Otra historia de sexo compartido. Un trío que no voy a olvidar jamás

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Queridos lectores.

Primero quiero aprovechar la oportunidad de agradeceros el haber leído estos relatos y, sobre todo, a aquellos que los habéis puntuado y ya os habéis ganado un cariño afectuoso al comentarlos.

Son experiencias reales que, desde mi recuerdo cercano, he querido plasmar aquí y compartir con vosotros.

Para todos, y creo que por un tiempo indefinido debido a esta pandemia, os relato a continuación lo que ocurrió la semana antes del confinamiento.

AQUELLOS LABIOS ROJOS.

-¿Cafe, cariño? – dijo mi amado marido con esa sonrisa que me encanta.

No me sorprendió ver a mi marido y a mi compañera gordibuena sentatados a la mesa de la cocina desnudos. Charlaban amigablemente sobre Cristina y Pablo. No parecía, en ese momento, llamarle a él la atención los grandes pechos de Silvia visiblemente posados sobre la mesa.

-Pues estaría genial ¿qué tal habéis dormido? – les pregunté picarona mientras las noticias de la mañana seguían vomitando datos de la maldita pandemia en Italia y en España y yo me sentaba en el sitio que Javi había dejado para preparar mi café.

-Creo que igual que tú – respondió con un guiño mi marido.

-O menos- respondió Silvia casi a la vez que se ruborizaba y los dedos de su mano derecha, inconscientemente, pellizcaban su pezón izquierdo.

-Pues, como te iba contando, imagínate la situación – le explicaba Javier mientras me ponía la taza de café en la mesa y se sentaba también teniéndonos una a cada lado- Isa diciéndome que tenía una sorpresa y, mientras tanto, Cristina diciéndole a Pablo lo mismo. Y, lo más gracioso, es que ninguna de las dos sabía que Pablo era el promotor de mis conferencias y yo el conferenciante para Pablo.

-¿Y cuando viste a Pablo con su mujer en el pub, qué pensaste? – preguntó curiosa la de los labios rojos.

-Uffff, no sé. Me pareció una casualidad ir al pub con Isa y verle allí con su mujer. Pero lo que me dejó impactado del todo fue cuando Cristina le comió el coño delante nuestra, creo que sin saber, ni ella ni Isa, que Pablo y yo nos conocíamos. Fue un verdadero flash – explicaba mi marido con esa carita de pícaro.

-¿Y no dijísteis ninguno a las chicas nada hasta el desayuno en el hotel? – indagó incrédula mi compañera.

-Absolutamente nada- aseguró Javier y yo ratifiqué asintiendo con la cabeza dando el primer sorbo a mi desayuno.

-Lo mantuvieron en secreto, los muy cabritos- dije entre sonrisas.

-Joder, ¡es que no podía haber sido otra pareja! – respondió alucinada con la casualidad Silvia. -¿Y qué sentiste al chuparle la… bueno, al comerte su… «ya sabes» – volvió a indagar mirando a mi marido.

-Supongo que lo mismo que tú al lamer el… a comerte su… «ya sabes» – bromeó Javier señalando hacia donde estaba mi entrepierna.

Así, pregunta tras pregunta, gracia tras gracia, pasamos un rato agradable y desinibido. Ambas mostrábamos nuestros pechos de forma natural, y tanto mi Javi como yo, al menos eso creo ahora, deseábamos que saltara alguna chispa para volver a gozar de mi compañera. Era temprano y aún quedaba todo el domingo por delante, pensábamos quizá los tres.

-¿Y vosotros? – indagué curiosa- ¿follásteis anoche?

Silva se ruborizó de nuevo y sus pezones empezaron a responder por ella. Además, con sólo mirar de reojo a mi marido supe la respuesta.

-Jugamos un ratito más – contestó mi marido con naturalidad.

-¿Y no os apetece jugar otro ratito conmigo? – les propuse poniendo mi mano sobre el ya excitado miembro viril de mi chico.

No sé qué me estaba pasando. Quizá los acontecimientos habían despertado en mí una Isabel desconocida y salvaje, morbosa y putita.

-Por mí no hay problema – respondió Javier mientras su mano derecha comenzó a acariciar mi muslo.

-¡Joder, Isa! – exclamó la de los labios rojos- Yo es que alucino contigo. Y eso que la de la fama de viciosilla soy yo- volvió a exclamar con un gemido, quizá también generado por la mano izquierda de mi marido en su muslo.

-Me daría mucho morbo la situación de que te follemos los dos y que entre las dos nos follemos a mi maridito- provoqué a mi compañera que ya estaba visiblemente ruborizada y excitada.

Me levanté de la mesa y moviendo mis caderas me encaminé a la habitación. No había salido al pasillo cuando escuché que ellos también se levantaban y me seguían. Les esperé en la puerta de la habitación, apoyada en el quicio. Venía Silvia detrás de mí y tras ella Javi, muy empalmado, consciente de que iba a follar otra vez con dos mujeres, con dos hembras. Todo un planazo para la mañana de un domingo cualquiera. Estaba segura, o eso pensaba, que Silvia estaba deseando follar con Javi desde que les vi desayunar.

-Ponte a cuatro patas sobre la cama- ordené a mi gordibuena compañera – y tú – continué ordenando a mi marido – quédate donde estás.

Me sentía poderosa en mi territorio, en mi habitación matrimonial. Tenía a mi compañera de trabajo desnuda y expuesta a mis deseos e instintos y a mi marido cómplice de ellos.

-Ahora sí te voy a convertir en una guarrilla bisexual- dije a Silvia mirándole a los ojos mientras se colocaba, como le había ordenado, sobre la cama.

Me puse tras ella a observar su sexo reluciente, húmedo e hinchado de deseo. Sus pechos colgaban con los pezones erizados y su expresión y mirada, que recuerdo perfectamente, pedían a gritos placer. Era increíble saber que tenía allí expuesta, sobre mi lecho matrimonial, a mi compañera de trabajo desde hace más de siete años. Saber que había follado el día anterior con mi marido y dos días antes conmigo y con Cristina. Me parecía sexi, surrealista, inimaginable hace tan sólo un mes.

Pasé un dedo a lo largo de su espalda, entre sus glúteos, por la cálida entrada de su coñito y a lo largo de éste hasta rozar su clítoris, abultado y muy duro. Tenía ganas de lamerlo todo, de sentir sus flujos sexuales en mi boca. De impregnarme de su orgasmo.

Mi marido nos observaba desde la puerta, excitadísimo, masturbando suavemente su grueso pene y acariciando, de vez en cuando, sus testículos.

Le pedí acercarse y que pusiera su glande a milímetros del abierto coñito de la de los labios rojos. Comencé a masturbarle tan cerca de su sexo que, en ocasiones, el prepucio de mi marido rozaba y se bañaba con los flujos de ella. Mi otra mano, por su parte, comenzó a masturbar a mi compañera durante unos segundos y alternaba el mismo tiempo con masturbar mi sexo. Sentía la diferencia en textura de nuestros sexos, nuestros flujos, nuestros movimientos involuntarios de placer.

Separé un poco a Javier y me introduje su pene en la boca para mojarle, para prepararle. Un minuto y, al igual que hacía con mi mano, mi boca anternó el masculino falo con la femenina vulba de Silvia. Una mezcla de sabores, olores, texturas, sensaciones.

Tras jugar un rato con mi boca y mi lengua en sus sexos dirigí la poderosa polla de Javier a la entrada de placer de mi compañera gordibuena y, sin soltarla, sentí cómo entraba dentro de ella a la vez que mis ojos y mi mente se deleitaban en ello. Me asaltaban pequeños espasmos de placer al ver cómo mi marido entraba en mi compañera que empezaba a gemir. Entraba y salía despacio. Su polla brillaba empapada en jugos de Silva. Me incorporé un poco para preguntarle al oído algo a Javi que miraba también incrédulo la escena. Miraba cómo su Isa era la que conducía con la mano y sin pudor su sexo a un coñito ajeno que la engullía con facilidad.

-¿Te la follaste otra vez anoche, en nuestra cama? – susurré a mi marido mientras masajeaba sus testículos.

-Sólo un poquito – respondió como un niño que busca una explicación.

-¿Quieres llenarla? – le incité .

-¡Uffff! eso no lo he hecho aún- respondió a la vez que bajaba el ritmo de su vaivén para aguantar ante tal provocación.

Me separé un poco de Javi y, al igual que la gordibuena de mi compañera me subí a la cama, a su lado, en la misma posición. Busqué con una mano su rostro y lo giré hacia a mí para besar con vicio aquellos labios rojos entre abiertos que dejaban escapar una cascada de gemidos.

-¿Te folla bien mi marido? – le pregunté entre beso y beso, a la vez que deseaba que Javi abandonara la atención a ella y penetrase en mi interior.

-¡Joder, Isa! Lo estoy flipando, ahhhhh- me respondía entre gemidos y respiraciones profundas acompasadas con el ritmo que imponía mi marido.

Javier pareció leer mi pensamiento y cambió de mujer. Noté justo cuando se puso tras de mí y cómo su grueso pene entró sin dificultad hasta el fondo de mi sexo.

Se movía despacio, como queriendo disfrutar de aquella situación, de tenernos a dos mujeres disponibles para él. Estuvo así un buen rato. Entraba en una de nosotras, con penetraciones profundas y lentas, y la sacaba de una para iniciar el juego de nuevo en la otra. Hubiera dado lo que fuera porque aquella situación durara una eternidad. Sentía los jadeos y gemidos de Silvia tan dentro de mi cerebro como si fueran míos.

-¿Tomas la píldora? – le pregunté a mi gordibuena compañera al oído entre lametones en su cuello, mientras Javi me tenía ensartada.

-Sí- fue la escueta repuesta que salió de sus labios rojos entre jadeos.

-Voy a pedirle a Javi que se corra dentro de ti – dije en voz alta para que mi marido lo oyera perfectamente.

-¡Joder, Isa, estás loca! – respondió mientras buscó con una de sus manos mi cara para acercar mis labios a los suyos.

Javier empujó un par de veces y un poco más fuerte su grueso miembro en mi interior y salió de mí para colocarse tras la gordibuena y, de un fuerte movimiento de pelvis, entrar todo lo que pudo dentro de ella.

-¡Fóllatela fuerte, cariño! Quiero que te corras en ella. Quiero saber qué siente esta guarrilla con tu leche dentro.

-Tenía ganas de hacerlo desde ayer- dijo mi marido mirándome directamente a los ojos mientras me incorporaba y, de rodillas en la cama, me dirigía hacia él.

Empezó a follarla fuerte, profundo, salvaje, con tal fuerza que me costaba acercarme a él a besarle. Los pechos de Silvia bailaban al compás de la dureza de las embestidas. Me puse cachondísima sabiendo que mi Javi, mi maridito, mi esposo, se estaba follando de nuevo a mi compañera y amiga desde hacía tantos años y que iba a correrse dentro de ella en tan sólo unos instantes.

La de los labios rojos explotó en un orgasmo feroz, con gemidos fuertes y casi animales.

-¡Me corroooooo! ¡Joder, fóllame, fóllame, fóllame! ¡Grrrrrrrrr aaahhhhhh! – gritó mi amiga mientras Javier aceleraba el ritmo de la follada buscando explotar dentro, muy dentro, de ella.

-¡Dios, dios, dios! – exclamó mi marido un minuto después mientras se tensaba dentro de Silvia inundando su interior.

Casi como si estuviera poseída por una especie de depravación sexual agarré el miembro de mi marido y lo saqué del interior de Silvia para lanzarme a lamerlo y chuparlo con el deseo de saborear los restos de sus flujos en aquella poderosa polla mientras, con una de mis manos, obligaba a Silvia a mantener la posición en la que había sido follada.

Relamí el grueso pene hasta que, de repente, girándome, dirigí mi boca al enrojecido sexo de mi gordibuena compañera para saborear en ella el placer de aquel triángulo sexual. Le pedí que se fuera incorporando mientras metí mi cabeza entre sus piernas con una posición en la que no cabía duda de mis intenciones. Quería beber de ella el placer de sus orgarmos mezclados. Quería, como si de miel se tratara, sentir rezumar aquellos jugos cargados de placer directamente a mi boca.

Una de mis manos buscó sus labios vaginales para abrirlos y facilitar la entrada de mi sedienta lengua a su interior y la otra buscó mi sexo encontrando la cabeza de mi marido tan cerca de mi entrepierna que no pude más que agarrarle del pelo y acercarle a mí para, unos segundos después, regalarle un orgasmo impúdico y salvaje a su lengua, sus labios, su boca.

Pasamos casi todo el día entre besos y orgasmos, sobre todo entre nosotras, mientras Javi, el pobre mío, trataba de recuperar fuerzas en ocasiones.

A las 20:00 llevé a Silvia a su casa y me despedí de ella, en el coche, con un largo morreo, como si fuéramos novias o amantes.

-Mañana volveremos a la realidad, Silvia.

-Sí, Isa. Ha sido una pasada. Aún no me puedo creer todo lo que ha pasado esta semana.

-Bienvenida al vicio, bollerita- bromeé con ella entre risas antes de darle un largo pico en sus labios rojos.

-Espero que hayas descansado, maridito mío – le dije con sonrisa abierta a Javi al llegar a casa.

-Me has dejado alucinado, mujercita mía – me respondió acercándome a él con sus fuertes brazos y besándome de forma tierna y suave.

-¿Aún tienes alguna bala en la recámara? – le pregunté guiñando un ojo.

-Sí, mi chica. Pero la voy a usar para hacer el amor contigo.

Esta vez no hubo sexo salvaje. Sentí amor en cada una de las penetraciones y besos y, sobre todo, cuando de nuevo vacío todo su amor en mi interior.

LUNES

Silvia esperaba fumando bajo el techado. Llovía en Madrid tras muchos días de una temperatura que no era normal para esta época de año. Aparqué el coche en mi sitio habitual y salí cubierta por la capucha de mi gabardina al encuentro con mi compañera gordibuena. Me costó tanto como a ella no besarnos salvajemente.

-¿Ya se ha ido Javi a Berlín? – me preguntó.

-Sí, le llevé esta mañana al aeropuerto. Me da mal rollo que viaje con lo del maldito virus este.

-No te preocupes. En España serán cuatro casos y ya…

-Eso espero – le dije con un suspiro mientras ella apagaba el cigarrillo y entrábamos al Instituto Oficial To****a.

Hicimos los ensallos previstos para ese día y no sacamos en ningún momento nada de lo vivido hasta el día anterior. Mi mente no paraba de recordar a Javier corriéndose dentro de Cristina, de Silvia, en mi interior. Cómo ente los cinco habíamos follado casi en todas las posturas posibles.

-Creo que falta algo – dije en voz alta y sin querer.

-¿De los ensayos? – me preguntó con sus labios rojos mi compañera.

-No, déjalo. Pensaba en voz alta- contesté algo azorada.

-No me digas que estabas pensando en…

-Silvia, no te preocupes. Además, Javier no está y no podría…

-Cuéntamelo, por faaaaa.-protestó mi compañera como una niña pequeña.

-Me encantó ver a Cristina con los dos dentro de ella a la vez- dije bajando la voz todo lo que pude.

-Yo me masturbé anoche pensando en lo mismo y le mandé un mensaje a Alex, al del laboratorio, diciéndole que a ver cuándo quedábamos- confesó enseñándome un mensaje con una foto que no dejaba dudas de sus intenciones con Alex y con su primo.

El mensaje estaba acompañado de una foto de una chica similar a ella en la que se apreciaba explícitamente cómo dos penes estaban dentro de su vagina a la vez. Estaba claro que Silvia tenía las mismas ganas que yo de probar aquel tipo de sensación.

-¿Y te ha contestado? – le pregunté curiosa.

-Me ha dicho que mañana pueden él y su primo- contestó como una niña pícara.

-¡Joder, qué guay! – contesté algo envidiosa.

-Vente, tía- me dijo así, a bocajarro- son muy majos aunque un poco frikis, je je.

-¡Nooo , joder, tía! Alex es de aquí, del laboratorio- dije algo nerviosa.

-Creo que tú y yo también somos compañeras. ¿No?- replicó – Además Alex es de confianza y es buen tío y con fama de porrero, por eso, aunque lo cuente, nadie le va a creer. ¿Crees que va a ir contando que se ha follado a las ingenieras del proyecto? – me dijo mientras guiñó un ojo.

-No sé, debería hablarlo antes con Javi- me excusé

-¿Crees que te va a decir que no? ¿Y si él se encuentra con Cristina y Pablo en Berlín, le dirías que no? ¡Despierta, chavala, y llámale cuando llegue! – me dijo no sin cierta razón.

Me pasé lo que quedaba de jornada intentando no pensar. Pero me asaltaba la duda de si sería capaz de follar con otros tíos sin que Javi estuviera, si no presente, al menos consciente de que lo estaba haciendo.

Puse el coche en marcha y llamé con el manos libres a Javier.

-Hola, bombón.

-Hola, cariño ¿qué tal el vuelo? – pregunté inocentemente.

– Bueno, aparte de mil turbulencias, bien, jejjejee. Sabes que me encanta montar en avión.

-¿Ya has visto a Pablo? – pregunté curiosa.

-No, ellos llegan mañana.

-¿Va Cristina? – pregunté con picardía.

-Sí, vienen los dos. Seguro que van a echar de menos que no estés- me respondió con otra pícara respuesta.

Apuesto a que había puesto su boquita pirata de medio lado al contestarme.

-¿Y vais a…? – pregunté antes de que me cortará.

-Cielo. No sé si seré capaz de hacer algo sin ti. Pero después de lo vivido estos días… ¿Tú qué harías? ¿Serías capaz de mantener el juego?

Por primera vez desde que nos conocimos no sabía si aquella pregunta era o no con trampa. ¿Se me escapaba algún matiz de cómo lo decía?

-Cari. No tienes que pedirme permiso, si es eso lo que me quieres decir. Puedes follar con ellos y mandarme alguna foto picante, jejjejee.

-¿Y tú? – preguntó de repente – ¿tienes algún plan con Silvia?

-Me ha dicho que mañana ha quedado con dos amigos suyos – respondí ocultando que Silvia había quedado para follárselos y que me había invitado a hacer lo mismo.

-¿Y por qué no jugáis a ligar con ellos? Puede ser divertido. Además, me encanta esa faceta salvaje tuya, cielo. Sabes, siempre me has gustado mucho, incluso cuando éramos amigos y me ganabas por goleada ligando- se sinceró conmigo.

-¿Y si va a más con esos chicos?

-Tú disfruta. Y me mandas alguna foto picante, jejjejee.

Acababa de abrirse una puerta distinta a todo lo anterior y mi cabecita loca daba vueltas sobre lo que sería capaz de hacer. Tras despedirme de Javi tuve que parar a tomar un café antes de llegar a casa. Estaba alucinando y mi imaginación me hacía pensar en si debía o no quedar con mi compañera y los chicos. Cogí el móvil y WhatsAppeé a Silvia.

Yo-«a qué hora has quedado mañana?»

Silvia – «a ls 8pm»

Silvia – «t apuntas? »

Yo- «creo que sí»

Silvia – «guay, tía»

Silvia – «como se llama el hotel ese de la habitación afrkana? »

Yo- «Z**k»

Yo- «Está en Alcalá de Henares »

Silvia – «pues nos vemos allí»

Silvia – «ponte el tanga de leopardo que pega con el sitio, jjjjjjjj»

Yo- «graciosa»

No me acordaba de ese pequeño detalle. El martes hacíamos un simulacro de teletrabajo por el maldito virus y no iría acompañada de ella. Pensé que ir a aquel lugar significaba directamente que me iba a entregar a una nueva depravación. Cuando llegué a casa me encontraba curiosamente excitada y nerviosa. Tuve que ducharme porque sólo pensarlo me hacía sudar y mojarme. Pensaba en Alex, el chico del laboratorio, delgadito y muchísimo más joven que yo, e imaginaba a su primo similar a él, a veces más fuerte o más delgaducho follando ambos con mi gordibuena compañera. Me estaba metiendo en un verdadero berenjenal, pero nada comparado con lo que me esperaba. Esa noche me acosté pronto. Echaba de menos a Javi.

-Hola, chico guapo – le llamé a sabiendas de que, con esa frase, el intuiría que su mujercita pensaba ya en otro juego.

-Hola, belleza. Ya me imagino que te apetece seguir jugando- me respondió con una bonita sonrisa que traspasaba el auricular del teléfono.

-Me apetece más jugar contigo- le ronroneé como una gatita mientras, metida ya en la cama, me quitaba las braguitas- ¿Ya tienes alguna fantasía que hacer con Cristina y Pablo?

-Ninguna en especial, por mi parte – contestó haciéndome entender que ellos podrían ya estar planeando algo- ¿y tú? ¿Has pensado en ligarte a alguno de los amigos de Silvia si te gusta?

-Quizás a los dos- bromeé mientras mis manos buscaban mi entrepierna y acariciaban los labios externos de mi sexo.

-Y si te gusta eso podemos repetir cuando vuelva. Ya sabes, me está empezando a gustar verte follada y participar en ello- me propuso con un cambio de voz que conocía bien.

Estaba segura de que Javier se estaba masturbando a la vez que yo hacía lo mismo.

-¿Y si ahora te ordeno que te dejes de masturbar y lo guardes para Cristina? – le propuse con evidente malicia.

-Prefiero brindártelo- me respondió gimiendo un poco más.

–Quiero, ¡exijo!, que lo guardes para el coñito de Cristina y que Pablo se lo coma después- ordené tajante incluso teniendo que no me hiciera caso.

-Está bien, cariño. Paro, pero prefería masturbarme contigo. ¿Y tú también vas a parar?

-Yo no, cariño. Yo voy a correrme y hacerte sufrir, unmmmm, un, unmmmm, poquiiii-to- respondí casi al borde de mi orgasmo.

-Me encanta lo zorrita que te estás volviendo – me dijo a través del teléfono que ya había dejado apoyado en la almohada mientras me corría gimiendo para que él me oyera.

-¿Te gusta escuchar cómo tu mujer se corre? – le pregunté mientras aún jadeaba.

-Me encanta, cielo- contestó excitado.

-Ten mañana los cascos del móvil cerca- le propuse pensando en que, si se daba la ocasión, le llamaría si decidía participar con Silvia, Alex y el primo de éste.

Hablamos cariñosamente un poco más y me quedé dormida inmediatamente después de su beso en la distancia.

MARTES

Pensé que no sería capaz, pero la mañana fue bastante productiva en cuanto al trabajo. Mandé a Silvia varios correos laborales, hablé un poco con mi marido sobre temas caseros y hasta me dio tiempo a comer tranquila sentada en la mesa de la cocina. ¡Uffff! ¡Qué recuerdos me trae a sólo dos o tres días del huracán sexual allí vivido!

A las 16:00 recibí un WhatsApp de Silvia, muy enigmático.

Silvia – «clave 23*****61 y es la misma puerta»

Silva – «a las 8 allí» y un emoticono de un beso con un corazón.

Yo- «no prefieres tomar algo antes?»

Y ya no contestó.

Cuando me quise dar cuenta eran las 17:00. Me puse un poco nerviosa pero me duché despacio, me puse un tanga negro precioso de satén y muy provocativo a juego con el sujetador. Me puse mi vestido fetiche de Zara. Mandé un beso y un te quiero a mi marido por WhatsApp.

Cogí mi coche a las 18:45 y me encaminé a la M-50 que a esa hora estaba totalmente despejada. Aparqué justo en frente de la discreta entrada del hotel Z**k a las 19:55. No sabía qué hacer. Silvia posiblemente llegaría en unos minutos junto a Alex y su primo. ¿Y si no contestó porque llevaba allí con ellos toda la tarde? Pensé. Total, me había dicho que a las 20:00 pusiera la clave en la entrada y subiera a la habitación.

Pi-pi-pi-pi-pi-pi sonó la especie de interfono que guardaba celosamente aquella entrada. Se abrió la cancela y sólo se iluminó tenuemente el camino que debes seguir con el coche. Volví a meter la clave en la puerta dorada y entré sin estar del todo decidida.

En lugar de frutas, sobre la mesa de madera oscura de la entrada, había chocolate, bombones, trufas y frutss confitadas y delicias de una marca lujosa de dulces.

La suit Africana estaba totalmente en silencio. No se oía ni la cascada de agua del viernes pasado. Pensé que, o bien se había cancelado la cita o que era una broma pesada de Silvia. De repente sonó un mensaje de WhatsApp en mi móvil.

Javi- «Hola, bombón»

Javi- «¿Qué haces?» y lo acompañó con una carita sonriente de diablillo

Javi- «No te preocupes que están llegando»

Javi- «Pásatelo muy bien y disfruta todo lo que puedas, ZORRITA» y a continuación mandó una foto de él acompañado de Cristina y Pablo desnudos en la habitación del hotel de Berlín.

Me quedé perpleja sólo un segundo, que fue lo que tardó en abrirse la puerta dorada y aparecer Silvia con una ajustadísima minifalda y un chaleco de látex llevando con dos collares y cadenas de perro a Alex y al que supuse su primo completamente desnudos.

-¡Qué cabrones! – exclamé en voz alta – ¿Lo teníais todo previsto y Javi lo sabía?

-Por supuesto, zorrita- contestó mi gordibuena compañera – Lo planeamos todo la noche del sábado con Cristina – me dijo con una sonrisa casi maléfica mientras avanzaba hacia mí con los dos chicos flanqueándola.

Jamás olvidaré su figura enfundada, que favorecía enormemente su figura y le daba un aire de dama sadomasiquista expectacular. Me besó de forma salvaje y guarra delante de los dos chicos que estaban a esas alturas muy excitada con sus penes erectos.

Alex, al que conocía del laboratorio, me miraba con tal fuego en ojos, que si la de los labios rojos le hubiera soltado de su apresamiento, creo que me hubiera follado allí mismo sin contemplaciones. El primo, algo más pequeño de estatura, también de unos 25 años, calculé, pero tremendamente fibrado y musculado, se mantenía firme y con una mirada fría y calculadora. Pude fijarme mejor, cuando mi gordibuena compañera dejó de besarme. El pene de Alex era bastante grueso, casi como el de mi marido pero algo más largo. El de su primo era un ejemplar bello, ni grande ni pequeño, ni corto ni largo, podría decir que era una polla bonita y bien proporcionada en tamaño y grosor.

Estaba segura. «¡Me los follaré a los dos!» dije en mi mente. Mientras Silvia se acercaba más al primo de Alex y lo soltaba de su collar.

-¿Te ha gustado la sorpresa y la puesta en escena, zorrita? – me preguntó mi compañera.

-Estoy alucinando- respondí sin dejar de apreciar el hermoso pene del chico.

-Son los dos para ti- me dijo mientras volvía a acercar sus labios a los míos y me volvió a besar buscando con su lengua la mía.

-¿Perdón? – le pregunté inquisitiva a Silvia.

-Sólo te van a follar a ti. Yo les remataré luego, si es que dejas algo, jajjajaa- dijo jocosamen la gordibuena de mi compañera mientras soltaba a Alex.

Los dos chicos vinieron despacio y se pusieron frente a mí, con sus pollas apuntando directamente a mi cuerpo. No estaba asustada, ni mucho menos. Al contrario, me mordía el labio de abajo con ansiedad y necesidad de parar el impulso de arrodillarme ante ellos y probar con glotonería sexual sus erectos miembros.

-Son todo tuyos- insistió Silva que había ocupado el sillón de mimbre y que le ofrecía unas vistas privilegiadas de la cama y de donde estábamos.

No sabía bien qué hacer. Me encontraba bloqueada y necesitaba un estímulo para que aquel torbellino de sexualidad abierta empezara a envolverme de nuevo.

-Podéis empezar a desnudarla- sugirió mi gordibuena compañera mientras se acariciaba un pezón por encima del látex que lo cubría.

Los chicos me quitaron la chaquetilla y el vestido nuevo casi en segundos y antes de que me quisiera dar cuenta tenía desabrochado el sujetador y mi tanga corría rodillas abajo. En menos tiempo aún sentía 4 manos y dos lenguas recorriendo mi cuerpo y las mías recorrían sus miembros viriles masturbándolos suavemente estando aún los tres de pie. Por el rabillo del ojo veía a Silvia que, desde el sillón, nos observaba con una mano en uno de sus pezones y la otra buscaba su entrepierna.

Noté manos en mis pechos, glúteos, clítoris, muslos… La lengua de Alex comenzó a lamer mi cuello mientras yo apretaba con fuerza su pene en mi mano derecha. Su primo hacía lo mismo en el otro lado de mi cuello y nuca mientras mi mano izquierda masturbaba su durísimo y bello pene. Tenía que probarlo. Me moría de ganas de sentir su sabor, su tacto.

Poco a poco, besando ahora yo sus pechos, fui bajando hasta ponerme en cunclillas frente a ellos. No lo dudé y probé primero al primo.

Era increíble, decía mi calenturienta mente, que estuviera mamando la polla de un perfecto desconocido.

Era increíble que, además, tanto la de los labios rojos, allí presente y masturbándose, como Alex fueran compañeros míos.

Era increíble, a su vez, que mi marido supiera de esta situación antes que yo y que fuera parte del juego a casi 3000 km de distancia.

Era increíble, al fin, que no hacía dos semanas aún, la única persona con la que había tenido sexo en los últimos 12 años fuera Javier y ahora, en menos de 15 días, tres hombres distintos a mi marido iban a follarme y dos mujeres hubieran compartido orgasmo con los míos.

Dejé de mamar al primo y busqué, ansiosa, el pene de Alex, del chico del laboratorio al que, creo, jamás imaginé en este tipo de situaciones. Estuve jugando con mi lengua y mis labios con aquel jugoso pensamiento mientras alternaba las texturas, sabores y tamaños diferentes en mi boca.

Me levanté de prisa, casi como un resorte. Volví a coger a cada uno de su miembro y les conduje, tirando de ellos, a la gran cama circular. Observé un instante a Silvia que había cogido mi móvil y, presuntamente hacía fotos a nuestros juegos.

Empujé primero al primo sobre la cama e indiqué a Alex que se tumbara a su lado. Tenía a los dos chicos en medio de una enorme cama redonda, desnudos y excitados. Me detuve unos segundos a contemplarlos, relamiéndome y pensando cuánto tiempo y en qué formas y posturas iba a follar con ellos. En mi pensamiento aparecían figuras inconexas de tríos en las que mujeres anónimas disfrutaban de sexo con hombres anónimos. Quería seguir besándoles y mamando sus miembros tan erectos, pero también quería notarlos dentro de mí. Reconozco que, aunque estaba segura de lo que quería hacer, no el sabía cómo continuar.

Opté por dejarme llevar por mis deseos primarios y, gateando como una gata en celo, me subí a la cama y me puse a orcajadas sobre el primo de Alex. El chico, que antes me pareció que tenía una mirada de hielo, ahora parecía un poco asustado y cohibido. Mis pechos oscilaban a pocos centímetros de su boca y mi mano agarró su hermoso miembro viril para dirigirlo directamente a la entrada de mi sexo. Miró a su primo confuso y con aire de «esto no me lo esperaba» mientras su polla empezaba a hundirse en mi interior.

-Zorrita – se dirigió a mí mi gordibuena compañera – Están un poco alucinados porque conmigo follan siempre con goma.

-Ups, lo siento – dije intentando elevar mi cuerpo.

Sin embargo las manos del primo me asían fuertemente de las caderas e impedían que me levantara.

-No importa- dijo el primo con una voz extrañamente infantil.

-Tranqui, tía – comentó Alex- que si quieres follar sin gomita por nosotros no te cortes.

Silvia soltó una sonora carcajada y pude ver, ahora sí, que estaba haciendo fotos con mi móvil. Alex, a su vez, se puso de pie frente a mí y agarrándome un poco salvajemente del pelo me obligó a introducirme su polla en la boca. Por mi parte empecé un suave movimiento sobre el pene del primo. Ahí sí tuve la sensación de que no había más que pensar. Se trataba de follar y disfrutar.

Tardé en tener mi primer orgasmo. Las posturas entre los tres se alternaban básicamente en tener a uno de los dos chicos follándome o siendo follado por mí mientras mi boca se ocupaba del miembro viril del otro. Creo que cambiaban de postura casi cuando sentían que si seguíamos así alguno de ellos se correría. Como os contaba, mi primer orgasmo llegó cuando tenía al primo como blanco de mi boca mientras Alex me follaba por detrás y empezó a decirme verdaderas burradas.

-Voy a follarte como a una perra. ¿Te gusta ser tan puta , verdad? Vamos a dejarte el coño como un bebedero de patos, puta zorra.

El primo se unió a decir el mismo tipo de palabras.

-Te va a doler la boca de tanto chupar, pija puta.

Silvia se masturbaba ya sin pudor alguno a escasos dos metros de nosotros.

Los gemidos míos y de la de los labios rojos así como las burradas de los chicos debían oírse en todo el hotel.

Empecé a sentir llegarme el primer orgasmo cuando Alex dijo:

-Lo va a flipar tu marido cuando vea las fotos que le está mandando Silvia. Su querida mujercita follada por dos pavos.

Me corrí sólo ya por saber que Javi estaría recibiendo fotos mías con el coñito y la boca llenos de polla. En ese momento empecé también yo a follarlos y a acelerar mi deseo de cumplir mil fantasías.

-¡Fóllame tú también! – ordené al primo sacándome su miembro de la boca- ¡Fólladme los dos a la vez! Y tú, guarrilla, quiero que hagas fotos de mi coño lleno con dos pollas. Haz fotos hasta que se corran los dos.

La de los labios rojos se levantó del sillón de mimbre y aprovechó mi boca vacía para besarme de forma salvaje.

-Que sepas que Cristina está imitando lo que haces tú – me dijo como un secreto al oído.

Aquella confidencia me puso más caliente si cabe. Era plenamente consciente de que Cristina estaba follándose, a la vez que yo lo hacía con aquellos dos chicos, a su marido y al mío y que estaba dispuesta a imitar todo lo que yo hiciera.

-¡Túmbate en la cama, chaval! – ordené a Alex. Me subí a cabalgarle y mirando hacia atrás, hacia el primo, le ordené – ¡Métemela también! Quiero sentir las dos en mi coñito.

Fue una sensación brutal, dañina al principio pero enormemente placentera cuando los tres pudimos acompasar un ritmo en aquel amasijo de cuerpos. Sentía, en mi físico y en mi mente, las embestidas de los dos chicos a la vez. Me sentía plena, perversa, viciosa, más zorra que nadie. Quería que inhundaran mi interior. Quería tener el semen de aquellos jóvenes vertido dentro de mí, y a la vez imaginaba el largo pene de Pablo y el grueso miembro de mi marido follándose y derramando su semen, también al mismo tiempo, y en aquel mismo momento, dentro de la rubia de pelo corto.

-¡Joder, cabrones, folladme, folladme más fuerte! – les gritaba.

Silvia seguía haciendo fotos, de primer plano y del conjunto. Yo estaba al borde de un orgasmo de infarto. Alex y su primo jadeaban como perros y sus penes estaban durísimos.

-¡Me voy a correr, hijos de puta! – les grité justo antes de que una ola de placer invadiera todo mi ser.

Ellos empezaron a moverse en mi interior a un ritmo frenético. Querían también llegar al climax y, el primo, en primer lugar, anunció su descarga.

-¡Me corro, cacho puta, me corrooooo! – gritó como un salvaje.

-¡Toma leche, zorraaaaa! – dijo unos instantes después Alex descargando un potente chorro de esperma dentro que noté en el fondo de mi coñito.

Me sentía la mujer más viciosilla del mundo.

La de los labios rojos no paraba de hacer fotos, incluso cuando los chicos salieron de dentro de mí y un torrente de semen empezó a derramase sobre la cubierta de la cama. Me llevé una mano ami sexo y recogí un poco de aquella mezcla para llevarla a mis labios.

Al salir de la ducha no había rastro ni de Silvia, ni de Alex, ni de su primo. Había un sobre encima de la cama y mi móvil encima. Cogí el móvil aún envuelta en la toalla y abrí el sobre.

«Querida zorrita:

Espero que lo hayas pasado genial con los mancebos que acabas de follarte.

Estoy deseando volver a verte.

Siempre tu putita:

Cristina».

Besbloquee el móvil y tenía uno 30 mensajes de WhatsApp de Javi. Al principio me asusté un poco, pero nada más abrir la conversación vi que eran 30 fotos intercaladas con otras tantas que había mandado mías Silvia al móvil de mi marido.

En las fotos de ellos aparecían los tres sonrientes en las primeras y luego tensos de placer. Había mamada de todos a todos, de Javier a Pablo y viceversa, de los dos a Cristina y de ella a los dos. Las últimas eran espectaculares primeros, medios y largos planos de Cristina siendo penetrada por su coñito por nuestros maridos y en varias se apreciaba claramente cómo Javier tenía introducido su grueso pene en el culito de ella.

Me masturbé de nuevo viendo las imágenes de ellos y las protagonizadas por mí.

Me vestí, pulsé la combinación para ir al garaje, monté en el coche y, ya de camino a casa y con el manos libres, llamé a mi marido.

-Hola, bombón. Veo que te lo has pasado bien – me contestó en medio de un silencioso entorno.

-Hola, cariño. Creo que tú también. ¿Sabes que te quiero?

– Sabes de sobra que lo sé y siento lo mismo por ti.

-Por cierto. Tengo una pequeña duda ¿Quién os hizo las fotos?

Fin

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