Mientras mi novia dormía en su habitación, me follo a sus primas mellizas

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Cuidado con las mellizas.

Alguna vez alguien me dijo que los matrimonios eran lo mismo que los velorios. Familiares y amigos reunidos para ver cómo uno se va para siempre.

A mí en cambio me parecía que el matrimonio era un formalismo innecesario y absurdo, cuando amas a alguien uno se une sin más, no hace falta que venga alguien y lo certifique. Quien no estaba muy de acuerdo con mi visión era Astrid, mi novia, que no podía evitar ilusionarse y fantasear de cuando sea ella quien suba al altar vestida de blanco.

Sin embargo, hubo una vez en que estuve en un matrimonio que si fue especial. No se trataba de mi matrimonio, sino el de la tía de mi novia. En la previa, tenía la particularidad de ser la primera vez en que conocería a la familia de Astrid, pero a la final, la velada termino siendo especial por otros motivos.

Luego de tres años de noviazgo entre idas y vueltas, finalmente iba a poder conocer a la familia de Astrid. Quiero decir, conocía a su madre, pero no mucho más, cabe mencionar que ella era hija única y además su madre la había criado sola.

Así y todo, el matrimonio me iba a permitir conocer a prácticamente todos sus familiares, y es que la tía iba a hacer una recepción por todo lo alto, la cual se iba a llevar a cabo en el salón de uno de los hoteles más importantes de la ciudad.

Días antes del evento sentía algo de nervios y ansiedad puesto que temía no agradar a la familia de mi novia, y es que los tatuajes que cubren mis brazos y parte de mis manos, sumados a las perforaciones en ambas orejas podían ser suficiente para no dejar la mejor impresión. Cosa que a decir verdad no me incomodaba demasiado, pero Astrid estaba muy ilusionada y no quería causarle una decepción.

Finalmente llegó el día de la boda, yo iba vestido con un terno negro, camisa blanca, corbata negra, cabello corto, un poco engominado… y listo, sencillo, sin mucho lío, como un penal pateado fuerte y al medio.

Lo de Astrid fue un calvario, consciente de lo mucho que tardaba al arreglarse, arrancó la faena desde temprano. Primero no le gustaba su peinado, luego no le gustaba el maquillaje, después no le gustaba el vestido que tenía preparado hace semanas, que la hacía ver gorda, que no le lucía…

En fin, eventualmente quedo satisfecha con un vestido azul. La pieza iba desde el cuello, y no tenía escote, sin embargo el vestido era largo y ajustado al cuerpo. Astrid se veía espectacular, su atuendo resaltaba su esbelta figura. Y es que mi chica no estaba nada mal, anchas caderas, cintura fina, largas piernas, pechos pequeños, pero respingones, y un trasero carnoso. Su cabello castaño estaba recortado a la altura del hombro y le enmarcaba su rostro.

Una vez estuvimos completamente listos, pasamos recogiendo a la madre de Astrid, la señora llevaba un vestido color vino muy ajustado también y a diferencia del de mi chica, este si tenía un escote muy interesante. Bastaba ver a la señora para entender de dónde había sacado el cuerpo mi novia. Gran parte del camino al matrimonio me la pasé pensando lo buena que debe haber estado mi suegra en su juventud, y es que a decir verdad la señora aún tenía cierta frescura, ya que tuvo a Astrid cuando era muy joven.

Incluso me di tiempo a pensar si habrá estado con alguien desde que enviudó hace unos años. No puedo negar que pensar lo falta de verga que estaba mi suegra me calentó un poco. Finalmente llegamos a tiempo a la primera parte del matrimonio, la ceremonia religiosa. Esta se iba a realizar en una capilla a unas cuadras del hotel donde tendría lugar la fiesta.

Cuando arribamos al lugar la ceremonia aún no empezaba así que progresivamente fui conociendo a los tíos, tías, primos y primas de Astrid. Todos fueron muy amables y me trataron bastante bien. Toda intranquilidad o temor por saber qué pensarían de mi, había desaparecido.

Una vez empezada la misa pregunté a Astrid como estaba todo.

-Todo bien. Solamente me siento un poco agitada.

-Debe ser, tuviste un día ajetreado.

Dije sonriendo. A lo que me contesto con una sonrisa también.

-Crees que le he agradado a tu familia?

-Si. Mucho. Créeme que si no fuera así te lo habrían hecho saber.

Dijo Astrid sonriendo nuevamente. En ese instante sentí como una mirada se clavaba sobre nosotros. Mire hacia un costado y al otro lado del pasillo de la capilla descubrí 2 pares de ojos observándonos entre la gente, comentando algo entre si y riendo.

-Quienes son las gemelas?

-No son gemelas, son mellizas. Y son mis primas.

Dijo Astrid con cierto desagrado. Ni siquiera se volteó a mirarlas. Yo en cambio gire el torso y las miré nuevamente. Al verse descubiertas por mi mirada, las dos jovencitas fingieron no estar haciendo nada. Me despertaba curiosidad el porqué del desagrado de Astrid, y además porque las mellizas parecían estarse riendo de nosotros.

-Por que las miras tanto?

Dijo Astrid mientras me golpeaba con el codo.

-Creo que hablaban de nosotros.

-No les hagas caso.

La misa duró una eternidad, durante su transcurso evite volver a cruzar miradas con las mellizas. Astrid lucia incómoda con la presencia de las chicas y cada vez me intrigaba más el porqué. Cuando finalmente concluyó la ceremonia religiosa Astrid y su madre insistieron en irnos rápido a la recepción. Así que no tuve a la oportunidad de volver a ver a las mellizas ni de averiguar demasiado.

Sin embargo mientras conducíamos hacia la fiesta pregunte cómo quien no quiere la cosa.

-Astrid, tienes algún problema con las mellizas?

-Te importa?

-Estaban allí las mellizas?

Preguntó la madre de Astrid desde la parte de atrás del auto.

-Astrid nunca se ha llevado muy bien con las mellizas.

-Basta Mamá.

-Ellas son mayores por un par de años y cuando Astrid estaba pequeña le hacían muchas bromas.

Dijo la señora riendo. Mi novia en cambio lucía aún más incomoda por la situación. Cuando finalmente llegamos al hotel, dejamos el auto en el parqueo y nos dirigimos al salón. Astrid me hacía señas de que camináramos despacio por lo que su madre se nos adelantó, una vez solos me tomo del brazo.

-Cuidado con las mellizas.

Dijo muy enojada. A lo que reaccione extrañado aún sin comprender la situación.

-Más te vale que te alejes de ellas.

-Puedo preguntar porque?

-Porque son putas. Y no quiero que les hables, ni que las mires.

Dijo Astrid con los ojos llenos de fuego. Seguimos con nuestro camino hacia el salón, y en mi mente daba poca credibilidad a lo que mi chica me decía, quizás no tenía la mejor relación ellas y ya, no creí que fuera para tanto, porque haciendo memoria nunca la había visto así de celosa.

Una vez en el salón, buscamos nuestra mesa y nos sentamos. Ahí la situación estaba mucho más relajada que en el parqueadero, comíamos dulces, pedimos un par de cócteles y disfrutábamos de una buena conversación.

Entonces se detuvo todo, dos jóvenes idénticas de rostro pero con distinto atuendo atravesaron el umbral de la puerta. Las mellizas habían llegado a la fiesta. Y para colmo de males se acercaban a nuestra mesa, para finalmente terminar ocupando dos de los lugares restantes en la misma, no sin antes saludar a todos los que la conformábamos.

Pensé que el saludo con mi novia sería muy frío sin embargo me asombró la forma en que con maestría Astrid fingió que todo estaba bien con las mellizas, a las cuales saludó con un abrazo y diciendo que las extrañaba muchísimo. Incluso al presentarme pareció ignorar completamente lo que me dijo al llegar.

-Ivanna, Gabriela, mi novio.

-Hola chicas. Un gusto.

Las saludé con un beso en la mejilla.

-Te conseguiste un novio muy guapo Astrid.

Dijo Ivanna, a quién únicamente podía diferenciar de su hermana por su vestuario. Astrid respondió agradeciendo y sonriéndole, Gabriela en cambio no dejaba de mirarme.

Cuando las mellizas ocuparon su lugar en la mesa, se sumaron inmediatamente a la conversación que teníamos los que estábamos allí previamente. Entonces, Astrid se acercó disimuladamente a mi oído.

-Ves lo putas que son?

-Astrid, secreto en reunión es de mala educación.

Dijo Ivanna desde su sitio, a lo que la mesa río. Astrid fingió una sonrisa también. La convivencia en la mesa siguió esa tónica durante un rato. Para mis adentros pensaba que las mellizas eran bastante simpáticas. Gabriela era mucho más sociable, y cómica. Ivanna en cambio era más reservada, hablaba muy poco, pero cada que hablaba decía cosas interesantes.

Para cuando la música empezó, ya habían servido la comida y el postre, pero Astrid y yo habíamos tomado los cócteles suficientes para salir a la pista y ponernos a bailar de inmediato. Mientras bailábamos Astrid me abrazaba para que todos vieran que yo le pertenecía.

-Tu eres solo mío.

Me dijo con mucha sensualidad al oído. Desde la mesa, las mellizas nos observaban y no tardaron en sumarse a la pista de baile.

Astrid y yo seguíamos dándole a los cócteles y ya entonado como estaba, note como el licor potenciaba la perversidad de mis pensamientos y mi deseo sexual. Miraba cada culo que bailaba cerca mí, miraba cada escote, a cada invitada. Y entre tanta mirada descubrí 2 pares de ojos que me otra vez me estaban mirando.

Mientras bailaba con mi novia no podía desprenderme del efecto hipnótico de la mirada de las mellizas. Ambas tenían unos preciosos ojos. Sus rostros tenían rasgos delicados. Dicen que las que son idénticas son las gemelas, pero para mí, al menos en el rostro no había ninguna diferencia entre ambas. Sus cuerpos eran otra historia.

Ivanna llevaba un vestido blanco, sin escote, pero ajustado al cuerpo y muy corto. Sus caderas eran anchas y era un detalle que compartía con su hermana y parecía ser un denominador común en la familia, en cambio su culo era bastante más carnoso que el de mi novia y me atrevería a decir que era un atributo suficiente para volver loco a más de uno, era imposible evitar imaginarme clavando mi cara allí y devorar toda su carnosa cola, sus gruesas piernas eran tremendamente seductoras también. Sus pechos, ocultos bajo apliques de tela en el vestido se adivinaban redondos y de un buen tamaño. En resumidas cuentas Ivanna representa a la mujer carnosa. No tendrá cuerpo para ser modelo, pero si para empalmártela y despertar los más oscuros deseos.

Gabriela en cambio tenía una contextura mucho más fina. Su delgada cintura, hacia que sus caderas lucieran aún más imponentes. Sus piernas tenían un precioso color y se adivinaban muy tersas y delicadas. A pesar de sus caderas no era una mujer que pueda presumir de tener demasiado trasero. Al menos no al compararlo con su hermana. Donde sí se marcaban diferencias era en su pecho. Y es que el pronunciado escote del ajustado vestido que llevaba, no hacía más que resaltar un precioso par de senos, grandes, redondos, libres por la ausencia de la tiranía del sujetador, pechos que se adivinaban muy suaves y producía tenerlos a cada lado de mi verga que decía presente y empezaba a avisar de lo mucho que le gustaba lo que veía.

El salón parecía arder en llamas. La música, el ir y venir de los cócteles, los hombres bailando torpemente con sus sensuales parejas, todo parecía contribuir a que la temperatura en el lugar no parase de aumentar. En ese momento Astrid comenzó a tambalear.

-Llévame al baño por favor.

La sostuve fuertemente y casi cayéndose la acompañe hasta el baño de mujeres. Entró y tardó varios minutos en salir, cuando finalmente lo hizo, su rostro lucia muy pálido.

-Busca a mi madre, no aguanto, me quiero ir.

Ni bien me dio el mensaje, Astrid regreso al baño. Yo en cambio busque a mi suegra y le comenté la situación. Con mucha discreción, la señora le informó a su hermana lo que sucedía y en cuestión de segundos, las dos señoras, acompañadas de una cuadrilla de meseros y un hombre mayor que decía ser doctor, fueron en rescate de Astrid.

El doctor llegó a la conclusión de que Astrid se había descompuesto debido a un exceso de estrés ocasionado por el ajetreo que había tenido ese día, el hombre le aconsejó reposo inmediato.

Normalmente eso habría significado que la boda estaba terminada para nosotros, pero la novia no estaba dispuesta a dejar que su hermana ni su sobrina se vayan. Así que con un par de llamadas consiguió que le habiliten una habitación a Astrid para que pueda reposar.

Me ofrecí a llevarla hasta la pieza. Ya para ese entonces todo lo que la bebida me había encendido, se había apagado. Así que me pareció prudente acompañar a mi novia, que ni bien tocó la cama se quedó profundamente dormida. Yo me puse a ver la TV.

En ese momento empecé a darme cuenta de que quizás no estaba en el lugar correcto, mientras todos estaban en el salón bailando yo estaba acá en el cuarto este mirando una película de mierda en la tele. Acto seguido estaba en el ascensor de regreso al salón. Al momento de escaparme Astrid ni se inmutó, seguía profundamente dormida.

Al volver al salón me di cuenta de que no sabia muy bien a que había regresado. No conocía a nadie. No sabía a quién acercarme o que hacer. Por lo que me acerque a la barra y la mejor idea que tuve fue pedirme un par de tragos, que una vez que empezaron a calentarme el cuerpo me trajeron consigo el recuerdo de porque había vuelto. El porqué tenía forma de mujer y venía por duplicado.

Cuando me vieron volver las mellizas cuchichearon entre sí. Y sé acercaron hacia la barra para pedir un trago también.

-Hola guapo.

Dijo Ivanna que no se empeñaba nada en ocultar que le parecía atractivo. Gabriela en cambio, muy silente como siempre miraba toda la situación con ojos que derrochaban sensualidad.

-Hola guapas

Contesté empujado por la bebida que, como gasolina encendía el fuego que las mellizas habían despertado.

-Y nuestra prima?

Habló por fin Gabriela.

-Se enfermó, la deje descansando en un una habitación que pidió su tía, y me di una escapada.

-Y te vas a quedar así solito?

Pregunto Ivanna simulando una mueca de tristeza.

-No conozco a nadie más.

-Basta con que nos conozcas a nosotras.

Dijo Ivanna con voz muy sensual.

-Dicen que bailar es una buena forma de conocerse.

Agregó Gabriela que sorpresivamente parecer ir entrando en confianza y volviéndose más expresiva.

-Estoy a un shot de estar de acuerdo.

-Tres tequilas

Para mí sorpresa quien los pidió fue Gabriela. Una vez terminamos la bebida nos fuimos a la pista y empezamos a bailar, bah, en realidad estoy siendo impreciso, lo correcto sería decir que me empezaron a bailar. Porque antes que empezara a moverme, ya tenía el enorme trasero de Ivanna, pegado a mi entrepierna y moviéndose muy despacio. Mi verga empezaba a empalmarse. Y es que una cosa era verlas, y otra cosa era estar pegado bailando con semejantes mujeres, una delante y otra atrás, turnándose para cambiar de sitios, porque ninguna quería perderse de sentir el caliente bulto que empezaba a hincharse en mi pantalón y yo tampoco me esforzaba demasiado por ocultarlo, de hecho me gustaba que se note, me gustaba hacerlo sentir.

Bailábamos apasionadamente, las mellizas sabían cómo compartirme, la calentura y la cantidad de licor en las venas de los presentes nos daban impunidad. Impunidad suficiente para no inmutarme cuando de pronto mientras bailábamos, los ricos labios de Gabriela me comieron a besos el cuello. O para agarrar de las caderas a Ivanna mientras me daba la espalda al bailar y yo simulaba penetrarla al bailar. Cosa a la que reaccionaba acomodando su trasero en donde pudiera sentir mejor mi tranca.

No nos despegábamos. Cada vez las caricias eran más notorias. Cada vez era más difícil de ocultar que salían chispas entre los tres. Los cócteles seguían su incesante vaivén. Todo empezó a pasar muy rápido. Sentí una mano agarrar mi polla sobre el pantalón, ya ni sabía cuál de las mellizas lo había hecho, la calentura era incontenible. Acto seguido estaba caminando de la mano de Ivanna y Gabriela venía a mis espaldas. Miraba a todos lados, nadie nos veía, nadie notó que dejamos la pista. Nadie notó que tres personas entraron juntas al baño.

En el octavo piso del hotel, mi novia seguía reposando producto de una baja de presión causada por el estrés. En la planta baja, en el baño de mujeres del salón de recepciones estaban sus primas, Ivanna y Gabriela, además estaba yo, su novio, comiéndome a besos con las mellizas.

Los baños del lugar no estaban precisamente diseñados para el fin que les estábamos dando, pero no había incomodidad suficiente para detener la pasión que había dentro de esa cabina. A mi izquierda estaba Ivanna a quien sostenía agarrándola del trasero y comiendo su boca con locura. A mi lado derecho estaba Gabriela a quien agarre por su fina cintura y no paraba de besar mi cuello con sus redondos pechos pegados a mi torso. Sus manos en cambio no querían perder más tiempo y frotaban mi hinchado bulto por sobre la tela del pantalón. La finura de la tela amplificaba las delicadas caricias que la joven me daba.

Luego de un rato era Gabriela la que quería probar mi boca. Como dije antes, las mellizas sabían compartir. Mientras la una me besaba con mucha pasión. Ahora era Ivanna quien lamia delicadamente mi cuello, hasta llegar a mi oreja, cosa que me arrancaba gemidos y me llenaba de placer. Yo las seguía agarrando a cada lado de mi, sin embargo a mi izquierda, mi mano se paseaba por toda la extensión del culo de Ivanna, incluso presionaba con mis dedos buscando sentir el calor de su raja. Gabriela en cambio no parecía dispuesta a soltar mi verga, pero cuando finalmente Ivanna la quiso frotar, la hermana se la cedió.

-Se siente riquísima.

Dijo Ivanna que hervía de ganas.

-Si. Se siente enorme.

Contesto Gabriela apartándose de mis besos.

-Vamos a ver si lo que dice mi tía es cierto.

-Su Tía? La mama de Astrid?

Pregunté extrañado.

-Si. La otra vez dijo que la hija se come una tremenda verga.

Contesto Ivanna dejándome sorprendido. Me resultaba muy satisfactorio y a la vez daba mucha intriga saber cómo es que mi suegra estaba al tanto de cómo era mi tranca. Ya habría tiempo de resolver esa incógnita.

La intriga desapareció con el pedido de Gabriela.

-Podemos verla?

-Pueden hacer con ella lo que quieran.

Y ni bien termine de decirlo, las mellizas se ponían de rodillas delante de mí, sin importar el espacio, sin importar arruinar sus vestidos, que a medias pudieron acomodar para poder arrodillarse de mejor manera, tampoco importaba que alguien entrase, éramos tres rehenes de la lujuria.

Una vez las mellizas estaban delante mío, fue Gabriela quien tomó la iniciativa. Con algo de ayuda de mi parte, me abrió el cinturón y el resto fue sencillo. Abrió el botón, bajo el cierre y deslizó mi pantalón hacia abajo con suavidad.

Ivanna se mordió los labios y Gabriela sonrió de forma picara al ver cómo mi gruesa barra de carne amenazaba con hacer estallar las costuras del bóxer, el cual debido a la presión se marcaba con todos los detalles en la tela de la prenda interior.

-Mi tía no mentía.

Dijo Gabriela complacida. Esta vez fue Ivanna quien tomó la iniciativa, puso sus dos manos a los extremos del bóxer y con un fugaz movimiento hacia abajo, me lo quitó.

-Tienes una verga preciosa.

Dijo Gabriela, que había dejado de ser tímida y ahora parecía desbocada. Mi verga salió disparada como un resorte, salpicando gotas de líquido sobre las mellizas.

-Pensar que Astrid se puede comer esto cuando le da la gana.

Dijo Ivanna que intentaba medirla con sus manos. La agarro con su mano, después con la otra y aún había un par de centímetros hasta poder cubrir el brillante glande que corona mi mástil.

-Hoy pueden aprovechar y comérsela ustedes.

Se me ocurrió decir. Gabriela e Ivanna estaban encantadas con su juguete nuevo. Se lo pasaban de manos. Lo hacían brincar como resorte, como comprobando que era real y no estaban soñando.

-Vamos a ver si sabe tan bien como se ve.

Dijo Ivanna que ni bien termino de hablar y ayudándose con su mano, engulló mi glande y parte del tronco para empezar a chuparlo.

-No seas tramposa. Es sin manos.

Dijo Gabriela, que agarro las manos y se las sostuvo detrás del cuerpo. Cosa que me calentó demasiado, el ver cómo ambas parecían motivarse a ser lo más zorras posible, a tratarme como un rey y darme un placer único en la vida. Ivanna obedeció a su hermana y solo con su boca y el movimiento de su cabeza iba dándome placer. Gabriela estaba empeñada en engullir lo más profundo posible mi verga, pero no podía más allá de la mitad.

Cuando finalmente decidió dársela a su hermana, la saco de su boca envuelta en saliva, finos hilos de saliva unían a mi glande con su boca, era una imagen única. En señal de cortesía agarro mi tronco y se lo ofreció a Gabriela. De un solo bocado también, la joven se metió mi glande a su boca.

Mientras lo de Ivanna era la profundidad, engullirla toda, tragarla toda, lo de su hermana era la suavidad, no se empeñaba en meterla toda, sino lo suficiente. En jugar con la lengua, en besarla, en mimarla, en darle pequeños chupadas, en lamer el tronco, en tratar a la verga con delicadeza. Cada que su lengua recorría mi glande sentía una corriente eléctrica haciendo mis piernas temblar. Las mellizas me estaban dando placer a raudales.

Luego de que cada una tuvo su momento a solas, sé dispusieron a jugar entre las 2, mientras Gabriela y su lengua angelical envolvían el tronco, Ivanna daba chupones a mi glande, bebiendo hasta la última gota de líquido que de la punta de mi cabeza vertía. Sus manos tocaban mis piernas, mis glúteos, me recorrían, me exploraban. Luego se turnaban, Ivanna pasaba a tomar mi tronco y mis bolas mientras que Gabriela mamaba el glande con devoción.

-No te imaginas cuanto me gustan las vergas cabezudas.

-Yo la quiero dentro mío.

Dijo Ivanna sumándose a lo dicho por su hermana. Yo apenas podía articular palabra. La excitación era demasiada. No quería oponerme a nada.

-Yo primero

Dijo Gabriela, que parecía estarse incendiando por dentro. Su hermana no se opuso puesto que sabía que tarde o temprano vendría su turno. Había verga suficiente para las dos.

La chicas se pusieron de pie, y yo me senté sobre la taza del baño. Mi verga estaba empalmada y lista para atravesar a las mellizas. Ivanna ayudó a su hermana a levantarse el ajustado vestido, revelándome así que no llevaba bragas y dejando ante mi un precioso coño depilado. Una vez al aire pase mis dedos por la abertura de Gabriela y estaba empapada en sus jugos.

Gabriela se dio vueltas, y puso su culo frente a mi, lo apreté con mis manos y agarrándolo lo fui dirigiendo para que su cuca quede justo sobre mi glande. Entonces empezó a sentarse, mi glande empezó a entrar dentro suyo, y efectivamente su interior estaba en ebullición, su vagina se sentía riquísima. Empecé a bombearla una vez su coño fue engullendo mi tranca. Ivanna en cambio se arrodillaba delante de nosotros para tener un primer plano de la penetración.

Cuando buena parte mi verga la había empalado, la joven entró en trance, su cuerpo se movía lentamente, degustando cada centímetro de carne en su interior. Yo besaba su cuello y acariciaba sus piernas, buscaba y frotaba su clitoris, pero me estaba perdiendo el plato principal. Empecé por posar mis manos sobre sus senos, y posteriormente los fui apretando, sosteniendo entre mis manos, dando suaves masajes. Hasta que decidí soltarlos, abrí el pronunciado escote de Gabriela y sus pechos salieron. Ahora era mucho mejor, eran suaves, muy suaves, eran enormes, más de lo que su vestido ya permita ver, sus pezones estaba duros del placer que estaba dándole mi verga.

Mientras estaba de rodillas delante nuestro, Ivanna no hacia más que mirar, se mostraba reacia a la idea de interactuar, lo cual me extrañaba puesto que habían cambiado sus salivas mientras me la chupaban pero se mostraban reticentes a tocar el cuerpo de la otra. Sin embargo, finalmente se nos sumó. Primero acariciando y luego chupando los pezones de su hermana, que de no ser porque tapaba su boca con mis manos, hubiera gritado de forma desesperada por el placer que le dábamos.

El ritmo de mis embestidas y de los sentones que Gabriela me daba iba aumentando, su hermana seguía jugando con sus redondos pechos, mis dedos seguían estimulando su clítoris. A pesar de la incomodidad, el cuerpo de Gabriela empezó a temblar, en señal de que su orgasmo estaba llegando. Ella misma tuvo que taparse la boca para que sus gemidos no fuese audibles. Ni yo paraba de darle, ni su hermana de comerle los senos. Gabriela estaba en las nubes.

Lentamente Gabriela fue volviendo en sí, lamentaba haberla cogido únicamente en una posición, pero el lugar no daba para más. Le ofrecí el asiento y yo me puse de pie, Ivanna estaba de rodillas frente a mí.

-Tu turno.

No termine de decirle e Ivanna ya estaba de pie. Nos fundimos en un acalorado beso mientras mi verga estaba pegada a su abdomen. Le di vuelta y ahora mi verga quedo pegada a su culo. En tanto Gabriela observaba toda la situación con los pechos al aire, sentada en la taza a la espera de volver a tener los pies en la tierra.

Empecé a subir el vestido de Ivanna con mucha dificultad por la magnitud de sus piernas, caderas y ojete. Cuando finalmente lo conseguí, me calentó mucho ver que tampoco llevaba bragas. Puse mi mano sobre su espalda, haciendo que su cuerpo se doble hacia adelante para que su culo quede empinado para mí. Pero antes de penetrarlo, me puse de rodillas y clave mi cara en su culo. Dios sabe cuánto lo había deseado toda la noche. Me calentó mucho ese olor a mujer, bien impregnado. Metí mi lengua en toda su nalga, saboree su ano, comí su coño y me estaba dando un gusto único.

Finalmente me puse de pie detrás de Ivanna, pero antes de penetrarla abrí la puerta del baño con mucha discreción, no había nadie, a la hermana me la habría cogido despacio, pero en esta pose, con su carnoso trasero pegado a mí, a Ivanna no le iba tener piedad.

Se la ensarte de un solo golpe. Mis bolas chocaron contra sus muslos. Ivanna gimió con fuerza.

-Que rico. Así me gusta que me den duro.

Empecé a bombearla sin piedad. Ese grueso culo merecía ser follado de esa manera. El chocho de Ivanna estaba mucho más apretado que el de su hermana. Su carnoso culo amortiguaba cada embestida. Su cabello me servía de agarre para penetrarla desesperadamente. Gabriela se nos sumo por fin, y se puso de rodillas para acariciar las jugosas nalgas de la hermana mientras yo la empalaba. Posteriormente perdió toda timidez y empezó a acariciar el clítoris de su propia hermana.

Ivanna también estaba en un trance, estaba encantada por cómo me la estaba cogiendo. Entonces fue el turno de Ivanna de acabar. El orgasmo la impacto con vehemencia haciéndola temblar, sus piernas le fallaron, no se pudo mantener en pie y cayó al suelo junto a su hermana que estaba de rodillas. Ivanna temblaba de placer en el piso del baño.

Allí como estaba, su hermana la abrazó. Ambas me miraban complacidas y con felicidad. Gabriela tomó mi verga, que se había salido del coño de su hermana luego de su intenso orgasmo y empezó a masturbarme suavemente. Ivanna se repuso con premura y se arrodilló junto a su hermana.

Ivanna estaba a la izquierda y Gabriela a la derecha de mi verga, ambas de rodillas, la primera mirándome agradecida por el orgasmo que le había dado y la segunda agarrando mi verga y acariciando toda su extensión, desde el tronco hasta la punta.

-Ahora te toca acabar a ti. Quieres darnos la lechita en la cara?

Dijo Ivanna con la voz entrecortada. Su hermana no parecía muy convencida. Yo asentí con la cabeza. Ivanna tomó mi verga y se la puso en la boca a Gabriela. Se turnaron para dar placer con sus bocas a mi tranca. Ahora era Ivanna quien intentaba llevarla a lo más profundo de su garganta.

Entonces vino el estallido, el orgasmo más intenso del que tenga memoria. Mi verga escupió un chorro de semen en el cabello de Ivanna, otro chorro impacto en sus mejillas, otro chorro cayó en la comisura de su labios, su rostro estaba lleno de leche.

Luego me giré levemente hacia Gabriela para darle mi leche a ella también. Mi orgasmo no disminuía su intensidad, y de mi brillante glande salió otro espeso chorro que quedo en su barbilla. Otro chorro atravesó su rostro por su nariz. Los dos últimos estertores impactaron en su mejilla y otro en sus cabellos.

Ivanna limpio con sus manos hasta el último residuo de semen en mi glande. Cuando pase el estado de obnubilación producto de eyacular como nunca antes, pude contemplar lo que había hecho, y la verdad es que me sentía orgulloso. Mi semen, mi propia leche, ese espeso líquido salido de mi verga se escurría por el rostro sonriente de las primas de mi novia. Hubo suficiente leche para ambas. Era una imagen maravillosa.

Las jóvenes tomaron papel higiénico del baño y se limpiaron el rostro mutuamente. Al parecer Gabriela no disfrutaba demasiado del semen, no así Ivanna que hacia jueguitos mientras se limpiaba. Yo las observaba sentado en la taza, con la verga afuera. Una vez limpias, las mellizas se aseguraron de que sus vestidos estuviesen como si nada hubiera pasado. En apariencia estaba todo como ellas querían pero algo de semen había quedado en el vestido de Gabriela, decidí no decirle absolutamente nada.

Una vez estuvimos listos, salimos uno por uno del baño, para asegurarnos que nadie nos viese. Y en apariencia nadie nos vio, una vez bajaron mis deseos carnales me entró la duda sobre si alguien nos pudiera haber visto, si alguien habrá escuchado lo que paso en una de las cabinas del baño de mujeres. Las mellizas me acompañaron en búsqueda de otro coctel, el cual hizo que desaparezca cualquier pensamiento de inseguridad. Me despedí de ellas no sin antes intercambiar números y direcciones.

-Esta no será la ultima vez que nos veamos.

Dijo Ivanna, a lo que conteste guiñando un ojo. Me apresté a buscar a mi novia en su cuarto, y cuando la encontré estaba igual que cuando me fui, completamente dormida. Luego de un rato finalmente despertó. Así que fuimos en búsqueda de su madre y nos fuimos del salón, del hotel, de la boda.

El retorno a casa fue en completo silencio, Astrid y su madre iban dormidas las dos en el asiento trasero. Debido a su delicado estado de salud mi chica decidió quedarse a dormir en casa de su madre. Yo en cambio me fui a dormir solo en el departamento, ya que no me siento cómodo durmiendo en casa de su madre. En ese solitario retorno a casa hubiera gustado continuar con la faena con las mellizas.

A la mañana siguiente me vi despertado de forma abrupta, el timbre sonaba de forma incesante. Agarré el móvil, eran las 8 de la mañana, no había dormido nada. No atiné ni a ponerme una camiseta y únicamente en pantalón de dormir corrí como un rayo hacia la puerta porque podía tratarse de Astrid y no le gustaba esperar. Al llegar a la puerta, me asome por la mirilla y abrí la puerta extrañado.

-Hola guapo.

Dijo Ivanna.

-Podemos pasar?

Pregunto Gabriela mordiéndose el labio. Me aseguré de que no hubiera nadie cerca del departamento, las hice pasar y cerré la puerta.

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