No puedo evitarlo, mis hermanos, los amigos de mis padres, desconocidos. Todos me vuelven loca, aunque se muy bien con quien quiero estar para siempre

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Laura: ¿Que vas a ordenar amiga?

Viviana: Lo de siempre, té helado por favor.

Laura: Eres de flojera Vi, como te con lo que te tengo que contar.

Viviana: Espera un momento, debo atender esta llamada.

Me levanté de la silla, en la mesa que siempre ocupábamos junto al gran ventanal, dominando la vista del Malecón de Puerto Vallarta para atender la llamada en mi teléfono celular.

Aunque Laura y yo prácticamente pasábamos todo el tiempo juntas desde que nos hicimos las mejores amigas a la edad de 6 años, siempre que teníamos alguna confidencia que hacernos, consolarnos, planear algo, en fin, con cualquier pretexto nos citábamos en el mismo café donde siempre nos aguardaba la misma mesa. Sobre todo desde que mi hermano Leonardo, 4 años mayor que nosotras, y Laura, decidieron hacerse novios y ella me hiciera participe hasta del más mínimo e íntimo detalle de su convivencia como pareja.

No solo ya no gozaba de las atenciones de mi hermano mayor, sino que tenía que compartir con él, el tiempo de mi mejor amiga. Aunque aun contaba con los mimos y atenciones de mi padre, de Sebastián, el mejor amigo de papá y quien es como un tío para mí, y de Luis Ángel, mi hermano 6 años mayor que yo y con quien llevaba mejor relación.

Regrese a la mesa donde Laura me esperaba impacientemente.

Laura: porque la cara?

Viviana: papá se va a España por un mes y no podré ir a Guadalajara

Laura: no seas dramática Vi, puedes ir si realmente quisieras… Y así no estarás tan vigilada tontita

Viviana: pero le prometí a papá…

Laura: no seas niña Viviana, es una excelente oportunidad, a ver si así te consigo un novio que llene tus expectativas y de pasada te quite lo ñoña con una buena cogida, jajá.

Viviana: Laura!!! Mira quien lo dice, la experta ¿no

Laura: jajaja pues para que lo sepas cuñadita, tu hermano y yo…

Viviana: ¿ya?

Y así comenzó a relatarme, con todo lujo de detalles sus encuentros sexuales con mi hermano.

Mientras la escuchaba atentamente, no podía evitar mi creativa imaginación llenándome de imágenes de Laura y Leonardo desnudos, en las posiciones que ella me explicaba detenidamente, teniendo sexo, sus cuerpos sudorosos, e incluso escuchar sus jadeos. Experimentando sensaciones completamente desconocidas para mí.

Mi mirada se lleno con el brillo de la lujuria mientras la temperatura de mi cuerpo aumentaba con los detalles de su relato; sentí mis pezones endurecerse bajo el encaje de mi sostén y mi panty humedecerse por primera vez en mi vida mientras la sensación de excitación se apoderaba de mi cuerpo.

Ya ni siquiera escuchaba la voz de Laura, estaba completamente sumergida en las imágenes que no dejaban de circular por mi mente.

Laura: hey Vi!!, ¿Me estas escuchando?

Viviana: eh, si claro que te he escuchado Lau, como ignorar todos los detalles que me diste de ti y mi hermano juntos.

Laura: oye pues aterriza, que te has quedado en otro planeta. Si no te conociera mejor que nadie, hasta diría que te calentaste jajaja

Y si que tenía razón! Laura continuo hablando, realmente cuando se lo proponía no dejaba de mover la boca; me pregunte en ese preciso momento como no había mermado la paciencia de mi hermano, que era nula!

Sentí mis panty de nuevo húmedas y una urgente necesidad de apagar ese fuego que sentía en mi entrepierna.

Laura: oye pues aterriza, que te has quedado en otro planeta. Si no te conociera mejor que nadie, hasta diría que te calentaste jajaja

Viviana: bueno bueno, que te has vuelto muy chistosa desde que te acuestas con Leonardo.

Laura: no me digas que te vas a poner de hermana protectora y celosa??

Viviana: no seas tonta Laura. Lo que haga Leonardo es cosa suya.

Laura continuo hablando, realmente cuando se lo proponía no dejaba de mover la boca; me pregunte en ese preciso momento como no había mermado la paciencia de mi hermano, que era nula!

Laura: hey Viviana, de nuevo me ignoras… Pero hazme caso niña… Oye, que ese que esta allá afuera no es Sebastián?

Inmediatamente gire mi cabeza para mirar por el ventanal en la dirección que Laura apuntaba.

Sentí una rabia que jamás había experimentado al ver a Sebastián comiéndose a besos y acariciando cachondamente el cuerpo de una, una… mujer.

Laura: mira que tu tío tiene su pegue y es bastante atractivo, pero esa chava es casi de nuestra edad jajaja. Quien lo viera…

Viviana: vámonos Laura.

Laura: pero casi acabamos de llegar.

Viviana: te quedas? Porque yo me voy.

Me levanté de la silla dejando a Laura con la palabra en la boca; más que enojada me dirigí a mi auto, y Laura prácticamente corriendo detrás de mí.

Mientras el valet traía mi auto, me puse unas gafas oscuras sin dejar de ver a Sebastián besando a esa chica. Con la excitación que Laura me había provocado, esa rabia que sentía de ver a Sebastián con una mujer hicieron que mi mente comenzara a divagar y me encontré con pensamientos y deseos que nunca antes había tenido…

Desee ser esa mujer que estaba con Sebastián, sentir en mi boca esos labios ardientes, esa lengua explorando mi boca, esas manos fuertes, varoniles y llenas de experiencia apretando mis nalgas y mis senos y su cuerpo completamente pegado al mío.

Sentí mis panty de nuevo húmedas y una urgente necesidad de apagar ese fuego que sentía en mi entrepierna. Para sorpresa de Laura, arranque el auto rechinando las llantas, lo que provoco las miradas de todas las personas que estaban cerca, incluyendo a Sebastián, y conduje a toda velocidad hasta el exclusivo edificio donde vivía con mi padre y mis hermanos; y donde también estaba el departamento de Sebastián.

No abrí la boca en todo el camino a pesar de la insistencia de Laura en platicar. La ira que sentía era demasiada. Llegamos al edificio, en casa, Leonardo esperaba a Laura, y sin siquiera saludar me metí a mi habitación azotando la puerta lo más fuerte que pude.

Leonardo: bueno, y a esta que le pasa?

Laura: te juro que no lo se bebe. Estábamos de lo más tranquilas en el café y de repente se puso como ogro y se salió sin más. Si no corro detrás de ella me deja.

Leonardo: déjala amor, seguro es uno de sus infantiles berrinchitos. Ni parece que tiene 19 años, Luis Ángel, mi papá e incluso el tío Sebastián la han malcriado y han hecho que se siga comportando como si tuviera 10.

A pesar de haber nacido en una pequeña provincia de España, vivía en Puerto Vallarta, México por los negocios de papá y por su afán de escapar del dolor del pasado. No conocí a mamá, murió al darme a luz, en Andalucía. Así papá se quedo a cargo de 3 niños: Luis Ángel que ahora tiene 25 y con quien me llevo de maravilla, siempre me ha cuidado y consentido. Con el tengo la más grande confianza, siempre está ahí para mí y sé que puedo contar siempre con él. Leonardo tiene 23, y no nos llevamos muy bien, creo que en el fondo siempre me ha culpado de la muerte de mamá, no tenemos una buena relación, siempre que tiene oportunidad busca la manera de molestarme y Luis Ángel siempre me ha defendido de él.

Papá no volvió a casarse y al menos yo nunca le he conocido ninguna noviecilla, lo cual no quiere decir que no tenga sus aventuras. Al morir mamá, nos llevo a Marruecos, de donde ella era originaria, vivimos en Fez por un año mientras el finiquitaba los asuntos de ella y cerraba lo que el tenia propio de su empresa. Después de un año regresamos a Andalucía solo para que hiciera los arreglos necesarios para establecerse con sus 3 hijos en Puerto Vallarta.

Sebastián y el eran los mejores amigos desde su infancia, hasta que Sebastián se traslado a México en su adolescencia para continuar sus estudios. Al terminarlos, decidió establecerse y mantuvo el contacto con su mejor amigo. Formaron la sociedad y lo ayudo a establecerse cuando llegamos.

Aventé mi bolso en el piso y me eche sobre la cama con la mirada fija y perdida en el techo, tratando de descifrar todas las emociones que había sentido.

Mire el reloj, me levanté y comencé a cambiarme para ir a mi clase de ballet. De 5 a 6:30 me daba tiempo perfecto para ir a mi clase y darme un relajante baño de tina antes de cenar con mi familia.

Tome mis cosas y salí sin hacerle caso a nadie, dejando a Sebastián y Luis Ángel con la palabra en la boca en medio de las criticas y ya acostumbrados juicios de Leonardo.

Durante la clase, y ante el asombro de mi maestra, no podía concentrarme, cometiendo error tras error. No podía dejar de sentir esa excitación mezclada con los celos de haber visto a Sebastián con una mujer.

Al terminar la clase me disculpe y prometí mejorar mi concentración para el siguiente día. Empecé a tomar clases de ballet desde los 6 años, que mi padre me forzó, dado que era un sueño de mamá al saber que tendría una niña. Esos 13 años continuos de clases y disciplina me formó una excelente condición y muy buena figura. Mis piernas son largas, firmes y torneadas; mi trasero, un poco grande para mi gusto: herencia morisca de mi madre, es firme, respingón y en forma de corazón; mi cintura es pequeña y mi abdomen sin grasa; y mis senos, personalmente estarían mejor si tuvieran un poco mas de volumen, pero son firmes, creo que de buen tamaño para mi complexión y mis pezones apuntan siempre hacia arriba coronados por una areola rosada.

Al regresar a casa, la estancia estaba vacía, pude escuchar las voces de todos en el salón de juegos; mejor, así no tendría que cruzar palabra con nadie por el momento. Le avise a la domestica que ya había regresado y que me daría un baño antes de la cena.

Cerré la puerta de mi habitación y comencé a preparar la tina de mi baño para relajarme. Mientras se llenaba de agua, en mi habitación me deshice de cada una de mis prendas, quedándome en panty y sujetador; solté

mi larga y ondulada cabellera castaña clara y me detuve a admirarme en el espejo.

Por primera vez, me vi con otros ojos, pase las yemas de mis dedos por mis facciones, por mi silueta, admiré mis curvas de mujer y deseé sentir las manos de un hombre estrenando mi piel, mi cuerpo. Tire al piso mi sostén y acaricie mis pezones que automáticamente se pusieron duros apuntando al cielo. Comenzaba a excitarme cuando repentinamente se abrió de golpe la puerta de mi habitación.

Sebastián: mi niña hermosa, podemos hablar?

Viviana: carajo Sebastián, no sabes tocar la puerta?

Sebastián se quedo helado sin poder apartar la vista de mi cuerpo casi desnudo mientras yo buscaba con que cubrirme.

Viviana: y por si no te acabas de dar cuenta NO soy una niña, soy una mujer.

Sebastián: discúlpame Vi, yo… este; yo…

Viviana: tú qué? Te gusta lo que ves?

¿De dónde me había salido ese comentario? Sinceramente no lo sé, le estaba coqueteando directamente a Sebastián mientras fijaba mi mirada en el bulto que comenzaba a crecer en su entrepierna. Me mordí el labio inferior mirándolo directamente a los ojos y sintiendo como me humedecía de nuevo.

Viviana: cierra la puerta al salir ¿quieres?

Me metí a mi baño y desnuda me sumergí en el agua caliente con sales y espuma de mi tina. Recargué mi cabeza en una de las orillas, cerré los ojos y escuche la puerta de mi habitación cerrarse.

El baño estaba en penumbra, aun con los ojos cerrados, mi mente recreó las imágenes que surgieron con el relato de Laura, Sebastián acariciando a esa mujer, su mirada al observar detenida e insistentemente mi cuerpo semidesnudo y el bulto en su entrepierna.

Me gustó la reacción que cause en el, me excite en sobremanera al imaginarme en sus brazos, siendo yo la mujer con quien lo había visto.

Mis manos comenzaron a vagar por mi cuerpo sumergido en el agua, imaginando que eran sus manos las que acariciaban suavemente mis senos, pellizcando mis pezones mientras dejaba que un gemido escapara por mis labios; recorriendo el camino por mi vientre hasta llegar a mi pubis arqueando mi espalda.

El fuego que sentía era demasiado intenso, por primera vez mis dedos se aventuraron a calmar la calentura que mi cuerpo estaba sintiendo. Mis dedos recorrieron superficialmente primero mis labios, dejando que mi dedo medio se perdiera entre ellos hasta tocar mi clítoris.

Por puro instinto, mis dedos, por voluntad propia lo rozaron una y otra vez arrancando suaves gemidos mientras mi otra mano, estrujaba mis senos y pellizcaba mis pezones con más fuerza, hasta hacerme convulsionarme al experimentar mi primer orgasmo repitiendo el nombre de Sebastián.

Al intentar recuperarme, me llene de culpa. Crecí rodeada de hombres, nunca nadie me había hablado de sexo; lo más cercano fue cuando la tía María, ex-esposa de Sebastián, me hablo sobre la menstruación. Hemos sido ingratos con ella, sobretodo yo. Me aleje de ella después del divorcio.

Después de secarme, untar mi piel con hidratante y rociarla de perfume revolví mi closet buscando algo sexy pero discreto que vestir para cenar.

Mi habitación era un desastre: ropa regada por todas partes, me probaba prenda tras prenda sin encontrar nada que me agradara, mi ropa, me di cuenta, parecía más a la de una niña de 13 y no de una chica de 19. Decidí que al día siguiente renovaría mi guardarropa en la boutique de la tía María y de la que seguía siendo socio Sebastián, mientras me conformaba con una minifalda de algodón color azul marino y una blusa que Laura me había obsequiado en mi cumpleaños, la cual no había estrenado por considerarla inapropiada, color azul cielo, de tirantes con cuello halter, un pronunciado escote que revelaba el nacimiento de mis senos, media espalda descubierta y ceñida completamente a mi cuerpo.

Cubrí mis pestañas con un poco de mascara, algo de color en mis mejillas y pinté mis labios de rosa pálido. Peine mi cabello con la secadora dejando sus ondas naturales. Me miraba por última vez en el espejo para salir de mi habitación cuando papá tocó la puerta pidiendo permiso para entrar.

Papá: hola Vi, ya vamos a cenar, ¿Por qué tardas tanto?

Vi: lo siento Pa, no encontraba que ponerme, pero ya iba al comedor.

Papá: ¿Estas enojada verdad?

Vi: no Pa, para nada.

Papá: sé que sí, me han contado de tu mal humor. Lo siento Vi, pero por más que intenté no pude evitar este viaje…

Vi: lo siento, sé que evitas ir a España. ¿No puede ir Sebastián en tu lugar?

Papá: no, hace mucho que debí de arreglar este asunto. Pero no quiero hablar de eso ahora. Vamos a cenar y después recoges este tiradero, no se lo vayas a dejar a Julieta, ok?

Vi: respecto a eso Pa, mi ropa, le voy a dar una parte a Julieta y otra la llevaré con las madres del colegio.

Papá: ¿Por qué? Si aún está en excelente estado.

Vi: Pa, es ropa para una niña de 13 años y… Ya no soy una niña, iré a la boutique de la tía María mañana.

Papá: lo se, eres toda una mujercita, y es increíble el parecido que tienes con tu mamá cuando tenía tu edad.

Vi: papi no te pongas triste.

Papá: vamos a cenar y por favor no quiero pleitos con Leonardo.

Vi: eso díselo a él, no me quiere y siempre busca pretextos para molestarme.

Papá: no digas tonterías Viviana. Luis Ángel trajo invitados, por favor no quiero escenitas.

Vi: te lo prometo Pa.

Le di un beso en la mejilla y después de abrazarnos, salimos de mi habitación hacia el comedor.

Llegamos al salón donde todos platicaban animosamente. Luis Ángel se acercó a mí llevándome a un extremo del salón.

Luis A: ¿Todo bien?

Vi: Si, ¿Por qué lo preguntas?

Luis A: Comentarios de Laura y Leonardo.

Vi: Ya sabes cómo es el conmigo y, Laura, bueno, tu sabes que es como una hermana para mí, pero desde que ella y tu hermano son novios…

Luis A: ¿Tienen broncas?

Vi: Broncas no, pero, ya sabes, a veces le aflora la influencia de Leo y, ya no pasamos tanto tiempo juntas.

Luis A: Entiendo. Hermanita, ¿Puedo pedirte un favor especial?

Vi: Ya sabes que tú puedes pedirme lo que sea.

Luis A: Invité a un buen amigo de la oficina y una chava que me encanta… Por fa Vi, no me hagas escenas de celos ¿Va? Ni te vayas a pelear con Leonardo en la mesa como acostumbran.

Vi: Pero como insisten en eso todos ustedes, sabes que no peleo con él como si fuera mi pasatiempo, tú mejor que nadie, sabes esa eterna situación con Leonardo, que no es mi culpa ni la provoco. Bastante tengo con mi propia culpa interna por la muerte de mamá.

Luis A: Viviana, no digas eso. Tú no tuviste la culpa de la muerte de mamá, te lo he repetido hasta el cansancio toda tu vida.

Vi: Convence a Leonardo de eso, que por eso no nos llevamos bien. Tú sabes que él siempre me ha culpado y me castiga provocando las peleas. Respecto a lo otro… Espero que ella valga la pena, prometo comportarme.

Nos abrazamos y nos integramos a la reunión. Caminamos hacia donde estaba la chica en cuestión, le calculé unos 22 ó 23 años, alta, delgada, de buen cuerpo, piel apiñonada, ojos verdes y una hermosa y sincera sonrisa. Luis Ángel nos presentó, Rosaura, se acercó a mí y me saludó con un beso en la mejilla y un efusivo abrazo que sentí sincero.

Rosaura: Mucho gusto Viviana, Luis platica mucho de ti y tenía muchas ganas de conocerte; la Sra. María también platica con mucho cariño de ti.

Vi: ¿Conoces a la tía María?

Rosaura: si, trabajo con ella en su boutique. Ahí nos conocimos Luis y yo. Espero que nos llevemos muy bien.

Vi: También me da gusto conocerte. Y ya que trabajas con mi tía, pues ya nos veremos ahí mañana que vaya a la boutique. También espero que nos llevemos bien.

Luis Ángel, creo que sudaba mientras platicaba con Rosaura, yo creo que esperando que me comportara como una irracional hermana celosa. Respiro tranquilo al tiempo que papá me sonreía a la distancia.

Luis nos disculpó un momento con Rosaura, para presentarme a Mauricio, su amigo. Más o menos de la misma edad que mi hermano y para ser sincera, bastante guapo.

Mauricio: Mucho gusto Viviana. Eras la única de la familia a quien no conocía. Luis Ángel solo olvidó mencionarme que eres muy guapa.

Vi: Hola, el gusto es mío. Gracias por el cumplido, pero creo que exageras.

Luis A: hey, compórtate que es mi hermana menor.

Y eso, que las escenas de celos las iba a hacer yo, según el resto.

Las palabras de Mauricio me halagaron, mis hermanos siempre cuidaron que nadie se me acercara en el colegio. Y cuando ellos salieron, mi fama de inaccesible estaba demasiado arraigada como para que alguien se atreviera a hacerlo.

Por supuesto que había recibido piropos y cumplidos, pero siempre hice oídos sordos a ellos.

Pero el día de hoy era diferente, la mujer en mi comenzaba a despertar, y siento que con una urgencia terrible de devorarse el mundo y todo aquello que me había estado oculto hasta entonces. Descubrirme como un ser, una hembra, capaz de levantar el deseo de muchos hombres con mis atributos, me hizo sentir poderosa. Sin embargo, ese fuego, esa necesidad, o mejor dicho, ese nivel de calentura sexual en mí, me asustaba. Sobre todo al ser una completa ignorante con todo lo relacionado al sexo.

Sentí las miradas de Sebastián, a quien ignoré toda la noche, sobre mi cuerpo, especialmente sobre mis senos. Pude ver la lujuria y la culpa en sus ojos mientras quería desnudarme con la mirada. Mauricio, no se separó ni un instante de mi lado, incluso se sentó junto a mí a la hora de la cena.

Los ojos inquisidores de Leonardo estaban puestos en mí, supongo que recibió de papá la misma advertencia que yo, y Laura se dejaba dominar por él. Los ignoré y fingí que ni siquiera estaban con nosotros mientras disfrutaba de las nuevas sensaciones que experimentaba y del poder en mí que recién había descubierto.

Me halagaba la admiración que percibí de Mauricio hacia mí y, sumado al deseo que obviamente Sebastián estaba sintiendo, me excitaron sobremanera.

Después de cenar y estar haciendo un poco de sobremesa, pasamos al salón, donde Luis Ángel servía licores digestivos. Leonardo y Laura se salieron a la terraza, y papá y Sebastián nos ignoraban dedicándose a sus temas de siempre… bueno, al menos papá, porque Sebastián buscaba las oportunidades para mirarme sin que nadie se diera cuenta.

Luis Ángel comentó que debía llevar a Rosaura a su casa, dándole a entender a Mauricio que él debía retirarse también. A Mauricio no le agradó la idea, pude notarlo, y fingió demencia mientras Rosaura se despedía de papá y Sebastián. Mientras Rosaura se despedía de mi, Mauricio se acercó a platicar con papá y Sebastián para alargar su estancia en la casa. Rosaura y yo quedamos de vernos al día siguiente en la boutique y Luis Ángel comenzó a apurarla para irse. Subieron al ascensor olvidándose por completo de Mauricio.

Fui a la cocina para pedirle a Julieta que pasara más tarde por mi habitación y me acerqué a los 3 hombres abrazando por la cintura a papá.

Cuando notó que su plática masculina me estaba aburriendo, le pidió a Sebastián que lo acompañara a su estudio para ver algunas cosas. Papá me dio un beso en la mejilla y se despidió de Mauricio. Sebastián ni se acercó pero al verlo mirarme fijamente, acaricié mis labios con la punta de mi lengua, mordí sensualmente mi labio inferior y le guiñé un ojo, dándome la vuelta inmediatamente hacia Mauricio.

Mauricio: Viviana…

Vi: Llámame Vi, todo el mundo aquí me llama así, y me gusta más.

Mauricio: Esta bien, Vi. ¿Crees qué, o más bien, te gustaría salir conmigo alguna vez?

Vi: ¿No te causará problemas en el trabajo?

Mauricio: Yo espero que no. Y si así fuera, creo que valdrá la pena.

Platicábamos, el sentado sobre un banco en el mostrador de lo que fungía como bar y yo recargada sobre este del otro lado. Al decir la última frase, las yemas de sus dedos recorrían mi mejilla bajando tímidamente queriendo rozar mis carnosos labios.

Vi: ¿Eso crees?

Mauricio: Casi estoy seguro de eso.

Vi: ¿Y si no fuera así?

Mauricio: ¿Quieres que apostemos?

En esta última frase, nuestros rostros estaban muy cerca y nuestros labios estaban a punto de tocarse cuando escuchamos un ruido dentro de la cocina, que nos sobresaltó y nos separamos.

Mauricio: Será mejor que me retire, si llega Luis…

Vi: Si, claro. Te acompaño al lobby.

Se abrieron las puertas y yo no tenía intención de salir, pero él me tomó de la mano y me jaló para acompañarlo a su auto.

Nos detuvimos, se recargó sobre la cajuela del auto y sin soltarme la mano me acercó más a él.

Mauricio: ¿Entonces?

Vi: ¿Qué?

Mauricio: ¿Quieres salir conmigo?

Vi: ¿Y cuál sería tu plan?

Mauricio: No se, tal vez al cine y a cenar; o lo que nos apetezca en el momento.

Vi: Está bien.

Su mirada se iluminó y se dibujó una sonrisa en su rostro. A pesar de mi poder recién descubierto, me sentía nerviosa pues era la primera vez que vivía una situación así; y pude ver que él se emocionó.

Me jaló más hacia él, nos dejamos llevar por el momento. No soltaba mi mano, y la otra levantó mi cabeza de la barbilla para mirarnos a los ojos.

Finalmente soltó mi mano y con ambas tomó mi rostro para atraerlo hasta el. Cerré los ojos y sentí sus labios posarse sobre los míos. Todo pasó en milésimas de segundo: sus labios se entreabrieron capturando mi labio superior entre ellos; mis labios se apoderaron de su labio inferior y nos besamos lentamente, saboreando el momento, disfrutando el instante; embriagándonos mutuamente con nuestros sabores.

Mis manos que habían permanecido inertes e inmóviles, se abrazaron a su cuello, acariciando su suave cabello. Mauricio pasó una de sus manos a mi nuca, enredando sus dedos en mi cabello y la otra fue hasta mi espalda para aferrarse a mí y acercarme y pegarme completamente a su cuerpo.

Mis pezones ya erectos y duros estaban pegados a su pecho donde claramente él los podía sentir a través de mi blusa. El beso dejó de ser lento, tierno e inocente. Su lengua se coló dentro de mi boca, y acarició frenéticamente la mía, mientras sorprendida de mi misma, me dejaba llevar por mi propia pasión. Me apretó más fuerte a él, dejándome sentir a la altura de mi bajo vientre, la dureza y calidez que empezaba a crecer dentro de su pantalón. Sus manos bajaron por mi espalda hasta mis nalgas, empujándome a él para pegarme a su miembro, para sobar su verga con mi cuerpo.

Fue cuando una pequeña chispa de razón volvió a mi cerebro, mis manos abrazadas a su cuello, se apoyaron en sus hombros para intentar separarme de él, algo que con fuerza logré conseguir.

Mauricio: ¿Qué pasa muñeca? Ven, subamos al auto para estar más cómodos.

Vi: No Mauricio, vas demasiado rápido, ¿No crees?

Mauricio: Vamos linda, también lo estabas disfrutando.

Vi: No sé con qué clase de mujeres estés acostumbrado a tratar, pero si lo que pretendes es coger con la hija del jefe nada más, conmigo te equivocaste.

Me separé completamente de su cuerpo y di media vuelta para retirarme. Comencé a caminar hacia el ascensor y Mauricio corrió detrás de mí deteniéndome de la mano.

Mauricio: Perdóname Vi, no quise darte esa impresión. Es que… La verdad es que me encantaste desde que te vi, y no pensé y solo me dejé llevar… Tenía que probar tus besos y… discúlpame ¿si?

Vi: Está bien.

Mauricio: Entonces… ¿Salimos mañana?

Vi: ¿y podrás controlarte?

Mauricio: No puedo prometerte nada… Me encantas pequeña y no pienso dejarte escapar.

Vi: Pasa por mí a las 7 en punto.

Mauricio: Ok linda, te veo mañana a las 7.

Vi: Adiós Mauricio.

Hice el intento de irme y me jaló de la mano.

Mauricio: ¿Ni un besito de buenas noches?

Vi: No soy tu mamá ni tu novia.

Mauricio: Aún no, pero yo sé que pronto si… Por favor?

Su «por favor» lo dijo casi en un susurro pues su rostro ya estaba muy pegado al mío. Cerré los ojos y el aprovechó para besarme de nuevo. Durante un minuto aproximadamente nuestros labios se devoraron, justo cuando íbamos a escalar al siguiente nivel hormonal, él se separó de mi, deseándome buenas noches y caminando de regreso a su auto; dejándome excitada y queriendo mas… Pero mañana sería la mía.

Cuando entré a casa, vi a papá sentado en la sala con un vaso con whisky en la mano. Caminé hasta ahí y

me senté a su lado.

Papá: Veo que Mauricio y tu congeniaron.

Vi: Me cayó bien, es simpático.

Papá: Es un buen muchacho y buen amigo de tu hermano, además es muy responsable y tiene un gran potencial.

Vi: ¿Y todos esos halagos a que vienen Pa?

Papá: A nada preciosa… Ojalá pudiera irme tranquilo sin preocuparme de ti y Leonardo.

Vi: Papi, puedes por mi estar tranquilo, que de mi parte no tendrás ninguna queja. Ten confianza, ¿Si?

Papá: De todas maneras, Sebastián se queda responsable de esta casa aunque no esté físicamente aquí. Y

no abuses con tus caprichos, ¿Ok? Sé que Sebastián hace y te da todo lo que pides.

Me sonreí y después de darle un beso en la mejilla, me fui a mi habitación. Tenía una amplia sonrisa en mi rostro y tarareaba una canción mientras recordaba las palabras con las que Mauricio me adulaba, sus apasionados besos, mis primeros besos, y sus manos tocando las curvas de mi cuerpo. Sin quererlo, una imagen asalto repentinamente mi mente, los mismos momentos que acababa de vivir con Mauricio, pero era mi tío Sebastián quien me tenía entre sus brazos, quien me besaba apasionadamente explorando mi boca con su lengua y cuyas manos se deleitaban con mi cuerpo.

Mi tanga se humedeció casi de inmediato y entre mas pensaba en Sebastián y en el hecho de haberme visto prácticamente desnuda y ver su reacción, me excitaba más. Sin darme cuenta dejé de verlo como el tío a quien adoraba y admiraba, para verlo ahora como a un hombre, un hombre al que deseaba casi con locura; deseaba sentirme entre sus fuertes brazos y sentir sus caricias.

Al día siguiente me levanté muy temprano, había pasado una noche muy intranquila con sueños perturbadores que al mismo tiempo me produjeron un inmenso placer soñarme entre los brazos de mi tío Sebastián completamente desnudos y su cuerpo sobre el mío.

Eran las 6:30 de la mañana, algo tenía que hacer para por lo pronto, liberar toda esa energía que traía. Me recogí el cabello en un chongo, me puse un traje de baño, una bata y tomé una toalla para dar unas vueltas en la alberca del condominio. La casa estaba en silencio, todos seguían dormidos a excepción de Julieta que iba a preparar el desayuno de papá. Mientras asaltaba el jugo de naranja que recién había terminado, le dije que iba a nadar y volvería un poco más tarde.

Uno de los vigilantes se extraño de verme tan temprano, pero me abrió la puerta de la alberca techada, hasta comentó que podría nadar a mis anchas ya que nadie la ocupaba tan temprano. Dejé la toalla y mi bata sobre una silla y me zambullí en el agua. La alberca tenía 25 metros de largo por 5 de ancho, y era tanta mi energía, que cuando me detuve comenzando a sentirme un poco cansada, ya había dado 5 vueltas a lo largo. Miré el reloj que colgaba de un muro y apenas marcaba las 7:30 de la mañana, con seguridad no tardaría alguien en querer nadar y prácticamente me había calmado, por lo que decidí dar un par de vueltas más y regresar a casa.

Llegué a la otra orilla, di la vuelta por debajo del agua y braceé y pataleé para regresar y di una vuelta más para terminar de sacudirme. Al terminar, tomé aire y me impulsé para salir de la alberca sin usar la escalerilla.

Cuando me incorporé en la orilla, mi toalla extendida me esperaba en las manos de Sebastián. Me acerqué y me envolvió con la toalla no sin antes darle una detallada repasada a mi cuerpo, deteniéndose en mis senos, donde se marcaban claramente mis pezones duros, producto del escalofrío que me provocó.

Hasta entonces nunca me había fijado en el, en su cuerpo. A los 45 años gozaba de un cuerpo, que muchos jóvenes envidiaban, delgado, atlético, con los músculos marcados producto de los deportes que practicaba.

Lo miré pícaramente, sonreí y le estampé un beso en la comisura de esos labios carnosos que tanto deseaba probar.

Vi: Buenos días.

Sebastián: Buenos días, veo que estás de mejor humor que ayer. ¿Qué haces aquí tan temprano y haciendo ejercicio?

Vi: Y yo veo que tú no estás de tan buen humor que digamos. Tuve insomnio y ya me desesperaba en la cama, así que decidí bajar a liberar un poco de energía. ¿Y tú?

Sebastián: Yo vengo todos los días a esta hora. ¿ya te vas?

Lo notaba extraño, como con una mezcla de enfado y no querer estar cerca de mi; justo ahora que yo lo que más quería era estar cerca de él, y que había decidido mientras daba vueltas en la alberca a hacer realidad mi sueño, quería estar entre sus brazos. Me quité la toalla, mostrándole mi cuerpo en un ceñido traje de baño color turquesa, con pierna alta, espalda completamente descubierta y un ligero escote en «V» que mostraba la línea que formaban mis pechos al estar casi juntos por lo apretado del traje.

Sus ojos se quedaron perplejos y el bulto en su entrepierna mostraba de nuevo la misma reacción que el día anterior, pero debía ser cuidadosa y paciente, si quería lograr mi objetivo de sentirme estrechada por esos fuertes brazos. Así que jugué a la sobrina consentida ahora, para sacarlo de balance.

Vi: ¿Tío, estás enojado conmigo? ¿Hice algo para ofenderte?

Sebastián: Viviana tápate por favor que te puedes enfriar.

Hice un gesto de niña regañada, lo que logró que él se suavizara un poco y alargó su mano para tomarme de la barbilla, me sonreí y me puse la bata.

Sebastián: ¿Te parece bien el espectáculo que diste anoche en el estacionamiento?

Vi: ¿Me viste?

Fingí apenarme y baje la mirada.

Sebastián: Discúlpame, pero no me parece que des esos espectáculos en público.

Vi: ¿Y tú si puedes?

Sus ojos se abrieron ante la sorpresa de mi sutil reclamo y al mismo tiempo, provocaron su enfado.

Sebastián: No estamos hablando de mí, sino de ti. No compares mi edad y mi condición de hombre contigo. Además, no estás en edad de estar haciendo esas cosas.

Ahora, la enfadada era yo, no solo por su insistencia en tratarme como a una niña y negarse a entender que ya era una mujer, también por no verme como una mujer que deseaba estar con él. No pude hacer otra cosa que responderle con enfado y siendo más agresiva en mí coqueteo… Me salió sin siquiera haberlo pensado.

Vi: Ya no soy una niña! ¿O no lo notaste anoche? Puedes darte cuenta ahorita si quieres.

Impulsivamente, me quité la bata dejándola caer al suelo y mis manos fueron hasta mis hombros para

quitarme los tirantes del traje de baño. Mis senos quedaron desnudos ante su vista perpleja, su mirada se llenó de lujuria y confusión mientras el bulto en su entrepierna crecía.

Muy lentamente di unos pasos acortando la distancia que había entre los dos y Sebastián no atinaba que hacer. Tomé sus manos y las puse sobre mi cintura desnuda dándoles carta libre para hacer.

Me paré de puntillas para que mi rostro llegara a la altura del suyo, me acerqué mas, casi pegando mis pezones duros a su pecho mis manos lo recorrieron hasta sus hombros y lo dejé sentir mi aliento casi pegado al suyo.

Acerqué mi boca a su oreja y solamente susurré: ¿O es que estas celoso?

Sentí sus manos apretar mi cintura, claramente haciendo un gran esfuerzo por no dejarse vencer por el deseo que se apoderaba de él. Besé sus labios de manera muy suave y rápida, dejando mis labios sobre los suyos solo un momento y me separé de su cuerpo; acomodé mi traje de baño, tomé mis cosas y caminé hacia la salida dejándolo sin saber qué hacer.

Dentro del ascensor, asombrada, me preguntaba cómo había sido capaz de tal atrevimiento, y que era lo que me estaba sucediendo. No comprendía nada, de lo único que estaba segura, era mi gran calentura y la urgente necesidad que sentía por sentirme follada por un hombre.

No quise encontrarme con nadie, así que me fui directamente a mi habitación y la cerré con llave; las cortinas seguían cerradas y había todavía oscuridad dentro. Me desnudé enfrente del espejo, secando mi piel con la toalla, rozándola con las yemas de mis dedos… Me observaba a través del espejo y directamente, mis pezones comenzaban a endurecerse y mi excitación iba en incremento…

Ese constante estado de deseo y excitación, me estaba perturbando demasiado.

Me bañé con agua tibia, esperando relajarme. Me vestí con cualquier cosa y le pedí a Julieta que bajara a mi coche las cosas que iba a llevarle a las monjas del colegio mientras desayunaba con papá, solos los dos.

Viviana: Buenos días Pa, que bueno que podemos estar juntos antes de que te vayas.

Papá: Me preocupa…

Viviana: Ya sé que vas a decir Pa, y ya te dije que no te preocupes, tenme confianza ¿Si Pa?

Papá: Esta bien Pequeña. ¿Vas a ir con las monjas?

Viviana: Si, y después a la boutique de tía María. Que por cierto, sabes que no me gusta encajarme con ella… y como me deshice de casi todo… ¿Crees…

Papá: Ten, dile que lo cargue a mi tarjeta.

Viviana: Gracias Pa, eres un sol, por eso te adoro

Papá: No me hagas la barba.

Viviana: Te veo más tarde, ¿sale Pa?

Papá: Viviana pero…

Viviana: Te llamo papi.

Salí corriendo, mejor dicho, entré al departamento, ya que estábamos en el desayunador de la terraza, me

cepillé los dientes, tomé mi bolso y unos lentes oscuros y salí camino al colegio. Después de dejarles la ropa a las monjas, la cual agradecieron infinitamente, me dirigí a la boutique. Al estacionar el auto, me di cuenta que aún era temprano. Me bajé del coche y mi teléfono celular comenzó a sonar, un número que no reconocí.

Viviana: Diga?

Mauricio: Hola Pequeña, como estas?

Viviana: Como conseguiste mi número?

Mauricio: Tengo mis métodos, te molesta?

Viviana: No, para nada, solo que me sorprendiste.

Mauricio: ¿Seguimos para la noche?

Viviana: A menos que hayas cambiado de opinión…

Mauricio: Nunca. Paso por ti a las 7.

Viviana: Ok, estaré lista.

Mauricio: Se me hará eterno.

Viviana: byeee.

Me detuve a comprar un café, la tienda estaba cerca de la boutique y pude ver a Rosaura a través de los cristales de las vitrinas de la fachada, preparando todo para abrir. Abrió la boutique mientras yo dejaba mi bolsa detrás del mostrador y empezaba a ver. Comencé por la lencería, mi nueva faceta y mi poder descubierto me hacía sentir la necesidad de usar cosas más coquetas, mas sexies, mas de mujer. Escogí varios coordinados, de diferentes colores y materiales, pero con preferencia por el encaje. Entré al probador con todos y con cada uno de ellos, le pedía su opinión.

Ambas nos divertimos bastante, incluso logré que ella se probara varias cosas también. Al final, escogí alrededor de 7 juegos de lencería, varias blusas, faldas, pantalones y 3 ó 4 vestidos de cocktail. Para mi cita con Mauricio, escogí especialmente un juego de lencería de encaje color rosa, una minifalda de color gris medio y un ancho cinturón, haciendo juego con una blusa de color rosa pálido, pegada a mi silueta, sin mangas y un escote en «V» que a juego con el brassiere, resaltaba discreta pero sugerentemente mis senos.

Aún estaba probándome cosas cuando llegó tía María.

María: Pero que olvidada me tenias.

Viviana: Perdóname, ¿Si? Lo sé y no volverá a suceder.

Rosaura: No sé que opine señora María, pero creo Vi, sería la modelo perfecta para el catálogo que quiere hacer.

Mi tía no comentó nada y se dedicó a observarme en cada cambio de ropa que hacía. Escogió un par de juegos de lencería y un par de trajes de baño para que me los probara. Los juegos que me pasó no estaban en mis opciones, eran un poco más sugerentes, pero debo reconocer que me hacían lucir increíble. Y los trajes de baño, igual. Terminé por incluirlos en todo lo que me iba a llevar.

María: ¿A qué se debe todo este cambio?

Viviana: A que ya no soy una niña y ya me cansé de que los hombres de la casa me estén manejando,

María: ¿Y quién es el muchacho?

Viviana: A ti nunca he podido engañarte, un amigo de Luis Ángel. Dijo Papá que lo cargues todo a su tarjeta, espero que no le de un infarto cuando vea el estado de cuenta, y Rosaura se merece una muy buena comisión por esto, se ha portado excelente conmigo.

María: No tengo duda de eso, así como estoy de acuerdo con ella. Vi, debes ser la modelo de mi catálogo, mira que he buscado sin que nadie me convenza y tú eres perfecta para lo que quiero.

Viviana: ¿En serio lo crees? Pero y…

María: Tu encárgate de tu papá que a Sebastián lo manejo yo.

Viviana: Esta bien, acepto. Pero ahora debo irme que ya se me hizo muy tarde.

María: Esta bien pero, no vuelvas a desaparecerte y me tienes que contar de ese muchacho amigo de tu hermano.

Viviana: Te lo prometo tía. Gracias Rosaura, espero verte pronto.

Salí de la boutique y aún tenía tiempo para ir a recortarme y dar tratamiento a mi cabello antes de secuestrar a papá para ir a comer. Alrededor de las 2:30 iba entrando con mi auto al estacionamiento de las oficinas.

Pasé primero por la oficina de Luis Ángel, saludé a su asistente y asomé la cabeza por la puerta.

Viviana: Me encanta Rosaura, no te preocupes por mis celos.

Luis: ¿Qué haces aquí?

Viviana: Vine a secuestrar a papá para ir a comer, vamos.

Luis: Me late, pasan por mí, ¿No?

Viviana: Ok.

Luis: Oye… ¿Qué es eso de que vas a salir con Mauricio, no me ibas a decir nada?

Viviana: Lo bueno es que la de los celos y dramas soy yo. Espero que no haya objeción de tu parte.

Luis: ¿No me lo ibas a decir?

Viviana: Si, pero después de hoy. Entonces, ¿Hay objeción?

Luis: Creo que no.

Ambos nos sonreímos y salí para ir a la oficina de papá. De la misma forma, saludé a su secretaria y me dejó pasar no sin antes decirme que Sebastián estaba dentro. Entré a la oficina sin tocar, y después de lo que pasó en la piscina por la mañana entre Sebastián y yo, lo ignoré por completo. Caminé hasta la silla de papá

y le di un beso.

Viviana: Hola Pa, vine a secuestrarte para comer y Luis va con nosotros.

Papá: Tengo mucho trabajo.

Viviana: No me importa y no te estoy preguntando, así que vámonos. Encima de que me vas a dejar sola quien sabe cuantas semanas…

Papá: Está bien, vamos. Vamos Sebastián.

Papá se extrañó tanto por mi actitud como por la de Sebastián, pero no hizo comentarios. Sin embargo, lo conocía muy bien y sabía que después diría algo. Sebastián se adelantó por Luis Ángel mientras yo caminaba colgada del brazo de papá.

Durante la comida, tanto Sebastián como yo, estábamos incómodos, pero yo, a diferencia de él, logré disimularlo. Incluso, le dirigí algunas miradas provocadoras, chupaba y mordía mis labios cuando solamente él me veía, llegando aún a acariciar su brazo mientras pegaba mi cuerpo a él, específicamente mis senos a su brazo, o acariciaba su pierna… logrando que se revolviera en su silla. Para mi estaba clara la reacción de deseo que provocaba en Sebastián, quería sentirme entre sus brazos mientras me hiciera mujer, su mujer. Pero también era clara la enorme excitación y sensualidad que estaba sintiendo y que, al gustarme mucho Mauricio, no me sentía capaz de lograr detenerme como lo había hecho el día anterior, si es que se presentaba la misma situación.

Más que inquieto, alrededor de las 4:30, Sebastián sugirió que nos retiráramos, al llegar a las oficinas, me despedí de ellos en el estacionamiento. Papá preguntó a qué hora pasaría Mauricio por mí y deseó que la pasara bien en caso de que no nos viéramos. Sebastián ignoró todo, me acerqué a despedirme de él y le di un beso en la comisura de los labios. Y Luis, bueno, me hizo una serie de recomendaciones, advertencias, consejos y demás, que parecía el mi papá.

Con todo lo que me entretuvo, llegue a casa como a las 5. Aún me dio tiempo de guardar todas las cosas que compré. Me di un baño sin mojarme el cabello, puse humectante en todo mi cuerpo, me puse perfume y el juego de lencería que había escogido para mi cita. Al verme en el espejo, de cuerpo entero, mi piel bronceada, mi cabello peinado cayendo por mis hombros… me devolvió una imagen increíblemente sexy y seductora pero con aire de inocencia que me encantó y se me hizo perfecta. Me maquillé ligeramente: un poco de color rosado en las mejillas, una muy delgada línea café delineando mis ojos almendrados, mascara y labios de color rosa nacarado con su toque de gloss. Me entretuve viendo la televisión y 2 minutos antes de las 7, el timbre sonaba.

Le grité a Julieta que hiciera pasar a Mauricio a la sala y que me avisara. Me vestí y dejé pasar unos minutos. Me llevé una sorpresa muy grande cuando después de tocar la puerta, Sebastián entró a mi recamara.

Viviana: ¿Qué haces aquí?

Sebastián: El trabajo de modelo…

Viviana: Te dijo tía María

Sebastián: Tu nueva actitud… y él?

Viviana: Ya te dije que ya no soy una niña

Sebastián: Eso lo se

Viviana: Tengo que irme

Al intentar salir de mi recamara, me detuvo del brazo.

Sebastián: ¿Te acuestas con él? ¿Van a hacerlo hoy?

Viviana: Me estas lastimando, y…

Sebastián: Si o no?

Viviana: Eso no es asunto tuyo

Sebastián: Claro que es asunto mío

Viviana: ¿Porque?

Sebastián: Porque… porque

Viviana: Que?

Me atrajo a su cuerpo, tomándome de los brazos, muy cerca a él, pegada a él. Su rostro se perdió en mi cabello aspirando su aroma, acercándolo hasta sentir su aliento casi unido al mío.

Sebastián: Ya vete, te están esperando.

Me soltó y salió rapidísimo de mi recamara dejándome como en trance.

Me miré en el espejo, acomodé mi cabello y fui a encontrarme con Mauricio. No había nadie en casa. Pude notar la admiración en su mirada al verme y dudo en saludarme con un beso en la mejilla o en los labios. Fue en la mejilla.

Viviana: ¿Nos vamos?

Mauricio: Vámonos.

Me llevó a cenar ligero a un restaurante muy romántico para después ir a una reunión en la casa de un amigo de él a la orilla de la playa. Fue una velada linda, me agradaba y atraía muchísimo. Toda la noche fue un caballero y me tuvo tomada de la mano. Salimos a caminar a la playa, tomados de la mano hasta que se detuvo en seco, parándose frente a mí.

Tomó mi rostro con sus manos y sentí, muy delicadamente, sus labios sobre los míos, como esperando una respuesta. Solté mis sandalias que llevaba en una mano y me abracé a el por su cuello, entrelazando mis dedos en su cabello. Lentamente el beso se fue haciendo más profundo, más intenso, más largo, más delicioso y más excitante hasta lentamente separarnos, ambos con la respiración entrecortada y los ojos cerrados.

Mauricio: No tienes que decir algo ahorita, solo escúchame, si? Quiero demostrarte que no es un juego, que no eres una mas ni la hija del jefe. Quiero que seas mi novia y si quieres pensarlo unos días, entiendo y esperaré.

Definitivamente era muy rápido, pero no podía negar la atracción y la química entre los dos y… simplemente no podía dejar de besarlo. Volvió a besarme, de manera más tierna, abrazándome como si no pudiera dejarme ir. Me susurró muy cerca del oído que no iba a presionarme, pero debía ser yo quien le diera una respuesta cuando la tuviera, sin que él me preguntara. Me tomó de la mano y caminamos de regreso a casa de su amigo, pasaba de la medianoche, y fue Mauricio quien decidió que era hora de irnos. Me acorraló entre el auto y el.

Mauricio: Vámonos Preciosa o me vas a hacer perder mi autocontrol.

Me abrió la puerta del auto y comenzó a manejar rumbo a casa. Entró al conjunto y se detuvo en el estacionamiento, donde nos besamos por primera vez.

Mauricio: Espera, te acompaño al elevador.

Bajó del auto y lo rodeó para abrirme la puerta del auto y ofrecerme su mano para salir del auto. Sin soltarme de la mano, me jaló hacia él y me abrazó. Sus manos se deslizaron de mi cintura a mi espalda, mientras su rostro se acomodaba en mi cuello y aspiraba el aroma de mi piel.

Mauricio: Dios, me tienes loco. Nunca me había sentido así por ninguna mujer.

Su rostro se separó solo un poco de mi cuello, y aproveché para ser yo quien buscara sus labios. Él se quedó quieto, mis manos se deslizaron delicadamente por su pecho, llegando a su cuello y luego a su rostro. Lo tomé entre mis manos y me acerqué a él hasta que mis labios rozaron los de él. Ambos nos quedamos quietos un momento, sintiendo los dos el aliento del otro. Mis labios cobraron vida propia y se devoraron sus labios esperando ser correspondida para que mi lengua pudiera abrirse paso a su boca. Mis manos se deslizaron hacia abajo por su pecho, Mauricio me atrajo aún más a su cuerpo y ese beso subió de intensidad inmediata y alarmantemente.

Ninguno podíamos detenernos. Mi respiración era sumamente agitada y no quería detenerme. Sentí sus manos subir por mi cintura mientras su boca abandonó mis labios, recorriendo mi mejilla, llegando a mi cuello, arrancándome suspiros de gozo.

Mauricio: Entremos al auto.

No dije nada y solo me dejé llevar. Subimos a la parte trasera del auto, a ambos nos brillaban los ojos de deseo. Cuando la luz interior se apagó, Mauricio se apoderó de mi boca de nuevo. Una de sus manos llegó hasta uno de mis senos, haciéndome temblar por la sorpresa y la excitación. La dejó quieta esperando ver si lo permitía o no. Al ver que no le quitaba la mano, comenzó a acariciarlo por encima de mi blusa. Su boca se deslizó de nuevo a mi cuello sin detenerse hasta llegar a mi oído. Pude escuchar su excitación igual a la mía, chupó y mordisqueó suavemente el lóbulo de mi oreja mientras su cuerpo empujaba el mío hasta hacerme recostar en el asiento y el sobre mí.

Me quitó la blusa, deleitándose con la vista de mis senos resaltados por un sexy brassiere de encaje. Lo ayudé a quitarse la camisa, su pecho y abdomen marcados por el ejercicio me excitaron mas; pero el contacto de su piel con mi piel, fue demasiado. Su cuerpo sobre el mío buscaba acomodarse entre mis piernas; una de ellas se doblaba a la altura de su cintura buscando darle el espacio que él buscaba.

Acariciaba mi rostro mientras nos besábamos, los cristales del auto comenzaban a empañarse. Muy hábilmente se deshizo de mi brassiere dejando mis senos presos de sus caricias y besos. Su boca estaba enganchada a ellos, logrando arrancarme gemidos de placer y sensaciones que hacían que mi cuerpo se moviera buscando más. Una de sus manos buscaba acariciar mi muslo, por debajo de la falda para lograr llegar al lugar que tanto ansiaba. Fue lo que me hizo reaccionar, después de un enorme esfuerzo por dejar de sentir el placer que me estaba dando.

Viviana: Mmmm por favor…. Aaauuummm… Mau, detente.

Mauricio: Te deseo Preciosa.

Viviana: Para… Así no.

Logré separar su cuerpo del mío, empujándolo de los hombros. Logré sentarme, cubriendo mis senos con mi blusa y buscando por el piso mi brassiere.

Viviana: Debo irme.

Mauricio: ¿Qué pasa Nena, creí que estabas bien, que ambos queríamos?

Viviana: No me llames Nena, suena a una más de tus aventuras y ni siquiera he aceptado aún ser tu novia. Y en dado caso, no quiero hacerlo en un coche y menos en el estacionamiento de mi casa.

Mauricio: Tienes razón, perdóname. No sé qué me pasa contigo, me envuelves, me tienes loco, siento…

Viviana: No lo eches a perder, no puedes sentir algo por quien apenas conoces, si acaso sientes algo, es deseo.

Mauricio: Si, te deseo. Deseo muchísimo que estés conmigo, tocarte, sentirte, hacerte el amor hasta hacerte desfallecer… Pero, también es cierto que quiero hacerlo bien, que no quiero que sea una aventura de una noche. Perdóname Vi, por favor.

Viviana: Debo irme, es tarde.

Ya vestida, bajé del auto y comencé a caminar al ascensor. Escuché la puerta del auto y los pasos acelerados de Mauricio tratando de alcanzarme antes de que entrara al elevador. Finalmente me alcanzó y me tomó del brazo.

Mauricio: Espera por favor Vi. No te vayas así. De verdad, por favor discúlpame.

Viviana: Esta bien.

Mauricio: ¿Todo bien entre nosotros? ¿Podemos vernos mañana?

Viviana: No se Mauricio… No puedes controlarte conmigo y… provocas que yo pierda el control también. Y

yo…

Mauricio: Por favor Pequeña, no me hagas esto. Te juro, de verdad, te juro que me voy a controlar y no te voy a presionar hasta que aceptes ser mi novia y me digas que quieres estar conmigo, si?

Viviana: Mauricio…. yo….

Mauricio: ¿Qué pasa Vi?

Viviana: Nada. Llámame mañana, si? Y te digo que onda.

Mauricio: Esta bien Pequeña.

Me dio un beso suave y tierno en los labios y me abrazó muy fuerte acercando sus labios a mi oído.

Mauricio: Fue maravilloso estar así contigo, tocarte, sentirte vibrar; me muero por provocarte un profundo orgasmo y sentirte sentirlo entre mis brazos.

Entré al elevador y no dejamos de mirarnos a los ojos hasta que se cerraron las puertas. En mi recamara, me quité la ropa, quedándome solo con el juego de lencería. Me recogí el cabello en un chongo. Al mirarme al espejo, las marcas de los mordiscos y succiones que Mauricio dio a mis senos, comenzaban a aparecer. Ya no quise pensar en nada, me puse la pijama y me acosté a dormir.

Dejé pasar unos días, papá se iría a España, no había visto a Sebastián, no había contestado las llamadas de Mauricio y Luis Ángel se la pasaba diciéndome que lo traía loco y ya no lo soportaba porque se la pasaba

hablando de mí. Mientras yo me debatía por el deseo que sentía por ambos.

Papá se fue, Leonardo y Luis Ángel planeaban una gran fiesta, Sebastián volvió a tratarme como siempre, «su sobrina». Después supe que se había conseguido una novia de unos 21 años y con una fisonomía similar a la mía, pero claramente con una experiencia superior a la mía.

Mauricio, cansado de llamarme sin obtener respuesta, me envió un enorme arreglo de flores: tulipanes color rosa pálido, rosas blancas y algunas rosas rojas; acompañado de una tarjeta:

«Preciosa, de nuevo, discúlpame. No dejo de pensar en ti y en tus besos. Quiero verte de nuevo. Mauricio»

Guardé la tarjeta en el cajón de mi buró y me metí a bañar. Y de repente, mi dilema se aclaró: si lo que Sebastián quería era una mujer experimentada en la cama, eso le daría. Decidí iniciarme con Mauricio y después, ya con experiencia, sería la mujer de Sebastián.

Así que decidí darle velocidad al asunto y esperé. Un día antes de la fiesta de Leonardo, llamaría a Mauricio.

Mauricio: Hola.

Viviana: ¿Adivina quién soy?

Mauricio: ¿Vi?

Viviana: Muchas gracias por las flores, son realmente hermosas. Discúlpame por no haberte llamado antes, he estado un poco ocupada.

Mauricio: Me alegra que te gustaran. Es una sorpresa escucharte.

Viviana: ¿Buena o mala?

Mauricio: Por supuesto que buena Preciosa.

Viviana: Me da gusto escuchar eso. Mau, ¿Estas ocupado mañana?

Mauricio: Para ti siempre estoy disponible.

Viviana: Me alegra escuchar eso… Ósea que puedo disponer de ti… Digamos, ¿Todo el día y la noche?

Mauricio: ¿Qué tienes en mente?

Viviana: Leonardo hace una fiesta mañana, pero empezará temprano con una parrillada a la hora de la comida. Me gustaría que vinieras y podríamos platicar, no sé, a lo mejor darte una respuesta…

Mauricio: ¿A qué hora quieres que llegue?

Viviana: Como a las 2, ¿Te late?

Mauricio: Nos vemos mañana a las 2.

Viviana: Perfecto, entonces, te estaré esperando, un beso.

Mi plan era, durante la comida, decirle que aceptaba ser su novia, y esa misma noche, concluir el pendiente que teníamos.

Leonardo y Luis estuvieron toda la mañana arreglando todo para su fiesta. A las 2 en punto llegó Mauricio y nos unimos a la fiesta que ya había empezado. Me puse unos shorts de mezclilla y una playera sencilla sobre un bikini. Nos servimos algo de comer y al terminar, nos apartamos un poco para poder platicar. Nos sentamos en un rincón cerca de la piscina descubierta.

Viviana: Estuve pensando en la pregunta que me hiciste. Estaba un poco confundida por todo lo que pasó, lo rápido.

Mauricio: Preciosa… De verdad, lo lamento, yo…

Viviana: No, no lo lamentes… No quiero que lo lamentes.

Me levanté y me acerqué a él. Él también se levantó para quedáramos los dos de pie, de frente.

Viviana: De lo que quería hablar contigo…

Mauricio: Dímelo Preciosa, no sabes la incertidumbre en la que he vivido en los últimos días.

Viviana: Quiero que esto, hoy, sea especial… Acepto ser tu novia y…

Mauricio: ¿De verdad?

No me dejó terminar y me besó en los labios, subiendo rápidamente la intensidad de su beso, explorando mi boca con su lengua y apretando mi cuerpo al suyo.

Viviana: Mmmm déjame terminar… Quiero pasar esta noche contigo… Quiero que me hagas el amor, sentir estando entre tus brazos, dormir toda la noche contigo.

Mauricio: ¿Estas segura mi amor?

Viviana: ¿Tú no quieres?

Mauricio: Por supuesto que quiero Preciosa, pero no quiero que te sientas presionada.

Viviana: No me siento presionada, quiero estar contigo, que hoy sea el día perfecto para los dos.

Me abrazó más fuerte y acercó su boca a mi oído.

Mauricio: Te prometo que así será.

Quedamos en que se iría entre 6 y 7 y pasaría a recogerme a las 11 de la noche en el estacionamiento. Volvimos a la fiesta, y para cuando se fue, mis hermanos ya estaban bastante tomados. A las 8:30 le dije a Luis que estaba cansada y fastidiada y me subiría a casa a descansar.

Escogí un juego de lencería de encaje en color negro: brassiere de media copa que realzaba y juntaba mis senos haciéndolos ver exuberantes y provocadores, y la tanga tipo cachetero. Unos shorts de algodón en color negro, una blusa spandex de algodón también en color negro, con un escote en «V» muy pronunciado, llena de botones y sin mangas; con un cinturón grueso en color rojo y unas sandalias también en color rojo. Preparé una muda de ropa para el día siguiente y mi bolsa. Me metí a bañar y humecté mi cuerpo con crema del mismo aroma que mi perfume, me puse el juego de lencería y una bata mientras me arreglaba. Planché mi cabello, mi maquillaje fue solo mascara, delineador negro en el interior de los ojos, un poco de rubor y lápiz labial rosa pálido con gloss.

Acomodé mi cama para que pareciera que estaba dormida, me vestí, tomé mis cosas y la llave de mi recamara y la cerré con seguro. Con cuidado de que nadie me viera, bajé al estacionamiento por el elevador de servicio y Mauricio ya me esperaba. En cuanto me vio, bajó del auto y nervioso me besó. Nos subimos al auto y salimos, unos 5 minutos después orilló el auto y se acercó a mí.

Estaba nerviosa, ansiosa y empezaba a excitarme. Tomó mi rostro entre sus manos y sin ningún preámbulo su lengua se introdujo en mi boca, y sus labios me comieron en un beso intenso lleno de deseo. Sus manos bajaron lentamente hasta mis senos, haciéndome jadear. Con una de ellas, tomó una de mis manos y la llevó al bulto de su entrepierna. Jadeando también solo alcanzó a murmurar: «Mira como me tienes.»

Viviana: Vámonos ya.

Manejó hasta su departamento. Todo el camino, cada que nos era posible, nuestras manos buscaban explorarnos y nuestras bocas se buscaban ansiosamente. Era más bien una casa de 2 plantas, convertidas en

2 departamentos, cada uno con su entrada independiente. A la orilla de la playa, con una hermosa vista. El

departamento de arriba, el de Mauricio, tenia balcones con vista a la playa. Estacionó el coche en el garaje y apagó el motor. Me miró a los ojos y volvimos a besarnos.

Mauricio: Tengo una sorpresa para ti, pero ¿Me puedes esperar aquí unos 5 minutos?

Viviana: Esta bien.

Mauricio: Me llevo tus cosas.

Bajó del coche con mi mochila y yo encendí el radio. Los nervios y la ansiedad aumentaban. Me revisé el maquillaje y Mauricio regresó pasados los 5 minutos. Abrió la puerta ofreciéndome su mano para bajar del auto y me estrechó en sus brazos.

Mauricio: Estas temblando Preciosa.

Viviana: Solo estoy un poco nerviosa.

Mauricio: Tranquila mi amor, esta es nuestra noche y será perfecta.

Volvimos a besarnos y me tomó de la mano para subir a su departamento. Al llegar a la puerta, antes de abrir, me pidió que cerrara los ojos. Abrió la puerta, me cargó en sus brazos y entramos al departamento. Con un pie, empujó la puerta para que esta se cerrara.

Mauricio: Ya puedes abrir los ojos.

El lugar estaba lleno de velas encendidas, una botella de vino y otras cosas.

Viviana: Es hermoso Mau, gracias.

Me acerqué a su boca y lo besé. Nos separamos y me puso en el suelo.

Mauricio: ¿Brindamos?

Viviana: Si.

Llenó ambas copas con vino tinto, sin decir nada, chocamos la una con la otra y bebimos. Ambos nos la terminamos. Volvió a llenarlas y me jaló para salir a uno de los balcones. Estaba tan nerviosa, que casi me la bebí de un trago para relajarme. La dejé sobre la mesa y me acerqué al barandal para admirar la vista de la playa y me recargué en el. Sentí el cuerpo de Mauricio recargarse sobre el mío y abrazándome por la cintura; acomodando delicadamente todo mi cabello sobre uno de mis hombros para dejar mi cuello libre. Sus labios lo recorrían suavemente, recargada en el, me dejaba hacer disfrutando las sensaciones que me estaba provocando.

Una de sus manos tomó uno de mis senos, amasándolo delicadamente mientras su lengua recorría el camino al lóbulo de mi oreja. Diestramente desabrochó un par de botones de la blusa para sentir directamente mi seno solo cubierto por el brassiere. Hizo a un lado la orilla de este, y sus dedos alcanzaron mi pezón ya duro y excitado, para pellizcarlo suavemente y excitarme más. Se sonrió al escucharme gemir, y su mano volteó con firmeza mi rostro para darme un beso lleno de ansiedad, lujuria y deseo.

Su mano dejó mi seno y empezó suavemente a descender por mi abdomen. Diestramente desabrochó mi short y metió su mano, dejándola entre el short y mi tanga, abarcando mi pubis con la palma de su mano y haciendo presión entre mis labios con sus dedos. Mi respiración era muy acelerada y entrecortada y él pudo notar lo húmeda que me encontraba.

Me giré para quedar de frente a él. Sus manos recorrían mi silueta, desacomodando mi ropa y tratando inútilmente de desabrocharla. Sus manos fueron hasta mis nalgas, empujando mi cuerpo hacia él; nos miramos a los ojos; los de los dos estaban encendidos y llenos de deseo, sentía la dureza de su entrepierna a la altura de mi bajo vientre.

De un brinco, hice que me cargara, rodeando su cintura con mis piernas, mis manos alrededor de su cuello y sus manos me sujetaban por mis pompas. Me acerqué a su oído y chupé el lóbulo de su oreja, besándolo del cuello a su boca, moviendo mi cuerpo como si lo estuviera cabalgándolo, buscando sentir su excitación. Caminó Mauricio hacia el departamento conmigo en brazos, llegó hasta el sillón, sentándose y quedando yo sobre él.

Desabroché su camisa, dejando su pecho marcado descubierto. Lo llené de besos, deteniéndome en sus pezones, los que acaricié con mi lengua mientras mis manos buscaban desabrochar su cinturón y su pantalón. Con la palma abierta de mi mano, acaricié su miembro por encima de la ropa; su respiración era rápida, gemía y echó su cabeza hacia atrás. Aproveché el momento para quitarme la blusa y el short, quedando solo con el juego de lencería. Mi mano apretaba su miembro, aún por encima de la ropa, lo notaba duro y caliente; mientras mi lengua jugaba con sus pezones y recorría las marcas de su pecho. «Siii… Así Preciosa… Mmmm» me decía susurrando entre gemidos y con los ojos cerrados.

Volví a sentarme sobre sus piernas, con las mías abiertas, sintiendo la dureza de su miembro en mi entrepierna. Busqué su boca con la mía y volví a besarlo, sus manos fueron a mi espalda, desabrochando el brassiere y dejándolo en el sillón después de quitármelo.

Arqueé mi espalda ofreciéndole completamente mis senos. Su boca fue a uno de ellos engulléndolo, chupándolo, besándolo, mordisqueando mi pezón; y pasando al otro. Una de sus manos fue directamente a mi entrepierna, y haciendo a un lado la orilla de mi tanga buscó mis labios para abrirlos y encontrar mi clítoris inflamado ya. Lo pellizcó suavemente para después acariciarlo insistentemente. Mis gemidos iban en aumento, las oleadas de placer que estaba sintiendo eran cada vez más fuertes.

Viviana: mmmm…. Aaahhh hazme tuya mi amor ya quiero sentirteee…

Mauricio: Siii mi preciosa, solo quería escucharte decirlo.

Así como estábamos se puso de pie y caminó a su habitación. Me dejó sobre la cama, quedando sobre mí. Me quitó mi tanga, dejándome completamente desnuda frente a él, mirándome con deseo y ansiedad por estar dentro de mí. Recorrió mi cuerpo desnudo con sus manos y su boca. Abrió con firmeza y decisión mis piernas para recorrer mis labios con su lengua. Mis manos comenzaron a estrujar mis senos mientras sentía sus labios succionando mi clítoris. Mi cuerpo se tensaba intentando alcanzar un orgasmo y Mauricio se detenía a propósito. Sus besos subieron por mi abdomen, deteniéndose en mis senos y quedando su cuerpo en medio de mis piernas. No ubiqué el momento en que se quedó desnudo como yo.

Me miró a los ojos mientras acariciaba mi clítoris con la punta de su glande, y yo movía mis caderas buscando que finalmente me penetrara. Nos mirábamos cuando sentí la punta intentando abrirse camino en la entrada de mi vagina. Mis ojos se abrieron mas al sentir su grosor avanzando poco a poco con cierta dificultad.

Mauricio: Relájate princesa, no quiero lastimarte.

Viviana: aaaahhh hazlo.

Siguió avanzando lentamente hasta sentir la barrera de mi virginidad. No le había dicho que era mi primera vez, sus ojos se abrieron y brillaron al sentirla.

Mauricio: No me dijiste…

Viviana: sigue.

Mauricio comenzó un lento bombeo, deteniéndose antes de traspasar mi himen. Sacó completamente su miembro y volvió con él a acariciar mi clítoris hasta que sintió que yo lubricaba más… Fue cuando con firmeza lo metió de un solo impulso hasta el fondo, haciéndome arquear mi espalda y lanzar un grito.

Se quedó quieto, tomando mi rostro con sus manos, dejándome sentir como me llenaba por dentro.

Mauricio: ¿Estas bien preciosa?

Asentí con la cabeza buscando sus labios para besarlo. El beso se hizo largo e intenso, sin darme cuenta, Mauricio me penetraba una y otra vez y mis caderas se acoplaron a su ritmo y cadencia.

Con sus manos, abrió y dobló más mis piernas y con un vaivén similar al de lagartijas, enterraba su miembro dentro de mí, profundamente. Tenía mucha habilidad para manejar nuestros cuerpos juntos sin salirse de mí, se quedó recostado y lo cabalgué hasta que las fuerzas me empezaban a fallar. Volvimos a la posición del misionero y puso mis tobillos sobre sus hombros para llegarme más adentro. Ya me había provocado 3 orgasmos, estando su cuerpo completamente sobre mí, pasó sus manos por debajo de mi espalda para abrazarme y acelerar el ritmo de sus embestidas. Sentía acercarse otro orgasmo cuando lo sentí palpitar dentro de mí, provocándome el orgasmo más intenso y derramándose el dentro de mí al mismo tiempo. Para finalmente sentir el peso de su cuerpo sobre el mío, los latidos de su corazón acelerados como los míos y su respiración entrecortada como la mía.

Buscó mi boca y nos besamos profundamente, me tomó en sus brazos y nos acomodó quedando el recostado boca arriba y yo acurrucada a él, con sus brazos alrededor de mí y mi cabeza en su pecho.

Mauricio: ¿Por qué no me dijiste?

Viviana: ¿Te molesta haber sido el primero?

Mauricio: No Preciosa, al contrario. Fue maravilloso y me encanta haber sido el primero en tu vida.

Viviana: ¿Y después de esto?

Mauricio:¿Qué? ¿Crees que te voy a dejar? No seas tontita.

Me acarició el cabello y me quedé dormida, él se levantó con cuidado para apagar todas las velas que estaban en la sala y el balcón. Me desperté y me vi sola en la cama. Tomé una camisa de Mauricio, la abroché parcialmente y salí de la recamara a buscarlo. Estaba fumando en el balcón. Lo abracé por la espalda, besándosela y aspirando su aroma. Le quité el cigarro y le di una calada.

Mauricio: Bonito atuendo.

Viviana: A mí también me gusta.

Nos terminamos el cigarro entre los dos y me acercó con fuerza a él.

Mauricio: Quiero estar dentro de ti toda la noche.

Viviana: ¿Y que estas esperando?

Lo jalé dentro del departamento y me acorraló a una pared. Su boca me devoraba mientras sus manos no se saciaban de mi cuerpo. Con una de sus manos alzó una de mis piernas y me clavó su miembro, empujando una y otra vez mi cuerpo sobre la pared. Mis uñas se encajaban en la piel de su espalda y sus brazos al momento de mi orgasmo para después dejarme sentir su tibia venida dentro de mí.

Caminamos al baño y nos metimos juntos a la regadera donde volvió a hacerme suya. Inclinándome hacia el frente y penetrándome desde atrás, el orgasmo que me provocó fue más intenso, y dejándome casi desfallecida.

Abrí los ojos y el día ya estaba claro, calculaba que serían alrededor de las 7 u 8 de la mañana. Los brazos de Mauricio me abrazaban con fuerza, sentía su pecho pegado a mi espalda, su frente recargada en mi hombro. Me sentía un poco entumida por la posición, intenté moverme sutilmente y él se reacomodó en la cama aún dormido. Me liberé de sus brazos y me levanté con cuidado, volví a ponerme su camisa y entré al baño. Me dolía el cuerpo entero, me cepillé los dientes y el cabello y volví a la recamara. Mauricio aún dormía. Me quité su camisa quedándome completamente desnuda y con cuidado me recosté a su lado acurrucándome en su pecho, quedándome dormida casi al instante después de sentirlo rodearme con sus brazos y darme un beso en la cabeza.

Cuando desperté, estaba sola en la cama, miré el reloj y eran casi las 11. Sin percatarme, Mauricio me miraba sentado en un sillón cerca de la ventana, solo vistiendo un pantalón y con 2 tazas de café en las manos.

A partir de ese día, la noche que por primera vez experimenté el sexo, que a diferencia de muchas mujeres que no lo disfrutan, o les es una experiencia traumática y/o dolorosa… Para mí fue como haber encendido un botón que estuvo apagado toda mi vida. Siempre fui la niña consentida de mi casa, y era muy cómodo dejarme llevar por 4 hombres que me querían, que me daban lo que yo quería y que me sobre protegían.

Esa noche, nació la mujer y era una mujer 180 grados diferente a la niña consentida que siempre fui. Pero también fue un despertar, en cierta forma, violento, de golpe. Y siendo tan inmadura, fue difícil manejar todos los cambios que se dieron en mi, sobre todo con esa idea que traía en la cabeza, que me acompañaba todo el tiempo, y que al final, fue el motor que desencadenó mi despertar a la vida.

Durante la siguiente semana, pasaba las mañanas con mi tía, trabajando sobre el catálogo antes de programar las sesiones de fotos, las tardes las dedicaba al ballet, el cual comenzaba a fastidiarme un poco: llevaba 13 años practicándolo, nunca pretendí convertirme en bailarina profesional y sinceramente, en algún momento lo debía dejar. Y todas las noches me escabullía de mi casa para ir al departamento de Mauricio, donde pasaba la noche y daba rienda suelta a la otra Viviana: la mujer, que pasaba el día aparentando ser la misma niña inocente y consentida de siempre, mientras la mujer peleaba por salir y volver a sentirse tan bien como la noche que despertó.

En cuanto Mauricio abría la puerta de su departamento, nos enfrascábamos en una intensa sesión de besos y caricias, recorriendo lentamente el pasillo, dejando prendas tiradas por todo el departamento, y una vez desnudos, recorría su pecho con mi lengua, jugando con sus tetillas hasta escucharlo gemir. Bajaba lentamente y subía recorriendo el mismo camino hasta llegar a sus labios, sin atreverme aún a hacerle sexo oral. A pesar, de que percibía que lo deseaba, que incluso intentaba llevarme a eso, no conseguía lograr sentir mis labios rodeando o mi lengua recorriendo el largo de su pene. No quería presionarme, y estaba convencido de que siendo yo tan intensa cuando estábamos juntos, más temprano que tarde, lograría toda una noche ardiente ser también quien estrenara mi boca y probablemente algo más.

Mientras dejaba que mi lengua y mis labios jugaran en su pecho, sus manos recorrían mi piel, logrando que sus caricias la erizaran y mi excitación aumentara, para en el momento exacto tomar el control del juego y dejarme sentir su fuerza mientras me penetraba en un solo embiste, y buscaba acoplarme a su cuerpo mientras la fricción de su pene dentro de mi vagina lograba que mis gemidos se incrementaran a la par que sentía como se acercaba mi orgasmo. Pero lo mejor era sentir como aceleraba sus penetraciones durante mi orgasmo para darme otro y venirnos juntos al final.

En esos días, los pocos momentos que estaba en casa, buscaba cualquier oportunidad de ver o encontrarme con Sebastián. Iba a su departamento, y no estaba; nadaba todas las mañanas al volver del departamento de Mauricio, pero: o había dejado de nadar o había cambiado su horario; y no quería presentarme en las oficinas, pues a pesar de que mi intención era verlo a él, no quería que Mauricio tuviera una impresión errónea ni mucho menos buscarle problemas.

Pero mis, según yo, sigilosas y discretas escapadas nocturnas, no habían pasado desapercibidas para él. Y a pesar de que él era quien me estaba evitando, se moría de celos, sin reconocerlo, solo de imaginar donde y con quien estaría y sobretodo, que estaría haciendo. Ya le había agarrado antipatía a Mauricio e incluso le cargaba un poco el trabajo en la empresa, sin llegar a ser evidente, pues no estaba en sus planes tumbar la imagen que los empleados tenían de él.

Después de 3 noches de escapadas, pasando la noche completa en brazos de Mauricio disfrutando de mi recién estrenada sexualidad, y regresando poco después del alba a casa, Sebastián se aventuró a seguirme.

Era jueves, como todos los días, lo busqué sin encontrarlo. Fui a su departamento, incluso ya resignada a no encontrarlo de nuevo, alrededor de las 7:30 para que cenara en casa, pero igual, fue en vano. Luis y Leonardo llegaron con Rosaura y Laura para cenar y después salir a bailar. Yo no pude evitar mi cara larga, aunque traté de disimularlo. Luis creyó que era porque Mauricio no estaba y se ofreció a llamarlo para unirnos a su plan, pero me negué rotundamente y me disculpé para encerrarme en mi habitación y ver la televisión mientras ellos se iban y yo pudiera salir a encontrarme con él.

Alrededor de las 10, Luis me aviso que ya se iban y volverían tarde. Me arreglé un poco y salí.

Cerca de las 11, Sebastián esperaba cerca del edificio, estacionado en la calle, a una discreta distancia, fumando un cigarro dentro de su auto, pendiente por los espejos y volteando disimuladamente, fijándose en los autos que salían del condominio.

El motor de su auto estaba encendido, y en cuanto vio pasar mi coche, arrancó siguiéndome a una corta distancia y con otro auto de por medio para que no lo descubriera.

Se orilló mientras me estacionaba, me observó caminar a la antes casa dúplex y entrar en ella. Esperó unos minutos y después de cerrar su auto, caminó acercándose a la casa. La observó detenidamente, el departamento de la planta baja estaba oscuro y no se notaba ningún movimiento en su interior, sus ocupantes estaban de viaje.

Rodeó la casa, entró a la playa llenando sus caros zapatos de diseñador de arena. Las luces del departamento de Mauricio estaban encendidas y las puertas de los balcones abiertas de par en par dejando entrar la brisa que venía del mar.

En cuanto entré al departamento, con la copia de la llave que Mauricio me había dado, me fui quitando la ropa hasta quedar completamente desnuda en el umbral de la puerta de su habitación. El salía del baño, con una toalla alrededor de su cintura y el cabello mojado.

Sus ojos brillaron al verme desnuda, con mis pezones duros por la excitación y mi mano en mi entrepierna acariciando mis labios y mi clítoris, gimiendo un poco y mis fluidos empezando a mostrarse en mis dedos… su erección no se hizo esperar.

Se acercó a mí, se hincó y casi con violencia separó mis piernas y tomándome de las nalgas, hundió su cabeza en mi sexo devorando mis fluidos para separar después mis labios y chupetear mi clítoris casi con desesperación.

Mi cuerpo se retorcía a causa del placer que estaba sintiendo, mi respiración estaba tan agitada que sentía que me faltaba el aire. Ni una sola noche de las que había pasado con él, mis gemidos fueron tan intensos ni él me lo había hecho de tal manera: intenso, desesperadamente.

Sentí 2 de sus dedos entrando y saliendo de mí mientras sus labios y su lengua torturaban sin descanso mi clítoris.

Mis manos iban de mi cabeza a mi cintura, recorriendo mi piel, apretando mis senos y jalando mis pezones. Mi cuerpo ya no me respondía y me dejé ir en medio de las convulsiones que me provocó el orgasmo más intenso que había sentido hasta ese momento.

De espalda en el suelo y desfallecida, Mauricio abrió mis piernas y tomándome de las caderas se dejó ir dentro de mí con fuerza, provocándome un grito de placer. Lo sentí llegarme profundo, no tenía fuerzas y Mauricio me penetraba intensamente a medida que mis gemidos se convertían en gritos pidiéndole más cada vez que me la enterraba hasta el fondo.

Sebastián se detuvo debajo del balcón de la sala, pero al creer percibir gritos, caminó hacia el balcón de la recamara. Como primera reacción quiso correr a la puerta y entrar a la fuerza, pero a medida que escuchaba mis gritos y gemidos, sobretodo mis gemidos, se quedó debajo del balcón, escuchando, alimentando los celos que ya sentía y sin poder evitar sentir la presión del pantalón sobre su erección al imaginar la escena que estaba escuchando.

En ese momento, si no fuera tan complicado, hubiera trepado por el balcón para ver un poco, deseaba ver más, cerró los ojos y casi podía verme, el deseo nubló su juicio en ese momento e indefinidamente. Su mano abrió la bragueta de su pantalón y se acarició suavemente primero, aumentando el ritmo de su mano con mis gritos.

Ya no era Vi, su querida sobrina a quien adoraba, mimaba, consentía y a quien le cumplía todos sus caprichos. En un instante me convertí en Viviana, una mujer. La mujer cuyo cuerpo lo volvía loco y que hasta ese momento luchaba con todas sus fuerzas por desechar la idea. Pero al escucharme de esa manera, al masturbarse mientras me escuchaba y pensaba en mi, dejó de luchar contra el deseo que sentía y decidió que debía tenerme a como diera lugar. Deseaba ser él quien provocara esos gritos de placer.

Con esa forma de penetrarme, Mauricio no duró mucho tiempo, en cuanto sintió que mi vagina comenzaba a contraerse, mi espalda arquearse casi hasta sentarme y mi último gemido fue profundo, intenso, casi gutural, lo sentí aferrarse con fuerza a mí, queriendo traspasarme mientras chorros mas espesos y abundantes me llenaban acompañados de sus intensos gemidos.

Al mismo tiempo, Sebastián reprimía sus gemidos mientras se corría debajo del balcón. Se detuvo del muro próximo a él y sacó su pañuelo para limpiarse, arreglarse y volver a su auto.

En cuanto Mauricio salió de mí, me acomodé en posición fetal sobre el piso, sintiendo como escurrían por mis labios y piernas, mis fluidos mezclados con el semen de Mauricio. Me sentía exhausta, sin fuerzas y un poco adolorida.

Mauricio me tomó en sus brazos y me llevó al baño para bañarnos, mientras que a mi celular entró un mensaje de texto:

«Te veo mañana 9 am en la boutique para ver cosas importantes del catálogo, y escoger la ropa para ya dar inicio con las fotos.»

Salí del baño envuelta en una toalla. Casi en automático, tomé mi celular de mi bolsa y leí el mensaje de Sebastián. Si quería ser puntual para esa cita, debía regresar a casa y dormir.

A pesar de que había gozado como ninguna otra vez, me sentía un poco confundida. Primero que nada porque a pesar de todo, no podía sacarme a Sebastián de la cabeza; en segundo lugar, por el rumbo que estaba tomando la relación con Mauricio, creo que fuera de la increíble química sexual que teníamos, no había nada más; y en tercer lugar, aunque hasta ese momento, había experimentado el mejor y más intenso orgasmo, no me gustó mucho la manera en cómo se dieron y desarrollaron las cosas esa noche. Ni siquiera pronunciamos palabra alguna en la regadera y aunque comenzaba a sentir mi vagina palpitando, excitada de nuevo, no sentía fuerzas para tener una noche intensa.

Estaba a medio vestir cuando Mauricio salió del baño, de nuevo, solo con una toalla alrededor de la cintura.

Mauricio: ¿A dónde vas? ¿No te vas a quedar?

Viviana: Debo volver a casa.

Mauricio: ¿Estas bien Pequeña?

Viviana: Si. No. No sé

Mauricio: ¿Qué pasa?

Viviana: No se, deja aclarar mis ideas y mañana hablamos, si?

Mauricio: No, ven, siéntate. No quiero que te vayas así.

Viviana: Es que, no sé, lo disfruté como ninguna otra vez, pero me hace sentir un poco incomoda, fue un poco rudo.

Mauricio: Perdóname, no quise ser así, me cegué en el momento y me dejé llevar. Fue una de las venidas más intensas que he tenido, pero tú me pones así. No te has dado cuenta de lo intensa que eres y pedías más y más.

Viviana: Perdóname, no quise hacer un drama de esto, creo que solo me asustó un poco el darme cuenta de lo que soy capaz.

Mauricio: Anda, quédate…

Estaba sentada sobre sus piernas y para este momento chupaba mi cuello, la mano con la que me abrazaba estaba debajo de mi blusa, pellizcando mi pezón y magreando mi seno mientras que la otra ya se encontraba desabrochando mis jeans y hundiéndose más dentro de ellos para frotar mi inflamado clítoris al tiempo que automáticamente mis piernas se abrían para darle paso libre.

Mi respiración ya estaba agitada y casi silenciosos gemidos empezaban a escapar de mi boca.

Viviana: Mau debo estar muy temprano en casa.

Mauricio: yo me encargo de eso… ¿Te gusta amor? ¿Quieres que siga?

Viviana: siiiii

En ese momento me abandoné, a pesar de lo que pensaba y sentía, solo me dejé hacer para dedicarme a sentir.

Me quitó la blusa y dejándome puesto el brassiere, sacó mis senos de la copa. Mis pezones estaban duros y la boca de Mauricio se prendó de ellos mientras su mano seguía trabajando mi sexo.

Tendida sobre la cama, solamente con mi ropa interior y prendada de la boca de Mauricio, saboreaba sus besos cada vez más intensos. Nuestras lenguas se acariciaban, nuestras bocas se saboreaban y sus manos terminaron de deshacerse de mi ropa.

Sus besos no me daban tregua y su cuerpo buscó acomodarse entre mis piernas para penetrarme lentamente. Cuando estuvo completamente dentro de mí, se quedó quieto, dejándome sentir como me llenaba. Sus movimientos fueron lentos pero firmes, sin dejar de mirarme a los ojos. Mis piernas se abrazaron a él y mis manos se encajaban en su espalda mientras mis gemidos se hacían profundos cuando lo sentía llenarme. Entraba y salía, entraba y salía, entraba y salía, y mis movimientos se acoplaban a los de él. Sentía mi orgasmo aproximarse y las contracciones de mi vagina comenzaron a hacer presión en el, sus movimientos fueron más rápidos hasta lograr correrse en mi interior. Se desplomó sobre mi cuerpo, buscó mi boca para besarme, y después de acomodarse a mi lado, se quedó perdidamente dormido.

Me quedé un rato recostada, sintiendo la brisa que entraba por el balcón sobre mi cuerpo desnudo. Miré la hora en el despertador, y apenas se acercaba la media noche. Me senté en la orilla de la cama, con cuidado para no despertarlo. Me quedé quieta unos minutos antes de levantarme para vestirme e irme a casa. Pero sentí la yema de sus dedos trazando finas y delicadas líneas en mi espalda.

Viviana: No quería despertarte, dormías profundamente.

Mauricio: Me acostumbre muy rápido a tu presencia junto a mi en la cama, y sentí tu espacio vacío.

Viviana: ¿Mi espacio?

Mauricio: Si, tu espacio. ¿No hay nada que pueda hacer o decir para persuadirte que te quedes?

Ya no estaba acostado, sentí sus labios dando tiernos besos a lo largo de mi espalda.

Mauricio: Te siento rara… ausente.

Viviana: ¿Ausente? Pensativa tal vez.

Mauricio: ¿Qué piensas?

Me quedé en silencio. Mauricio me tomó de la cintura con ambas manos y me jaló hasta el. Sentado sobre la cama, recargado en la cabecera, quedé con mi espalda pegada a su pecho, sus brazos me rodeaban de la cintura, recargué mi cabeza en su hombro mientras él apoyaba su mentón en el mío.

Mauricio: Prometo no insistirte en que te quedes… pero no quiero que te vayas así, dime que tienes.

Viviana: No tengo nada Mau,

Mauricio: No me digas eso Chiquita, te noto diferente y…

Viviana: Sólo estoy un poco sacada de onda… No sé, a lo mejor sólo estoy viendo cosas que ni al caso…

Mauricio: Dime… ¿Cómo vas a saber si no me lo dices?

Viviana: No sé, creo que apresuramos demasiado todo… No sé que es esto, no se si pueda explicarme… entre nosotros ¿es sólo sexo?

Me quedé en silencio, ¿De dónde me había salido eso? ¿Estaba haciéndole un drama a Mauricio por sentir que únicamente teníamos una relación basada en el sexo, cuando fui yo quien propició así las cosas y fui yo quien decidió que serían así las cosas para hacerme de experiencia y poder estar con Sebastián? Creo que empezaba a confundirme demasiado el juego que yo misma había inventado.

Mauricio: Hey, te lo dije desde un principio… No eres una mas para mi, ni la conquista de la hija del jefe para subir en mi trabajo.

Viviana: No estoy diciendo eso, únicamente me asustó lo que pasó hace un rato, y si ves las cosas fríamente, no tenemos ni siquiera una semana juntos y ve la intensidad de las cosas, y es lo único que hacemos cuando estamos juntos, ni siquiera platicamos o salimos…

Mauricio: ¿Quieres que tomemos las cosas con más calma? Las tomamos con más calma… por mi no hay problema Chiquita, me interesas tu, toda tu, no nada mas tener sexo contigo.

De nuevo, me quedé en silencio… sin saber siquiera que era ya lo que quería.

Mauricio me soltó y giró mi cuerpo para vernos de frente, a los ojos. Tomó mi rostro entre sus manos y acercó su rostro al mío. Me besó con mucha ternura y me abrazó para susurrar unas palabras muy cerca de mi oído.

Mauricio: Te quiero conmigo, vamos a tomar las cosas con calma. Perdóname por lo de hace un rato Chiquita. Déjame hacerte el amor y quitarte esas dudas.

Me llenó de suaves besos desde mi oreja hasta llegar a mi boca, Sus manos acariciaban mi rostro, mi cuello, mi cabello, mientras sus labios no dejaban de besarme.

Permanecí con los ojos cerrados, sintiendo sus labios vagar por mi piel hasta llegar a mis senos, para llenarlos de besos, de caricias, de suaves mordidas. Chupaba mis pezones, entreteniéndose por largo rato con cada uno de ellos. Los sentía excitados, duros, respondiendo a sus caricias. Sus manos vagaban por mi cuerpo, acariciando mi piel, recostó mi cuerpo sobre la cama y sentí el peso de su cuerpo sobre el mío. Sentía mi vagina húmeda, deseosa de sentirlo dentro de mí.

Se acomodó entre mis piernas, mirándome fijamente a los ojos. Busqué su boca y besé sus labios, al momento en que ese beso se hizo más profundo y mas intenso, lo sentí firme y decidido entrando lentamente en mí. Pronto nuestros movimientos eran sincronizados, mi respiración era agitada, me abrazaba a su espalda sintiendo su pene rozando las paredes de mi vagina, lentamente pero con fuerza, lo sentía salir casi completamente de mí para entrar hasta el fondo con decisión.

Sentí crecer mi excitación, pequeños gemidos salían de mi y sentí mi cuerpo temblar al alcanzar un orgasmo. Mauricio cargó mi cuerpo sin salirse de mi, quedó de rodillas sobre la cama, me abracé a su cuello y lo besé mientras movía mis caderas sobre el y él se abrazaba a mi. Subía y bajaba mirándolo a los ojos.

Me recostó de nuevo sobre la cama, y sus embistes se hicieron mas rápidos y bruscos, buscando provocarme un nuevo orgasmo y terminar los dos simultáneamente. Cuando sintió las paredes de mi vagina palpitar, dejó caer el peso de su cuerpo sobre mi para vaciarse dentro de mi.

Sentí su aliento sobre mi cuello… “Te quiero Viviana”. Buscó mis labios para besarme con mucho deseo y ternura.

Nos quedamos dormidos, mi cuerpo casi completamente sobre su cuerpo, mi cabeza en su pecho, abrazados. Abrí los ojos y vi en el despertador que eran apenas la 1:30 de la madrugada. Ambos estábamos rendidos, me levanté con cuidado y me di un baño. Me vestí en silencio y Mauricio estaba profundamente dormido. Con cuidado cerré las ventanas del departamento, apagué luces y salí.

Manejé hasta la casa, no vi los autos de mis hermanos, pero si el de Sebastián, pasaban de las 2 am. Subí por el ascensor de servicio y entré por la cocina. Todo estaba en silencio, pero en la sala, las puertas de la terraza estaban abiertas y las luces exteriores encendidas. Sentí un pinchazo en el vientre mientras me acercaba para ver quien estaba ahí.

Sebastián: Hace rato que te espero, no te he visto en días. ¿Recibiste mi mensaje?

Viviana: Hola, si, lo recibí, por eso llegué temprano.

Sebastián: ¿Temprano? ¿Cómo que te has vuelto un poco parrandera últimamente, no crees?

Estaba recargado en el barandal. Ver su ancha espalda, su cuerpo atlético, su profunda y fuerte mirada, me hicieron recordar porque inicié todo ese juego, sentí más intenso el deseo por él. Un escalofrío me recorrió el cuerpo haciéndome temblar mientras sentía como me humedecía al admirarlo y estar tan cerca de él.

Sebastián: ¿Tienes frío? Acompáñame con algo antes de que me vaya.

Yo estaba como tonta, sin moverme ni decir nada. Sebastián entró a la sala para volver a llenar su vaso y servirme algo a mí. Me preguntó que quería tomar y le pedí que me sirviera lo que él quisiera. Salió con 2 vasos en la mano, ambos tenían bebidas diferentes y extendió su brazo para darme el mío.

Sebastián: Como tienes frío, te serví un poco de Damiana.

Viviana: ¿Qué es?

Sebastián: Pruébalo, y si te gusta te digo.

Le di un pequeño trago a la bebida, era muy dulce, fuerte, pero nada desagradable. Me tomé todo lo que me sirvió de un trago.

Viviana: ¿Puedes servirme un poco más?

Sebastián: Solo un poco que yo no te voy a cuidar si te pones borracha.

Me senté en un sillón de la terraza y Sebastián se sentó junto a mí al traerme mi vaso lleno.

Viviana: ¿Me vas a decir que es?

Sebastián: Es el destilado de una planta que crece en Baja California, donde los nativos dicen que tiene poderes afrodisiacos. Dicen que si quieres seducir a una mujer, debes darle licor de Damiana.

Me terminé el trago y dejé el vaso sobre la mesa. Me levanté del sillón y caminé hacia el barandal, giré para quedar de frente a él, recargada sobre el mismo barandal. Sebastián se había levantado detrás de mí y nos separaban solo unos pasos.

Viviana: ¿Por eso me lo serviste? ¿Para seducirme?

Sebastián se quedó en silencio, observándome. Me miraba fijamente a los ojos. Una sensación de calor invadía mi cuerpo y mis fluidos no dejaban de humedecer mi tanga.

Mi respiración comenzó a acelerarse un poco, lo que hacía que mis senos subieran y bajaran al ritmo de mi respiración, me estaba poniendo demasiado nerviosa. Sebastián estiró su mano para tocar mi mejilla con sus dedos, haciéndome sentir una descarga eléctrica.

Sus dedos, rozando mi piel delicadamente, bajaron por mi cuello, lentamente, llegando al escote de mi blusa. Hábilmente desabrochó los botones dejándola abierta, mi respiración se agitó aún mas y cerré mis ojos para disfrutar su caricia.

Mi lengua humedeció mis labios, sentí el cuerpo de Sebastián muy cerca del mío. Sus manos me tomaron de mi cintura y sin soltarme, estiró sus pulgares para acariciar mis pezones ya duros. Eché mi cabeza hacia atrás y dejé escapar un gemido de gusto que el aprovechó para buscar mis labios y comerme en un delicioso beso.

Me abracé a su cuello pegando mi cuerpo al suyo y correspondiendo a esos labios con la misma pasión y deseo. La intensidad de ese beso fue escalando y pronto su lengua invadía mi boca y yo, deseándolo tanto, me abandoné a él.

Su beso me dejó jadeando muy cerca de su oído mientras sus labios fueron a mi cuello buscando mis puntos más sensibles. Recorrió mi cuello, mi hombro, regresó hacia mi cuello comenzando a bajar por mi pecho. Al verme y sentirme totalmente entregada, tomó mi rostro entre sus manos para volver a saborear mis labios entre los suyos, y para repentinamente, dejarme, así, en medio de la terraza, sola, muy excitada, deseándolo más que antes… y se fue a su departamento.

Después de reponerme solo un poco, apagué las luces de la terraza, cerré las puertas y me fui a mi habitación.

Cerré mi puerta y me recargué en ella, llevé mi mano a mi cuello y con los ojos cerrados recordé lo que acababa de suceder. Por fin había disfrutado los besos de Sebastián, me gustaron más que los besos de Mauricio, no pude evitar la comparación. Había mucha experiencia en ellos, no solo por la edad, todas sus correrías y ser tan popular con las mujeres… ahora sabía por qué.

Mi respiración se aceleró solo al recordar, sentí mi sexo húmedo e hinchado de nuevo. Caminé hasta el baño y después de desvestirme, me puse bajo el chorro de la regadera, esperando que el agua apagara, al menos por esa noche, el fuego que sentía por dentro de la manera tan intensa en que deseaba ser la mujer de Sebastián.

No pude evitar tocarme mientras me bañaba, el agua caía sobre mi cabeza y mis manos fueron a mis senos, mis pezones seguían duros, y al acariciarlos, temblé un poco. Mi mano se fue deslizando por mi vientre hasta llegar a mi sexo. Separé mis labios e inmediatamente alcancé mi clítoris, hinchado por la excitación que llevaba rato sintiendo.

Mis dedos comenzaron sus caricias, y sabiendo que no había nadie en casa, no reprimí mis gemidos. Aceleré el ritmo de mis dedos hasta conseguir correrme.

Me quedé un rato más bajo el agua hasta conseguir recuperar el aliento.

Me costó trabajo levantarme temprano para llegar puntual a la boutique. Las trasnochadas de sexo con Mauricio me estaban pasando la factura. Y ni que decir sobre las marcas de besos, chupetones, mordidas que ya se notaban, afortunadamente en lugares no muy visibles al resto de la gente.

Llegué puntual a la boutique, con lentes oscuros y un café en la mano. Mi tía María ya estaba ahí, pero Sebastián aun no.

María: Pero que puntual.

Viviana: Claro, si no, después quien aguanta a mi tío.

María: Me debes una muy larga platica. ¿Te parece si vamos a desayunar tu y yo solas cuando terminemos?

Viviana: Me parece perfecto, muero de hambre.

Sebastián aun tardó alrededor de 30 minutos en llegar, con el jefe del equipo de fotógrafos. Durante la reunión, se acordaron las locaciones, los horarios, se comenzó la propuesta de los días para tomar las fotografías, quienes serían el resto del equipo, como: peinadores, maquillistas, etc.

Las fotografías comenzarían a tomarse en 2 semanas, en lo que terminaba de llegar la nueva ropa, y me daba tiempo para que las marcas de Mauricio desaparecieran de mi piel.

El desayuno con mi tía tardó mas de lo que yo esperaba, me preguntó santo y seña de Mauricio; como era de esperarse, llegó a un punto la conversación en que llegamos al sexo. No supe como ocultar ante ella que me había iniciado con Mauricio. Me esperaba el regaño y un gran sermón, pero fue bastante abierta, liberal y comprensiva al respecto.

María: Solo quiero insistirte en que vayas al medico, mas que nada por si no quieres tener una sorpresita. Por todo lo que me has confiado, es obvio que ninguno está tomando precauciones Viviana.

Viviana: Tienes razón, no nos hemos cuidado. ¿Me llevas con tu medico?

Esa misma tarde, fui con el medico, me aplicó la inyección y no tendría de que preocuparme al menos por unos meses.

Mi tía y yo llegamos a la casa, y se escuchaba gran fiesta en la terraza. Estaban mis hermanos con sus novias, Sebastián y Mauricio. Aunque estaban platicando todos muy amenamente, la cara de Sebastián no era la mas feliz. No nos habíamos siquiera acercado a saludar a todos, y Mauricio ya estaba frente a mi. Antes de que me besara enfrente de todos, que ninguno sabía que éramos novios salvo Sebastián, le presenté a mi tía.

Viviana: Me disculpan un momento, voy a mi recamara.

En mi habitación, le envié un mensaje de texto a mi hermano Luis para que fuera. Por la relación tan estrecha que había entre nosotros, quería decirle lo de Mauricio, antes de que se diera cuenta por si solo y se ofendiera por mi falta de confianza.

Luis: ¿Estas bien Vi?

Vi: Si, ¿Por que la pregunta?

Luis: Pues es que te metiste así de pronto y me mandas el mensaje.

Vi: Solo quería platicarte algo.

Luis: ¿Solo algo? Creo que me debes muchas, te la has parrandeado un chorro con Mauricio.

Vi: Respecto a el…

Luis: Lo imagino, solo, vete tranquila ¿Si? El tiene mucha mas experiencia que tu y aunque sea mi amigo no quiero que vayas a salir lastimada.

Vi: Gracias.

Luis: Pero me las debes eehh.

Salió de mi habitación, me refresqué un poco y buscaba que ponerme cuando Mauricio llamó a mi puerta.

Mauricio:¿Puedo pasar?

Vi: Claro.

Me acerqué a el y mas rápido que nada, nos fundimos en un beso mientras me colgaba de su cuello y sus manos apretaban mis cuerpo a el de el por mi cintura. Nuestras lenguas se acariciaban frenéticamente, sus manos comenzaban a vagar por mi cuerpo y yo sentía su evidente erección.

Con mucho trabajo nos separamos, ambos respirábamos agitadamente, nuestras frentes unidas y nuestros ojos cerrados.

Vi: No puedes salir así.

Mauricio:Te extrañe todo el día… Desde que desperté.

Me separé de el y puse el seguro de mi puerta. Al darse cuenta, se acercó con ansia a mi y volvimos a besarnos, esta vez con mas pasión. Empujó mi cuerpo hasta la pared y abrió mi blusa para buscar mis senos, los que acarició y liberó del brassiere, mientras yo buscaba desabrochar su pantalón para acariciar su ya duro pene.

Debíamos darnos prisa, hizo a un lado mi tanga y levantando una de mis piernas se dejó ir hasta el fondo dentro de mi, cortándome casi la respiración. «Me tienes loco Vi» susurraba en mi oído mientras sentía sus embistes y gemía pegada a su oído. Me aferraba a el sintiendo mi cuerpo convulsionarse y su venida llenándome. Nos besamos de nuevo y lo hice pasar al baño para que se arreglara y saliera.

Me di un baño, escogí un juego de lencería de encaje en color turquesa y un mini vestido bastante sexy, también en color turquesa, que realzaba mucho mis senos, y la parte de abajo tenía mucho vuelo. Escogí unas sandalias de tacón ligero en color negro, dejé mi cabello suelto, ondulado con un poco de crema y me maquillé un poco: ojos delineados en negro, mascara, algo de rubor y labios rosas con gloss. Me puse un poco de perfume y salí de mi habitación.

Todos aún seguían en la terraza, el ambiente se escuchaba bastante agradable: risas y platica amena. Todos seguían ahí: mis hermanos, sus novias, mis tíos y Mauricio. Estaba a punto de salir a la terraza cuando me topé con mi hermano Luis que ya iba por mi.

Luis: Como te tardas eehhh

Vi: Exagerado.

Luis: Hermanita… Si no fuera tu hermano…

Vi: Luis!!!!!

Luis: Perdóname Vi, creo que al igual que todos me negaba a ver que ya no eres una niña, te ves guapísima… Ahora entiendo porque traes a Mauricio como lo traes.

Vi: No me molestes…

Luis: Te lo digo en serio… solo espero que todos estos repentinos y drásticos cambios no vayan a afectar la confianza entre nosotros…

Vi: Por supuesto que no tonto.

Salimos a la terraza y me acerqué a saludar a todos uno por uno. Rosaura, la novia de Luis: cariñosa como siempre. Mi hermano Leonardo, me hizo sus groserías acostumbradas… tanto que Sebastián le dio un coscorrón en la cabeza. Laura, mi amiga de toda la vida y novia de Leonardo, me abrazó y al oído me dijo que le debía casi 2 semanas de novedades y una larga explicación por mi cambio… el cual ella insistía en hacer y nunca le hice caso.

Me acerqué a Sebastián, y como siempre acostumbraba, me colgué de su cuello; todos estaban mas que acostumbrados a mis niñerías de consentida con el, por lo que nadie vio nada raro mi comportamiento. Me pegué a su cuerpo y lo besé en la comisura de los labios. Sentí sus manos firmes en mi cintura haciendo un esfuerzo muy grande.

Me separé de el y fui hasta donde estaba Mauricio; lo besé en los labios y me senté junto a el. Sentí su brazo rodearme y acercarme a el mientras Laura y Leonardo nos miraban muy extrañados y notaba los celos en lis ojos de Sebastián.

Vi: Si quieren me voy eehh? Nada mas llegué y se callaron.

Laura: Bueno amiga, es que nos dejaste un poco impactados con tu cambio.

María: ¿Sigues dudando de mi decisión para el catálogo de la tienda?

Sebastián: No. Tenías razón.

Luis: ¿De qué hablan eehh?

María: ¿Qué no les has dicho Vi?

Vi: No, solo lo saben ustedes dos y Rosaura, claro.

María: Estamos preparando el crecimiento de la boutique y una gran campaña de publicidad.

Luis: Pues que bien tía, felicidades.

Vi: Y yo les estoy ayudando.

Leonardo: jajajaja… ¿Tu? ¿Que puedes saber tu de esas cosas?

Como siempre ignoré los comentarios mal intencionados de Leonardo; aunque Rosaura y Mauricio se extrañaron un poco, pues no estaban acostumbrados. Estaba tomando aire para seguir con ellos, cuando Sebastián salió en mi defensa como tantas veces.

Sebastián: Al menos en mi presencia, espero que sea la última vez que tratas a tu hermana de esa manera. Y para que les quede claro, su hermana es la modelo de toda la campaña publicitaria y ha aportado excelentes ideas para la misma.

Luis: Vi, eso esta genial hermanita. Felicidades.

Mauricio: Felicidades Chiquita.

Vi: Gracias… Saben? Muero de hambre, deberíamos de ir todos a cenar y a bailar, incluyendo a mis tíos.

María: Me parece bien. Así celebramos.

Mientras los hombres decidían el lugar a donde ir, las mujeres fuimos a arreglarnos un poco. Retoqué un poco mi maquillaje y tomé mi cartera. Las demás se demoraron un poco mas; yo salí de mi habitación y fui a la terraza con Mauricio.

Me abrazó por la espalda mientras veíamos como terminaba de ocultarse el sol.

Mauricio: ¿Por qué no me habías dicho nada Amor?

Vi: ¿Te olvidas que lo que menos hacemos cuando estamos juntos es hablar?

Mauricio: Cierto, pero tu tienes la culpa.

Vi: ¿Yooo?

Mauricio: Si, por estar tan guapa y por ser tan ardiente e intensa.

Vi: Tonto.

Ambos nos reímos pero al mismo tiempo a los dos nos empezaba a subir la temperatura.

Mauricio: Con todo y que me tienes loco y lo único que quiero es hacerte el amor hasta morir… Te prometí que íbamos a tomar las cosas con calma y lo voy a cumplir.

Vi: Pues mas nos vale a los dos, por que no puedo andar con chupetones y marcas para las fotos.

Me tomó de la cintura y giró mi cuerpo para quedar frente a frente. Rodeé su cuello con mis brazos como tantas veces y nos miramos fijamente… En ambos se podía leer el deseo y la química sexual que había entre los dos. Nuestros labios se encontraron, lentamente, sus labios saboreaban los míos y mis labios los suyos… Tímidamente, nuestras lenguas comenzaron a buscarse para hacer de ese beso algo mas profundo e intenso; pero antes de que nuestra temperatura siguiera escalando, oportunamente Luis nos interrumpió para que saliéramos todos rumbo al restaurante.

Salimos en 4 autos: el de Mauricio, el de Sebastián, y los de mis hermanos. Escogieron un restaurante en la marina y club de yates del puerto. Mauricio, antes de salir del estacionamiento del edificio, comentó que los alcanzaríamos después de ir a su casa por su cartera que había olvidado.

Durante el camino, en cada alto, buscábamos nuestras bocas para besarnos. Su auto, al ser automático, le daba libertad en una mano… Mano que durante un breve momento acarició mi pierna, y cada que nos besábamos subía por debajo de mi vestido. Abrí mis piernas dándole acceso y sentí sus suaves dedos hacer a un lado mi tanga para acariciar mi entrepierna a su antojo. Cerré mis ojos mientras Mauricio manejaba con una mano y me masturbaba con la otra, mis manos cobraron vida propia y acariciaba mis senos mientras mi cadera se movía buscando mas y mis gemidos iban en aumento… ni siquiera me di cuenta de que el auto estaba detenido en la cochera del departamento de Mauricio.

Sentí su aliento en mi cuello, muy cerca de mi oído, le pedía mas y me susurraba «córrete chiquita», mi cuerpo se convulsionó mientras recibía mis jugos en su mano.

Viviana: Necesito sentirte dentro de mi.

Mauricio: Vamos adentro.

Entramos al departamento con prisa, ni siquiera llegamos a la recamara. Se sentó en el sofá y después de despojarme de mi panty, me acerqué a el buscando sentir su pene abriéndose camino dentro de mi.

Ambos gemíamos, movía mi cadera buscando el orgasmo de los dos. Mi boca buscaba la suya entretenida en mis senos mientras sus manos aferradas a mis caderas buscaban acelerar mis movimientos para vaciarse dentro de mi.

Temblando, me dejé ir sintiendo mi orgasmo mientras sentía a Mauricio llenarme y gritando mi nombre muy cerca de mi oído. Me abrazó, y tardamos varios minutos en recuperar el aliento. Ambos nos arreglamos lo mejor que pudimos y salimos hacia el restaurante donde todos nos estaban ya esperando.

En cuanto llegamos, el único en levantarse de su silla fue Sebastián, me miraba fijamente con una mirada acusadora y llena de celos.

Me gustaba provocar eso en el; me gustaba sobremanera pensar que el saberme con otro, de otro, provocara celos en el, aumentara su deseo por mi… Me hacía desearlo mas…

La cena estuvo muy amena, pero yo no podía sacar de mi mente el recuerdo de sus besos, de sus caricias. Deseaba mas, deseaba volverlo a besar, acariciarlo, sentir sus manos en mi piel, recorriendo mi cuerpo, deseaba sentir su deseo, deseaba sentirlo llenándome completamente, entregada a el.

No podía dejar de mirarlo, de intentar decirle con mis ojos cuanto deseaba estar entre sus brazos.

Mauricio: ¿Crees que podrías hacerme caso en lugar de estar tan distraída?

Viviana: ¿A que viene ese reclamo?

Mauricio: A que has pasado todo el tiempo con la mente quien sabe en donde y ni caso me haces.

Viviana: Estoy demasiado cansada, ¿Me llevas a mi casa o me voy con uno de mis hermanos?

Nos despedimos de todos y la mirada de Sebastián automáticamente cambió, imaginando una noche de sexo entre Mauricio y yo, como la que el prácticamente presenció.

Mauricio comenzó a manejar rumbo a su departamento, anticipando que me quedaría con el.

Viviana: ¿A donde vas?

Mauricio: A mi casa.

Viviana: Te pedí que me llevaras a mi casa, estoy muy cansada.

Mauricio: ¿No quieres quedarte conmigo?

Viviana: Si no me vas a llevar, detén el auto y tomo un taxi.

Mauricio: Esta bien, no te enojes.

Me llevó a casa y me bajé del auto sin despedirme de el. En cuanto entré al departamento, me apresuré a mi recamara y me di un baño, humecté mi cuerpo, me puse perfume y escogí un juego de lencería de encaje, de color negro, con ligero y encima me puse una bata de baño. Tomé mi teléfono celular y marqué el numero de Sebastián.

Sebastián: ¿Que pasa Vi, estas bien?

Viviana: ¿Aún sigues en el restaurante?

Sebastián: No, ya voy para la casa, acabo de dejar a tu tía.

Viviana: Es que, creo que me hizo daño la cena, me siento mal; y no quiero interrumpir a Luis que seguramente esta con Rosaura.

Sebastián: Llego en 10 minutos.

Desperté a la domestica y le comenté que me sentía mal, que no estaban mis hermanos y que iría a casa de mi tío a buscarlo. Tomé las llaves de su departamento y fui a esperarlo.

Sebastián llegó en menos de 10 minutos directamente a mi casa.

Dejé las luces apagadas y solamente encendí la terraza de su sala. Me sentía nerviosa, ansiosa, excitada. Me recargué en el barandal, viendo hacia la playa y esperé hasta escuchar la puerta de su departamento cerrarse y su voz llamándome por mi nombre. Hasta que llegó a la terraza.

Sebastián: ¿Estas bien, que tienes?

Me giré para verlo de frente. No sabía exactamente que hacer, los nervios se estaban apoderando de mi, pero tenía la oportunidad que tanto había deseado y buscado enfrente de mi y no podía dar marcha atrás.

Viviana: Estoy bien, me siento bien.

Sebastián: Pero dijiste que te había hecho daño…

Viviana: ¿No me ofreces algo de tomar? ¿Licor de Damiana quizás?

Sebastián: Vete a dormir, es tarde y…

Viviana: Aún es temprano y nunca dejes a medias algo que no vas a querer terminar después.

Ya me había acercado hasta el, vi duda en su mirada. Desabroché la bata de baño que llevaba, dejándole ver un poco del juego de lencería que llevaba.

Me acerqué aún mas, casi hasta pegarme a su cuerpo. Subí suavemente mis manos por su pecho hasta rodear su cuello, ofreciéndole mi boca. Me tomó con firmeza de la cintura, pero aún así podía percibir la lucha entre separarme de el o ceder ante lo que deseaba

Sebastián: Esto…

Viviana: Ssshhhh… No digas nada, se que lo deseas y yo lo deseo también…

Sus manos me apretaron contra su cuerpo y mis labios recibieron ansiosos los suyos.

Su boca devoraba mis labios, nuestras lenguas se buscaban desesperadas. Mi cuerpo se pegaba al suyo ansiando sentirlo. Mi respiración estaba demasiado agitada, dejé caer la bata al suelo y desabroché su camisa dejando su pecho desnudo. Lo acaricié, lo besé, mis manos buscaban desabrochar su cinturón y pantalón para buscar y acariciar lo que tanto deseaba.

A partir de ese momento, ya no había vuelta atrás para ninguno de los dos.

Sentí las manos de Sebastián recorriendo mi piel, acariciando mi cuerpo. Iban de mi espalda a mi cintura; se aferraban cada vez mas a mi mientras la cordura nos abandonaba a los dos. Las sentí subir por mi cintura hasta mis senos, podía percibir mis pezones muy duros, me sentía demasiado húmeda, indescriptiblemente excitada y deseosa de estar entre sus brazos y sentirlo dentro de mi.

Cuando sus manos comenzaron a acariciar mis senos, no pude evitar que suspiros y gemidos salieran de mi boca mientras mis labios no se cansaban de saborear los suyos.

Me quité el brassiere, ofreciéndole completamente mis senos a Sebastián. Su lengua en mis pezones me daba un placer indescriptible, el dolor de tenerlos tan duros y parados como nunca antes, aumentaba demasiado mi excitación.

Sus manos sustituyeron su boca, que deseosa regresó a mis labios para hacerme sentir la pasión y el deseo que aumentaban a cada segundo.

Me cargó en sus brazos y rodee su cintura con mis piernas; mis brazos me sostenían aferrada a su cuello mientras sus manos se deslizaban hasta mis nalgas.

Caminó hasta su habitación, me recostó sobre la cama y mientras se separaba de mi, deslizó mi tanga por mis piernas dejándome desnuda ante sus ojos.

Terminó de desvestirse el también, mis ojos brillaron de deseo al ver su cuerpo bien cuidado, desnudo, su pene duro y erecto por mi. Instintivamente abrí mis piernas, mostrándole mi evidente humedad. Mi mente no pudo evitar comparar. Mi deseo y mi intensidad crecieron.

Me hinqué sobre la cama, acercándome hasta donde el estaba. Acaricié su pecho con mis manos, mis labios buscaron su boca, sus manos se posaron en mis nalgas, sintiéndolas, acariciándolas, pellizcándolas suavemente mientras pegaba mi cuerpo al suyo.

Nuestra respiración estaba mas que agitada, mis manos se deslizaron por su pecho, su abdomen. Mi mano tomó su largo y grueso pene. Lo sentí duro, caliente, palpitando… lo acaricié lentamente primero, percibiendo los gemidos de Sebastián.

Besé su cuello, mis labios se deslizaron a su pecho, pase mi lengua por sus tetillas, mordiéndolas suavemente. Sus manos acariciaban mi cabello, y lo escuchaba murmurar mi nombre entre gemidos.

Bajé hasta tener su pene muy cerca de mi rostro… el deseo estaba totalmente apoderado de mi, pasé mi lengua por el tronco, dejándolo sentir mi cálido aliento en el. Sentí firmes las manos de Sebastián sobre mi cabeza…

Era la primera vez que le haría sexo oral a un hombre, con Mauricio nunca había sentido el deseo de hacerlo… ahora, lo deseaba.

Volví a pasar mi lengua por todo el tronco, entreteniéndome al llegar a la punta, metí la cabeza a mi boca, jugando en ella con mi lengua, aprisionándola entre mi lengua y mi paladar… Podía sentir el cuerpo de Sebastián tenso, disfrutando. Sus manos soltaron mi cabeza para acariciar mi espalda, mi piel.

Me tomó de los brazos para separarme de el, lo miré a los ojos… ya no estaba ahí mi tío, era solo el hombre maduro a quien deseaba por sobre todo, y pude ver en su mirada que el tampoco veía ya a su sobrina, solo veía a la mujer joven que deseaba.

Mis labios se prensaron de los suyos mientras me tumbaba sobre su cama dejándome sentir el peso de su cuerpo sobre mi.

Nos besábamos, nuestras manos exploraban nuestros cuerpos, solo se podía percibir respiraciones agitadas, gemidos, el sudor de nuestros cuerpos, el olor a sexo.

Su boca se prendó de mis senos, mientras su lengua y sus dientes jugaban con uno de mis pezones, su mano acariciaba el otro, sobándolo, pellizcándolo… aumentando a cada segundo mi excitación y mi ansiedad por sentirlo dentro de mi… Acariciaba su cabello, mi cuerpo se retorcía debajo de su cuerpo, mis gemidos eran cada vez mas intensos.

Su boca fue bajando llenando de besos mi vientre, entreteniéndose su lengua con mi ombligo, bajando, bajando, bajando…

Con firmeza, sus manos abrieron mis piernas, lleno de besos mis ingles, impacientándome por sentir su lengua, mis caderas se movían queriendo buscar que su lengua llegara adonde tanto la deseaba. Levantó su cabeza buscando mi mirada y se sonrió para inmediatamente separar mis labios con sus dedos y pasar su lengua a lo largo de ellos, saboreando mi humedad, mi deseo por el.

Cuando sus labios atraparon mi clítoris, un grito escapó de mi boca, y le dio pie a Sebastián a intensificar la succión que le daba mientras dos de sus dedos entraban y salían de mi vagina sin descanso.

Me sentía morir… movía mis caderas y le pedía mas mientras mis manos estrujaban mis senos… cuando sintió mi cuerpo tensarse intensificó el movimiento de sus dedos y su lengua recibió todo mi orgasmo… mi espalda se arqueó hasta casi sentarme, sentía que jadeaba buscando aire para respirar, sintiéndome flotar aun.

No había recuperado el aliento y Sebastián buscó mi boca para besarme mientras me dejaba sentir como me llenaba con firmeza, sin dudar, hasta el fondo de mi útero y las paredes de mi vagina intentaban acoplarse a un nuevo visitante, mas largo, mas grueso y que parecía hecho a la medida de ella.

Gemí desde lo mas profundo de mi ser al sentirme llena de el. Tomó mis manos para llevarlas arriba de mi cabeza, sujetas de mis muñecas por una de sus manos mientras comenzaba un lento y firme bombeo dentro de mi. Mis caderas se acoplaron a su ritmo casi al momento. Una y otra vez lo sentía llenarme, ninguno hablaba, nos mirábamos a los ojos, escuchando nuestros cuerpos chocar, nuestros gemidos aumentar.

Soltó mis manos para llevar mis piernas a sus hombros, aumentó su ritmo y su fuerza queriendo llegar hasta lo mas profundo de mi, arrancándome gritos de placer.

Volví a sentir un nuevo orgasmo sin que el dejara de bombear toda su virilidad dentro de mi. Buscó mi boca para besarnos de nuevo con mucha pasión, quedándose quieto dentro de mi, dejándome sentir como me llenaba, como se amoldaba a mi interior.

Tomó mi cuerpo como si se tratara de una muñeca, sin salirse de mi, se recostó de espalda sobre la cama, dejándome sobre el. Nuestros labios se devoraban entre si sin cansarse, nuestras lenguas se buscaban, se probaban, saboreaban el sabor del otro. Sus manos vagaban por mi espalda, sin dejar piel que tocar.

Tomó mis caderas, que se empezaron a mover buscando elevar de nuevo el placer de los dos. Tomé sus manos y las llevé a mis senos; entre gemidos, ambos decíamos nuestro nombre una y otra vez.

Me movía sobre Sebastián sintiéndome llena de placer y deseo, incliné mi cuerpo para besarlo de nuevo, lo que el aprovechó para voltearnos, dejándome sentir su cuerpo sobre el mío. Aceleró sus embistes provocándome un nuevo orgasmo, gritando, sentí su orgasmo llenando cálidamente mi interior y Sebastián gritaba mi nombre.

Se desplomó sobre mi cuerpo, me abracé a el y busqué sus labios. Nos besamos con ternura, exhaustos. Se separó de mi boca para mirarme.

Sebastián: ¿Qué acabamos de hacer?

Viviana: Ssshhhh mi amor. No lo analices.

Me acurruqué pegada a su cuerpo, mi cabeza en su pecho y abrazada a el. Sus manos acariciaban mi cabello, bajando por mi espalda, tocando mi piel para encenderme de nuevo.

Me quedé dormida, no mucho tiempo. Estaba sola en la cama de Sebastián, completamente desnuda y la sabana solo me cubría hasta la cintura. Miré el reloj y apenas marcaba las 4 de la mañana. La ropa de Sebastián y la poca ropa con la que había llegado a su departamento, estaban hechas bola sobre el sofá de la recamara.

Tomé la camisa de Sebastián y me la puse sobre mi piel desnuda, aspiré y disfruté su aroma y salí de la recamara para buscarlo.

Todo el departamento estaba oscuro, salvo la luz que alcancé a percibir en su estudio. Conforme me acercaba, percibí una corriente de aire y el aroma a puro que hace mucho tiempo no olía.

Sebastián solía fumar puro de vez en cuando; en las ocasiones en las que realmente estaba pasando un buen rato. Ahora, solo lo hacía ocasionalmente, en sus palabras: después del sexo, siempre y cuando lo haya disfrutado demasiado.

Abrí solo un poco la puerta del estudio, la terraza estaba abierta y alcancé a ver a Sebastián con una bata cubriendo su cuerpo, sentado en la orilla de una tumbona, disfrutando su puro y un whisky en las rocas, y mirando hacia el horizonte.

Entré al estudio sin hacer ruido, me quedé unos segundos recargada en el marco de la puerta de la terraza mirándolo. Estaba completamente absorto en sus pensamientos. Sigilosamente me senté en la tumbona, detrás de el, con las piernas abiertas y rodeando su torso con mis brazos. Besé su cuello, aspiré su aroma, metí mis manos por la abertura de la bata y acaricié su pecho.

Viviana: Hace mucho que no te veía fumar puro; me encantaba estar cerca de ti cuando lo hacías.

Sebastián: Lo que pasó…

Viviana: Deja de darle vueltas, pasó porque deseabas que pasara y porque yo también deseaba que pasara… y mucho.

Sebastián: Pero es que no te das cuenta?

Viviana: De que Sebastián? De que te quiero, de que te deseo, que en tus brazos, ser tuya me hace sentir viva?

Sebastián: Eres mi sobrina, podrías ser mi hija.

Viviana: Ni soy tu sobrina ni mucho menos tu hija, y no soy mas chica que las golfas con las que andas.

Me separé de el y me levanté de la tumbona. Le quité el vaso y el puro y los dejé sobre una mesita de cristal. Me acerqué de nuevo a el, me paré frente a el y lentamente desabroché su camisa que me había puesto. Intentó impedírmelo, cuando llegué al ultimo botón, con un movimiento sutil, dejé que sola cayera al piso, quedando completamente desnuda frente a sus ojos.

Viviana: Dime que no me quieres, que no me deseas… Dímelo y saldré de aquí y ambos fingiremos que nunca sucedió nada.

Admiraba mi desnudez, me acerqué mas y me senté sobre sus piernas. Me abracé a su cuerpo y busqué sus labios, que deseosos y llenos de pasión me besaron mientras sus manos recorrían mi piel desnuda. Deshice el nudo de la cinta de su bata y la abrí. Percibí y sentí su erección, el deseo por volver a estar dentro de mi y mi excitación creció.

Mis manos recorrieron su pecho, bajaron hasta acariciarlo, sentirlo caliente y endureciéndose mas, deseando sentirse rodeado por mi calor. Me acomodé sintiéndolo en la entrada de mi vagina, lo miré a los ojos mientras lo sentía llenarme lentamente hasta llegar al fondo.

Sebastián admiraba la expresión de deseo y pasión en mi rostro al sentir como me llenaba, lancé un profundo gemido al sentirlo completamente dentro de mi, nos besamos y nuestros cuerpos comenzaron a moverse al mismo ritmo gozando del placer que nos dábamos.

Entregarme a Sebastián, estar entre sus brazos, sentirlo dentro de mi, sentir su deseo y pasión por mi, me hacía sentirme viva, mujer, feliz, llena de deseo y pasión.

Me abracé aun mas a su cuerpo, mi boca tan cerca de su oído le demostraba mi deseo, mi gozo, el placer tan grande que sentía al ser su mujer. Al escucharme y sentirme de esta manera, su deseo se encendía, no dejaba de repetir mi nombre y cuanto me deseaba entre jadeos.

Explotamos al mismo tiempo entre gemidos intensos, mis uñas clavadas en su espalda y marcas de sus dedos en mi espalda. Nos besamos, nuestros labios se saboreaban, nuestras lenguas se acariciaban y nuestro abrazo no quería terminar.

Nos recostamos sobre la tumbona, abrazados. El día comenzaba a aclarar, ninguno decíamos nada, pero podía percibir que Sebastián ya no estaba preocupado por lo que estaba pasando entre nosotros, lo sentí tranquilo, relajado, podría aventurarme a decir que lo sentí feliz.

Las yemas de sus dedos hacían dibujos sobre mi piel. Me sentía plena de estar así con el. Giré mi cabeza para mirarlo, me sonreí y se extrañó por mi sonrisa, busqué sus labios y lo besé con ternura.

Viviana: Me gusta estar así, aquí… contigo… este momento, nuestra desnudez, sentir tanto entre tus brazos. Quisiera que no amaneciera y al menos aunque fuera unos días no tener que fingir ante los demás…

Sebastián: Vámonos.

Viviana: ¿Vámonos? ¿A dónde?

Sebastián: Unos días, tu y yo solos, donde no tengamos que fingir nada ni preocuparnos por que alguien nos descubra o se de cuenta.

Me enderecé sobre la tumbona y lo miré. Mis ojos no podían ocultar la emoción y la felicidad que su propuesta me daba.

Viviana: ¿Lo dices en serio?

Se sonrió y me jaló para caer sobre su pecho, me besó con mucha pasión dejándome sin aliento.

Sebastián: Ve a empacar, para una semana. Paso por ti en hora y media.

Viviana: Mira que si me estas bromeando…

Sebastián: Esta corriendo el tiempo…

Volví a besarlo emocionada y entré corriendo a su estudio. Fui hasta su habitación, me puse la bata con la que había llegado y en una de sus bolsas metí mi lencería hecha bolita. Sebastián me miraba mientras lo hacia, ya iba a salir hacia mi casa, me acerqué a el y me colgué de su cuello.

Viviana: ¿De verdad quieres pasar una semana conmigo… solos, así?

Sebastián: ¿Por qué lo dudas? Tu fuiste la que me dijo que dejara de pensar y solo me dejara llevar por lo que siento. Pero si tu….

Viviana: Ssshhhh. ¿En hora y media?

Sebastián: Si

Nos besamos no queriendo separarnos y fui a mi casa.

Con mucho cuidado y en silencio, entré a mi casa y a mi recamara. Cerré la puerta con seguro, saqué una maleta de tamaño mediano y me di cuenta que no sabía adonde iríamos o que tipo de ropa llevar, no porque planeara pasear mucho. Le envié un mensaje de texto a Sebastián y me respondió «playa».

Escogí varios bikinis sexies, mucha lencería sexy y de encaje, ropa de playa y 2 ó 3 vestidos para salir de noche… además de todas mis cosas personales. Con mi maleta lista, me di un baño, me arreglé sencillo y estaba lista justo cuando Sebastián entraba a mi casa. Tocó suavemente la puerta de mi recamara y abrí. La cerró detrás de el y me jaló para sentir mi cuerpo pegado al suyo.

Sebastián: ¿Estás lista? Aún estas a tiempo de cambiar de opinión.

Viviana: ¿Eso quieres… que cambie de opinión?

Sebastián: Vámonos ya.

Tomé mi celular y le envié un mensaje de texto a Mauricio, diciéndole que estaba en ese momento saliendo de viaje con mis tíos por cosas de la boutique, que lo sentía mucho y le dejaba mil besos. Mientras tanto, Sebastián despertaba a mi hermano Luis para decirle que estaba a cargo del negocio y que yo me iría con el por cosas de la campaña.

Cargó mi maleta, una vez dentro del elevador, dejó mi maleta en el piso y me besó de nuevo dejándome sin aliento.

En la cajuela de su auto, ya estaba su maleta, guardó la mía y como todo un caballero me abrió la puerta del coche. Se subió al auto y metió la llave en la ignición, volteó a verme, sonrió sacudiendo el resto de dudas que quedaban en su cabeza y encendió el motor.

Eran alrededor de las 7:30 de la mañana cuando salimos de casa, Sebastián, sin decirme adonde iríamos, manejó con calma, relajado y sin pisar el acelerador… realmente disfrutando de todo. Platicábamos de todo un poco, íbamos tomados de la mano como novios. Manejó poco mas de una hora.

Alrededor de las 9 de la mañana entramos a la localidad de Punta Mita en Nayarit y nos detuvimos en un restaurante a desayunar. Aun no quería decirme adonde íbamos a ir. Ordenamos el desayuno y marcó por teléfono a la oficina para dejarle instrucciones a su secretaria, casualmente casi al mismo tiempo me entraba una llamada de Mauricio a mi celular.

Viviana: Hola.

Mauricio: Vi tu mensaje hace un rato.

Viviana: No quise despertarte, era muy temprano y fue algo imprevisto.

Mauricio: ¿Adónde vas?

Viviana: A Monterrey, ya casi vamos a abordar.

Mauricio: ¿Cuanto tiempo?

Viviana: No se, probablemente una semana o algo así.

Mauricio: Llámame, si?

Viviana: Trataré, te dejo porque nos están llamando a abordar, ok? Después te llamo.

Miraba de reojo a Sebastián analizar mi llamada, imaginando con quien hablaba e intentando disimular los celos. No quise darle importancia, fingí demencia y desayunamos tranquilamente.

Salimos del restaurante y me abracé a el. Caminamos abrazados hasta el coche, en menos de 30 minutos llegamos a un exclusivo, lujoso pero pequeño hotel en la punta de la bahía. Mientras yo estaba haciendo mi maleta, Sebastián habló para reservar la mejor suite.

El concierge del lugar nos acompañó hasta la habitación llevando nuestras maletas, después de darle una propina, cerró la puerta dejándonos solos. Había una botella de champagne enfriándose, un recipiente con fresas y 2 copas. Mientras admiraba y recorría la suite, Sebastián llenaba ambas copas y se acercaba hasta donde yo estaba.

La suite era bellísima, con su propio y privado jacuzzi en la terraza, frente al mar. Me dio una de las copas, nos miramos con deseo y sin decir nada, ambos nos bebimos la copa completa. Las dejamos sobre una mesa y nos acercamos, hasta estar frente a frente, casi pegados nuestros cuerpos, sin tocarnos.

Estiró su mano para acariciar mi rostro, cerré los ojos para sentir y disfrutar su caricia. Sentí su cuerpo pegado al mío, sus labios besaron mis ojos, deslizándose suavemente por mi piel hasta mi cuello, el cual le ofrecí completamente entregada a sus caricias. Sentía su lengua recorrer mi piel, acelerando mi respiración y despertando mi deseo y mi excitación.

Quise acariciarlo, pero me tomó de las manos sin permitírmelo y llevándome de regreso a la habitación.

Sebastián: Hoy, vas a conocer lo que es que un hombre te haga el amor por ti y solo para ti.

Sin dejarme decir nada, sus labios silenciaron mi boca. Sus manos tomaban mi rostro, y lentamente se deslizaron a mis hombros, por mis brazos hasta llegar a mi cintura. Muy lentamente desabrochó mi blusa y me la quitó.

Nos recostamos sobre la cama, sin dejar de besarnos, sus dedos recorrían mi piel, lo mismo que sus labios. Se deshizo de mi brassiere, sus labios recorrieron mis senos desnudos llenándolos de delicados besos, la punta de su lengua los recorría entreteniéndose en mis pezones, disfrutando mi cada vez mas acelerada respiración. Se quitó la camisa, y al sentir su pecho desnudo en contacto con el mío, mi piel se erizó. Abrí los ojos y lo miré contemplándome, su cabeza recargada sobre su mano y su codo doblado sobre la cama.

Acaricié su rostro con la yema de mis dedos sin dejar de mirarlo a los ojos; recorrí el contorno de sus labios mordiendo al mismo tiempo el mío. Mi mano siguió hasta su pecho, su rostro se acercó al mío para besarme mientras una de sus manos se apoderaba de mi seno, acariciándolo, abarcándolo todo, pellizcando suavemente mi pezón.

Terminamos de desnudarnos, boca abajo sobre la cama, sentía la punta de su lengua recorrer la línea de mi columna vertebral… No dejó rincón de mi piel sin acariciar, sin besar, sin saborear… Me sentía completamente húmeda, ansiosa, excitada e impaciente por sentirme llena de el.

Sentí su cuerpo sobre el mío, abrí mis piernas ávida por sentirlo… Me miró a los ojos mientras me penetraba, mi respiración era muy agitada y en cuanto lo sentí abriéndose paso dentro de mi, gemí arqueando mi espalda y aferrándome con fuerza a sus brazos.

Sin salirse de mi, se hincó sobre la cama y cargó mi cuerpo para quedar sentada sobre el, mis labios se aferraron a los suyos, extasiada de placer y buscando aire para respirar. Me hizo arquear la espalda hasta recostarme de nuevo sobre la cama, apoyada en mis hombros, sintiéndolo aun mas dentro de mi, llegando a un punto donde mi cuerpo empezó a temblar en un orgasmo increíble, sus penetraciones se hicieron lentas, profundas; mis gemidos intensos pidiendo mas y repitiendo su nombre sin cesar.

Hacer el amor con Sebastián, se convirtió en ese momento, un instante eterno, en el que el placer no era algo pasajero, los orgasmos intensos, largos, profundos, sucesivos… y del que no quería salir.

Sebastián aceleró su ritmo e intensidad para provocarme una nueva explosión simultánea a la suya, y sin dejarme siquiera recuperar el aliento, buscó mi boca para besarme mientras me dejaba sentir el peso de su cuerpo sobre el mío. Me tomó en su brazos para abrazarme y caer los dos extasiados y rendidos sobre la cama.

El calor me despertó, el aire acondicionado de la habitación estaba apagado y solo se sentía una leve brisa cálida que entraba por la terraza. Estábamos sobre la cama aun tendida, mi espalda pegada al pecho de Sebastián y sus brazos me rodeaban con firmeza. El sol se estaba poniendo, la noche anterior prácticamente no habíamos dormido y quedamos exhaustos después de hacer el amor… fue, tan intenso, tan profundo, una explosión de placer tan profunda… entregarme a Sebastián fue mas de lo que pensaba, deseaba e imaginaba… entre sus brazos, ser suya me hacia sentir totalmente completa y plena.

No quería despertarlo, quise disfrutar al máximo el sentir su abrazo firme, su piel desnuda pegada a la mía, su sudor mezclado con el mío… despertar entre sus brazos.

No se cuanto tiempo pasé así, sintiendo esa ligera brisa cálida, escuchando la respiración de Sebastián. Volví a quedarme dormida, pero solo por un rato. Al despertar de nuevo, Sebastián ya no estaba en la cama, el aire acondicionado ya estaba encendido y escuché correr el agua de la regadera. Me estiré en la misma cama y me levanté dirigiéndome al baño.

Entré a la regadera y abracé a Sebastián por la espalda, sus manos tomaron las mías y me jaló para quedar enfrente de el. La regadera de lluvia caía sobre el cuerpo de los dos. Ambos admirábamos nuestra desnudez sintiendo despertar de nuevo el deseo por estar juntos otra vez.

Acorté la distancia que había entre nuestros cuerpos, Sebastián me tomó con firmeza de la cintura atrayéndome aun mas a su cuerpo y nos besamos con deseo y pasión, dejando resbalar nuestras manos por nuestra piel mojada, sintiendo el deseo y la excitación crecer a cada segundo. Sus manos se prendaron de mis senos, acariciándolos, disfrutándolos, acrecentando mi excitación y mi placer. Su boca descendió hasta ellos, chupándolos, acariciando mis pezones con su lengua, mordiéndolos arrancándome gemidos profundos.

Su boca recorrió el camino de regreso a mi boca mientras una de sus manos descendía por mi piel, como resbalándose por ella hasta llegar a mi entrepierna, abarcándola con la palma de su mano, como abrazándola… sus dedos jugaban con mis labios, fingiendo tratar de encontrar mi clítoris sin lograrlo… su lengua acariciaba la mía y nuestros labios no dejaban de comerse, de saborearse… sus dedos finalmente alcanzaron mi clítoris, provocando que mi cuerpo temblara y me aferrara aun mas a el.

Sebastián empujó mi cuerpo hasta el muro… el deseo que sentíamos el uno por el otro era enorme, crecía, interminable… levantó una de mis piernas y se dejó ir hasta el fondo, dentro de mi, provocándome un grito que ahogó con sus besos al mismo tiempo que me hacía sentirlo una y otra vez con sus embestidas.

Me abracé aun mas a su cuerpo, mis piernas lo rodeaban y mi boca pegada a su oído no dejaba de gemir, de pedirle mas, de suspirar su nombre entre jadeos… exhausta, una punzada en mi vientre se encendió y se expandió por todo mi interior, haciéndome convulsionar y explotar en un orgasmo tan intenso, en que me faltaba el aire para respirar y lagrimas se agolparon en mis ojos, provocando que me aferrara con fuerza al cuerpo de Sebastián mientras el mío temblaba sin parar y Sebastián aceleraba el ritmo de sus penetraciones para explotar dentro de mi.

Sebastián jadeaba en mi oído, intentando recuperar el aliento… yo había quedado sin fuerzas aferrada a su cuerpo. El agua seguía cayendo sobre nosotros.

Sebastián: ¿Estas bien?

Viviana: Si.

Intentó dejarme sobre el piso, pero las piernas no me respondieron, volvió a tomarme en sus brazos y caminó hasta el sofá de la habitación. Se sentó aun cargándome, ambos seguíamos desnudos, nuestra piel mojada, unida… parecía que fundidas una con la otra… sin saberlo ninguno de los dos, habíamos abierto una puerta que ni el ni yo siquiera habíamos contemplado cuando iniciamos con todo el juego de seducción que jugamos.

Sebastián: Vas a ser mi perdición.

Viviana: Y tu la mía.

Me besó y nos quedamos así, en silencio, por un buen rato.

Sebastián y yo pasamos una semana increíble, cualquiera que nos viera… bueno, además de ver un poco extraña la diferencia de edad… juraría que éramos una pareja de recién casados… Paseábamos tomados de las manos, nos deteníamos en cualquier instante y momento para besarnos y abrazarnos; caminábamos por la playa, nos correteábamos como adolescentes jugando, hacíamos el amor como locos, nos provocábamos con cualquier pretexto, en cualquier momento y en cualquier lugar… dormíamos abrazados, fundidos como uno solo y despertábamos con el deseo encendido como si nunca nos hubiéramos tocado siquiera…

El último día completo que nos quedaba en ese paradisiaco lugar, ambos sabíamos y teníamos muy presente que el fin de esos días era un hecho, que estaba a la vuelta de la esquina y que una vez que regresáramos a Vallarta, nada podría ser igual, ni siquiera un poquitito a lo que habían sido esos días juntos…. Sebastián estaba ausente, serio, pensativo… yo, me sentía triste, un poco malhumorada, sentía como que me estaban arrebatando algo que era solo mío y nada podría sustituirlo… confundida por las sensaciones que me estaban invadiendo.

Sebastián: ¿Quieres hacer algo en especial hoy que es el ultimo día?

Viviana: No, no tengo ganas de salir.

Sebastián: ¿Tu no tienes ganas de salir? Eso si que es una novedad. Podemos ir de compras o a la playa, o ir a la alberca, al pueblo.

Viviana: No, no tengo ganas.

Sebastián: Entonces voy solo al pueblo.

Viviana: Esta bien.

Caminó hasta la puerta de la habitación y se paró en seco al escucharme llamarlo por su nombre. Se giró y me miró extrañado por el tono de mi voz. Me acerqué un poco hasta el, quedándome de pie y sintiéndome un poco tonta por mi reacción.

Viviana: ¿Me abrazas?

Se acercó a mi, y me abrazó con fuerza. Yo me aferré con fuerza a su cuerpo, tratando de detener lo que bien sabia que al siguiente día ya no podría tener.

No quería soltarme de el, me aferraba cada vez mas a el. No se si el intuía lo que sucedía, me tomó de las manos para librarse de mi abrazo y después de besarme con mucha ternura, diciendo solamente un «al rato regreso» salió de la habitación cerrando la puerta y quedándose un momento recargado en ella.

Cerró los ojos, tratando de sacudirse lo que llevaba todo el día cavilando y analizando, suspiró profundamente y caminó por el pasillo del hotel.

En cuanto Sebastián cerró la puerta de la habitación, las lagrimas se asomaron por mis ojos y no dejaban de correr por mis mejillas. No entendía mi reacción de un momento atrás ni las sensaciones que me agobiaban desde que había despertado esa mañana.

Entre mas trataba de calmarme, mas lagrimas salían de mis ojos… escuché ruidos en el pasillo y me asusté, no quería que Sebastián me viera así, que volviera a pensar en mi como una niñita, inmadura, infantil y caprichosa. Abrí la llave de la regadera y me di un largo baño caliente para calmarme. Cuando salí, Sebastián aun no regresaba. Me puse un top corto sin brassiere y solamente una tanga; encendí la televisión, me recosté en la cama y me quedé dormida.

Mientras tanto en el pueblo, Sebastián caminaba sin rumbo fijo, absorto en sus pensamientos, dándole vueltas y vueltas a las cosas. Caminó por horas, llegó hasta un pequeño centro comercial y se sentó en un café. La tarde empezaba a caer cuando se percató de todo el tiempo que llevaba fuera y se apresuró a regresar al hotel.

Al entrar a la habitación, se quedó ensimismado, contemplándome dormir… mi cabello dorado, largo y ondulado que tanto le gustaba, mis piernas largas, fuertes y torneadas, mi cuerpo que lo volvía loco… la puerta que se había abierto y no consideramos…

Se recostó sobre la cama, a mi lado, sin dejar de mirarme… acarició mi cabello delicadamente para no despertarme… las yemas de sus dedos pasaron por mi mejilla, trazaron el contorno de mis labios, fueran hasta mi cuello suavemente… Mis pezones se notaban a través de la fina tela del top, los rozaba con sus dedos, aún con frágil ternura… logrando que se endurecieran mas… bajo hasta mi ombligo, dibujando círculos alrededor de el. La imagen de mi cuerpo lo tenía embelesado, no podía quitar los ojos de mi tanga, de mi vientre, de mis senos… Su propia excitación despertó y aumentaba a medida que las yemas de sus dedos recorrían mi piel. Comenzaba a sentir la presión de su pantalón, le molestaba ya.

Se deshizo de el y regresó a sus caricias, se enfocó en mis pezones, cuando notó mi respiración mas profunda y agitada, se aventuró a pasar uno de sus dedos por mis labios, por encima de mi tanga, logrando que me estremeciera… volvió a hacerlo, logrando hacerme suspirar, aun me encontraba profundamente dormida. Mi excitación crecía y en mis sueños, estaba con el, con Sebastián. Mi tanga comenzó a humedecerse y mientras una de mis manos acariciaba mi seno, la otra comenzaba a recorrer mi piel…. Sebastián se volvió loco con esta visión…

Mis suspiros se volvieron gemidos y los dedos de Sebastián se colaron dentro de mi tanga para darme mas placer. Aun dormida, le pedía mas, gemía y suspiraba, y cada vez me humedecía mas…

Viviana: Así, si, mas… mi amor… Sebastián.

Después de escucharme, ya no hubo freno para Sebastián, la idea de que siguiera dormida ya no importó, debía tenerme, sentirme, dejar salir lo que durante todo el día había intentado matar.

Sus labios buscaron los míos, sintió mi cálido aliento, una de sus manos me tomó de la mejilla mientras sus labios saboreaban los míos esperando su respuesta.

Muy lentamente fui tomando consciencia de lo que estaba sintiendo, que no era parte de mi sueño, que Sebastián estaba ahí y correspondí a su beso, hambrienta de el. Su mano descendió por mi cuerpo hasta mi cintura, llevándola a mi espalda para atraer mi cuerpo al suyo, me abracé a el al mismo tiempo que me separaba de su boca… abrí los ojos y miré su rostro… extasiada, feliz… lleno de paz, de entrega, de deseo….

Sebastián: ¿Qué tanto me miras?

Viviana: Nada…. Hazme el amor.

Volvimos a besarnos, nuestras manos vagaban por nuestra piel… se deshizo de mi tanga mientras me deshacía de su camisa y de mi top. Sentí esa presión que adoraba sentir cada vez que su cuerpo estaba sobre el mío. Besó mi cuello, bajó hasta mis senos, los lamió, los saboreó, jugó con mis pezones… Abrí mis piernas para sentirlo, lleno de besos el camino de mi vientre hasta mi ombligo, bajó y bajó hasta llegar a mis labios, sentí su lengua recorrerlos de arriba a abajo varias veces provocando que mi cuerpo temblara de gusto. Mis manos acariciaban su cabello, tomé su rostro entre mis manos para que me mirara… «Por favor mi amor… Hazme el amor.»

Sus labios se apresuraron de nuevo a mi boca y lo sentí llenarme completamente con su dureza, con todo el deseo que sentía por mi. Sus manos tomaron las mías, nuestros dedos se entrelazaron, y las llevó por encima de mi cabeza mientras mi cadera bailaba a su ritmo y buscaba sentirlo aun mas dentro de mi. Nos mirábamos a los ojos, jadeábamos juntos, aceleramos nuestro ritmo, sentí esa increíble sensación previa a un profundo orgasmo, mi cuerpo comenzó a tensarse, mi respiración a entrecortarse, mi vagina a tener pequeños espasmos… Sebastián aceleró e imprimió fuerza a sus penetraciones y lo sentí llenarme toda de el mientras mi cuerpo temblaba de placer.

Sebastián se desplomó sobre mi cuerpo, su respiración tan cerca de mi oído… en ese momento, si hubiéramos intentado coordinarnos, nunca hubiera sido tan perfecto…. «Viviana te amo» «Te amo mi amor»…. Al mismo tiempo, casi en un susurro, su boca pegada a mi oído y mi boca pegada al suyo… nuestro abrazo en ese momento se hizo fuerte, eterno… pero también, lleno de incertidumbre.

Nuestros cuerpos pegados, mi cabeza recargada sobre su pecho, su brazo derecho me rodeaba mientras las yemas de sus dedos me acariciaban suavemente el brazo… ambos despiertos, en silencio… ninguno nos atrevíamos a decir nada siquiera, después de la confesión que ambos nos hicimos.

Sebastián: ¿Estas dormida?

Viviana: Sabes bien que no.

Sebastián: Me dejas famélico, ¿Vamos a cenar?

Viviana: Yo también muero de hambre.

Nos bañamos y arreglamos para salir a cenar, me puse un conjunto de lencería de encaje y un sexy vestido corto. Platicamos tonterías, con tal de no llegar al tema que seguía en el aire. Fuimos a un bonito y elegante restaurante en uno de los exclusivos hoteles de Punta Mita. Estábamos sentados uno frente al otro, tomados de la mano sobre la mesa, con los dedos entrelazados.

Lo miraba, lo deseaba, lo amaba… esos días solos, conviviendo como pareja, como amantes, abrió en mi algo desconocido, que me llenaba, que me hacia sentir plena, feliz… me había enamorado de Sebastián y me daba mucho miedo la incertidumbre de todo lo que ahora vendría: ¿Que pasaría con nosotros? ¿Mis hermanos, mi papá?…

Sacudí mi cabeza intentando deshacerme de todo eso… Sebastián me miraba divertido, tratando de adivinar las cosas que pasaban por mi cabeza. Me deshice de una de mis sandalias, y aprovechándome del largo mantel de la mesa, estiré mi pierna hasta tocar su pantorrilla con los dedos de mi pie. Suavemente la recorrí de arriba a abajo, mirándolo a los ojos, en silencio, entreabriendo un poco mis labios.

Llegué a su rodilla, sus ojos se abrieron un poco mas adivinando mis intenciones. Su mirada se centró en mi boca cuando mi lengua recorrió mis labios sensualmente. Estiré un poco mas mi pierna mientras pegaba mi silla a la mesa, recorriendo su muslo con la punta de mi pie. Cuando llegué a mi objetivo, mientras sonreía y mordía mi labio, Sebastián intentó acomodarse en su silla, la planta de mi pie acariciaba su entrepierna, sintiéndola reaccionar a mi caricia, nos mirábamos a los ojos en silencio, su respiración comenzaba a acelerarse un poco mientras intentaba guardar la compostura.

Sebastián: Viviana…

Viviana: Dime amor…

Sebastián: por favor…

Viviana: ¿Por favor que amor? ¿No te gusta?

Sebastián: Sabes que si.

Viviana: Me encantaría que pidieras la cuenta… No puedo esperar a estar a solas contigo.

Tomó mi pie con su mano mientras pedía la cuenta al mesero. Quería al menos ser un poco mas discreto al salir del lugar.

En cuanto nos subimos al auto, nos besamos apasionadamente y aceleró para llegar cuanto antes al hotel. No dejamos de besarnos y acariciarnos todo el camino. En cuanto cerró la puerta de la habitación, me tomó en sus brazos, rodee su cintura con mis piernas y nos besamos sin control hasta llegar a la cama.

La ropa volaba… Sebastián limitaba mis acciones como castigo a mis provocaciones en el restaurante. En poco tiempo, ambos nos encontramos completamente desnudos, yo estaba recostada boca arriba sobre la cama y Sebastián hincado sobre la cama, a mis pies.

Tomó mi pie derecho, las yemas de sus dedos recorrían mi pantorrilla, acercó su rostro a mi pie, chupo mi dedo gordo causándome escalofríos; lleno de besos mi pantorrilla, subiendo por mi muslo, al llegar a mi ingle, abrí mis piernas deseando sentir su lengua… pero Sebastián solo sonrió y llenó de besos mi muslo izquierdo, bajando por mi pantorrilla, llegando hasta mi pie para chupar mi dedo gordo.

Estaba deleitándose, excitándome en sobremanera… Intenté enderezarme pero me detuvo con un beso empujando mi cuerpo para que me recostara de nuevo. Tomó mis manos, inmovilizando mis brazos, abiertos en cruz sobre la cama; los acariciaba con sus manos, mientras su boca se prendaba de mi seno derecho primero, lo llenó de besos, lo recorrió con su lengua, acarició mi pezón con la lengua hasta lograr que se endureciera aún mas, lo mordió suavemente hasta cansarse, hasta abrir su boca queriendo abarcar completamente mi seno. Mi respiración era entrecortada ya, de mi boca no cesaban de salir gemidos y sentía una constante y creciente humedad. Se entretuvo con mi seno en su boca, lo succionaba aumentando mi placer y excitación, mis gemidos aumentaban de intensidad, mi cuerpo se retorcía de placer y deseaba con ansias sentirlo dentro de mi…

Se separó de mi seno y buscó mi boca, sus manos fueron a mi cintura, sus labios se comían mi boca con ansia, su lengua jugueteaba con la mía y una de sus manos separaba con firmeza mis piernas, sintiendo la intensa humedad… su pulgar rozó mi clítoris haciéndome temblar, separó su boca de la mía y me miró a los ojos mientras sentía su índice y su dedo corazón dentro de mi me provocaban un orgasmo y mis labios buscaba los suyos con desesperación.

Mi cuerpo temblaba de tanto placer, me sentía sin fuerzas, embriagada por mi propia excitación… Sebastián tomó mis piernas, levantándolas, acariciándolas a todo lo largo, besándolas… Me sujetó de los tobillos con firmeza, colocándolos uno en cada uno de sus hombros… empujó mis piernas con su cuerpo, flexionándolas hasta pegarlas a mi cuerpo mientras se dejaba ir dentro de mi, sin titubeos, firmemente, profundamente… sus manos vagaban por mi prácticamente inmóvil cuerpo, que recibía los embistes de su cadera, sintiéndolo llegar tan dentro de mi como nunca antes lo había sentido…. ese momento, lleno de orgasmos sucesivos, de interminables embistes, de gemidos incontrolables… me pareció eterno hasta sentir su fuerza acelerando su ritmo para llenarme toda de el.

Esa noche, nuestra ultima noche solos en ese lugar, hicimos el amor interminablemente, hasta muy entrada la madrugada, cada vez sintiéndolo llenarme, extasiarme hasta quedar rendidos, queriendo compensar el tiempo que no pudiéramos estar juntos.

Nos tomamos nuestro tiempo para regresar a Vallarta. Ni mis hermanos ni nadie sabían de nuestro regreso. Al entrar en el estacionamiento del condominio, sabia que debía de afrontar lo que tanto temía. Sebastián apagó el motor del auto y justo cuando se disponía a bajarse de el, lo tomé del brazo. Cerró la puerta y me miró… me acerqué a el buscando sus labios y lo besé con todo el amor y toda la pasión de que era capaz. Acarició mi rostro, mi cabello y acurruqué mi cabeza en su hombro…

Viviana: No quiero perderte, no quiero que esto acabe…

Sebastián: Vi… Tu sabes que…

Viviana: No lo digas… se que no lo planee, ni siquiera lo consideré… y que hay tantas cosas… pero… Te amo

Sebastián: Ssshhhhh….. Yo tampoco lo planee… me duele el estomago de pensarte siquiera con otro, con…

Viviana: No lo quiero, voy a terminar con el, yo solo quiero estar contigo…

Sentí un nudo crecer en mi garganta, que ya ni siquiera me dejaba respirar. Volví a buscar sus labios, lo besé, lo saboree… Solo, quería convencerlo…

Sin decir nada, nos separamos y bajamos del auto. Sebastián subió las maletas al elevador y nos detuvimos en mi casa, todo estaba muy tranquilo, no había nadie; me dio un beso en la frente y se fue a su casa, prometiendo volver a la hora de la cena como siempre.

Caminé a mi habitación, sin muchas ganas, deshice la maleta, preparé la tina y me sumergí en ella… Cuanta distancia había de la Viviana de unas semanas atrás, ignorante e inexperta, con la de ahora… Cuanto había cambiado en tan poco tiempo, y ni siquiera imaginaba cuantas cosas me esperaban.

Salí de la bañera, me puse un vestido sencillo y subí a casa de Sebastián. Lo busqué por todos lados sin hallarlo; su maleta aun estaba sin deshacer… decepcionada, regresé a casa, donde mis hermanos iban llegando, y Mauricio con ellos.

Me abrazó efusivamente, lo cual no puedo decir que fue igualmente correspondido, solo Luis notó algo extraño en mi.

Mauricio: ¿Todo bien chiquita?

Viviana: Si, solo cansada por el viaje.

Salimos todos a la terraza, como acostumbrábamos hacerlo siempre, esperando a que todos estuviéramos reunidos para pasar a cenar. Solo faltaba Sebastián… no tardó en aparecer, acompañado de una de sus amigas… en cuanto lo vi aparecer con ella, sentí como me hervía la sangre junto con un dolor en el pecho… no pude siquiera disimular la rabia tan grande que sentía, o mejor dicho, los celos.

La presentó con mis hermanos, con sus novias, con Mauricio… al llegar a mi, los dejé con la palabra en la boca y entré a la cocina… intentaba calmarme y no lo lograba, sentía un nudo enorme y las lagrimas se agolpaban en mis ojos queriendo salir a borbotones. Mauricio entró a la cocina y me abracé a el intentando esconder todo lo que estaba sintiendo, escondiendo mi rostro en su pecho para ir no adivinara lo que estaba pasando.

Mauricio intentaba mirar mi rostro, pero busqué sus labios imprimiendo en ese beso la intensidad de todo lo que estaba sintiendo. Se separó de mi y volví a abrazarme a el cuando entró mi hermano Luis a la cocina, pidiéndole a Mauricio que nos dejara solos.

Luis: ¿Me quieres decir que te pasa?

Viviana: ¿De que?

Luis: Fuiste una grosera y debes disculparte.

Viviana: ¿Qué? No me voy a disculpar, si tu no tienes inconveniente en que le falten el respeto a esta casa, es problema tuyo.

Luis: ¿De que hablas Vi? Si papá estuviera aquí…

Viviana: Si papá estuviera aquí, Sebastián ni siquiera hubiera traído a las zorras con las que se acuesta.

Luis: Eso a ti no te importa. Ve a disculparte.

Viviana: No! Y ya que tu no tienes inconveniente… Que te aproveche.

Tomé las llaves de mi auto y salí del departamento. Ansiosa, apretaba sin parar el botón del elevador, como si apretándolo insistentemente, abriera mas rápido sus puertas; luchando con todas mis fuerzas por no echarme a llorar.

Llegué al estacionamiento, con las lagrimas ya corriendo por mis mejillas y como alma que lleva el diablo, salí rechinando las llantas. Manejé y manejé sin poder contener mi llanto, hasta que me cansé: de manejar y de llorar. Detuve el coche y una vez que dejé de llorar, respiré hondo y profundo… estaba cerca del malecón, miré el reloj y pasaba de la media noche. El tanque de la gasolina estaba en la reserva, manejé a la boutique de mi tía que se encontraba cerca y estacioné el coche. Me bajé y comencé a caminar, llegué a la playa y caminé.

En casa, todos cenaban convencidos de que era un berrinche y pronto regresaría a casa; al menos eso pensaban mis hermanos; Mauricio se sentía incomodo y confundido, y Sebastián estaba preocupado, callado, mas serio que de costumbre, meditando en lo que había pasado por mi mente al verlo llegar acompañado, sin yo saber que era simplemente una amiga en quien había confiado lo que estaba sucediendo entre los dos. Al ver mis hermanos que daba la medianoche y yo no regresaba comenzaron a preocuparse y ante la insistencia de Mauricio, salieron a buscarme.

Caminé alrededor de hora y media por la playa, sin rumbo, sin darme cuenta, me encontré en la playa del condominio. Entré y subí hasta el departamento, abrí la puerta de la cocina, todo estaba oscuro y en silencio, me quité los zapatos y fui hasta mi habitación. Cerré la puerta con seguro y puse una silla recargada sobre la puerta para que nadie entrara, no quería ver a nadie, no quería hablar con nadie… Me di un baño para quitarme la arena de la playa y después de ponerme una pijama, me acosté en mi cama. Lloré y lloré, recordando mi maravillosa semana con Sebastián: sus besos, sus caricias, su manera de mirarme y hacerme el amor… hasta que el sueño me venció cuando el día empezaba a aclarar.

¿Cómo podía? Pasearme a una de sus «amiguitas» por enfrente, inmediatamente después de la semana que pasamos juntos, de decirme que me amaba, que no podía ni imaginarme con otro pero yo si debía aguantar verlo con otra?

Encontraron mi coche por la mañana, dando por hecho que me encontraría refugiada con la tía María, quien por supuesto no tenia idea de absolutamente nada de lo que estaba sucediendo. Tardaron mas de un día en darse cuenta donde estaba, y yo, aún pasé 2 días mas encerrada sin querer tener contacto con nadie, a pesar de las insistentes llamadas de Mauricio, de Luis tocando e intentando abrir la puerta de mi habitación, de cada noche que Sebastián tocó mi puerta sin decir absolutamente nada.

Al tercer día, me levanté finalmente de la cama, mi rostro estaba hinchado de tanto llorar. Me di un largo baño, dejando que el agua caliente cayera por todo mi cuerpo, me relajara, me aliviara. Peiné mi cabello con cuidado, humecté todo mi cuerpo, me vestí y confiando que mis hermanos estarían trabajando y la casa estaría sola… quité la silla que trancaba mi puerta, boté el seguro de la puerta y la abrí… quedándome asombrada de encontrar a Sebastián esperando que saliera de mi encierro.

Sebastián: Creo que te conozco mejor que tus hermanos.

Viviana: ¿Que quieres?

Sebastián: Tenemos que hablar muchas cosas.

Viviana: ¿Cómo cuales? Me dejaste muy clara tu postura y lo que fui para ti al traer a tu amiga a mi casa.

Sebastián: Eres una tontita y adorable celosa… aunque creo que tu escena fue un poco infantil.

Viviana: No soy una niña!!

Sebastián: Nadie mejor que yo lo sabe.

Me tomó con fuerza de la cintura, pegándome a su cuerpo, aspirando el aroma de mi cabello, de mi cuello… busco mi boca, sin esperar nada, me besó con firmeza, sin permitir que me alejara de el, su lengua se coló dentro de mi boca… mis brazos se aferraron a su cuello, correspondí a su beso, saboree sus labios, mi lengua acarició su lengua y me embriagué completamente de su aliento.

Viviana: Quiero sentirte… Hazme tuya, hazme el amor.

Lo jalé dentro de mi habitación y volví a cerrar la puerta con seguro.

Busqué sus labios mientras tomaba mi rostro entre sus manos, enredaba sus dedos entre mi cabello. Me separé un poco de el, mis manos se deslizaron por su pecho, desabrochando uno por uno los botones de su camisa… se la quité, mis manos vagaron por su piel, llené de besos su pecho, sintiéndolo agitado por su respiración acelerada, lamí sus tetillas, las mordí suavemente… subí por cuello, chupé el lóbulo de su oreja, recorrí el camino con besos para llegar a sus labios… me quité la blusa, me deshice del brassiere dejando mis senos desnudos… me colgué de su cuello, pegando mis senos desnudos a su pecho desnudo, Sebastián me rodeó con sus brazos con fuerza, levantándome ligeramente del piso, me impulsé para rodear su cintura con mis piernas y caminó hasta sentarse sobre mi cama conmigo sobre el.

Los zapatos volaron, nos enredábamos con el resto de la ropa, me levanté, quitándome las prendas que quedaban, lentamente, mirándolo a los ojos, sonriendo, exponiendo de nuevo mi total desnudez a sus ojos. El también ya se había deshecho de su ropa, sentado sobre mi cama, me acerqué, sus manos tomaron mi cintura mientras sus labios saboreaban mis pezones, lo empujé un poco mas al centro de la cama, y me senté sobre sus piernas, su sexo rozaba mi sexo, podíamos sentirnos palpitar deseando ser uno.

Besé a Sebastián mientras mi mano buscaba guiarlo dentro de mi. Al mismo tiempo, Sebastián empujó su cadera buscando llegar al fondo y yo moví la mía buscando lo mismo. Ambos respirábamos agitadamente, inmóviles, jadeábamos sin dejar de mirarnos a los ojos. Moví mi cadera en círculos sintiendo las manos de Sebastián en mi cadera; me tomó con fuerza, empujando mi cuerpo sobre la cama para quedar sobre mi, dejándome sentir su peso, su fuerza… sin dejar de mirarnos a los ojos, nuestros movimientos se acoplaron, lo sentía entrar y salir de mi, una y otra vez, lentamente pero con fuerza y firmeza, a cada embestida sentía que quería llegar aun mas dentro de mi, provocándome gemidos que buscaba silenciar comiéndose mis labios… mis manos recorrían su piel, se aferraban a sus brazos… al sentir mi tercer orgasmo, con mas fuerza me embistió para llenarme de el como no lo había sentido antes.

Viviana: ¿Por qué lo hiciste?

Sebastián: Ella es sólo una amiga.

Viviana: Claro…

Abrazados, desnudos en mi cama, Sebastián me contó sobre Mónica… una vieja amiga, de muchos años, quien lo ayudó a superar algunos problemas tiempo atrás. En cuanto regresamos de Punta Mita, la llamó, se vieron para platicar y tomar una copa y, le contó todo lo que había sucedido entre nosotros. Ella quiso conocerme, no entiendo porque… y no sé si eso me tranquilizaba o me preocupaba… Sí, estaba muy enamorada de Sebastián… pero aún no podía decir hasta donde estaba dispuesta a llegar, o que quisiera arriesgar o cuanto luchar por estar juntos… tal vez, porque ni siquiera estaba segura de que el también me amara igual, o que quisiera de nosotros en un futuro…

Seguíamos en mi cama, olvidados completamente del mundo hasta sobresaltarnos al escuchar a mi hermano Luis tocar la puerta de mi habitación.

Luis: Viviana, ya sal de ahí por favor. Hermanita, lo siento, vamos a hablar, si?

Sebastián: Tu hermana ya entró en razón… Ahora salimos.

Antes de que terminara de vestirse, busqué sus labios y nos besamos. Esperamos varios minutos y Sebastián salió de mi habitación. Volví a poner el seguro de la puerta, cambié las sábanas de mi cama, me di un largo baño y salí a la estancia de la casa. Sebastián y Luis veían cosas de trabajo y mi hermano Leonardo no cenaría en casa.

Luis: Por cierto Vi… dice papá que lo tienes muy abandonado y que aún tardará en volver 2 meses.

Viviana: ¿Hablaste con papá? ¿2 meses? ¿Por qué?

Luis: Cosas de el, pero deberías de llamarlo… y dijo que no te aproveches del tío.

Viviana: Seguro.

A partir de esa noche, después de la cena familiar, la sobremesa acostumbrada, que Luis y Sebastián me aburrieran con sus conversaciones de trabajo… esperaba que Luis saliera a ver a su novia o se retirara a dormir, para escabullirme por la puerta de servicio… para pasar la noche entera con Sebastián.

A pesar de haberle pedido un poco de tiempo a Mauricio, para poder concentrarme en la sesión de fotos para el catálogo de la boutique, y para poder decidir que hacer con mi vida aparte de eso… seguía presente y constante.

Pero cada noche, entrar al departamento de Sebastián, hacer el amor con el, dormir toda la noche rodeada por sus brazos, su cuerpo pegado al mío… sentir su aliento unido al mío tantas veces, nuestras respiración siguiendo el mismo ritmo y cadencia… compensaba todo lo que durante el día no podía ni enfrentar ni mucho menos arreglar.

Sólo habían pasado un par de semanas desde nuestro regreso de Punta Mita, la fecha de la sesión de fotos se acercaba… habían decido una locación en la playa, con 4 cambios de trajes de baño, sin contar pareos o camisolas… otra locación en un hotel, de noche, con 3 cambios de vestidos… y otra locación en el centro comercial con 3 cambios de ropa casual.

Comenzamos por la locación del centro comercial… contrario a lo que habíamos todos pensado, nos llevó 2 días hacerla debido a la gente que se juntaba o se atravesaba durante las fotos. Al ser la primera vez que lo hacía, moría de nervios por no saber que hacer, además de que me ponía aún más nerviosa teniendo a mi hermano Luis, a Mauricio y a Sebastián observándome todo el tiempo… sobretodo, teniendo juntos en el mismo lugar a Sebastián y Mauricio.

Se dio un descanso de un día, y continuamos con la sesión nocturna en un hotel… la cual, fue más sencilla, que se pudo hacer en una sola noche y sin ningún problema.

Fue de mucha ayuda, tener a la tía María todo el tiempo junto a mi… al menos a mi, me contenía de buscar en cualquier momento a Sebastián y echarme en sus brazos… y detenía también a Mauricio y Sebastián de acercarse a mi también.

Después de terminar, y debido al huracán que estaba entrando a las costas de Jalisco y que estaba ocasionando mal clima, se pospuso varios días la sesión de fotos en la playa.

Esa noche…

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