Orgía familiar y una tortura sexual que jamás se olvidarán

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Bruno (se hacía llamar Bruce) tenía 78 años, era alto, de pelo largo y cano. Lucía una barba blanca al más puro estilo Valle Inclán. Vestía con trajes hechos a medida, llevaba un Rolex en el pulso, dos diamantes en sendos anillos, una pulsera y una cadena, ambas de oro… Y es que los laboratorios farmacéuticos de los que era propietario le daban para eso, para seis autos, entre los que estaban un lamborghini, un porsche y un ferrari, para un castillo en Escocia, una mansión, para haberse casado con una espectacular mujer de 32 años, y para todo lo que se le antojase.

El hijo de Bruce, Claudio, tenía 28 años, era alto, moreno, corpulento, llevaba gafas, y era un reputado biólogo que había estudiado en Harvard y Columbia. Claudio no tragaba a Paula, su madrastra, sabía que se casara con su padre por el dinero. Paula también lo tenía debajo de un diente, ya que era su único escollo para heredar la inmensa fortuna del viejo cuando la palmase.

La noche de Halloween volvía Claudio a casa en su Mercedes Sls 12 V metalizado. Paró en un semáforo en rojo y vio a su madrastra en el porsche dándose un morreo con un tipo cachas de unos 30 años. Paula también lo vio a él y le echó una de esas miradas que matan.

Cuando llegó a la mansión iba a hablar con su padre, pero el viejo estaba indispuesto. Irma, la doncella, una mulata preciosa, después de haber cenado en el comedor y haberse ido al salón le dio una copa de brandy Remy Martin Louis XIII que todas las noches tomaba antes de irse a dormir y allí se quedó, en su sillón de masajes, disfrutando de un momento de relax.

Claudio, que era una copia de Superman, o sea, con gafas parecía un mindugui, y sin su ropa habitual era todo musculo, despertó amordazado y atado de pies y manos a la cama de su madrastra. La vio en medio de la habitación bailando con la doncella la canción Every Breath You Take. Las dos estaban desnudas y bailaban pegadas, Paula rodeaba con sus brazos el cuello de la mulata, e Irma, al tiempo que le metía una pierna entre las piernas de su jefa, apretaba contra ella sus duras nalgas y sus tetas. Se besaban y después se miraban a los ojos. Sonia, la ama de llaves, una cuarentona, que estaba vestida, las grababa con su vídeo cámara Sony SXR – MC 2500E y se mojaba las bragas al ver aquellos cuerpos de escándalo. A saber… Paula era rubia natural, su melena le llegaba a la cintura, medía un metro setenta y cinco, sus ojos eran verdes, sus tetas eran naturales, grandes y picudas, sus piernas perfectas, su cintura de avispa, su culo redondo, sus caderas anchas, y su coño peludo. Irma era mulata, de ojos negros, de cabello corto y rizado, delgadita, de la estatura de Paula, sus tetas eran medianas y su culo pequeño, sus piernas finas, y tenía el vello del coño negro y rizado.

A Claudio se le levantó la polla. Paula, contoneando las caderas, fue a su lado, y le dijo:

-¿Truco o trato?

Claudio intentó librarse de sus ataduras, pero era tarea imposible, sus manos estaban atadas a la cama con un nudo esposas y los pies con nudos presillas. Cómo no podía hablar, la miró con rabia. Paula, le dijo:

-Lo quieres por las malas, en ese caso será truco.

Claudio se cagó en la madre que criara a las tres mujeres. Irma, le preguntó a Paula:

-¿Yo qué hago, señora?

Paula cogió aceite perfumado de un cajón de la mesita de noche, echó un poco en las manos, se lo dio, las frotó y le dijo:

-Hazle un masaje de pies.

Paula le cogió la polla a su hijastro y comenzó a acariciarle los huevos y a menearle la polla. Su mano derecha, sin apretarla, rozándola, tardaba dos o tres segundos en subir y bajar desde la base al glande. La izquierda tenía los huevos cogidos y los acariciaba despacito. Muy risueña, le preguntó:

-¿Te gusta?

Claudio le echó una mirada de rabia contenida, mirada que poco a poco iría desapareciendo, ya que su madrastra tenía una mano que sabía lo que hacía en su lento recorrido de la base al glande, glande que apretaba dulcemente antes de volver a descender hasta los huevos, e Irma tenía unos dedos mágicos… Su dedo pulgar masajeaba las planta y después los dedos, con suavidad… Sonia grabó cómo la polla se le fue poniendo gorda y tiesa. Al rato el meato de la gorda polla empezó a soltar aguadilla. Paula le puso la lengua sobre él. Claudio empujó hacia arriba para meter la polla en la boca de su madrastra. Comenzó el vacile. Paula, con voz mimosa, le dijo:

-¿Quiere meter su cosita el nene en la boquita de mami?

Claudio, asintió con la cabeza.

-Luego, cariño, luego.

Dejó de masturbarlo, le puso el pezón de la teta derecha entre los labios, y le dijo:

-Chupa la leche de mami, nene.

Claudio ya había entregado la cuchara. Le lamió el pezón, Paula, bajó un poquito la teta y se la dejó mamar un segundo. Después le puso el otro pezón, se lo lamió, se lo chupó y le mamó la teta otro segundo, o quizá dos. Irma le acarició el periné con su dedo pulgar, Claudio levantó el culo, era obvio para que lo levantaba, pero no se lo metió donde quería. Paula le quitó la mordaza y le puso la punta de la lengua entre los labios.

-Besame, cielito.

Claudio sacó la lengua, Paula retiró la suya.

-No te lances, cariño.

Le pusieron las dos la punta de la lengua entre los labios. Se las quitaron al rozarlas con la suya y se besaron entre ellas. Claudio miraba cómo se comían la boca, cómo se chupaban las lenguas…, y se le hicieron agua la boca y a polla. Acto seguido, Paula, le puso el coño a milímetros de la boca e Irma el suyo a milímetros de la polla. Claudio sacó la lengua y cuando rozó la vagina se la retiró. Irma le dejó meter la puntita del glande y también se lo retiró. Claudio, les dijo:

-¿Disfrutáis, brujas?

-¿Que palabra es esa para decirle a una madre, cielo? -le apretó un moflete con dos dedos- No enfades a mami que tiene muy mala uva.

Claudio ya empezaba a desesperar.

-¿Gozáis?

Le respondió Sonia.

-Yo, no.

Estaba tan perro que aunque Sonia tuviera setenta años se la follaría.

-Pues ven, cabrona, ven.

Sonia quería guerra.

-¿Puedo, señora?

-Sí, pero ya sabes cómo.

Se veía que no era la primera vez que hacían aquello. Sonia le dio la cámara a Irma, puso el coño cerca de la boca de Claudio y comenzó a hacerse un dedo. Paula, boca arriba sobre la cama, le comió el coño a Irma, que le hacía un facesittin y grababa.

Claudio, sin poder moverse, contempló cómo la lengua de su madrastra lamía el culo y el coño de la doncella. Cómo su lengua entraba y salía del ojete y del coño. Como le azotaba las nalgas… La tortura sexual de oler y no poder tocar, y mucho menos meter, era dulce, pero al mismo tiempo cruel. Claudio, viendo cómo en la boca de Paula se perdían unos hilillos de jugo colgando del coño de Irma, dijo:

-¡Qué viciosa eres, zorra!

Paula estaba a lo suyo y no le contestó. Poco después del coño de Sonia caían gotas de jugo en la cara de Claudio. Su polla, aislada cómo un ermitaño, latía y no paraba de echar aguadilla. Tenía los huevos a rebosar de leche y se moría por correrse, pero quien se corrió en su boca fue Sonia, se corrió, diciendo:

-¡Jugo vaaaaa!

De su coño salió un pequeño torrente de flujos que le cayó en la frente a Claudio y le fue bajando por los lados de la cara hasta llegar a la almohada. Sonia se retorcía de placer y gemía cómo una cerda.

Al quitarse de encima Sonia, Paula, le puso el coño sobre la polla, Claudio levantó el culo, su madrastra bajó el suyo, despacito, y antes de que llegara al fondo se lo llenó de leche.

Sonreía Claudio tras haber descargado, cuando Paula le puso el coño en la cara. Cayéndole su semen en la boca, le dijo:

-¡Cerda!

Paula le frotó el coño contra la nariz. Irma, dejando la cámara sobre la cama, se sentó sobre su polla y la metió hasta el fondo, Claudio, les dijo:

-¡Perras!

Paula, le dijo:

-Calla y come, bichólogo.

Claudio no estaba por la labor, ya se había desahogado y no le corría prisa volver a correrse. Le dijo:

-¡Y una mierda!

-¡¿Quieres que Irma te meta un bocado en los huevos?!

-No se atrevería.

Irma, metiendo y sacando, la polla de su coño, le preguntó a Pula:

-¿Puedo mordérselos, señora?

Claudio, al oír a la doncella, a la que lo había dormido, no se lo pensó dos veces, sacó la lengua y dejó que Paula la disfrutara cómo más le gustaba, que era metiéndola y sacándola de su coño y de su ojete, y metiéndola y sacándola, le dijo:

-Así, cariño, dale placer a mami.

Claudio no sabía tener la boca cerrada. Se pasó tres pueblos al decir con recochineo:

-Sí, mami, cómo usted mande, mami.

Le cayó una bofetada que le quedó una mejilla a temblar. Claudio, le dijo:

-¡Putaaaaa!

-Aquí la única que tiene licencia para vacilar soy yo, hijo mío. Otra de esas y te estrujamos los huevos hasta hacer limonada con ellos. ¿Entendido?

Irma, la mulata, metiendo y sacando a toda mecha, le dijo a Paula:

-¡Péguele otra vez, señora, péguele otra vez! ¡¡Péguele!!

-¿Quieres pegarle tú?

Claudio ya las veía venir, pero a la mulata no le dio tiempo ni a contestar, se vino, y dijo:

-¡Me corroooooo!!

Irma, estrujando las tetas, se corrió y le dejó la polla bañada con sus jugos espesos cómo el aceite. Después se echó boca arriba sobre la cama, y dijo:

-¡Adoro este trabajo!

Sonia, volviera a lo suyo. Grabó cómo Paula se estiraba y luego cómo hacía un 69 con su hijastro. Ninguno de los dos pudo aguantar mucho rato. Cuando Claudio se corrió en la boca de su madrastra, Paula, le llenó la boca de jugos.

Después, soltando sus ataduras, le dijo:

-Si le cuentas a tu padre lo que viste en el semáforo le enseño la cinta y te deshereda.

-Y a ti, puta.

Paula tenía más cara que espalda.

-A mí me consiente que folle con otros hombres y mujeres. ¿Entendido, capullo?

Claudio pensó que la había pillado en una mentira.

-¿Y si te consiente que folles con otros hombres y con mujeres, por qué no quieres que le diga lo del semáforo, perra?

-Por que aquel chico es mi hermano y tu padre odia el incesto.

Ya libre de las ataduras, le dijo:

-Mi padre está loco, y tú, más.

-Sí, estoy loca, estoy mucho más loca de lo que te puedas imaginar. Así que ándate con ojo, bichólogo.

Claudio sabía que su madrastra lo tenía cogido por los huevos por eso dejó que la vida siguiese su curso, curso que iba a cambiar por completo una noche que su padre y su madrastra pensaban que no iba a volver a la mansión, y volvió. Nada más llegar fue a la biblioteca a coger un libro. Vio una puerta que nunca había visto y que ahora estaba abierta. Su curiosidad lo llevó a entrar en el pequeño cuarto que había tas la puerta. En la pared del fondo vio un espejo, el mismo que había en el salón, solo que este dejaba ver el otro lado, y al ver lo que se estaba cociendo, dijo:

-¡La hostia!

Estaba viendo a siete mujeres en cuclillas mamando pollas, una de ellas era su madrastra, y se la mamaba a su padre, que estaba sentado en una especie de trono y que vestía con un traje negro y con un capa que tenía el interior de color rojo. Ninguna de las seis chicas, ni la china, bajita, delgadita y con tetas pequeñas, ni la caucásica, rubia, alta y con todo grande, ni la latina, que era una flaca preciosa, ni la mulata, con tetas cómo melones y un culazo, ni la pelirroja, pecosa y con todo mediano, ni la japonesa, de estatura mediana, bella cómo ella sola, ninguna de ellas llegaba a los veinte años. Bruno, con los brazos abiertos, les dijo:

-¡Venid, hijas mías, venid.

Una a una fueron llegando, y una a una, se apoyaban en las rodillas del viejo, Bruce les ponía un dedo en el mentón y el cabrón disfrutaba viendo cómo se les saltaban las lágrimas al ser desvirgadas por el boy de turno. Después, una a una, se daban la vuelta y le daban a lamer a Bruce el coño con el himen roto. El viejo estaba tan jodido del coco que pensaba que tragando aquello iba a vivir eternamente cómo los vampiros. Después, las muchachas, sobre la alfombra, fueron folladas largo y tendidas, hasta que estaban a punto, en ese momento se sentaban encima de la polla del viejo, y se la bañaban con los jugos de sus corridas al tiempo que le comían la boca. El muy cabrón, al hacer que se corrieran se sentía el puto amo, aún sabiendo que se lo dieran todo hecho.

Para rematar la faena, mucho más tarde, cuando a Claudio ya le dolía el culo de estar tanto tiempo sentado en una silla y de que se le cansara el pulso de tanto menearla y después de hacerse los del otro lado del espejo pajas, cunnilingus y dedos, los invitados a la orgía se repartieron a Paula (estaba boca arriba sobre la alfombra). Tres chicas la comieron de cuello para arriba, dos le comieron las tetas y la china le comió el coño. Las que la comieron del cuello para arriba eran la latina, la pelirroja y la japonesa. Le chupaban la lengua, le daban mordisquitos en los labios y el cuello, en los lóbulos de las orejas, le lamían la nariz, el mentón, la comían viva.

La caucásica y la mulata le magreaban las tetas, se las mamaban y se las chupaban, lamía los pezones y se los mordían, y lo hacían al unísono, cuando la lengua de la mulata lamía una areola, la de la caucásica lamía la otra, cuando la chupaba, idem, cuando lamía y chupaba un pezón ocurría otro tanto… Hasta cuando lo mordían lo hacían al mismo tiempo y con la misma fuerza.

La china tenía una lengua, diabólica, lo mismo le metía la lengua dentro del coño con una suavidad exquisita, que la follaba a toda mecha, o lo mismo le lamía el coño despacito que se lanzaba a lamer de abajo arriba cómo si no hubiera mañana o le chupaba el clítoris… Diez o doce veces la tuvo al borde del orgasmo, y todas las veces se detuvo en el momento exacto para que no se corriera, pero claro, llegó un momento, en que tantas caricias fueran imposibles de soportar, y aunque la china paró de lamer y las otras de comerle la boca y las tetas, Paula, comenzó a correrse. Temblaban sus piernas, temblaba su vientre, sus tetas y su cara, temblaba hasta su alma. Sus brazos se elevaron y sus manos querían coger algo que no estaba allí y que solo sus ojos en blanco podían ver.

Después de correrse quedó echa polvo, pero Paula era mucha Paula, y se iba a tirar a los seis boys. Uno tras otro se fueron turnando hasta que se volvió a correr, una, dos, tres veces, para la cuarta, uno de los boys se echó boca arriba sobre la alfombra, Paula, dándole la espalda, metió su polla dentro del culo, otro boy se la clavó en el coño, y los otros cuatro le dieron sus pollas a mamar. Paula gozó de las seis pollas hasta que no aguantó más, se corrió, y dijo:

-!Vuelooooo!

Sacudiéndose cómo solo ella se sacudía, y jadeando cómo una perra, perdió el conocimiento. Cuando despertó estaba cubierta de semen. Tenía semen en la cara, en las tetas, dentro y fuera del coño, en el cuello, sobre las piernas… Las seis muchachas le lamieron el semen del cuerpo y se lo dejaron limpio.

Claudio ya no se corrió viendo el festín que se daban, se había quedado sin leche.

Desde ese día se iba a hartar de follar a su madrastra y de montar sus propias orgías.

Quique.

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