No me importa mucho el dinero porque tengo de sobra y por eso acepto que mis inquilinas me paguen con sexo
Me costó hacer la reserva. Quería llevar a Carmen a un restaurante del puerto que es bastante bueno pero casi siempre está completo. Por fortuna pudieron hacerme un hueco para la noche del viernes. Avisé a mi compañera que reservara el día para que pudiera pagarle la apuesta perdida. Nuestra relación seguía sin cambios. Bromeábamos como siempre y continuábamos jugando y viendo series juntos por las noches. Sin embargo yo no podía dejar de recordar cada vez que la miraba la imagen de sus tetas desnudas.
Cuando Carmen llegó el viernes de trabajar se encerró en su habitación diciéndome que se tenía que preparar para la cena. Al principio no me imaginaba a que se refería, el restaurante aunque es bueno no obliga a ir de etiqueta y a ella nunca la he visto vestida con nada que no sea ropa informal. Así que cuando salió de su cuarto lo que menos me esperaba era verla con una blusa escotada que se le ceñía a las tetas, unos pantalones que para variar no eran vaqueros y los ojos pintados.
– ¿Qué? ¿No me vas a decir lo buena que estoy? – me preguntó con ironía.
– ¿Eres tú Carmen? ¿O su gemela malvada?
– La Carmen del universo alternativo, por supuesto – contestó guiñándome un ojo.
– Estás increíble.
– Venga, vamos yendo, que hoy pagas tú.
Mi casa no está muy lejos de la zona marítima de la ciudad así que aprovechando que empezaba a hacer calorcito ya que se acercaba el verano fuimos dando un paseo hasta el restaurante. Mientras charlábamos pensé en que probablemente era la primera vez que salíamos los dos juntos. Aunque en casa hacemos mucha vida diaria, mamadas aparte, luego los fines de semana solemos quedar cada uno con su grupo de amigos.
En el restaurante nos atendieron enseguida pese a que estaba llenísimo. Di mi nombre y nos llevaron a la mesa que estaba en un rinconcito. Tras leer la carta pedimos una ensalada especial para compartir y luego cada uno un pescado que hacían a la brasa en las parrillas que tenían en el puerto. Carmen seleccionó un vino blanco que alguna vez había tomado y que me dijo que estaba muy bueno. Yo no soy mucho de vinos pero por una vez y además gustándole a ella no iba a decir que no.
Sentado en frente de ella mi mirada se desviaba y no podía evitar mirarle las tetas. A través del escote de la blusa que se había puesto se le veía sin problemas el comienzo de su voluminoso pecho y parte de un profundo canalillo. Esa visión disparaba los recuerdos de la semana anterior cuando me las enseñó y me permitía imaginar el resto de la piel que permanecía oculta. Por fortuna el hecho que se hubiera maquillado conseguía fijar mi atención ocasionalmente es sus ojos. Era la primera vez que yo la veía pintada y me generaba una mezcla de curiosidad, morbo y emoción de que lo hubiera hecho para salir conmigo.
– Me encanta cómo te quedan los ojos así – le dije sinceramente después de que la camarera nos diera el vino a probar y sirviera la primera copa.
– No te acostumbres porque es un engorro – me contestó. – Pero me alegra que te guste. Me apetecía que me vieras alguna vez así.
– Pues te queda genial. ¿Puedo hacerte una foto? ¿Para inmortalizar a la gemela?
– Jajaja, claro.
Saqué el móvil y Carmen cogió la copa de vino para posar como si estuviera brindando. Disparé un par de fotos. Mi compañera salía fantástica. Sus ojos destacaban muchísimo y lo mejor, aunque no lo hubiera hecho aposta, es que en la foto aparecía su canalillo en todo su esplendor.
– Sales genial – le dije mostrándole la foto.
– Eres buen fotógrafo – me dijo tras echar un vistazo absteniéndose de comentar que se le veían la mitad de las tetas en la imagen.
La cena transcurrió de forma muy agradable, Pensaba que me bloquearía en una situación así con ella pero pronto me di cuenta que era como estar en casa. Charlábamos de nuestras cosas como siempre y nos vacilábamos a la menor ocasión.
– Por cierto, que no te he contado – me dijo de pronto durante el postre.
– ¿Qué has roto?
– ¡Calla! Es del curro. Aprovechando el día ese que se han inventado los del barrio de vida nocturna y que los comercios abren de noche van a organizar un torneo de videojuegos. ¡Tengo intención de apuntarme y ganar!
– ¿Puedes apuntarte? Siendo empleada en la tienda igual no te dejan.
– Ya he preguntado. No hay problema. Como no es un sorteo da igual que trabaje allí. Son 3 juegos diferentes, ganas puntos por tu clasificación final en cada uno de ellos y el que mejor tenga entre todos se lleva el premio.
– ¿Hay premio? ¿Qué te puedes llevar?
– Un pack de esos de viajes y un juego. Pero eso me da igual. Me interesa ganar para demostrarle a alguno de los compañeros que las tías también podemos ser buenas en esto – Carmen me había contado alguna vez que en la tienda había alguno que otro de los que opinaban que siendo mujer ni podías entender ni dársete bien los juegos.
– Espero que les des una paliza a esos idiotas – la animé sinceramente.
– ¡Por supuesto! Pero necesito que me ayudes.
– ¿Cómo? ¿Tengo que contratar a algún sicario para eliminar a ciertos rivales?
– No hace falta, pienso humillarles con el mando. Vamos a competir con la snes mini y el único problema es que uno de los tres juegos escogidos es el Street Fighter. Y sabes que no es precisamente lo que mejor se me da.
– No hace falta que lo jures. En los juegos de lucha es en los únicos en los que te suelo ganar sin problema.
– ¡Por eso necesito que me entrenes, maestro Mutenroshi! – me pidió con un brillo en los ojos.
– Eso está hecho. ¿Cuánto tiempo tenemos?
– Es el viernes que viene.
– Suficiente – la tranquilicé. – Mañana mismo empezamos.
– ¡Genial!
– Por cierto, ¿no había otro maestro para compararme que con el duende tortuga?
– Es que eres igual de pervertido.
– Yo no sé por qué pregunto – dije divertido tapándome la cara con la mano.
Tras los postres nos quedamos un rato más hablando y luego pedimos la cuenta que tal y como había prometido pagué yo entera. Después salimos del restaurante y volvimos paseando hacia mi casa. Carmen se agarró de mi brazo y pude notar cómo uno de sus pechos se aplastaba contra él. Yo cada vez estaba más a gusto con ella y no recordaba la última vez que había paseado con una mujer de esta forma.
Una vez en casa nos dimos las buenas noches y yo me metí en mi cuarto que es el que queda primero en el pasillo. Noté una presencia a mi espalda y al girarme me encontré con Carmen en la puerta que no había seguido hacia su habitación.
– ¿Carmen?
– Es un buen momento para pagar el alquiler, ¿no te parece? – me dijo con voz pícara.
– ¿Ahora?
– Claro, ¿por qué no? O no te apetece – me preguntó.
– Sí, claro. Claro que me apetece.
– Además ahora tengo que hacértelo sin camiseta – me dijo con picardía mientras cerraba la puerta para no molestar a Patricia. La pobre estaba con los últimos exámenes finales y por las noches acababa extenuada.
– Bueno, tampoco es obligatorio. Sé que lo dije pero me siento mal sintiendo que os obligo a hacer cosas – no sabía por qué a esas alturas seguía preocupándome parecer un salido.
– Qué pasa, ¿no quieres ver estas dos? – me preguntó poniéndose las manos sobre las tetas y apretándoselas. – Si llevas toda la noche mirándomelas.
– Eh… no, no – intenté negarlo.
– Qué inocentes sois. Creéis que no nos damos cuenta pero sabemos de sobra cuándo los tíos nos miráis las tetas. Os pillamos siempre aunque no os digamos nada.
Carmen se llevó las manos a los botones de la blusa y empezó a desabrocharlos uno a uno. No perdí detalle en cómo su escote iba aumentando en profundidad mostrando cada vez mayor cantidad de pecho. Enseguida sus tetas quedaron a la vista tan solo sostenidas por un sujetador rojo que no había visto nunca.
– ¿Suje nuevo? – le pregunté.
– Muy observador. Sí, ya que conoces toda mi lencería quería estrenar algo en el primer pago sin camiseta – me dijo admitiendo quizás sin querer que pensaba chupármela hoy desde que se había vestido.
– Te queda muy bien – le dije. El modelo le juntaba las tetas haciéndole un canalillo más profundo y se las levantaba dando una sensación de más volumen. Además tenía unos encajes bastante sugerentes en la parte superior de la copa.
– ¿Y no me quedarían mejor sin él? – me preguntó llevándose las manos a la espalda.
Carmen soltó el cierre de su sujetador y sensualmente se deshizo de él destapando sus enormes tetas dejando que se las viera por segunda vez. Apenas acerté a decirle lo espectaculares que me parecían cuando me tumbé en la cama mientras observaba cómo se le movían las peras a Carmen con cada paso que daba al acercarse a mí. Se subió a los pies de la cama y de rodillas empezó a desabrocharme el cinturón para bajarme los pantalones. En esa posición sus melones quedaban colgando y casi rozaba mis piernas con ellos.
No puse ningún impedimento en que mi compañera me desnudara y mi polla saltó completamente erecta cuando me retiró los calzoncillos.
– Me encanta que siempre la tienes bien dura – me dijo mientras me la agarraba y apretaba para comprobarlo.
– Es que si me enseñas esas maravillas de tetas es imposible que no me empalme – confesé.
– ¿De verdad te gustan?
– Me encantan. Son perfectas.
Carmen se recostó a mi lado y no sé si lo hizo queriendo pero apoyó una de sus tetas sobre mi muslo. Mi piel desnuda entró en contacto por primera vez con esa enorme fuente de calor y noté cómo se adaptaba su forma a la de mi pierna. Mientras concentraba mis sensaciones en el contacto con su pecho mi compañera ya se había llevado la polla a la boca y empezaba a chupármela. Con tanta práctica Carmen ya dominaba qué es lo que más me gustaba y qué tenía que hacer con mi polla para conseguir darme mayor placer. Una de sus manos se encargaba de acariciarme los huevos lo cual me enviaba chispazos de placer por todo el cuerpo. El resto de su trabajo lo hacía la boca que se movía rítmicamente para introducirse mi miembro y recorrerlo con los labios.
Me encantaba mirar cómo mi amiga me la chupaba. La naturalidad con la que me la tocaba y lamía para provocarme un estallido de placer. Había perdido ya la cuenta de cuántas veces habíamos estado en esa situación y aun no me podía creer que siguiera pasando. En cierta medida me frustraba que pareciera que todo era por ahorrarse el dinero. Me gustaría que surgiera e hiciéramos algo más pero tenía miedo de que si lo proponía se terminara todo. ¿Y si Carmen solo me la chupaba porque pensaba que para mí solo era sexo pero si se enteraba de que significaba más empezara a sentirse incómoda? Una vida de fracasos sexuales como la mía me había condicionado de tal manera que me impedía pensar que podría salirme bien si arriesgaba. Y si Carmen no había querido hacer nada más que la mamada semanal supongo que sería por algo.
Mis pensamientos vagaban mientras me encontraba completamente relajado disfrutando de las sensaciones que se concentraban en mi polla. Pese a estar sin camiseta apenas podía verle las tetas a mi amiga por la posición en la que se encontraba pero al menos seguía notando la que tenía apretada contra mi pierna.
Unos minutos después noté que ya no iba a poder aguantar más el orgasmo y advertí a Carmen de que me iba a correr. Dejó mi polla dentro de su boca mientras con una mano empezó a frotarme la base del tronco y la otra continuaba acariciando mis testículos. Sentí el semen recorrer mi interior hasta abrirse camino al exterior saliendo disparado. Noté cómo cambiaba la expresión de Carmen al empezar a recibir mi leche directamente contra su garganta. Tras cinco espasmos me quedé completamente vacío, mi amiga se sacó la polla de la boca y tragó con dificultad.
– Casi me ahogas, me ha ido directa al esófago – protestó.
– Perdona…
– Necesitabas descargar, ¿eh? Has soltado mucho.
– Habrá sido la situación – le dije haciendo un gesto con la mano hacia sus tetas. Al terminar la mamada se había incorporado y yo no perdí la oportunidad de contemplar sus pechos que habían vuelto a quedar a la vista.
– Bueno, pues ahora a recargar reservas para la próxima – me dijo dándome unos golpecitos en mi polla que empezaba a recuperar su tamaño normal.
Tras eso, Carmen se bajó de la cama y recogiendo su sujetador y blusa salió de la habitación dejándome nuevamente con una sensación de vacío. Una ocasión más tras hacer que me corriera se iba sin que pasara nada más. Trámite cumplido parecía transmitirme. Me quedé dormido tal y como me dejó Carmen, con la polla al aire, ya flácida y mojada con su saliva.
La siguiente semana comencé a entrenar a mi amiga en el juego de lucha. Cuando volvíamos del trabajo y tras terminar de cenar encendíamos la consola y practicábamos uno contra otro mientras Patricia se encerraba para estudiar para su último examen. Al principio Carmen se impacientaba porque no conseguía ejecutar ninguno de los combos a tiempo.
– No pienses, actúa. Te sabes la teoría pero tienes reaccionar sin dedicar tiempo a decidir qué técnica usar – aconsejé.
– Ya lo intento pero no me sale – me dijo frustrada.
– Hazlo o no lo hagas pero no lo intentes – sentencié.
– ¿Ahora vas de maestro Yoda? – me preguntó.
– Mejor que Mutenroshi ya es…
– Sigue siendo un viejo verde, literalmente – me vaciló.
Llegó el viernes y Carmen se había preparado lo mejor que pudo. En las pruebas de carreras y plataformas no iba a tener problemas y seguro que pasaba muchas rondas. Y para la de lucha al menos conseguimos que aprendiera lo suficiente para que su rival tuviera que trabajárselo si quería derrotarla.
Mi intención original era ir a la tienda por la tarde para verla participar y darle apoyo moral pero me tocó trabajar inesperadamente por unos cambios que quería hacer un cliente en su entorno de producción y que hay que hacer fuera del horario laboral habitual. En eso estaba cuando entró en mi habitación Patricia.
– Pero si es la futura doctora Grey. ¿Qué tal se siente haber acabado todos los exámenes?
– Liberada. No sabes el estrés que he pasado este mes – me contestó. – Así que hoy me largo de fiesta y a celebrar.
– Te lo has ganado, Patri.
– ¿Tú no ibas a estar con Carmen en el torneo de los juegos esos? – me preguntó.
– Iba, pero mi jefa Sofía ha decidido que hoy era el mejor día para instalarle unas mejoras a un cliente. Así que aquí estoy pringando.
– Pobre – me dijo mientras miraba la pantalla de mi portátil donde en la ventana de comandos iba escribiéndose automáticamente el resultado de mi última operación. – ¿Te parece si aprovecho y te pago el alquiler? Me toca esta semana y no he tenido tiempo aun.
– Eh, claro. Como quieras – contesté. Había estado tan absorto con Carmen que ni me acordaba de que Patricia tenía que chupármela esa semana.
– Me tenía que quitar la camiseta, ¿verdad? – me preguntó. – Según lo último que hablamos.
– Bueno, como quieras. Tampoco hace falta.
– ¿Carmen se quitó la camiseta?
– Eh, bueno, sí – contesté recordando a mi amiga en tetas.
– ¿Borja? ¿Cómo te lo hizo Carmen?
– Carmen se quitó también el suje – admití.
– Ah vale. Pues yo también entonces – decidió sin dudar.
– No hace falta Patri, hablamos solo de hacerlo sin camiseta.
– A mí me da igual que me veas las tetas. En la playa hago siempre topless así que si vamos juntos este verano me las vas a ver lo mismo.
Sin darme tiempo a replicar Patricia se sacó por la cabeza el top de tirantes que llevaba quedándose con un sujetador rosa frente a mí. La prenda no le duró mucho puesta, inmediatamente se soltó el cierre y se lo quitó dejando que viera por primera vez sus pechos. Ya había visto parte de ellos a través de sus escotes ya que Patricia usaba bastantes. Las tetas de mi amiga eran medianas pero destacaban mucho en su cuerpo pequeño. Las areolas eran rositas y pequeñas y se notaba lo joven que era ya que se le mantenían firmes y levantadas incluso sin el sujetador.
Patricia dejó que la contemplara sin darle importancia mientras se recogía su melena rubia en una coleta. Tras ello se arrodilló y me bajó ligeramente los pantalones y calzoncillos mientras yo seguía sentado en la silla de mi escritorio. Sorprendentemente mi pene no había despertado por completo pese a ver a mi amiga medio desnuda y tan solo la tenía un poco morcillona y sin hacer ningún comentario se lo metió entero en la boca y empezó a jugar con su lengua provocando una reacción inmediata.
Observé desde mi posición a Patricia cómo me lamía sin descanso. Era increíble verla cómo lo hacía con sus tetas al aire. Arrodillada podía vérselas en todo su esplendor y su ligero movimiento siguiendo el compás de la mamada. Sus pezones se habían endurecido y destacaban en la cima de sus montañitas.
De reojo miré a la pantalla del ordenador y comprobé que mi última operación ya había acabado así que girándome ligeramente comencé a teclear la siguiente serie de pasos manuales. A Patricia no le importó que siguiera trabajando mientras me la chupaba.
De pronto se me abrió una ventana en la pantalla del ordenador y se inició una videoconferencia. El programa que usamos para comunicarnos internamente está especialmente pensado para trabajadores en remoto y a menos que indiques que estás ocupado, cosa que se me había olvidado cambiar al entrar Patri, acepta automáticamente las llamadas. Aterrado observé el cuadro donde se muestra mi cámara para comprobar aliviado que en el encuadre no aparecía mi amiga medio desnuda haciéndome una mamada.
– ¿Qué pasa Borja? Yo ya he acabado lo mío – me dijo a modo de saludo mi compañero.
– Hola Guillermo, qué suertudo, te ha tocado lo más fácil – contesté intentando aparentar normalidad ya que Patricia seguía chupándomela como si nada.
– Por una vez no me quejo. Yo apago ya el chiringuito. Voy a ver si disfruto del finde.
– Muy bien. Yo tengo para un ratillo más, ya hablamos el lunes – le intenté cortar antes de que se diera cuenta de que pasba algo.
– ¿Estás bien? Te noto un poco acelerado.
– Es que hace un calor en casa que lo flipas – mentí.
– Pues nada tío, despelótate e intenta convencer a las pavas esas con las que vives que hagan lo mismo – me sugirió mi compañero. Nunca se imaginaría que mientras me habla una de esas chicas está arrodillada con las peras al aire chupándome la polla.
– No es mal plan, jaja – le reí la gracia, – Venga, vete a tomar unas cervezas tú que puedes. A ver si termino esto.
– Vale tío, nos vemos el lunes – se despidió cerrando la conferencia.
– Joooder, apunto de pillarnos – le dije a Patricia mientras ponía el programa en modo ocupado.
– Hubiera sido divertido – dijo mi amiga sacándose momentáneamente mi polla de su boca. Durante toda la conferencia no había parado de mamármela.
– No me digas que te da igual que uno de mi curro te hubiera visto en tetas haciendo una mamada.
– Le das mucha importancia al sexo – me dijo. – Va a ver cómo tu polla entra y sale de mi boca, ¿y? Y las tetas ya te digo, anda que no me las habrán visto desconocidos en la playa. Por uno más…
– No había conocido ninguna tía tan abierta en el sexo cómo tú – le dije sinceramente mientras volvía a la tarea de darme placer.
Mi amiga continuó chupándomela mientras yo terminaba de realizar comprobaciones en el ordenador. La verdad es que no me importa hacer horas extras si tengo a una mujer dándome placer mientras trabajo. Intenté aguantar lo máximo posible para hacer el trabajo más llevadero pero la constancia de Patricia me hizo imposible resistir mucho más tiempo.
– ¡Me corro Patri! – grité incorporándome de la silla.
Mis pantalones y calzoncillos se deslizaron por mis piernas hasta el suelo y mi amiga empezó a masajearme los testículos ahora que los tenía accesibles. Mientras le miraba las tetas noté cómo estallaba el orgasmo que lanzaba mi semen acumulado hacia la boca de la joven estudiante de medicina. Patricia recibía mis eyaculaciones arrodillada y mirándome a los ojos lo cuál me excitó muchísimo. Al terminar de recibir mis descargas abrió la boca para mostrarme cómo la tenía llena de mi viscoso líquido. Al hacerlo parte de él se deslizó por sus labios cayendo sobre su pecho desnudo.
Patricia tragó el semen que tenía en la boca y se incorporó pasándose la lengua por el labio donde notaba que había un poco de mi leche pegada.
– Cuidado, te has manchado – advertí señalándole una teta.
– Es verdad, cada día te corres más – me contestó llevándose un dedo al pecho y recogiendo con él el semen que le había goteado. Sin dudarlo se lo llevó a la boca y se lo lamió.
– Es que entre verte con las tetas al aire y que siguieras chupando mientras hablaba con el compañero del curro… – me justifiqué.
– Bueno, te dejo que voy a ducharme que se me ha quedado el pecho un poco pegajoso y prepararme para salir con mis amigas.
– Sí, vale. Yo voy a ver si sigo con el trabajo.
Continué unas horas más trabajando. No es algo que me exija estar constantemente atento pero me impide estar alejado de la pantalla. Tengo que ejecutar unas acciones, esperar mientras el sistema trabaja y cuando termina realizar comprobaciones y lanzar las siguientes. En los ratos muertos me dedicaba a leer un poco. Patricia pasó a despedirse, estaba realmente impresionante con una minifalda y un top bien escotado que permitía ver el comienzo de esas tetas que hacía nada yo había podido disfrutar.
En uno de los descansos me hice un sándwich para cenar y volví al trabajo. Cuando por fin terminé la última operación era casi medianoche. Me preguntaba cómo le habría ido a Carmen en el campeonato. Miré el móvil pero no tenía ningún mensaje suyo. No sabía si eso significaba que no le había ido bien o que prefería contármelo en persona. Me había advertido que probablemente se alargaría pero decidí esperarla despierto.
No tuve que aguantar mucho más, al cabo de media hora escuché el ruido de llaves abriendo la puerta. Me asomé al pasillo para ver qué cara traía Carmen pero a primera vista no fui capaz de interpretar si había ido bien o no.
– ¿Qué tal mi joven aprendiz? ¿Hemos triunfado?
– ¡¡He ganado!! – gritó Carmen abalanzándose sobre mí.
Carmen me rodeó el cuerpo con sus brazos y noté cómo sus tetas se aplastaban contra mi pecho. De pronto sus labios apretaron los míos y sentí cómo me empezaba a comer la boca con pasión. Le devolví el beso tanto tiempo deseado y mientras nuestras lenguas jugaban a ver cuál conquistaba la boca del otro nos metimos en mi habitación.
– ¿Y esto? – pregunté cuando nos separamos para tomar aire.
– Ya que tú no te atreves a dar el paso tendré que tomar yo la iniciativa – me respondió.
– No estaba seguro de que tú… – intenté explicarme.
– Es que mira que eres tonto – sentenció.
Mi amiga me agarró las manos y las puso sobre sus tetas. Instintivamente apreté un poco y pude palpar por primera vez sus grandes atributos.
– ¿Esto te aclara un poco las cosas? – me preguntó mientras me dejaba mantener mis manos en sus pechos.
– Creo que sí.
Carmen volvió a besarme mientras yo jugaba con sus tetas por encima de su camiseta. Era maravillosa la sensación, el calor que desprendían y lo blanditas y grandes que las tenía. Probablemente fueran las mejores tetas que había tocado nunca. Pronto nos empezó a sobrar la ropa, le quité la camiseta de Yoshi que llevaba y ella hizo lo mismo con la mía. Mi amiga no opuso resistencia a que le sobara las tetas por encima del sujetador negro. Por primera vez acariciaba la piel de su escote y notaba la suavidad de su pecho.
Mi compañera no me hizo esperar demasiado y mientras yo metía la mano dentro de una de sus copas para sacarle una teta ella se llevaba la mano a la espalda para soltar el broche del suje. Creo que notaba mis ansias de por una vez ser yo quien pudiera tocarla. En el momento en el que sus tetas quedaron liberadas mi boca se apropió de una de ellas y empecé a mamar como si fuera un niño pequeño. Mi lengua recorría su pezón que se había agrandado y estaba bien duro. La otra teta recibía la atención de mi mano izquierda que la levantaba y sopesaba para a continuación acariciar y pellizcar con dos dedos su pezón y que se endureciera al igual que su hermano. Carmen agarraba mi cabeza y me acariciaba el pelo mientras me apretaba contra su pecho y gemía de gusto.
– Por fin Borja, tócame las tetas – me animaba entre suspiros.
– No sabes las ganas que tenía de acariciarlas – dije separándome un segundo de su pecho.
Cuando no me quedaba ni un rincón de sus melones por besar y aprenderme tumbé a mi amiga sobre mi cama. Me bajé los pantalones y los calzoncillos liberando mi polla que saltó completamente erecta manteniéndose en posición horizontal y desafiante. Pese a que Patricia había hecho que me corriera unas pocas horas antes el tener por fin a Carmen para mí me había recuperado las energías.
– Me encanta que tu polla siempre está preparada – me dijo Carmen observando mi miembro.
– Solo me pasa contigo – me sinceré. – Me pones demasiado.
Completamente desnudo observé a mi amiga. Sus tetas se desbordaban por los laterales y la noté expectante, esperando para dejarse hacer. Me incliné sobre ella y solté el botón de sus vaqueros. Levantó el culo para permitirme que se los quitara quedándose solo con unas braguitas negras que ya había visto alguna vez haciendo la colada. Mi mano rozó la zona de su rajita por encima de su tela y acaricié con los dedos la zona. Notaba la prenda mojada mientras ella se retorcía un poco reaccionando a mi contacto. Impaciente agarre los extremos de sus bragas y se las bajé lentamente dejando a la vista la única parte del cuerpo de mi amiga que me quedaba por contemplar.
Destapé un triangulito de vello oscuro recortado que destacaba sobre el blanco de su piel. Siempre me ha dado mucho más morbo que las chicas se dejen algo de pelo en el pubis y ver que Carmen lo hacía era lo único que le faltaba para terminar de ser perfecta para mí.
– Me encanta que lo lleves así – le confesé.
– Me alegra, no sabía si serías de los que lo prefieren todo depilado.
– Para nada, es perfecto así.
A continuación hundí mi cabeza entre sus piernas y empecé a lamerle el coño por todas las veces que ella me había hecho sexo oral. El olor del sexo de mi amiga llenó mis sentidos y me encantó. Mi lengua lamía sin descanso sus labios, saboreando los flujos salados que salían de su interior. Notaba cómo Carmen reaccionaba a mis lametones y su respiración se aceleraba. Me ayudé de los dedos para frotarle el clítoris mientras intentaba abrirme paso en su interior con la lengua. Mi compañera apretó mi cabeza contra su entrepierna mientras me pedía que no me detuviera.
Dediqué todo el tiempo del mundo a conocer los pliegues de su sexo e ir detectando qué le gustaba más de las cosas que le hacía. El trabajo pronto dio sus frutos y arqueando su cuerpo, Carmen se corrió en mi cara. Su coño quedó empapado tras el orgasmo.
– Uff, no lo haces nada mal – me dijo recuperando la respiración.
– Parece que lo has disfrutado.
– Ya lo creo, pero esto es solo el primer round. ¿Dónde tienes los condones? – me preguntó.
– Eh… no tengo – dije completamente apurado. En ningún momento pensé que me hicieran falta y llevaba tanto sin sexo que no había comprado.
– Mira que eres torpe – me dijo Carmen levantándose de la cama.
Vi salir a mi amiga corriendo completamente desnuda de mi cuarto. Era una visión ridícula y morbosa al mismo tiempo. Me tumbé en la cama esperando no haberla cagado por mi falta de previsión cuando Carmen volvió a aparecer en la puerta de mi habitación mostrándome los condones que llevaba en la mano. Ese momento se grabó a fuego en mi mente. Poder contemplar la visión de mi compañera de piso, mi amiga, completamente desnuda en la puerta de mi habitación mientras observaba el movimiento de sus grandes tetas siguiendo el ritmo acelerado de su respiración y ese triángulo maravilloso de vello en su pubis.
Carmen se subió de nuevo a mi cama y sacando un preservativo del envoltorio empezó a colocármelo en la polla. Tras posarlo sobre mi glande tuvo que estirarlo un poco de los lados para que me empezara a bajar por el tronco de mi polla. Después con dos dedos lo fue desenrollando hasta que cubrió prácticamente hasta la base. Una vez que mi miembro quedó protegido Carmen se puso en cuclillas y empezó a descender sobre él dándome la espalda. Con una mano lo sujetaba y lo mantenía vertical mientras se acercaba a sus labios abiertos. Mi amiga estaba tan húmeda que mi polla entró sin ninguna dificultad dentro de ella. Su coño era ancho y pese al grosor de mi pene no parecía que tuviera ningún problema en tragárselo entero. Una vez completamente dentro Carmen empezó a cabalgarme. La agarré de la cintura para ayudarla con el movimiento mientras me quedaba hipnotizado viendo en el espejo cómo botaban sus tetazas en todas direcciones. Los dos empezamos a gemir de placer y yo me sentía en la gloria pudiéndome estar follando por fin a mi amiga después de tantas semanas deseándolo.
– Vaya, Carmen. ¿Ahora le pagamos así?
La voz de Patricia hizo que saliéramos del trance. Estábamos tan entregados a darnos placer que no habíamos escuchado a nuestra compañera de piso llegar a casa. Nos miraba desde la puerta de la habitación con una mezcla entre divertida y curiosa.
– No, Patri. Le estoy dando las gracias por haberme ayudado a ganar el torneo – contestó Carmen sin parar de cabalgarme.
– Tomo nota para cuando tenga que agradecerle algo. ¿Así que has ganado? ¡Felicidades! – dijo Patricia sentándose en la silla de la habitación y poniéndose a los pies de la cama.
– Sí. Quedé la primera en uno de los tres juegos. En el otro quedé tercera. Y en el que me estuvo entrenando Borja conseguí estar entre los cinco mejores así que no perdí demasiados puntos para el total del torneo.
Mientras Carmen le explicaba los resultados del campeonato no dejó de follarme en ningún momento. Patricia se había sentado de tal forma que desde su posición veía perfectamente el coño abierto de su amiga y cómo mi polla entraba y salía continuamente de él. Aunque antes me hubiera demostrado que se tomaba el sexo de una forma muy abierta que estuviera tranquilamente hablando con sus amigos mientras veía cómo follaban me resultaba increíble. Jamás hubiera pensado que podría pasarme algo así. Estaba sentada con una pierna sobre la silla y podía ver que llevaba tanga por debajo de la minifalda. Además sus pezones se marcaban en el top que llevaba puesto por lo que parecía que le excitaba la situación. Patricia me había visto la polla tantas veces que daba igual una más pero no sabía si esa sería la primera vez que veía a Carmen desnuda y desde luego era la primera que nos veía follar.
Seguimos follando un rato más ante la mirada de nuestra amiga mientras Carmen le terminaba de contar las novedades del torneo.
– Bueno, os dejo que os sigáis divirtiendo – nos dijo Patricia levantándose de la silla. – Hasta mañana.
– ¿Qué ha pasado aquí? – pregunté una vez que nos dejó solos.
– Patricia es muy natural con el sexo – me dijo como si eso lo explicara todo.
– ¿Te ha gustado que estuviera mirando?
– La verdad es que me ha dado morbo – admitió Carmen. – Sentirme expuesta a su mirada y dejar que viera cómo follamos mientras hablábamos.
– A ver si la pervertida vas a ser tú – le dije entre risas.
– Mucho has tardado en darte cuenta. Venga, cambio de postura que se me están cansando las piernas de botar.
Carmen se separó de mi polla y se tumbó en la cama. Yo me puse sobre ella y la penetré en una posición más tradicional. Estando encima de ella podía contemplar el movimiento de sus espectaculares tetas con cada embestida e incluso acariciárselas de vez en cuando. Mi amiga alcanzó su segundo orgasmo al poco rato. Mantuve mi polla en su interior mientras lo tenía y noté cómo su coño se contraía y me la apretaba dándome una enorme sensación de placer que hizo que me llevara al límite. Aumenté el ritmo de mi penetración y mientras la besaba en la boca me corrí mientras permanecía dentro de su coño.
Salí de ella y me quité el preservativo dejándolo sobre la mesilla. No había mucho semen en su interior ya que me había vaciado Patricia pocas horas antes. Me tumbé junto a Carmen y le pasé una mano por detrás abrazándola mientras ella me daba un beso.
– Ha sido increíble – le dije mientras permanecíamos desnudos sobre la cama.
– Y el tiempo que hemos perdido – me reprochó Carmen.
– Yo es que no sabía… como tras cada mamada te ibas directamente pensaba que lo hacías por compromiso – me sinceré.
– Esperaba que dieras tú algún paso. Te provocaba, te la chupaba cada semana y nada. Al final he tenido que darlo yo.
– Menos mal que lo has hecho – le dije dándole otro beso.
– +2 de iniciativa, ya sabes.
– Mañana hablaré con Patri – comenté tras unos minutos en silencio observando nuestros cuerpos desnudos.
– ¿Por?
– Bueno, para decirle que ya no puede pagar el alquiler como hasta ahora.
– No seas tonto. Ya ves cómo es ella para el sexo. Que lo siga haciendo.
– No entiendo – dije confundido. – ¿No te molesta? ¿Qué somos entonces? Pensaba que después de hoy…
– ¿Nosotros? Somos lo que crees y mucho más. Lo somos todo.
– No dejas de sorprenderme, Carmen.
– Eso es bueno – me dijo besándome de nuevo.