Nunca me hubiera podido imaginar esto con mi propia hermana

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Emprendí el camino con la ilusión por ver de nuevo a mis hijos. Llevaban casi todo el mes de agosto con mis padres, sus abuelos, en el apartamento familiar que tienen en la playa. Debido a mi trabajo y al de mi marido no podíamos encargarnos de ellos durante sus vacaciones de verano y no quedaba más remedio que cuidaran de ellos un mes en el pueblo con unos abuelos y otro mes a la playa con los otros. Menos mal que mi hermana pasó la última semana de sus vacaciones con nuestros progenitores con la idea de ayudar a los papas y disfrutar de sus sobrinos. Ella es dos años mayor que yo, está soltera y sin compromiso, por lo que no le importó algo de vida familiar y alboroto. Como podéis imaginar su casa está siempre limpia y ordenada, todo lo contrario a la mía.

Yo llegué un viernes por la noche después de conducir todo trayecto. Mi marido trabajaba ese fin de semana y no pudo acompañarme en la tarea de recoger a los peques y regresar el domingo a la noche. Por suerte a la semana siguiente comenzaban el cole y todo volvería a la normalidad.

Los abrazos y besos de la familia recompensaron las horas de cansancio conduciendo.

El sábado a la mañana bajamos todos juntos a la playa aprovechando los últimos rayos de sol del verano. Suerte que los peques se entretienen solos con la arena y el agua, así pude tumbarme casi toda la mañana adormilada al sol. De hecho llegué a dormirme durante un buen rato.

Desperté para observar como mi hermana charlaba en la orilla con un par de chicos más o menos de nuestra edad. El caso es que no se me hacían desconocidos, uno de ellos incluso se puso a ayudar a mi hijo el mayor con el túnel que trataba de hacer en la arena para que pasase su camión de juguete por debajo.

Los chicos se fueron y mi hermana regresó para tumbarse a mi lado dispuesta a tomar el sol, leer alguna revista del corazón y relajarse al igual que yo. Le pregunté por los chicos con los que había estado hablando y me preguntó si no había reconocido a uno de ellos.

-Pues no, no sé quién es. Si no me lo dices no tengo ni idea de quién puede ser- le respondí intrigada por saber de quién podía tratarse.

-Era Ramón, ¿te acuerdas?- me contestó mi hermana para mayor de mis sorpresas.

-¡No fastidies!- exclamé sorprendida al conocer la identidad del muchacho.

– El mismo- confirmó mi hermana.

-Caray, de saberlo me hubiera gustado hablar con él- pronuncié algo apenada por haber dejado pasar la oportunidad.

Ramón era un amigo de la infancia con el que jugábamos de pequeñas en la playa cuando sus padres tenían también un apartamento junto al de nuestros padres. Teníamos la misma edad, de hecho Ramón tiene un año más que yo y uno menos que mi hermana. Incluso llegué a discutir con mi hermana allá a los catorce años por quien de las dos sería su novia. Ramón había sido un chico guapete desde crio y nos los rifábamos, siempre creí que él se había decantado más por mi hermana. De repente un verano dejaron de venir a la playa a lo que mis padres nos informaron que el negocio familiar que tenían no marchaba muy bien. Así dejamos de verlo de repente. Desapareció cuando apenas tenía yo los diecisiete.

Con Ramón habíamos jugado desnudas en la playa por no ponernos nuestros respectivos padres pañales. Algo más mayores jugamos con él a médicos y enfermeras, descubriendo un sexo diferente. Ya de adolescentes tomamos los primeros tragos juntos, las primeras borracheras y compartimos los primeros ligues de playa. A él nunca le faltaron pretendientas, algo que incluso nos llegaba a poner celosas a mi hermana y a mí en esa época. Era como si Ramón fuese nuestro sin serlo.

Y de repente esa amistad desapareció de la noche a la mañana.

Recuerdo perfectamente el último día que estuvimos los tres juntos y que lo ví antes de que se lo hubiese tragado la tierra. Ramón tendría justo los dieciocho, fuimos en bicicleta por un camino que bordea la costa hasta llegar a una pequeña playa frente a una urbanización en la que nadie nos conocía. Esa urbanización llevaba fama por la multitud de extranjeros que acudían allí para pasar sus vacaciones, y si de algo tenía fama era por la cantidad de nórdicas que practicaban el top less. Ramón sugirió parar un rato de pedalear para darnos un baño. Mi hermana y yo enseguida supimos que lo que Ramón quería era verle los pechos a alguna de las extranjeras. Accedimos al deseo del entonces muchacho y nos tumbamos los tres en la arena.

El chaval parecía presenciar un partido de tenis moviendo la cabeza de un lado a otro con cada guiri que se paseaba mostrando los pechos. A nosotras nos hacía gracia su comportamiento infantil y desesperado. Incluso comentamos con él la que estaba operada y la que no. Hasta que mi hermana, siempre más atrevida y loca que yo a pesar de ser la mayor, se quitó la parte superior del top quedando también en top less. Los ojos de Ramón al ver los pechos de su amiga fueron un poema. Era incapaz de mirar a otro lado. Solo tenía ojos para los pechos de mi hermana. Nunca creí que mi hermana fuese capaz de hacer lo que acababa de hacer, pero el caso es que disfrutaba haciendo sufrir al pobre Ramón. Yo también disfrutaba pero como espectadora.

El caso es que Ramón tuvo que tumbarse de inmediato boca abajo. Mi hermana que es así de cabrona, propuso nada más ver que su amigo permanecía boca abajo darnos un baño. Yo accedí siguiéndole el juego a mi hermana, las dos queríamos ver la reacción de nuestro amigo que sin dudarlo nos siguió hasta el agua mostrando ante nosotras la tremenda erección que mi hermana le había provocado bajo su bañador. Una vez en el agua jugamos a hacernos aguadillas. Si recuerdo perfectamente ese día es porque por primera vez en mi vida toqué un pene en erección y ese fue el de Ramón. Fue inevitable que en nuestros juegos en el agua no hubiese roces y algún que otro inocente tocamiento. Los tres disfrutamos de ese rato cómplices entre nosotros de lo que sucedía. Ramón nos metía mano disimuladamente bajo el agua y nosotras aprovechábamos el juego para tocarlo a él también. Al regresar los tres a las toallas todo volvió a ser como antes. Ninguno dijo ni comentó nada al respecto y al caer la tarde regresamos pedaleando hasta nuestras casas como en otras ocasiones.

Al día siguiente Ramón regresó a su ciudad y no lo volvimos a ver. Aunque debo confesar que siendo yo adolescente me masturbé en más de una ocasión pensando en Ramón y en ese día tan especial en mi vida. En mis fantasías recordaba e imaginaba como podía ser ese primer pene que inocente o no acaricié bajo el agua.

Así transcurrió el resto de la mañana, tumbada al sol recordando todas las andanzas que habíamos acometido de adolescentes las hermanas con nuestro amigo allí en la playa.

Nuestros padres contentos por tener a sus dos hijas y nietos nos invitaron a comer a todos en un conocido restaurante de la zona, por lo que la siesta se hizo interminable. Yo salía a dar una vuelta con los peques, tenían ganas de parque y de estar con su madre. Yo también con ellos.

Cuando regresamos al apartamento mi hermana me propuso que saliésemos a dar una vuelta juntas como cuando éramos más jóvenes. Podíamos aprovechar que los abuelos podían cuidar de los chicos, y de que su cuñado tampoco estaba. Desde que me casé que ya no pude salir con mi hermana en la playa. El apartamento sin ser pequeño tampoco era muy grande. Tenía dos habitaciones con los metros suficientes para que en una de ellas hiciesen vida los abuelos y en la otra el resto. En ese cuarto más grande había dos camas y un plegatín. El caso es que si yo iba con mi esposo mi hermana perdía su intimidad al tener que dormir en el sofá cama del salón con alguno de sus sobrinos, y con el paso del tiempo decidimos que si estaba una de las hermanas, no iría la otra, salvo las circunstancias especiales que transcurrieron ese fin de semana.

Yo accedí a la proposición de mi hermana y acepté salir a dar una vuelta juntas. Pude ver que mi hermana se maquillaba y arreglaba más de lo que yo hubiera tenido ganas, pero por no ser de menos también me maquillé y arreglé. Al final me animé poco apoco mientras me miraba en el espejo, hacía tiempo que no salía de marcha, y además sin mi esposo. Puede que fuera una buena oportunidad para saber “si aún estaba en el mercado” como decía mi mejor amiga. Mi hermana y yo de siempre habíamos rivalizado por ser la más guapa y esta vez llevaba visos de ser una más. En cada celebración familiar cada una buscaba ser la más halagada de las dos, o estar más espectacular que la otra. Me maldije cuando ví el vestido que había escogido mi hermana para esa noche. Un petit dress blanco estilo Ibiza que la estilizaba bastante bien a pesar de tener menos culo y tetas que yo. Como yo solo había metido vaqueros y shorts en mi maleta no tuve otra que pedirle a mi hermana que me prestara algún vestido como cando éramos niñas. Al final me puse otro vestido blanco muy similar solo que éste era más escotado y algo más desgastado por los lavados, tanto, que incluso llegaba a transparentarse lo justo con mucha luz como para adivinar la ropa interior que llevaba debajo. Por eso, tras mucho pensármelo y mirarme en el espejo opté por no ponerme sujetador. En la parte inferior un tanga color carne que disimulaba lo más posible la transparencia.

Hasta nuestra propia madre nos felicitó por lo guapas que nos habíamos arreglado antes de salir por la puerta.

No habíamos cenado, por eso dijimos de picar algo antes de ir a bailar. Nos sentamos en el típico chiringuito de playa en pleno paseo. Mi hermana me convenció para acompañarlo todo con un Ochoa de lágrima. Vino rosado que fresquito entra muy bien, máxime cuando hace calor. Era finales de agosto con máximas registradas en varios años. Para colmo mi hermana pidió finalizar la velada con unos chupitos, por lo que trago va, trago viene, yo ya estaba algo mareada cuando nos levantamos de la mesa.

Decidimos alargar la sobremesa en el típico velador chillo out con un gin tonic que luego se convirtieron en tres. Estábamos a gusto confesándonos nuestras preocupaciones como buenas hermanas. Que si el trabajo, el cole de los chicos, que si a papá le falla mucho la memoria, que si la “má “está peor de los huesos, que si las dietas, la ropa, esto o lo otro. A lo que nos dimos cuenta estaban recogiendo la terraza. No quedaba otra elección que regresar a casa u optar por algún bar de marcha tipo pub o discoteca donde bailar. Lo estábamos pasando bien, y valga la redundancia, hacía tiempo que no teníamos tanto tiempo para nosotras. Así que decidimos ir a un conocido bar donde tomarnos el último gin tonic y bailar.

Nada más entrar mi hermana se acercó hasta la barra a pedir dos nuevos gin tonics. Yo hubiera preferido bailar directamente y punto. Lo cierto es que el ambiente era agradable, gente de nuestra edad más o menos, buena música, y espacio suficiente como para bailar sin ser molestada.

Como es habitual en estos casos se acercaron algunos moscones tratando de ligar con nosotras, pero mi hermana se las pinta sola para rechazarlos, incluso llega a humillarlos. Pobres tíos que solo buscan un ligue y salen compungidos con el rabo entre las piernas. Ambas nos reíamos con cada intentona y disfrutábamos bailando de forma provocativa e insinuante albergando falsas esperanzas a cuantos se ponían a nuestro lado tratando de encontrar el momento y la oportunidad en que establecer conversación con nosotras. Todo intento era en vano con mi hermana. Por eso me sorprendió en una de las veces en que regresé del baño y la ví hablando con dos chicos a lo lejos.

Al acercarme mi sorpresa al ver que se trataba de nuestro amigo de la infancia Ramón y de su amigo. Por un momento sentí vergüenza de encontrárnoslo pues por la mañana no había ido siquiera a saludarlo. Aunque por otra parte había quedado mal y ahora tenía la oportunidad de enmendarlo.

Sucedió que tras el reencuentro me presentaron a su amigo David, del que no recordaba el nombre hasta repetírmelo mi hermana, y al intercambiar los dos besos de rigor en estos casos en el segundo de los besos los labios del tal David se rozaron con la comisura de mis labios por culpa de un empujón en el momento oportuno. Para colmo mi pecho se rozó por su torso provocándome un escalofrío por todo el cuerpo.

A lo que reaccioné Ramón y mi hermana se habían enfrascado en una conversación en la que debido al volumen de la música era difícil llevar a tres. Por eso poco a poco me autoeliminé de la conversación bailando sola. Como suele ser normal en estos casos el tal David trató de entablar conversación conmigo.

-Así que conocéis a Ramón desde la infancia- pronunció el tal David recostándose sobre mi cuerpo para que pudiera oírlo.

-Uhm, uhm- asentí con monosílabos haciéndole ver que no me interesaba.

David lo intentó un par de veces más. Trató valientemente de arrancarme en una conversación que una vez tras otra rechacé. Hasta que al final resignado marchó a la barra con la clara intención de pedirse una consumición.

Nada más dejarme sola en medio de la pista me ví rodeada de un montón de moscones. Incluso hubo un grupete de amigos que me rodearon con la clara intención de rozarse conmigo, los más osados me tocaron el culo un par de veces disimuladamente, y como una ya está mayor como para aguantar semejantes tonterías decidí ir a la barra en busca de la protección de David que al menos ahuyentaría al resto de tipos.

-Hola, que sorpresa- me dijo David nada más ver que me había acercado hasta su posición.

-¿Qué quieres tomar?- me preguntó con la clara intención de invitarme.

-Una Martins Miller con fever tree y tres bolitas de enebro- dije haciéndome la sofisticada.

-Veo que eres toda un experta, anda, recomiéndame otro- me preguntó.

-Yo que tú me tomaría una Bull Dog con nordic mist y un twist de lima, o una Hendricks con schweppes y una rodaja de pepino- concluí orgullosa de mis conocimientos acerca de la ginebra.

-Suena bien eso que dices, no sé si me acordaré- concluyó antes de girarse de cara a la barra para pedir a la camarera las ginebras. Una vez servido me tendió la copa en la mano.

-Espero sea de tu agrado- pronuncié antes darle el primer sorbo a mi copa sin deja de mirarlo a los ojos.

– Pues claro que me agrada- dijo contemplando mis pechos a través del generoso escote.

Todos los tíos son iguales. La primera vez te miran a los ojos por vergüenza, pero en que adquieren confianza ya no dejan de mirarte el escote y las tetas.

-No me digas que no notas diferencia con otros gin tonics- le pregunté sorprendida por su falta de gusto.

-Me sabe igual que todos los demás- dijo como escupiendo la ginebra de sus labios, fingiendo simular quitarse el mal sabor de boca.

-Pero que dices, ya verás, prueba este- dije tendiéndole mi copa para que pudiera degustar otro diferente.

-Este sabe mucho mejor- dijo nada más probar mi combinado.- ¿Quieres saber por qué?- me preguntó antes de que yo pudiera decirle nada.

-No, ¿por qué?- respondí con cara de tonta, sin entender lo que quería decir.

-Porque este sabe a ti- dijo señalando la marca de mi pintalabios que había quedado dibujado en la copa.

-Creo que te equivocas de hermana- le dije intercambiando de nuevo nuestras copas. –Es mi hermana la que está soltera. Yo estoy casada ¿recuerdas?- pronuncié señalando la alianza que mostraba orgullosa en mi dedo.

-Yo creo que el que se equivoca es Ramón. Cuando me convenció para venir a veranear aquí me hablo de dos chicas guapísimas que habían sido amigas suyas en la infancia, siempre destacaba la belleza de la morena (esa era mi hermana), pero yo creo que la rubia es mucho más guapa- pronunció sin dejar de mirarme a los ojos mientras me piropeaba a su manera.

Yo lo miré aturdida por lo que acababa de decir, siempre creí que Ramón consideraba mucho más atractiva a mi hermana, y lo que según su amigo quedaba confirmado. De repente estaba como celosa porque nuestro amigo de la infancia prefiriese a mi hermana. Los miré a ambos charlando entre el gentío. Puede que David tuviera razón y que Ramón solo tuviera ojitos para mi hermana. Un mundo se me vino encima de repente. No me lo esperaba, y mucho menos de mi amigo Ramón y de mi hermana, que siempre supo tenía cierta atracción por Ramón, aunque por esas circunstancias de la vida me casase con mi esposo. La verdad, mis sentimientos no tenían sentido. Nunca me hubiera casado con ramón, y sin embargo me sentía celosa, ¿por qué?.

-¿Sabes qué?- me preguntó David a media voz reclinándose hasta clavarme su aliento en mi nuca. Yo me retiré a un lado por el escalofrío que me produjo el calor de su boca en mi cuello.

– Prefiero que estés casada- dijo para la mayor de mis estupefacciones.

-¿Y eso por qué?- le pregunté desconcertada por sus palabras.

– Mi experiencia me dice que el sexo con una casada es mucho mejor- dijo sonriente mirándome a los ojos en todo momento. No sé por qué su actitud chulesca tan repentina me puso nerviosa. Indudablemente puse cara de asombro por sus palabras. ¡Menudo sinvergüenza!.

– Está claro- quiso explicarse,- para empezar no hay nada nuevo que enseñar, ni nada que esconder, no os asustáis por los caprichos que un tío os pueda pedir, ya sabéis lo que es un hombre en la cama, además…- dejó cierto suspense en sus palabras.

-Además, ¿qué?- quise saber intrigada por descubrir cuál sería la mayor de todas las estupideces que me tendría que oír.

-Además le ponéis mucha más pasión al asunto, una vez os desbocáis no hay quien os pare, es como si fuerais conscientes de que la vida brinda pocas oportunidades y quisierais aprovecharlas- concluyó dando un trago a su copa.

No me lo podía creer, estaba alucinando con la indecencia de ese tipo.

-Me lo dices como si yo fuera una de esas- le dije llamándole la atención por su lenguaje.

-Es que lo eres, pero aún no lo sabes- me dijo haciéndose el listillo.

-Lo que sé es que tengo una familia maravillosa, un marido fiel que me corresponde y un hijo estupendo cuya felicidad jamás pondría en peligro por un momento de ego personal. Así que si estabas pensando en montártelo conmigo, será mejor que te vayas olvidando- quise advertirle de que perdía el tiempo en ese sentido, y me mostré directa y contundente.

-Además…- repetí al igual que él el suspense generado anteriormente imitándolo como una niña.

-Además, ¿qué?- preguntó ahora él intrigado por mi discurso.

-Además lo que has dicho no es más que una sarta de tonterías- sentencié dando un sorbo a mi gin tonic.

-¿Lo ves?- replicó a mis palabras.

-Lo ves ¿qué?- pregunté de inmediato. Comenzaba a estar enfadada por semejante cretino.

-Me estás dando la razón- dijo dejándome en ascuas.

-Yo, ¿en qué?- quise saber de nuevo intrigada.

-Se nota que eres una mujer casada, enseguida has sabido lo que quería, no me ha hecho ninguna falta indicarte que no me importaría acostarme contigo, lo has deducido tu solita de mis palabras, y eso que apenas te he insinuado nada, enseguida te has puesto a la defensiva, pero eso ya es un paso, créeme- dijo mirándome descaradamente el escote.

-Lo que creo es que eres un poco creidillo, y deja de mirarme las tetas, por lo menos podrías disimular y mirarme a los ojos- dije sonriéndole en plan “me estás cayendo gordo, chaval”.

-Tienes razón, tu escote está muy bien, pero tu sonrisa está mejor, lástima que apenas te vea sonreír- dijo en un tono de voz algo más relajado y distendido tratando de romper la tensión del momento.

-¿Tú no te cansas nunca, verdad?- le pregunté esbozando una tímida sonrisa en mi cara en señal de paz.

-Merece la pena insistir, ¿no crees?- y antes de que pudiera abrir la boca para decirle lo estúpido que me parecía se adelantó a mis intenciones y me dijo:

-¿Te han dicho alguna vez que eres preciosa?- pronunció de nuevo a media voz reclinándose sobre mi nuca clavando de nuevo su aliento en mi piel interpretando un papel de galán que no le pegaba.

.-Ja, ja, ja-, reí por su actitud de ligón trasnochada.

No sé por qué me resultó gracioso verlo así de tontorrón y esta vez sí que logró arrancarme una sonrisa sincera.

-Eso es, estás más guapa cuando te ríes que cuando te enfadas, aunque enfadada también tenías tu puntito- pronunció de nuevo a media voz reclinándose de nuevo sobre mi cuello. Con la excusa del volumen de la música en el bar el muy caradura aprovechó para aproximar su cuerpo al mío.

-Pero mira que eres tonto- dije sonriéndome por su absurda insistencia que lejos de molestarme comenzaba a halagarme. Digamos que firmamos una tregua, él en su papel de tontorrón y yo no dándome por ofendida a la mínima de cambio.

-¿Te apetece bailar?- dijo apurando su copa y cambiando por completo la dinámica del momento.

-Eso es lo más inteligente que te he escuchado decir en mucho tiempo- apuntillé apurando también mi copa para dirigirnos al centro de la pista de baile.

Nada más llegar a la pista David se puso a bailar haciendo el tonto todo el rato, y aunque a veces me avergonzaba por sus gracias, lo cierto es que logró hacerme reír y pasar un buen momento.

Durante todo este rato David me entretuvo a la perfección. Logró que por momentos me olvidara de todo, de mi hermana de mi esposo, de mi familia. Aunque el muy capullo aprovechaba la menor ocasión para rozarse conmigo y acariciarme, no quise recriminarle nada. Tampoco hubo nada tan evidente como para tomármelo a mal, aunque si se sucedía todo de manera muy sutil. Supongo que era como el pago por entretenerme, e invitarme a varios de los gin tonics que bebí a su costa esa noche. Yo aceptaba como inocente mi parte del trato no escrito, e incluso era yo la que de vez en cuando provocaba el roce de nuestros cuerpos. Era la típica situación en la que se notaba que al tío le iba, y en la que a mí me resultaba agradable gustar. Desde que me casé que no me quitaba moscones de encima y a nadie le amarga un dulce. El último de los gin tonics lo ingerí deprisa por el sudor y la calor, e inevitablemente me entraron ganas de ir al baño.

Fue en el asqueroso habitáculo de la discoteca cuando me percaté de que estaba más mareada de la cuenta. Pero lo peor vino al salir de los aseos y dirigirme de nuevo hacia la pista de baile en busca de mi bufón de reina particular. Entre la muchedumbre de la gente adiviné la espalda de Ramón que tapaba a mi hermana, la cual estaba apoyada contra una de las columnas. En un principio creí que estaban hablando y como hacía un buen rato que no sabía de ellos me acerqué hasta su posición. Era ya tarde y estaba algo mareada por culpa del alcohol, por lo que pensé era un buen momento para proponerle a mi hermana que nos fuéramos a casa.

Mi sorpresa cuando al llegar a su posición veo que no solo se están besando, sino que además Ramón le estaba metiendo mano a mi hermana. Le estaba sobando el culo a conciencia mientras la besaba en la boca en un morreo interminable entre la oscuridad y las luces del pub. Aquella visión de las manos de Ramón sobando el culo de mi hermana se grabaron a fuego en mi mente.

En esos momentos me dio un vuelco el corazón y se me removieron las tripas. A poco vómito. De repente me sentí defraudada por ambos, como si los dos me hubiesen traicionado. Para nada me esperaba algo por el estilo aunque ahora entendía el por qué no los había visto en todo este tiempo.

Incluso creo que pasaron varios minutos en los que yo permanecí a sus espaldas embobada observándolos como tonta. De repente me sentí mal. Celos, traición, envidia, no sabría precisar, pero el caso es que salí corriendo de allí, necesitaba huir, asimirlarlo y tomar algo de aire.

Anduve hasta apoyarme en la pared nada más girar la manzana de la entrada a la disco. Respiraba hondo, parecía que el pecho se me fuese a salir del cuerpo, me costaba respirar y tenía algo así como nauseas. En mi mente se repetía una y otra vez la imagen de la mano de Ramón estrujando el poco culo de mi hermana. Pero ¿por qué?, ¿por qué me sentía mal?. No había porqué.

En esas apareció David sorprendiéndome, me había seguido.

-¿Te encuentras bien?- me preguntó retirándome el pelo de la cara en un gesto amable.

-Si no es nada- dije tratando de recuperar la compostura.

-Menudo susto me has dado- dijo con cierto tono de preocupación.

-¿Yoo..?, ¿por qué?- pregunte asombrada.

-Te he estado buscando por dentro y al no encontrarte pensé que te habías ido sin avisarme- se explicó.

-Necesitaba un poco de aire eso es todo- traté de justificarme.

-Ten cuidado, mientes muy mal princesita, si te creciera la nariz no estarías tan guapa- pronunció haciendo de nuevo el tonto tratando de hacerme sonreír.

-Serás…- pronuncié golpeándolo en el pecho a modo de niña traviesa provocando el que continuase haciéndome reír. Lo necesitaba.

-¿Los has visto no?- me dijo ahora más serio refiriéndose a mi hermana y su amigo.

-Sí- me confesé en la verdadera causa por mi mal estar.

-Es normal ¿no crees?- quiso indagar en el asunto y justificar a su amigo como buenos colegas.

– Supongo que sí, que tienes razón. No tengo motivos para enfadarme por lo que están haciendo, sin embargo…- argumenté tratando de aclarar mis sentimientos.

-Los dos son adultos, solteros, pueden hacer lo que quieran- continúo argumentando David como leyendo mis pensamientos.

Yo agaché la mirada culpándome por mis absurdos celos. David había descubierto que en el fondo sentía algo por su amigo Ramón, como si quisiera ser yo a la que besaba y abrazaba en lugar de mi hermana.

-Además, tú estás casada, tu hermana no, deberías alegrarte- esgrimió David evidenciando y culpando a mis celos por la causa de mi malestar.

Yo solo miraba al suelo refugiada en mi contradicción incapaz de mirar a ese recien conocido que ya sabía tanto de mí.

En un gesto de comprensión David me alzó el rostro acariciándome con su mano por debajo de la barbilla hasta mirarme fijamente a los ojos.

-Ramón es gilipollas, se equivoca de hermana, te lo dije, tú eres mucho más guapa. Además yo prefiero las casadas ¿recuerdas?- y acercando sutilmente sus labios a los míos supo aprovechar mi momento de debilidad para robarme un pico en la boca.

Fué un pico, nada más, tan solo acercó sus labios a los míos. Suficiente. Yo lo miré sorprendida por su atrevimiento.

-Yooo…, estooo…, no…- tartamudeé compungida tratando de apartarme.

-Schisst, no diga nada, solo quiero que sepas que no tienes porqué renunciar a nada por estar casada- dijo en tono paternal para luego ordenarme:- Cierra los ojos.- me mandó en un susurro a media voz.

No sé por qué pero lo obedecí, cerré los ojos y dejé de resistirme.

Esta vez pude sentir sus labios presionando sobre los míos en lo que vendría a ser un pico pero más prolongado. Al terminar abrí los ojos tratando de asimilar lo que estaba sucediendo.

-Yooo.., nooo…, no debería- traté de negarme en vano de nuevo.

-Schiisst, calla, sé lo que estás pensando- pronunció a media voz interrumpiendo mis pensamientos y mis sentimientos. -No tienes por qué sentirte culpable de nada. Esto es entre tú y yo, olvidate del mundo que te ata por un momento. Eres libre, puedes hacer lo que quieras, además créeme, es mucho mejor tener remordimientos que lamentos- y mientras decía esto de forma zalamera, me agarró de la cintura, acercó su cuerpo al mío y aproximó sus labios hasta rozarse de nuevo con los míos.

Quise negarme por tercera vez, y de repente interrumpió cuanto estaba a punto de decir para robarme otro beso en la boca. Yo estaba confundida, las piernas me temblaban y no podía pensar con claridad. Estaba tan nerviosa como en mi primer beso de adolescente, solo que de eso hacía ya mucho tiempo.

Esta vez entre abrí mi boca aceptando su beso. Su lengua jugó con la mía. Fue un beso corto cargado de emociones. Mis piernas temblaban de los nervios y tenía la piel de gallina. David se separó un poco para mirarme a los ojos como buscando mi aceptación y regocijándose de su logro y mi pudor. Yo no dije nada, estaba asustada y muerta de vergüenza, pero quería repetirlo. Me pareció que besaba bien y me dejó con algo de ganas, quería probar algo más, ir un poco más lejos. No sé que pensaría ese muchacho de mí, pero yo no soy de las que le gusta pasar por tonta, así que quise tomar la iniciativa, lo rodeé con mis brazos por su nuca y esta vez fui yo quien acercó mis labios a los suyos.

Pese a todo lo que pudiera pensar no me sentía mal, ni con remordimientos ni nada, simplemente me apetecía en esos momentos y lo hacía. Nada que ver con mi marido. ¿Por qué lo hice?. ¿Quién sabe?. Tal vez buscando el consuelo, tal vez en venganza contra el mundo y contra todos. Lo único cierto es que aquel pobre tahúr supo jugar bien sus cartas y apostar en el momento oportuno. Y si en un principio era mi lengua la que llevaba la iniciativa dentro de su boca, poco a poco David se fue apoderando del juego, hasta que al final era su lengua la que exploraba cada rincón de mi tierna boquita.

Definitivamente besaba muy bien. Aliento fresco, lengua juguetona, buen sabor de boca. No sabría precisar durante cuánto tiempo se prolongó ese beso, me pareció una eternidad.

Durante todo ese tiempo una batalla interna entre lo que debía hacer y lo que no, se libraba en mi interior. Me preguntaba cómo había llegado a esa situación y me decía que solo un poco más, una vez, y basta. Por una parte me recriminaba a mí misma por lo que hacía, por qué aquello no estaba bien, aunque por otra lo estaba disfrutando. Pensaba en mi marido, en mi hijo, en mi familia y me repetía una y otra vez que no merecía la pena arriesgarlo todo por un momento de debilidad. Pero por otra parte era ese mismo engaño, ese burlarme de todo y de todos, esa sensación de abrazar lo prohibido, todo lo necesario para que me abandonara a cuanto estaba sucediendo. Nadie tenía porque enterarse, por primera vez en mucho tiempo me sentía libre para hacer lo que quisiera. Los ojos de mi marido estaban a más de trescientos kilométros de allí, lejos para juzgarme o reprimirme. La única que podía descubrirme era mi hermana, y ella tenía más que callar que yo, además estaba ocupada, traicionándome con nuestro amigo de la infancia, así que no la veía capaz de recriminarme nada moralmente. Eso suponiendo que no se alegrara de que le pusiera unos buenos cuernos “al muermo de su cuñado” como se refería a mi marido en su ausencia, aunque por el momento no sentía que un beso fueran cuernos. Simplemente un beso, una pequeña travesura.

Mis pensamientos se interrumpieron a la vez que el beso. David se retiró para tomar aire y mirarme de nuevo a los ojos. Experto sabedor de mi pequeña batalla interna me concedió una tregua para aclarar mis sentimientos. No dijo nada pero lo podía leer en su mirada: “¿Seguimos?” preguntó sin mediar palabra ansioso por conocer mi respuesta.

Reconozco que dudé por un momento, David supo llevar bien los tiempos y justo en el preciso instante en que en mi cabecita comenzaban a brotar remordimientos aproximó de nuevo sus labios a los míos. Esta vez fue algo más apasionado, casi violento, desesperado, su lengua exploraba inquieta cada rincón de mi boca. Me rodeó con sus brazos a la altura de mi cintura con tal ímpetu que tuve que apoyarme de espaldas contra la pared para no caer. Su cambio de actitud me excitó. Literalmente me estaba devorando y yo me sentía reconfortada por lograr despertar semejante pasión en un hombre, sobre todo tras pensar en innumerables ocasiones que “ya no estaba en el mercado” como decía mi amiga Marga. Aquello era un subidón a mi ego y autoestima, pensaba cosas del tipo “todavía soy atractiva” y “claro que puedo hacer lo que estoy haciendo, quiero y puedo sin que nadie me lo impida”.

-Uhhmm- un gemido surgió de mi interior para ahogarse en su boca. Hubiera preferido no demostrar tan elocuentemente que me estaba gustando pero resultó inevitable. Al escuchar mi gemido David deslizó sus manos desde mi cintura hasta posarlas bien abiertas de par en par una en cada cachete de mis nalgas y presionar con fuerza a la vez ambos mofletes de mi culo.

Mi cuerpo dio un respingo nada más sentir sus dedos clavados en mi piel. Para colmo el cuerpo de David se aproximó tanto al mío que por primera vez pude sentir su dureza. Mis ojos en blanco al comprobar que el tío estaba empalmado como un burro.

No me lo podía creer, estaba fuera de mí, desatada, eufórica. Era la primera vez en veinte años que alguien me tocaba el culo de esa manera y que además podía apreciar la dureza de otro hombre que no era mi marido clavada entre mis piernas. Madre mía, que de sensaciones. Aquello era una locura. Alucinaba. Sabía que tarde o temprano debería detenerlo, pero por el momento solo quería dejarme llevar un poco más. Ese es mi problema, que siempre quiero un poco más, y después otro poco más, y así, sin medida.

Con el segundo arrimón acudieron a mi mente las imágenes grabadas a fuego recientemente de las manos de Ramón estrujando el culo de mi hermana. Por un momento deseé que fueran las extremidades de Ramón y no las de David las que me sobaran, aunque debo decir que con los ojos cerrados David cumplía igualmente con mi propósito. En esos momentos tan solo buscaba mi propio placer y me daba igual el hombre que pudiera proporcionármelo. Por eso me dejé hacer un rato al antojo de David para satisfacción de mi ego.

En mi casta educación nunca imaginé que pudiera disfrutar tanto de un momento como ese, pero estaba en una nube. El alcohol ingerido a lo largo de la noche sin duda me ayudaba a desinhibirme de todo prejuicio establecido, a deshacerme de la influencia de mi familia y sobretodo de mi marido, a disfrutar sin coacciones ni remordimientos. En esos momentos mientras me dejaba besar y acariciar tuve claro que yo, no era de nadie. Es más, me reía de ese absurdo sentimiento de posesión que mi marido creía tener sobre mí. Estaba disfrutando de mi pequeña travesura, gozaba como una adolescente en celo, traviesa, juguetona, hasta tal punto que comencé a humedecer mi tanguita.

-Uuhmm-. Otro gemido más profundo aún que el anterior se escapó de mi boca cuando las manos de David se deslizaron por debajo de la faldita de mi vestido para acariciarme directamente en la piel desnuda. Alcanzó esa zona tan delicada entre el final de la faldita y de mis piernas y el inicio del culete. Desde luego el tío sabía lo que se hacía. Yo estaba entregada, el roce incesante de su paquete a un lado y a otro de mi vientre me estremecía locamente.

Esta vez fui yo la que interrumpió el beso para mirar a los ojos el descaro con el que David ascendía decidido con sus manos por la parte posterior de mis piernas, hasta comprobar la suavidad de mi piel en cada uno de mis cachetes del culo. Debía mostrarme reticente aunque en el fondo estuviera deseando su caricia.

-¡Pero ¿qué haces?!- le espeté al tiempo que le mordía en su labio inferior para que me soltase de sus manos- ¡pueden vernos!- concluí tratando de aparentar mantener la compostura.

-Tienes razón, ven- y dicho esto tiró de mi brazo arrastrándome unos metros por la calle hasta escondernos en la oscuridad que proporcionaba la entrada a un garaje . Una vez allí me empujó contra la pared y de nuevo se arrimó a mi cuerpo buscando intencionadamente el que pudiera apreciar su erección clavada entre mis piernas. Sin darme tiempo a reaccionar me besó frenéticamente en la boca y en cuanto pudo volvió a deslizar sus manos por debajo de la falda de mi vestido para deleitarse en acariciar mi piel desnuda en el culo y jugar con la tira central del tanga que había descubierto con sus manos que llevaba puesto en esa noche.

Yo me dejaba hacer y eso que de repente sus besos eran más bruscos, desesperados y ardientes. Pronto dejó de besarme en la boca para pasar a besarme por todo el cuello, luego el escote, de nuevo el cuello, hasta alcanzar a jugar con mi lóbulo de la oreja. Comprobó que eso me enloquecía e insistió un par de veces tratando de desesperarme.

Yo me retorcía de gusto con sus besos y sus caricias, esta vez sí que notaba como estaba humedeciendo la tela central del tanguita. Imposible contenerme. Mi respiración hace rato que estaba acelerada, sobre todo cuando en una de las veces David me lamió por todo el cuello, dejando en mi piel el rastro de su saliva. Eso me puso a cien. Me hacía sentir sucia y contraria a todo cuanto pudiera pensar formaba parte de los elementos que me excitaban como reconocía en esos momentos que nunca podría hacer mi marido, por eso precisamente, porque él era mi marido, y no alguien pasajero y esporádico como era el caso.

A esas alturas del desenfreno a David le dio por jugar con la tela de mi prenda interior. Separaba a un lado y a otro la tira central posterior del tanga para acariciarme la nalga oportuna sin impedimento alguno. En otras le gustaba torturarme clavando la poca tela de la prenda entre mis labios vaginales, tirando de los laterales hacia arriba, levantando a la vez mi faldita en medio de la calle al amparo de ese garaje y todo ello ante mi total entrega y sumisión. En esos momentos era una muñequita desesperada en sus manos. Gemía, respiraba profundo, me mordía el labio, todo tratando de no llamar mucho la atención en aquel oscuro rincón en medio de la calle.

-Joder Sandra, hay que ver cómo me tienes- y dicho esto me cogió por mi mano derecha de la muñeca y la guió hasta que no tuve más remedio que acariciar su bragueta. Pude apreciar como su polla daba un respingo en el interior de sus jeans al contacto de mi mano. A pesar de la recia tela de los vaqueros su miembro palpitaba claramente en respuesta a mi caricia. Pude comprobar como bombeaba la sangre de su cuerpo hasta esa zona. Instintivamente moví mi mano de abajo arriba y de arriba abajo acariciándole la polla por encima del pantalón tratando de sopesar su tamaño. Era difícil predecir nada bajo la tela de sus jeans, por eso insistí en mis movimientos medio embobada por el contacto. Era como una llamada al instinto.

Yo no me lo podía creer, el morbo era increíble para mí en esos momentos. ¡Le estaba tocando la polla a otro hombre que no era mi marido!, y lo que es peor, ¡me excitaba sobremanera!. No podía creer realmente lo que sucedía, pero lo estaba disfrutando. Era algo sensacional poder sentir otro miembro entre mis dedos aunque fuera en esas condiciones. De repente tenía ganas de más, necesitaba acariciarle. Me preguntaba cómo sería de grande, sus formas, su grosor, sus venas, tenía curiosidad y ganas por descubrir otro miembro tan distinto al que estaba acostumbrada durante tantos años que permanecí unos minutos como hipnotizada sobando el miembro que se me ofrecía.

Estuve tentada de bajarle la cremallera al tal David y sentir entre mis manos el calor que desprendía su entrepierna y que podía notar aún por encima del pantalón. Pero en esos momentos me percaté de que si hacía eso sobrepasaría el punto de no retorno. Y eso no tenía tan claro que quisiera que pasase. Por eso dejé de acariciarlo, incluso apoyé mis manos en su torso para separar cuanto pude nuestros cuerpos. Yo ya había tenido bastante, estaba caliente, tanto que seguramente tendría que masturbarme al llegar al apartamento de mis padres como hacía años que no lo hacía, imaginando todo cuanto podía haber pasado a partir de ese momento.

Pero ya era suficiente, ese era el momento de poner cordura en toda aquella locura y parar antes de que me arrepintiese tanto como para no poder mirarme de nuevo frente a un espejo o mirar a mi esposo a la cara.

-No- musité a media voz bajo la incrédula mirada de David que no podía creerse lo que estaba diciendo al tiempo que me retiraba.

Él reaccionó abalanzándose sobre mí dispuesto a besarme y meterme mano de nuevo, pero traté de impedírselo.

-No, para por favor- logré pronunciar al tiempo que movía mi cara de lado a lado impidiendo que pudiera besarme mientras me retenía entre sus fuertes brazos.

– No, ¿qué?- cesó David en su empeño para mirarme a los ojos cuestionando lo que estaba escuchando.

-No puedo seguir con esto, estoy casada ¿recuerdas?. Será mejor que regresemos dentro y vayamos en busca de Ramón y de mi hermana- traté de hacerle entender mis reticencias.

-Pero ¡que coño!. ¿No pensarás dejarme así?- argumentó enojado tratando de volver a la carga cogiéndome del brazo con tal fuerza que me hizo un poco de daño. Comenzaba a tener miedo.

-No, para por favor, no lo estropees- le supliqué por que se diera cuenta de que era mi firme voluntad no seguir adelante.

-Está bien perdona- dijo recapacitando sobre el asunto cesando en su empeño y haciéndose a un lado.

– Si así lo quieres, así será- dijo poniendo distancia entre nuestros cuerpos levantando las manos en plan “no te toco más”.

–Pero espera al menos a que pueda volver a caminar- dijo mirándose la bragueta y haciendo gestos para que yo también mirase esa parte de su cuerpo. –Así no puedo ir a ninguna parte- dijo haciendo el tonto con sus gestos y dándome a entender que con semejante erección en su pantalón, incluso le debía de doler al andar.

Agradecí que lo comprendiese y que se riese de la situación, yo me reí también al ver su bulto entre las piernas, de nuevo retomaba su roll de payasete y me tronchaba de risa con él. Me alegré de que no se lo tomara tan a mal, tenía motivos para sentirse despechado. Pero debía entender que yo era una mujer decentemente casada y ya había traspasado la línea de lo razonable. Aquello debía ser suficiente para satisfacer al menos su ego. Había logrado lo que ningún otro hombre había conseguido.

-¿Todo eso es por mi culpa?- le pregunté señalando su paquetorro medio mofándome de él.

-Si claro no te jode- dijo algo mosqueado conmigo por dejarlo con todo el calentón y mientras yo me burlaba aprovechó para acercarse de nuevo hasta mí, llevarme contra la pared y deslizando sin miramiento alguno sus manos por debajo de mis faldas decirme antes de que yo reaccionase ni pudiera decir nada:

-Hagamos un trato- dijo refrotando su entrepierna por mi vientre.

-¿Qué trato?- pregunté conteniendo aún la risa por su reacción infantil.

-Un último beso- dijo interrumpiendo la risa tonta en la que habíamos caído los dos para mirarme seriamente a los ojos.

-Está bien pero con una condición-. Quise tomar inútilmente la iniciativa.

-Tú dirás- quiso saber David.

– Diez segundos, diez segundos de beso y vale- dije mirándolo muy seria.

-Está bien, acepto- dijo David.

-Diez segundos, ni uno más ni uno menos- quise recalcarle.

– Que sí, que sí, pero…a ver, ven, ven aquí, me ha quedado claro -me dijo, atrayéndome hacia él.

Sin pensárselo dos veces posó una mano en mi cintura y la otra en mi mejilla, se acercó más y más. Su colonia me envolvía completamente, su boca en mi cuello, mis manos ahora en su cintura. Cada segundo suyo era un escalofrío, su boca en mis labios, un pequeño beso, otro, otro, el siguiente apoderándose de mi labio inferior, los ojos cerrados, cada vez sentía más sus labios, eran suaves, tiernos y húmedos en su medida perfecta, mi mano fue a su nuca, para acercarle más, con una mano me sobó el culo mientras la otra la dirigió directamente a uno de mis pechos. Le dejé hacer, total era su última oportunidad. En eso nuestras bocas se abrieron y ya no hubo más resistencia, notar el choque de su lengua con la mía hizo que se detuviera el tiempo por un instante. Dos, tres, cuatro segundos, besaba increíble, firme a la vez que sensible, morboso y cariñoso casi a partes iguales, seis, siete segundos, la mano que me acariciaba el culo ya no sabía qué poro de mi piel quedaba por acariciar, así que exploró nuevos límites y llegó a alcanzar mis labios vaginales por su parte posterior. Con aquella maniobra volví a la realidad y me aparté bruscamente de él.

Esta vez se había pasado.

Lo sabía, no hacía falta ser muy listo para adivinar en mi mirada que aquello no me había gustado un pelo. Nunca debió de acariciarme ahí. Entre otras cosas porque podía haber descubierto mi secreto, lo que más me molestaba en esos momentos es que pudiera pensar que estaba mojada, porque efectivamente lo estaba, pero él nunca debería haberlo averiguado.

Se hizo un tenso silencio que yo misma me vi obligada a romper.

-Será mejor que regresemos a la disco por el otro par de tortolitos- dije notablemente enfadada por lo acontecido.

-Espera- me dijo reteniéndome del brazo, -me quedan tres segundos- pronunció al tiempo que me sujetó la cara cuidadosamente, la giró hacia él, me apartó el pelo por detrás de la oreja, y de nuevo frente a frente, como pidiéndome permiso, me besó. Me robó un besó que me hizo sentir como la primera vez por última vez, invadiendo mi boca lo justo, mordiéndome lo apropiado, acariciándome la cara a una mano, mientras con la otra recuperaba las caricias en mi culo. Tenía una destreza casi mágica en todo lo que hacía en el cuerpo a cuerpo. Esta vez ya no me aparté a los tres segundos restantes, es más, le habría besado durante horas como en mis primeros rolletes de adolescente.

Su boca pasó de mis labios a mi oreja, desde ahí bajó por mi cuello, cuando me mordió en el lóbulo ya no pude más y posé mis manos en su trasero, metiendo mis manos en los bolsillos posteriores de su refinadísimo jeans de marca. Su tacto era como si de un sueño se tratase, estiraba mis manos y las encogía para poseer el delicioso culo de aquel chico, cerrábamos los ojos mientras me besaba, mientras me mordía, mientras atraía su cuerpo hacia a mí y notaba el calor y el poderío que podía palpitar en su entrepierna.

Él me apoyó de nuevo contra la pared, apretó su pelvis contra la mía, y lo noté, lo noté demasiado, su erección era brutal, y no sé por qué, pero como por acto reflejo alcé mi pierna rodeándolo tras su cintura facilitándole el roce de nuestras partes más íntimas. No sé cómo interpretó él mi gesto pero en el momento en que lo rodeé con mi pierna su boca abandonó mis labios. Se quedó frente a mí, desnudándome con la mirada pero sin hacerlo físicamente. Mi pecho parecía salirse de un momento a otro por mi escote debido a mi respiración, agitada, tensa, nerviosa.

Yo lo miraba a él que a la vez me miraba a mi. La verdad es que tenía una cara más o menos resultona, algo aniñada pero a la vez morbosa, con una pequeña barba como de dos días y unos ojos más bien pequeños pero muy expresivos. Él pasó un dedo por mi cuello, después por mi barbilla y me besó sutilmente de nuevo. Esa mano descendía por mi cuello mientras la otra ascendía por mi cuerpo hasta encontrarse ambas sobre mis pechos. Sus dos manos abiertas de para en par cada una en su respectivo pecho. Luego me besó en la mejilla y me susurró al oído:

– Estás muy buena Sandra, me gustas mucho- intentó provocarme mientras hacía pequeños círculitos con sus pulgares sobre la tela de mi vestidito, despertando una de las partes más sensible de mi cuerpo. Al hacerlo me mordió sutilmente el lóbulo de mi oreja, la verdad es que su movimiento había sido increíble. Me estaba llevando al límite. Estaba literalmente en sus manos. Permanecí callada, dejando que él hiciera lo que quisiera conmigo durante un buen rato.

David tras amasar un par de veces mis pechos a su antojo, interrumpió el beso para mirarme a los ojos desafiante, contemplando como mis pechos subían y bajaban al ritmo de mi respiración facilitando las caricias de sus manos. Creo que pudo leer en mis ojos mis pensamientos, y deslizó su mano por debajo de mi falda, alcanzando de nuevo mis labios vaginales con la yema de alguno de sus dedos.

– Uuhhmmm…-intenté contener aquel gemido que nunca debió salir de mi boca y que evidenciaba mi sumisión a sus deseos.

– ¿Te gusta? –preguntó justo antes de volver a acariciar en una sola pasada mis intimidades con la suficiente intensidad como para partirme en dos con su dedito.

Esta vez me mordí mis otros labios, los de la boca, para no recompensarle con ningún sonido.Me agarré a su cuello para no caer. Las piernas me temblaban tanto que hasta mis pechos rebotaban bajo los tirantes del vestido como flanes.

David jugó conmigo cuanto quiso, se deleitó con mi desesperación, mi abandono, pero sobretodo con la expresión de mi rosto. Le encantaba mirarme a los ojos y disfrutar con los inevitables gestos de dolor, vergüenza, gozo y satisfacción de mi carita de colegiala en celo. Cuando se le antojó o se cansó de jugar conmigo de esa manera introdujo su dedo en mi interior. Firme, pero seguro, dilatando suavemente, abriéndose camino. A mi me daba la impresión de notarlo absolutamente dentro del todo. Seguía y seguía introduciendo solo la yema y la puntita torturándome una y otra vez. Me estaba empezando a dar igual que hiciese lo que quisiese mientras no parase.

Él continuó con su incursión, comprobando el calor y la humedad de mi sexo. Al minuto ya me tenía reprimiendo mis gemidos en su boca como buenamente podía, pensaba que el silencio era mi victoria, pero estaba equivocada, era su triunfo sobre mi recato y mi vergüenza. Disfrutaba con mi pudor, se regocijaba en mi sonroja. Cuando sus dedos descubrieron mi clítoris de entre mis pliegues ya no pude resistirme más a la evidencia. Me estaba provocando un placer indescriptible, y lo peor de todo es que el muy cabrón tenía razón, el imbécil de mi esposo nunca me haría algo por el estilo, nunca me haría un dedo en medio de la calle de esa manera, nunca me llevaría hasta tal extremo. Ya no encontré excusa por la que no abandonarme, para traicionarme, empezaba a no poder más. En esas me dirigió una mirada que aprecié diferente a todas las anteriores. Mucho más lujuriosa, sádica y enfermiza. Se retiró para atrás lo suficiente como para contemplar mi cara desencajada. Yo no entendía a que venía su interrupción ahora, justo en ese preciso instante, a punto de estallar. No lograba comprender por qué se detenía, porque me miraba de esa manera, porque no continuaba con lo que estaba haciendo. De ser un amante experimentado, y me temo que lo era, sabría perfectamente que estaba próxima al orgasmo y no encajaba que no estuviese por la labor de proporcionarme el placer que esperaba de un hombre como él.

El sonido de su cremallera aclaró mis dudas. David no era como mi marido que siempre anteponía mi satisfacción a la suya, David era totalmente diferente en ese aspecto. Por lo que estaba a punto de hacer me dejo claro lo que pretendía, y no era otra cosa que buscar su propia satisfacción. Calentarme era parte de su objetivo. Sabía que en mi estado de excitación no me negaría a sus pretensiones. Controlaba la situación mucho mejor que yo. Estaba claro quien llevaba los tiempos y esa no era yo.

Tal y como me dejó claro con su mirada David se sacó su polla del pantalón. Quedó ante mí una imagen que no olvidaré en la vida, lo que tenía aquel chico entre las piernas no era para nada normal. Seamos sinceras, chicas, la polla de un hombre no es agradable de ver, pero es lo que implica. En este caso no estaba completamente dura y ya se veía más grande que ninguna otra que hubiera visto jamás. Aunque tampoco había visto muchas, la verdad. No tardó en empezar a acariciarse sin dejar de mirarme. Todo aquello me parecía ridículo. Apartaba la vista horrorizada, para acto seguido volver a mirarlo. Me tapaba la cara a dos manos por un instante y al instante siguiente no podía evitar mirar. Así varias veces.

-¿Te gusta?- preguntó. Estaba claro que a David le gustaba exhibir su miembro ante sus amantes. Por sus gestos me dio a entender que no era la primera vez que desenfundaba tan rápido, sabía que podía presumir de tamaño ante las mujeres y que todas debíamos reaccionar más o menos del mismo modo. La primera impresión es pensar que es asqueroso. Una vez superada la impresión inicial la segunda es preguntarte si cabe dentro todo eso sin lastimarte, y la tercera te lleva a comprobarlo.

El muy cínico tenía razón, conocía muy bien a las mujeres, comenzaba a cuestionarme muchas cosas. Efectivamente tras observarlo un rato comencé a preguntarme como sería acariciar ese miembro que asomaba insultante para otros hombres de entre la cremallera de sus jeans, al tiempo que me preguntaba qué era lo que pretendía. “¿Acaso pretende que le haga una paja aquí en medio de la calle?” se amontonaban mis pensamientos y sensaciones.

– Vamos Sandra, ya sabes lo que quiero- me animó prepotente al tiempo que se acercaba hasta mi posición y agarrándome del pelo de manera totalmente primitiva me obligó a arrodillarme a sus pies. Me hizo daño.

-Sé que estás deseando chupármela – pronunció al tiempo que aliviaba mi dolor soltándome del pelo una vez estuve de rodillas a sus pies.

Estuve tentada de todo. Tanto de salir corriendo como de acceder a sus pretensiones. Nunca me gustó practicarle el sexo oral a mi esposo y sin embargo en esos momentos sentía verdadera curiosidad por hacerlo. Una cosa tenía clara, a mí me daban igual las estupideces que fuera escupiendo por su boca con tal de alcanzar el orgasmo que había comenzado a provocarme y en el que me había dejado a medias. Desde luego si algo tenía claro es que no me había dejado sobar y meter mano para nada. Aquello debía concluir de manera satisfactoria al menos para mí. Necesitaba acabar de alguna manera lo que había empezado y me lo tomé como un trámite. Levanté la cabeza y sin hablar le respondí con la mirada. Él dejó de tocarse a la espera de que procediese.

Así que allí estaba yo… arrodillada a los pies de un desconocido dispuesta a chuparle el pollón que exhibía ante mis ojos. Algo que nunca había hecho con mi marido. Me sentía vulnerable, y porque no decirlo algo guarrilla. Yo no era de esas, de ninguna manera, yo era decente, una señora y sin embargo estaba dispuesta a transformarme y explorar una parte desconocida de mis sentimientos. Llena de dudas por mi falta de experiencia pero con ganas de saber hasta qué punto era capaz de llegar, procedí.

La acaricié tímidamente. Fue tocar y retirar la mano. No fue tan malo. Me dije a mi misma que podía hacerlo. Más decidida quise agarrarla para comprobar que podía asirla entre las dos manos. Fue increíble el calor que desprendía y el primer contacto prolongado de mis manos. Un par de sube y baja fueron suficientes para que posteriormente acercarse temerosa la puntita de la lengua y comprobar su sabor. No me resultó tan desagradable como pensaba. Nada más probar su cabezota con la puntita de mis labios y tras unas pocas lamidas me quedé impregnada tanto de su sabor como de su olor. Era peculiar, fuerte y relativamente agradable para como me esperaba. David mientras disfrutaba más por mi recato que por mis acciones.

Una vez superado lo peor salí de dudas y me convencí a mi misma de que aquello podría incluso disfrutarlo, así que me decidí a propinarle un primer lametón de abajo arriba a lo largo de toda su longitud. Desde la base de sus testículos hasta la punta de su pene. Le siguió un segundo y un tercero, al cuarto quise mirarlo a los ojos para comprobar su reacción.

– No está mal, se nota que no estás acostumbrada pero le pones empeño, anda sigue preciosa, chúpala bien- me pidió con ese característico tono tan cínico que a mí me hacía sentir sucia y desagradable y que al mismo tiempo me volvía loca.

Yo me la metí en la boca cuanto pude para después alejarme un poco, para después volver a metérmela. Se la babeaba cuanto podía, dejaba que la saliva nos comunicase cuando me apartaba. Me encantaba hacerlo. Sentía que se lo estaba haciendo como se merecía. Esa saliva que hacía de puente entre mi boca y su polla de vez en cuando caía sobre mis piernas. Cuanto más se la babeaba más sucia me sentía, más morbo me daba. Al poco tiempo reconocía el sabor de mi propia saliva en todo su miembro. Hubo un momento en que ya no lo pude evitar y deslicé mi mano por debajo del vestido para acariciarme yo misma mientras se la chupaba. Necesitaba correrme como fuese.

El ritmo de mi mamada parecía que a él no le era suficiente ya que instantes más tarde me agarró por la cabeza y comenzó literalmente a follarme la boca. Lo hacía sin las manos, sin las mías, las cuales se aferraban a su cadera tratando de romper el ritmo al que me había sometido. Apenas podía respirar e incluso en una de esas veces a poco vómito. Me sentía una putilla de colegio, utilizada, medio vejada y a pesar de todo me resignaba esperando impaciente mi momento.

Por la posición de sus manos no le fue difícil a David deshacerse del lazo que anudaba a mi espalda los tirantes de mi vestido. La tela cayó desnudando mis pechos ante su atenta mirada.

Aproveché su gesto para separarme de él y tratar de coger algo de aire.

-Joder que tetas más ricas tienes- pronunció mientras sin dejar de meneársela en ningún momento, acercaba su pene a mi cuerpo con la clara intención de restregar su capullo por toda la piel de mi escote.

-¿Te pone, cabrón? ¿Te pone correrte sobre mí? ¿eh, eso te pone? – quise provocarlo al tiempo que yo misma me acariciaba. Me introduje tres dedos de golpe, no uno ni dos, sino tres. Estaba empapada, dilatada, brutalmente necesitada. En esos momentos David jugaba a tililar de un lado a otro la punta de su pene contra mi pezón derecho.

-Joder si, menudo pedazo de guarra que llevas dentro, si tu maridito te viera así de zorra… -gimió echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.

Fue escuchar ese gemido, sus palabras soeces, ese sonido tan morboso del meneo que se estaba dando, su recuerdo hacia mi esposo y un latigazo de placer subió por mi espalda hasta mi cuello, no podía creerlo pero me estaba corriendo a la vez que él. Apenas me había acariciado yo misma y ya me estaba corriendo. Con mi cara compungida, con el gesto desencajado, con la boca abierta acompasando sus gemidos con los míos explotaba arrodillada a los píes de ese tío en un corto e intenso orgasmo.

Su primer chorro de semen me recorrió la cara de abajo arriba, el segundo hizo lo mismo pero por la otra mejilla, de la barbilla a la frente subiendo por toda la cara, a cada impacto de su leche yo gemía con más placer, los tres o cuatro chorros siguientes mancharon mi cuello, mi escote y un poco de mi vestido, empapándome, calándome completamente con una violencia y una densidad pasmosa, con una potencia que hizo que uno de sus chorros manchase mi hombro llegando incluso a salpicar la pared del oscuro garage. Yo contenía mis espasmos tratando de evitar que mis movimientos compulsivos me manchasen aún más.

Y pese a todo cuanto eyaculó pareció no ser suficiente para él ya que me la metió en la boca.

-Anda límpiamela bien- dijo forzándome hasta cumplir su pequeño deseo.

Tragué algo de lo que aún goteaba cuando ambos aun temblábamos por nuestros respectivos orgasmos. A los pocos segundos él se retiró y yo tuve que buscar un clínex en mi bolso para limpiarme su semen de la cara y del cuerpo.

Él estaba allí plantado, de pie, exhausto, mirándome como me limpiaba, disfrutando de su obra de arte decorando mi cuerpo cuando escuché que se subía la bragueta y guardaba su miembro dentro el pantalón.

Cuando terminé de arreglarme como buenamente pude fui yo la que interrumpió el momento.

-Ha sido maravilloso, David. Créeme que no lo olvidaré en la vida. Ha sido increíble, pero ahora me gustaría regresar con mi hermana- dije acariciándolo en la mejilla en plan mimosa y tratando de hacerle entender lo que sentía.

-Está bien lo entiendo, sólo un último beso, por favor, lo necesito- me suplicó conocedor de que muy probablemente todo habría concluido de esa manera tan fugaz entre nosotros.

Yo accedí a su deseo, en el fondo también lo necesitaba. Fue un beso sincero, cargado de emociones, en el que los dos disfrutábamos el momento sabiendo que seguramente no se repetiría, y que sabía a despedida.

-Por supuesto de esto ni una palabra a mi hermana- le dije una vez corte el beso y nos dirigimos hacia la disco.

-¿Podré contárselo a Ramón?- me preguntó. Yo me detuve para mirarlo a los ojos. “¡Será imbécil este tío!” pensé.

-Ni se te ocurra- le dije mirándolo muy seriamente.

-Vamos Sandra, déjame que se lo cuente a Ramón, nadie más tiene porque enterarse- me suplicó como un niño pequeño.

-Tú estás loco o qué te pasa, y si se va de la lengua, y si se lo cuenta a mi hermana y ésta se lo cuenta a mi marido-traté de hacerle entender todo lo que yo había arriesgado como para que él andase fanfarroneando como un niñato delante de su amigote.

-¿Tú sabes lo insoportable que se pondrá Ramón contándome todo lo que le hizo en esta noche a tu hermana?. No sabes cuánto me gustaría decirle que se equivocó, que tú eras la hermana que valía la pena, la casada, la experta, la que mejor chupa la polla y todo eso…- no le dejé acabar.

-Splassh- le arreé un bofetón en toda la cara al escuchar sus gilipolleces.

-Como me entere de que cuentas nada estés donde estés te busco y te la corto, te enterás. Todos los tíos sois iguales- le espeté antes de darme media vuelta y echar a andar enfadada en dirección a la disco.

Nada más entrar en la sala de baile busqué a mi hermana por todas partes sin dar con ella. Me recorrí todo el garito sin ver señales de ella. David me seguía como un perrillo faldero a todas partes e incluso trató de tranquilizarme cuando empecé a ponerme nerviosa.

.-Tranquila- me dijo – lo estarán pasando bien-tu y yo deberíamos hacer lo mismo- dijo tratando de calmarme. Sus comentarios e insinuaciones en vez de relajarme me enojaban por momentos. Sé que trataba de hacerme reír, pero se equivocaba completamente. No era ni el momento ni el lugar. Estaba preocupada por mi hermana. David al ver que lograba el efecto contrario al fin se puso serio y me aconsejó con cordura.

-Será mejor que salgamos fuera, aquí dentro no hay cobertura. Tú intentas localizar a tu hermana y yo a mi amigo, seguro que damos con ellos- dijo tratando de relajarme esta vez con mucha sensatez.

Una vez fuera y tras tres o cuatro mensajes a ambos móviles al final David logró contactar con su amigo Ramón. Al parecer estaban en el coche de Ramón. David me guió hasta ellos para poder reunirme con mi hermana. Por mi parte le iba a proponer retirarnos ya al apartamento de los “pas”, pero cuál fue mi sorpresa al comprobar que mi hermana aceptaba risueña la invitación de David y Ramón de tomar una última copa en el apartamento que ellos habían alquilado para esas vacaciones.

Comenzaba a amanecer, y la verdad yo estaba ya cansada y agotada, por lo que por no discutir subí al coche con tal de no caminar. Además tampoco quería dejar a mi hermana sola y comenzaba a tener demasiados remordimientos de conciencia como conciliar el sueño. Tenía muchas cosas que poner en orden en mi cabecita antes de regresar y tal vez algo más de tiempo en compañía de David lograse ayudarme a aclarar las cosas.

Ya en el viaje mi hermana se sentó delante con Ramón y yo atrás con David el cual no dejó de mirarme raro y de forma extraña durante todo el trayecto. Fue mirando por el cristal de la ventanilla viendo pasar las calles cuando me percaté de que había bebido algo más de la cuenta. Apenas recordaba lo sucedido en el garaje. No sé si como mecanismo de autodefensa, por las endorfinas segregadas, o por los efectos del alcohol. Pero por lo que deduje de las conversaciones en el trayecto todos estábamos un poco entonadillos. Sobre todo mi hermana a la que veía más risueña que de costumbre.

Al llegar al apartamento los chicos se apresuraron en preparar los diferentes combinados de copas, que si el whisky con coca cola de Ramón, que si el ron de mi hermana, el vozka de David y por supuesto mi gin tonic. Nos sentamos cada uno por donde pudimos en el salón y se puso algo de música mientras hablábamos. Yo me senté en el sillón, David enseguida se apresuró a sentarse a mi lado, mi hermana lo hizo en el suelo y Ramón en una silla. De ese rato solo recuerdo vagamente algunos instantes inconexos de la conversación. Sin duda el momento álgido de mi estado de embriaguez. Lo que si recuerdo es que durante todo ese rato mi hermana y Ramón no paraban de mirarse y sonreírse, como si supieran algo que yo no sabía. “Pues claro que lo sé. Os habéis enrollado sin mi permiso” musitaba en mi cabeza. Para colmo alguien encendió un porro, creo que fue Ramón. Lo recuerdo porque era la primera vez en mi vida que veía fumar a mi hermana marihuana. Por supuesto cuando me tocó el turno lo rechacé, bastante tenía con mantenerme despierta.

El caso es que yo comencé a quedarme medio adormilada, y entre vacíos temporales de mi mente recuerdo el momento en que mi hermana y Ramón abandonaron el salón cogidos de la mano. Lo siguiente que recuerdo es que David trató en vano de entablar conversación conmigo.

Me quedé dormida y ya no recuerdo nada hasta que…

Desperté tumbada en una de las dos camas que había en una pequeña habitación, lo que vendría a ser el cuarto de los niños en ese apartamento. Concretamente abrí los ojos en la cama más alejada de la puerta. Desperté alertada por los gemidos que se escuchaban del cuarto de al lado. Mi sorpresa al desperezarme del todo y comprobar que era mi hermana la que gritaba en el cuarto contiguo al son del ritmo que los muelles de la cama imponían. ¡Estaban follando!.

De repente me sentí triste. Nunca pude imaginar que mi amigo del alma de la infancia y mi propia hermana me estuviesen traicionando de esa manera. Y para colmo iba a ser testigo sonoro de su traición conjunta.

-Parece que tu hermana y Ramón se lo están pasando bien- interrumpió David mis pensamientos susurrándome al oído tan cerca, que pude sentir su aliento clavado en mi piel. Me sorprendió que él estuviera tumbado a mi espalda a pesar de haber dos camas.

-Eso parece-. Pronuncié resignada a los acontecimientos.

-¿No te alegras?- preguntó David como adivinando mis sentimientos.

-¿Debería?- respondí con otra pregunta.

-Bueno…, yo me alegro por Ramón, uno de sus objetivos al venir aquí de vacaciones era ese- dijo con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en su cara.

-¿Ah, si?- pregunté yo haciéndome la tonta.

– Con esos argumentos me convenció para venir aquí- respondió tan inocente como sincero.

-¿Y qué más te dijo?, ¿si puede saberse?- quise saber yo.

– Me dijo que veraneaba aquí cuando era chico con sus padres, que durante muchos años compartió juegos con dos hermanas. Me dijo que la una lo tenía todo, guapa lista, simpática… vamos que por lo que me contaba y conociéndolo se la había meneado en más de una ocasión durante mucho tiempo pensando en ella- se explicó.

-Pero que bruto eres- le pegué un pequeño manotazo por sus palabras soeces. Luego prosiguió explicándose.

-También me contó que la otra era algo más arisca, borde y que sobretodo tenía un pequeño defecto que no soportaba…- ahora dejó cierto suspense en sus palabras observando mi reacción.

-¿Y qué defecto se supone que tengo?- pregunté yo evidentemente enfada por cuanto me estaba contando.

-Me dijo que era tan morena que cuando era adolescente se le marcaban los pelos de las ingles una barbaridad incluso a través de la tela del bikini- concluyó para mi sorpresa en su exposición.

-¿Mientes?- me recosté de lado frente a frente para mirarlo a los ojos.

Debo recordar que la morena era mi hermana, yo soy rubia, y además era cierto que mi hermana tubo algunos problemas con la depilación en las piernas y en las ingles de adolescente antes de hacerse la definitiva.

– Ya te dije que Ramón se equivocaba- susurró David al tiempo que me acariciaba el brazo con la yema de uno de sus dedos a modo de complicidad. Ambos escuchamos claramente otro gemido de mi hermana proveniente del otro cuarto.

– Soy yo el que se alegra de que ahora Ramón esté en el otro cuarto con tu hermana, y me haya dejado con la más guapa de las dos- dijo zalamero sin dejar de acariciarme en el brazo de abajo arriba y de arriba abajo al tiempo que se sonreía pícaramente.

-Es una lástima que estés casada- pronunció ahora mirándome a los ojos interrogándome con la mirada hasta dónde sería capaz de dejarlo llegar sin dejar de acariciarme tan solo con la yema de sus dedos en el brazo.

-¿Por qué?- pregunté yo queriendo escuchar de su boca sus pretensiones.

-Pues porque si no lo estuvieras podría hacer contigo muchas cosas- lejos de explicarse pasó directamente a la acción y con la misma yema del dedo que antes me acariciaba en el brazo ahora se deslizaba por todo mi cuerpo, desde los hombros, pasando por las caderas, hasta llegar a mis piernas, una vez alcanzó el final de la tela de mi vestido quiso arremangarlo con la intención de desnudarme las piernas.

Por supuesto yo detuve su caricia y su mano.

-¡No!- pronuncié seria a sus intenciones. –Siiiiiiiiih- escuchamos por el contrario que anunciaba mi hermana desde el otro cuarto la proximidad a su orgasmo.

-Vamos Sandra, escucha a tu hermana- pronunció David al tiempo que mi hermana gritaba y gritaba muy próxima a su clímax.

-Oh siih, siiih, siiih- era evidente que Ramón la estaba matando de gusto.

-¿Acaso no te ha gustado lo de antes?- me preguntó con una incisiva mirada a mis ojos esperando una respuesta afirmativa.

No quise ni mentir ni afirmarlo, así que opté por callar.

-Eso es, siih, siiih, siiih, no pares, no pares ahora- alertaba mi hermana a gritos lo que bien podían ser mis pensamientos.

Mientras ambos nos detuvimos a escuchar lo que sucedía del otro lado de la pared mi casual compañero de cama pugnó de nuevo por subir la falda de mi vestido tratando de pillarme desprevenida, como a traición. Yo por supuesto detuve de nuevo su mano incursora.

-Recuerda que soy una mujer casada- le repliqué mientras contemplaba atónita como su mano desistía de subirme el vestido para acariciarme de nuevo por todo el cuerpo.

-Joder, siiih, siiiih, me corro, me corrroooh…- justo en ese momento escuchamos lo que seguramente sería el preludio de un orgasmo de mi hermana.

-Es una pena- argumentó David, -porque de no estarlo te comería enterita, te llevaría al cielo y a dar un paseo por las estrellas- y al tiempo que pronunciaba semejantes tonterías su mano se deslizaba acariciándome siempre con la yema de su dedo por todo mi cuerpo.

-Descubrirías tu verdadera naturaleza, de qué estas hecha por dentro- profería poético a media voz en plan seductor trasnochado.- De no estar casada experimentarías el mayor de los terremotos en tu cuerpo, la llamada de la selva, ríete tú de tu hermana…- esta vez su dedo ascendió rápida y sutilmente por mi cuello hasta alcanzar el lazo que sujetaba los tirantes de mi vestido. Hábilmente se deshizo del nudo tirando de uno de sus extremos, dejando que la tela resbalase por mi piel, desnudando mis pechos ante su vista.

Yo reaccioné cubriendo rápidamente los pechos con mis manos en una actitud algo ridícula por mi parte. Estaba claro desde un principio que ese era uno de sus objetivos nada más comenzar a acariciarme y al fin lo había conseguido. Yo lo miré angustiada. No sabía cómo reaccionar en esos momentos, si enfadarme o dejarlo, si recriminarle su osadía, o abandonarme a sus encantos.

-No te preocupes, no te compromete con nada que no quieras hacer-. Me dijo con una sonrisa que agradecí en esos momentos.

-Sandra- pronunció mi nombre fijando mi atención en sus labios. – No sabes lo feliz que me haces dejándome verte los pechos. Son preciosos, tan solo quería verlos una vez más- a pesar de toda su sinvergüencería y de toda su jeta, aún con todo y con eso, tuvo que tragar saliva para armarse de valor al pronunciar estas palabras.

Me hubiera gustado complacerle….pero yo…, no, no podía. No podía hacerlo. ¿Qué pensaría ese pobre muchacho de mi si le resultase tan fácil, tan dócil, tan sencillo?. ¿Qué pensaría mi esposo si se enterase de cuanto sucedía en esa habitación?, ¿y yo?, ¿cómo podría mirarme luego al espejo y no avergonzarme?.

-Déjame que te ayude- dijo David desarmando todas mi reticencias en un instante retirando mis manos a un lado hasta mostrarle lo que desde hacía un rato se venía empeñando.

Jadeé. Jadeé irremediablemente al contacto de sus manos que se acercaron abiertas de par en par para cubrir mis pechos. Tenía el rostro enrojecido y un calor insoportable por todo mi cuerpo. La humedad y el calor que manaba de entre mis piernas me hacían temblar de la excitación.

-¿Puedo? -preguntó David, agarrándose distraídamente de mis muñecas y apartándome las manos de su objetivo sin apenas obstrucción por mi parte. “¿Puedo?. ¿El qué?” me preguntaba yo inocentemente.

Cuando David me soltó de las muñecas, no intenté cubrirme los pechos de nuevo, sólo era capaz de observar en silencio las manos de David frotándolos suavemente, jugando con mis pezones en un estado tan erecto como desconocido para mí.

«Sandra, no deberías estar permitiendo esto, piensa en tu marido, en tu familia, en…», pensaba para mí embobada.

-Yo no, no, no debería estar…», quise manifestar mis reticencias en voz alta a cuanto estaba ocurriendo.

-Probablemente yo tampoco debería hacer esto- se adelantó David inclinándose hacia adelante, para probar primero un seno y luego el otro.

La suave succión de su boca haciendo que mis pezones hormiguearan, enviaban a mi cerebro pequeñas vibraciones en todas mis terminaciones nerviosas de la zona junto con el calor que fluía de abajo. Alzando la cabeza, se acercó y apartó a un lado definitivamente los tirantes del vestido desnudando mis hombros. Acto seguido pude sentir sus manos recorriendo todas las partes de mi cuerpo.

“¿Le había dicho que se detuviera cuando me preguntó?. ¿Por qué no lo había hecho?”. Pensé en lo que debería haber dicho y no dije. “Oh. En realidad no había dicho que se detuviera, sólo que no debería estar haciendo esto. Tonta” me dije porque sin duda ya lo sabía y no lo había detenido. Era un lío en mi cabeza.

De repente sentí algo que me rozó las piernas, miré hacia abajo y suspiré presa de la excitación. Mientras había estado preocupada, él había deslizado sus manos por debajo del vestido hasta alcanzar a rozar con su mano el epicentro de todo mi calor en esos momentos. ”Joder no, me está tocando en todo el chocho, está haciendo conmigo lo que quiere” pensé mientras me dejaba hacer. “Tienes que detener esto, y detenerlo ahora».

-Para ya, no puedo- dije incorporándome de súbito de la cama tratando de alcanzar la puerta para abrirla y salir de allí corriendo.

La mano de David me detuvo mientras trataba de girar el pomo de la puerta, y me volteó de espaldas a la pared antes de que pudiera hacer nada.

-¿No irás a molestar a tu hermana ahora?- me preguntó mientras los dos escuchábamos como gritaba escandalosamente junto con los jadeos apagados y acompasados de Ramón. El sonoro orgasmo de mi hermana evitó que pudiera pensar con claridad. Traté de anudarme de nuevo los tirantes del vestido en un lazo a mi nuca en intento por vestirme y adecentarme, pero David aprovechó que tenía las manos ocupadas para robarme un beso en los labios. El condenado lo sabía, sabía que besaba bien y que me atrapaba con sus besos. Yo también lo sabía, sabía que debería estar luchando contra él, gritando y corriendo, y en cambio, me sentía caliente y sonrojada sin poder hacer nada por evitarlo.

Las manos de David me rodearon por el cuello, y anticipándose una vez más a mis negativas deshizo el inestable nudo que apenas unos instantes antes trataba de tensar, luego tiró de mi vestido hacia abajo. Experto luchador en este tipo de combates logró hacerlo sin apenas enterarme de su maniobra, pero sin haberme dado cuenta siquiera de que me había desnudado casi por completo. Me quedé en tanga expuesta ante él contra la puerta de la habitación, y solo acerté a taparme inocentemente mis pechos.

Recuerdo la mirada que me lanzó David de arriba abajo.

«Eres hermosa, Sandra» pronunció suavemente a la vez que se arrodillaba a mis pies. Estaba claro que su objetivo esta vez no eran mis pechos. Yo cubría un frente y la batalla estaba en otro.

Me quedé allí, avergonzada, sonrojada, sintiéndome caliente, sabiendo que estaba llegando demasiado lejos. Debería vestirme y huir de allí. Mi marido no se merecía eso, aunque puede que yo sí lo necesitase.

Las manos de David se aferraron a los laterales de mi tanga, tiró de las costuras laterales y deslizó mi única prenda hasta media pierna. Mi desnudez quedó suficientemente expuesta ante su vista, justo a la altura de sus ojos.

David pudo contemplar mi pubis arregladito, por los ojos que puso le llamó la atención la fina tira de pelillos que decoran esa parte de mi cuerpo. Me excitaba su mirada lujuriosa hacia mi sexo. Al menos, ahora se había detenido y sólo me tocaba con los ojos. Yo me cubrí inocentemente tratando de evitar su mirada. Me agarró por las muñecas y me apartó las manos a los lados. No hizo nada, solo mirarme y mirarme mientras se relamía.

Mi prenda me traicionó y comenzó a resbalar lentamente por mis muslos, yo misma arqueé una pierna y luego otra para que esta cayese definitivamente al suelo. Ahora si estaba completamente desnuda ante los ojos de ese extraño que para mí desesperación no hacía otra cosa sino que observarme y contemplarme excitada.

Hubiera preferido que se abalanzase sobre mi, que me devorase o que incluso me forzase. Cualquier otra cosa antes que exponer mi pasividad y por tanto mi permisividad implícita.

David acercó su cara a mi sexo. Inhaló una fuerte bocanada de mi aroma más profundo y dijo:

.- Joder que bien te huele cabrona- recuperando ese punto soez barriobajero que sacaba a veces y al que ya me tenía acostumbrada, y dicho esto hundió de nuevo su cara entre mis piernas para deleitarse de nuevo con el olor de mi sexo.

.-No, para por favor …nnnoooohhh- pero justo mientras pronunciaba estas palabras pude sentir su lengua recorriendo mis labios más íntimos de abajo arriba, tratando de abrirme en dos, de separarme con su lengua, por eso no pude terminar la frase.

-Sabe de puta madre- pronunció antes de intentar la incursión de su lengua en una segunda pasada.

-Uuhhmmm- otro gemido inevitable se escapó de mi boca al tiempo que David acomodó una de mis piernas sobre su hombro para hacerse camino. Mi sexo quedó justo a la altura de su boca. Sin darme tiempo a reaccionar hundió su cara una vez más entre mis muslos y me lamió a su antojo cuanto quiso y por donde quiso.

Pude sentir su lengua recorriendo una y otra vez mis labios vaginales de abajo arriba y de arriba abajo. Una vez bien abiertos rebuscó con su lengua entre mis pliegues hasta localizar mi clítoris. Cuando mis gemidos le hicieron saber que lo había descubierto se dedicó a jugar con él. Primero chupaba succionando, luego tililaba con su lengua a un lado y a otro. Lo rodeaba, lo mordía, lo aprisionaba entre sus labios, me torturaba de placer sin descanso.

Tuve que agarrarme a su pelo para no caer, mi cuerpo temblaba del placer que me provocaba, comencé a gemir en voz alta sin remedio y sin miramientos. Mi marido nunca me había practicado sexo oral de esa manera y sin quererlo estaba a punto de alcanzar un inusitado orgasmo. Siempre creí que ningún hombre sería capaz de proporcionarme un orgasmo mediante sexo oral, creía que eran exageraciones y mitos del mal educador porno, pero ahora empezaba a estar convencida de lo contrario. Claro que era posible y estaba a punto de conseguirlo cuando…

David se incorporó del suelo sorprendiéndome. Tuve que agarrarme a él para no caer, la pierna que instantes antes descansaba sobre su hombro apenas lograba sostenerme en pie. Mi pecho parecía salirse de mi cuerpo cuando su mirada se dirigió de nuevo sobre ellos. Pensé que se abalanzaría de nuevo a lamerme los pezones hasta hacerme perder de nuevo el control, y contrario a todo cuanto pensaba me cogió de nuevo una vez más por la muñeca y guió mi mano hasta su entrepierna. Inevitablemente acaricié su miembro por encima del pantalón. Traté de retirar mi mano medio ofendida medio sorprendida.

-¿Qué crees que estás haciendo?- pregunté mostrando ciertas reticencias.

-Bueno, si yo te estaba tocando a ti, parece justo que tengas la misma oportunidad de tocarme- Y para ponérmelo más fácil se deshizo de sus pantalones. Lo hizo como dice la canción “despacito”, sin dejar de mirarme. Sabedor del influjo que ejerce su tamaño a la vista de cualquier mujer, y en esos momentos yo era una mujer cualquiera, muy cualquiera. Pude apreciar que tenía una erección considerable bajo sus bóxer negros.

Reconozco que lo observaba con cierta fascinación. Pocas o en ninguna ocasión había podido ver a otro hombre en calzoncillos que no fuera mi marido, así tan de cerca y natural. De nuevo me pareció un bulto el que ocultaba bajo los pantalones bastante impresionante, recordando lo sucedido en el rincón del garage extendí la mano para acariciarle atraída por un instinto que no lograba reconocer.

Nada más tocar su miembro pude notar como su polla daba un respingo aún por debajo de la tela a mi contacto.

Mi boca se abrió de la impresión, aturdida aún David aprovechó para besarme en los labios. Así mientras nuestras lenguas jugueteaban en el interior de nuestras bocas, mi mano le sobaba el paquete por encima de los boxers al tiempo que las manos de David jugaban de nuevo con mis pechos. Un suspiro retomó a mi boca desde mi interior evidenciando que estaba disfrutando.

A lo que quise darme cuenta estaba jadeando y suspirando de placer. Si bien al principio las manos de David se centraron en acariciar mis pechos, al cabo de un tiempo me acariciaban por todas partes. Yo en esos momentos estaba abandonada a cuanto experimentaba.

Entre besos y caricias David me guió sin darme cuenta hasta situarme de espaldas al borde de la cama. Le bastó empujarme levemente para que cayera encima de la cama como un saco de patatas. Yo me reí por su gesto y en mi sorpresa, antes de que pudiera dejar de reírme, David aprovechó para tumbarse encima. Me cubría con su cuerpo al tiempo que con una maestría inusitada separó mis piernas forcejeando ambos con nuestros tobillos. No tuve tiempo de reacción, a lo que quise darme cuenta estaba casi temblando. Estaba en llamas y todo era culpa suya. Miré como pude hacia abajo entre nuestros cuerpos tratando de ver nuestros sexos. Podía verme desnuda, abierta de piernas y ofreciéndome a él. No sé cómo describir ese momento.

“Esto no podía ser, yo…, ¿no?” trataba de negarme mentalmente a lo evidente.

De repente pude ver su miembro en erección, la punta de su polla asomaba escapando de la goma que la retenía bajo la opresión del calzoncillo y se rozaba por mi vientre. Entonces contemplé atónita la mano de David contraria a la que se apoyaba, asiendo su miembro y moviéndola hacia abajo buscando acomodar su pollón entre mis piernas antes de presionar con cierta timidez por entrar, como tratando de no lastimarme. Eso había sido un claro intento fallido por penetrarme. Lo intentó por segunda vez, esta vez se esforzó por erguirse reclinándose sobre su otro codo y sobre mi cuerpo facilitando la penetración, con la cabezota de su polla presionando firmemente contra mis labios vaginales.

“Joder, voy a hacerlo, voy a hacerlo justo aquí. Voy a dejarme follar por este tío”, tomé consciencia, sorprendida de lo que estaba a punto de suceder. “No, no podía hacer eso, ¿no? ¿Debería tratar de evitarlo”. Demasiado tarde…

Mis ojos se abrieron de golpe cuando noté que él ejercía la presión justa y sin compasión contra mis labios más íntimos, sintiendo al poco como se abría paso en mi interior con su polla y me dilataba por dentro, penetrándome, follándome.

Me mordí los labios para no gritar. Me la introdujo poco a poco, despacito, saboreando el momento, mirándome fijamente a los ojos en todo momento. Creí morirme mezcla de morbo, vergüenza y placer en un ahogado silencio.

Yo me sentía llena y eso que la penetración no había sido plena. David se retiró para volver a la carga de nuevo. En este nuevo intento alcanzó zonas inexploradas antes para mí. Hábilmente se retiró para proceder con una tercera y definitiva penetración. Esta vez si pude notar esa extraña sensación que es el roce de sus pelotas en mi perineo, lo que me hacía saber que el pequeño dolor que sentía cesaría en breves momentos. Estaba ansiosa por experimentar lo que ese pedazo de miembro podría provocarme con su tamaño.

Con una cuarta penetración su polla ya había dilatado mi interior. El quinto golpe de riñón fue firme y todavía más profundo. Luego vino un sexto y los siguientes. A esas alturas necesitaba comprobar con mis propios ojos como su polla desaparecía entre mis piernas. Sabía exactamente que traspasado ese punto ya no había marcha atrás, estaba entregada al momento. Iba a dejarme follar por otro hombre. David se regocijó al comprobar en mi rostro el placer que me proporcionaba con su polla. Tras unas pocas penetraciones más comenzó a moverse con cierto ritmo. De nuevo experimenté cierto dolor. Eso me llevó a abrirme aún más si cabe y a rodearle su cintura con mis piernas facilitándole así que me follase.

David se retiró mientras comprobaba la pequeña angustia que experimentaba reflejada en mi rostro y en mis ojos. Casi se sale, hecho que imposibilité aferrándome a su hermoso culo y siendo yo misma quien alzando mis caderas lo impidiese. Lo necesitaba dentro.

-¿Qué haces?. No pares- le supliqué con los ojos en blanco observando atónita como su polla desaparecía en mi interior.

David permaneció inmóvil dentro de mi regocijándose con mis movimientos desesperados. Ahora era yo la que movía las caderas desesperada auto follándome.

-Fóllame- susurré. Aunque mi orden realmente era una súplica.

-Fóllame, lo oyes, quiero que me folles- le supliqué en voz alta estrujando sus musculosos glúteos desesperada por que se moviese culeándome de nuevo.

David empujó firme y comenzó a moverse. Inevitablemente se me escapó un pequeño gritito en voz alta al que David respondió con otro empuje.

-Uhhhm, siiih- con cada embestida gemía cada vez más alto y profundo evidenciando el placer que estaba sintiendo.

David arremetía lenta y firmemente y yo trataba de moverme con él a pesar de estar debajo suya. Lo deseaba dentro de mí con todas mis fuerzas, quería prolongar ese momento, quería seguir así, y quería decírselo. Quería decirle que me gustaba como me sentía, pero tan solo podía gemir y gemir. Por el momento no quería acelerar las cosas todavía. Quería que eso durase el mayor tiempo posible. David estaba en un estado mental parecido. Era dulce y me sentía maravillosa. No dejamos de mirarnos a los ojos el uno al otro en todo este tiempo hasta que inevitablemente David se cansó de mantener su cuerpo erguido y se recostó por completo encima de mi cuerpo. Me besaba por todo el cuello, su lengua degustó el sabor de mi sudor cuanto quiso y por donde quiso. Me chupaba el lóbulo de la oreja, me besaba, me lamía el cuello, la garganta, y el escote. Pero me desesperaba con su cadencia. A esas alturas del coito, mi cuerpo necesitaba algo más de ritmo.

.-Más deprisa por favor, muévete más deprisa- le hice saber al tiempo que traté de marcarle el ritmo con mis caderas y clavándole mis dedos en sus glúteos. Él seguía a lo suyo, con un ritmo lento que a mí me desesperaba.

-Por favor David fóllame más deprisa- le suplicaba.

Empezaba a inquietarme, temí que el motivo por el que no aumentase la cadencia fuera que estuviese a punto de correrse. Me preguntaba porque no se aceleraba. Ya debería haber empezado a ir más rápido. Yo necesitaba algo más. Empecé a poner más empeño en la forma en que me movía para encontrarme con él, con la esperanza de darle una pista. David sintió el cambio y lo ignoró, dejando que las cosas siguieran como estaban. Podía verme cada vez más inquieta y quiso hacerme sufrir.

-Más deprisa por favor, fóllame más deprisa- le suplicaba angustiada entre gemidos.

David se deleitaba con mi urgencia y de repente aumentó el ritmo.

.-Eso es así, me gusta, me gusta, me gustaaaah- con el incremento de frecuencia me era imposible articular palabra, y de repente David dejó de moverse de nuevo.

-¿Pero qué haces?- lo miré desesperada.

-Quiero que seas tú quien me folle- pronunció al tiempo que se tumbaba él encima de la cama y me hacía gestos para que me montase encima suyo en plan amazona.

-Quiero ver cómo te mueves- terminó de decir a la vez que nos acomodábamos en la nueva postura.

En esos momentos no estaba para discutirle nada, tenía mis propias necesidades, así que muy a mi pesar me situé encima suyo. Hubiera preferido el convencional misionero. Resignada a una postura en la que seguramente experimentaría menor placer guié su polla hasta mis labios vaginales y me dejé caer desgarrándome yo misma por dentro y por fuera. Desde luego que las sensaciones eran distintas a con mi marido, el contacto visual era mayor y el roce en mis entrañas se sentía divino. Comencé a moverme.

-Joder que bien te mueves- pronunció al tiempo que dirigía sus manos a mis pechos comprobando cómo estos rebotaban en sus manos al ritmo de mi cabalgada.

Yo apretujaba sus manos entre las mías contra mis propios pechos para que estos no se balanceasen con el exagerado ritmo que impuse.

Tardé poco en cerrar los ojos y abandonarme a las sensaciones. ¿Placer?, ¿morbo?, ¿despecho?, no sabría cómo describir ese momento, tan sólo una palabra acudía a mi mente en esos momentos: orgasmo. Un orgasmo necesitado y urgente. Hacía mucho, pero que mucho tiempo, que no disfrutaba de semejante intensidad.

.-uhm, uhm, uhm- un gemido tras otro se sucedían de mi boca al ritmo de la cabalgada.Sin duda parecía una yegua desbocada, estaba totalmente entregada.

David no dejaba de mirarme y eso me excitaba aún más, me incitaba a exagerar mis movimientos y mis grititos de placer.

.-¿Te gusta?, ¿Te gusta ver como me muevo, eh cabrón?- le decía entre suspiros.

.-Te mueves muy bien, sigue, no pares- me respondía él obsesionado con el movimiento de mis pechos.

.-¿No está mal para estar casada eh?. Algo he aprendido de esto- le decía.

.-Para estar casada mueves el culo como las putas- me dijo. No sé porque en esos momentos sus palabras lejos de incomodarme me excitaron.

.-¿Ah siii?, ¿eso es lo que piensas de mi?, ¿que soy una puta?- le seguí en juego.

.-Anda deja de hablar y mueve el culo- pronunció al tiempo que me dió un par de cachetes en cada moflete del culo.

.-Splash, splash- resonó en la habitación.

.-Joder con mi hermanita, si ahora va a ser que le gusta el sexo duro- escuché con gran asombro que pronunciaba la voz de mi hermana en la misma estancia. Dejé de moverme de “ipso facto” y me giré para mirar en dirección a donde provenían las voces. Pude comprobar estupefacta como mi propia hermana y Ramón llevarían un tiempo observándonos desnudos bajo el resquicio de la puerta. Reaccioné botando sobre la cama, tapándome como pude con las sábanas y cubriendo mi cuerpo ante la presencia de tanta gente. Indudablemente me salí de Davíd y busqué refugio tras su cuerpo en la cama.

.-¡¡¿Pero que coño hacéis ahí mirando?!!!- les increpé desde la cama ocultando mi cuerpo y mi vergüenza ante la vista de los nuevos presentes, pero sobretodo de Ramón que me miraba con cara rara.

.- Caray con la mosquita muerta de la casa, pero mira que bien se lo está montando- pronunció mi hermana haciendo caso omiso a mis palabras y acercándose hasta la posición de David en la cama.

.-¡¿Qué haces?!, ¡¡vete!!, déjanos en paz- le grité a mi hermana al ver que se sentaba desnuda en nuestra misma cama en el lado de David. Debo señalar que en mi interior me sorprendía la actitud de mi hermana, que se exhibía sin ningún tipo de pudor ante David, y ante todos, peo sobre todo de David, quien por otra parte no dejaba de mirarla embobado.

.-Hola David- saludó mi hermana a mi ocasional amante sin dejar de mirarle la polla que todavía lucía relativamente dura entre las piernas del muchacho.

David que no se cortó un pelo, se giró hacia ella mostrando orgulloso su herramienta y observando embobado los pechos y la figura de mi hermana.

.-¿Puedo?- le preguntó mi hermana agarrándole la polla decida y comenzando a meneársela antes incluso de que el propio David le respondiese.

.-Claro-. Musitó David al tiempo que se dejaba acariciar embelesado por la situación. Observando tan atónito como yo como mi hermana lo pajeaba a una mano contemplando lujuriosa como el miembro de éste crecía entre sus dedos. Al principio le costó un poco de tiempo que adquiriera toda su dureza, al chaval se le notaba algo cortado por los acontecimientos, pero tras una decena de sube y bajas por parte de mi hermana enseguida se le puso de nuevo dura como una roca.

.-Joder que polla se gasta tu amigo- pronunció mi hermana mirando al otro presente en la sala: Ramón, que permanecía aún bajo la puerta observando toda la escena en la distancia.

.-Apuesto a que la estrecha de mi hermana no te ha chupado como te mereces esa pedazo de polla que te gastas- pronunció mi hermana en plan guarrilla sorprendiendo a todos los presentes, y antes de que David o yo pudiéramos responderle siquiera, se reclinó sobre el regazo de David y se metió de pleno su polla en la boca.

Indudablemente salvo mi hermana que era la única que parecía tener las cosas claras sobre lo que quería de esa noche, el resto estábamos todos que no nos creíamos lo que estaba sucediendo.

Yo miré a Ramón como exigiéndole con la mirada que detuviera a mi hermana en su locura, pero éste comenzó a menearse la polla en silencio observándolo todo con los ojos bien abiertos de par en par.

El tiempo se detuvo para mí en esos momentos, resultó hipnótico contemplar el cuerpo desnudo de Ramón masturbándose como si nada mientras observaba como mi hermana se la chupaba a su amigo. No podía creerlo, era real, era el cuerpo desnudo de mi amigo de la infancia, ese que en tiempos deseé perdidamente en sueños de adolescentes. Había madurado, ya no era un niño, sin estar exageradamente musculado estaba en forma, además el pelo que decoraba su cuerpo no era ni muy abundante ni escaso, justo, el adecuado para el cuerpo de un hombre, al menos como a mí me gustan.

Me devolvieron de mi ensoñación los sonidos guturales que mi hermana articulaba con la boca llena de la polla de David.

-Ven- le dijo mi hermana a David interrumpiendo su felación para incorporarse de la cama y tirar de su amante hasta ponerlo también en pie.

-Vamos a follar- pronunció ahora ante el asombro de todos los presentes recostándose sobre la cama de al lado e indicándole a David para que se tumbase encima de ella.

David que no salía tampoco de su asombro se abalanzó sobre mi hermana y comenzó a devorarla a besos por todas partes. La escena era inasumible para mi conciencia. Mi hermana estaba tumbada en la cama de al lado con el cuerpo de David entre sus piernas, abierta de par en par, rodeando las caderas de David con sus muslos, tratando de acomodarse al peso de su nuevo amante y agarrada a dos manos a las blanquecinas nalgas del hombre que la comía a besos dispuesta a follárselo en mis narices. David por el contrario no se creía su suerte, iba a metérsela a las dos hermanas en la misma noche, sin duda el sueño de cualquier tío, y se dedicaba a chuparle los pechos de manera frenética a mi hermana, dejando claro que estaba encantado con la idea de follar con las dos.

En esas estaba observando todo embobada cuando noté la mano de Ramón en mi hombro. No me había percatado casi de él y de su presencia en la misma habitación que los protagonistas, hasta que me acarició desde mi espalda.

Yo me volteé para sonreírle tímidamente, pero enseguida me giré de nuevo atraída por lo que sucedía en la otra cama. No me podía creer que el hombre con el que hacía apenas unos minutos me había dejado follar, yaciese ahora en la cama de al lado con mi hermana. Era imposible. Aquello no podía ser verdad. David debería ser consciente de lo mucho que había arriesgado por él, me había dejado arrastrar bajo sus encantos, había sido capaz de engañar a mi marido, de arriesgar la estabilidad de mi vida por él, y todo porque lo había hecho francamente bien hasta ese momento, porque supo aprovechar las circunstancias, porque había logrado hacerme sentir única y especial para él, y en cambio ahora descubría que solo había sido una más, un ligue que sumar a su lista, otra conquista. Ni tan siquiera eso, porque me había dejado a medias por mi hermana.

Estaba rabiosa, furiosa, consternada, enfadada,… pero sobre todo alucinada. De repente siento como Ramón se tumba a mi espalda también bajo las sábanas en la misma cama que yo y en el poco espacio que quedaba en el colchón detrás de mí.

-Déjame algo de sitio- fueron sus palabras tratando de meterse definitivamente en la cama conmigo.

Yo le hice algo de espacio con cierta desgana y resignación pues necesitaba contemplar sin perder detalle lo que ocurría en la cama de al lado. No creí que mi hermana fuera capaz de acostarse con mi amante y sin embargo estaba sucediendo delante de mis ojos. Nada más acomodarse Ramón a mi espalda comenzó a darme besitos por el hombro. Lo dejé hacer porque estaba siendo testiga directa de como mi hermana asía el miembro de David y lo guiaba hasta su coñito. David la penetró de un solo golpe.

.-Joder, sssssiiih- gritó mi hermana en un gemido intenso y profundo que inundo la habitación.

Ramón continuó dándome besitos sutilmente por el hombro y la nuca, gesto que acepté en un principio pensando que trataba de consolarme. Salvando cierta distancia Ramón y yo estaríamos en posición cuchara bajo las sábanas.

.-Menudo pedazo de polla que te gastas cabrón- se escuchó a mi hermana oculta bajo el cuerpo de David que bombeaba encima suya.

.-Eso, es así, muévete. Fóllame a mí, fóllame a mí- comenzó a gritar mi hermana algo más escandalosa.

Al no hacer ni decir nada estupefacta por lo que veía, Ramón interpretó mi pasividad como que podía ir un poco más lejos. Fue entonces cuando aproximó su cuerpo al mío y pude apreciar su polla dura clavada en mi culo al tiempo que casi por sorpresa Ramón comenzaba a acariciar uno de mis pechos desde su posición en mi espalda. Me dejó claro lo que pretendía. Sin duda estaba confundida, lo que en un principio pensé que era un gesto de consuelo por su parte como amigo, no eran más que caricias lascivas porque me animase a participar de la fiesta.

.-No- musité tan bajo que apenas debió ser perceptible a los oídos de Ramón, porque éste, haciendo caso omiso a mis reticencias deslizó su mano por mi vientre hasta alcanzar mis labios más íntimos. Sin quererlo y como por instinto, separé levemente mis muslos permitiéndole el acceso de su extremidad a mi entrepierna..

.-Si, si, siiiih- gritaba mi hermana en la cama de al lado.

.-No- susurré de nuevo contradiciendo mis actos y mis movimientos que facilitaban la intención de expontáneo amante.

Ramón no se lo pensó dos veces, separó hábilmente mis encharcados labios vaginales con sus dedos que enseguida desaparecieron dentro de mí. Tuve que cerrar los ojos cuando Ramón se entretuvo en moverlos en mi interior. Le gustó el calor que desprendía mi cuerpo y se dedicó a buscar el roce con mis paredes vaginales. Nada de dentro y fuera, al contrario, los movía siempre desde dentro. Otro estilo totalmente distinto, otras formas, otro hombre. Jugando, torturándome con su hacer tan distinto y placentero el mismo tiempo. Creo que encontró ese punto G que mi marido nunca supo encontrar. Al poco los sacó empapados de mi lubricación vaginal, para luego frotarme el clítoris y el resto del coño.

Yo me encogí y me arqueé varias veces a causa del gozo y de los espasmos que me provocaba con sus caricias. Retorciéndome en la cama literalmente de placer. En esas, no sé cómo Ramón rodó sobre mi cuerpo y se acomodó encima mío, abriéndome de piernas con su cuerpo sin apenas dificultad, apoyándose sobre uno de sus codos y separando nuestros cuerpos lo suficiente para contemplar atónita como a lo misionero colocaba la cabeza de su polla en la entrada de mi coño. La escena me resultó familiar, eso mismo ocurrió momentos antes con David.

.- Uhhhmmm- un gemido intenso proveniente de mi hermana en la cama de al lado me alertó de la realidad, de lo que estaba sucediendo en esa habitación.

Era todo un sin sentido. Una locura, una orgía. En esa misma habitación me había dejado penetrar por un desconocido como era David. Había sido capaz de follar, sí, eso es, con todas las letras de la palabra: f-o-l-l-a-r, con otro hombre que no era mi marido. En esa misma habitación ese hombre por el que había sido capaz de traicionar a mi esposo y mi vida entera, me traicionaba follando ahora con mi propia hermana, y de no impedirlo y para concluir, no sabía cómo ni porque, iba a dejarme penetrar por otro hombre distinto en la misma noche, no otro hombre cualquiera, sino Ramón, ese amigo inseparable de la infancia y con el que tanto soñé y me masturbé pensando en él en otros tiempos. Demasiado para mi tradicional educación.

.-Me corrrooo, me corrrooooh- gritaba mi hermana entre espasmos de placer.

Yo misma trataba de asimilar cuanto sucedía cuando Ramón me penetró tímidamente sólo con la puntita de su polla en mi interior y luego retrocedió un poco. Me miró a los ojos queriendo ver mi rostro, agachó la cabeza para mirar de nuevo hacia nuestros sexos, me volvió a mirar y volvió a mirar la unión de nuestros cuerpos. Acto seguido empujó de nuevo un poco más profundo y se retiró de nuevo. Siempre fijando su mirada en mi. En un nuevo intento empujó hasta el fondo forzando un gemido audible que surgió de mi interior. Mis brazos rodearon la espalda de Ramón y levanté las rodillas al aire abriéndome cuanto podía de piernas para facilitar el coito.

No os podéis ni imaginar lo cachonda que estaba en ese momento. Quise mirar hacia abajo para ver como era penetrada ahora por la polla de Ramón. Más blanquecina, mejor descapullada, gorda, distinta, sobretodo distinta. Le dediqué la más gratificante de las miradas que pude antes de besarlo. Me salió de dentro. Me recliné para juntar nuestras bocas, luego fue él quien se dejó caer encima mío. Me sentía bien al contacto de nuestros cuerpos, piel con piel, pecho con pecho, el estómago al estómago, y sentir su polla entre nosotros. Sin romper nuestro beso, deslicé una de mis manos para frotar mi coñito mientras sentía su polla entrando y saliendo de mi interior.

.-No sabes cuantas veces he soñado con este momento- me susurró Ramón al oído comiéndome la oreja.

.- Y yo- le correspondí también entre susurros.

.- Siempre he querido follar contigo- continuó hablándome al oído.

.-Ya- mascullé haciéndole ver que no me creía sus palabras lisonjeras. -¿Y mi hermana?- le pregunté.

.-Por si lo querías saber, follas mejor que tu hermana, además…- dejó cierto suspense en sus palabras.

.-Además ¿qué?- quise saber yo.

.-Tu estás mucho más buena- me dijo ahora.

.-Mientes muy mal- le reproché a pesar de que me gustaba cuanto me decía.

.- Que suerte tiene el imbécil de tu esposo- dijo ahora devorando mi cuello y mi escote a besos.

.-Nunca te calló bien ¿verdad?- le pregunté.

-¿Se me nota?- me preguntó.

.-Desde el día que te lo presenté- le respondí.

.-Es un idiota, no sabe tratarte como te mereces- me decía entre tiernos besos por todo mi escote.

.-Eso es lo que te pone ¿verdad?. Saber que estoy casada-le recriminé.

.-Me pone lo buena que estas- dijo esta vez mirándome a los ojos.

.- Anda calla y folláme- le dije hundiendo su cara entre mis pechos.

Sentí un profundo hormigueo por todo mi cuerpo cuando me chupó a conciencia los pechos, que se intensificó con cada embite de su cuerpo contra el mió. Me era difícil estimular mi propio clítoris de lo mojado y encharcadito que estaba. Mis dedos se resbalan sin poder atormentarme como quisiera.Ramón se recostó de nuevo sobre su brazo para conceder algo de espacio entre nuestros cuerpos y contemplar la unión de nuestros sexos. Yo también quise mirar, era como si los dos tratásemos de retener mentalmente ese momento. Nunca olvidaré la visión de su polla entrando y saliendo de mi conejito.

Para cuando alcé de nuevo la mirada pude contemplar el rostro enrojecido por el esfuerzo de Ramón que se deleitaba ahora con el balanceo de mis pechos al ritmo de sus embestidas. Ramón sostuvo y apretó mis tetas mientras yo seguía concentrada en mi carrera hacia el orgasmo. Mis caderas comenzaron a subir y bajar acompasando el ritmo que imponía Ramón. De esta forma podía sentirlo aún más y más profundo en cada golpe. No quería que esta increíble sensación terminara por nada del mundo, pero ahora estaba desesperada por alcanzar mi ansiado orgasmo. El mete y saca de Ramón se hizo más urgente y su ritmo aumentó más si cabe. Parecía un conejo moviendo su culo. Yo alzaba mi cintura hasta pegar con mis caderas en las suyas, juntando nuestra zona púbica, aplastando mi clítoris contra él y sintiendo su polla golpeando las profundidades de mi coño. Así una y otra vez.

.- Ohhh, siiiiih – pude sentir un primer espasmo de mi cuerpo recorriendo mi espina dorsal de abajo arriba y de arriba abajo. Esta vez Ramón disminuyó el ritmo para observar las muecas y gestos de placer en mi rostro. Pasé a ser yo quien se moviera debajo suya intensificando las sensaciones que poco a poco se extendían por todo mi cuerpo.

.-Siiih, siiih, siiih, me corrooo, me corroooohhh- grité mientras me convulsionaba en el orgasmo más increíble de toda mi vida. Mi mente se perdió en el placer que sacudió mi ser entero. Ramón me observó en mi orgasmo apostado sobre sus brazos a media distancia. Tras un par de golpes secos, profundos e intensos se salió de mi interior mientras yo me recuperaba y era él quien gemía ahora a media voz. Pude sentir su polla palpitar en mi interior justo antes de salirse y comenzar a derramar su esperma sobre mi vientre. Su expresión facial se congeló mientras su polla continuaba enviando chorro tras chorro de su semen contra mi tripilla. Ajenos a cuanto pasaba más allá de nuestros cuerpos estábamos cada uno encerrado en nuestra pequeña agonía de placer y posterior recuperación. Cuando ambos empezamos a recuperar la respiración escuchamos unos aplausos de la cama de al lado. Eran David y mi hermana que al parecer nos habían estado observando contemplando el espectáculo. Debieron de acabar antes, yo la verdad ni me percaté hasta ese momento de que había alguien más en la habitación. Estaban fumando un cigarrillo mientras nos contemplaban follar.

.-Caray con la modosita de tu hermana- argumentó David que parecía llevar una conversación mi hermana.

.-¿Es una fiera verdad?. Lo llevamos en los genes- le replicó mi hermana.

Yo por mi parte reaccioné tapándome con las sábanas molesta porque nos hubieran estado observando.

.-¿Quien crees que folla mejor, ella o yo?- le preguntó mi hermana a David haciéndole elegir entre las dos.

No podía creer que mi hermana le hubiese echo esa pregunta.

.- No sé, no lo tengo claro. Creo que debería repetir para decidirme- bromeó David rompiendo el hielo y la tensión generada por la preguntita de mi hermana.

.-No sé vosotras chicas pero para mí ha sido la mejor experiencia de mi vida- pronunció Ramón siguiendo con el buen rollito de la conversación.

.-Y que lo digas- se apresuró a contestar mi hermana.

.-¿Y tú?, ¿no dices nada?- me preguntó mi hermana directamente.-Apuesto a que el soseras de mi cuñao es un clásico en la cama- dijo metiéndose con mi marido.

.-¿Y tú que te sabes?- le recriminé ofendida.

.-Vamos chicas no hay porque enfadarse, estoy seguro de que lo que ha pasado en esta habitación es la mejor experiencia sexual de todos- argumentó Ramón tratando de poner paz entre las hermanas.

.-¿No es así David?- le preguntó Ramón a su amigo.

.-Así es. Esto hay que celebrarlo- dijo al tiempo que se levantaba a preparar unos combinados.

Ramón enseguida se ofreció a ayudar a su amigo. Mi hermana y yo permanecimos tumbada cada una en una cama obervando el cuerpo desnudo de esos dos hombres mientras nos preparaban el ron con cola a mi hermana y mi gin tonic.

Luego estuvimos hablando y recordando viejos tiempo y anécdotas todos desnudos por el cuarto. Yo fui la primera en quedarse dormida. Nos despertamos por una llamada de nuestro padre al móvil de mi hermana preocupado por la hora que era y nosotras sin aparecer por casa.

Mi hermana le dijo a nuestro padre que íbamos en enseguida, y es por eso que nos arreglamos medio en silencio y a toda prisa dejando a los chicos durmiendo no sin antes hacerles una foto con el móvil. Ambos dormían desnudos con el culo al aire tentando la cámara de mi hermana.

Besos,

Sabrosissima

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