No vuelvo a estar sola
Nota de la escritora
Escuchar la canción «devuélveme a mi chica – hombres G»
Capitulo 18.
Aceptar que quería estar con Guadalupe fue solo el primer paso, aun tenia todo un camino por recorrer.
Le hable de mi triste accidente, y como eso había marcado mi vida; la muerte de mi cuñada y sobrinas, ese señor que no conocía, las consecuencias para Euclides; él no me culpaba, pero no era necesario lo hiciera, yo me recriminaba todo eso; el no tener mi pierna era una prueba que, aunque no fue fácil se volvió un proceso de aprendizaje. Aprendí a valorar cosas tan simples como poder levantarme sola de la cama. Claro, me tomo tiempo aceptarme, le agradecía a Dios y a mi familia su constante apoyo… El proceso de transición entre adaptarme a la prótesis y un nuevo estilo de vida, fue toda una aventura que ayudo a darle sentido claro y crítico a mi adultez; el manejar una gandola fue un reto que le dio determinación a causas ignoradas y lo cumplí con satisfacción, definitivamente, Dios me enseño que no hay nada imposible para el que cree.
Sin darme cuenta yo creía fervientemente en mi futuro con Guadalupe, así que solo escupí lo que sentía, estar enamorada de ella era algo nuevo que me consumía, pero acepté el reto de amarla. No sería una tarea fácil amarla, ella era tan elemental y yo, me dejaba llevar por el momento; no meditaba tanto, solo dejaba fluyese el asunto.
Llegado el momento me despedí de ella, en casa esperaba mi familia y a ella la esperaba esa manada de mujeres las cuales no conocía a excepción del terrible dolor de pie.
Llegue a mi casa después de 10 minutos. Melquiades estaba recostado en el portón del estacionamiento. Estaba fumando, mis hermanos tenían esos ciertos vicios que yo jamás tolere.
– Piojosa, ¿cómo te fue? -dijo apagando el cigarrillo-
– Tengo novia -murmure sonriendo como tonta-
– Vuelta de festejo… vuelta de victoria -imito una escena de película-
– Que pendejo estas.
– Prefiero celebrar esto contigo, que estar allá dándome golpes de pecho. -suspiro- no me imagino borrándonos de su memoria -dijo por fin soltando sus miedos- no me imagino llegando una mañana y que solo no me recuerde.
– Creo que nadie estaba preparado para esta noticia.
– Y nunca lo estaremos -pateo una pequeña roca del suelo- ¿le dijiste? – mi cara mostro desconcierto- ya sabes, buscar apoyo la una en la otra, lo necesitaras, los doctores dicen que va avanzando pronto, que, aunque este tomando los medicamento no habrá marcha atrás.
– No lo considere. Tengo esperanza de su mejoría
– Se que soy el menos indicado para hablar de estas cursilerías, pero las amiguitas así como ustedes que se quieren y dan besitos también están para secarse los mocos, opino que deberías decirle.
– Luego hablare con ella. No quería hoy sobrecargarla de tanta información. -nos quedamos un rato más en silencio, tiempo suficiente para que él fumara otro cigarro-
– ¿Qué se siente?
– ¿Qué cosa? -respondí acostada sobre el capo del auto de Lucas- ¿menstruar? Se siente caliente cuando baja la sangre.
– Estás mal. No sé qué te vio ella. -reprocho mi hermano- ¿qué se siente estar enamorado?
– No tengo palabras para describirlo. Sientes que eres como invencible cuando estás con esa persona. -él me miraba atento- sientes que tus miedos son cosas insignificantes. No podría explicarte lo maravilloso que es sentirse así, ni yo lo entiendo. Solo se que cuando sus ojos me miran toda duda desaparece y comienzo a vivir en su ser. -suspiré- es hermoso, como la magia de la cuál papá nos hablaba pequeños -sonreí ampliamente quitándome la prótesis- siento que ella refuerza mis debilidades. Es algo único. Mejor que comer. -nos reímos-
– Aunque solo de amor no se vive.
– Es lo que te digo, a veces siento que su luz me llena más de lo que quisiera. Todo lo regenera. No tengo claro lo que más amo de ella. Todo me encanta, no se cuál fue el detonante que me hizo entender el sentimiento, pero algo si se, no me importa.
– La amas, estas enamorada.
– La amo -sonreímos como si ambos entendiéramos que el amor es más que todo lo existente en el mundo-
Duramos rato más hablando. Fue lindo tener esa charla con él, fue amable, dulce. Como un consejero. Él me ayudó luego a llegar a mi apartamento, deje la prótesis sobre el mueble, cambié mis ropas por el pijama, di un vistazo a Venezuela que dormía plácidamente y me deje caer a mi cama. Suspire con todo el aire que guardaban mis pulmones. Estaba feliz, cómo hace mucho no lo era. Suspire de nuevo abrazando la almohada dejándome ceder a los Miles de sentimientos acumulados.
Los días siguientes fueron pesados. Creería que el lunes sería amable, pero no, no lo fue, mucho menos cuando lleve a Venezuela a la escuela y busque con la mirada a ella que no estaba.
– Buen día -nos dijo la directora, que hoy extrañamente recibía a los alumnos. – ¿cómo esta señora Abraham? -me sonrió- Venezuela, bienvenida.
– Directora -Dije un poco descolocada- hola.
– Estoy dejando al día a los representantes de los alumnos respecto a su cambio de profesores.
– No entiendo -Dije negando con la cabeza- si puede ser más específica.
– La profesora Rilvers estará ausente los próximos días, se ha tomado una licencia, por ende, el profesor Robinson cubrirá sus clases.
– Aguardé -la detuve antes de marcharse sujetándola por el brazo- ¿cómo qué una licencia? ¿A dónde? ¿Por cuánto tiempo? -estaba incrédula, hace tan solo 15 horas habíamos dado un paso enorme, para que ahora se desapareciera-
– Lo siento señora Abrahams, pero me temo que esa es información confidencial. -miro mi mano sujetando su brazo- ahora sí me disculpa, tengo asuntos pendientes.
Sentí un enorme vacío en el estómago. Y Guadalupe Rilvers, ¿dónde estaba? Venezuela me halo por la camisa para que la viera.
– Cálmate. Habla con mi papi tal vez sepa algo. -me coloque a su altura- todo estará bien. Te amo.
– Te amo hija -besé su frente y la dejé ir-
¿Qué clase de broma pesada era está? No entendía nada. Con la energía baja llegué a mi camioneta, la encendí y marqué el número de Emiliano. Él respondió después del segundo timbre.
– Hey -dijo alegre- ¿Te sientes bien? -usualmente yo no lo llamaba-
– Necesito saber algo.
– Si claro en lo que pueda ayudarte -respondió muy amable-
– ¿Dónde está Guadalupe?
– En clases, supongo -dijo él ignorando el asunto-
– No, no está. -reproche golpeando el volante- tiene una licencia indefinida-
– ¡Uh! Dame un minuto, no te vayas – dejo la llamada en espera, yo seguía manejando camino al trabajo. Estaba descolgada, no entendía que se había hecho, la voz de Emiliano me trajo- ¿Venecia?
– Aquí sigo -respondí estacionando la camioneta en el puesto que me correspondía en la petrolera- dime qué sabes.
– No creo tener mejores noticias. Guadalupe solicito una licencia hacer varios días, menciona que fue por algo personal de lo cual no podría explicar. -suspiro- en el tiempo que podría estar fuera coloco más de un mes.
– ¿Qué? ¿Un mes? -respondí alterada- ¿cómo que un mes? ¿A dónde se fue? ¿Por qué no me dijo? ¿Qué le paso? ¿Estará bien? -con un tornado de preguntas me solté con Emiliano que ignorante del asunto buscaba calmarme-
– Ven, debes estar cuerda. No lo sé. Todos tenemos asuntos. Quizás ella debía arreglar los suyos. No creo este con alguien más.
– Ya déjalo. Está bien te agradezco.
– ¿Venecia?
– ¿Qué? -Dije un poco aturdida-
– No estás sola. Ella te quiere. -por su tono de voz entendí que él sabia más, pero respeté su silencio porque algo que tenia el estúpido gay ese era su palabra tonta-
– Pero se fue y no me dijo. Debo colgar.
El resto de la semana la pase en total ansiedad, podrán decir lo que quieran, pero quiero verlos a ustedes después de confesarle algo tan grande a una persona especial y que esta solo se vaya con una parte de ti. Como lo había dicho antes, no había un puto registro de ella, nada, ni un numero. Esa mujer no existía en ningún lugar. ¿Qué clase de broma fea era esta?
Mi familia procuraba no hablarme, había pasado por muchas etapas los últimos días, estaba bajo estrés, ansiedad, depresión, agotamiento. A veces dejaba de comer, en algún momento deje de hacer viajes porque sencillamente no me sentía bien. En algún momento creí que la tonta de Lupe me había hecho brujería. Jamás me había sentido así. En medio de mis días de porquería, alguien apareció de nuevo en mi vida. Xiomara, la mujer con la que en algún momento salí. Ella era madre de uno de los compañeros de mi hija, nos topamos par de ocasiones en el colegio mientras llevaba a Venezuela. Un día cualquiera me invito a tomar un café.
– Recuérdame que hacemos aquí -dije entrando al spa que ella manejaba-
– Necesitas un masaje, no puedes seguir como un zombie por las calles.
El tiempo había pasado, las horas se volvieron días, y los días semanas, no sabia de Guadalupe, nadie sabia de ella. Era como si la puta tierra se la fuese tragado de nuevo. Me estrese, me llene de ira. Quería comprenderla, pero el masaje que Xiomara me hacia era muy relajante como para pensar mas en la profesora.
Ya habían pasado casi un mes desde que Xiomara me frecuentaba, de cierta forma había encontrado en ella una amiga, mi humor era mas sano, podía sostener toda una oración sin decir algo malo a alguien. En definitiva, los estragos de Guadalupe me hacían sentir un mal sabor en el cuerpo. Varias veces fui a buscarla a su casa. Incluso dormí una noche en su puerta pensando que llegaría, pero lo único que encontré fue una jodida nota
«Hola querido extraño, se bienvenido a mi pequeño lugar. Por los momentos me encuentro fuera de la ciudad, no sé cuándo este de nuevo en casa, pero hey, no te vayas con las manos vacías, por favor pasa a mi jardín y toma algunas frutas. Recuerda comer vegetales y lavar tus dientes. Con cariño Guadalupe Rilvers»
Leí la nota varias veces por días para tratar de entender, pero no, no entendía. Un día, ya resignada, casi convencida que se había ido sin posibilidad a verla de nuevo; subí donde mis padres para comer.
– ¿Nada? -fue el saludo de mamá, negué- ya aparecerá.
– No pienso seguir esperando. -mi celular sonó, una mueca se formo en mi rostro- no creo quedarme. Han llegado por mí.
– No me agrada esa mujer, Venecia.
– Madre, te agradezco te preocupes por mí, pero es mi vida… solo somos amigas, no me gusta, ni mucho menos.
– Aun así, muy tu vida, pero sigues siendo mi hija y eso me da el derecho de decirte lo que me agrada y lo que no. Y ella no me agrada.
– De acuerdo, pero eso no evitara que la siga tratando.
– PIOJOSA -grito Melquiades- TE BUSCAN.
Me levante después de tomar mi café, bese la frente de mi madre y salí sin esperar otro sermón, Melquiades había dejado el portón abierto, así que Xiomara había pasado, estaba sentada en una pequeña estancia viendo las flores, tenia un paquete en sus manos. Al verme me sonrió colocándose de pie.
– Hola querida -beso mis mejillas, corriendo el ultimo beso al borde de mis labios- te he traído esto.
– No debiste molestarte -abrí el paquete y era la edición especial de Soul Calibur, una enorme sonrisa se dibujo en mi rostro- Oh, ¿en serio? -mi emoción fue grande- ¿es para mí?
– Por supuesto -ella acaricio mi mejilla izquierda con su mano derecha- quiero verte feliz.
– Como lo conseguiste -yo ignoraba sus mimos, solo veía estupefacta el juego que llevaba años buscando- esta agotado.
– Tengo mis artimañas -deje el juego en el banco del que ella se había levantado antes y la abrace, ella se apego mucho a mi cuerpo, no era el momento, no fue la circunstancia, no tuvo nada que ver el obsequio, solo fue un agradecimiento por todo lo que había hecho por mí los últimos días.
Xiomara soltó un poco el abrazo tomándome por las mejillas, sabia que iba a besarme, pero no pude actuar, no pude reaccionar. Quede como aprisionada en sus brazos sin saber que hacer, sus labios impactaron contra los míos.
– Me encanta esta escena -Escuche la voz, esa voz fuerte, impertinente, de ella. – ¿me extrañaste? -pregunto sarcásticamente-
– -Xiomara se alejó un poco de mí, acariciando mi rostro con sus dedos y tomo mi cintura, yo aparte sus manos para ver detrás de mí a Guadalupe- y, ¿ella quién es? -pregunto Xio-
– La pregunta no es quien soy yo sino, ¿quién eres tú y que haces besándola a ella? -su voz se escuchaba agitada, espesa, como hirviendo; yo no sabia que decir, aparte a Xiomara completamente de mí para enfocarme en Guadalupe- espero respuestas.
– Amor – ¡ay! Hablo Xio con un tono coqueto- ¿qué le pasa a esta tipa? –
Creo que yo había olvidado como hablar, viendo como los ojos de lupita se llenaban de odio. Pero eso no fue lo peor.
– Lupita -dije en un intento de arreglar el ambiente- Lupe…
– Oh, ¿esta es la estúpida por la cual has estado mal? – ¿Por qué la gente no puede quedarse en silencio cuando NO les piden opinión? Por un instante quise meterle un zapato en la boca a Xiomara para que dejara de decir tonterías- no es la gran cosa. – critico una vez más a Guadalupe, acto seguido tomo fuerte mi mano y beso mi mejilla-.
– ¿cómo me has llamado? -pregunto Lupe-
– En palabras aptas para ti, majadera, mentecato, malmirada, desdichada -quede como una figura de cera, anclada al piso y sin reaccionar- no entiendo por qué mi Venecia le ha dado tanta importancia a alguien como tú, una idiota, estúpida, deficiente subnormal.
Cuando pensé que ya podría hablar, reaccionar, resolver las cosas; una tempestad castaña arrojo su cartera cerca de los autos, y arremetió contra Xiomara. Como pude intente separarlas, pero no, Guadalupe estaba transformada en una boxeadora experta.
– ¿Cómo te atreves -cachetada – a hablarme así? -cachetada- me respetas bazofia humana -cachetada- bodrio de mala muerte -cachetada-
Un Aristóteles a medio vestir apareció saliendo de la piscina, e intervino para ayudarme a separarlas, Xiomara estaba en el piso, Guadalupe con sus piernas sujetaba los brazos de ella, teniendo así total libertad para cachetearla, después de la tercera cachetada perdí la cuenta. Aristóteles logro separarlas, tomando fuerte a lupita, yo por mi parte abrace por la espalda a Xiomara.
– ¿Te das cuenta estúpida? -escupió la mujer golpeada- ¡me prefiere a mí! No eres nadie para ella -le grito molesta, dejando de patalear para abrazar mis manos, mala idea-
– ¡Suéltame! -grito Guadalupe- Aristóteles, suéltame.
– Carajo cálmate -hablo él intentando contenerla, fracaso total cuando la vi golpear el abdomen de mi hermano y tomar por los cabellos a una mujer que había dictado su propia sentencia. – Venecia… haz algo -grito Aristóteles adolorido en el suelo-
¿Qué hago? ¿Qué hago? Mi única neurona bailaba por mi cabeza como loca. Y como toda suicida tome del brazo a Guadalupe, cogí su rostro con mis manos y la bese. La bese con estupefacción, con rabia, la bese con todo el amor que le tenia. Ella renuente acepto a besarme, no se ni como lo hice, pero fue el pretexto perfecto para calmarla, para decirle que era una ingrata al dejarme con la vida revuelta y venir a dar reclamos sin razón o con razón, pero muy hija de perra. Ella acepto mi beso, enredo sus brazos a mi cuello y sus piernas a mi cintura.
– Eres mía -dijo después de besarme, busco con la mirada a Xiomara, volví a besarla-
– No más -sentencie, ella asintió- ve a la piscina, ya te veo. -con mala gana lo acepto, coloco sus pies en el piso, tomo su cartera y se fue camino a la piscina, no sin antes tropezar con toda intención el brazo de una irreconocible Xiomara-
– Perra -dijo ella halando el cabello de Guadalupe-
– Tu madre -respondió esta propinándole una cachetada que la sentó- es mi novia, y la perra ahora parece otra -concluyo al ver la posición en la cual se encontraba la mujer herida–
Aristóteles logro levantarse del piso, caminando tras una inocente Guadalupe.
– Xiomara, es mejor que te vayas -concluí- ya no es buen momento para que estés aquí.
– Esta es la peor humillación de toda mi vida, Venecia.
– Y no lo dudo -detalle su cara- ¿quieres te acompañe?
– Quédate con tu perra -murmuro más molesta-
– ¿Cariño? -levante su mentón con mi dedo- si quieres aun conservar la sonrisa, te recomiendo no volver a insultarla. -me empujo un poco, recogió su cartera y se fue-
Yo quede tan aturdida, lupita había alcanzado a golpear mi cara. Que pesada tenia la mano, sonreí con un que se yo en el estomago, la mujer había vuelto, «mi novia» me repetía con una tonta y extraña situación, tome el regalo y lo deje en las escaleras para encontrarme en la piscina con una campante joven.
– Tenemos que hablar -dije al verla-
– Lo se, vaya que tenemos.
– Te escucho -murmure sentándome a su lado-
– Te Amo.
Quedé tan sorprendida que no la vi levantarse de su asiento para terminar sentada en mi regazo besándome. ¡UN BESO QUE ME MERECIA! Por las noches en velas, por las tardes sin comer. Por las lagrimas de las madrugas, por el amor que emano de mí.
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BIENVENIDOS…
Gracias, mil gracias por el apoyo. Este capitulo quiero dedicárselo a ustedes, por leerme, por apoyo, por estar presente durante todo este viaje.
Me hace feliz que cada día hay nuevas personas leyendo la historia… Hay alguien en especial, que día tras día me presiono para llegar a este capitulo, así que aquí esta… ¡TOMA!
Me costo encontrar una cancion hoy, pero definitivamente esta quedo muy buena.
Respiren profundo antes de actuar llevados por el impulso.
Dios los bendiga, el universo los ampare.