando sus ojos y centrándose en las sensaciones que causaba en su polla.
Finalmente tiró de mi cabello y hizo que me echara para atrás
– Es hora de que disfrutes…mi polla y yo queremos conejito… –
Moviéndome algo torpe por la estrechez del coche, obedecí los deseos de Gonzalo, pues mi deseo era el mismo, deseaba follar con él cuanto antes, por lo que rápidamente y con su ayuda, tiramos fuerte para zafarme de mi estrecho vaquero., tirones que dieron por resultado la desnudez de mis piernas, no así de mis pies, pues mis cuñas seguían bien sujetas a mis pies.
Mi tanga, como no podía ser de otro modo en una chica tan pija como yo, estaba elegido para la ocasión, era una de las prendas más sexis de mi cajón de lencería, era un tanga escueto, negro, y con encajes en la zona de mis labios vaginales, que lucían extremadamente húmedos.
Gonzalo de un tirón de mi melena, me “obligó” de nuevo a comerle la boca, mientras él me liberaba de mi tanga con sus dedos, deslizándolo por mis piernas, solo paró el beso para hacerme una petición.
– Regálame tu tanga Paula, jamás olvidaré este día – dijo mientras lo olía con cara de inmenso placer.
– No puedo Gonzalo, ¿olvidas que ahora tengo una cita? –
– ¿y qué? Apuesto a que esta noche te dolerá la cabeza y no querrás follar con ese cornudo-
Gonzalo me hizo reír, parecía haberme leído la mente, pues yo tenía la idea de no hacerle pasar a mi novio por el trago de follar conmigo, con mi coño lleno de semen de otro chico, aunque ahora pienso que no fue por él, sino por intentar librarme de mis remordimientos.
El caso fue que no me quejé más, Gonzalo estuvo todo el rato con mi tanga en su muñeca, y nunca más volví a pedírselo.
Fui yo misma la que di el paso, rápidamente me coloqué de rodillas sobre Gonzalo, que seguía sentado sobre los asientos, yo misma agarré la polla de Gonzalo, que no había perdido ni un ápice de erección, dejé su glande a las puertas de mi coño.
– Cuando quieras déjate caer – me dijo Gonzalo, mientras nos mirábamos muy cerca.
Notaba su glande encajado entre mis labios vaginales, lo notaba libre de preservativo, algo que me ponía y me pone a cien, odio ese “plastiquito”, entonces mis manos se posaron en sus hombros, fue entonces cuando con un gesto de viciosa en mi carita bajé levemente mis caderas, hasta notar su polla deslizarse en mi interior, completamente encajada.
Con solo sentir esa forma de su polla entrar en mi coño empecé a humedecerme mucho más, completamente cachonda, era yo la que me estaba follando, pues Gonzalo aún no se movía, solo miraba hacia el techo del coche completamente excitado.
No fue hasta que su rabo tocó fondo, cuando ambos empezamos a sincronizar nuestras caderas, sincronizándolas para hacer todavía más delicioso el roce de nuestros sexos.
– Agggg que rica tu polla Gonzalo, mmmmmm – gemíamos como locos.
Pese a la excitación, aun podía permanecer bien erguida, montando a Gonzalo, moviéndome sobre él ayudada por mis rodillas, haciendo sufrir la amortiguación del coche de Gonzalo.
Nos mirábamos entre gemidos, mi melena le rozaba al ritmo que yo aún imponía, Gonzalo tenía atrapado mi culito entre sus manos, que no tardaron en empezar a tantear mi virgen ano, solo fue una suave caricia que me propinó gran placer.
Nuestras bocas volvieron a buscarse cada vez que me dejaba caer sobre su polla, arrancándome fuertes gemidos que pudieron ser escuchados fácilmente por quien pasase por la acera, por entonces los cristales del coche estaban llenos de vaho, y es que la humedad, el calor y el olor a sexo eran inmenso en el interior del coche.
Fue entonces cuando Gonzalo se incorporó un poquito, y después de lamer mis tetas, agarró mis caderas y me empezó a proporcionar un ritmo de penetración frenético, sus caderas chocaban contra mi coño, notaba su polla entrar y salir de mi cuerpo de una manera frenética, mientras yo apenas podía mantener el equilibrio.
– Agggg toma polla ¡puta! – Gonzalo gemía, mientras en el coche sólo se escucha el frenético choque de sus huevos contra mi coño.
Mientras tanto, yo era incapaz de hablarle, Gonzalo movía mi pelo y mis tetas al ritmo de su follada, nos mirábamos con un desprecio super morboso, desprecio que empezaba a mostrarme con sus bruscas acciones.
– ¿te follan muchos a pelo puta? – me dijo dándome una palmotada en mi culo que resonó en todo el coche –
– Solo follo con mi novio, y siempre me lo hace con condón – le dije de una manera provocadora.
– Pues hoy te vas a llevar doble ración de lefa, cerda – aquella frase había mal entonado a Gonzalo.
Sus brutales embestidas duraban unos treinta segundos, para proseguir con unas penetraciones tranquilas y profundas, y así fue en varias tandas sucesivas, tanto placer hizo de mi coño un mar de flujos, que mojaban hasta la tapicería del coche.
Gonzalo agarró mi pelo para quitarme de encima, quería terminar de follarme encima de mí, por lo que me indicó que me tumbara sobre los asientos, y yo no tuve más que abrir mis piernas al máximo para esperar la penetración de Gonzalo.
Él se puso entre mis piernas, y con su mano agarró la polla para ponerla entre mis labios vaginales, no tuvo gran dificultad, pues mi coño era todo un húmedo desfiladero, rápidamente entró en mi interior de nuevo con insultante facilidad.
No terminaba de acostumbrarme a sentir una polla tan nítidamente, definitivamente me encantaba follar sin condón, Gonzalo se recostó sobre mí y empezó de nuevo el morboso baile con el que me penetraba, mientras yo arqueaba mi espalda todo lo que el peso del cuerpo de Gonzalo me lo permitía.
Poco más de tres minutos pudo durar esa danza, pues ambos estábamos muy cachondos y a punto de corrernos.
– Mmm vamos Gonzalo córrete, mi novio me espera – notaba como cada vez que nombraba a mi novio, Gonzalo se crecía, y eso me encantaba.
– Te voy a dar la leche que él no te da, zorra –
Gonzalo posó sus manos sobre el asiento, e irguiéndose empezó a embestirme de una manera bronca, notaba como estaba a punto de correrse, mi móvil no dejaba de vibrar, recibiendo mensajes, seguro que de mamá para saber si había llegado bien, y por supuesto de mi novio, que me esperaba para cenar.
Poco me duró mis pensamientos en ellos, pues en apenas segundos sentí como Gonzalo daba varios espasmos, hasta sentir como su semen se derramaba en mi interior, notar ese ardiente néctar en mi interior era una sensación única, una sensación que me encantaba, pero que pocas veces había tenido la oportunidad de vivir, definitivamente que un chico se corriera dentro de mí, era de lo más morboso para mí.
– Qué rico se siente Gonzalo –
Gonzalo no podía articular palabra, estaba en su momento cumbre, disfrutando de la hermanita de su alumna Inés, follándome a pelo, a pesar de que solo nos conocíamos de unas horas.
La noche era ya cerrada, aunque una hora demasiado temprana como para que dos jóvenes estuvieran follando dentro de un coche, aun así, en ese momento Gonzalo estaba terminando de vaciarse en mi interior, mientras nos dábamos un tierno beso, a medida que nuestra excitación iba bajando, mi sentimiento de culpa iba en aumento.
Aún con Gonzalo encima de mí, mi mano alcanzó mi bolso, que estaba en el suelo del coche, y dentro de mi bolso mi móvil, que por supuesto estaba lleno de mensajes.
Leí primero el de mamá:
Princesa, perdón por hacerte ir con el profesor de tu hermana,
igual no te apetecía, pero ya sabes que no me gusta que te vayas sola.
Ten cuidadito, no vengas tarde.
Justo abajo estaba el de Héctor, mi novio:
Amor, llevo un rato llamándote y no lo coges,
me tienes preocupado, ¿nos vemos en el restaurante?
A las 10 hemos quedado con Ana y Fernando,
no sé nada de ti, ya te vale.
En ese momento miré mi reloj, que por cierto era la única prenda que cubría mi cuerpo junto a mis cuñas, no podía ser, eran las 21:40.
– ¡joder Gonzalo! En veinte minutos tengo que estar con mi novio, vamos quítate de encima–
Gonzalo salió de mí, con la polla aun erecta, pero a regañadientes, empezando a incorporarse.
– Hace 5 minutos decías todo lo contrario, que engañados tienes a todos, eres una puta –
Lo miré con cara de desagrado, pero sin querer entrar en su juego, en ese momento solo tenía un problema, recuperar mi aspecto de princesa en apenas quince minutos.
Buscaba cada prenda por el coche, sin recibir la ayuda de Gonzalo, que aun parecía aturdido, di por perdido mi tanga, reconozco que, por puro morbo, me gustaba la idea de que se lo quedara Gonzalo, por lo que tiré de mi vaquero para de nuevo embutirlo en mi culo, no sin antes limpiar mi coño con un clínex.
– ¿Gonzalo me acercas al centro?, voy tarde –
– Si claro, te compro la pastillita, te doy el mejor polvo de tu vida ¿y encima quieres que te lleve con tu novio? Coges un taxi –
– ¡Serás imbécil! – le dije girándome mientras me ponía la blusa. –
– Péinate y píntate los labios anda, que pareces una puta –
La actitud de Gonzalo había cambiado, parecía celoso, pero no era momento de reprocharle nada, saqué mi espejito de mi bolso y pinté de nuevo mis labios, mientras con un cepillo peiné mi despeinada melena.
– Gonzalo me marcho, ya que no me quieres llevar…nos veremos por casa –
– Adiós, y tomate la pastilla, no quiero ninguna sorpresa – me dijo con desgana.
Con orgullo salí del coche, noté rápidamente el contraste de temperatura, vi desde fuera como los cristales estaban completamente empañados, terminé de peinarme fuera.
¿Qué pensaría mamá si viera a su princesa salir de un coche, recién follada y caminando por un barrio intransitado? Y ¿qué pensaría mi novio de saber que fui a la cena sin tanga y con semen de otro en mi interior?
Fueron las reflexiones que me hice después de esa inesperada tarde, una de las más morbosas de mi vida.