Mi propio sobrino me rompe el culo ¡Mi primer anal es con mi sobrino!

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Bueno, he decidido escribir esto para sacarme de encima toda esta historia en la que una simple visita a unos parientes terminó siendo el escenario de mi infidelidad.

Me conocerán como Giovanna, soy una mujer de 30 años, casada y con dos hijos. Trabajo en un banco de la capital. Este trabajo nos da un buen dinero a mi familia y a mi, junto con lo que logra ganar mi esposo suma al final bastante con lo que se puede decir que vivimos de forma acomodada y podemos darnos algunos lujos, como ir de vacaciones al sur del país, a los bosques y lagos lejanos al tedioso día a día de la gran ciudad capital. Cerca de nuestro lugar de destino vive una tía, hermana de mi madre, junto a su familia. Decidí que pasaríamos a visitarlos un par de días antes de llegar a destino. Una vez todos salimos de vacaciones emprendimos el viaje.

La reunión familiar anduvo muy bien, se hizo un gran asado para celebrar y todos compartimos muy alegremente tras varios años sin vernos. El gran problema es que durante esos días una ola de calor azotaba toda la zona, por lo que esos días convivimos con las no muy agradables temperaturas de 40 grados. Las tardes eran insoportables, mi esposo y los hijos de mi tía andaban sin camiseta por la casa, mi hija andaba también ligera de ropa y yo, con todo el calor que hacía tuve que ir al baño a refrescarme. Entré y abrí la llave del lavamanos, dejé que corriera en mis manos un rato pues estaba bastante fría. Me miré al espejo cuando lavé mi rostro. Tengo el cabello oscuro, ojos pardos y mi piel es blanca, aunque no pálida y se puede decir que de rasgos mestizos. Me quité la blusa quedando solo con el sostén. Mojé mi cuerpo, mis brazos, pasé el agua sobre mis pechos y el sostén se humedeció dejando entrever una leve erección en mis pezones. Mi cuerpo no es delgado ni escultural, esta algo pasado y desgastado por el trabajo y la maternidad, aún así conservo unos pechos decentes, que aumentaron su tamaño tras el último embarazo, y un trasero respetable, que con ropa ajustada aún puede lucirse. En eso pensaba mientras bobamente miraba el espejo. En ese instante irrumpió en el baño el nieto de mi tía, hijo del mayor de los hombres de la casa. Su rostro estaba lleno de transpiración, al igual que sus piernas. Estaba vestido con ropa deportiva y se notaba que había estado haciendo ejercicio, aunque el es más bien delgado. Muy delgado. Se quedó mirando mis pechos y cuando encontró mi rostro se enrojeció. Me pidió disculpas, haciendo el amague de tapar sus ojos, aunque realmente nunca los despegó de mis pechos. Noté como un bulto comenzaba a sobresalir de su short. Me pidió disculpas nuevamente, avergonzado, y salió del baño disparado. Me arreglé y salí un poco después. Tenía que hablar con él de esto, es un chico joven, de no más de 20 años.

Por la tarde comimos todos juntos. La casa estaba siempre llena de gente al estar las dos familias juntas, por lo que no tuve forma de encontrarme a solas con mi sobrino para poder aclarar las cosas. Llegó la noche, así que nos acomodamos donde mejor se pudo para dormir, ya que las habitaciones no estaban contempladas para este tipo de visitas. Mi esposo armó un colchón inflado e iba a dormir conmigo. El estaba pasado a vino y cerveza, puesto que bebimos todos durante la tarde, yo no soy de beber en exceso pero los hombres ese día se dieron rienda suelta, salvo mi sobrino, de beber cuanto quisieron y más. Durante todo el día lo noté como lejano, ausente, algo le pasaba y no estaba segura pero creía que algo tenía que ver la escena que nos había convocado a ambos en el baño. Entré al susodicho baño con el fin de lavarme los dientes antes de acostarme. El baño tiene dentro un ventilador que se prende al encender la luz y hace ruido, por lo que a veces, si no te aseguras de cerrar bien, alguien entra cuando estás ocupando el baño. Esto mismo me sucedió, ahora en viceversa, puesto que mi sobrino estaba dentro de la ducha, bañándose, aunque bueno cuando entre no fue precisamente eso lo que vi.

Al irrumpir, lo encontré con una mano sujetándose los huevos y con la otra meneándose la pija. Frenó en seco y se quedó mirándome de nuevo. Ahora era yo quién se quedó mirando bobamente esa pija, que de largo no tenía nada del otro mundo, pero si era gruesa y también circuncidada. Esto último me dio mucha curiosidad puesto que se veía realmente muy ancha, y la cabeza palpitante y rosada, gigante, en mi vida había visto una tan cabezona como la de mi sobrino. El se tapó con la toalla, que al ponerla sobre su cuerpo remarcaba aún su pija, recta, erecta. Le dije que no se preocupara, que lo que hacia era completamente normal. Cuando agarró algo de confianza le pregunté si estaba pensando en lo que pasó en la tarde, a lo que me confirmó que sí. Salió de la ducha y comenzó a vestirse mientras yo me lavaba los dientes, pues le dije que a mi no me importaba si a él no le importaba. Seguí mirando esa cabezona, rosada y palpitante pija. Se despidió de mi y salió del baño.

Estaba ya en nuestra improvisada cama. Seguía pensando en mi sobrino y en su pija, y que debía ser virgen, en que necesitaba una hembra que le enseñase, y entre eso empecé a tocarme, estaba realmente caliente, pero mi esposo estaba tan hediondo a alcohol que no tenía ganas de tenerlo dentro mio. Pensé en la pija de mi esposo y la de mi sobrino, y la de mi esposo era casi igual de larga, pero nada de ancha. Me frené en seco, ¿Que mierda estaba pensado? Tenía que frenar estos pensamientos, así que me levanté y cogí un cigarro. No fumo regularmente, solo cuando estoy demasiado nerviosa, o demasiado ansiosa. Salí al patio, estaba fresco. Encendí el cigarro y en eso casi me muero del susto cuando miro hacia una mesa que está en el jardín y veo una persona. Era mi sobrino.

Me contó que estaba afuera para pensar y relajarse un poco. Y por que ahora habían 16 grados donde habían hecho 40. Se podía estar tranquilamente afuera como si fuese medio día en cuanto a calor. Nos sentamos juntos y el me mostró las estrellas. Conoce muchas de ellas, los nombres, los usos, las constelaciones. Me hizo buscar la Cruz del Sur, estuvimos un rato en eso y el momento se hizo mas ameno. Me empezó a dar frío así que me acerqué. Desprendía un particular calor que se sintió muy familiar, aunque el trataba de no pegarse tanto. No se me da bien estar con la gente, me confesó. Lo abracé sin que pudiera darle tiempo a alejarse, fue algo muy maternal, sentí lo mismo que siento al abrazar a mis hijos, o cuando eran bebés, y él se apoyó sobre mis pechos, y mis pezones se irguieron. Mi mano pasó sobre su pecho. Su mano sobre mi muslo. Nuestras cabezas giraron poco a poco, buscándose. Se encontraron. Lo besé. El besaba mal, se notaba inexperto, y eso me estimuló más. Me levanté de la mesa y el se levantó tras de mí. Intentó hablar pero lo frené, le hice un gesto a que guardara silencio y le bajé el pantalón de buzo hasta los tobillos.

Lo besé de nuevo, puse mi mano sobre su pija, que palpitaba de nuevo, y le empecé a hacer una paja. Lenta. El se quedó quieto, supongo que antes habría fantaseado con hacerme de todo si llegase el momento, pero la realidad era otra. Levantó una a una sus piernas para deshacerse del buzo, mientras yo le besaba la boca. Le quité la camiseta y la lancé al suelo. Tras quitarme la blusa, mi sobrino me sacó el sostén con una habilidad que jamás pensé posible. Cayó al suelo. Tomó mis pechos. Chupó de mis pechos cual bebé. Se sintió muy rico eso, y así empecé a bajar, y el bajó junto a mi. Me saqué el pantalón de dormir, y no llevaba nada más puesto. Él se abalanzó sobre mí, besándome, tocándome. Luego yo me abalancé sobre él y le fui dando besos, bajando por su anatomía hasta llegar a su pija. Le besé ahí, en la puntita, y luego poco a poco fui metiendo su pija en mi boca. Bajé y subí de punta a cabo, desde la cabezona y palpitante parte de arriba hasta llegar abajo y comerme sus huevos. El puso sus manos sobre mi cabeza y acarició mis cabellos. Me pidió que parara. Con voz agitada me tomó la cabeza con más fuerza mientras me decía “Tía, Ay! Oh! Oh! Me voy!” y se corrió dentro. Abundante descarga entró en mi boca, la cual me tragué toda la que encontré. Y pensé que eso sería todo pero su pija seguía erguida, como si no hubiese hecho nada, como si mi trabajo hubiese sido en vano. Me desafiaba.

Tomé su pija mientra mi sobrino me miraba atento. Me la metí por delante, y me costó, no entraba del todo en un principio y cuando la pudo meter solté un alarido que callé tomando el mantel de la mesa del jardín, mordiendo hasta que pasó. Derramé lo que estaba en la mesa, platos plásticos son salsas, jugos, alcoholes, todo lo que quedó y nadie guardó del asado. No me importó y comencé a cabalgar. Quedé con los pechos llenos de una mezcla de todo, y mi sobrino subió a limpiarlas, y yo empecé a gemir y el también, y temía que nos escucharan y todo acabara mal. Hasta los insectos llegaban, cuando mi sobrino con más confianza ya me sujetaba de las caderas y me empujaba contra él. Le sonreí a la luz de la luna. Algunos perros aullaron mientras yo también lo hacía, mordiéndome los labios. Mi sobrino tomó el control y empezó a darme fuertes embestidas, me corrí y solté un montón de jugos que ya hacían muy fácil el ir y venir de la pija de mi sobrino. Bajé donde él y le besé al correrme por segunda vez, y le dije que acabara en mi trasero. Le tomé la pija y tras dos intentos, la ensarté de lleno. Gemí con fuerza. Al cabo de un rato corto, fue dando más y más rápido y luego dio una clavada final antes de acabar. Quedó rendido.

Cuando me acosté, me dormí casi al instante. Al despertar, cerca de las 10 de la mañana, se me vinieron todos los recuerdos de la noche anterior, y una parte de mi creía que todo había sido un sueño. Pero al lavarme, mi cuerpo tenía marcas, rasguños, la leche aún fresca de mi sobrino. Todo fue real. Durante el desayuno el tema de conversación fue si acaso habían escuchado los ruidos durante la noche. Casi todos afirmaron que si. Entretanto, mi sobrino dijo que los gatos de los vecinos eran culpables. El temor me inundó cuando mi esposo dijo haber escuchado un grito como de mujer, a lo que respondió mi amante, que seguramente eran los aullidos de los perros con el mover de los gatos y tanta cosa. Cuando me preguntaron a mi, les dije que no escuché nada, que del cansancio dormí muy profundo.

Nuestro paso por la casa de mi tía acabó, y nos marchamos hacia el siguiente destino. Pero avanzando algunos kilómetros de carretera, el auto no anduvo más. Enviaron una grúa devuelta al pueblo, y con ellos volvimos nosotros. Vamos rumbo a la casa de mi tía de nuevo, y creo que esta historia va a tener segunda parte.

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