Mi tío se corre en mi mujer

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Estábamos disfrutando de nuestras vacaciones. Yo me encontraba echado en una hamaca con mi esposa al lado tomando el sol en bikini. Cogí mi móvil y vi una notificación nueva en mi correo electrónico. La abrí y era un email de J. Observé a mi mujer que tenía los ojos cerrados.

Adivina quién me acaba de enviar un email – le dije en tono neutro.

Ni idea – me respondió sin mucho interés.

J.

Mi esposa abrió los ojos y me miró. Sólo con ver sus pupilas me di cuenta que estaba excitada. J era uno de los hombres con los que había follado en el club liberal que solíamos frecuentar y lo había hecho en más de una ocasión (para leer más experiencias nuestras podéis acceder desde mi perfil). Me había confesado que era el semental con el que más había disfrutado en nuestros juegos.

¿Qué dice? – me preguntó con cierta ansiedad.

Dice que le encantaría volver a quedar con nosotros.

Tres semanas después mi esposa y yo estábamos tomando un gintonic en el club mientras esperábamos a J. Era la primera vez que nos citábamos previamente con un hombre que se iba a follar a mi mujer. Los dos estábamos nerviosos pero cuando vi a R sonreir y un brillo especial en sus ojos supe que ya no íbamos a estar solos.

Los tres nos saludamos y J se sentó con nosotros quedando mi esposa en medio de los dos. Traía una copa con él y estuvimos charlando sin hacer la menor mención al sexo. Más allá de dos castos besos iniciales en las mejillas y a pesar de nuestra posición no había visto ninguna interacción física entre R y J. Terminamos nuestras consumiciones y mi mujer llevó su mano al muslo de J y la dejó allí.

Bueno, ¿empezamos ya? – nos preguntó mi esposa.

No hizo falta más. Los tres fuimos a la zona de vestuarios, nos desnudamos y nos pusimos las toallas y las chanclas. Nunca habíamos estado en el cuarto oscuro y como J había mostrado su interés en ir allí, allí nos dirigimos los tres, conmigo un poco retrasado ya que me entretuve más al cambiarme. Cuando entré en el cuarto oscuro vi que la oscuridad no era absoluta, había el punto de luz justo para entrever que había dos personas allí dentro. Estábamos solos y ellos ya se estaban enrrollando. Me acerqué. Pude percibir que R y J estaban besándose y acariciándose y mi mujer había dejado caer parcialmente su toalla para facilitarle el acceso a sus tetas. Acabé de quitarle la toalla y junto a la mía las deposité en un sofá que había al lado. Escuchaba sus gemidos. Me puse a su espalda y empecé a besarla en el cuello y en la espalda mientras la acariciaba. Más que ver notaba por sus gemidos y por el ruido que hacían que él estaba sobando sus pechos, besando y lamiendo sus pezones mientras penetraba el coño de mi esposa con sus dedos. R vibraba de placer. No tardé en darme cuenta que no sólo el cuerpo de mi mujer se agitaba sino especialmente su brazo. Le estaba meneando la polla. Así, mientras los dos le hacíamos un sandwich y R se aferraba a la polla de él, mi mujer se corrió de pie en nuestros brazos.

Entre tanto un hombre había entrado y se había sentado en el sofá. Se había abierto la toalla y bastaba que girásemos la cabeza para ver su polla en aquella semioscuridad. Extendió su brazo para tocar a mi mujer pero cuando esta se dio cuenta nos dijo que marchásemos de allí. Abandonamos el cuarto oscuro y según llegamos a los reservados mi esposa indicó a J que se echase en el suelo. Él obedeció y R se echó encima empezando a besarse mientras ella seguía meneando su polla y tras ponerle un preservativo inició una mamada. Así estuvo un buen rato mientras él gemía y la acariciaba. Me acerqué a ellos y acaricié la espalda de mi mujer para pasar a ponerme delante de ella y ser testigo de excepción de la felación que estaba haciendo. R me miraba de vez en cuando con los ojos brillantes de excitación. Acabó montándolo y pidiendo que me acercase. Lo hice y se llevó mi pene a la boca para chuparlo. A pesar de las ganas que le ponía me percaté que estaba muy descentrada con aquel pollón dentro de ella. Yo sabía que tenía muchas ganas de volver a follárselo así que me aparté para que se centrase en la cabalgada que le estaba dando. Ella se corrió así.

Cambiaron de posición y él la puso a cuatro patas y la folló desde atrás con ímpetu. En la posición favorita de mi mujer esta gritaba de placer y se corrió varias veces. Volvieron a cambiar, esta vez ella se echó boca arriba y la siguió follando en esa posición con mucha energía levantándole las piernas mientras ella se aferraba a mi mano gimiendo sin parar. El espectáculo que estábamos dando atrajo a dos hombres que se pusieron a nuestro lado para tener una visión perfecta de lo que sucedía y masturbaron sus pollas mirando la follada que estaba recibiendo mi esposa. R alcanzó otro orgasmo pero su amante no bajó el ritmo y siguieron así hasta que él quiso descansar un poco. Para ese momento mi mujer había encadenado otro par corridas.

J se sentó apoyado contra la pared y mi mujer se puso de rodillas a su lado e inclinándose sobre él siguió masturbándolo. Entonces le dejó por un momento y se acercó a mí besándome.

¿Lo estás pasando bien? – me preguntó.

Sí – contesté.

Genial. Entonces vuelvo con él.

Recuerda que antes de venir me dijiste que querías que se volviese a correr en tus tetas.

¿Estás seguro?

Sí.

No me dijo nada más y volvió a acercarse a él y a masturbarlo en la misma posición que antes. Vi que hablaba con él en voz baja. Al poco rato volvió conmigo y me miró un poco ruborizada.

Quiere correrse en mi cara. ¿Te importa?

Un tío le había dicho a mi esposa que quería correrse en su cara. Lo primero que pensé es que era un tanto atrevido por su parte.

¿Tú quieres? – le pregunté.

Sí.

Pues por mí está bien.

R sonrió alegre y volvió con él para decírselo. Retomó la masturbación de aquel pollón hasta que él le dijo que se echase en el suelo boca arriba. Mi mujer le obedeció y él empezó a meneársela de rodillas cerca de su cara. Los ojos de R brillaban de excitación pero su amante no acaba de correrse. Me acerqué y en esa postura empecé a comerle el coño y a masturbarla. Y la descarga de semen llegó. Mi esposa recibió varios latigazos de abundante esperma en su cara, cuello y pelo y en ese momento también ella se corrió muy fuerte. Mientras recuperaban la respiración los dos se limpiaron con unas toallitas y empezamos a hablar. J nos contó cosas sobre él, como que se había iniciado en el mundo liberal de jovencito pero lo más relevante fue que nos confesó que era voyeur y le iba mucho el morbo. Mi mujer y yo nos miramos y la besé delante de él.

Pues si te gusta mirar te vamos a complacer – le dije.

Mi mujer sonrió y se echó en el suelo y la follé en posición de misionero durante un buen rato bajo la atenta mirada de J. Luego cambiamos y fue mi esposa quien me montó. Él no se perdía detalle. Tampoco se perdía detalle otro tío que se sentó a menos de un metro de nosotros y empezó a masturbarse mirando a mi mujer. Estuvimos así bastante tiempo y J marchó al baño, momento que nuestro nuevo mirón aprovechó para intentar unirse a nuestro polvo. Pero mi esposa le rechazó, por lo que parecía hoy solamente la íbamos a follar dos: su semental y su marido. Al hombre no le quedó más remedio que conformarse y allí siguió, meneándosela, hasta que se corrió y se marchó. Mientras tanto nuestro invitado había regresado y vio que seguíamos follando.

Pégame en la cara. Quiero que él lo vea – me pidió mi mujer en voz baja.

J, ven aquí – le dije.

J se acercó más a nosotros, a mí que estaba echado y a R que me seguía montando. Mi mano se estrelló con fuerza contra la cara de mi mujer. La bofetada arrancó más gemidos de mi esposa que me cabalgó más rápido.

¿Te gusta? – le pregunté a mi mujer en alto para que J lo escuchara bien.

¡Sí, me encanta! – me respondió botando encima de mí totalmente excitada.

Dile a J que me lo has pedido porque querías que te viese así – dije en alto para que él lo oyera.

¡Sí, te lo he pedido porque quería que J viese cómo me pegabas y cómo me gusta!

J lo había oído todo. La abofeteé de nuevo una y otra vez y la polla de J volvió a ponerse dura. Mi mujer seguía cabalgándome pero también empezó a masturbarlo y a lamerle los huevos. Yo veía que a veces su lengua se iba y le lamía parte del tronco de la polla a pelo. Tenía los ojos brillantes y era fácil ver que estaba resistiendo la tentación de mamársela sin preservativo por medio. Mientras ella se corría y se corría.

Pégala en la cara – le dije a J -. ¡Vamos, a ella le gusta!

J me miró con dudas y volvió la vista a mi mujer. Mi esposa me seguí cabalgando pero le miraba a él, con los ojos brillando de lujuria, expectante. Era muy evidente lo que ella quería.

J la golpeó en la cara y R se excitó aún más. Eso le animó y volvió a golpearla. Mi mujer volvió a correrse. Finalmente hice que mi esposa se saliera. J estaba completamente excitado. Su pollón se veía durísimo. Cogió a mi mujer y la obligó a ponerse a cuatro patas y siguió follándola y ella corriéndose. No sé cuánto tiempo estuvieron en esa postura pero al final mi mujer se cansó y se echó boca arriba.

Venga, correos encima de mí – nos invitó.

Los dos empezamos a masturbarnos de rodillas encima de ella. No estuvimos mucho rato, J no aguantó más y volvió a ponerse un preservativo para follársela y yo acabé metiendo mi polla entre los labios de mi mujer. Mientras mi esposa soportaba los pollazos de su amante yo me corrí en su boca lo que disparó el orgasmo de R. Él siguió penetrándola con dureza un buen rato más pero no terminaba de correrse. Acabó reconociendo que no iba a ser capaz de llegar otra vez y paró. Los tres nos echamos en el suelo con ella entre nosotros. Sus dos machos acariciábamos el cuerpo de mi mujer y ella nos devolvía las caricias. Así estuvimos descansando y relajándonos. Había sido una noche muy intensa. Llevábamos casi cinco horas follando. Mi esposa y yo acabamos levantándonos y duchándonos y tras vestirnos y despedirnos de J abandonamos el local.

¿Lo has pasado bien? – pregunté a mi mujer ya sentados en el coche y camino de casa.

Mucho – me respondió ella-. ¿Y tú?

Mucho también.

¿Qué fue lo que más te gustó?

Todo en general, pero si tuviese que quedarme con algo que J te pidiese correrse en tu cara. Eso me excitó muchísimo – le dije.

Mi esposa bajó la mirada ruborizada. Tras un momento de silencio me confesó en voz baja:

En realidad fui yo quien le preguntó si quería correrse en mi cara.

La miré. Ella miraba hacia adelante, no sé si por casualidad o avergonzada estaba evitando mi mirada. Mi polla volvió a endurecerse. Al llegar a casa me la follé en nuestra cama.