Mi nuevo amigo me hace una propuesta que me costó mucho aceptar

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– Parece que te gustaría que te follasen, eso se puede remediar.

Así me dijo cuando salimos del spa, después de una caliente sesión en las duchas.

– No, nunca he estado con un tío, pero me ha excitado lo que hemos hecho.

– ¿Pero te gusta exhibirte, dejar que te toquen?

– Sí, creo que sí

– Mañana espérame aquí en el hall, te llevaré a una sauna gay, seguro que te va a gustar.

Miré en internet qué era una sauna gay, y me pareció algo bastante sucio, pero también bastante excitante: estar desnudo delante de tantos tíos mirándote, incluso deseándote. Daba igual, yo había acabado ya mi tarea en esa ciudad, y no pensaba quedarme, ni siquiera por las ganas que tenía de mostrarme y de ser manoseado por un montón de gente, a pesar de que solo con pensarlo terminé empalmado como hacía tiempo.

Pudo mas la excitación que me mantuvo despierto toda la noche y la curiosidad por ver un lugar de esos, y la sensación de que no quería perderme esa experiencia remató mi intención de regresar a casa ese dia.

Nos encontramos en la cafetería, a la hora del desayuno, y sonrió cuando se percató de que no iba a irme ese día al fin, con lo que estaba claro que aceptaba su invitación y así lo asumió sin siquiera preguntar mis intenciones.

– No hace falta que lleves nada, ni dinero, por ser tu iniciación te invito yo.

– Ni toalla, ni bañador…

– Nada, allí no te hará falta bañador, disfrutaras estando en bolas delante de tantos tios, que es lo que te gusta, no?

Un ramalazo de calor, rubor o calentura me inundó desde la polla hasta el rostro, que debió teñirse de rojo con toda seguridad, a pesar de que él no hiciese ningún comentario. Estaba claro que me tenía bien calado.

No fue tan traumática como me imaginaba mi entrada en el local. Nos desnudamos en la típica hilera de taquillas, cada uno a lo suyo, una pulserita aseguraba la llave a la muñeca y con el toallón en la cintura nos adentramos en el cálido espacio de las duchas.

Todos los que se veían allí estaban desnudos, en una serie de chorros que caían desde el techo, así que dejamos las toallas sobre un banco y al agua. Se notaba que mi compañero conocía el ambiente, porque casi todas las miradas se dirigían al nuevo. Sentirse el centro de atención me cohibía un poco pero satisfacía por completo mi afición a mostrarme.

Cuando mi compañero se me acercó por detrás, poniendo su polla en mi culo, y pegándose y frotándose conmigo, no me importó que una tercera persona se agachara frente a mí y agarrándome la polla se dedicara a lamer y chupar con todas sus ganas.

Pero mi amigo me llevó de allí hacia una sala semioscura, donde un montón de cuerpos desnudos se movían casi pegados los unos a los otros y a duras penas conseguimos encontrar un hueco donde sentarse en la colchoneta húmeda.

Sentí sus manos por todo mi cuerpo, y a continuación otras y otras. Mi polla estaba a reventar, y esas manos no paraban, mi culo era masajeado, sentía bocas y lenguas sobre mi pecho, sobre mi espalda, y mi calentura aumentaba a medida que me daba cuenta de lo que estaba sucediendo: me estaba entregando a un montón de tíos que estaban gozando de mí, de mi cuerpo, que me estaban viendo y tocando a placer, y que ese día yo era la novedad, el iniciado.

Delante de mí, un hombre tenía sentado encima a otro, con la polla enterrada en su culo, mientras este me tocaba y sobaba a gusto.

– Te voy a follar.

Sentí rechazo y miedo al oír esto de mi amigo, pegado a mi espalda, mientras su mano abría un poco el agujero trasero y su herramienta rozaba ya la entrada. Nunca me habían penetrado y seguro que dolería.

Pero ya no había marcha atrás, su polla entraba despacio, iba venciendo mi resistencia y cuando sentí otra mano extraña agarrar mi pene con fuerza, me incliné hacia delante y me dejé hacer.

No era dolor ni placer en sí, era algo mental, una excitación nueva y extraña el sentir que un cuerpo extraño se movía dentro de mí, que estaba siendo usado como si fuera una mujer, y casi explotaba de excitación, mi cabeza no tenía tiempo de procesar todas las sensaciones, porque me estaba gustando ser usado, ser poseído, y además que todo el mundo estuviera allí, viendo como gozaba, como me retorcía bajo su cuerpo, y como su polla entraba y salía de mi trasero.

Caí sobre los dos hombres que estaban follando delante de mí, cuando me recorrió el orgasmo al sentir los espasmos del otro, y su relajo al desahogarse.

Otras manos se acercaron, se apoderaron de mi polla, de mi cuerpo, pero… por hoy ya había tenido bastante.

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