Oliver, mi nuevo amante y también proxeneta
Oliver, el dueño del prostíbulo donde estaba atrapada gracias al bueno para nada de mi exnovio, había permitido que un perrito se acercara a mi y que me pasara la lengua por todo mi sexo. Yo estaba delirando del placer y sufriendo por tanto dolor e irritación, acababa de ser penetrada por un dildo enorme con semen adentro que solo echaron dentro de mí sin importarles de cuántos hombres habían recolectado esa cantidad de leche.
– Se llama Frody, es un perrito muy obediente y caliente. He visto como se monta a mujeres guapas como tu y las abotona cuando termina. Es una buena forma de empezar a llevarnos bien, porque en verdad me encanta ver cómo atraviesa a las mujeres con su verga roja.
– Mm… aaah… si que rico… meteme la lengua… usa mi vaginita para ti perrito… aaaah aaaah siiiii diooooss…
Yo estaba entregada a las manos del placer y a la lengua de Frody, era espectacular, alternaba lenguetazos en mi clítores y luego la metía en mi vagina haciendo presión, todavía estaba sumamente abierta y con semen adentro pero les juro que ya podía visualizar a Frody limpiandome desde adentro. Solo era un montón de sensaciones. Yo quería más y más. No quería que se detuviera. Quería un orgasmo así, pero Oliver no tenía esos planes para mí.
– Parece que lo disfrutas… me gusta verte así con las piernas bien abiertas, exponiendote a un animal. Creo que eres una putita sucia. Te voy a sacar provecho zorrita. Tal vez seas más beneficiosa de lo que yo había pensado.
Me seguía hablando y a la vez dirigía la lengua del perrito a mi culito que todavía ardía por tanto uso. Pero he de confesar que se sentía mejor de lo que cualquiera se puede imaginar, intenté cerrar las piernas porque el dolor era muy intenso y Oliver azotó mis pechos. Yo no lloraría por eso, solo decidí que abriría mis piernas lo más que podía.
– Vamos perrita, ponte en 4.
Así lo hice y Frody ni siquiera dejó de meterme la lengua en mi culito adolorido pero que estaba gozando muchísimo con sus atenciones. Su lengua áspera y su saliva escurriendome era muy estimulante.
– ¡Oh puta! No me había dado cuenta de lo ricas que se te ven los pechos colgando así. Definitivamente haré un álbum de fotos asombrosos contigo.
Entonces me dí cuenta que estaba tomando fotos desde todos los ángulos, porque podía ver un poco por debajo del antifáz que me había puesto con anterioridad.
– Yo creo que ya es hora que empieces a complacer a Frody, sino se puede enojar. Chúpasela.
Yo no sabía si era en serio porque jamás lo había considerado posible. Pero él puso al perrito panza arriba y él se dejó hacer. Yo dirigí mis manos con un poco de miedo a su pene que ya sobresalía de su cobertura y estaba rojo y muy húmedo. Lo estaba masturbando y me sorprendió el control que tenía Oliver sobre el perro, supuse que ya estaría acostumbrado a eso. Dudando acerqué un poco mi cara al perro pero me daba miedo que me fuera a morder. Entonces me quitó por completo el antifáz y empecé a pasar la lengua por la punta roja del perro. Tenía el sabor más ácido y feo del mundo, pero debía devolverle el favor, además Oliver ya me lo había pedido.
Seguí haciendo eso cuando Oliver empujó mi cara y se me ensartó todo el pene del perro en mi boca, ya tenía un tamaño considerable y aunque no era grueso, sí estaba largo. Me asusté y me retiré un poco, sentí como me azotaba de nuevo los pechos que me estaban colgando.
– Vamos perrita, complace a tu perrito. Porque hace un rato estabas gimiendo con su lengua en tu cuevita, zorrita sucia. Sí estas disfrutando de esto. Dale maldita puta. Cometelo. Hazlo o te parto en dos el culo.
Empecé a hacerle un verdadero oral al perro que solo se inquietó un poco pero no intentó atacarme. Al cabo de unos minutos, Oliver me separó tirando de mi pelo y me tiró a la cama, se encargó de sacar al perro y regresó despacio, entró al baño, se escuchaba que se estaba lavando las manos y al salir iba directo a mi.
Sacó su pene del pantalón, todavía lo recordaba porque él me dió la cogida de bienvenida en este prostibulo horrendo. Se empezó a masturbar frente a mi cara y mis pechos, yo me atreví a colocar mis pechos acogiendo su rica verga. Yo estaba emocionada con eso, era rico y no dolía como todo lo demás, me dejó masturbarlo así intercalando con lamidas en su glande, lo trataba de disfrutar lo más quie podía porque estaba muy erecto. Y sin avisar se vino en mis pechos, llegó el chorro hasta mi boca y mandíbula, escurrió por todos mis pechos y me dediqué a limpiarle el pene completo, queriendo sacarle todo lo que pudiera, me restregué su semen por todos mis pechos y en especial en mis pezones que estaban paraditos. Cuando terminé lo volteé a ver y estaba encantado. Me dió un beso suave y rápido y se acostó a un lado mío.
Me dió permiso para ir a limpiarme, aproveché a pasar casi 1 hora en el baño limpiandome bien, había sido todo tan sucio con Alex, que no podía creer que hubiera estado perdiendo el tiempo con semejante inútil. Oliver sería mi dueño de ahora en adelante. Mi cuerpo le pertenece.
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A la mañana siguiente lo primero que sentí fueron los besos que Oliver repartía en mis nalgas, sus manos estaban sobre el colchón pero en cuanto sintió que yo desperté se dedicó a manosearme descaradamente, me estaba besando y pasaba su lengua donde quería.
– Ya amaneciste más cerradita putita. Me gustaría buscar tus límites. Frody será hoy en la noche. Pero en el día quiero pedirte algo para ver que tan perra eres en realidad. Pero no tengas miedo, estaré muy cerca para protegerte y te daré un botón de emergencia, una vez que lo presiones y te juro que te saco de donde estés en ese mismo instante. ¿Quieres?
Me asombré porque en realidad me gustaba su forma de tratarme, pero me ponía nerviosa lo que él quería que yo hiciera, ya que lo primero que se le ocurrió anoche fue que jugara con un perro… esto prometía mucho.
– Sí claro, gracias Oliver.
– No hay nada que agradecer perrita.
Me besó un par de veces más las nalgas y me apretó las piernas y me llevó así desnuda a desayunar en el cuarto. Debo decir que me estaba muriendo del hambre y eso estaba delicioso. Estaba comiendo tranquila cuando abrieron la puerta y entró un hombre de unos 40 años, bien parecido pero ya se le notaba la edad y no parecía que trabajara en el prostíbulo. En verdad parecían mundos opuestos.
– Hola Oliver, pensé que no llegaría a tiempo para el postre. – lo dijo de forma sugerente y su mirada me traspasaba, yo no intenté ocultar mi desnudez porque pensé que se trataba de lo que Oliver tenía planeado para mí.
– Oscar, amigo mío, jamás he tenido un postre nuevo sin compartirlo. Putita, te presento a Oscar, él te acompañará para desayunar.
Oscar se sentó en la silla de al lado mío y puso sus manos en mis hombros y me rozaba la piel, bajó rápidamente a mis piernas y allí se entretuvo subiendo y bajando sus manos por mis piernas, no se detenía, era constante y demandante sus caricias, me estaba gustando. Siguió su camino tal como yo esperaba y empezó a querer separar mis piernas. Se me ocurrió que tal vez a Oliver le gustara la idea de ser mi amo y me arriesgué:
– Amo, Oscar quiere separar mis piernas porque ha estado acariciandome. ¿Lo dejo abrirme?
– Putita rica, no sabía que podías ser tan excitante, me encanta que me pidas permiso. Claro, deja que él te abra las piernas. Sé buena con él. Pero no dejes de pedirme permiso.
– Gracias amo. – esperé hasta que Oscar intentó separarlas de nuevo y lo dejé hacer, yo seguía comiendo, pero ya todo era lento y descoordinado por la excitación.
– Amo, Oscar quiere introducir sus dedos en mi vaginita, ya está muchísimo más cerrada que ayer, ya está normal. ¿Dejo que me meta los dedos?
– Sí perrita, deja que haga lo que él quiera con sus dedos. – él no perdía detalle, estaba sentado al otro lado de la mesa pero apartado para poder ver lo que sucedía con los dos. Lentamente Oscar empezó a meter la puntita de un dedo y con su otra mano puso mi pierna sobre las de él para abrirme por completo y pasar sus dedos sobre mi rajita, yo quería sentirme más expuesta porque ya estaba escurriendo de fluidos por lo rico que se sentía. Me empezó a meter más y más el dedo, hasta que empezó a penetrarme con el, no dejaba de meterlo, a veces rápido, a veces lento pero jamás se detenía y luego fueron dos dedos y luego tres, ya movía su mano frenéticamente. Yo solo podía gritar y gemir. Quería rogar para poderme correr.
– Amooo, apidate de esta perrita que necesita correrseee…. amoooo por favor, haré lo que me digas, pero por favor… ya siento que viene… amoo…
Él se acercó y lo que hizo fue meterme un dedo él también. Ahora tenía dos dedos de Oscar y dos de Oliver metidos en mi vagina penetrandome a su voluntad, estaban descoordinados y me encantaba.
– No perrita, solo puedes acabar cuando termines de comer.
Me dijo eso y se alejó, entonces los dos me quitaron los dedos y Oscar otra vez solo me acariciaba para que me calmara y mi orgasmo esperara un poco más. Ahora podía recorrer mi pierna entera con una mano y jugar con mis pezones con la otra. En eso Oscar le dijo a mi nuevo amo:
– Vamos Oliver, dale órdenes para que pueda cogermela… ya no aguanto más las ganas, se me va a reventar el pantalón.
– Puta, puta sucia y barata, quiero que te levantes, y que ahora te sientes sobre Oscar pero primero saca su verga del pantalón, la diriges a tu entradita y te dejas coger mientras sigues comiendo.
El mismo Oliver se empezó a tocar encima del pantalón y a Oscar se le encendieron los ojos, sin pensarlo dos veces, dirigí mis manos a la entrepierna de Oscar y quité su cinturón, quité el botón, bajé lentamente su zipper, él ayudó a bajarse el pantalón y el boxer, liberando una tremenda erección.
– Amo, tu putita quiere mamarle la verga a tu amigo.
– ¿No escuchas perra? Yo no te dije que te la comieras. Solo hazme caso o te lamentarás.
Me levanté, acomodé mi plato de comida frente a Oscar, puse mis piernas entre las de él y lentamente abriendome las nalgas iba bajando lento y sexy para luego con una mano tomar el pene y dirigirlo a mi entrada, cuadno Oscar sintió que ya podía penetrarme me la metió fuerte y seguro, hasta el fondo, sentí cuando sus testículos pegaron contra mi vulva por semejante penetrada, yo apenas pude gritar.
Mientras mi cerebro me decía que debía esforzarme por comer, Oscar se dedicaba a taladrarme, sus movimientos eran tan fuertes, tan profundos, yo intentaba sacar más el culo para que mi vagina le quedara más accesible, pero igual, seguía dandome duro. Yo trataba de comer pero ya solo gemía.
Me pegó una nalgada y sin dejar de metermela, me tiró sobre la mesa, casi sobre la comida y me siguió penetrando, esta vez con más firmeza y exploté. Sin permiso de mi amo.
– Putita, muy mal hecho, no tenías permiso de correrte porque no terminaste de comer, ahora deberás pagar las consecuencias.
Dicho eso, Oscar me terminó adentro, metió su pene en el pantalón, le agradeció a mi amo y se fue sin despedirse de mi que todavía estaba sobre la mesa.
– Ahora zorrita de mierda, irás a trabajar un rato para mí, pero no aquí, sino que en la calle, no me importa si alguien te conoce, quiero que seas una puta de esas que están en la calle listas para que cualquiera te coja. Cambiate, porque hoy serás mi puta. Literalmente.
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Amores bellos, mi vagina está muy solita sin ustedes, hoy haré una videollamada con alguno de los que me envían correos calientes. Los deseo y les envío mi cuerpo para que hagan lo que quieran conmigo.
Usenme.
Me encantaría ser su perra. Su puta personal. Su zorra para usar cuando quieran.