Otra oportunidad para follarse a mi esposa
Para quienes queráis conocer otras aventuras reales que hemos tenido podéis mirar en nuestro perfil. Para quienes queréis ir al grano os recordaré que mi esposa y yo hemos frecuentado en varias ocasiones locales liberales donde hemos disfrutado enormemente y donde mi mujer R ha tenido mucho éxito por su belleza y las curvas de su cuerpo. Lejos de lo que podáis pensar mi esposa no es una mujer florero ni mucho menos. Se trata de una persona con estudios y un trabajo importante que no voy a contar aquí por discreción. Mi caso es parecido aunque reconozco que en la comparación ella me supera en atractivo físico. Con esto quiero decir que ni somos raros ni tenemos problema de ningún tipo. Somos un matrimonio feliz, con hijos, sexualmente activos, con buenos trabajos y sueldos, que ha descubierto el morbo de vivir aventuras sexuales juntos.
– C ha vuelto a contactar conmigo. Me ha dicho que quiere repetir – me dijo mi esposa.
C era el novato en el ambiente liberal que mi mujer había conocido por redes sociales y con el que habíamos quedado semanas antes en un local liberal. Desafortunadamente no había dado la talla. A pesar de los esfuerzos de mi esposa él no había sido capaz de correrse y menos aún de follarse en condiciones a mi mujer.
– ¿No es muy atrevido que quiera repetir tan pronto? Sólo hace unas semanas fue incapaz de follarte. ¿Qué le hace pensar que ahora irá mejor? – le pregunté.
– No lo sé. Él dice que ha estado pensando en ello y que ahora está preparado para volver e intentarlo de nuevo – me contestó -. ¿Qué te parece?
Yo no lo veía nada claro. R llevaba enlazando dos visitas al club en las que los sementales que había escogido, aunque por diferentes razones, le habían fallado estrepitosamente a la hora de penetrarla. Y ahora uno de ellos quería repetir. Mucho me temía que si íbamos por ese camino el resultado iba a ser el mismo.
– No creo que vaya a salir bien. En mi opinión en la anterior ocasión el ambiente le pudo y me parece que va a volver a pasar. Esto es como si en tu primer partido como profesional te estrenas en el Santiago Bernabéu. Pero como tú veas, si quieres darle una nueva oportunidad adelante – dije a R dándole vía libre.
Ese fin de semana tras cenar nos dirigimos de nuevo al local. Volvía a haber bastante gente. Allí estábamos tomando una copa cuando C llegó. En esta ocasión no se anduvo por las ramas, terminamos las copas rápidamente y tras desvertirnos acabamos los tres completamente desnudos en el jacuzzi. R estaba entre nosotros dos. Sin esperar C se abalanzó sobre ella y empezó a besarla y meterle mano. Parecía mucho más decidido y activo que la vez anterior. Mi mujer se dejó llevar por el placer y respondía con deseo a sus besos y caricias. Les dejé tiempo para que C se acostumbrase y finalmente me incorporé. El disfrute de mi esposa se disparó. Casi totalmente estirada en el agua C y yo la compartimos besando sus labios, lamiendo sus pezones, masturbando su coño alternativamente y a la vez y en esa postura R se corrió varias veces mientras agarraba nuestras pollas duras.
– Vamos al reservado – nos dijo mi mujer con los ojos brillantes de excitación. Estaba claro que los orgasmos que le habíamos proporcionado sólo eran la antesala de lo que venía a continuación.
En el reservado no había nadie todavía. Allí mi esposa se tiró en el suelo boca arriba y yo empecé a realizarle sexo oral mientras el otro tío la besaba y acariciaba. Desde mi posición pude ver cómo R cogía su polla y le masturbaba para luego ponerle un preservativo y empezar a chupársela hasta que la tuvo totalmente erecta. Entonces R me apartó, se levantó, le empujó para que se echase en el suelo y empezó a cabalgarlo. En el rostro de C se veía lo mucho que disfrutaba mientras acariciaba los pechos y penetraba el coño de mi mujer. Ella no se quedaba atrás, tanto que al poco estaba corriéndose encima de él pero siguió cabalgándolo. Yo les dejé hacer.
En esas seguían cuando empezaron a llegar parejas. Algunas eran bastante atractivas. Reconozco que incluso dividí mi atención entre el espectáculo porno que protagonizaba mi mujer y el que daban dos mujeres besándose y acariciándose mientras sus parejas (desconozco si intercambiadas o no) las follaban a cuatro patas. Sospecho que las nuevas compañías fueron el detonante: de nuevo la erección de C decayó. Otra vez mi mujer intentó revivir aquel pene que se desinflaba por momentos. No hubo manera así que abandonando a aquel hombre R se volvió hacia mí y empezó a besarme y a chuparme la polla a cuatro patas. C se puso detrás de ella y con la polla fláccida se dedicó a masturbarla con los dedos. A mi mujer le encantó y en esa postura se corrió con el coño lleno de dedos y la boca llena de polla.
Más relajada después de su orgasmo mi mujer volvió a trabajarle la polla y a chupársela con goma, pero aquello no funcionaba, no pasaba de ponerse morcillona. Conociéndola sabía que debía estar frustrada así que me acerqué a ella por detrás y la penetré por el coño follándola a cuatro patas un buen rato y dándole azotes mientras ella gemía y se corría con la polla de otro en la boca. Cuando me cansé volví a apartarme pensando que C tomaría el relevo. Pero no, ni por esas se animaba. Mi mujer se echó entre los dos a descansar pero no estuvo mucho tiempo así. R se levantó y esquivando los cuerpos que follaban cerca de nosotros, se acercó a la barandilla como la vez anterior (podéis verlo en el relato previo a este). Yo sabía que había contado a C lo sucedido aquel día. Era una clara invitación a C a quien se quedó mirando pero él o no se dio cuenta o no se atrevió a ir así que tras esperar un poco R volvió antes que algún otro aprovechase la situación y quisiese follársela allí mismo.
Otra vez echada entre nosotros empecé a acariciarla y poco después la estaba follando en estilo misionero bajo la atenta mirada de C. Acerqué mi rostro al de mi mujer.
– Mírale mientras te follo – le ordené.
– ¿Cómo? – me dijo.
– Que le mires a los ojos mientras te follo – le repetí.
R me obedeció y mientras soportaba mis embestidas le miraba a los ojos. La excitación de mi esposa se multiplicó. C empezó a masturbarse furiosamente mirándola. R se corrió otra vez y me aparté de ella todavía con la polla dura. Él seguía masturbándose y ella le miraba.
– ¿Quieres chupársela a pelo? – le pregunté.
– Sí – me respondió vergonzosa en tono bajo.
– ¿Quieres que te la chupe a pelo? – pregunté esta vez a C.
– Sí – contestó.
– Venga, pues chúpasela – le indiqué a R.
Mi mujer se acercó a él y apartando la mano con la que estaba meneándose la polla cogió aquel rabo y se lo metió directamente en la boca. Era la segunda vez que chupaba una polla sin preservativo delante de mí. Me acerqué a los dos, la cogí del pelo formándole una coleta, y la obligué a comerse aquella polla hasta el fondo. R estaba excitadísima otra vez.
– Méteme un dedo por favor – le rogó C.
R le introdujo un dedo en el culo mientras seguía chupándosela. La polla de C por fin había alcanzado su máximo esplendor.
– ¿Ves? Eres su comepollas. Te encanta comerte su polla, ¿verdad? – le dije a mi mujer.
R, excitadísima por mis palabras, con la boca llena de polla y un dedo en el culo de aquel tío me decía que sí a todo con la cabeza en medio de gemidos guturales. Vi también la excitación en los ojos de C. Ahora sí estaban en el buen camino. Con la sensación del deber cumplido me alejé de ellos de nuevo. Pero me equivocaba. Poco después aquella polla volvía a encogerse en la boca de mi esposa. Otra vez me acerqué por detrás a R y la follé durante mucho rato en esa posición consiguiendo que se corriera varias veces con el pene de C en la boca. Volví a apartarme y otra vez mi mujer intentó montarle pero no había manera así que volvió conmigo.
R empezó a chupármela a cuatro patas. C aprovechó la oportunidad y se tiró en el suelo desde donde la masturbaba con sus dedos a la vez que le comía el coño. Mi esposa alcanzó un nuevo orgasmo así y quiso devolverle el favor intentando montarlo de nuevo pero él lo rechazó. Así que volví a follarla yo, otra vez en estilo misionero y otra vez diciéndole que le mirase mientras me la follaba. Volvieron a intercambiar miradas mientras él volvía a masturbarse viéndonos. En esa posición di varias bofetadas en el rostro a mi mujer.
– ¡Más! ¡Dame más! – me pedía R excitadísima.
Pero mi aguante llegó hasta allí. Me corrí en parte encima de ella y en parte en su boca cuando fue capaz de comerse mi polla. Descansamos un rato echados en el suelo y de allí fuimos al jacuzzi. Por nuestra parte la noche ya había terminado. Nos despedimos de C, que se quedó allí, y nos volvimos a casa. Y R ya sumaba tres visitas al local sin conseguir que otro hombre que no fuese yo se la follase en condiciones. Tenía que sentirse muy frustrada. No supe cuánto hasta que pasaron dos semanas.