Mi nombre es Cristina, tengo 41 y estoy casada. Pero eso no me impidió aprovechar que tenía unos días sola para cumplir mi más grande fantasía

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Me llamo Cristina, tengo 41 años, soy de una gran ciudad española y voy a contarles lo que me pasó este pasado verano que cambió por completo mi vida.
Antes de comenzar, debo decir que llevo 12 años casada con mi marido. Él es directivo de Banca (de una importante compañía bancaria en España) y yo trabajo como Secretaría de Administración en otra empresa. Tenemos un hijo de 6 años que es el amor de mi vida.
Mi marido es un hombre fino, elegante y muy bueno conmigo. Pero a mí, desde hace un tiempo, me falta…algo.

Yo siempre he sido una mujer muy fantasiosa en el sexo. Y desde jovencita siempre me atrajeron hombres mayores que yo. A los 15 años tuve un novio de 27.
Tuve varios novios y bastantes ligues, hasta que conocí a mi marido, Andrés. Cuando le conocí, él era igual de ardiente o más que yo en la cama. Pero con el paso del tiempo ha ido perdiendo chispa y ahora es bastante tradicional, soso y aburrido.

He de decir que no soy muy alta (mido 1m55), morena, con unos ojazos bien marrones. Lo que mas destaca en mi es que tengo bastante pecho (uso una 95 copa C) y un culo aun duro.

El caso es que ese Agosto, nos íbamos al pueblo (un pueblo de la provincia de Cuenca), como casi todos los veranos ya que es el pueblo de la familia de Andrés, pero me llamaron de la oficina en la que trabajo ya que mi compañera en administración se había puesto enferma y debía sustituirla.
Así que dejé a mi marido y a mi hijo en el pueblo y me fui de vuelta a la gran ciudad. Solo unos días, hasta que mi compañera se recuperara.
Por un lado, me apetecía. Estaba de “Rodriguez” y podría hacer lo que quisiera. Por otro, echaba de menos a mi nene (a mi hijo Nico que tiene 6 años).

Un viernes por la tarde, aprovechando que solo se trabajaba a mediodía, decidí llevar a cabo una fantasía que me corría por la cabeza hacía mucho tiempo.
Comí una ensalada en casa (no me apetecía ponerme a cocinar y limpiar) y me fui de compras. Entré en una tienda de lencería “picante” y compré una mini falda (demasiado mini) color rojo que, dejaba ver demasiado (pero eso era lo que quería) y un minitanga negro de hilo.

En casa, me lo volví a probar todo. Mirándome en el espejo del baño. Parecía…una cualquiera. Sin duda, el mensaje que transmitía vestida así..no dejaba lugar a dudas.
Me di un buen baño con espuma y sales, me pinté los labios con un labial rojo de Margaret Astor que me encantaba, me puse perfume y rematé mi “vestido” con una blusa entallada. Desabroché el botón de más arriba de la blusa y me calcé unos tacones negros de 6 cm. Cogí mi bolsito de mano y metí la llave de casa, el móvil y..unos condones!!!!
Al volver a mirarme al espejo me encontré…uffff. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Esa noche, iba a hacer realidad una fantasía. Mi fantasía era un hombre mayor. Un viejo. Y estaba dispuesta a TODO.

Terminé de arreglarme. Esperé a que se hicieran las 12 de la noche y llamé un taxi. Al ser verano no quedaba un alma en la finca (todos iban a la costa o a la montaña) pero por si acaso, bajé corriendo las escaleras. Al llegar al taxi, al taxista casi le da un vuelco el corazón. Y no me extraña.
Era un hombre mayor, de unos 50 y pocos. Pero yo buscaba…algo más mayor.
Le indiqué la dirección de un local de “abuelos” del que había oído hablar. El taxista me hizo repetirle 3 veces la dirección (sabía donde iba, seguro, pero quería cerciorarse) y comenzó a hablarme. Pero no le prestaba atención.
Yo miraba por la ventana, pensando en lo que pasaría esa noche. Al llegar se despidió con un “que disfrute la noche” a lo que le respondí que sin duda, es lo que iba a hacer.
Respiré hondo..y entré.

Pensé que nada más entrar sería la sensación de la sala (así vestida…) y que todos los viejos se abalanzarían, pero a esa hora…la sala estaba casi vacía. Me fui a la barra y pedí una copa.
No le vi llegar, ya que se acercó por detrás.

Hola – Me dijo.
Era un tipo calvo, bajo, gordo, con los dientes amarillos, y sudoroso. Iba con una camiseta sin mangas y unos viejos vaqueros. Pero tenía algo en la mirada. Esa mirada de depravado. De cerdo.
En cualquier otro momento, le habría despachado con cualquier grosería. Pero esa noche..no.

Hola, cielo -le dije, sonriendo.
Como te llamas? Nunca te había visto por aquí – yo pensé “que observador”, pero le respondí.
Me llamo Vanessa (improvisé el nombre y arrastré las “s” al decirlo)- el viejo me desnudaba con la mirada. Clavaba, descaradamente, su mirada en mi escote.
Yo me llamo Ambrosio. Encantado.

Se acercó a mi a darme dos besos. Olía a tabaco. Qué asco. Pero aguanté el tipo como pude. Me di cuenta que los besos me los había dado muy cerca de la comisura
Vi que le hizo un gesto al camarero.
Luis, ponle lo que quiera a la señora…- Maldición, se me había olvidado quitarme el anillo. Me puse nerviosa e intenté disimular. Pero vi que el se reía. Con esa mirada…
Tranquila, nena. Que no le voy a decir nada – Y rompió a reir. Pude ver que le faltaban dientes y los que tenía estaban amarillentos y con restos de comida.
Eh..un Gin-Tonic – le dije al camarero. Cuando este se fue, Ambrosio, mirándome a los ojos con esa mirada, me dijo
Y bien, nena, ¿Qué te trae por aquí?

Tragué saliva. Sin poder apartarle la mirada (esa mirada me hacía sentir escalofríos) dije:
He venido a buscar…emociones.

Ya está. Ya lo había dicho. No me lo podía creer. Me estaba insinuando a un viejo asqueroso. Pero eso no era lo peor. Lo peor es que…me estaba gustando!!!!!

Qué clase de emociones? – dijo él, mirándome a los ojos.

Yo no respondí, simplemente, le sonreí y apuré un trago de mi Gin Tonic.

¿Quieres emoción con un hombre de 67 años? – Me lo soltó así, a bocajarro. Muy serio. Su mano..se aproxima a mi cintura. Al oir su edad…casi me mojo. Me sacaba 25 años!!!!
Por supuesto- le respondí – Para eso he venido..así – me señalé mi cuerpo.

Ambrosio permaneció callado unos segundos. A mi se me hicieron eternos, hasta que por fin, dijo.

Pues has venido, muy bien. Estás muy buena- Mientras decía esto, me cogió de la cintura. Atrayéndome hacia el.
Ah siiiii? – Me hice la tonta – ¿Tu crees? – Y di una vuelta sobre mi misma a escasos milímetros de Ambrosio.
Por supuesto, nena. Menudo culo tienes – No había acabo de decirlo y ya tenia la manaza arrugada y sudorosa de Ambrosio sobre mi culo. Al notar su mano, un pinchazo recorrió mi entrepierna.
Muchas gracias – le dije, sonriente. Guiñándole un ojo.
Para gracias, las que tu tienes – Con sus ojos, se refería a mis pechos. Sus manos, las 2, apretaban mi culo. Con fuerza. Solo nos separaba su barriga. Pero yo estaba en la gloria.
Así que vienes a buscar emociones con hombres de mi edad. Pero, ¿Qué tipo de emociones?
¿Tu que crees? – Le respondí. Y, ya como loca, le cogí de la mano y me lo llevé a una esquina del local. Me agarré a él, a su cuello y empecé a bailar. Él estaba más tieso que un palo. Quieto (sin duda, el baile no era lo suyo). Pude ver como tenía una erección considerable. Ambrosio me pillo relamiéndome y mordiéndome el labio mientras miraba su paquete.
¿Te gusta lo que ves, zorra? – No podía creerlo. Me había llamo zorra. Pero lejos de molestarme, me excitó. Más aún. Al fin y al cabo, esa noche iba vestida como una zorra.
Muchísimo – le dije yo.
Yo también quiero ver. Date la vuelta – Me lo dijo en un tono exhortativo. Mandón. Así que obedecí, preguntándome que quería. Cuando me levantó la mini falda, lo supe.
Joder, qué culo tienes, zorra – sin duda, la visión de mi culo (trabajado con muchas horas de spinning en el gimnasio del barrio) cubierto solo por esa minúscula tira negra le había encantado. Pero no se contentó solo con mirar. Enseguida pude notar un azote en mi nalga derecha.
Al notar su azote…reaccioné moviendo el culo a derecha e izquierda. Y, claro, Ambrosio, no se hizo esperar y tres azotes más resonaron en mi oído como una música celestial.
Menuda zorra estás hecha, Vanessa. Si quieres una noche de emociones que no olvidarás en tu vida (no mentía, como luego comprobé) ¿Porqué no vamos a un sitio más íntimo?
¿Donde me vas a llevar, amor? – No esperaba la respuesta que me dio. Pero lo dijo.
A tu casa, zorra. – Aun no puedo explicar como le respondí – Por supuesto.

Salimos del local con su mano en mi culo y pronto llegamos a su coche (lo tenía casi en la puerta). En ese corto trayecto, no me dirigió ni palabra. Me senté en el asiento del copiloto y, al hacerlo, se me subió un poco la minifalda. Solo le hablé para indicarle la dirección.
Ambrosio se dio cuenta..y no se lo pensó. Puso su pequeña y sudada mano sobre mi muslo. Apretando con fuerza.
Joder, que buenísima estás, zorra – Arrancó su coche, mientras, la mano que estaba sobre mi muslo, iba subiendo, rozando mi tanga. Yo abría las piernas, facilitando sus movimientos, con los ojos cerrados, disfrutando.
Aprovechando que el coche paró en un semáforo, por fin, Ambrosio alcanzó mi depilado sexo con sus dedos.
Eeeeey, si ya estás mojada, perrita – Se rió. Y era verdad. Aquel viejo me estaba masturbando con sus pequeños dedos. Apenas abrí los ojos para ir indicándole qué calles debía tomar. Mientras lo hacía me revolvía de gusto en el asiento. Cuando de repente, al parar de nuevo en un semáforo, retiró su mano.
Cuando abrí los ojos, pude comprobar que se estaba desabrochando la cremallera del pantalón. Piso el embrague y al salir del semáforo, me miro y me dijo:
Chupa, zorra.
Se había sacado su polla. Era pequeña, rodeada de vello blanco alrededor. Algo arrugada. Pero, sin pensarlo, acerqué mi cara a su polla. Al hacerlo, me dí cuenta que un nauseabundo olor mezcla de restos de orina y leche cuajada emanaban de ella. Pero, me daba igual.
Así que empecé a hacerle una buena mamada. Como hacía tiempo que no hacía. Como en las primeras etapas de mi matrimonio. O incluso antes, cuando salía con otros chicos que conocía en las discos o pubs.
Y, no debí hacerlo nada mal, porque le oía resoplar y bufar. De hecho, solo dejaba de emitir gruñidos para decirme:
Joder, qué bien la chupas, zorra. A saber cuantas pollas te has comido tú, golfa.

Aquello, lejos de ofender, me estímulo e hizo que se la chupara aún mas rápido. Incluso, me la tragaba entera, cosa que no era difícil ya que no creo que le midiese más de 12 o 13 cm. Paré un momento de chupársela y, con una sonrisa en la boca, le pregunté:
¿Qué tal, cielo? – Mientras le preguntaba, aproveché para sacar de mi boca un par de pelos canos que me habían entrado.
Él, mirándome con esa cara de cerdo, me respondió.
Mamas como una profesional, nena.
Gracias – le sonreí – Ahora, la segunda a la derecha, luego en la rotonda, la primera a la izquierda.
El viejo siguió las indicaciones que le di y en unos 3 o 4 minutos, estábamos en mi casa. Yo miraba a un lado y a otro, por si podía encontrarme algún vecino. La hora que era y que es Agosto, contribuyeron a que no hubiera nadie por la calle. Había sitio de sobra en la calle para aparcar ya que era Agosto y más de la mitad de los vecinos no estaban.
Ambrosio aparcó cerca de la puerta. Salimos y, dirigiéndome a la puerta del portal, caminé deprisa. Él vino casi jadeando a mi lado.
Eh, golfa, no corras. Que no quiero que te escapes.
Abrí la puerta del portal. Nerviosa. No quería cruzarme con nadie. El viejo, entendió, en parte, mi preocupación, porque no dijo nada más. Solo, me dio un azote en el culo y seguimos caminando hasta el ascensor.
Una vez se hubo cerrado la puerta, el viejo, se abalanzó sobre mis pechos. Casi me arranca la blusa!!!.
Menudos tetones tienes. ¿Qué talla usas, puta?
Una 95 – dije, mientras él manoseaba y estrujaba mis pechos (por fuera de la blusa) en el trayecto hasta el 8º piso donde vivo.
Se interrumpió al abrir la puerta, cosa que le agradecí con una amplia sonrisa, a la que él respondió con otra sonrisa, pero más…cautivadora. Salimos del ascensor. Su mano…de nuevo a mi culo, apretándolo con fuerza. Yo le dejaba hacer, encantada. Encantadísima.
Al llegar a la puerta de casa, abrí rápido, pasamos al recibidor y nada más cerrar la puerta, Ambrosio, se lanzó a besarme.
Y como besaba. Metía su lengua hasta mi garganta. Yo aspiraba su olor. Esa mezcla a tabaco, colonia barata y sudor. Olor a macho. No como mi marido y sus perfumes. Mientras me besaba, no dejaba de sobarme las tetas, empujándome, con su cuerpo, contra la pared. Solo dejó de besarme para decirme:
-No querías una noche de emociones, guarrilla.
Síiii- respondí
¿Quieres que este viejo cerdo te folle…como lo que eres?, ¿Como a una puta, verdad?
¿Sabrás hacerlo? – Le dije, desafiante. Noté como su mirada se endurecía. La sonrisa había desaparecido de su cara.
Si quieres que te folle como un animal..tendrás que hacer una cosa. – Yo estaba dispuesta a lo que fuera, así que le dije.
Claro, ¿Qué quieres, cerdo?.
Ahora, aquí, mando yo. Harás todo lo que yo te ordene. Como te ordene. Al más mínimo gesto de duda o desaprovación me largo y te quedas “a dos velas”.
No, por favor, no te marches – le rogué.
Calla!!!! – Dijo gritando – No te he dado permiso para hablar – había bajado el tono.
Ahora, perra, yo voy a sentarme en el sofá y tu, vas a traerme una copa. Vas a cuidar a tu macho, ¿verdad, puta?
Sí, mi macho. – No me lo podía creer. Me estaba entregando a aquel viejo. En cuerpo y alma. Y lo peor, es que me moría de gusto haciéndolo.
Sin más palabra, Ambrosio se marchó hasta mi comedor, se sentó en el sofá. Yo fui a la cocina, a ponerle un vaso con Whisky.
Cuando regresé al comedor, vi que estaba desnudo. Su ropa, tirada en el suelo, hecha un gurruño, pedía a gritos que la lavasen. Él, abierto de piernas, se estaba masturbando.
Yo caminé hacia él, sexy, entregada.
Muy bien, perra. Ahora, dame un puro de esa caja que tiene ahí el capullo de tu marido – señalaba con su cabeza una caja de puros traídos de Cuba por un cliente de mi marido. Yo obediente, le lleve un puro y un encendedor que suele dejar al lado de la caja. Y volví con mi viejo salido. Esperando nuevas órdenes, que no tardaron en llegar.
Muy bien, puta. Ahora…arrodíllate y hazme la mejor mamada que seas capaz.
No tardé ni 3 segundos en arrodillarme ante él y meterme su asquerosa y sucia polla en mi boca. Él, mientras, recostaba su espalda contra el sofá. Poniéndose cómodo. Disfrutando. Bebió un sorbo del Whisky que le había traído. Y cuando acabó, apoyó el vaso en mi cabeza.
No había duda. Aquel viejo me estaba humillando. Ordenándome que le mamara su polla y tratándome como una mesa, como un posavasos. Me trataba peor que a una puta. Y a mi, eso, me volvía loca.
Aumenté el ritmo de la mamada, pensé que le gustaría, pero Ambrosio, me cogió la barbilla, me hizo mirarle, me escupió a la cara y me dijo.
Vaya mierda de mamada, puta. Ahora te diré como se mama una polla. ABRE ESA BOCAZA DE PUTA. La abrí sin dudarlo. Cuando lo hice, él me tomo de la nuca e introdujo con violencia su polla en mi boca. Apretando mi nuca hasta que mi nariz chocó con su considerable barriga y mi barbilla, con sus huevos.
En esa postura, empezó, literalmente, a follarme la boca.
¡Has visto, puta!. Así se folla una boca. Seguro que el maricón de tu marido no te folla la boca de puta que tienes – De nuevo, había acertado. Desde hacía ya 3 años, a mi marido, le bastaba con que le diera un par de lamidas en su pene para correrse. Y una vez corrido, perdía interés y a dormir.
Ambrosio me cogía de la nuca, a veces, con ambas manos, me aplastaba contra él y luego…empujaba mi cabeza hacia atrás. Solo paraba, a veces, para escupirme en la cara. Estuvimos así como 15 minutos.
Hasta que me empujó hasta el suelo y mirándome a los ojos, me dijo.
Apóyate en esa mesita y abre bien tus piernas, zorra – Se refería a la mesita de centro que había frente al sofá.
Yo obedecí instantáneamente. Pude ver mi cara reflejada en el cristal de la mesita. El rimmel, corrido, la cara, desencajada. Aquel viejo, me tenía…uffffff. En eso pensaba yo cuando ZAS ZAS ZAS ZAS. Me dio cuatro cachetes. Fuertes. 2 en cada nalga. Siguieron otros 4.
Te he dicho que abras bien las piernas.
Abrí aun más las piernas y noté como introducía 2 de sus minúsculos dedos en mi sexo.
Joder, que mojada estás. Estás chorreando. ¿Te gusta como te trato, zorra? – Y volvió a azotarme. Aun más fuerte.
Sí, cabrón, joder.
¿Qué eres para mi? – Me dijo al oído, mientras de nuevo, el olor a sudor y tabaco llegaban a mi.
Tu puta. – Le contesté.
No, no una puta cualquiera. Eres una zorra casada que busca que viejos gorrinos la follen a lo bestia. – Cuando acabo de decir eso, sacó sus dedos de mi coñito y de una embestida me clavó su polla.
Te gusta como te folla este viejo, ¿A qué sí?
Sí. No pares, por favor, te lo suplico. – La respuesta que obtuve a mi súplica fueron, de nuevo, 4 azotes. No pude más, y me corrí como una loca. Jadeando, gimiendo.
Eeehhh, ¿Pero qué es esto?, ¿Quién te ha dado permiso para que te corras?
Nadie, señor. Pero es que…
Lo estás disfrutando, ¿Eh?. Eres una puta y te gusta serlo.
Síiii. – Ahora el azote. O mejor dicho, la bofetada, me la dio en la cara.
Yo también quiero correrme, pero, quiero darte por el culo. Pero no aquí, no. Vamos a tu cama, donde te acuestas con tu marido.- Se rió- Y prepárate, que voy a romperte el culo.

Mi culo. Desde que me casé no lo había vuelto a hacer. Yo le decía a Andrés, en los primeros años de matrimonio, que eso, era de zorras. Y yo, era una mujer casada. El pobre, dejó de pedírmelo. Y ahora, iba de camino a mi habitación, a permitir que ese viejo asqueroso me partiera el culo. O que hiciese con él lo que se le antojase.
Antes de salir del comedor, vi que recogía sus calzoncillos del suelo y buscaba algo en sus pantalones. No acerté a ver qué era (aunque luego, bien que lo sabría), cogió el vaso de whisky (aun quedaba un dedo) y salimos del comedor.
Cuando dejábamos el salón para ir al pasillo, Ambrosio, me puso la zancadilla y me tiró al suelo.
Gatea!!! – Me gritó.
Y lo hice, mientras, pasando por delante de mí, me cogía del pelo. Estirándome del mismo.
-¿Donde es?
La última puerta – le dije, mientras él tiraba de mi pelo.
Al entrar en la habitación, me soltó y mirándome a los ojos muy serio me dijo.
Quiero que te pongas aquí. En el borde de la cama. Tus piernas, bien abiertas. Y, escúchame bien, quiero que hundas tu barbilla en la cama y levantes el culo. ¿Me has entendido, zorra? – Asentí. Le había entendido perfectamente. Le obedecí. Me sentía, humillada por aquel
viejo cabrón. Sucia. Y me estaba gustando. Demasiado. Había vuelto a mojar mi sexo. Interrumpió mis pensamientos un objeto que Ambrosio había cogido del suelo. Eran sus calzoncillos!!!!!
Muérdelos!!!! – Me ordenó. Y por supuesto, lo hice. Uffff. Pude ver como había una mancha amarilla en la zona delantera central . Sin duda, restos de orina. También había manchas blancas. Y olía…qué asco!!!!. Pero, lejos de negarme a morder eso, se lo arranqué de las manos y me lo metí en la boca.
Él emitió un par de gruñidos de satisfacción. Me di cuenta, que cuánto más cumplía sus órdenes, más perra me ponía. De nuevo, algo interrumpió lo que pensaba. Esta vez, fueron un par de azotes.
Ábrete tú el culo, perra. No voy a hacer yo todo el trabajo. – Obedecí y con mis manos, abrí mi culo. Escuché un ruido. Como de una cámara!!!! Eso era lo que había cogido de su pantalón. Su móvil con cámara. Me estaba haciendo fotos!!!! (incluso, me hizo un vídeo, como luego supe).
Lejos de molestarme, moví el culo a derecha y a izquierda.
Zorra – dijo aquel viejo apestoso. Y entonces…lo hizo. Apoyó su polla contra mi agujerito. Y empezó a empujar.
Costó que entrara, me dolía. Pero..no me quejé. Simplemente, mordía con fuerza su calzoncillo. Cada vez más fuerte. Mientras él conseguía meter, cada vez más, su verga en mi culo. Cuando ya hubo metido más de la mitad, cerré con fuerza los puños, arrugando la colcha. Qué dolor!!!!
Él siguió como si no le importara. Es más, apoyó el vaso de whisky entre mi espalda y mi culo. Se reía. Apuró el whisky (con toda su polla ya en mi culo), dejo el vaso en el suelo y empezó a follarme.
Mi culo, que ya se había adaptado al tamaño de aquella polla, estaba empezando a disfrutar. Y eso, que Ambrosio empujaba, como un animal. Menudos empellones me daba. Yo estaba, ida. En la gloria. Tuve otro orgasmo.
Pero él, no. Aun le faltaba. Así que me cogió del pelo y tiro hacia él. Con violencia. Me hizo mucho daño. Pero ni me quejé. Mi cuerpo parecía una S puesta en horizontal. Como premió por ser tan puta, recibí unos empellones aún más brutales, acompañados de azotes. Me los daba con una mano. Con la otra, sujetaba el móvil y grababa la escena.
Perdí la cuenta cuando llevaba 25 azotes y volví a correrme. De nuevo, como una perra.
Ahora..él estaba a punto. Me lo hizo saber.
Me voy a correr puta. Y quiero hacerlo en tu puta bocaza. – Se apartó de mi. Que, en menos de 2 segundos, ya estaba en el suelo, la espalda pegada a la cama, arrodillada, y con la boca abierta.
Ambrosio chilló y empezó a brotar aquella leche de su polla. Justo, cuando me cogía la nuca y me aplastaba contra sus huevos. Obligándome a beberla toda.
Creo que no he visto salir tanta leche en mi vida. Sin contar la que me calló directamente a la garganta, me llenó la boca.
Trágatela, puta. Vamos, quiero ver esa boca vacía.
No me había tragado ni siquiera el semen de mi marido en 12 años de matrimonio. Pero esta vez, nada quedó en el interior de mi boca. Lo tragué. Todo. Obediente. Entregada.
Entonces, el me besó.
Bueno, ¿Qué, puta?, ¿Has tenido las emociones que buscabas?
Ha sido mejor de lo que esperaba.
Pues la próxima te prometo emociones más fuertes.
Me pidió mi número de móvil. Cuando se lo hubo apuntado, acabo de vestirse, cogió mi tanga de hilo del suelo y se marchó. Sin ni siquiera despedirse.

Pero, nos volvimos a ver. Aunque eso, ya os lo contaré.
Si os ha gustado mi relato, por favor, escribidme a mi correo: [email protected] y decidme qué os ha parecido.

Cris

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