Muchas veces el mejor amante lo tienes al frente, yo lo encontré en mi perrito Randolph
El verano de Buenos Aires suele ser caluroso en diciembre. Y ese diciembre fue muy caluroso.
Florencia que había encontrado una estabilidad sentimental los últimos años llegaba durante este infierno estival a una nueva separación. Su pareja 20 años mayor que ella la abandonaba para volver con la mujer de la cual se había divorciado años antes.
Con 45 años una buena figura y un rostro agradable pero marcado por la desilusión, Florencia enfrentaba otra vez el camino de la vida sola.
Vivía alejada de la ciudad a más de una hora de viaje en transporte público cerca de la ribera del rio Lujan. Fuera del agobiante calor citadino.
Esa tarde volvía reflexionando sobre los hombres en su vida todos por una razón u otra se habían ido de su lado. Se sentía defraudada, triste y desahuciada. Durante las últimas dos semanas estuvo sola, no tenía ganas de salir. Su monótona rutina era levantarse, desayunar mientras caminaba hacia el autobús, llegaba a su trabajo 10 minutos antes de la hora de entrada, tomaba una taza de café negro fumaba el tercer cigarrillo del día y comenzaba su rutina laboral. Era secretaria, administrativa y telefonista en un taller, también era obrera si urgía despachar un embarque. Al mediodía en su descanso caminaba siempre el mismo trecho al supermercado compraba 2 yoghurts y los bebía en el camino de vuelta a la oficina donde todas las tardes contaba el tiempo hasta la hora de salida. Esperar el primer autobús entre diez y veinte minutos, cuarenta y cinco minutos de viaje, cambiar de autobús, otra media de viaje, bajar en la avenida y caminar cuatro cuadras hasta finalmente desembarcar en casa.
Abría la reja y corría a su encuentro lo único fiel que conservaba, su perro “Randolph”.
Lo había encontrado siete años atrás con dos amigas más. Tenía puesto un collar y estaba muy temeroso. Las tres mujeres que vivian en el mismo edificio en ese momento arreglaron quedarse cada una unos días con el perrito hasta encontrar a su dueño. El tiempo fue pasando y quien termino cuidando al huérfano fue Florencia, que al final lo adopto como su mascota. Desde ese momento se forjo un lazo inquebrantable entre ambos. Llegando hasta intentar atacar a sus amantes. Cuando Florencia tenía relaciones con eventuales parejas debía encerrarlo en la cocina donde aullaba como loco. Con el tiempo logro que aceptara a su última pareja y permitiera que tuvieran relaciones sin tener que encerrarlo, pero a cada gemido de placer de Florencia, Randolph se acercaba a ella para investigar la situación.
Entraba en su casa preparaba un refrigerio para ella otro para Randolph y se sentaba en el jardín sobre el pasto a comer. Randolph después de comer su refrigerio se echaba descansando su cabeza sobre las piernas de su ama.
Anochece tarde en diciembre, y esa noche de viernes anunciaba tormenta y era extremadamente calurosa inclusive junto al rio.
Florencia tomo su cena en el jardín solo mate con algunos bizcochos, no tenía hambre, ni siquiera la caminata de una hora con Randolph le había abierto el apetito.
Después de la cena mientras observaba la tormenta en el horizonte abrió un grifo y un molinete comenzó a regar su jardín. Randolph al ver los chorros rotantes de agua fue a jugar con ellos tratando de atraparlos con su boca. Florencia que vestía un short y la parte superior de una bikini fue con él a jugar entre los chorros de agua a modo de atenuar el calor.
Terminaron ambos empapados sobre la hierba. Florencia olvidaba su dolor y hastío gracias a su mascota.
A lo lejos se veían relámpagos, anunciando tal vez un descanso del agobiante calor húmedo de Buenos Aires.
Permanecieron ahí debajo del regador durante un largo tiempo mientras anochecía, hasta que Florencia ordeno: Una duchita y a dormir. Randolph tenía permitido dormir en la habitación de Florencia a veces hasta se subía a la cama y terminaba durmiendo sobre los pies de su ama.
Bueno Randolph – agrego Florencia- vos también a bañarte – así como estas no te acostas conmigo.
Primero Florencia se encargo de Randolph, lo baño con shampoo en el baño dentro de la bañera. Hacía mucho tiempo que no bañaba ella a su perro. Últimamente se había encargado su ahora ex pareja de hacerlo. Mientras lo bañaba aprovecho y se saco la ropa para meterse también ella bajo la ducha mientras dejaba actuar el shampoo en el pelaje del can. Pasados unos minutos lo enjuago con agua un poco más caliente frotando bien su pelaje, mientras enjuagaba su pecho y siguiendo el recorrido natural del agua al escurrir llego a la entrepierna del perro, la puntita de su pene asomaba de su funda, roja y misteriosa, esto hizo despertar el recuerdo del pene que hasta hacia poco tiempo la satisfacía, lo froto como si lo masturbara y le dijo -como vas a cogerte a la perrita de al lado ahora que oles rico- lo saco de la bañera y lo seco con un toallón. Luego termino ella de bañarse bajo la mirada vigilante del can.
La tormenta seguía lejana anunciándose y el calor solo se atenúo temporalmente por acción de la ducha, cuando llego a su habitación ya sentía otra vez el calor a pesar de vestir solo una bombacha. Tendió una pequeña alfombra a modo de cama para Randolph y se acostó en su cama.
El jugueteo con el miembro canino había despertado recuerdos húmedos que se transformaron en sueños primero y en una masturbación después. Sus gemidos despertaron a Randolph quien trepo a la cama para investigar. Encontró a su ama masturbándose en sueños. El olor lo atrajo a ella y al acercarse lamio mano y entrepierna de la mujer, incrementando el placer en Florencia que seguía entre sueños. Cuando las sensaciones despertaron a Florencia, se encontró a si misma acostada de espalda con las piernas flexionadas y separadas y el hocico de su mascota sumergido en su vagina, lamiéndola como si no hubiera mañana. -Randolph fuera. ? ¿Que haces?- grito. Randolph levanto las orejas primero, luego la cabeza la miro y siguió lamiendo, de un salto se separo del perro y golpeo suavemente su cabeza -no Randolph- dijo enérgicamente.
Tomo al perro del collar y lo saco al parque.
Su estricta personalidad ni siquiera le permitió reflexionar sobre lo ocurrido volvió a la cama e intento retomar el sueño.
Sueño que se interrumpió varias veces por la combinación el agobiante calor y la tormenta cada vez más cercana. De madrugada ya, entre el sonido de los truenos y el fulgor de los relámpagos se arrepintió del castigo a su compañero. Y reflexiono mientras daba vueltas en su cama. Se levanto, fue a la puerta de entrada y la abrió. Ahí delante yacía Randolph quien al oír la apertura de la puerta levanto la cabeza y la miro con cara de víctima. Florencia al ver el gesto del can se sintió culpable. Después de todo era un animal. ¿Como podría entender el animal que ella no era su hembra? Se agacho y dijo mientras lo acariciaba – ¿Que querías, cogerme a mí en lugar de a la perra de al lado?- Randolph la miro con las orejas caídas.
_ sí, me querias coger, Guachito- pero mira que yo no soy fácil de conformar. ¿Vas a poder satisfacerme? –Randolph lamio la cara de Florencia y ella que estaba bromeando vio en la mirada fija y perdurante de su perro una clara intensión. Un trueno cercano rompió la tensión del momento, Randolph entonces agachado y asustado entro temerosamente a la casa. -Bueno dale, entra que ya es tarde, va a llover y todavía no pude dormir- Cerro la puerta tras Randolph y ambos volvieron a la habitación. Florencia Firme dijo -a tu cama- señalando la alfombra, el perro se recostó en ella.
Florencia lo acaricio y volvió a su cama a intentar descansar.
El nuevo día comenzó a clarear pronto y Florencia seguía dando vueltas entre trueno y trueno sin poder conciliar el sueño. Randolph dormía plácidamente sobre el fresco piso de cerámica, había dejado de lado la alfombra.
Florencia admiro la inteligencia de su mascota. Tomo la sabana de arriba y la tendió sobre el piso y se recostó encima, tenía razón estaba más agradable que la cama.
La lluvia no tardó en llegar. Apenas Florencia había conseguido adormecerse comenzó la tormenta de truenos, agua y viento. Los relámpagos iluminaban la habitación como si fuera de día, Randolph sobresaltado busco con un autentico temor refugio en su dueña. Florencia lo acaricio, sintió los acelerados latidos de su corazón. Florencia se levanto volvió a poner la sabana sobre la cama se metió debajo de ella y llamo a Randolph, quien raudamente trepo y se tendió al lado de ella. A Florencia tampoco le gustaban las tormentas y sintió refugio también ella en la piel de su mascota.
A medida que la tormenta amainaba y el ensordecedor ruido se transformaba en melodía sobre el techo de su casa los asustados compañeros volvían a la normalidad. Florencia Beso la cabeza de Randolph y le pidió perdón por no entenderlo. – Solo es tu instinto Randolph, vos reconoces tu mundo a través de tu lengua – Perdón Randolph –mientras seguía acariciando su pelaje. Estaban ambos en la cama Florencia a las espaldas de Randolph, sus manos acariciaban el pecho del perro en círculos cada vez más grandes. Queriéndolo o no Florencia llego otra vez a la entrepierna del canino al reconocer la funda su primer intención fue retirar la mano. Pero se contuvo y recorrio con los dedos la funda sintiendo en su interior el duro miembro, Florencia no sabía aún que los perros tienen un hueso en el pene, al contacto con los dedos de Florencia el pene empezó a reaccionar y su punta comenzó a emerger húmeda, era muy suave y tersa. Florencia se incorporo y miro con extrema curiosidad el pene asomado, con la poca luz exterior su color rojo contrastaba con el pelaje claro de su pecho.
-¿Que estoy haciendo?- pensó Florencia mientras todavía tenía la funda en sus manos y el pulgar sobre el pene. –Estoy revisando la salud del pene de mi perro- se respondió.
Miro a Randolph a los ojos y le pregunto:- ¿Me hubieras cogido, guacho? ¿Le hubieras hecho eso a mama? Y si, seguro te hubiera gustado, ¿No?-
Randolph todavía recostado encorvo el cuerpo y lamio su pene y la mano de Florencia.
-Mmm te gusta guachito- -¿y ahora? ¿Te gusta más?- empezó a frotar la funda como si masturbara al perro.
Su pene comenzó a crecer y Florencia exclamo: -Apa mira lo que tenes ahí guardadito. ¿Como? ¿Era para mí, decís?-
Florencia miro durante unos instantes directo a los ojos de Randolph – Mira Randolph que a mí me gusta chuparles el choto a mis amantes y solo si me gusta su sabor ¡me los cojo!-
Randolph ladro suave como retándola a hacerlo. –Ah guacho ¿Queres una chupadita? Vení, mostrame que tenes- diciendo esto agarro la funda y acerco su boca a la punta, sin pensarlo le pego un lengüetazo y otro y otro hasta que cerró sus labios alrededor del miembro de Randolph lo chupo un rato como si fuera un caramelo, que se agrandaba con cada chupada.
-¿La tenias escondida, no?
Se saco la bombacha y se puso en cuatro y le dijo a Randolph – vení chúpamela vos ahora-.
Randolph empezó a lamer toda la extensión de la húmeda entrepierna de su dueña, el contacto de la áspera lengua recorriendo desde su ano hasta su clítoris la hizo sumergirse en un baño de placer como hacía rato no sentía, seguía bañada en ese placer cuando sintió las patas delanteras de Randolph en su espalda primero y rodeando su cintura después, una extraña mezcla de curiosidad y miedo la invadió. Randolph comenzaba a intentar penetrarla, sentía la ahora dura punta queriendo encontrar su entrada, paso su brazo por debajo de su cuerpo y atrapo la canina pija. Al sentir Randolph el calor y el abrazo de la mano de Florencia aceleró los movimientos de penetración, sin perder tiempo Florencia acerco la punta a su entrada y la centró. Cuando Ranpolph sintió la húmeda caverna alrededor de su miembro empujo violentamente, la penetro y comenzó la fricción, parecía un martillo neumático bombeando locamente. Florencia en un fulgor de realidad pensó en lo que hacía –su perro la estaba penetrando. Se sobresalto e intento pararse, Randolph apretó más sus patas delanteras alrededor de la cintura, Florencia insistió y logro pararse rompiendo la unión. -Que estoy haciendo me dejo coger por un animal. No puedo caer tan bajo, se dirigió al baño, se lavo la cara y se miro al espejo directo a los ojos, cuestionándose lo hecho.
Volvió al cuarto encendió un cigarrillo y vio a Randolph en un rincón lamiéndose el pene. Otra vez se miraron a los ojos. Florencia se le acerco – Perdón Randolph vos me entendes, perdóname, no debo, no puedo hacerlo, Randolph lamio su mejilla. Florencia abrazo su cabeza. Permaneció unos minutos así sintiendo en su pecho desnudo el suave pelaje. Perdón, Randolph, perdón lo beso en la cabeza y Randolph respondió con un lamido en los labios de Florencia, otra vez las emociones se apoderaron de la mujer, su libido derroto a su razón. Volvió a besar a Randolph y dejo que la lamiera, lo miro y con una voz de lujuria le dijo, -Si, vos tenés mas derecho que nadie, cógeme. Gateo moviendo rítmicamente su cola hasta el borde de la cama apoyo sus pechos en la cama, se palmeo los glúteos llamando a Randolph, quien entendió instintivamente el mensaje, acercándose.
Olio la entrepierna, la lamio unos instantes y la monto. Esta vez no hizo falta ayuda. La posición lo favorecía y al tercer intento la ígnea punta irrumpió en la deseada fuente. Comenzó otra vez su frenético bombeo. Esta vez la lujuria de Florencia no se disipo. Florencia sintió incomodidad durante las primeras arremetidas el hueso todavía no tenía el suficiente tejido blando hinchado alrededor, a medida que crecía la daga que la penetraba el dolor se transformaba en placer.
Más de lo que cualquier hombre en su vida, Randolph empujo y empujo hasta que metió toda la dimensión de su verga dentro de su nueva hembra. Florencia sintió la presión y el dramático cambio de ritmo junto con algo que crecía en su interior. El nudo de Randolph se estaba hinchando y abotonaba a Florencia con él. Cuando la presión del nudo parecía inaguantable, Randolph detuvo sus movimientos y una catarata tibia de placer lleno el interior de Florencia, semen espeso y caliente seguía al lubricante natural que Randolph había inyectado hasta ahora en Florencia.
Cerró los ojos y disfruto de una de las mejores cogidas de su vida, transgresora, salvaje pero cariñosa, dolorosa pero placentera.
Randolph cogía a su ama, la transformaba en su perra.
Para sorpresa de Florencia desde que Randolph dejo de empujarla, había experimentado 3 orgasmos consecutivos fortísimos. Pero cuando Randolph la desmonto y giro para quedar trasero contra trasero, todavía unidos, Florencia sucumbió a un cuarto orgasmo. Interminables minutos estuvo disfrutando sin moverse hasta que Randolph intento sacar su miembro todavía hinchado esto hizo explotar otra vez los sentidos de Florencia quien reacciono tomando las patas traseras de Randolph, reteniéndolo mientras le hablaba, – No, Randolph no, me partís al medio déjamela adentro, déjamela, por favor la quiero seguir teniendo adentro. Randolph ladro despacio parecía responder a los deseos de Florencia. Estuvieron así lo que pareció una eternidad. De repente Florencia oyó un ploff seco, sintió una húmeda catarata deslizarse por el interior de sus piernas y la completa dimensión del can salió de ella. Soltó las piernas de Randolph y vio de reojo como su amante intentaba lamer el colgante pene. Florencia giro sobre sus rodillas y atrapo el pene de Randolph –Que haces Lindo, esta es mía todavía- y la metió en su boca succionando hasta la última gota de semen. –Si, es rico, muy rico, me gusta!- le dijo, mientras Randolph era atraído por el aroma de la vagina de donde goteaba un hilo de fresco esperma.
Esa mañana Florencia durmió con una, hasta entonces, olvidada expresión de felicidad en su rostro con su nueva pareja vigilándola.