Paco: un deseo incontrolable, su madre

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Era de madrugada cuando mi adorable madre me despertó y me pidió que me vistiera y me fuera a mi cama. Soñoliento como estaba, me tuvo que ayudar a vestirme y me acosté para volver a quedarme dormido. Cuando desperté, todas estaban levantadas. Entré en la cocina y allí estaban, desayunando y charlando.

-¡Vaya, ya está aquí mi gran sobrino! – Me sonrió mi tía Paula. – ¡Anda dame un beso!

Me acerqué a ella y la besé. Laura me pidió lo mismo y le correspondí. Ya que estaba, seguí y le di otro beso a mi abuela y por último me crucé con mi madre, la agarré por su deliciosa cintura para pararla y la besé en la mejilla. Me senté y no tenía ganas de desayunar. Todas acabaron y se vistieron para marchar a sus trabajos.

En unos minutos quedé solo en la casa, sentado en la cocina… Me levanté y caminé hacia mi habitación. Busqué en el cajón donde mi madre guardaba su diario. Allí estaba esperándome, con sus íntimos pensamientos dentro para que yo supiera de ella.

Busqué la última página y comencé a leer:

5 de julio…

Respecto a mi hijo, he decidido no pensar más en él, pero me será muy difícil pues ver su hermosa polla marcada en su ropa me pone muy excitada. Esta mañana he tenido que masturbarme en la tienda. Entré un momento en el servicio para desahogarme pensando en él, en su grande y gruesa polla. Imaginé que la tenía en mis manos, en mi boca… en mi mojado sexo. Pero ya no volveré a pensar en él.

Ese día escribió poco de mí, pero lo suficiente, unido a lo ocurrido por la noche, para saber que tenía algunas posibilidades de tener sexo con ella. Esperé a ver como se presentaba la tarde para intentar excitarla un poco más, hoy era viernes y todas trabajaban medio día, tal vez podríamos jugar de nuevo con el agua.

El resto de la mañana la pasé haciendo cosas de la casa y la imagen de mi madre con mi polla en la noche anterior no se borraba de mi cabeza. Así, sobre las dos y media de la tarde aparecieron mis tías y poco después aparecieron mi madre y mi abuela. Preparamos la mesa y nos pusimos a comer.

-¿Qué os gustaría hacer esta tarde? – Preguntó mi abuela.

-Podríamos ir a la piscina o bien a la playa… – Comentó Paula.

-¡Vale, vayamos todos a la piscina! – Añadió Laura.

-Yo no tengo ganas… – Dijo mi madre. – Me quedaré aquí y aprovecharé para descansar.

Al final, mi madre y yo nos quedamos solos en casa. Estábamos descansando en el salón. Ella llevaba una camiseta y unas bragas solamente, como solían ir todas las mujeres que allí vivían… bueno, salvo mi abuela que era más comedida en su vestimenta. Estaba echada en el sofá y en varios minutos ya estaba estaba totalmente dormida.

La miré, estaba preciosa, su cuerpo era maravilloso para mi mente lujuriosa… me encantaba mirarla y recordaba lo que hicimos la noche anterior. Pero no quería molestar su descanso. Pensé en acariciar su cuerpo… sus pechos… aquella mujer madura me estaba enloqueciendo… aquella mujer era mi madre.

No pude aguantarme, le subí su camiseta y dejé al aire el triángulo que formaban sus bragas sobre su hermoso coño. Aquella imagen me calentó y mi polla empezó a crecer y tuve que liberarla de mi calzonas. Y así me encontré, de nuevo mirando a mi madre y tocándome la polla excitado con ella. Empecé a sentir placer, la mezcla de la imagen de ella, dormida plácidamente, su sexo se insinuaba bajo la fina tela de encajes de sus bragas… me estaba calentando y empezaba a sentir ganas de descargar mis huevos.

-¡Te quiero mamá! – Empecé a susurrar. – ¡Te amo! ¡Te amo! – Subía poco a poco el volumen y no me daba cuenta de ello.

Estaba concentrado en aquella geométrica forma que tenía su sexo y excitado al máximo. Ya estaba a punto de lanzar mi carga…

-¡Qué forma más bonita de despertar a una madre! – Sonó la voz de mi madre y me asustó. – Así que te gusta mirar a tu madre mientras duerme ¿no?

-¡Mamá, me has asustado!

-¡Entonces vas a parar! – Me dio sin moverse mirándome desde el sillón. – ¡O quieres seguir con la visión de esto! – Empezó a subirse la camiseta hasta que sus pechos quedaron a la vista.

Aquello me puso más caliente y seguí masturbándome. Ella se sentó y se juntó las tetas con las manos para que parecieran más grandes aún. Yo estaba a cien. Tenía las piernas abiertas y su sexo apuntaba hacia mí, nunca la vi tan excitante y caliente.

-¿Quieres echarlo sobre los pechos de mamá? – Me preguntó y no podía ya más.

Sentí la dulce sensación de vaciarme sobre mi madre. Un chorro cayó sobre su boca, garganta y tetas. Todo lo demás no vi como salió, pues en un momento mi glande se perdía dentro de su boca y sentía un inmenso placer al soltar lo que quedaba dentro de su boca… Mi madre se había hecho adicta a mi semen. Me senté en el sofá pues mis piernas temblaban por el placer, pero ella se inclinó y continuó mamándome hasta dejarme seco y mi polla bien limpia.

Yo estaba totalmente recostado en el sillón, reponiéndome del placer sentido y ella me miraba a los ojos mientras acariciaba suavemente mi polla. Me sonreía y sentía su amor.

-Hijo, ¿quieres aprender cómo darle placer a una mujer con tu boca? – Me preguntó y yo asentí con la cabeza pues sabía que iba a comerle su maduro, mojado y excitante coño.

Se sentó en el sofá y abrió bien las piernas. La acaricie por encima de las bragas y noté que estaban algo mojadas, sin duda estaba muy excitada. Entonces agarré con las manos el filo de la bragas y empecé a quitársela, forzándola a cerrar las piernas.

Cuando volvió a separar sus piernas, apareció ante mí su húmedo coño, sus labios formaban un gurruño de carne.

-¡Sepárame los labios de mi coño hasta que veas mi interior! – Me indicó.

Torpemente empecé con los dedos a hurgar en ellos y no conseguía separarlos por completo.

-¡Tranquilo cariño, deja que mamá te ayude!

Con sus dedos los separó y pude apreciar el color rosado del interior de ella, de su vagina que brillaba por los flujos que estaba lanzando. Mantenía totalmente abierto su coño con los dedos.

-¿Ves ese bultito en la parte alta de mi sexo?

-¡Sí! – Contesté totalmente excitado.

-Pues juega con tu lengua sobre él.

Me agaché para hacerle caso. Nunca lo había hecho y no sabía si aquello me gustaría. Creo que mi madre dudaba también… Fui acercando mi boca al sexo de mi madre y lo primero que me llegó fue el olor que emitía… No entendí la razón, pero me sentí más excitado y mi polla empezó a ponerse dura de nuevo. Saqué mi lengua y empecé a pasarla por aquel bulto que tenía mi madre.

-¡Oh, cómo me gusta! – Dijo mi madre al sentir mi lengua en su clítoris. – ¡Sigue hijo, juega con mi clítoris!

Yo pasaba mi lengua por aquel punto y sentía como las caderas de mi madre se movían en todas direcciones. Una de sus manos se colocó sobre mi cabeza y me acariciaba al ritmo que mi lengua pasaba por su clítoris.

-¡Mama mi clítoris como si fuera uno de mis pezones! – Me pidió entre gemidos y apretando mi cabeza contra su coño.

Así lo hice, como buen hijo obedecí, rodeé con mis labios su endurecido y erecto clítoris y succioné. Yo no sabía que aquel punto era tan placentero para las mujeres, pero escuchar los chillidos de mi madre acompañados de los enormes movimientos de su caderas fue lo mejor que he visto en mi vida. Pero aunque se movía como un caballo sin domar, no solté mi presa y seguí chupándoselo y mamándolo como me había dicho. Yo estaba de rodillas entre sus piernas, mis calzonas las tenía por los muslos y mi polla volvía a estar en pie de guerra al ver como mi madre gozaba.

-¡Cariño, méteme un dedo por favor! – Dijo desesperada.

Sin dejar de chupar donde ella me había indicado, acerqué un dedo a su vagina. No sabía que hacer, me había dicho que le metiera un dedo pero no sabía bien donde. Levanté la cabeza un momento para ver la situación. Allí encontré la raja de su coño que estaba abierta de par en par. En medio estaba la entrada de su vagina, se abría y se cerraba pidiéndome e indicándome donde tenía que meterlo.

Y así lo hice. Metí mi dedo indice hasta el fondo sin ningún tipo de resistencia pues su vagina estaba totalmente mojada con el líquido que no dejaba de fluir de su interior y que caía hacia abajo por su raja hasta bajar a su ano.

-¡Mételo y sácalo! ¡Folla a tu madre con el dedo como si fuera tu polla!

Volví a obedecerla y mi dedo entraba y salía, sus caderas se retorcían y no dejaba de gemir y gruñir.

-¡Ahora dos, ahora dos dedos! – Me pidió.

Mientras metía dos dedos a la vez, sentía la presión que ejercía con su vagina, parecía que quisiera morderme mis dedos. Aquello hizo que mi madre empezara a gozar, ya lo había visto la noche anterior, volvía a tener aquella misma cara de placer.

Entonces se me ocurrió volver a lamer su clítoris mientras mis dedos seguían follando a mi madre. Me volví a inclinar y mi lengua buscó su erecto bulto de placer, intentando mirar metido entre las piernas de mi madre su cara. Cuando mi lengua encontró su punto de placer y empecé a jugar con él, mi madre parecía poseída por un espíritu demoníaco. Sus gemidos eran más profundos y graves, se retorcía y después cerraba las piernas aprisionándome entre ellas, las volvía a abrir como para darme aire y su vagina se contraía aprisionando mis dedos. Levanté la cabeza para mirarla sin dejar de follarla con mis dedos y entonces tensó su cuerpo por completo y dio un grito apagado, se estaba corriendo y su vagina no paraba de lanzar flujos. Su pierna izquierda tenía convulsiones por el placer.

En mi boca tenía el sabor de mi madre. Saqué los dedos de su coño y la tenía totalmente abierta de piernas delante de mí. Estaba exhausta por el placer. Mi madre estaba indefensa, era mi oportunidad. Me acerqué de rodillas apuntando mi polla hacia ella. Sabía que ahí era donde la tenía que introducir, me fui acercando cada vez más y tenía sus muslos a ambos lados de mi cadera. Mi madre supo mis intensiones y abrió los ojos de par en par, como pidiéndome que no lo hiciera, pero su cuerpo necesitaba una polla dentro de ella.

-¡No hijo, por favor! – Suplicó. – ¡No lo hagas, soy tu madre!

Su boca decía lo que su mente le dictaba, pero sus piernas no oponían resistencia a que me fuera acercando cada vez más. Le agarré una de las piernas y se la levanté un poco para abrirla por completo. Allí tenía mi objetivo, aquel maduro y mojado sexo. Con la otra mano agarré mi polla y la dirigí hacia su raja abierta. Sentí el calor de su vagina cuando mi glande tocó su raja. La froté sobre su clítoris.

-¡No hijo, no! ¡Por favor soy tu madre y esto no está bien! – Seguía suplicando pero su cuerpo la necesitaba, necesitaba que la penetrara.

La moví por toda la raja de su húmedo coño sin saber bien que hacer hasta que sentí como mi glande encajaba perfectamente en lo que parecía ser la entrada de su vagina. Me sentía mareado por la emoción. Iba a penetrar por primera vez a una mujer, mi corazón latía pues aquella mujer era mi madre. Su cara mostraba el deseo de ser penetrada con el rechazo que su mente quería imponer ante la incestuosa situación, pero yo no podía parar, ya iba a dar el empujón que acabaría con mi virginidad y la consumación del rechazado y deseado incesto.

Nunca me había movido tan rápido ni había visto pasar a una mujer del gozo al pánico como aquel día, cuando sonó la puerta… estaba siendo abierta y sonó la voz de mi tía Yolanda.

-¿Hay alguien en casa? – Preguntó.

Mi madre y yo nos vestimos a toda velocidad y nos sentamos para intentar disimular la postura que hacía un momento teníamos. Mi polla se desinfló en un instante y nos sentamos para esperar la entrada de mi tía.

-¡Hola! – Entró Yolanda y nos saludó. – ¿Qué os pasa? ¿Parecéis alterados? – Creo que me puse totalmente colorado y mi madre no sabía que decir.

-¡Anda Yolanda! – Cambió de tema mi madre. – Se me había olvidado que habíamos quedado para ir a comprar… Me ducho y me arreglo en un momento.

Me quedé solo una hora después, mi madre y mi tía Yolanda se había ido de compras. Las otras tres mujeres se habían ido a la playa y no volverían hasta el día siguiente. Me encontraba solo y aún tenía el regusto del sabor del coño de mi madre en la boca y el recuerdo del tacto de su vagina en mi glande. Me fui a la cama, me tumbé y me hice una paja pensando en ella. Me recompuse las calzonas y me quedé dormido.

No sé que hora sería cuando mi madre me despertó. Me dio un beso en la mejilla y sentí sus manos acariciar mi pelo.

-¡Vamos cariño, levántate! – Me dijo dulcemente. – ¡Vamos a cenar!

Salí de la habitación y me encontré con mi tía Yolanda. Me lanzó una gran sonrisa y me guiñó un ojo.

-¿Cómo estás sobrinito? – Me dijo en un tono burlón.

Comimos los tres y después de recoger todo, nos sentamos un momento en el patio. La noche era calurosa y yo permanecía con mis calzonas.

-¡Anda Paco, duchate que se nota que hoy no lo has hecho! – Me dijo mi madre y al momento le hice caso.

La verdad es que no me había duchado ese día y después tuve la sesión de sexo oral con mi madre… muy limpio no debía estar. Cogí unos calzoncillos limpios y unos pantalones cortos de un pijama para estar a gusto y que mi tía no pudiera notar cualquier erección accidental que pudiera tener en su presencia. Me desnudé y me metí en la bañera para ducharme, cerré la cortina y me disponía a abrir el agua cuando escuché que la puerta se abrió.

-¡Perdona Paco, soy yo, tu madre! – Estaba tranquilo, después de lo que había pasado esta tarde había una confianza en vernos desnudos más de la habitual entre madre e hijo. Descorrió la cortina de la ducha y allí estaban las dos, mi tía y ella. – ¡Date prisa que después nos ducharemos tu tía y yo!

Lo más rápido posible me duché y diez minutos después estaba fuera, me senté en el salón viendo un poco la televisión. Mi madre pasó en bragas hacia el cuarto de baño y al poco salió reliada en una toalla, estaba totalmente desnuda pues por abajo podía ver los pelos de su deseado coño y entró en nuestra habitación.

En ese mismo momento pasó mi tía Yolanda, iba en bragas y pude ver sus redondas tetas con sus pezones erectos.

-¿Qué estás viendo? – Me preguntó parándose para mirar la televisión. – ¡Ah, esa película ya la he visto!

Mientras estuvo parada pude contemplar su cuerpo perfectamente, sus tetas y su redondo y hermoso culo. Tenía unas piernas largas y bien formadas que hace unos años me servían de inspiración para mis pajas.

-¡Bueno, yo me voy a la cama! – Mi madre se asomó desde la habitación y contempló a su hermana desnuda delante de su hijo. – ¡Y tú, guarrilla, bañate ya!

-¡No pasa nada porque le alegre la vista a mi sobrinito querido! – Se colocó en una postura bastante sexy. – ¿A qué te gusta el cuerpo de tu tía?

-¡Tita, tú siempre me has gustado! – Le dije y ella le sacó la lengua a mi madre como habiendo ganado una apuesta.

-¿Tú te vas a quedar viendo la tele? – Me preguntó mi madre.

-No, ya voy a la cama… – Con la calentura que tenía después de la experiencia con mi madre de la tarde y además ver a mi tía de aquella manera, estaba loco por acostarme… pero en la cama de mi madre.

Entre en nuestra habitación y encajé la puerta. El televisor estaba encendido como todas las noches. Mi madre estaba sentada en el filo de la cama, dándome la espalda. Sólo tenía puesto las bragas y manipulaba la camiseta que usaba como pijama. Me puse de rodillas en su cama, justo detrás de ella y le di un beso en su cuello.

-¡Estate quieto! – Me dijo y yo me retiré como hijo obediente. Ella lo notó. – ¡Es qué siempre le vas a hacer caso a tu madre! – Con una mano apartó el pelo que cubría su nuca.

Me volví a inclinar sobre ella y posé mis labios sobre su nuca. Sentí como se estremeció con aquella caricia de su hijo. Posé mis manos sobre sus hombros y continué besando su cuello, moviéndome hacia un lado hasta llegar a su oreja. No lo supe hasta ese momento, pero que le mordisquearan su oreja la excitaba muchísimo.

-¡Eso me encanta! – Me dijo de una forma tan sensual que mi polla empezó a reaccionar. Se echo un poco atrás y se apoyó sobre la cama con sus manos, sus piernas se abrieron ofreciendo su coño.

Seguí besando su cuello y escuchaba el suave ronroneo que emitía al sentir mis caricias. La rodeé con uno de mis brazos y empecé a acariciar una de sus redondas y hermosas tetas. Ella echó la cabeza hacia atrás. Ahora probé a darle un leve mordisco en el cuello con mis dientes y cada una de mis manos amazaba cada pecho. Mi polla estaba dura y le daba en la espalda, ella notaba como palpitaba de excitación.

Sonó la puerta de baño, mi tía había salido e iría a su habitación. Nos separamos rápidamente y me metí en mi cama. Mi tía abrió la puerta de nuestra habitación y se asomó.

-Perdona Raquel. ¿Tú tienes mi goma del pelo verde o la han cogido las gemelas?

-No lo recuerdo… mira ahí en la cómoda, en la caja de madera.

Mi tía entró. Ahora estaba totalmente desnuda y pude ver su depilado coño. A cada paso sus tetas rebotaban de una forma sensual… excitaba a los hombres que la veían, lo que no estaba seguro si lo hacía queriendo o inconscientemente. Me lanzó un beso con la mano y me dijo «Adiós sobrinito» para después salir de la habitación. Yo miraba a la puerta cuando sentí el guantazo que me dio mi madre en el culo. «Asqueroso» fue lo único que me dijo. Me levanté de la cama y me dirigí hacia la de mi madre.

-¡No cariño! – Me dijo. – ¡Esperemos un poco hasta que se duerma! – Puso una serie en la televisión para pasar el tiempo.

Mi situación era tremenda. Mi tía Yolanda se paseaba desnuda por casa sin preocuparle que yo la viese y mi madre estaba en la cama de al lado… ¡Puede que la follase esa noche! Mi polla estaba a punto de reventar, menos mal que me había masturbado por la tarde y podía aguantar un poco más. De todas formas, para provocar a mi madre me quité las calzonas y me quedé en calzoncillos y boca arriba en la cama. Mi polla se marcaba claramente en la fina tela y noté que mi madre me miró.

Entonces me pasé la mano por encima y poco a poco la liberé de la prenda que la contenía. Empecé a masturbarme levemente, para que mi madre pudiera disfrutar del tamaño que tenía ese trozo de carne que le iba a dar placer.

No había pasado ni quince minutos cuando mi madre se bajó de su cama y vino a la mía.

-¡Eres un maldito hijo de puta! – Dijo y me quitó la polla de la mano para agarrarla ella. – ¡Sabes que esto tan grande me vuelve loca!

Mientras su mano recorría toda la longitud de mi sexo, su boca se acercaba cada vez más y era evidente que se iba a comer todo aquello. Su lengua salio de la boca y su mano bajó la piel que cubría mi glande. Sin que su mano dejara de trabajar en aquella incestuosa paja, su lengua empezó a recorrer la redondez del glande, parando en el agujero de la punta para volverme loco. Era joven y mi polla era muy sensible, provocándome espasmos por el excesivo placer que me daba la lengua de mi madre.

-¡Perdona Raquel…! ¡Dios, qué estáis haciendo! – Mi tía entró en la habitación.

-¡Yolanda, no… esto… yo…! – Mi madre no sabía que decir.

Mi tía estaba paralizada. No apartaba la vista de mi madre con cara de asombro por lo que había presenciado. Mi madre medio llorando se sentó en su cama y yo quedé con mi polla apuntando al techo. Mi tía me había fastidiado por segunda vez el poder tener sexo con mi amada madre… Pero me fijé que Yolanda no miraba a mi madre. Sus ojos estaban fijos en mi polla. Miré a mi madre nerviosa en la otra cama y después a mi tía.

-¿Quieres probarla? – La verdad es que la pregunta me salió sin pensar. Miré a mi madre que estaba mirándome con los ojos abiertos al escuchar mi pregunta.

-¡Dios, siempre he soñado con una cosa así! – Dijo Yolanda. – ¡Y la solución la tiene mi sobrino! – Miró a mi madre. – Si a ti hermana no te importa… me gustaría participar con ustedes… llegaré sólo hasta donde me dejéis…

-¡Pues creo que entre las dos lo hemos puesto a cien! – Dijo mi madre. – ¡Qué tal si se la chupamos hasta que se corra!

-Eso me encantará, pero vayamos a mi cama que es más grande. – Mi tía esperaba en la puerta par que fuéramos con ella hasta su habitación.

Mi madre se levantó y caminó hacia la puerta, sin levantarme de la cama la mire hasta que las dos estuvieron juntas. Mi madre tenía la camiseta y las bragas. Yolanda tenía una camiseta corta, por encima del ombligo y unos pantalones muy cortos y amplios que dejaban ver bastante bien todo lo que intentaba cubrir. Las dos me esperaban.

-¡Vamos cariño, ahora tu madre y tu tía te están esperando! – Me dijo mi madre. Me levanté y mi polla estaba por fuera de mis calzoncillos. Mi madre se acercó a mí y me agarró la polla. – ¡Vamos que hoy vas a aprender muchas cosas!

Caminé detrás de ellas hasta entrar en la habitación de Yolanda. Me tiraron en medio de la cama y Yolanda me despojó de mis calzoncillos. Allí estaba yo. Me sentía el tío más afortunado del mundo, esa noche iba a perder la virginidad y sería con dos maravillosas maduras: mi madre y mi tía.

Cada una se colocó por un lado de la cama, a la altura de mi polla. Se echaron boca abajo de forma que sus culos quedaron en pompa y sus bocas estaban cerca de mi polla. Y allí en medio estaba erecta y esperando recibir el cariño de las dos.

Mi madre la agarró con la mano y la acariciaba suavemente. Yolanda sacó su lengua y acercó la boca hasta que empezó a jugar con mi glande. Mi madre detuvo la mano y pasó la suya desde abajo hasta lo más alto de mi polla, despacio, deleitándose en ello.

Mi polla estaba más grande e hinchada de lo que nunca la había visto. El placer que estaba sintiendo era más por lo que veía que por las cosas que empezaban a hacerme mis dos amantes… y eso me excitaba más, ver a mis dos maduras amantes recostadas en la cama con sus hermosos y redondos culos en pompa me ponía a cien.

Entonces mi madre abrió la boca, su mano se aferró a mi polla y se la metió dentro. Sentía el calor de su boca. Se tragaba gran parte y al llegar a mi grande lo acariciaba con la lengua durante un buen rato.

Yolanda se levantó y se quitó el pantaloncito que tenía puesto. ¡Dios, qué bonita era su raja totalmente depilada!

-¿Te importa si le ofrezco mi chochito a tu hijo? – Le dijo a mi madre.

-¡Claro, este medio día me ha demostrado lo bien que lo hace!

-¡Eres una verdadera guarra! – Contestó Yolanda bromeando. – ¡Menos mal que estás compartiendo esa maravilla con tu hermana!

Yolanda se subió de rodillas en la cama, abrió sus piernas hasta que su coño quedó encima de mi cara. De cerca era aún más bonito. Tenia una raja de labios más pequeños que los de mi madre y cuando sus dedos los separaron un poco, era excitante ver su interior rosado.

-¡Bien, sobrinito demues… ! – Antes de que pudiera acabar la frase mi lengua estaba metida en su raja y busqué su clítoris rápidamente. – ¡Dios Raquel, si que los has enseñado bien!

Mi lengua encontró su erecto clítoris y jugó con él. Sentía como caían los flujos de mi tía en mi boca, su sabor era diferente al de mi madre, pero igual de excitante. Recordé las enseñanzas de mi madre «mama mi clítoris como si fuera un pezón». Cuando rodeé el clítoris de Yolanda con los labios y le chupé fuerte, sentí como todo su cuerpo tembló. Con una mano agarró mi cabeza y la otra la apoyó en la pared para no caerse.

-¡Oh, me vas a matar de gusto si sigues así! – Esas palabras me excitaron y seguí mamando su clítoris.

Sentí como mi polla era engullida por mi madre que disfrutaba dándome una gran mamada. Mi polla estaba más dura de lo que nunca la había sentido. Con una mano me estaba dando un masaje en los huevos mientras mi polla follaba su dulce boca. Sólo podía ver el vientre de mi tía que se agitaba mientras mi boca jugaba con su coño, pero escuchaba la mezcla de sonidos de las dos. Yolanda gemía y mi madre gimoteaba mientras me mamaba ruidosamente. ¡Estaba en la gloria! De querer tener sexo con mi madre, había pasado a tener sexo con aquellas dos maduras y calientes mujeres.

Quise meterle los dedos en el coño a Yolanda mientras mamaba y castigaba su clítoris, pero me era imposible pues entre mi cara y su coño no había espacio. Entonces sentía como mi madre dejó de mamarme. Sentí que se colocaba junto a mi cuerpo y como me agarraba una mano. La llevó a su cuerpo y podía tocar uno se sus muslos. Al momento sentí en mis dedos el tacto de los pelos de su coño, jugué con él hasta que encontré la entrada de su vagina. Como me dijo la vez anterior, primero le metí un dedo y empecé a follarla con él… poco después eran dos los que exploraban el caliente y húmedo interior de mi madre. Ella continuó mamando mi polla y sus gemidos eran algo más intensos.

-¡Dios Paco, me corro, me corro! – Gritó Yolanda.

Se levantó de mí y se tumbó como pudo a un lado con las piernas bien abiertas. Su mano se restregaba el coño entre gritos y convulsiones de placer. Nunca había visto algo así, ni siquiera en las pocas películas pornos que podía haber visto. Con las piernas abiertas de par en par empezó a lanzar chorros de orín. Me asusté realmente al ver a mi tía de aquella manera.

-¡Te has vuelto loca con mi hijo! – Comentó mi madre. – Paco cariño, así es como se corren algunas mujeres… no se está meando, eso es lanzar muchísimo flujo de una vez… tu tía se esta corriendo como una perra en celo. Mastúrbala con la mano para que se vuelva loca.

Saqué los dedos del coño de mi madre. Me giré un poco y las caderas de Yolanda estaban a mi lado, esquivé una de sus piernas y metí mi mano entre ellas hasta alcanzar su coño. Empecé a acariciarlo y de nuevo se convulsionaba. Gemía, gritaba y me decía toda clase de cosas.

-¡Eso sobrinito, sigue así! – Estaba como en otro mundo. – ¡Dale placer a la guarra de tu tía!

El coño de ella exhalaba un olor especial, no era orín, pero su olor era penetrante y me estaba poniendo demasiado excitado.

-¡Por favor Raquel, deja que tu hijo me folle! – Gritaba mientras se retorcía de placer.

Mi madre me soltó la polla y se puso de rodillas en la cama. Me cogió por la mano y tiró para que me levantara.

-¿Cómo quiere la guarra de mi hermana que mi hijo la folle? – Le preguntó.

-¡Cómo a una perra en celo, qué es como me siento ahora mismo! – Y de un salto se colocó a cuatro patas sobre la cama.

Mi madre me colocó tras su hermana. Allí delante tenía el culo en pompa de mi tía, con sus piernas abiertas y apoyada en sus rodillas, su sexo estaba a mi disposición. Era preciosa, su raja y su culo no tenían ni un sólo pelo. Su coño goteaba flujos y bajaban por su raja hasta caer en la cama… era como ella había dicho: ¡Una perra en celo!

Yo estaba de rodillas detrás de mi tía, mi polla estaba dura y apuntaba directamente a su sexo. Mi madre se había desnudado y estaba junto a mí, acariciando mi polla para que no bajara. Iba a follarme a una mujer por primera vez. Miré a mi madre y sus ojos brillaban por la excitación y el orgullo de ver a su hijo que perdería la virginidad. Sentí que estaba enamorado de mi madre… La besé en la boca apasionadamente y por primera vez sentí que su lengua intentaba entrar en mi boca. La dejé entrar y nuestras lenguas jugaron apasionadamente. Me olvidé de mi tía, a quién quería follar era a mi madre y la fui forzando para que se tumbara a un lado. Me coloqué sobre ella sin dejar que nuestras lenguas se separasen. Acaricié su cuerpo y sus piernas se abrieron para que yo me colocara en medio y mi polla pudiera entrar en ella. Moví las caderas y sentí como mi glande pasaba por su raja y acariciaba su endurecido clítoris.

-¡Eso es hijo, muévete y folla a tu madre! – Su voz era dulce y sensual. Estaba en éxtasis.

Me moví más y sentía que mi polla se iba mojando con sus flujos. Se abrazó fuertemente a mí y sentía su agitada respiración en mi oreja. Al poco se tensó y tuvo un primer orgasmo con el roce de mi polla en su coño.

-¡Ahora clávala hasta el fondo en mí! – Su mano se coló entre nuestros cuerpos y agarró mi polla para dirigirla a la entrada de su vagina. – ¡Empuja cariño!

Moví mis caderas y nunca antes había sentido algo igual. Mi polla fue entrado sin resistencia en la vagina de mi madre. Su interior húmedo y caliente me recibió y su boca lanzó un gemido de placer. Estaba dentro de mi deseada madre.

-¡Te amo hijo, te amo! – Mi madre se derretía mientras aceleraba mis penetraciones. – ¡Quiero más, la quiero entera dentro de mí!

La miraba a la cara para contemplar su belleza. Tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta. Di un fuerte empujón y la encajé por completo en su vagina. Sus ojos se abrieron por completo al sentirse invadida por mi grueso pene. Sus ojos se clavaron en los míos mientras la penetraba todo lo rápido y profundo que podía. No decía nada, sólo emitía gemidos de placer. Por un minuto la estuve penetrando hasta que sus ojos volvieron a cerrarse y sus uñas se clavaron en mi piel.

-¡No pares, tu madre se va a correr, no pares por favor! – Gritó desesperadamente.

Al contrario, aceleré las penetraciones y su boca lanzaba todo tipo de gemidos. Su cara era preciosa y excitante. La había visto antes mientras se corría al comerle el coño, pero tener mi polla dentro de ella y sentir como aquel orgasmo la transformaba en la mujer más bella del mundo hizo que mi propio orgasmo me provocara una eyaculación.

-¡Yo también me voy a correr! – Le dije mientras cerraba mis ojos y tensaba mi cuerpo.

Empujé con las pocas fuerzas que me quedaban y clavé mi polla todo lo posible hasta que sentí mi semen salir de mi polla y derramarse en el interior de mi madre. Entre gemidos de los dos tuvimos nuestros orgasmos a la vez. Me movía algo más despacio, pero cada penetración que le daba, cada chorro de semen que le lanzaba, le provocaba espasmos de placer y de su boca fluían gemidos. Paré de penetrarla agotado por tanto placer, nunca imaginé que follar con una mujer sería tan maravilloso… nunca pensé que follar a mi madre me haría amarla tanto. Quedé encima de ella con mi polla dentro de su coño. Mi pene botaba en su interior por sí solo mientras se iba perdiendo la erección y aquel placer que nunca antes había tenido.

-¡En verdad lo vuestro es amor! – Dijo Yolanda que nos había visto follar mientras esperaba que yo la penetrara. – ¡Menos mal que primero te ha follado a ti! ¡Ha sido maravilloso ver el amor de una madre y un hijo en estado puro!

Me separé de mi madre y sentí como mi polla salía de su adorada vagina. Me tumbé a su lado.

-Paco, ¿te importaría follarte a tu tía? – Dijo mi madre dándome un amante beso en la boca. – ¡La hemos dejado a medias!

-Para nada mamá. Sólo te amo a ti, me follaré a quién tu quieras, pero sólo te amaré a ti.

-Tienes una hermosa polla… – continuó hablando – Yo disfrutaré de ella todos los días, pero creo que esta sensación la deben de sentir todas las mujeres del mundo… – Me volvió a dar un beso de amante. – Túmbate boca arriba que tu tía será la primera en sentir tu polla en su interior.

Como siempre obedecí sus órdenes. Me tumbé en medio de la cama y boca arriba. Mi polla estaba flácida y totalmente mojada de los flujos de mi madre. Para la lujuriosa Yolanda aquello no importaba.

-¡Vaya, la has dejado agotada y tendré que levantarla de nuevo! – Le dijo sonriendo a mi madre.

Yolanda agarró mi polla y empezó a mamarla. No le importaba que supiera al coño de mi madre, se la tragaba con ganas y aquello me resultó excitante… Mi polla empezó a endurecerse en la boca de mi tía.

Mi madre se tumbó junto a mí, me besó en la boca y comenzó a lamerme los pezones. ¡Qué sensación más placentera! Sentía la mamada de mi tía en mi polla y la lengua de mi madre que jugaba con mis erectos pezones.

-¡Esto se parece más a lo que yo quiero! – Dijo mi tía al ver que mi polla volvía a tener el tamaño y la dureza de hacía unos minutos. Se puso de rodillas sobre mi polla, la agarró con la mano y la dirigió a su depilada raja. Se fue sentando y sentí su cálido interior que se la tragaba.

Agarré a mi madre por el pelo y subí su cabeza para besarle con pasión. Mientras mi tía cabalgaba sobre mí, mi madre me ofreció sus tetas para que las mamase. ¡Qué placer más grande estaba sintiendo! El coño de mi tía en la polla, llenándola con mi carne por completo, mientras mis labios y mi lengua jugaba con los erectos pezones de mi madre. Aquello no lo podía soportar, era demasiado placer.

-¡Dios, que buena! ¡Qué maravilla de polla! – Repetía sin cesar mi tía mientras movía sus caderas para que mi polla entrara por completo en su vagina. – ¡Esto es increíble! ¡Me corro, me corro!

Miramos a mi tía. Estaba sobre mi polla, en cuclillas y se movía arriba y abajo para que mi polla la llenara por completo, podíamos ver perfectamente como mi polla dilataba la entrada de su vagina, de su hermosa, húmeda y rosada vagina. Los dos disfrutábamos del espectacular espectáculo que nos ofrecía mi tía que echada hacia atrás y con los ojos cerrados, gemía con su boca abierta al disfrutar del eminente orgasmo que la polla de su sobrino le estaba provocando.

Y entonces empujó su culo hacia delante para que la polla se hundiera por completo y se quedó parada, dio un gemido largo e intenso y de su raja empezó de nuevo a salir el gran chorro de sus flujos que me mojaron hasta el pecho. Daba espasmos sobre mi polla y en cada clavada lanzaba un poco más de sus flujos. Al momento se inclinó hacia delante y se apoyó de nuevo sobre sus rodillas sin sacar mi polla de ella. Se tumbó sobre mi pecho y no tenía fuerzas para continuar.

Me deshice de mi madre y agarré a Yolanda por el culo. Empecé a mover mis caderas, al principio algo torpe hasta, para que mi polla la penetrara de nuevo. Pareció recobrar algo de vida y su rostro estaba desfigurado por el placer que volvía a sentir.

-¡Sobrino, me vas a matar, para o me desmayo! – Me imploró pero yo no le hice caso.

Agarré su culo para que no se pudiera mover. Seguí penetrándola todo lo rápido y profundo que podía. Aquella mujer volvía a tener otro orgasmo y sus chillidos y súplicas no hacían más que excitarme más para follarla con más violencia.

-¡Me desmayo! – Gritaba. – ¡Qué buena polla y que forma de follar! – Me clavaba sus uñas y sus gemidos eran interminables mientras mi polla le entraba desde el glande hasta los huevos rápidamente. – ¡Me vas a matar cabrón! ¡Estoy en el cielo!

Nuestros cuerpos estaban mojados con los flujos con los que antes me había regado, se tensó y sentí correr por mis caderas y mi culo los que otra vez lanzaba en señal del orgasmo que la estaba invadiendo. Empujé su culo contra mí y mi polla contra su coño para penetrarla profundamente… Solté otra carga de semen que chocó contra lo más hondo de su vagina provocándole un placer aún mayor que los orgasmos.

-¡¡¡Dios, no puede ser!!! – Gritó enloquecida. – ¡¡¡Tu calor me está invadiendo hasta donde nunca había llegado ningún hombre!!! – Su mirada se perdió. – ¡¡¡Me muero de gusto!!!

Cayó sobre mí y yo la penetré varias veces más para darle todo el esperma que tenían mis huevos. No le saqué la polla y, al igual que en mi madre, daba pequeños espasmos para acabar de lanzar lo que quedaba en mi polla. Poco a poco fue menguando mi erección hasta que se salió de su coño y mi tía se tumbó a mi lado, utilizando mi brazo como almohada.

-¡Raquel, cuidemos bien de nuestro pequeño! – Habló mi tía. – ¡Es una maravilla follando y sólo será para nosotras!

-¡No Yolanda! – Dijo mi madre. – ¡Esto lo tienen que conocer todas las mujeres del mundo! Algún día harán cola para que mi hijo las folle. – Mi madre se recostó sobre mi otro brazo y se abrazó a mi húmedo cuerpo. – ¿Qué quieres hacer a partir de ahora?

-Madre, siempre me ha ido bien obedeciendo tus deseos, hasta los más perversos. Haré lo que tu quieras, pero siempre te amaré a ti… todos los días y todas las noches.

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