Mi sobrina quería que su tío la desvirgara ¡Cumplí su deseo!
Nina estaba castigada por haber suspendido la mitad de las asignaturas de aquel curso escolar. Era sábado noche, mi hermana y su marido se fueran al teatro, no quisieron que quedara sola en casa y la dejaron en la mía. Mi esposa y mis hijos estaban en la casa de mis suegros.
No recuerdo que daban en la televisión cuando llegó mi sobrina Nina de su habitación a la sala de estar. Nina, por aquel entonces tenía 18 años. Venía vestida para salir. Llevaba puesta una minifalda marrón que dejaba ver sus largas y moldeadas piernas, una blusa blanca donde se marcaban sus tetas medianas y casi triangulares y calzaba unos zapatos marrones de tacón alto. Su cabello negro y largo lo llevaba recogido en una cola de caballo, lo que resaltaba sus grandes ojos azules y sus gruesos labios pintados de rojo. De los lóbulos de sus orejas colgaban dos grandes aros de plata y en su mano derecha llevaba un pequeño bolso del color de la falda y los zapatos. Llegó a mi lado y me preguntó:
-¿Qué tal estoy, tío?
Estaba para comerla, pero le dije:
-¿De dónde sacaste esas ropas, Nina?
-Las traía en la bolsa de mano. Me voy de marcha.
-Sabes que mi deber es decírselo a tu padre.
Estaba buena, y lo sabía.
-No se lo dirás. A la vuelta te haré cositas y dejaré que me las hagas tú a mí.
Me puse muy serio.
-Te equivocas conmigo. Ni tú me harás nada ni yo te haré nada a ti.
Con sus largas piernas abiertas y las manos en la cintura, me preguntó:
-¿Es tu última palabra?
-Sí.
Puso el bolso encima de la pequeña mesa revistero, se sentó sobre mis rodillas, y dándome la espalda, empujó con el culo hacia atrás, varias veces. Volvió a preguntar:
-¿Seguro qué no vas a cambiar de opinión?
La aparté de mí.
-Seguro, y es más, le diré a tu padre lo que acabas de hacer para que te ate corto.
A mi sobrina no sé si le molestó más que la rechazara o no poder salir, pero se enfadó y cómo era una rebelde tenía que tomarse la revancha. Me dijo:
-Entonces haré aquí lo que iba a hacer con mis amigas.
Se sentó en un sillón, enfrente de mí. Abrió el bolso… de un papel de plata sacó una papelina. Se me estaba desmadrando.
-¡Vale, vale! Puedes salir, pero tira con eso!
Se me puso chulita.
-¿Me vas a pegar si no lo tiro?
-No, pero si quieres salir…
Hizo una raya encima de la mesa y con una pajita esnifó la mitad. En ese momento supe que no se había vestido así para salir de marcha. Se había vestido así para seducirme.
-¿Quieres la otra mitad o la acabo yo, tío?
Iba a soplar y tirar el polvo a la alfombra, pero Nina parecía que leía la mente.
-Cómo se te ocurra soplarle le diré a papá que me diste coca a esnifar.
Me tenía pillado por las pelotas. Había que colocarse.
Después de esnifar la coca estábamos tanto ella cómo yo tontos perdidos. Pensando que no se iba a ir, le dije:
-Vete a dar una vuelta, si quieres.
Me confirmó lo que yo pensaba.
-Ahora no me apetece. Me apetece hablar contigo. ¿No tenías un brandy para las grandes ocasiones?
-Tengo.
Fui a por mi brandy Napoleón, lo puse encima de la mesa junto a dos copas, y le dije:
-Sirve.
Sirvió dos copas. Vino hasta el tresillo, me dio una copa, se sentó a mi lado. Bebió un sorbo, puso la copa en la mesa, se estiró en el tresillo, acomodó su cabeza en mis rodillas, y me preguntó:
-¿Qué posición es la que más le gusta a la mujer cuando folla?
-Te estás metiendo en un pajar, Nina
-Lo sé.
-Eso quiere decir que podríamos acabar follando.
-Lo sé.
-No es que podríamos, es que vamos a acabar follando.
-Eso espero. ¿Qué posición es esa?
La coca me había envalentonado. Hasta me parecía que era más alto, más guapo… Me solté.
-La del perrito es una de las preferidas por las mujeres. ¿Cuál te gusta a ti?
-Yo aún no follé con nadie. Dime, tío. ¿Has echado el polvo perfecto?
-Eché muy buenos polvos, pero el perfecto siempre está por llegar.
-¿Cómo me lo echarías a mí?
-Esas cosas no se dicen, se hacen.
-Ya. ¿Me harías lo que me dijo Trini que le hizo a una amiga?
-¿Qué le hizo Trini a una amiga?
-La besó con lengua, jugó con sus tetas y le comió el chochito.
-¿Eres consciente de que te quiso seducir?
-No soy tonta, pero no me gustan las mujeres… claro que si fuese un hombre el que me comiese el chochito..
-Y el culo.
-¡Ay va! ¡¡Qué cochino!
Nina se incorporó, echó otro trago, y me preguntó:
-¿Eres bisexual?
-No, no me gustan los hombres.
-¿Y lo del culo?
-Es un hobby.
-Un hobby es coleccionar sellos… Yo creo que es una guarrería.
-A las mujeres les gustan los besos negros.
-¿Comiste culos para complacer mujeres?
-Y para después follarles el culo.
-¡Qué salvajada! Eso debe de doler una barbaridad.
-Algunas se corren así. Claro que hay que estimularlas bien.
-¡¿De verdad?!
-De verdad de la buena.
-Interesante. ¿Empezamos?
-Empieza.
Nina, acercó sus labios a los míos y la recibí con un beso que le acabó mojando las bragas de lo largo que fue. Al acabar de besarnos, se levantó y quitó la camiseta. Sus tetas quedaron al aire. Parecían pequeñas pirámides. Sus areolas estaban turgentes y sus pezones eran menores en tamaño que dos granos de arroz cocido. Me levanté, eché mis manos a ellas y las encontré duras. Se las lamí y se las chupé mientras se las acariciaba… luego le quité la minifalda, las medias y los zapatos, hice que se echase en el tresillo, flexionó las rodillas y abrió las piernas. Le besé el interior de los muslos. Sus bragas tenían una gran mancha de humedad. Se las quité. Volvió a la posición en que estaba. Le volví a besar el interior de los muslos, Nina había cerrado los ojos. Le di una lamida en el clítoris, gimió y arqueó su cuerpo. Pasé mis manos por ambos lados de su cuerpo y las puse sobre su bajo vientre. Comencé a lamer su chochito, (estaba rodeado de vello negro) y a lamer y chupar su clítoris. Nina comenzó a jugar con sus tetas y con sus pezoncitos… Fui aumentando el ritmo de mis lamidas sobre el clítoris hasta que sentí que se corría… dejé mi lengua quieta, y Nina, moviendo la pelvis de abajo arriba y de arriba abajo, entre duces gemidos, se corrió en mi boca.
Mientras se recuperaba fui a mi habitación a coger lubricante. Al darme la vuelta, Nina, estaba detrás de mí. Me dijo:
-Quiero perder la virginidad en tu cama.
Lo siguiente que hizo fue quitar colcha. Le pregunté:
-¿Que haces?
-Es por si sangro mucho.
-No vas a sangrar, mujer, si acaso unas gotitas.
Le miré para el culo mientras deshacía la cama. ¡Que culito más rico! Redondito, respingón y duro cómo una piedra.
Al acabar de quitar las sábanas se giró hacia mí. Vi lo hermosa que era. Lo cachonda que estaba… ¡El polvazo que tenía!
Se puso a cuatro patas sobre la cama. Parecía que tenía prisa por perder la virginidad, me metí en la cama, me puse detrás de ella, y me preguntó:
-¿Las mujeres se corren la primera vez que son penetradas?
-Depende quien las penetre.
Puse la crema sobre el colchón, la cogí por la cintura, y lamí desde su chochito hasta su ano. Me dijo:
-Es muy placentero sentir la lengua en el culito.
-¿Ya no te parece una guarrada?
-No, es más, creo que yo soy de las que se corren al jugar con su culo.
Le lamí el periné y el ojete y la nalgueé suavemente cuando la punta de mi lengua se introducía y salía de su ano… A veces le acariciaba las tetas y las costillas, otras le mordía las nalgas. La puse a mil… después metí en su ano la punta de mi dedo medio mojado en lubricante para ver como reaccionaba, y reaccionó echando el culo hacia atrás y metiéndolo todo dentro, luego fue el dedo gordo el que entró… y llegó el momento de la polla. La saqué. Al verla, me dijo:
-Uyuyuyuyuyuy, me vas a reventar.
-Ya verás cómo no te hgo daño.
Como ya dije mil veces, tengo la puntita delgada y después se va haciendo gorda. Jugué con ella en la entrada del ojete, Nina, gimiendo, echó el culo hacia atrás y metió la puntita, que estaba bien lubricada. Al sacarla, le eché lubricante en la entrada del ojete. La segunda vez ya metió la mitad del glande, la volvió a sacar y a la tercera entró.
-¡Me gusta!
Le follé el culo mientras jugaba con sus tetas y besaba su espalda, su nuca y su cuello… Tiempo después, entre gemidos, me dijo:
-Me voy a correr otra vez, tío.
No podía dejar que se corriera. Estaba muy excitada y muy lubricada con sus jugos. Era el momento, Se la saqué, y le dije:
-Ponte boca arriba.
Se puso boca arriba. Lubriqué bien la polla y acerqué la punta a la entrada de su vagina. Le metí la puntita y me quedé mirando su rostro. No había rastro de dolor en él. Nina, me cogió las nalgas y las fue llevando hacía ella. Al meter la mitad del glande le empezaron a llorar los ojos, pero siguió hasta que lo metió. Al tenerlo dentro, frunció el ceño, sus manos apretaron mis nalgas y sus uñas se clavaron en ellas. Sus ojos seguían llorando. Le sequé sus lágrimas saladas con mis besos. Luego nos besamos un ratito con el glande dentro… Después, entre besos, lo fue metiendo un poquito y retirándolo otro poquito… milímetro a milímetro… No recuerdo el tiempo que tardó en meterla, lo que si recuerdo es que estuve a punto de correrme dentro de ella media docena de veces.
Al tenerla toda dentro, le di la vuelta a mi sobrina y la puse a cabalgarme. Debió ser el morbo que le dio, que ni cinco minutos tardó en correrse sobre mi polla, diciendo:
-¡Ufffffffffffffff! ¡¡Me voy, tío, me voy!! ¡¡¡Me voooooooy!!!
Se derrumbó sobre mí y se corrió como en su vida se había corrido.
Al acabar de correrse Nina, después de correrme yo sobre sus tetas, y aún con el semen sobre ellas, me dijo:
-¿Me vuelves a dar sexo oral y anal?
¿Cuál creéis que fue mi respuesta?
Se agradecen los comentarios buenos y malos.
Quique.