Negro con una polla enorme

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Julio, un calor que te mueres en Madrid. Después de un fin de semana de juerga con los amigos a los que has sido a visitar, tocaba volver a casa de nuevo, había que trabajar. Lo único que deseaba era tener ya vacaciones y poder pasar un mes entero como el fin de semana que he pasado con los amigos, en los que, he de decir, no he parado de follar.

Ese fin de semana bastante sexual, no es lo que relataré a continuación, ya habrá tiempo de contar los culos que me follé y que preñé de lefa caliente y las pollas que me llenaron la boca. Soy muy cerdo, pero qué le voy a hacer, a todos nos gusta el sexo.

Empezaré antes que nada, presentándome. Mi nombre es Diego y tengo 30 años. Mido 1.80, 78 kilos, moreno y no tengo mal cuerpo. Las clases de bodypump y de crossfit que hago un par de veces en semana me mantienen en forma. Soy profesor de instituto, enseño lengua española y literatura. Más de algún compañero (y compañera) me ha tirado los trastos, pero la verdad es que llevaba un par de años soltero y hasta ahora, la verdad es que lo agradezco. Es la mejor manera de conocerse a uno mismo y de aprender a quererse y valorarse. Ya aparecerá ese alguien. Mientras, disfruto de la vida y del sexo.

No soy un chico que usa aplicaciones tipo grindr ni nada por el estilo. Sin embargo, considero igualmente que tengo una vida sexual más que activa. Vayamos, pues, a la historia en cuestión.

Uno de mis colegas, Bruno, me deja en el aeropuerto. Me da un abrazo y me dice: espero verte pronto, capullo. Me da mucha pena cada vez que me voy. Bruno es uno de mis mejores amigos, estudiamos juntos la carrera y desde el primer día nos sentamos juntos y fuimos inseparables. Rubio y de ojos azules, y también gay, es un bombón en el que todos se fijan. Fibrado también del gimnasio, no pasa para nada desapercibido. Sin embargo, nosotros hemos sido siempre solo amigos, nunca hemos ido más allá. Para mí, es como el hermano que nunca tuve.

-No pasa nada, Bruno. No te me pongas a llorar, que si no, lloro yo también. Nos vemos en un mes en la playita, y nos vamos a poner negros como el tizón.

Yo soy de Canarias, y mis colegas siempre vienen religiosamente todos los veranos al menos una semana a la playa. Lanzarote es una isla mágica y tiene muchísimas calas paradisíacas en las que pasamos los días en bolas, tomando sol, bebiendo, nadando, disfrutando del buen clima que tenemos.

Una vez me despido de Bruno, entro en el aeropuerto y paso el control de seguridad. No hay mucha gente en el aeropuerto. Nada que ver con cómo era la vida de la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid antes del covid. Tiendas cerradas, pocas cafeterías abiertas. La imagen es cuanto menos desoladora.

Me paro a tomarme un café ya que he llegado con bastante antelación al aeropuerto. Soy un chico precavido, nunca me gusta apurar. Después del café, me dan ganas de mear y me dispongo a ir al baño. La verdad es que me estaba meando mucho. Entro al baño y se encuentra vacío. Me dirijo a los urinarios. Son 3, y me coloco justo en el del medio ya que no había nadie. Me bajo la bragueta y me saco el rabo para mear. La verdad, nunca he presumido de ello, pero calzo un buen plátano canario. Mis 19 centímetros no pasan nunca por alto. Soy un chico que se recorta el pelo, pero no se depila. Así que tengo pelo en el rabo y en los huevos.

Empiezo a mear. Joder, menudo chorro. Casi me meaba encima. En eso, entra un chico, más o menos de mi edad, y se pone justo a mi lado y se saca también rápido el rabo y se pone a mear.

-Uf, joder, resopla. La verdad es que parece que también tenía muchas ganas.

Lo miro y me resulta muy guapete (con la mascarilla ya nunca se sabe). Es más bajo que yo pero se nota que tiene muy buen cuerpo.

Yo vuelvo a mirar a mi rabo y la verdad sigo meando aunque sinceramente la situación me ha dado mucho morbo. El tío mira para mí y parece haberse puesto nervioso. Yo termino de mear y me empiezo a sacudir las últimas gotas. Joder, con tanto meneo mi polla empieza a crecer. Entre eso y el morbo, mi polla ya tenía un grosor considerable. Al poco vuelvo a mirar al tío que estaba a mi lado y me doy cuenta de que su rabo, un poco menor que el mío, ya está también duro como una piedra.

Madre mía, el chaval también gasta un buen cimbrel. Empieza a sacudirse el rabo y veo cómo un par de gotas de su meada salpican mi rabo duro. Ahora sí que mi rabo va a estallar. Empezamos los dos a tocarnos muy despacio el rabo, cada uno el nuestro, como si nos estuviéramos pajeando. Qué morbazo la situación.

En eso, entra alguien al baño. Tenemos cuidado para que no se note nada. Un cuarentón, que no estaba para nada mal, se saca el rabo y se pone justo al otro lado a mear. No pude evitar mirarle el rabo también, y mis ojos casi no dan crédito a lo que veía. Su polla era hasta más grande que la mía, seguro. No estaba dura, pero sí que calzaba más que bien. El chico joven que estaba a mi lado se guarda el rabo, se sube la bragueta y sale del baño. Cuando el cuarentón termina la meada, empieza a sacudírsela y yo no quito ojo. Soy activo, pero ojalá de rodillas y que se sacuda el rabo en mi cara y lo meta en mi boca. El tío se da cuenta y me guiña un ojo.

-¿Te gusta? – me pregunta con lascivia.

La verdad es que me ha dado un corte tremendo que se haya dado cuenta de que no le quitaba ojo a su rabo, y no supe ni qué responderle. Empecé casi a balbucear un sí, pero no me dio tiempo. Cogió mi mano y la plantó en su rabo, que empezó a crecer y a hincharse en mi mano desde que la toqué. Se le puso el rabo superduro, y empecé a sacudirlo yo mismo.

-Lo siento, pero tengo prisa, mi novia me está esperando fuera. Pero me habría encantado follarte la boca y llenártela de leche caliente.

No me puse de rodillas en ese momento, porque entró más gente al baño. Nos subimos la bragueta ambos, nos guardamos el rabo y nos lo colocamos para que se notara lo menos posible que llevábamos las pollas como para partir piedras. Salimos del baño y se fue cada uno por su lado. Antes de salir, noté que me dio una nalgada en el culo muy suave a modo de despedida.

Miré las pantallas buscando, ahora, información de mi vuelo y veo que ya me han asignado una puerta. Me dirijo hacia ella cachondo a más no poder. La situación que había vivido en el baño me había puesto muy muy cerdo.

Llegué finalmente a mi puerta de embarque, y me senté a esperar. A los 10 minutos comenzó el embarque. El avión no iba muy lleno, afortunadamente. Esta vez, pillé un asiento en business. La verdad es que la diferencia de precio con un asiento normal es últimamente irrisoria, así que decidí gastar un poco más esta vez e ir en un asiento mejor, y, además, te daban de comer.

Entré en el avión y me senté en el asiento que tenía asignado, 3F, ventanilla. Esta vez el avión iba a ir bastante vacío, de ahí también el precio del billete, imagino. Estaba sentado ya y seguía con el rabo duro tras la situación vivida. Hasta que no descargara, no se me iba a ir el empalme, siempre me pasaba igual.

Parecía que había finalizado el embarque, y entró un último pasajero. Otro cuarentón, negro, no más alto que yo. Se le notaba fuerte, con barriguita, y joder, qué bueno estaba. Muy simpático me saluda, con un hola, al que evidentemente le correspondo. Se sienta en el pasillo, en la misma fila que yo pero en los 3 asientos contiguos. Casualmente viaja también en business. No le voy a quitar ojo en todo el viaje, pensé morboso.

Embarque finalizado- anunció uno de los azafatos del vuelo. Al azafato, se le notaba bastante joven. No tendría más de 24 años. Alto, delgado y moreno nos anunció que sería el encargado de atendernos durante todo el vuelo. Muy agradable, nos preguntó a ambos si queríamos beber algo.

El pedazo de hombre que tenía a mi lado, le dijo que una copa de cava. Yo, pedí simplemente agua. La verdad es que ya había bebido bastante alcohol el fin de semana.

Una vez nos había ya servido la bebida, me miró mi compañero de vuelo y me pregunta: ¿vas de vacaciones?

– Qué va, vuelvo a casa. Yo soy de allí.

– Qué suerte tienes, siempre la playita cerca.

– Bueno, no te creas que siempre tienes tiempo de ir. Cuando trabajas, no vas todo lo que quieres, reí al decir esto.

– Jajaja, tienes razón-exclamó. Bueno, me llamo Omar, encantado. ¿Y tú?

-Yo soy Diego, el placer es mío.

Y tanto que el placer fue mío.

La verdad es que ya no era solo el hecho de que estuviera Omar muy bueno y yo estuviera cachondo perdido, sino que era un tío muy simpático. Me contó que era abogado y que se iba a Lanzarote dos semanas de vacaciones. Que necesitaba desconectar por completo.

Era incapaz de quitarle ojo de encima, qué ganas tenía de descargar. Además Omar parecía que tenía un buen paquete entre las piernas, el bulto era considerable.

Después de un rato de conversación, el avión ya había despegado y hacía 20 minutos que estábamos volando. Omar, me dice: ya vuelvo, voy al baño. El azafato le indica la puerta, y al volverse a levantar, no pude dejar de mirar para él: me tiene obnubilado. Me doy cuenta de que el azafato lo mira también con ojos libidinosos. No me extraña. Omar marca un paquete descomunal.

Cerré los ojos, y empecé a pasar mi mano por mi polla dura encima del vaquero. Qué ganas de que me hagan una buena mamada. Sigo disfrutando, con los ojos cerrados, e imaginando a Omar de rodillas, mientras le doy polla. No sé ni cuánto tiempo paso así, pero cuando me di cuenta, Omar ya había vuelto y estaba sentado mirando para mí. Me quedé completamente parado, no sabía cómo reaccionar.

Omar pareció no darle importancia y dice: cuando mi polla se pone dura, también tengo que descargar, dijo riendo.

Menos mal que se lo tomó así, pensé para mí. Él también cerró los ojos y parecía que se dormiría. Volví pues, a cerrar los ojos. Esta vez, no me manoseaba. Debí quedarme traspuesto unos 10 minutos. Miré para Omar, y veo que el que ahora se está manoseando la polla, es él. Madre mía. No me equivocaba en absoluto. Parecía tener la polla dura y ahí había un buen tronco. Mi rabo volvió a estar duro al instante. Qué ganas tenía de ver esa pedazo de polla negra.

Empecé a tocarme de nuevo, me aseguré de que el azafato estaba ocupado y no veía nada, porque ya no aguantaba más. Me desabroché la bragueta y me saqué el rabo. Estaba todo lleno de precum. Llevaba ya mucho con el rabo duro y tenía muchas ganas de descargar. Me puse cerdo al estar en el avión pajeándome, viendo cómo un negro que me ponía a mil se manoseaba el rabo. Estaba pajeándome fuerte, qué ganas de dar rabo tenía.

Al poco, Omar abrió los ojos, y me miró cómo me estaba pajeando. Con tanto precum, la verdad es que la paja se oía.

-Pues gastas muy buen rabo, Diego.

Omar, sin pensarlo dos veces, se abrió también la bragueta, y no llevaba calzoncillos. Puf, qué morbo sentí. Se sacó un rabazo de 23 centímetros por lo menos. Un tremendo pollón negro venoso, se me hizo la boca agua. Me di cuenta de que también tenía pelo en el pubis, lo cual me puso aún más cachondo. Empezó también a darle duro a su rabo. No parábamos de pajearnos. Muy fuerte. Estábamos los dos muy cachondos, se notaba a leguas.

– Quiero probar esa polla- me dijo Omar.

Se levantó, se cambió de sitio y se puso a mi lado. Se tumbó y se metió mi polla en su boca. Resoplé y solté un bufido. Qué ganas tenía de que me la comieran. Y cómo me la comía. No paraba de chupar y de tragar. Lo hacía demasiado bien, se notaba que tenía experiencia. Levanté mi culo del asiento, le agarré la cabeza, y empecé a follarle la boca a toda velocidad. El cabrón de Omar se tragaba mi rabo entero, y eso que yo también la tenía gorda. Las babas se le escapaban por la comisura de los labios a mi felador. Como siguiera así, me iba a correr pronto. Paré de follarle la boca, y le metí mi polla entera dentro de su boca. Los pelos de mi rabo le llegaban a la nariz. Omar se sacó mi rabo de su boca, se incorporó y me plantó un morreo con lengua mientras agarraba mi rabo con una mano y me seguía pajeando.

-Ahora soy yo el que quiere probar tu pollón -le dije a Omar.

Me agaché y llevé su pedazo de rabo a mi boca. Me metí el glande despacio y sabía a gloria. Unas gotitas de semen se le escapaban ya y entraron en mi boca. Empecé a hacerle una mamada y a Omar se le escapó un gemido.

-Ahhhh cabrón chupa-me dijo.

Le tapé la boca con mi mano para ahogar sus gemidos mientras seguía chupando. Escuché un ruido y me incorporé para ver qué ocurría. Cuando me doy cuenta, nos vemos al azafato con los pantalones por el suelo mientras se hacía tremendo pajote mirándonos. Tenía una cara de lujuria extrema. No paraba de darle a su rabo, que mediría tanto como el mío.

-Tenemos espectador -profirió Omar al percatarse de la situación. Mira cómo chupa rabo este cabrón, lo hace genial. Sigue dándole, que queremos ver también cómo lefas.

Me volví a agachar y seguí mamando rabo un rato más.

De repente, Omar me dice: dame rabo tú de nuevo, que quiero que me llenes la boca de leche y correrme mientras me lefas. Me siento de nuevo pegado a la ventanilla del avión y él se tumbó a lo largo de los asientos. Se subió la camiseta y se volvió a meter mi rabo en su boca.

-Ahhhhh como sigas así te voy a llenar la boquita de leche caliente, cabrón -le dije a Omar.

El azafato, que no nos quitaba ojo, empieza a suspirar y anuncia el orgasmo. Uno, dos, tres, cuatro y hasta cinco trallazos de lefa que salen disparados por todos lados, pringando hasta los asientos delanteros del avión. Me dio tanto morbo ver soltando lefa y con la mamada que me estaban dando, que no aguanté más y empecé a gemir: ahhhhhhhhh, me corroooo. No sé ni cuánto chorros de lefa eché, pero la boca de Omar estaba completamente llena, hasta que se la tragó toda. Él, al sentir, que lo llenaba de lefa, empezó al mismo tiempo a correrse entre espasmos y pringando todo su vientre de leche muy espesa. Hacía tiempo que no se corría, seguro.

El azafato nos trajo rápidamente papel para limpiarnos, se notaba que estaba sonrojado después de lo ocurrido. Nos arreglamos, y se quedó Omar sentado a mi lado.

-Me tienes que dar tu número, creo que podemos pasarlo bien estos días, Diego. Y tú -dijo refiriéndose al azafato- también, quiero catar ese rabo que tienes. El azafato nos guiñó un ojo.

Nos intercambiamos los números, y quedamos en vernos en Lanzarote.

Media hora más tarde, llegamos a nuestro destino. Nos despedimos a las puertas del aeropuerto y me dijo Omar al oído: quiero que me preñes pronto el culito.

Fin del primer capítulo.

Es mi primer relato. Espero que les guste.

Me ha dado mucho morbo escribirlo, no he evitado estar pajeándome al mismo tiempo que escribía.

Espero sus consejos y sus opiniones.

Muchas gracias.