Mi perro, mi amante

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Lobo, mi perro amante.  

Como están mis queridos lectores, esta vez les relataré algo que le ocurrió a una amiga de Facebook, que si bien me costó que me lo relatase, por ultimo lo decidió y hasta poder publicase.

Su nombre es Lidia, tenía 18 o 19 años cuando le sucedió, en de la Pcia. de Córdoba, Argentina, en la zona de Cuevas de los Pajaritos,  esto aconteció en ese lugar y cuenta:

Desde chica solía ir a visitar y quedarme unos días en la casa de unos tíos que viven muy cerquita de la zona mencionada, me encantaba porque acostumbraba hacer ciertas incursiones en ese lugar, llevando mi mochila, acampar y hasta quedarme a dormir.

Me encantaba hacerlo, muy pocas veces iba acompañada, el ir sola me daba la libertad de recorrer por donde me parecía o hacer campamento en lugares totalmente agrestes, disfrutando de la naturaleza.

Una mañana,  mientras peregrinaba por esos lugares vi un perro grande negro que estaba apareándose con una perra, si bien habían percibido mi presencia me mantuve observando ese acto, lleno de sensualidad donde el animal, penetraba a su hembra de una manera,  salvaje y bestial, apreciando sus jadeos,  llegando a perturbarme,  hasta percibir una rápida excitación..

Después de un rato, habiéndose desacoplado de esa penetración, lo llamé, pero solo me miró sin llegar a acercarse a mi lado. No sé que me sucedió pero mientras regresaba a la casa, mis pensamientos estaban evocados en ese momento de apareamiento.

Desconociendo  el real motivo, regresé al día siguiente, sin suerte de verlo, así lo repetí, un par de veces más, llevando unos pedazos de carne sobrante,  hasta que pude localizarlo, la carne que traía, sirvió para tener un leve contacto, acariciando su cabeza, que algo receloso me permitió hacerlo. Aunque por más que intenté contenerlo se alejó sin hacer caso a mis llamados, creo que eso me llevó a ser más insistente para encontrarlo.

A la mañana siguiente, iba a salir cuando mi tía me dice:

            “Esta anunciado lluvia, sería mejor que te quedes”

            “No te preocupes tía, llevo un equipo para  la lluvia además iré cerca”

            “Como quieras, te aviso para que no te pase nada”|

            “Gracias tía” Le digo saliendo en mi excursión prevista, al encuentro de Lobo, al que bautice así, por su aspecto tan similar.

 Me alejé un poco de los senderos habituales, no me di ni cuenta cuando comenzó a llover intensamente, mi gorro y mis cabellos se empaparon, el agua penetraba mis ropajes y me encontré mojada hasta la medula, un fuerte trueno me hizo erizar la piel, no parecía prudente continuar sin rumbo por suerte pude ver un hueco obscuro en el cerro y me dirigí hacía allí, me encontré con una especie de cueva, ingresando inmediatamente.

Por suerte en mi mochila tenía una muda y un cobertor térmico, poco a poco me despojé de mi ropa, las  esparcí  empapadas dentro de ese lugar para que se secaran, y me puse  la que tenía en la mochila,  me acurruqué y recosté en un ángulo de la cueva y me adormecí mientras afuera se desataba una feroz tormenta.

Cuando me desperté, estaba bastante oscuro,  vislumbrando una sombra que se movía en el interior de la cueva, en la penumbra no podía estar segura de que cosa era, pero si hubiese sido peligroso para mí, me hubiese atacado mientras dormía, esperaba solo que no fuera un puma, que solían merodear por la zona, afuera se sentían algunos truenos y relámpagos.

El fulmíneo de un rayo me hizo detectar que era una figura canina, y por su aspecto no dudé que era Lobo, sentí una alegría y un estremecimiento al verlo, llamándolo y ofrecerle un pedazo de carne que llevaba, se acercó más confiado, permitiendo que lo tocase, le hablé, sin dejar de acariciar su lomo,  sintiendo su pelaje, en una especie de  escalofríos, estaba tenso, luego se giró, dejando de comer y lengüeteó mi mano, después se alejó y se echó a un par de metros.

Al despejarse la tormenta ya había bastante luminosidad, cuando  pude ver al gran macho que estaba lamiendo la punta de su rosado pene, cosa que me turbó trayéndome al momento que estaba apareado con su hembra.

Hoy estaba en el segundo día de mi ovulación, esto me hacía sentirme receptiva a esas estimulaciones lascivas y no pude evitar que mi sexo comenzase a emitir fluidos excediendo mis labios vaginales, el olfato del animal lo percibió, se levantó, y vino con la cabeza gacha hacía mí.

Su intensa mirada en un verde intenso, se fijó en mis ojos como para transmitirme su cercanía o demostrar su confianza, como un signo de paz, su observación era de curiosidad, de sondeo, como un macho que se acerca a una hembra para ver si esta está dispuesta a jugar, el antiguo juego del cortejo para percibir su disponibilidad a aparearse, su mirada era una invitación a tener un contacto físico, o era eso lo que pasaba por mi mente, compartiendo deseos y sueños, pero no amenazas ni agresiones.

Acaricie su cabeza, e instintivamente como atraída hacia ese desconocido animal, con un cierto magnetismo, me fui quitando mi ropa térmica, lamiendo mi cara, como en demostración  de cariño o de conquista,  diciéndole de una manera instintiva.

            “Pues aquí me tienes, quieres que sea  tú hembra, tómame si quieres” ‒ le susurré y él lengüeteó mi rostro nuevamente como acepyando mis palabras, acercándose a oler mi sexo.

Inconscientemente terminé quitando mi trusa, y hasta mis botas, quedando desnuda ante ese animal, como si fuese el Dios Supremo,  separé mis piernas, entregándole mi cavidad vaginal, que sin aviso previo, recibí el primer golpe de lengua en pleno, contra mi clítoris alterado, haciéndome estremecer, dispuesta a entregarme a ese animal desconocido.

Le estaba ofreciendo el tesoro de mi desnudez, mientras su hocico, empujaba más y más adentro de mi sexo, donde su áspera lengua, friccionaba la parte más sensible de mi anatomía.

Mis líquidos fluían excesivamente y el aroma que emanaba mi sexo femenino parecía abarcar todo ese recinto, con quejidos y gemidos recibía sus esplendidas atenciones, él era el elegido, sentía la necesidad de entregarme a este Macho Alfa, después de un largo tiempo de abstinencia.

Lo acaricie y abracé sintiendo el contacto de su pelaje contra mi sensible piel, diciéndole:

            “Soy tuya, trátame bien” como adivinando mis palabras, me respondió con una lamida a mi barbilla y labios, sacando mi lengua para entrar en contacto con la suya, apreciando como ser respondida por un beso, me sentía ardiente de sus cariños, sin yo siquiera incitarlo me lamió mis pechos, sintiéndome su pareja.

Como su sumisa hembra, sin más preámbulos, me puse en cuatro y él me montó con sumo agilidad, sabiendo que buscaba,  que después de solo tres embates, centró mi útero  y me penetró, grité y gemí solo del placer, al sentir su puntiagudo pene, taladrando mi cavidad vaginal en forma salvaje y bestial, como solo un macho alfa podría hacerlo, me encabrité arqueando mi espalda, contrayendo mi vagina.

Su bola se estrellaba contra mis gruesos labios haciéndome chillar, me atenazo fuertemente con sus zampas y empujo finalmente toda su bola dentro de mi cavidad, provocándome uno de tantos orgasmos, que se iban  sucedieron.

Estoy una vez más en el paraíso terrenal, él me domina, aplacando su necesidad sexual,  me tiene a su merced, estoy abotonada a él y su frenesí es fornicarme llenándome de su copioso y cálido semen.

Esa mezcla de sexo y morbo es atrapante, ser apareada por un animal, tiene algo que es difícil de explicar, creo que te termina dominando, lo deseas, te trata como su perra, esa inmoralidad te excita, el hecho de sentirte humillada, desnuda, concediendo tu cuerpo a una bestia, pero creo que esas sensaciones hacen enardecerte, te estimulas, te arrastras hacia él, capaz de hacer cualquier cosa, al punto de llegar a mamar su miembro, mientras el animal disfruta de lo que le estas proporcionando. Pero  esa sensación de degradación, te atrapa, no deja de transportarte a un estado de paroxismo total.

Después de tanto tiempo sin experimentar esta sensación incomparable, sentí un poco de dolor, me sentí muy estrecha para sus dimensiones, me colmaba mi útero,  no comprendía como esa  especie canina puede desencadenar un sinfín de efectos que te sobrepasan, esa verga caliente y trepidante en mi interior me enloquece.

Lobo estaba martillando mis carnes sensualmente, me administraba mucho goce, un placer único y muy placentero, su pene ensanchaba todo el interior de mi vulva, copaba cada ángulo y recoveco, su bola sellaba mi matriz, preparándome para ser inseminada con su simiente, me tenía totalmente anudada y comenzó a vaciar sus acuosas simientes en lo profundo de mi ser, como tratando de  llenarme de cachorritos.

Cada nervio sensible de mi útero, vibraba en consonancia a sus embates que ahora más que nada eran ligeros empujones de bombeo de su semen, sintiendo mis tetas agitarse al unísono de esos empujones.

Al estar con la cabeza tocando el suelo, sus patas se apoyaron en mis hombros, sin quitar su aparato de mis entrañas, como en una postura de total predominio

Desde que comenzó a evacuar sus  flujos en mí, ahí comenzaron mis convulsiones orgásmicas y no había forma que se detuvieran, estaba exhausta, sin fuerzas, pero mi cuerpo funcionaba automáticamente en respuesta a los provocaciones de la poderosa verga de este animal.

Mi capacidad cerebral había sido anulada, todo mi ser reaccionaba a las presiones que me imprimía este macho, su verga todavía emitía chorritos de semen, pero se sentía que su bulbo comenzaba a empequeñecerse, mientras esto sucedía, algo escapaban de  mi cavidad, rociaban mis muslos y piernas, luego toda su bola resbaló fuera de mi, comenzando a evacuar el resto de esos líquidos.

Me derrumbé sin energías, Lobo vino a hozar mí encharcada vagina procurándome temblores y otro maravilloso orgasmo, me quede allí por un largo rato con mis ojos fijos en la enorme polla que se balanceaba bajo el vientre de mí galán, él se acomodo a la entrada de la cueva y procedió a lamer su imponente órgano sexual.

Me pasé las manos por mi ardiente sexo y las saqué humedecidas por su flujo,  que escurría fuera de mi hinchados labios inferiores, luego de esto un sopor me llevó a quedar dormida por unos minutos, que al despertar ya no estaba. Salí de esa cueva pero no lo pude divisar, estaba refrescando así que me vestí, continuando la espera, partiendo al ver que comenzaba a oscurecer.

Al llegar a casa, mi tía me reprendió por haber salido así y regresar tan tarde, me disculpe, pensando en regresar lo antes posible.

 Al día siguiente, amaneció bastante soleado, comenté que quería conocer unas partes de esas sierras y me quedaría a pasar la noche, que a pesar de las negaciones de mi tía, preparé todo para hacerlo.

Transité cerca de dos horas, con mi mochila algo pesada, prevista para pasar la noche, cuando estaba cerca de la cueva, lo divisé a Lobo, que al verme corrió hacia mí, sorprendiéndome su entusiasmo, me saltó tan fuerte, que caí al suelo, lamiendo la cara como tratando de disculparse.

Caminamos hasta la cueva, cuando llegamos acomodé todo mientras me observaba, lo que hacía, cada tanto lo acariciaba, girando a mi alrededor, moviendo la cola, suponía que deseaba, comprobando, al ser tratada de ser tirada más de un par de veces, como para ponerme en posición,

Me dio gracia, al punto que traté de demorarme como para dar más intensidad a la estimulación de ambos.

Jugué con Lobo, intentando en todo momento de montarme a pesar de estar aun con ropas, fui gradualmente sacándomela, ante cada prenda que me quitaba, movía la cola, como sabiendo que acontecía.

Al quedar desnuda, me arrodillé ante él, lamiendo mi cara, pasando su áspera lengua por mis pezones, alterándome más de lo que estaba, nuestras lenguas se pusieron en contacto, era otro acto que me alteraba.

El estado de estar totalmente desnuda ante un animal, al que como la vez anterior me había entregado, me llevaban a un momento de paroxismo indescriptible, no comprendía bien como algo tan promiscuo podía transportar a esa etapa.

Después de un rato, me saqué las bragas, ofreciéndole mi alterado sexo, que unas nuevas y excitantes lamidas, me perturbaban cada vez más, me giré quedando de nuevo en cuatro, apoyando mi rostro en el suelo, elevando mi culo. Una vez en postura, su lengua se fue esparciendo de una cavidad a otra,  quizás cerciorándose de la abundante humedad de mi abertura

            “Me deseas, verdad?” le hablaba suavemente sintiendo el estremecimiento que me causaba su lengua separando mis labios genitales intentando introducirla en mi vagina, miré a mi alrededor y detrás de él había un espacio donde arrodillarme, lo empujé delicadamente con mis muslos, me acomodé  y me acuclillé,  y ponerme en posición para recibir sus atenciones carnales, porque era obvio lo que él estaba reclamando de mí y yo lo deseaba ardientemente, cada vez que lo pretendiese.

Saltó sobre mi espalda y atenazándome con sus zampas comenzó a puntear su agudo miembro contra mis nalgas y luego centró mis tiernas carnes rosadas introduciéndose en mi vagina, grité algo dolorida, pero no impedí su intención, feliz de sentirlo nuevamente, luego mis gemidos acompañaban los frenéticos embates de su sexo contra el mío, sus cojones goleaban rítmicamente la funda de mi clítoris, obligándolo a emerger y enfrentar las lujuriosas sensaciones de placer que le infundían estos continuos embates.

Cuando sentí  que clavaba sus uñas en mis muslos, recibiendo una especie de estimulación ante ese ímpetu, sumado al dolor de sus garras, oprimiéndose contra mi epidermis.

No dejaba de gozar esa brutal  la penetración enérgica de mi macho que había tomado posesión de mi sexo, me hacía suya, me poseía con autoridad, se adueñaba de mi cuerpo entero y lo gobernaba con la fricción de sus carnes en las mías.

Deseosas de su espléndida verga empotrada firmemente en mi cavidad, me dominaba totalmente, su pene estaba enterrado profundamente en mi y su bola se había deslizado suavemente oprimiendo y amoldándose a mis paredes de mi castigada vulva.

Mientras crecía y crecía, aumentando su volumen, adueñándose de mi claustro, percibiendo la aguzada punta de su pene tocando a las puertas de mi útero, las sensaciones excesivas de ardor y erotismo me hacían estallar en continuas oleadas orgásmicas que mi cuerpo entero se deleitaba y mi mente se perdía en ese mar cubierto de lujuria.

Su verga enorme punzaba, el diminuto orificio a mi útero, una mezcla de placer y dolor me mantenían meneando mis caderas y mi culo hacía atrás, todo en mi interior se contraía abrazando ese caluroso pene que palpitaba dentro de mis entrañas, el hormigueo de mi vagina era intenso, las cosquillitas exquisitas me tenían locas, casi me estaba orinando, del placer que recibía mi sexo.

Estaba como loca suplicándole que me llenara con su semen y como si hubiese entendido, él explotó en mí con tal fuerza que me arrancó un chillido de esos y un orgasmo brutal, creí que moriría ahí empalada en este maravilloso pene que vibraba en armonía con mi clítoris trepidante y esos temblorcillos descendían por mi espina hasta mis muslos y piernas que tiritaban con escalofríos de placer,

Me plegué apoyando mis tetas sobre la tierra fresca que me regalaba esa frescura y alivio a mis pezones adoloridos por la fuerza del placer, mis botoncitos estaban a punto de explotar.

El perro estuvo eyaculando por largos segundos, mientras no me soltaba, permaneciendo prendido, como si temiese que me escapase, mientras goteaba su semen, humedeciendo el suelo en que estaba acuclillada.

Nos desabotonamos y yo me desvanecí agotada, contra la parte humedecida del suelo,  tratando de recuperar el ritmo de mi respiración, viniendo  a lamer mis abusadas carnes con su áspera lengua provocándome una serie de mini orgasmos.

Acostada sobre ese suelo húmedo, lo observaba mientras lamia su verga, aun erecta, atrayente y sumamente sexual, gatee hacia él, subyugada por su aparato, sin poder contenerme, comencé a lamerla, besarla, mientras el perro se mantenía tirado disfrutando de mi contacto oral.

La comencé a chupar, atraída, por un sabor especial, mezcla de su esperma con mis flujos, llevándola hasta lo más profundo de mi cavidad bucal, sintiendo cada tanto regar mí  interior. No dejaba de explicarme como podía llegar a semejante extremo, pero me era imposible dejar.

Continué un buen rato, mientras Lobo disfrutaba de los mimos de su hembra, me dormité pegada a su cuerpo, su pelaje calentaba mi cuerpo, al despertarme estaba algo fresco, prendí unos leños, en la boca de esa cueva, para hacer de barrera térmica, entibiando el recinto.

Mi desnudes atraía a Lobo al sentir buscar mis partes intimas para lamer,  alterándome ante ese contacto imposible de rechazar, husmeando mis partes impregnadas de mi olor.  

No tardó en intentar tener contacto, tratando de acomodarme entregando mi intimidad nuevamente ante el requerimiento de este animal, que minuto a minuto se iba convirtiendo en un deseo incontenible.

A pesar que estaba algo fresco, permanecí desnuda, como en un estado primitivo, conviviendo esas horas con un animal, que cada tanto buscaba tratar de aparearse, donde mi sueño entrecortado, era suplantado por ese sexo salvaje.

Los primeros rayos del sol me despertaron, después de esa noche nupcial. Pero ante mi sorpresa y tristeza estaba sola, la ausencia de Lobo me apenó. Comí algo, me fui vistiendo, oliendo mi cuerpo a su esperma, que se mantenía aun adherida a mi piel, limpiándome con algo de agua que tenia, preparándome para mi regreso a casa de mi