Nunca me imagine terminar en un trío con mi hermana
Introducción – Fran y Sonia
Eran casi las cinco de la madrugada, y Fran conducía hacia casa sabiendo que no sólo tendría que darle explicaciones a su mujer de qué había estado haciendo aquella noche, sino que además no iba a casa a dormir sino a cambiarse la ropa y ducharse para acto seguido ir a trabajar. En su cabeza se cruzaban sentimientos encontrados: el remordimiento de la infidelidad por un lado, y el placer del sexo más salvaje por otro. Fran era consciente que lo que había pasado aquella noche supondría, con casi total seguridad, la noche de sexo más loca que tendría nunca. Desde luego, nunca había hecho nada que se le pareciera remotamente antes.
Tomando los últimos giros de camino al parking, en las pausas de los semáforos, abría una y otra vez aquella conversación de WahtsApp con Elena en la que el último mensaje, de hacía escasa media hora, decía: «No nos sintamos culpables por esto… simplemente pasó. Olga quería probar con un hombre y nos has ayudado. Nada más que eso importa. Que quede todo esto en una noche, y nos lo guardemos para nosotros.».
Llegado ya a casa, Sonia le esperaba despierta. «¿Se puede saber dónde has estado? Y sin avisarme, en todo éste tiempo», le dijo a Fran nada más cerré la puerta. Fran intentó explicarle que había estado junto con Raúl contra Elena y Olga en una pachanga de padel. Y realmente es cierto, a todos les gustaba el padel y solían jugar juntos de vez en cuando. Sonia entendía eso, pero no entendía cómo unas cervezas después del partido habían acabado con Fran llegando a las tantas de la madrugada. Ahí, para salir del paso, Fran dijo que después del partido y ya sentados en el bar, a Olga le había empezado a doler el pie, que habían ido a urgencias y que les habían mandado de una consulta a otra y habían tardado bastante tiempo entre atender a Olga y hacerle una radiografía. Sonia no estaba muy convencida, y eso a Fran le chocaba porque aunque no fuera verdad (y él lo sabía), su mujer nunca había desconfiado de nada de lo que él le había dicho. Nunca. Mientras se ponía la camisa y la corbata, Fran hizo un último intento con Sonia:
– Mira cariño sé que lo podría haber gestionado mejor, que podría haberte dicho algo más que un simple mensaje de «Llegaré tarde, luego te cuento, no te preocupes cariño vete a dormir». Lo siento mucho de veras. Pero Olga es la novia de Elena, y no voy a dejar a mi hermana y a su novia que no tienen carné cogiendo un taxi para ir a un sitio donde las podía acompañar – sentenció Fran.
Sonia asintió con la cabeza, dejando que Fran se fuera tranquilo al trabajo. Pero sabe que le mentía. Y es que Fran no era la persona más cuidadosa del mundo, pero tenía una marca en el cuello que Sonia había visto desde el primer momento en que le abrió la puerta.
Introducción – Elena y Olga
Una semana antes de que sucediera todo, Elena y Olga pasaban el domingo en casa… y de qué manera. Era el cumpleaños de Olga, y no cualquier cumpleaños puesto que cumplía treinta. Después de una noche loca de celebración con amigos, Elena le había preparado el día ideal: tranquilidad en casa, y muchos muchos mimos. Elena había despertado a Olga comiéndole el coño, y habían pasado toda la mañana tumbadas en la cama. La comida estaba encargada: un sushi take away perfecto para no pasar tiempo en la cocina y aprovechar para ver alguna serie o peli. No obstante, Elena no imaginaba que no todo en ese día iba a ser felicidad. Olga, a mitad tarde, sorprendió a Elena diciéndole, sin previa insinuación:
– Cariño, tenemos que hablar de una cosa que si no te cuento me vuelve loca – comentó Olga.
– Ehh sí, dime – dijo Elena tajante a la par que confusa.
– Hay algo en nuestra relación que creo que no va bien – confesó Olga, que vió pronto como la cara de confusión de Elena se transformaba en dolor por lo que estaba oyendo – espera espera cariño, déjame explicarte. Llevamos tres años perfectos juntas, he crecido como persona contigo y quiero estar contigo mucho más tiempo juntas, pero hoy cumplo treinta años y me he estado planteando cosas. Cosas que siento y que quizás no he sido lo suficientemente atrevida como para contarte. Cosas que no quitan lo mucho que te quiero y las ganas que tengo de que estemos juntas.
– Olga, me tienes muy confundida, ¿qué te pasa? Lo que tenga que ser, dímelo ya – suplicó Elena, con los ojos humedecidos.
– Quiero tener sexo con un hombre. Y sé el hombre con el que quiero tener sexo, porque me atrae un hombre en concreto. – soltó Olga – Pero quiero tener la experiencia contigo, quiero que estemos las dos juntas. Y sólo si tu quieres. Quiero quitarme el gusanillo, será una vez y no más.
Elena se levantó, cogió el vaso de agua y lo bebió de un sorbo. Se volvió a sentar:
– A ver si me entero, quieres serme infiel enfrente mío y encima con un hombre, cuando somos pareja desde hace tres años y pensaba que tu época de gustarte los hombres ya había pasado. ¿Ya no estás contenta conmigo, quieres dejarme y volver con chicos? – dijo Elena, que con su voz parecía suplicarle a Olga que fuera muy precisa y rápida en lo que quisiera decirle.
– Mira, no sé las consecuencias que va a tener esto, pero quiero ser muy sincera contigo cariño: te quiero y no quiero dejarlo contigo. Quiero que sigamos juntas, pero quiero que el sexo en nuestra relación no sea cerrado a nosotras. O al menos intentar ver cómo nos iría, y luego volvemos al punto de partida. – comentó Olga.
– Cariño, sabes que éste tipo de cosas no suelen funcionar… si lo intentamos, nunca volveremos al punto de partida. Si de verdad quieres intentar otras cosas, lo mejor que puedes hacer es dejarme. – dijo Elena – Además, ¿has dicho que sabes con qué hombre quieres acostarte? Eso es que lo conoces, pues simplemente ve a por él y déjame en paz.
– Cielo, Elena, no es tan fácil… necesito que estés conmigo en ésto, no voy a ir a por ese hombre si tú no lo sabes. Y quiero continuar con lo nuestro… el hombre con el que me quiero acostar es Fran – espetó Olga.
– Como… qué Fran, a qué Fran te refieres… – balbuceó Elena.
– Al Fran que te imaginas… quiero follar con tu hermano. Y quiero que juguéis los dos conmigo, nada entre vosotros, sólo tú conmigo y él conmigo. Te parecerá loco, pero él me mira… y mi instinto sabe que es un chico que sería capaz de ser infiel por mi cuerpo. Noto en sus ojos una mirada animal… sé que puede suceder – soltó Olga, liberándose ya de todo lo que tenía que decir.
El pre-partido
El día en que todo pasó, Elena y Olga se disponían a salir de casa. Olga había dejado un condón encima de la cama, un tanga rojo, una máscara veneciana, un sujetador rojo y unas medias estilo lencería erótica. Elena paró a Olga a la altura de la puerta, y le dijo:
– Voy a hacer esto porque te quiero y no quiero perderte, pero va a ser una vez y ya está. Si no lo consigues, continuamos y olvidas esto. Si no puedes olvidarlo, lo dejamos. y si lo consigues sientes que no te ha saciado la curiosidad y te gustaría repetir una experiencia parecida, también lo dejamos. Que lo de hoy suceda sólo hoy y no vaya más allá… pase en la dirección que pase – comentó Elena – ¿Me lo prometes?
– Te lo prometo cariño… no sé qué pasará pero sólo sé que nunca te engañaré, y que he ido de cara contigo con todo esto porque no soportaría hacer algo que tú no supieras. Y de verdad valoro muchísimo que me des ésta oportunidad, sé que es algo puramente mío, pero no puedo evitarlo… te quiero de veras – dijo Olga mientras le daba un beso en la mejilla a Elena y la cogía de la mano.
Llevaban desde el domingo anterior, desde el día del cumpleaños, una semana exacta sin tener sexo. El ambiente enrarecido no había ayudado, pero Elena estaba demasiado enamorada de Olga como para cortar con ella, tenía demasiadas ideas y planes de futuro y tenía demasiado miedo como para romper todo y empezar de cero. Así que se dijo a ella misma, ante su indecisión y miedo a tomar acción alguna, «pasa por ésta noche como sea y luego ya verás que hacer…».
– Sólo te pido una cosa Olga… – comentó Elena – Inténtalo con Raúl y no lo intentes con Fran.
Olga, sin decir nada, abrió la puerta del piso, cogió la maleta de padel e invitó a Elena a salir.
El post-partido
Los platos de tapas amontonados uno encima de otro y las cervezas vacías difícilmente se contaban con los dedos. De cháchara, Fran y Raúl presumían de haber apalizado a Elena y Olga.
– Vosotros lleváis más tiempo jugando que nosotras, seguro que con medio año de práctica somos mucho mejores de lo que érais vosotros – comentó Olga, devolviéndose a los chicos y chinchándoles.
– Venga va, lo que cuenta es lo que cuenta, no busques excusas Olga… – comentó Fran burlescamente.
– Pues venga, os invito a ésta pero si en la próxima ganamos tendréis que invitar vosotros – dijo Olga mientras levantaba el brazo y le pedía otra ronda más al camarero.
– Olga, pero si llevamos ya siete rondas, ¡quién pilla el coche luego! – exclamó Fran con una sonrisa borrachilla en la cara – Tú Raúl porque todavía vas en metro, pero yo voy en coche.
Elena estaba hiper nerviosa. Veía cómo Olga estaba marcando descaradamente su escote y cómo su hermano no dejaba de mirárselo. «Los hombres son híper simples, increíble», pensaba Elena. Después de habérselo pedido veinte veces, no tenía dudas que Olga no iba a por Raúl y que sólo se conformaba intentando seducir a su hermano, así que se temía lo peor.
La conversación fue avanzando, ya eran las once de la noche y los del bar nos miraban con una cara como que querían irse a su casa y descansar. Olga se levantó y pagó la cuenta «invitamos tu hermanita y yo», dijo con sonrisa amplia. Tres cifras, y Elena pensando por dentro que aparte de loca, les iba a hacer un agujero en la cuenta.
– Oye chicos yo madrugo mañana, me voy pirando a casa… jugamos una en un par de semanas máximo, invitamos nosotros eh Fran, ¡pase lo que pase! – Exclamó Raúl mientras cogía la mochila de padel y consultaba el horario del metro en el móvil.
– Yo no sé si estoy para coger el coche la verdad… – comentó Fran, que se tocaba la cabeza mientras veía que era tardísimo y que él también madrugaba al día siguiente.
– Vente con tu hermana y conmigo un rato a casa y te tumbas en el sofá… y en un par de horas se te pasará – le dijo Olga mientras le mostraba las llaves. Aunque Fran vivía a media hora en coche, las pistas de padel estaban cerca de donde Elena y ella vivían.
Fran se convenció que era la mejor alternativa y, yendo hacia casa de Elena y Olga, escribió un mensaje a Sonia, su mujer. «Llegaré tarde, luego te cuento, no te preocupes cariño vete a dormir», escribió. Mientras caminaban hacia allí, Elena negaba disimuladamente con la cabeza haciéndose sabedora que todo indicaba que iba a suceder. Que iba a pasar por aquel trago (bueno, malo… lo vería en su momento). Llegando a casa, Elena dijo que tenía mucho sueño y que se iba a la cama (conforme al plan establecido), así que Fran fue directo al sofá a tumbarse con la sorpresa que, mientras Elena marchaba hacia la cama, Olga iba con él y cerraba la puerta del comedor.
El sofá
– ¿No tienes sueño Olga? – Comentó Fran mientras se quitaba las zapatillas, con la confianza que te da haber estado decenas de veces en aquella casa.
– Nada, creo que el alcohol me ha desvelado un poco… a veces me pasa, que parece que da sueño pero me desvela – comentó Olga – ¿Quieres que hablemos un rato?
La conversación transcurrió hablando de cómo había pasado Fran las últimas semanas, a nivel de trabajo, de amigos en común (Olga, Fran y Elena habían ido al mismo instituto) y cómo le iba su vida como casado, recién estrenada hacía seis meses. «Bien, con mucha ilusión, una nueva etapa con la chica de mi vida», comentaba Fran (haciendo referencia indirecta al hecho que Sonia había sido su amor desde la adolescencia, llevaban 12 años juntos de hecho) mientras Olga sonreía viéndose con el poder de romperle a Fran su vida con tal de satisfacer sus deseos. De la vida de Fran pasaron a la de Elena y Olga, y de ahí a recuerdos aleatorios de una infancia que en parte compartían.
– Lo que me sorprende Olga es cómo pasaste de salir con Pedro para comenzar a salir con mujeres – comentó Fran, un comentario que hacía repetitivamente con Olga. Pedro y Fran habían sido bastante amigos, y para Fran fue un poco ‘shock’ que Olga lo dejara con él por comenzar a acostarse con mujeres.
– Las vueltas que da la vida… lo que me pedía el cuerpo en ese momento, pero hay cosas que todavía echo de menos de Pedro… – dijo, dejando la frase entrecortada y levantándose para ofrecerle a Fran una cerveza más de la nevera – La última, lo prometo – comentó riéndose, sabiendo que estaba recurriendo al ABC de cómo seducir a un chico.
Con las cervezas en la mano, Olga fue un momento al dormitorio. Allí estaba Elena sentada en la cama, nerviosa, moviendo la pierna…
– Elena, estoy ya cerca. Vístete y prepárate – le dijo Olga, ya en pijama mientras miraba a Elena y a las prendas eróticas que habían dejado en la cama antes de marchar.
Volviendo ya hacia el comedor, Olga notó lo poco que tardó Fran en posar su mirada contra los muslos y el escote tan descarados que le marcaban ese pijama que se había puesto.
– Toma, tu cerveza. No te importa, ¿no? Me he puesto un poco cómoda – le dijo, con una sonrisa cada vez más pícara.
– Para nada, mejor quitarte la ropa de deporte que molesta un poco – comentó Fran, saliendo del paso pero sin saberlo, dejándole a Olga el comentario a huevo.
– Pues quítatela tú también si quieres… – comentó Olga, seca, dejando a Fran roto por el comentario inesperado.
– Olga, ¿estás un poco bebida no? Anda tira con Elena que es tarde… – dijo Fran, pensando en que aquello tomaba una pinta que no le gustaba un pelo, porque se conocía.
Olga, en ese momento, se tiró cerveza encima de la camiseta del pijama, dejándola totalmente húmeda y transparentando así sus pechos y sus pezones (obviamente no llevaba sujetador), totalmente empitonados.
– Tablas, por si te sentías que ibas a quedar en inferioridad – dijo Olga mientras se subía parcialmente la camiseta.
Fran se incorporó, se echó las manos a la boca, dio un paso adelante y atrás… se le estaba yendo la cosa de las manos. «Mira, yo…» empezaba a decir, en el preciso momento que Olga acababa de subir su camiseta completamente y le mostraba sus pechos grandes y bien colocados.
– Olga, creo que estás equivocando. Dejémoslo aquí, en serio. – Comentó Fran, caminando hacia la puerta.
Olga se interpuso en su camino, y le puso la mano en el paquete, totalmente erecto, como era de esperar:
– Hay algo aquí que no piensa lo mismo que dice tu boca – le susurró Olga al oído, mientras comenzaba a exprimir su paquete, buscando activar todavía más la polla de Fran – sabes, me ha vuelto el mono de estar con un chico últimamente, y tú eres el que más me pone de los que conozco… y sé que te pongo a ti – decía Olga, sacando la lengua, totalmente leona.
– Mira Olga me conoces bien, conoces a mi mujer, fuiste a mi boda… no me pongas en ésto, por favor… – suplicó Fran, que se veía ya derrotado ante sus instintos – además, soy el hermano de tu novia, no le hagas esto a ella por favor, me duele más por ella que por Sonia…
Creo que Elena no está muy preocupada por esto… ya verás, ven – Dijo Olga mientras cogía de la mano a Fran y lo dirigía al pasillo que lleva a su habitación.
Antes de abrir la puerta de la habitación, se quitó el pantalón del pijama, dejándola solo en tanga. Fran no podía dejar de mirar su cuerpo, desde el instituto hasta la última pachanga de padel de hoy. Se tocaba ligeramente la polla en el pantalón, que cada vez notaba más apretado. Estaba cachondísimo, a punto de perder los estribos. Y por supuesto, totalmente desconcertado por lo bizarro de la situación, convencido que algo de real tenía lo que estaba viviendo más allá de las cervezas y la borrachera.
Olga abrió la puerta, e hizo un gesto a Fran para que entrara. Cuando entró, cerró la puerta. Le encerró. Fran miró la puerta, intentó abrirla, notó como Olga hacía fuerza para que no abriera la puerta de nuevo. Cuando Fran giró la cabeza, no creyó lo que estaba viendo:
– Vamos a jugar con Olga tete… vas a ver lo putas que somos. – decía Elena, vestida con una máscara veneciana, un sujetador rojo y unas medias eróticas que le transparentaban todo el vello púbico – No te puedes imaginar lo putas que somos – repetía Elena, jugando el papel que tenía que jugar para salvar su relación con Olga, pero también poseida por la situación… metida en el papel.
Jugando con Olga
Fran no creía lo que estaban viendo sus ojos. Su hermana estaba a cuatro patas en la cama de su cuarto, vestida como una stripper, invitándole a jugar con su novia. Estaba claro para Fran ahora que le habían tendido una trampa y que quería un trío. Pero lo que desconcertaba era la actitud de su hermana, tímida y lesbiana de siempre. Y que era su hermana, joder. Qué mal que estaba eso.
– Sé lo que piensas hermanito… vamos a jugar con Olga y ya está. Tiene curiosidad por probar contigo. Y yo quiero verla jugando con un hombre. Nada más. Ya verás que lo pasamos bien. Desnúdate venga, y hago que pase – le dijo mientras guiñaba el ojo y le daba espacio en la cama para que se tumbara en ella.
Fran no sabía si sentirse todavía más confuso o reconfortado, pero al menos tenía claro que su hermana no quería sexo con él, parecía que quería compartir Olga con él…
– ¿Esto es una especie de trío entre tú y Olga? Elena, conoces a Sonia… – comentaba Fran, con vergüenza pero ya mostrando en lenguaje no verbal su determinación de tirar hacia adelante, dado que se estaba bajando el pantalón y quedándose en boxers. Su hermana ni le miraba, muerta de la vergüenza, mientras él se desnudaba.
– No te preocupes por Sonia… nada de esto tiene que salir de aquí. Relájate y disfruta. Lo que vas a ver entre Olga y yo te va a dejar flipando. – Le dijo Elena, soltando una media sonrisa, mientras seguía mirando hacia la pared – Qué bizarro todo… ¿ya listo?
– Sí, listo… – comentó Fran, mientras Elena se levantaba, yendo hacia la puerta para buscar a Olga.
Mientras se dirigía a la puerta, Fran miró el culo de su hermana moviéndose. A diferencia de Elena, él había mirado a Elena de arriba abajo. Nunca la había visto así, y sin pasarle nada por la cabeza no podía negar que su hermana tenía un auténtico cuerpazo… morenita de piel, pechugona pero no gorda, pelo hasta la cintura, culo respingón, tetas generosas, de hecho le intuyó un coño sin rasurar, pero bien arreglado.
Elena abrió la puerta, y se encontró a Olga ya sin el tanga. Elena y Olga empezaron a enrollarse en la puerta, morreándose locamente, frotando las manos mutuamente por el cuerpo, tocándose los pechos, acariciándose las mejillas, mirándose fijamente… queriéndose comer, alternando ternura con el espíritu salvaje.
– Sácate la polla y disfruta, no seas vergonzoso – le dijo Olga riéndose, mientras cogía la teta izquierda de Elena y le comía el pezón, poniéndola contra la pared de la entrada de la habitación – ¿Habías visto a dos chicas montárselo entre ellas en persona? Bueno déjame, no voy a ser más cabrona de lo que he sido porque sé que llevas toda la vida con Sonia, así que no. Ella es tan frígida que nunca se lo montaría con una chica.
Olga se arrodilló ante Elena y le sacó las medias eróticas, dejando todavía su máscara y su sujetador rojo puestos… lamió el coño de Elena, repetitivamente arriba y abajo, dejándolo bien mojado de saliva en apenas unos segundos.
– No veas que bien que sabe éste coño, que lástima que no lo vayas a probar – dijo Olga descojonándose – te estás fijando un poquito en tu hermana eh pillín.
– ¡No seas cabrona tía! – le recriminó Olga a Elena – Ésto está fuera de lo pactado.
– Sí, lo pactado, vale… – comentó Olga – Venga, túmbate en la cama que te voy a comer el coño.
Elena se tumbó en la cama, se abrió de piernas, puso las manos hacia arriba y dejó que Olga se aproximara a gatas y sacando la lengua, yendo directa a por su coño.
– Fran, venga sácate todo, que me está dando un calor de verte así… – le dijo Olga, haciéndole gestos con el brazo.
Fran se acabó de quitar los bóxers, y se puso detrás de Olga, observando su culo y su coño mientras ella le hacía el cunnilingus a Elena, que poco a poco empezaba a respirar de manera agitada.
– Tete, juega con Olga venga, que no muerde – le dijo Elena, cada vez con la respiración más alterada.
Olga puso su culo más en pompa si cabía, y Fran empezó a tocárselo, a besárselo y comérselo. Notaba el olor que desprendía el coño de Olga, totalmente mojado y en flujos, pidiendo polla a gritos. Fran le metió la lengua por el ojete, provocando el ataque de risa de Olga.
– Cabroncete, por ese agujero no me lo esperaba. – decía Olga, descojonándose – Cuidado que no me he preparado para hacer eso hoy, otro día si eso – decía Olga mientras Elena la miraba con la cara de que no iba a haber otro día, aunque Elena ya era sabedora a esas alturas, viendo cómo se estaba comportando Olga, que la trampa no era sólo de Olga a Fran sino que también contra ella misma.
Elena reprimía los gemidos lo más que podía, le daba una vergüenza suprema gemir enfrente de su hermano, pero Olga le estaba haciendo una comida de coño como no recordaba… aunque fuera con su hermano enfrente, Elena no podía negar que la situación era totalmente excitante. Por su parte, Fran posó la lengua en el coño de Olga, notando su humedad y empezando a lamerlo suave, con delicadeza.
– No te cortes Fran, seguro que lo puedes hacer mejor. Déjate los modales para otro momento, dame caña – le dijo Olga, tirando el brazo hacia atrás, cogiendo la cabeza de Fran y apretándola contra su coño.
Mientras Fran lamía mas y más rápido, empezó a darle cachetazos al culo de Olga. «Puta», le decía. «Si, soy la más puta», decía Olga devolviéndole la mirada, girándose de nuevo hacia el coño de Elena, que estaba increíblemente húmedo ya.
– Venga Elena, vamos a liberarte del todo, que sé que te estás aguantando los gemidos pero te noto perrísima… – dijo Olga mientras le quitaba la máscara veneciana y el sujetador – Hemos liberado a la bestia, Fran – dijo Olga, mientras buscaba la mirada cómplice de Fran.
Fran, por contra, no estaba mirando a Olga. No podía evitar mirar a su hermana, ahora ya con la cara descubierta. La estaba viendo cómo nunca antes la había visto: con su cara totalmente al descubierto, totalmente entregada a la lujuria, con una cara tremenda de excitación. Nunca se podría haber imaginado ver en carne y huesos a su hermana así de cachonda. Elena no había podido evitar corresponder a Fran con la mirada, y sabía que se le había notado a leguas lo cachonda que estaba. Está claro que era algo entre Olga y ellos dos, sin contacto directo entre ellos sinó unicamente vía Olga, pero no podía obviar quién había conjuntamente con ellos y la práctica cada vez se diferenciaba más de la teoría. Olga comía cada vez más y más rápido el coño de Elena, que se había cogido ya con sus manos contra el cabezal de la cama.
– Sí sí sí sí, ahhh joder sí no pares cariño – chillaba Elena de una manera loca, con los pezones durísimos y el pelo revuelto entre su cuello y su pecho.
– Se lo está pasando bien, ¿eh? – Le decía Olga a Fran, a la vez que incorporaba un dedo dentro del coño de su hermana y jugaba con el dedo y con la lengua.
– Estoy cachondísima estoy cachondísima buaffffff si sí, que – decía Elena una y otra vez mientras gemía – Fóllatela Fran – le dijo Elena mientras miraba el condón que habían dejado encima de la cama, invitando a su hermano a cogerlo.
– No espera Elenita, que antes de que se ponga la goma se la quiero comer – dijo Olga, que se incorporó, dejó el coño de Elena y se giró 180 grados hacia Fran. Se arrodilló ante él, y le tocó las rodillas – Vas a ver lo bien que la chupo.
Olga se la metió de golpe, en la primera mamada cubrió más de la mitad de la polla de Fran, a cada iteración llegaba más y más fondo. Mientras se la comía, no alejaba la mirada de Fran, clavándole sus ojos verdes y su carita bonita, con algunas pecas que a Fran le encantaban. Fran cogía a Olga por la cabeza e impulsaba su polla contra Olga. Una follada de boca en toda regla. Mientras tanto, Elena se había tumbado contra la cama, se había abierto de piernas y se estaba haciendo unos dedos mientras veía a Olga mamarla.
– Buafff me voy a correr si continuas así Olga, cómo la chupas de bien – decía Fran, suspirando profundamente, concentrándose para aguantar – Me voy a correr uafff.
Mientras tanto, Elena volvía a gemir igual de fuerte que antes. Mientras con una mano se tocaba el coño con la otra masajeaba sus pechos y sus pezones. Estaba totalmente poseída por la situación, totalmente sorprendida por cómo estaba reaccionando su cuerpo viendo sexo heterosexual, cuando ella había sido siempre lesbiana.
– No veas las Elenita cómo se lo está pasando de bien, ¿eh hermanito? – le susurró pícaramente Olga al oído, incorporándose y cogiendo con una mano la polla de Fran y frotándola contra su vello púbico – ¿me la quieres meter?
– Te juro Olga, no llego a metértela, me voy a correr ya, uaffff noto que me corro – decía Fran, suplicando a su cuerpo que eso no se acabara pero notando que la corrida era inminente.
– Pero si todavía no hemos empezado, ¿no eres capaz de aguantar? Me decepcionas, tú que te las dabas de machote… – le decía Olga mientras seguía masajeando la polla de Fran contra su coño.
– Tengo para rato, ¿no sabes que recargo? – le dijo Fran a Olga mientras le daba un cachete – Que sea lo último que haga, pero tengo descargas de huevos suficientes para destrozarte el coño – le susurró ahora Fran a Olga.
– ¿Y para ella qué? ¿No tienes descargas? – le volvió a susurrar Olga a Fran, señalando a Elena con la mirada, mientras Elena seguía gimiendo totalmente poseída – La tienes a huevo… creo que ahora mismo le da igual el lesbianismo, o si eres su hermano…. así que si le quieres dar un apretón ahora o nunca cabroncete.
– ¿En serio quieres que me folle a mi propia hermana? – dijo Fran incrédulo, totalmente convencido que Olga estaba tan interesada o más en que se él se follara a su hermana que la propia Olga se lo follara a él.
– Yo la veo a ella muy animada… tu verás… – le dijo Olga mientras le daba a Fran un cachete en el culo – Ve, llama a la puerta y pregunta si se puede pasar.
Olga fue hacia Elena, y empezó a besarla mientras le tocaba las tetas. Notaba el pulso de Elena a mil, estaba totalmente ida de sí, cerquísima del orgasmo.
– Elenita, alguien te va a hacer una visita ahora, ¿se puede? – Le dijo Olga a Elena al oído, mientras le tapaba los ojos y le indicaba a Fran que fuera hacia el coño de su hermana.
– No por favor, no Olga…. – suplicó Elena – No me hagas esto…
– Fran, cómeselo – le ordenó Olga a Fran.
En ese momento, Fran notó que se paraba el tiempo. Se estaba agachando en aquella cama, acercándose al cuerpo de su hermana, viendo enfrente suyo el coño húmedo de su hermana. Se le pasaba por la cabeza mil vivencias que había tenido con ella, a la vez que la excitación que tenía en aquel momento y la fuerza inevitable que sentía por tocar aquel coño y hacer correrse a Elena. Apenas pensaba en Sonia, totalmente olvidada para él en aquel momento.
– No Fran no, por favor no lo hagas… – suplicaba Elena – No podré parar si empiezas… somos hermanos joder, esto está jodidamente mal.
En aquel preciso momento, se hizo el silencio por unos segundos. Elena cerraba los ojos, Fran también los cerraba, pero Elena notaba que su hermano ya la había cogido de sus muslos. Sólo Olga veía cómo Fran estaba acercando su boca al coño de su hermana, dispuesto a darle los lametazos que le hacían falta a Elena para correrse. Elena respiraba cada vez más y más fuerte, sobrepasada por la situación, notando a su hermano tan cerca… sentía la respiración de Fran en su piel, en sus muslos, cada vez más cerca de su entrepierna. Incluso notó el momento en el que la nariz de su hermano chocó tímidamente contra su coño. Y ahí, Fran paró por unos segundos, bloqueado.
– No pienses, lame – ordenó Olga.
Elena nunca sabrá si los vecinos se enteraron, pero al notar la humedad de una lengua en su coño, se corrió entre un grito de placer, por el mero contacto de la lengua, sin que apenas Fran tuviera ocasión de moverla por sus labios vaginales. Habían cruzado la frontera. Fran y ella habían tenido sexo oral.
– Cariño… creo que ésta noche vas a dejar de ser lesbiana – le dijo Olga a Elena, que yacía en la cama en una mezcla de liberación post orgásmica, confusión y un calentón que apenas le había bajado pese a haberse corrido – Yo os dejo un rato de intimidad, pero te acosejo Fran, ve a por el condón Fran. Ya que habéis empezado, al menos rematadlo del todo. Las cosas hay que hacerlas bien hechas.
En ese momento, Olga abandonó la habitación. Yo, con una empalmada tremenda todavía, y con unas ganas locas de vaciar los huevos.
– Qué cabrona, se va y me deja así… – dijo Fran.
– Cada día me sorprende… en fin, imagino que necesitarás ayuda, hermanito… veo ese bulto demasiado grande ahora mismo – dijo Elena, a la vez que se acercaba a gatas lentamente hacia la polla de Fran – Te la voy a comer hasta que te corras, hermanito. Vas a ser mi primera polla.
Jugando con Elena
Continuará…