Nos volvemos a encontrar con mi vieja compañera Alicia
Después de mi encuentro con Alicia en el Corte Inglés, seguimos teniendo nuestros escarceos durante un tiempo, ya fuera en su apartamento e incluso en nuestro bufete. Si el sofá cama hablara…
Como todo lo bueno acaba, en el mes de febrero del año pasado, destinaron a su marido a Logroño y aunque él se fue antes a tomar posesión de su puesto, en el verano, aprovechando las vacaciones, ella se trasladó también allí y montó su propio bufete. Pasó un tiempo sin vernos pero no dejábamos de hablar por teléfono e incluso tener video llamadas y aumentar nuestras ganas de volver a vernos y estar juntos aunque fueran unas horas.
La diosa Fortuna quiso que ella tuviera un juicio en Barcelona el día 17 de diciembre y ya habíamos quedado para vernos allí. Por ello el domingo 16 ya me desplacé a Barcelona para quedar esa misma tarde y aprovechar el poco tiempo que estuviéramos juntos. Ya teníamos reservada habitación y me dispuse a esperarla. Me llamó por teléfono y me dijo que en media hora estaría en el hotel.
Hacía ya cuatro meses que no nos veíamos y tenía unas ganas voraces de tenerla en mis brazos y contagiarme de su olor y de su sabor. Por mi cabeza fueron pasando, como si de una película se tratara, algunos de nuestros encuentros e incluso una propuesta que ella me hizo al comienzo de nuestra relación: si yo quería, se divorciaba de su marido y podríamos irnos a vivir juntos si yo hacía lo mismo de mi mujer. Fue un momento tenso y reconozco que para mí muy duro, pero mi respuesta fue negativa. Siempre le dejé claro, desde nuestro primer encuentro, que nuestra relación sería meramente sexual, porque ella tenía a su marido e hijo y yo a mi mujer e hijos (aunque ya casados) y sobre todo y ella ya lo sabía, que yo nunca iba a dejar a mi mujer enferma. Yo la quería y la quiero. Mis escarceos amorosos o infidelidades, se llamadlo como queráis, eran por la imposibilidad de tener relaciones sexuales con ella debido a su enfermedad. Es una barrera que nunca levantaré ni traspasaré. Alicia lo aceptó y mantuvimos así durante algo más de dos años nuestra relación.
Esperé en la cafetería del hotel, en compañía de un Gin Tonic, enfrascado en mis recuerdos, cuando noto que alguien desde atrás se me acerca y me muerde suavemente una oreja, haciendo despertar mis demonios y estremecerme. Giré mi cara e hice intención de levantarme, pero ella, empujando de mis hombros, no me dejó e inclinada como estaba, me dio un beso impresionante con una pasión desbordada, jugando con su lengua en el interior de mi boca, buscando mi lengua y enredándose ambas en una lucha feroz que nos hizo sentir nuestra calentura mientras gozábamos del regalo de nuestras bocas, labios y lenguas lujuriosas. No aguanto, más me susurró con voz cargada de lujuria, vámonos de aquí o me tendrás que follar delante de todos.
Aunque éramos conocedores que teníamos parte de esa tarde y toda la noche para nosotros, además del día siguiente, la calentura y deseo de poseer nuestros cuerpos hizo que liberándonos de cualquier observador, nos dirigiéramos a la habitación.
Le dije que fuera delante, quería llenarme de sus movimientos impetuosos hacia el destino deseado y que hacía que pareciera un huracán arrasándolo todo a su paso. De hecho el movimiento de sus caderas atrajo la mirada del recepcionista y por ende la de los clientes a los que atendía mientras nos dirigíamos a los ascensores.
Nada más entramos en el ascensor y estando solos, nos volvimos a comer la boca con desesperación como si la vida se nos escapara. Cogió mi mano la llevó hasta el interior de sus piernas donde noté que sus bragas estaban empapadas y su coño estaba chorreando fluidos. Aparté un poco el borde de sus bragas y empecé a masturbarla rozando mi mano contra su intimidad y cogiendo el clítoris con los dedos. Ese botón de vida parecía palpitar cada vez que lo tocaba. No paraba de suspirar cuando sentimos el sonido de la campanilla indicándonos que estábamos en la planta 8, salimos del ascensor y apoyándose en la pared, me dijo que siguiera, llevando mi mano de nuevo a su vagina que volví a acariciar. Nos pueden ver Alicia, le dije. Da igual, termina joder, no aguanto más mientras con sus brazos alrededor de mi cuello me apretaba más contra ella. Siempre soñé con una situación como esta. Mi excitación, lujuria y perversión iban en aumento así que volví a acariciar su clítoris hasta que, en pocos segundos, noté sus espasmos y como sus fluidos empapaban mi mano, caían por sus piernas e incluso al suelo, dejando huella de su entrega y placer, mientras con una de mis manos intentaba infructuosamente tapar su boca para que no oyeran sus jadeos, pero fue en vano, ya que cuando miré hacia un lado del rellano observé que una camarera del hotel nos estaba mirando apretando sus manos contra la barra del carrito de ropa y con su cara encendida. Que una tercera persona fuera testigo de su orgasmo, me sobreexcitó. Alicia empezó a reírse y yo le guiñé un ojo a la camarera lanzándole un beso al aire, que aún sin reaccionar no dejaba de mirarnos mientras se mordía su labio inferior. Con una mano cogí su maleta y con la otra tiré de ella hacia la habitación. Nada más entrar dejé su equipaje y empujándola contra la pared comenzamos una “lucha” de caricias y besos que nos estaba dejando nuestras bocas cada vez más abiertas, jadeando de deseo y nuestras caras, empapadas, nadando en un mar de saliva.
Sin darnos cuenta la ropa fue quedando por el suelo y tirando de su mano la llevé hacia la cama, donde retirando el edredón hice que cayera sobre las sábanas. Hizo intento de levantarse y con mi mano en su pecho se lo impedí. Le dije que se quedara allí quieta, observando brillar sus ojos y su sonrisa de placer, que encendían mis sentidos mucho más que ver su desnudez. No en vano, la cara, los ojos y la boca, es lo que más me cautiva de una mujer. Me eché sobre ella besando su cuello, pasando mi lengua desde su boca hasta los hombros y bajando a besar, lamer y morder sus preciosos pechos que mantenía firmes a pesar de sus 46 años, dejando un río de saliva al que de vez en cuando acudía soplando suavemente haciendo que se le erizara la piel y gimiera de placer. Quería arrancarle nuevos gemidos con mis caricias y golpes en las nalgas. El brillo de sus ojos color miel me extasiaba y me hacía sentir su prisionero. Te deseo Alicia, Diooosss como te deseo. Necesito naufragar en ti y que me rescates con tu placer y me hagas descansar con tu mirada y tu sonrisa.
Cuando besaba sus pechos y pezones me dijo: “muérdelos. Sabes lo mucho que me excita y me gusta”. Sumergiéndome en su deseo, mordí sus pezones pasando de uno a otro y cogiendo con los dientes cada pezón, estirando al máximo hasta el punto de dolor que ya teníamos acordado. Cuando ya el dolor era excesivo ella arqueaba su cuerpo hacia arriba y yo paraba. Me dedicaba al otro pecho y así largo tiempo. El cimbreo de su cuerpo y su calor me quemaba al contacto con el mío. Sentía su entrega en cada poro de mi piel. Verla así rendida y gozando era un placer para mis ojos y mis sentidos.
Estoy muy caliente, José, fóllame, métemela, la quiero dentro ya, no me hagas sufrir más, me dijo. No Alicia, contesté, quiero que aún lo desees más, mucho más y que tu anhelo te haga caer en una cascada de placer que te parezca infinito.
Satisfaciendo mis perversos deseos, llevé mi mano a sus piernas para acariciarlas sintiendo como la humedad de sus fluidos volvían a dejar su rastro. Esto me encendía y me pervertía aún más, pero quería hacer que sintiera su deseo explotar como el agua de un aspersor a presión. Acaricié un par de veces su vagina y le di la vuelta poniéndola boca abajo. Besé y lamí su cuello, recorrí toda su espalda dándole pequeños besos y mordiscos, lamiendo cada centímetro de su piel. No paraba de gemir y agarrar las sábanas de la cama con todas sus fuerzas.
Como he añorado esto, José. Ha sido mucho tiempo si gozar de ti. Te necesito, por favor, fóllame ya, me dijo mientras me atrapaba cada vez más con el aroma que emanaba de su cuerpo y su sexo. Estaba atrapado en el calor de sus llamas.
Subí desde el final de su espalda que estaba acariciando y besando hasta su oído y le susurré: te follaré cuando quiera, mientras, quiero sacar la guarra que hay en ti, que sientas tu deseo golpear tu coño y tu cerebro, que sigas mojándote más y más, quiero que te corras de nuevo sin penetrarte, solo con lo que te estoy haciendo, que sientas como si una cascada de agua cayera sobre tu cuerpo. Quiero que sientas en cada lametazo, toda mi pasión y en cada línea de saliva que trazo, toda mi ansiedad por poseerte. Soy prisionero de tu placer, que es también el mío.
Has despertado mi lado más morboso y lujurioso con lo que hemos hecho en el pasillo. Me ha encendido tu lado exhibicionista. Me ha excitado tanto descubrir que nos miraba la camarera que he estado a punto de correrme solo empapándome de tu cara de placer mientras te corrías, pero también me ver su cara y como se mordía el labio en un deseo contenido.
Podríamos haberla invitado a acompañarnos, le dije. Que hijoooo de putaaaa ereees, me decía jadeando, lujurioso cabroooon. Ah!, ahhhhh!, ahhhhhh!. Siii, lo soy, pero por eso te gusta y así sacas lo guarra que te gusta ser. Te gusta que use y abuse de tu cuerpo.
Ahora hazlo, quiero que te corras y me demuestres lo guarra que eres en la cama y quiero que te mees de gusto. Deja el charco de tus fluidos en las sábanas para empapar mi cara y saciar mi sed con ellos.
Con una de mis manos le acariciaba su clítoris y con la otra le daba tirones de su pelo, comenzando una serie de jadeos más fuertes, mientras me decía: “joder, José, eres un cabronazo, pero me pone que me trates así, dime que soy tu puta, la que te hace gozar como nadie y que me vas a follar por todos los lados”.
Eres una guarra encantadora y cautivadora, la mejor que me ha follado nunca, soy un adicto a ti, a tus ojos, a tu cuerpo, a tu piel, a tus olores y sabores.
Quiero que vacíes tus ansias sobre mí y sentirlo bien, para recordarlo cuando no estemos juntos, le susurraba, cuando, en una cadena continua de jadeos, levantando las compuertas a su placer, se corrió gritando: Ufff, ufff, que ricoooooo!, sigue, sigue… Diooosss!, me corro, me corro, que buenooo!, al tiempo que su cuerpo serpenteaba de placer. Mi mano se llenó de fluidos desbordando la misma y cayendo sobre la sábana que dejó toda empapada. Su cuerpo se sacudía y agitaba en un intenso y largo orgasmo mordiéndose los labios, yo la abracé sujetándola fuerte con mis brazos para sentirla aún más, quería que su cuerpo se metiera en mis entrañas para no dejarlo salir.
Estuvimos abrazados así durante unos minutos cuando finalmente se deshace de mi abrazo y girándose se pone de lado, me abraza y me dice: ahora me toca a mí. Déjame comerte la polla. Dámela, por favor.
No, Alicia, ahora quiero que nos duchemos y vayamos a recorrer las calles de Barcelona y luego a cenar. Nos retiraremos pronto y tendremos toda la noche para nosotros. ¿Y te vas a quedar así?, me preguntó. No importa, no te preocupes, yo ha he disfrutado sintiendo explotar tu deseo y sabes que ese es mi mayor goce, tanto o más que cuando me corro. Tus caricias y tus orgasmos, son también mis orgasmos. Luego llegará mi turno, pero no antes de que hayas gozado alguna vez más y dejaré, entonces, solo entonces, escapar mi deseo dentro de ti.
La noche es joven y me sigues teniendo toda cachonda, dijo con una sonrisa pícara y abrazándome me besaba y me daba su lengua para que la chupara. Joder, José, me has hecho correr dos veces sin follarme ni comerme el coño, pero no paro de desearte. Se me va a hacer largo hasta que volvamos. Paciencia, cielo, el placer será luego mayor. Te recompensaré y lo sabes, haciéndose sentir que eres única y que estas travesuras que hacemos alimenten aún más nuestros deseos.
¿Vamos a la ducha?, le dije. Sonriendo me agarró de mi polla y me llevó a la ducha.
Cuando salimos de la habitación nos encontramos de nuevo con la camarera que volvió a ponerse roja como un tomate. Su cara parecía como si le hubieran dado cachetadas. Me fijé detenidamente en ella y era una mujer de mediana edad, aproximadamente unos 44-48 años, con una cara bonita y un buen cuerpo que se dejaba adivinar a través de su uniforme. Dirigiéndome a ella le pedí, por favor, que cambiara nuestras sábanas. Tartamudeando me dijo: “sí señor, descuide, en unos minutos las tendrá cambiadas, será un placer”.
Me dirigí a Alicia, diciéndole me gustaría volver a hacer más travesuras como la de la salida del ascensor, reconozco que me ha excitado mucho y creo que a ti también. Su mirada y sonrisa me dio la respuesta y, en un alarde de audacia, Alicia se acerca al oído de la camarera susurrándole: “un placer sería tenerte con nosotros en nuestra cama y ver como él te folla, desata todas sus pasiones y que dejes las sábanas tan mojadas como las que vas a cambiar. Huélelas y sabrás lo que es sentir el deseo de ser poseída, tus dudas y miedos se disiparan. Mi polla volvió a dar señales de vida y más cuando veo de nuevo el rubor en su rostro y decir: “por Dios, señora, que cosas dice”, con una voz tomada por un jadeo y estremecimiento.
Continuará. Queda la noche y el siguiente día.