Mi segundo trío con una sorpresa inesperada pero excitante
Después de mi experiencia con dos hombres y ese fin de semana completamente desenfrenado, me costaba mucho retomar mi vida rutinaria. La experiencia me había abierto los ojos a un mundo de sexo morboso que me perseguía en cada tarea cotidiana que hacía.
Seguí en contacto con Juan y Gustavo y alguna vez quedamos para tomar algo y comer, pero nunca para tener sexo. Nuestras comunicaciones vía teléfono/mensaje eran muy breves y sin hacer referencia a lo que pasó entre nosotros, con el fin de no levantar sospechas entre nuestros respectivos.
El sexo con mi marido seguía siendo más o menos igual, aunque incorporé algunas cosas, como pedirle que utilizase conmigo algún consolador, me hiciera más a menudo sexo anal o le hacía propuestas, durante el sexo, de meter a alguien más en la cama. MI marido se extrañaba mucho de todo esto y aunque no decía nunca que no, no se le veía demasiado cómodo con mis proposiciones.
Aunque procuré no cambiar ningún hábito de mi vida, me di cuenta que mi forma de vestir iba cambiando. No sólo en cuanto a ropa interior, que pasé a comprarme conjuntos muy sexys, sino también en el resto de ropa, utilizando más blusas ajustadas, vestidos escotados y faldas más cortas. Me sentía muy femenina y atractiva y eso, al final, provoca muchas miradas que, a decir verdad, me gustaban.
Al no seguir mi ritmo mi marido en la cama, empecé a masturbarme con más frecuencia, aprovechando algunas ausencias suyas. Me compré algunos consoladores sencillos, con los que disfrutaba y recreaba todas mis fantasías. Un día empecé a buscar porno por internet y me masturbaba viendo fotografías y películas de parejas follando y tríos de todo tipo.
De ahí pasé a frecuentar algunos chats de internet, donde fantaseaba con algunos tíos que me caían bien y sabían sacar lo más morboso de mi. El anonimato me hacía ser todavía más morbosa y no poner límite a casi nada de lo que me proponían, aunque siempre mantuve las distancias a la hora de quedar o enviar una fotografía mía, por si pudiera ser reconocida por alguien.
El deseo de morbo me podía cada vez más. Me masturbaba con más frecuencia. Cuando me quedaba sola en casa, me montaba mi ‘orgía’ particular con los consoladores y todo aquello que podría caber en mí. Me ponía ropa sexy, me miraba al espejo y me empezaba a acariciar; relamía mis dedos mojados de mis flujos; chupaba los consoladores como si se trataran de pollas y la excitación y el morbo se iban apoderando de mi mente y mi cuerpo. Terminaba follando mi coño, mi culo, alternando consoladores de distintas formas y tamaños; probando con botellas, zanahorias, calabacines, que luego limpiaba y utilizaba para cocinar para mi marido y para mi, lo cual volvía a ser motivo de excitación. Cada vez iba probando algo más morboso y me daba cuenta de que no tenía límites.
Estaba decidida a tener un encuentro sexual morboso, pero el problema era con quién. No terminaba de fiarme de los hombres con los que contactaba por los chats y tampoco me atrevía a salir a ligar, por si era sorprendida por algún conocido.
Pasados unos meses que se me hicieron eternos, mi jefe me remitió un correo para la asistencia a un evento fuera de mi ciudad, relacionado con mi profesión. No tenía nada que ver con el congreso anual en el que conocí Juan y Gustavo, pero aún así les llamé para ver si habían recibido la invitación. Juan sí lo había hecho y estaba planificando el viaje, pero Gustavo comentó que no iba a poder ir, ya que su empresa estaba en una época de restricción de costes y no autorizaban el viaje.
La verdad es que fue una decepción, porque por mi imaginación pasó volver a repetir nuestro encuentro, aunque sólo fuera por una noche. Aun así, todavía podía pasar la noche con Juan, aunque no me hacía tanta ilusión como hacerlo con dos hombres.
El día de antes del evento, preparé mi maleta, en la que no faltaba ropa interior sexy y sugerente, así como algún que otro ‘juguetito’.
Viajé por la mañana temprano para asistir a las primeras charlas. No coincidí con Juan hasta uno de los descansos. Iba acompañado de un señor maduro, bien parecido y elegante y muy serio, que se llamaba Carlos. Juan me comentó que era uno de los directivos de la compañía. En una ocasión en la que Carlos se apartó un poco, le dije a Juan si iba a estar con nosotros todo el rato o podríamos librarnos de él para cenar. Juan me comentó que se llevaba muy bien con Carlos y que en el fondo era una persona muy agradable y terminaría gustándome.
Cenamos en el hotel, como parte del evento y después había barra libre en el propio bar del hotel. Como la vez anterior, todo el mundo se fue marchando, quedándonos muy pocos en el bar, ya de madrugada. Estábamos sentados en unos sillones bastante mullidos, Juan y Carlos en uno de dos plazas y yo en uno de una.
En una ocasión que fui al baño, al volver, pude ver de lejos que Carlos tenía la mano en el muslo de Juan, ambos se miraban y sonreían y Carlos subió la mano por la pierna de Juan hasta ponérsela sobre la polla, cosa que no pareció importarle mucho. Eso me sorprendió bastante y no tenía muy claro si Juan ya tenía plan para esa noche o no. Cuando me acerqué, Carlos retiró la mano de la pierna de Juan y actuaron como si no pasara nada.
Un poco más tarde, Juan se levantó y dijo:
– Bueno, señores, es hora de irse a la cama.
Carlos asintió y se levantó. Yo me quedé mirándoles y dije:
– Si, ya va siendo tarde y mañana hay que madrugar.
Nuestras habitaciones estaban en la misma planta. La mía un poco más alejada de las suyas. Cada uno se paró frente a la puerta de la habitación, con ademán de abrir, aunque no terminaban de hacerlo. Busqué alguna mirada de complicidad de Juan, pero no lo conseguí, por lo que entendí que iba a dormir sola y no habría ocasión de tener un encuentro.
Cuando abrí la puerta de mi habitación, antes de entrar y que pudiera reaccionar, sentí que me empujaban violentamente. Entré en la habitación dando traspiés y a punto estuve de caerme. Cuando me giré, vi a Carlos, que con un gesto muy serio y agresivo, se dirigía hacia mi diciendo:
– Así que tú eres la putita que nos vamos a follar esta noche, ¿no?
Me asusté un poco y hubiera empezado a gritar de no ser que vi a Juan entrar en la habitación riéndose a carcajadas. Yo no sabía qué estaba pasando ni cómo reaccionar y sin darme tiempo a nada más, Juan se acercó a mi, me cogió por la cintura y empezó a besarme.
Recordar los labios de Juan me tranquilizó un poco. Empecé a sentir otra mano que acariciaba mi culo. Cuando me di cuenta que era la de Carlos, traté de apartarla, aunque sin demasiada insistencia.
Juan se dio cuenta de mi gesto y me dijo:
– ¿No quieres que te follemos entre Carlos y yo?
No contesté y seguí besándome con Juan. Carlos volvió a insistir en tocarme el culo y volví a quitarle la mano, aunque sin ninguna brusquedad. Pude oír a Carlos comentar que yo era una estrecha. Le miré de reojo y cuando volvió a poner la mano, volví a quitársela.
Juan empezó a acariciar mi espalda y mi culo. Dejé de sentir la insistencia de Carlos y cuando miré donde estaba, le vi que lo que hacía era acariciar el culo de Juan y a este no parecía importarle. Me quedé mirando a Juan, que seguía magreándome, y le dije:
– Veo que Carlos y tú tenéis una relación especial.
Juan se rio, se giró hacia Carlos y empezó a besarle. Esta escena me empezó a excitar mucho y esta vez fui yo la que empezó a acariciar los culos de Juan y Carlos. Ellos se centraban en sus besos y sus lenguas y sus manos acariciaban el cuerpo del otro.
Empezaron a desnudarse entre ellos. Una vez que ya lo estaban, se dirigieron hacia mi y me indicaron que me sentara en la cama. Sus dos pollas erectas quedaron a la altura de mi boca y empecé a chupárselas y masturbarlas de forma alterna, mientras ellos se besaban y metían sus manos por mi escote para acariciar mis tetas.
Yo me estaba excitando cada vez más, lo que se notaba en el ritmo de mi boca y mis manos. La polla de Carlos estaba durísima. Una de las veces que la tenía en mi boca, sentí como se corría dentro. Al tratar de sacarla, un chorro de su semen salpicó mi cara y mis tetas, que para esas alturas estaban casi al descubierto.
Al verlo, Juan se abalanzó sobre mi y a lamer con su lengua toda la corrida que Carlos había dejado en su cara. Luego se giró y se metió la polla de Carlos en la boca, para terminar de sacarle lo que quedaba.
Carlos empujó mis hombros para que me quedase tumbada en la cama. Entre los dos me desnudaron completamente en un abrir y cerrar de ojos. Juan se puso encima de mí y de un golpe metió su polla en mi coño y me empezó a follar. Con la excitación que venía acumulando, no tardé en tener el primer orgasmo, antes de que Juan se corriera sobre mi, llegando su esperma hasta mi cara. Carlos hizo lo mismo que había hecho Juan antes, y se dedicó a darme lametazos por todo el cuerpo hasta dejarme completamente limpia, terminando la faena con la polla de Juan en la boca.
Los dos cayeron en la cama, cada uno a un lado. Pensaba que la cosa iba a terminar ahí, aunque yo seguí bastante excitada.
Carlos comenzó a acariciarme el vientre, los muslos, con gran suavidad. Acercó su lengua a mi oído y empezó a lamerme la oreja, lo que me provoca una gran excitación. Me susurró al oído:
– ¿Qué tal? ¿te ha gustado? ¿te has quedado con ganas de más? ¿quieres ser nuestra putita?
Entre cada frase, seguía metiendo su lengua en mi oreja y sus manos me acariciaban. Lo único que acerté fue a decir ‘buffff’.
Al otro lado estaba Juan, quien también se arrimó a mi y me empezó a besar y chupar el hombro. Mi excitación era evidente y se podían observar mis pezones que estaban durísimos, casi dolían.
Mis manos fueron a buscar sus pollas, que reposaban flácidas y me dediqué a acariciarlas y masturbarlas. Mientras ellos, por un lado tenía a Carlos, lamiéndome la oreja y acariciando mi cuerpo y por otro a Juan, que se incorporó y me estaba chupando las tetas y metiendo mis pezones en su boca, succionándolos. Mientras lo hacía, su mano fue a buscar mi coño y empezó a acariciarme y a meterme algunos dedos.
Con todo esto, no tardé en tener un nuevo orgasmo, del cual ellos fueron conscientes. Carlos volvió a susurrarme al oído:
– Veo que nuestra putita se lo está pasando bien. Y nosotros lo vamos a pasar de puta madre contigo.
Juan tenía su polla nuevamente lista, mientras que Carlos se bajó a comerme el coño. Lo hacía de maravilla. Parecía que él disfrutaba tanto como yo. Mientras, Juan colocó su polla cerca de mi cara, por lo que empecé a chupársela.
La lengua de Carlos se movía lentamente por mi coño, lo cual aumentaba mi excitación, y retrasaba mi orgasmo. Yo trataba de seguir el mismo ritmo con la polla de Juan, lo cual surtía el mismo efecto en él.
Carlos levantó la cabeza y vio la polla de Juan completamente dura. Se incorporó y se acercó a mi. Empezamos a competir por chupársela y nuestras lenguas se entrelazaban de vez en cuando. Entre tanto, busqué con mi mano la polla de Carlos para acariciarla y allí me encontré también la mano de Juan.
Carlos se incorporó un poco, se giró y se puso a cuatro patas, mirando a Juan. Este se apartó de mi y empezó a meterle la polla por el culo a Carlos. Me acerqué a ver un primer plano de la follada de Juan al tiempo que empecé a masturbar a Carlos.
Cuando noté la polla de Carlos bien dura, me puse debajo de él para chupársela y ver cómo Juan le follaba. Mis manos empezaron a acariciar mi coño. Mi nivel de excitación era máximo. Tuve varios orgasmos, pero no podía parar de tocarme
De pronto Juan sacó la polla del culo de Carlos, y tuvo una gran corrida. Igual que habían hecho ellos, me dediqué a lamer el culo de Carlos limpiando el esperma, al igual que una buena limpieza en la polla de Juan.
En cuanto Juan se incorporó, Carlos se dio la vuelta y se tumbó boca arriba en la cama. Su polla estaba erecta. Juan se puso sobre él y metió la polla en el culo, sin grandes dificultades.
Me quedé observando excitada. Me levanté y fui al baño, donde tenía un neceser con los juguetes que había traído. Puse mi coño sobre la boca de Carlos, quién empezó a comérmelo, mientras que yo misma me follaba el culo con un consolador. Mis orgasmos se sucedían uno tras otro. Juan, enculado por Carlos, acariciaba mis tetas desde atrás, mientras gemía de placer.
Pasados unos minutos, Carlos se corrió dentro de Juan y se tumbó a un lado de la cama, exhausto. Yo hice lo mismo al otro lado, mis piernas no me sujetaban.
Nos quedamos los tres dormidos, agotados.
Pero, ahí no terminó todo….