Mi marido es cornudo con felicidad: hacemos un trío

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Después de nuestra aventura en el club swinger, mi marido me insistió en buscar a un cómplice para nuestras travesuras, y sugirió a su amigo Daniel.

No era precisamente mi tipo pero al menos no me era indiferente.

Solo un detalle no terminaba de gustarme

– Amor, insisto en que Daniel use preservativo – dije con seriedad

– Pero no hace falta, te estás tomando las pastillas anticonceptivas

– Pero pueden llegar a fallar, ¿y si Daniel me deja preñada? a ver, ¿te va a gustar que quede embarazada de tu amigo?

– Es que me calienta mucho pensar que te los echen adentro. Bueno, que use el preservativo pero alguna ocasión déjalo que termine adentro ¿si?

Y fue así como comenzamos una nueva etapa en nuestra vida sexual, una etapa que resultó ser muy emocionante.

Mi marido habló con su amigo y le explicó las reglas del juego:

1. Todos los encuentros siempre en presencia de mi marido

2. Todos los encuentros con preservativo, salvo previo aviso

3. Todos los encuentros en nuestra casa o donde mi marido y yo decidiéramos

4. No sexo anal

5. No dramas ni celos

6. Solamente nosotros tres, y ni una sola persona más, sin excepciones

7. Cuando alguno de los tres así lo decidiera, el juego se acaba, sin preguntas ni reclamos

A pesar de que quedamos todos de acuerdo, pasaron al menos tres semanas para que sucediera el primer encuentro.

Eran aproximadamente las diez de la noche y estábamos mi marido y yo en casa ya en pijama.

De repente y sin previo aviso Daniel nos tocó a la puerta. Venía de la oficina y sonriendo nos dijo:

– Buenas noches, ¿interrumpo?

– No, en absoluto amigo, pasa, pasa – dijo mi marido sorprendido porque no lo esperábamos

Pasamos al living donde charlamos brevemente y luego nos pusimos a ver Netflix.

– ¿puedo sentarme yo con Camila? – preguntó Daniel, con un poco de nerviosismo

Mi marido me miró dejándome a mi la decisión y contesté: ¡claro! ¿por qué no?

Mi marido se fue al sillón y Daniel y yo nos fuimos al love seat, donde casi de inmediato Daniel pasó su brazo por mi hombro para establecer contacto físico. Sentí que su mano temblaba un poco, quizá por la emoción de lo que ya todos intuíamos que estaba a punto de suceder.

Luego de unos instantes, le dije a Daniel que quería ponerme un poco más cómoda y me recosté sobre su regazo.

Tuve que encoger las piernas para caber en el love seat y entonces mi pijama a pesar de ser holgada dejó ver las pronunciadas curvas en mis caderas, trasero y piernas. Pude percatarme de que Daniel me miraba de reojo.

Pasaron algunos minutos en los que los tres seguíamos actuando normalito, y entonces supe que si algo iba a ocurrir esa noche, tendría que tomar yo la iniciativa.

Así que sin más, comencé a sobar la entrepierna de Daniel, quien se relajó y se dejó hacer, correspondiendo con sus manos en mi trasero.

Mi marido nos miró cómo nos acariciábamos y sonrió satisfecho.

Entonces me aventuré un poco más, y abrí la bragueta de Daniel para dejar salir su ya erecto pene, el cual acerqué a mi boca para engullirlo de un bocado tan adentro como lo pude tolerar. Los ruidos de la mamada que le estaba dando a Daniel estimularon a mi marido a sacar su pene y masturbarse suavemente.

– Nunca imaginé algo así – Pensé al seguir mamando el pito de Daniel mientras los tres veíamos Netflix.

– ¿Quieres ir a la cama? – Pregunté a Daniel

– ¡por favor! – contestó ya muy excitado

Me levanté y le dije a mi marido:

– Ahorita venimos amor, vamos un momentito arriba

– está bien, en un momento los alcanzo – contestó con sonrisa de complicidad

Apenas alcancé a escuchar lo que Daniel le preguntó a mi marido en voz baja:

– Entonces, ¿me puedo desflemar adentro de ella?

– Si, ella ya sabe, ¡buen provecho! – contestó mi esposo

Subimos las escaleras y entramos directamente a la alcoba. Nos quitamos la ropa y nos metimos abajo de las cobijas.

Daniel estaba ya muy ansioso por cogerme, pero yo quería mi juego previo y se lo hice saber.

Nos acariciamos mutuamente con mucha pasión, y él introdujo sus dedos a mi vagina mientras yo masturbaba lentamente su pene apretándolo fuertemente con mi mano. Nos besábamos y frotábamos uno en el otro. Rodábamos abrazados en la cama de un lado para el otro.

Luego hicimos un sesenta y nueve yo arriba de él. Daniel estrujaba mis nalgas metiendo su lengua en medio de mis labios vaginales mientras yo llevaba su pene hasta mi garganta. Mis grandes senos estaban embarrados en su vientre.

Luego se detuvo y me exigió:

– Ya déjate coger Camila, estoy bien caliente

Entonces me recosté y abrí mis piernas para recibirlo en posición de misionero.

Daniel se incorporó de inmediato, se puso en medio de mis piernas, nos cubrió hasta arriba con las cobijas y finalmente se hundió de una sola estocada en mi empapada vagina.

A pesar de estar tan mojada, y a pesar de que su pene no era tan grande, me dolió cuando entró. Solté un – ¡ay! y le clavé las uñas en los hombros, lo cual lejos de disuadirlo pareció excitarlo aún más.

Luego comenzó a cogerme fuertísimo, de una manera violenta, casi como si quisiera lastimarme en vez de hacerme gozar.

Tomaba impulso levantando su cadera para después arremeter con todas las fuerzas de las que era capáz, mordiendo mis senos y apretujando mis nalgas.

Yo no sentía dolor, de hecho me estaba gustando, literalmente estaba siendo dominada, poseída, ni siquiera podía moverme para empatar el ritmo de sus embestidas. Solo me dejé tomar sumisamente mientras respiraba entrecortadamente por la rudeza de la cogida que me estaban dando.

Su pene no era lo suficientemente grande para hacerme gemir, pero me gustaba cómo me piqueteaba el hueco, y de vez en cuando dejaba escapar algún suspiro de placer.

El ruido de la cama pegando contra la pared, de los gruñidos de Daniel, y de mi agitada respiración fueron los que hicieron que mi esposo se apresurara y entrara a la habitación.

Pensé que iba a querer interactuar en un trío, pero se quedó en el umbral de la puerta masturbándose mientras veía a su amigo Daniel hundiéndose furiosamente en mi.

El problema es que mi marido solo nos veía revolcándonos debajo de las cobijas, así que se acercó y nos destapó para poder ver el espectáculo completo. Y lo hizo justo a tiempo, porque un poco después Daniel no aguantó más y terminó adentro de mí en un ruidoso orgasmo.

Fue entonces que entendí por qué Daniel había dejado pasar tres semanas para venir. El muy cabrón había estado acumulando semen el cual descargó en mis entrañas con su pene totalmente encajado en mi vagina.

Al terminar su orgasmo salió de mí e inmediatamente una buena cantidad de su semen escurrió empapando la sábana.

Mi marido estaba extasiado y entonces se subió a la cama y me penetró sin importarle que estuviera totalmente impregnada de los jugos de su amigo.

Comenzó a cogerme deliciosamente mientras me preguntaba:

– ¿te gustó princesa? ¿te gusta tener dos pitos para tí?

– si mi amor, me encanta que me cojan dos pitos – contesté verdaderamente excitada

El pene de mi marido es delicioso y yo deliraba sitiendo como entraba y salía de mi con la fuerza y velocidad perfectas para volverme loca.

Yo me sentía mojadísima y ya no supe si era mi humedad o todo ese mar de semen que Daniel eyaculó dentro de mí.

Eventualmente mi marido llegó a su límite y también terminó adentro de mí. Procurando que hasta el último chorro de su semen quedara dentro de mi vagina.

Los tres estábamos en la amplia cama tirados tratando de recuperar nuestros alientos.

Entonces Daniel que ya había tenido oportunidad de recuperarse me puso en cuatro y se dispuso a poseerme otra vez en posición de perrito.

De inmediato mi marido se acomodó para que yo le hiciera un oral, y entonces pensé:

– ¡que maravilla!, ahora lo haremos justo como lo hemos ensayado con el dildo

Daniel no perdió su estilo y me daba unas embestidas inmisericordes haciendo que el impacto con mi carnoso trasero sonara escandaloso, lo cual prendió a mi marido y le ocasionó una nueva erección.

Yo estaba increíblemente excitada, era la primera vez que me estaba comiendo dos pitos al mismo tiempo, reales y adentro de mí, uno por la boca y el otro por mi vaginita.

Daniel me nalgueaba fuerte y me piqueteaba con su pene que sentí más grueso que la primera vez que me penetró, ignoro si fue mi imaginación o era por la posición en la que estábamos, pero de verdad lo sentía más ancho.

– Este culote es para cogérselo bien, y no a medias – dijo Daniel con morbo

– cógeme Dany, párteme por la mitad – decía yo

– ¿quieres verga putita? pídeme verga y te la doy

– AH, AH, AAAAHHH, DAME VERGA, QUIERO VERGA

– Que rica te ves así de nalgas y recibiendo verga mi amor – dijo mi marido

Yo ya no dije nada porque volví a meterme el pito de mi marido a la boca para darle la mamada más lasciva de la que alguien fuera capaz.

Luego a mi marido se le ocurrió la idea más genial que a alguien se le hubiera podido ocurrir, y se puso detrás de mí junto a Daniel, para luego tomar turnos para cogerme.

Cinco piquetes Daniel, y luego cinco piquetes mi marido.

Se alternaban y yo podía sentir perfectamente la diferencia en grosor y longitud de sus penes, dándome a saber quién tomaba el turno para hacerme su puta.

Luego Daniel me hundió su verga hasta el fondo y de nuevo se vació dentro de mí, dejando en mi estrecho canal una inesperada abundancia de semen.

Luego mi marido hizo lo propio y así en la misma posición, con el culo empinado me hundió su pito enamorado y también se vino dejando su semen en la vagina que por todas las leyes era de su propiedad.

Nunca en la vida hubiera podido imaginar tener tanto semen adentro de mí.

Y así con cuatro deslechadas en mi interior tuve que pasar la noche.

Estábamos ya cansados y decidimos dormir.

Daniel durmió conmigo en la cama y mi marido fue al cuarto de huéspedes. Yo sé que él hubiera querido que la acción siguiera durante la noche pero no, solo dormimos.

En la mañana, me despertó la sensación de mis senos siendo succionados.

Abrí los ojos adormilada y vi a un Daniel excitado que ya comenzaba a acomodarse para tomarme en posición de misionero.

Yo abrí las piernas para facilitar la faena y entonces sentí mis muslos pegostiosos por todo el semen que durante la noche salió y se secó en mi piel.

Tuvimos un mañanero delicioso en el que me penetró enfebrecido por el deseo, gozando con mis formas, besándome y enredando sus dedos en mi largo cabello.

Se vino adentro de mí descargando semen de manera generosa, y yo pensé: ¿de donde demonios saca tanto?

Luego de terminar se levantó y me dejó ahí en la cama, inmóvil con la mirada clavada en el techo.

Fue entonces cuando entró mi marido a reclamar lo que era suyo y me montó también en posición de misionero, penetrándome gentilmente mientras me decía: ¿cómo amaneció mi princesa?

Lo abracé con brazos y piernas y nos mecimos en la cama con un ritmo delicioso, las lágrimas se me salían del placer y apenas podía respirar por tanta excitación.

Luego mi esposo también se derramó dentro de mí regalándome un delicioso, intenso y profundo orgasmo que pareció durar una eternidad. Cerré los ojos y cada espasmo me hacía ver lucecitas.

Luego de eso mi marido me indicó que ya me había preparado todo para que me diera una ducha.

Pero no…. yo quería seguir disfrutando la sensación de estar sudorosa y desaliñada. Sudor mío y de ellos en mi cuerpo. Sentir mis entrepiernas pegajosas por tanto semen seco. Sentir el viscoso líquido escurrir desde mi interior.

Y una novedosa pero erótica sensación de vacío en mi irritada vagina. Una sensación de que algo hacía falta adentro de ella, como si algo grande hubiera estado alojado adentro y hubiera dejado mi carne dilatada.

Con esta marea de sensaciones bajé como pude a hacerles el desayuno.