Mi hijo se enamora perdidamente de mi

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Soy una mujer casada, tengo 36 años y un hijo de 18 años, mi marido tiene 50 años, nos conocimos en la universidad, donde el era profesor y yo estudiante, tuvimos un romance y quede embarazada a los 19 años, nos casamos y seguí estudiando hasta finalizar los estudios de derecho.

Mi marido sigue de profesor en la universidad, yo tengo el despacho en casa, ya que trabajo como abogada libre asociada de un importante bufete y mi hijo estudia en el instituto.

Soy de constitución pequeña, mido 1,55 y peso 50 kilos, pero bien proporcionada y bien conservada, a base de gimnasio y comida sana, soy una mujer normar de 36 años, ni muy guapa, ni muy fea.

La relación con mi marido es buena, aunque después de 17 años juntos y con la diferencia de edad, nuestra vida sexual se había vuelto monótona y casi inexistente.

A mi hijo lo quiero con locura, ya que por razones profesionales, habíamos decidido no tener mas familia (Tengo implantado un DIU) y al ser hijo único, le damos todos los caprichos, nos volcamos totalmente con el, sobre todo yo, que soy muy cariñosa.

El también ha sido siempre muy cariñoso conmigo, nos abrazamos y nos besamos constantemente y por cualquier motivo, a mi me encanta «achucharle» y a el le encanta que lo haga.

Nuestra relación madre-hijo era totalmente natural y digo era, porque a partir de un determinado momento comencé a notar como que algo estaba cambiando en el comportamiento de mi hijo.

Todo empezó en la primavera en que mi hijo cumplió los 16 años, sin que apenas nos diéramos cuenta, comenzó a suceder…..

En los momentos de cariño, el siempre se había dejado achuchar, sin mas, pero de pronto, comenzó a participar….

Comenzó de forma suave, con besos y caricias adicionales a las que yo le propinaba, hasta que sin darnos cuentas, se fueron invirtiendo los papeles, pasando finalmente a ser yo la achuchada y el el achuchador.

Al principio, eran simples caricias con sus manos en mis espaldas, pero poco a poco, me fui dando cuenta que sus manos se movían por todas las partes de mi cuerpo a su alcance, entre ellas, naturalmente mi culo, puesto que mis abrazos normalmente eran de frente.

Mi hijo, con sus 18 años, mide 1,70 , con lo que me saca 15 cm. y pesa 70 Kg., 20 más que yo, asi es que, me manejaba como si fuera una muñeca.

Últimamente se había cogido la costumbre de levantarme del suelo, cuando nos abrazábamos, para lo cual no tenía mas remedio que agarrarme con fuerza por mis glúteos y en muchas ocasiones, cuando estoy con un vestido que tengo para estar cómoda en casa, este se me sube y sus manos se posan directamente sobre mis bragas.

Yo al principio, trate de no darle importancia, considerando que todo era normal, fruto de la efusión que poníamos en nuestros abrazos y cariños.

Y en realidad todo era tan normal que lo hacíamos cuando nos apetecía, estuviera o no su padre delante, porque el también lo consideraba normal, ya que era lo que habíamos hecho siempre.

Pero mi intuición de mujer me decía que algo había cambiado, asi es que comencé a poner una atención que antes no ponía y a detectar detalles que iban confirmado mi sospecha de que el comportamiento de mi hijo para conmigo estaba cambiando.

La alegría que sentía cuando yo le abrazaba, había pasado a ser otra cosa… y mi cuerpo había pasado a ser algo atractivo para el.

Poco a poco fui comprendiendo que con sus 18 años, en plena efervescencia hormonal, yo me estaba convirtiendo sin querer en el objeto sexual que más a mano tenia.

No sabia si el era consciente o simplemente lo hacia en automático, pero en cualquier caso, dado el enorme cariño que sentía por el, bajo ninguna circunstancia estaba dispuesta a poner en peligro nuestra maravillosa relación madre-hijo.

El hecho de abrazarme y levantarme delante de su padre, denotaba que el lo consideraba normal, asi es que yo en principio, decidí considerarlo también normal.

De todas formas yo ya había dejado de estar en automático, prestaba atención a todos los detalles y además estos cada vez se iban haciendo más evidentes.

Ya no era necesario que yo lo achuchase, porque ahora era el el que continuamente y cada vez que se le presentaba la ocasión, llegaba y me daba un abrazo de oso, de frente o por la espada y esta nueva modalidad, ponía mas en evidencia sus intenciones, puesto que sus manos se movían entre mi barriga y mis pechos, al principio de forma sutil y luego cada vez de forma mas descarada.

Yo simplemente me dejaba acariciar y participaba dándole besos como había echo siempre, pero esto también comenzó a cambiar.

Cuando me abordaba por detrás, me besaba en el cuello y en la mejilla, cada vez mas cerca de la boca y cuando lo hacia por delante, lo hacia en el cuello y en muchas ocasiones en la boca, de forma rápida, como sin querer….

Cada vez tenia mas claro que mi hijo se estaba dando el lote conmigo, con mi consentimiento tácito, puesto que le dejaba hacer y el al no recibir oposición por mi parte, seguía avanzando, con caricias cada vez mas explicitas y atrevidas.

El lo seguía haciendo todo de la forma mas inocente y espontánea, pero a mi había veces que ya me daba corte que me hiciera determinadas caricias delante de mi marido, que sin embargo parecía no darle ninguna importancia, puesto que para el todo era como siempre.

Por mi parte trataba de evitar dentro de lo posible iniciar ningún tipo de cariños con mi hijo, cuando estaba mi marido delante, pero no podía evitar que los iniciase el.

Decidí que si la cosa iba a mas, tendría que hablar con el, para marcarle unos limites a nuestras relaciones madre-hijo, mientras tanto consideré que delante de mi marido no daría importancia a nada de lo que hiciese, para evitar cualquier tipo de suspicacias.

Por la noche, cuando nos sentábamos a ver la tele, mi marido lo hacia en uno de los sillones del tresillo, mientras que mi hijo y yo lo hacíamos juntos en el sofá, con lo que al voltear el el sillón para quedar frente a la televisión, nosotros quedábamos prácticamente a su espalda.

Cuando nos ponemos a ver la televisión, después de cenar, lo hacemos normalmente todos con nuestra ropa de dormir.

Yo para dormir (recuerdo que estábamos en primavera), uso una calzona amplia muy corta y una camiseta de tirantes, naturalmente con braga, pero sin sujetador y además, casi siempre, me tapo las piernas con una pequeña mantita, para no quedarme fría, ya que por las noches refresca bastante en el lugar en que vivimos (Un chalet en un barrio residencial de alto nivel en las afueras de Madrid).

Digo todo esto, porque en este escenario es en el que mi hijo dio un nuevo paso, que disipó las pocas dudas que me quedaban sobre sus intenciones.

Siempre se había acomodado a mi lado y muchas veces metía también sus piernas debajo de mi mantita, así es que todo era normal, hasta que un día, con el salón totalmente a oscuras, con la única luz que emitía el televisor, metió una de sus manos por debajo de la manta y la posó sobre una de mis rodillas.

Yo ni me inmuté, seguí como si nada pasará, aunque sabía que algo iba a pasar…. Todos mirábamos hacia la televisión, el comenzó a mover su mano hacia arriba, lentamente, hasta que llegó al borde de mis calzonas, que al estar sentada se me habían subido totalmente, con lo que tenia su mano en la parte superior de mi muslo.

Yo empecé a ponerme nerviosa y miraba de reojo a mi marido, que se había quedado dormido en su sillón y hasta roncaba levemente. Esto me tranquilizó un poco, me relaje y seguí mirando al televisor, aunque mas pendiente de lo que pasaba entre mis piernas que de otra cosa.

Mi hijo, al llegar con su mano al límite posible, comenzó a meterla hacia la parte interna del muslo, sin ninguna dificultad, puesto que mis piernas estaban entreabiertas y no tenía ningún impedimento.

Situó su mano en mi ingle, justamente a la altura de mi sexo, con la única barrera de mis bragas, ya que las calzonas de patera corta y ancha, no suponían ningún obstáculo….

Comenzó a acariciarme en todos los sentidos, tanto el muslo, como la parte que tapaban las bragas, ambos seguíamos mirando hacia la televisión, aunque yo no la prestaba la menor atención, dada la situación.

Ya no había ninguna duda, todo era explicito, mi hijo simplemente me estaba metiendo mano, como si esto fuera lo mas normal del mundo…..

No podría definir lo que sentí, en aquel momento se mezclaban en mi mente el estupor por la situación y el cariño que sentía por mi hijo y aunque ya había pensado en mas de una ocasión que antes o después algo de esto podía suceder, en esos momentos no sabia como reaccionar, así es que opté por quedarme quieta y callada y dejarle hacer lo que quisiera, como era mi costumbre, puesto que nunca le negaba nada a mi hijo.

Mientras tanto mi hijo seguía a lo suyo, con su dedo meñique había comenzado a perfilar mis bragas y a tocar los bellos que sobresalían de ella, supuse que esto lo debía estar excitando y casi de forma automática, miré de reojo hacia …. Y efectivamente, se detectaba un bulto importante, que no dejaba lugar a dudas.

Yo por mi parte, comencé a sentir una ligera excitación también, tanto por el morbo de la situación en si, como por las caricias que me estaba proporcionando mi hijo…

No me lo podía creer, no solo estaba permitiendo que mi hijo me metiera mano, sino que incluso me estaba gustando…..

De pronto mi marido se despertó y dijo que se iba a acostar, mi hijo retiró inmediatamente su mano y yo dije que lo mejor es que nos fuéramos todos a acostar y así lo hicimos.

Mi marido se levantó y se fue directamente al servicio.

Como todas las noches, cuando nos íbamos a acostar, mi hijo y yo nos despedíamos con un beso y un «achuchon»

Nos levantamos los dos del sofá, como si no hubiera pasado nada, me agarró por la cintura con las dos manos, me miró fijamente a los ojos, sonriendo y sin decir palabra, dirigió sus labios a mi boca, despacio, suavemente y los mantuvo entreabiertos besándome, esperando mi reacción.

La pelota estaba en mi tejado, otras veces los besos en la boca habían sido rápidos y como sin querer, pero en esta ocasión sus labios entreabiertos seguían pegados a los míos y yo tenia que decidir si participaba en el beso o me mantenía pasiva.

Sin poder controlarme, debido a mi estado de excitación, entreabrí mis labios ligeramente y el inmediatamente aprovecho para introducir su lengua a través de ellos, suavemente, como con miedo, yo avance mi lengua hacia la suya hasta que ambas se juntaron, fue como un detonante….

Comenzamos a besarnos apasionadamente, el metió una de sus piernas entre las mías y agarro mi culo con sus dos manos, apretándolo hacia el y restregando su «bulto» descaradamente contra mi muslo, durante un tiempo que había dejado de contar para los dos, hasta que me apretó aún mas y pude sentir como su «bulto» latía en mi muslo, mientras nuestras bocas seguían unidas en un apasionado beso.

Sin duda, se había corrido……., se separó un poco, me miró fijamente de nuevo a los ojos, con la misma sonrisa inocente y sin decir palabra se fue directamente al servicio, dejándome sin aliento por el largo beso, jadeante y totalmente excitada.

Yo me dirigí a mi dormitorio, donde ya se había acostado mi marido y sin ningún tipo de prolegómenos, le comencé a meter mano de forma descarada, mi marido que estaba medio dormido, me dijo que si es que quería «guerra», le dije que si y me lance directamente al ataque, le saque el pene de los calzoncillos por un lateral, me monte encima de el, me introduje el pene de un solo golpe en mi lubricada vagina y comencé a fallármelo como una loca.

Supongo que mi marido no podía creérselo, puesto que nuestras esporádicas relaciones eran rutinarias, pero la situación lo excitó y comenzó a participar activamente, con lo que yo tuve de forma inmediata un primer orgasmo, reprimiéndome para no gritar de gusto….., seguimos follando hasta que el me dijo que se corría y de nuevo tuve otro orgasmo al sentir latir el pene de mi marido y su semen en mi interior.

Mi marido se quedó inmediatamente dormido y yo no me lo podía creer, había tenido dos orgasmos, cosa que no sucedía desde hacia muchos años, al principio de mis relaciones sexuales con mi marido.

Después de asearme en el baño, me acosté, mi marido se había dormido de nuevo, pero yo no era capaz de conciliar el sueño, todo daba vueltas en mi cabeza, mi hijo, mi marido, lo que habíamos disfrutado los tres….

Las caricias de mi hijo habían despertado en mi un erotismo que tenia casi olvidado y con ello había proporcionado a mi marido un placer inesperado…

No hacia mas que darle vueltas a todo, pensando como debería abordar la nueva situación que se había creado en nuestro hogar y sobre todo mi relación con mi hijo….

Finalmente, con la relajación, la cordura se impuso y decidí que tendría que habar con mi hijo, para marcar unos límites y unas reglas de juego en nuestras relaciones….

Mi hijo me había utilizado como objeto sexual de forma explicita y no solo no le había echo ningún reproche, sino que había participado activamente en su beso, hasta hacer que se corriera por primera vez con su madre, aunque supongo que mas de una vez se debía de haber masturbado a mi costa.

No podía seguir actuando como si no hubiera pasado nada. Si que había pasado algo y no lo podía ignorar, mi hijo iba a querer seguir avanzando, hasta donde yo le permitiera, así es que en algún momento tendría que decidir hasta donde estaba dispuesta a dejarle llegar, y también tenia que decidir sobre mi actitud.

Yo hasta ese momento no me había planteado mi papel en el juego que estábamos jugando mi hijo y yo, es decir hasta ese momento lo había vivido de forma pasiva, era mi hijo el que jugaba y yo simplemente de dejaba jugar, el estaba disfrutando con el juego, y yo, de forma indirecta también, como había podido comprobar esa misma noche, lo que tenia que decidir era si yo también quería participar en el juego de forma activa….

Estaba claro que nuestra relación madre-hijo había adquirido una nueva dimensión y los dos deberíamos adaptarnos a la nueva situación, así es que decidí hablar con el…

Finalmente me quedé dormida con mis elucubraciones.

A la mañana siguiente, aprovechando el momento en que su padre estaba en la ducha, comencé lo que pretendía fuera una conversación seria y formal madre-hijo.

No pretendía bronquearle, porque nunca lo había hecho y además, aunque el era el que lo había iniciado todo, tampoco podía considerarle el único culpable, ya que al final yo también participe y disfrute con el juego…

Le dije en tono de reproche, si le parecía bien lo que había sucedido la noche anterior.

Me contestó que me quería mucho, que estaba locamente enamorado de mi y que estaba muy contento de lo que había sucedido, puesto que había podido comprobar que yo también estaba loca por el.

Le respondí, que efectivamente, yo también le quería mucho, pero que el cariño e incluso el amor entre una madre y un hijo tenia ciertos limites que no debíamos sobrepasar.

No me dejó hablar mas, me atrajo hacia el y comenzó a besarme apasionadamente, yo me abandone a su beso y comencé a corresponderle con la misma pasión.

Oímos como mi marido finalizaba su ducha y seguimos aún unos minutos más, besándonos como dos enamorados.

Finalmente nos separamos, yo le dije que teníamos que seguir hablando y que mientras tanto, sobre todo, tuviera un poco de discreción cuando estuviera su padre delante.

El asintió, con una sonrisa cómplice y se fue hacia el dormitorio para vestirse.

Lo poco que habíamos hablado, no solo no había servido para establecer ningún tipo de límite a nuestras relaciones, sino que por primera vez, empezábamos a actuar con la complicidad de dos auténticos amantes.

Los achuchones con beso de lengua incluido, me los sigue dando cada vez que llega a casa, demorando un poco su saludo, hasta que su padre pasa a cambiarse al dormitorio, momento que aprovecha para pegarme un «repaso» de dos o tres minutos, dejándome sin aliento y sofocada.

Un día, los dos perdimos la noción del tiempo y cuando entro mi marido en la cocina, nos pillo en plena faena.

Ninguno de los dos nos habíamos dado cuenta, en ese momento mi hijo me estaba besando en el cuello y yo estaba con los ojos cerrado, por lo que el susto que me lleve cuando oí la voz de mi marido fue horroroso, casi me desmayo del susto.

Pero, mientras que nosotros sabíamos lo que estábamos haciendo, para mi marido el espectáculo no era otro que el de su hijo jugando con su madre como de costumbre, así es que lo único que dijo dirigiéndose al niño fue que tuviera cuidado que iba a romper a su madre con esos achuchones.

Mi hijo reaccionó muy bien, respondiendo que era el lobo feroz y que me iba a comer y siguió durante algunos, para mi eternos segundos, mordiéndome el cuello, delante de su padre, luego dándome un último beso en la mejilla y una palmada en el culo, se fue a su habitación a cambiarse.

Yo tenia que estar roja como un tomate, estaba excitada, asustada y me temblaban las piernas, como pude, me apoye en la encimera de la cocina y le dije a mi marido para tratar de quitarle importancia al tema, que teníamos el hijo mas cariñoso del mundo.

El me respondió que le encantaba que nos quisiéramos tanto y que le daba envidia que el, por ser hombre, no pudiera manifestarle su cariño con la efusión que lo hacíamos nosotros.

Además añadió, por si fuera poco, que el niño ya era todo un hombre y que era natural que le gustara abrazar y besar a una mujer tan maravillosa como yo, por lo que no debería extrañarme que cada vez lo hiciera con mas pasión, ya que era natural que así fuese y sobre todo en los hijos únicos, en los que el «complejo de Edipo» está mucho mas acentuado, al no tener competidores.

Yo que ya había conseguido serenarme un poco, al oír estas palabras de mi marido, aproveche para decirle que si esto era así, cual debería ser mi postura ante la creciente fogosidad de nuestro hijo.

El me respondió sin dudarlo un momento que de colaboración….., sin darle importancia, ya que de esta forma influiría muy positivamente en el desarrollo sexual de nuestro hijo, evitando desviaciones, que son muy frecuentes en hijos únicos, que no consiguen superar adecuadamente el ya mencionado «complejo de Edipo».

Esta explicación froidiana, de mi marido, me dejó perpleja, pero ya que estábamos en ello, aproveche para decirle que me alegraba mucho que pensara así, porque a mi me daba un poco de corte, cuando nuestro hijo me abrazaba y besaba tan efusivamente estando el delante.

El siguiendo con el razonamiento y la sinceridad con que estaba tratando el asunto, me dijo que por el no me preocupara, que la única repercusión que la fogosidad de nuestro hijo podía tener para el, era totalmente positiva, ya que, sin que yo me diera cuenta (Eso es lo que el pensaba), había conseguido despertar mi adormecida libido y esto estaba repercutiendo positivamente en nuestras relaciones sexuales.

Yo le dije que me encantaba que pensara así, puesto que yo sentía verdadera pasión por nuestro hijo y que no me gustaría hacer nada que tuviera ninguna repersuasión negativa en el desarrollo de su personalidad. Añadí que si además los efectos eran los que el había descrito, que me alegraba porque así podíamos ser felices los tres.

El para terminar tan interesante conversación, me abrazó y me dio un beso de amor y pasión, momento en el que apareció nuestro hijo que dijo socarronamente a su padre lo mismo que el le había dicho hacia unos minutos cuando nos encontró en la misma situación……, que tuviera cuidado que me iba a romper.

Los tres reímos la ocurrencia y nos sentamos a comer.

La conversación con mi marido me había despejado un montón de dudas y sobre todo habría un nuevo abanico de posibilidades y me daba mayor capacidad de maniobra con mi hijo, cosa que además el ignoraba, con lo que por primera vez podía jugar con alguna ventaja.

Además, entre líneas había creído entender, que mi marido prácticamente me animaba no solo a participar en el juego, sino incluso a sacar provecho muto del mismo, debido al morbo que esta situación nos podía producir y lo beneficioso que esto podía ser para nuestra anodina vida sexual.

Lo que tenia claro es que la conversación con mi marido había establecido un antes y un después en las relaciones de los tres integrantes de la familia y además yo podía tomar la iniciativa.

Lo que ya no tenia tan claro es hasta donde consideraría mi marido que debía ceder a la creciente fogosidad de nuestro hijo, pero esto lo iríamos determinando con el transcurrir del tiempo y los acontecimientos.

De pronto en nuestro entorno familiar, el sexo se había convertido en algo omnipresente, mi hijo pensando constantemente en como meterme mano, mi marido aprovechándose indirectamente de la situación y yo viviendo una aventura increíble, entre ambos.

En este contexto se desarrollaba nuestra vida cotidiana.

Los «repasos» de mi hijo cada vez eran mas intensos y atrevidos, últimamente, cuando me abordaba de frente, mientras me comía la boca y el cuello, levantaba mi vestido por la parte de atrás e introducía una de sus manos por la parte de arriba de mis bragas, sobándome descaradamente el culo, hasta donde llegaba.

Cuando nos sentábamos por la noche a ver la tele, yo había adoptado una postura diferente, que era sentarme estirada en el sofá, poniendo mis piernas encima de los muslos de mi hijo, con lo que mi entrepierna quedaba perfectamente a la altura de su mano y además en esta posición elevando una o las dos, el acceso a mis partes intimas era mucho mejor.

Cada vez que mi marido se dormía, que era bastante a menudo, mi hijo aprovechaba para meterme mano.

Una de esas ocasiones, comenzó como siempre a acariciarme la entrepierna, hasta llegar a mis bragas, yo elevé una de mis piernas y la dejé caer hacia un lado, con lo que le facilitaba al máximo su maniobra.

La otra pierna la desplacé hasta situarla justo encima del bulto que ya tenia mi hijo en su pijama, me encantaba sentir el bulto de su excitado pene, a través de la fina tela del pijama, atrapado dentro de su slip.

El mientras tanto estaba acariciando como siempre los bellos que sobresalían de mis bragas, pero ahora en la posición en que estábamos, lo hacia con su dedo pulgar y con este dedo recorrió el borde de mis bragas hacia arriba, hasta encontrar un sitio en que las bragas estaban mas flojas y lo introdujo por dentro.

Lo primero que tocó fueron los pelos de mi pubis, puesto que el dedo lo había introducido a esa altura, noté en mi pierna apoyada en sus muslos, como su bulto daba una especie de salto.

Comenzó a deslizar su dedo pulgar hacia abajo, forzando la tela suave y elástica de mis bragas, que además, por estar bastante usadas, eran muy flojas, con lo que con bastante facilidad llego con su dedo al inicio de mi vagina.

Al tocar mi clítoris, a mi me dio también como un espasmo, debido a la tensión acumulada y sin querer un ligero gemido salio de mi garganta.

El siguió deslizando el dedo hacia abajo, abriéndome los labios mayores y llegando a los menores y a la entrada de la vagina, que en esos momentos estaba totalmente lubricada.

Solo tuvo que presionar ligeramente y su dedo se comenzó a introducir dentro de mi, en esos momentos su pene comenzó como a latir bajo mi pierna y yo comencé a correrme como una loca, los dos nos estábamos corriendo a la vez.

Aunque hacia verdaderos esfuerzos para no gritar, no podía impedir que algunos gemidos se escaparan de mi garganta, mientras me retorcía y estiraba mi cuerpo en uno de los orgasmos más maravillosos que recuerdo.

Mi hijo había introducido su dedo hasta donde podía y lo movía en todas direcciones en lo que en aquellos momentos era mi coño chorreante, empapándose de los abundantes fluidos de mi maravillosa corrida.

Sacó su mano empapada y la dirigió hacia su nariz primero y hacia su boca después, chupándose el dedo pulgar, mientras me miraba directamente a los ojos, con un gesto de satisfacción y complicidad.

Yo, sin decir una palabra, le dirigí un beso con mis labios y los ojos entornados, en lo que quería que fuese un gesto de aprobación y también de complicidad.

Era la segunda vez que mi hijo se corría conmigo, y la primera que yo lo hacia con el.

Me había tocado directamente el coño, con lo que habíamos mantenido lo que se podía considerar como nuestra primera relación sexual con mi consentimiento explicito.

Después de esta para ambos agradable experiencia, por mi parte, tenia claro que iba a utilizar a mi hijo para obtener todo el placer que la monótona y casi inexistente relación sexual con mi marido me negaba y que mientras que para el con 50 años, podía no ser un problema, para mi con 36 y una vez despertada mi adormecida sexualidad, lo era.

Así es que aunque decidí seguir dejándole de momento a mi hijo la iniciativa, también decidí darle todas las facilidades para que ambos sacáramos el máximo partido de nuestros juegos.

Por las noches, cuando nos sentábamos a ver la televisión, yo comencé a hacerlo sin bragas, con lo que dejaba totalmente expedito el camino a mi hijo, que lo disfrutaba cada vez que su padre se dormía, proporcionándonos ambos unas corridas maravillosas, ya que en esta situación, el me metía los dedos que quería y yo gozaba como una loca.

Esta situación comenzó a darme miedo, puesto que hacíamos mucho ruido con nuestros jadeos y gemidos y cualquier día íbamos a despertar a mi marido.

Teníamos que tener mas cuidado, sobre todo yo que era la mas escandalosa, ya que al llevar tanto tiempo reprimiendo mis instintos, ahora, al liberarlos, mi cuerpo reaccionaba con unos orgasmos muy ruidosos, que sin duda a mi hijo le encantaban, ya que cuando empezaban mis jadeos y gemidos, era cuando el se corría siempre.

Las conversaciones con mi hijo, iban siempre en el mismo sentido, que teníamos que tener mucho cuidado, para que su padre no nos descubriera.

Por fin un dia, mi hijo me dijo, así sin más, que quería follar conmigo, que lo deseaba como nada en el mundo, que se moría de ganas, pero que no veía la oportunidad, puesto que siempre estábamos los tres juntos.

Yo, que dicho sea de paso, a estas alturas también me moría de ganas, le conteste que eso era muy peligroso, que teníamos que tener mucho cuidado, pero que también me moría de ganas de hacer el amor con el.

Pasaron los meses de primavera y llegó el verano, en nuestro chalet tenemos una pequeña piscina en el patio-jardín, por lo que durante la estación calurosa, en casa, casi siempre estamos todos en bañador.

Yo concretamente en bikini y cubierta a veces con algún vestido playero, de esos que llevan botones de arriba a bajo, casi siempre sin abrochar, solo por cubrirme un poco.

En esta época, los besos y los abrazos con mi hijo, eran sumamente placenteros, puesto que nuestros cuerpos estaban prácticamente desnudos.

En muchas ocasiones, me quedo en toples, momento que el aprovecha para abrazarme, siempre, aunque esté su padre delante, con lo que mis pezones se me ponen duros y se clavan en su pecho, cosa que nos encanta a los dos.

Otras veces, en cuanto ve que su padre se mete en casa o bien el esta fuera y nosotros dentro, mete una de sus manos en mi diminuta braguita, sobando mi coño, llegando en algunas ocasiones a corrernos el uno el otro y a veces los dos.

Por las noches en verano, duermo solo con las bragas, tirada encima de la cama y únicamente me tapo con la sabana de madrugada, cuando refresca.

Mi marido y yo dormimos en una cama enorme, de 2×2, con lo que cada uno duerme en su parte y prácticamente ni nos tocamos a no ser que lo hagamos a propósito.

Mi marido duerme siempre boca abajo, mirando hacia la parte contraria a la que yo estoy y ronca, aunque no muy fuerte, pero si lo suficiente para saber cuando está profundamente dormido.

Yo en cambio duermo de lado, mirando hacia su lado y de espaldas a la puerta del dormitorio, que además siempre dejamos abierta.

Una noche, estando ambos en la situación descrita, siento que alguien me está tocando, me despierto, pero no me muevo, sigo como si estuviera dormida.

Comprendo que es mi hijo, que ha decidido dar un nuevo paso en nuestra morbosa relación y rápidamente me hago cargo de la situación, mi marido esta en su posición normal, profundamente dormido como puedo deducir por sus ronquidos, así es que me relajo y me dispongo a seguirle el juego a mi hijo.

El después de acariciar durante un rato mis pechos, yo creo que hasta que consideró que me había despertado, pasó a mi trasero, que se encontraba casi al borde de la cama, ya que estaba como en posición fetal.

Comenzó acariciándome por fuera de las bragas marcando con sus dedos mi coño, que en esa posición, estaba totalmente accesible, si bien, cubierto por las bragas.

Yo por si acaso y comprendiendo su propósito, me muevo un poco, poniendo aún mas en pompa mi trasero y arrimándolo totalmente al borde de la cama.

El comprendió que estaba colaborando por lo que sin mas preámbulos, intentó hacer a un lado mis bragas, pero en esa posición, no consiguia su objetivo, así que opto por bajármelas, yo le facilité la tarea, levantando un poco la cadera y cuando el las bajó por la parte de atrás, yo me las baje por delante, con lo cual, rápidamente quedaron a la altura de mis muslos y mi coño totalmente a su disposición.

Mi hijo no perdió ni un segundo, con su dedo pulgar recorrio todo mi coño, frotando mi clítoris y metiendomelo hasta dentro, varias veces, en mi lubricada vagina, luego sentí como mientras que con sus dos manos separaba mis muslos, situaba su polla en la entrada de mi vagina y apretando suavemente fue introduciéndomela, hasta que sentí su cuerpo junto al mió y todo su pene dentro de mi.

Yo había comenzado a jadear y mis caderas a moverse, facilitando al máximo la penetración. El se había quedado quieto, su pene comenzó a palpitar dentro de mí y sentí como un chorro de semen inundaba mi interior, se estaba corriendo nada mas metérmela.

Yo comencé a tener un orgasmo, con lo que movía mi culo apretándole contra el, mientras gemía sin control, el me tapó la boca con una de sus manos, para amortiguar mis gemidos y los dos nos convulsionamos en un orgasmo increíblemente maravilloso.

De pronto todo terminó, nos quedamos quietos los dos durante algún minuto, yo esperaba que sacará su pene y se marchara a su cama, pero el seguía allí pegado y entonces me percaté que su pene seguía duro, dentro de mi chorreante coño.

Entonces, comenzó a moverse, en un lento mete y saca, que hacia que se produjera un suave ruido, como de chapoteo, dado que mi coño debía estar totalmente lleno de semen.

Ahora me estaba follando de verdad, con suavidad, metiendo en cada embestida su polla hasta el fondo de mi vagina, lo que me estaba comenzando a producir un gusto maravilloso.

Mi cuerpo comenzó a participar y a moverse rítmicamente haciendo que las penetraciones fueran cada vez mas profundas, era como si le estuviera comiendo la polla con mi coño, ya que en cada penetración, mi vagina se contraía y producía un efecto succión, como si se la estuviera chupando con el coño.

Ahora los dos lo estábamos disfrutando, nuestros cuerpos iban avanzando, sin prisas hacia un nuevo orgasmo.

No se cuanto tiempo estuvimos así, pero fueron varios minutos, 10 o 15 minutos y de pronto, el comenzó a acelerar sus embestidas y yo que comprendí que se iba a correr, comencé a moverme también mas aceleradamente, hasta que de nuevo nos corrimos los dos a la vez.

Yo sentí como por segunda vez su semen inundaba mi vagina y explote en un nuevo orgasmo increíble, el por su parte había perdido totalmente el control y gemía tanto o mas que yo, montando entre los dos un escándalo que despertó a mi marido.

Los dos nos dimos cuenta que mi marido se movía y reaccionamos al unísono, el se tiró al suelo y yo como pude me subí las bragas y me quedé quieta bocabajo.

Mi marido, medio adormilado pregunto que si me pasaba algo y yo haciéndome también la adormilada le respondí que había tenido una pesadilla y que me había despertado dando voces.

El se dio de nuevo la vuelta y siguió durmiendo, mientras que a mi me temblaban las piernas y mi cuerpo, preso de los estertores de mi orgasmo por una parte y del susto por otra, prácticamente se colapsó y sufrí una especie de desmayo.

Cuando volví en si, no se al cabo de cuanto tiempo, tardé unos segundos en adquirir conciencia de lo que había pasado, mire instintivamente al suelo y lógicamente mi hijo ya no estaba allí. Mi marido dormía de nuevo profundamente.

Una vez situada y comprobado que todo estaba normal, pase a preocuparme de mi cuerpo, tenía las bragas arrugadas, tapándome simplemente el coño y notaba como el semen de las dos corridas de mi hijo resbalaba de mi vagina, empapándolas totalmente.

Me las coloque un poco y sentí como me mojaba toda la entrepierna, no sabia que hacer, si levantarme a asearme un poco o dejarlo como estaba. Finalmente opté por levantarme, limpiarme bien con papel higiénico y cambiarme de bragas.

Pude escuchar los ronquidos tenues de mi hijo que dormía tan profundamente como su padre, mientras yo me recomponía.

De nuevo en la cama, comencé a pensar sobre todo lo ocurrido. Mi hijo por fin me había follado y se había corrido dos veces dentro de mi…., como ya he dicho anteriormente tengo puesto un DIU, así es que esto no me inquietó lo mas mínimo.

Lo que tanto deseábamos los dos se había producido, y además de una manera para mi sorprendente, no dejaba de asombrarme la osadía de mi hijo.

Realmente lo único que me preocupaba era que mi marido había estado a punto de cogernos en plena faena y lo que hubiera pasado si nos llega a pillar…..

Por otra parte, recordaba los dos orgasmos que había tenido y las satisfacciones que ambos tenemos con nuestros juegos, tratando con ello de justificar los riesgos que estábamos corriendo.

Así seguí divagando y dándole vueltas hasta que finalmente me quede dormida.

Al día siguiente, que era domingo y por lo tanto estábamos los tres en casa, mi hijo estaba especialmente cariñoso conmigo, literalmente se me comía.

Pasamos el día en la piscina y por lo tanto yo opte por estar todo el día en toples, aduciendo que estaba mas cómoda, cosa que a mi marido le perecía perfecto, ya que siempre ha sido muy liberal y además solo me veían el y nuestro hijo.

Mi hijo aprovechaba cualquier momento para darme un repaso, tanto dentro como fuera del agua, me abrazaba y sobaba las tetas con total descaro, delante de su padre, el cual no prestaba ninguna atención, porque estaba leyendo.

Así y todo mi hijo de vez en cuando soltaba alguna gracia de las suya diciendo que tenia unas tetas muy bonitas y que me las iba a comer como cuando era un bebe y se lanzaba a por mi, con la complicidad complaciente de su padre que sonreía ante la ocurrencia de su hijo.

Yo cuando podía lo evitaba lanzándome al agua de la piscina y el lo hacia detrás de mi, comenzando a «luchar» y a alborotar dentro del agua, donde mi hijo se aprovechaba al máximo.

Cuando estábamos fuera del agua, mi mayor preocupación era evitar que mi marido se diera cuenta de la constante erección de nuestro hijo, ya que los continuos sobos que nos pegamos lo tenían continuamente empalmado y lógicamente con el bañador se le notaba mucho.

Por la tarde, después de comer, mi marido se echo la siesta yo me tumbe en toples sobre una toalla en el césped de la piscina, a la sobra y también me quedé dormida bocarriba.

Es esta posición estaba, cuando siento como mi hijo se me hecha encima, apoyando sus brazos en la toalla, para no aplastarme y comienza a comerme las tetas y a besarme en la boca apasionadamente, yo me dejaba y colaboraba en los besos, puesto que me encantaba y además era la primera vez que sentía el cuerpo de mi hijo encima de mi.

Había metido una de sus piernas entre las mías y en el muslo de la otra podía sentir la dureza de su polla, que debía tenerla a punto de explotar.

Con mucho cuidado comencé a abrir mis piernas, invitándole a que se metiera entre ellas completamente, cosa que hizo de inmediato, entonces sentí su bulto sobre la ingle.

El en un momento, realizó una maniobra tan perfecta que parecía que la tenia ensayada, apoyándose en su brazo derecho, con el izquierdo sacó su polla por la patera del bañador, a continuación con la misma mano separó mi pequeño tanga hacia un lado y situó su polla a la entrada de mi vagina.

Comenzó a presionar y yo comencé a sentir como se iba introduciendo dentro de mi, en unos segundo me la había metido hasta dentro y comenzó a follarme despacito, como si no tuviera prisa.

Yo le dije que su padre nos podía sorprender y el me dijo que no me preocupara y que siguiera disfrutando y eso hice, comencé a moverme a su ritmo, hasta que ambos explotamos en un orgasmo al unísono.

Sentí de nuevo como disparaba su semen dentro de mi vagina y supongo que el debía sentir como mi coño prácticamente le comía la polla con las fuertes contracciones producto de mi orgasmo.

Ambos gemíamos y literalmente gritábamos de placer, sin importarnos no solo que se despertara su padre, sino de que se enterara toda la vecindad.

Finalmente se desplomó sobre mí y sentí como me aplastaba con el peso de su cuerpo, dejándome prácticamente sin aliento, luego comenzó a besarme con ternura y yo le correspondí de igual modo.

Había sido maravilloso, era la primera vez que follabamos de una manera mas o menos normal y nos quedamos allí tirados, el con su pene asomándole flácido por la patera de su bañador y yo con mi bikini hacia un lado y con el semen escurriéndome por la pierna.

Después nos fuimos al baño a asearnos y nos sentamos a tomarnos un refresco, como si no hubiera pasado nada.

Aprovechamos para hablar sobre el presente y sobre todo el futuro de nuestra relación…

Yo le comenté que disfrutaba mucho de nuestra relación, porque últimamente con su padre prácticamente no teníamos sexo, debido a que por su edad, el ya no sentía mucha necesidad y yo por mi parte me había acomodado a la situación, pero que con mis 36 años, el había despertado de nuevo la hembra que toda mujer lleva dentro.

El me dijo que yo era la única mujer en su vida y que quería que lo siguiera siendo, que era maravillosa y que lo que más desearía en este mundo era poder follar conmigo todos los dias…

Yo, también ya sin eufemismos, le dije que a mi también me apeteceria poder follar con el todos los dias, pero que eso no era posible ya que por otra parte, yo seguía amando a su padre y no quería hacerle daño.

Me contestó que el también quería mucho a su padre y que tampoco quería hacerle ningún daño, pero que me tenia desaprovechada como mujer y que el lo unico que queria era darme todo lo que yo como mujer necesitaba

y el no me daba.

En este punto creí que habia llegado el momento de comentarle a mi hijo la conversación que tuve con su padre, sobre el dichoso complejo de Edipo y asi lo hice…

Mi hijo me escuchó atentamente y me dijo que su padre nos queria mucho a los dos y que, de no ser que nos pillara infragantis, el no iba a hacer nada que creara una situación violenta entre nosotros…

Yo le contesté que eso es lo mismo que yo habia pensado y que por tanto lo que teniamos que hacer, una vez que los dos teníamos claro lo que queriamos era dejar de improvisar y ponernos de acuerdo para evitar poner a su padre en ninguna situación violenta..

Mi hijo estuvo de acuerdo y a partir de ese dia todo cambió entre nosotros. Dejamos de actuar al «salto de mata» y empezamos a actuar de forma más prudente…

Mi hijo y yo comenzamos a planificar nuestros encuentros aprovechando al maximo todas las oportunidades que se nos presentaban y provocando otras…

Como yo trabajaba en casa, solo teniamos que buscar momentos en los que mi marido no estuviera y sorprendentemente, resultó que habia muchas mas ocasiones que las que pensabamos, porque aunque ellos iban juntos a la universidad en realidad sus horarios no eran coincidentes y por otra parte, mi marido tenia otras actividades ajenas a la universidad que también le mantenian muchas horas fuera de casa…

Asi es que, una vez analizadas todas las horas que mi marido tenia ocupadas fuera de casa, solo tuvimos que casarlas con las que mi hijo y yo podiamos aprovechar y el resultado fue que prácticamente podiamos cumplir, sin ningun problema lo que tanto mi hijo como yo queríamos… follar todos los dias…

Y eso haciamos y algunos dias mas de una vez…

Yo con mi sexualidad activada, de vez en cuando «obligaba» a mi marido a follarme tambien, cosa que el hacia encantado…

Creo que en algun momento mi marido fue consciente de la relacion que manteniamos su hijo y yo, pero nunca nos hizo la menor insinuacion al respecto…

Como persona culta y avanzada que era, optó por el vive y deja vivir y así todos vivimos felices…

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Karen

Karen

muyn exitante yo algo parecido con mi hijo,aun no llegamos a follar completamente.me darias algun consejo__