Nunca me imagine terminar follando con la madre de mi mejor amigo

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Prefacio
Cuantas veces me he dicho a mí mismo que tengo que cambiar de género, pero al releer La madre de mi mejor amigo, una historia que ya estaba comenzada, vi algo distinto a las demás historias y quise contarlo, así que decidí terminarla y explorar ese “algo”.

Y he aquí una nueva obra, íntima como todas las mías, ágil como ninguna, con capítulos cortos, centrados en las conversaciones de sus personajes y en sus actos sexuales. El sexo abunda en esta obra como en las demás, con descripciones explícitas la mayor parte de las veces, pero procurando no caer en lo chabacano. Pienso que la clave está en sus diálogos, todo transcurre rápidamente pero a la vez plácidamente.

Atrás quedaron Memorias, Náufragos o la más reciente La Escritora—La más caliente. Obras con su propio carácter, en las que ésta posee algo distinto a las anteriores, pero esta es solo mi opinión, ahora la que importa es la del lector o lectora, así que callo y escucho…

Zorro Blanco

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En esta vida hay cosas que no podemos elegir. Una de ellas es de quién nos enamoramos, pues cuando el amor llega, nos sorprende, nos supera, nos eleva, nos aplasta, nos zarandea como el viento al junco y en esos momentos sólo hay dos opciones: o nos plegamos como el junco y nos entregamos a él, o nos resistimos y la locura hace mella en nuestra alma.

Tal vez digo esto como justificación, pues yo terminé enamorándome de la madre de mi mejor amigo.

Cierro los ojos y veo su pelo lacio, rubio, recogido en una cola para estar cómoda en casa. La veo vestida con vestidos pasados de moda, tal vez una falda azul marino, con lunares blancos, un top de tirantes rosa, que deja ver un generoso escote cuando se abre su rebeca roja de punto y deja verlo. Pero no puedo evitar fijarme en ella, me pone mucho pensar que la veo desnuda y que se entrega a mí.

La veo sin maquillaje, en casa con ropa cómoda para pasar el caluroso verano. Aspirando el suelo o los sofás de polvo, siempre limpiando como si fuese su obsesión. Ya sé que no parece especialmente guapa, pero una de las características del amor es que idealizamos a la otra persona, tal vez este sea un síntoma más de mi enamoramiento.

La veo saludarnos y ofrecerme un refresco y unos aperitivos mientras jugamos a videojuegos en el salón de su casa. La veo tomárselo con nosotros, criticándonos por no estar buscando novia, encerrados en casa simplemente jugando a nuestro viejo ordenador de gráficos simples y saltones.

Especialmente veo su sonrisa cuando le decimos alguna tontería su hijo y yo. Él es mi mejor amigo, de modo que pasamos el largo verano juntos, a veces en mi casa, a veces en la suya. Nuestras madres también son amigas de toda la vida, ella es viuda, la mía es divorciada, de forma que de vez en cuando cenamos juntos o vamos a la playa juntos. Me encanta verlas juntas en la playa, me imagino que somos algo así como una familia.

Ella no es delgada, no muy alta, de pechos menudos pero muy bien puestos, culito respingón y barriguita disimulada. Aunque me gustan las mujeres con curvas y maduras, ella también me gusta. Tal vez porque soy joven e inexperto y busco alguien que me enseñe, con experiencia para que goce conmigo y me haga gozar con ella.

Definitivamente creo que estoy enamorado de la madre de mi mejor amigo. Ana Belén se llama, me encanta cuando me echa piropos sobre lo bueno que soy, sobre lo mucho que le gusta que sea amigo de su hijo o cuando me pone por encima de él y éste coge celos de mí.

Su hijo se llama Carlos, es de mi edad y creo que desde la guardería hemos estado juntos, así que podríamos decir que nos conocemos de toda la vida. Somos vecinos, vivimos él en el tercero y yo en el cuarto.

A veces nos encerramos en su cuarto y vemos revistas porno, él las guarda entre sus libros y yo lo mismo. A veces nos las intercambiamos y hablamos de qué buena está esta o la otra tía de tal revista. Hablamos de las tetas gordas, de cómo será hacer el amor con una de ellas, de qué se sentirá al follar. Hablamos mucho de sexo y en estos meses de verano nos masturbamos como monos.

Cuando le insinúo lo buena que está su madre se enfada conmigo, mientras que si él me insinúa lo mismo de la mía me hace gracia, tal vez incluso me excita.

A veces me propone que nos masturbemos juntos pero yo me niego, me da vergüenza hacerlo. Sólo una vez nos enseñamos los pitos. Él está circuncidado y a mí me llamó mucho la atención verle el glande salido. Yo no lo estoy y me cuesta mucho tirar del prepucio para que el glande salga, así que no lo hago, pues es muy doloroso.

Últimamente también hemos pillado alguna película porno del videoclub, nos subimos a su casa o a la mía y la vemos en penumbra mientras, de soslayo, nos la meneamos por encima de los pantalones cortos que llevamos.

Podríamos decir que vivo en constante estado de excitación sexual, tanto mental como física, pues soy capaz de masturbarme incontables veces a lo largo del día, a veces dos, a veces tres y a veces no sé cuántas, sólo sé que se me irrita y lo tengo que dejar pues deja de gustarme hacerlo.

Nota del autor: Comencé a publicar esta obra hace unos meses, ahora está terminada por lo que si quieres saber dónde puedes seguir leyendo la novela completa, búscala en mi perfil de autor en esta página o en mi blog.