Mi papi me dijo que soy su favorita, le pedí que me enseñe a besar y terminamos los dos muy excitados

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Katia y Selena andan cogidas de la mano cruzando el puente. Unos metros por detrás van sus padres de bracito. Mariela comenta el inesperado final de la película. Ha sido una tarde de cine familiar. Daniel va asintiendo y soltando algún monosílabo pero su cabeza está en otro sitio. Mientras mira a sus hijas piensa si no debería ponerse más firme con el asunto de la vestimenta.

Es cierto que los tiempos han cambiado, es cierto que todas las chicas visten así ahora en verano, es cierto que ya tuvo suficientes broncas el año pasado con el asunto… además, parece que en estos temas, su madre es quien lleva los pantalones en casa.

«Para pantalones: los que llevan las niñas: !Eso no son pantalones ni son nada! ¿No podrían hacer los bolsillos más largos? Si se trata de que sobresalgan más allá del alcance de la tela ese sería el modo, de lo contrario esas prendas transgreden los límites más elementales de la decencia. El año pasado ya vestían corto, pero algo ha cambiado. ¿Puede que con quince años llenen mejor sus ropas? !Demasiado bien!»

Más allá del resplandor de las farolas reina la oscuridad por donde se adentra el río. Se escucha el sonido de las hojas de los enormes árboles peinadas por una suave brisa. El sonido acompasado de los zapatos de su gorda mujer contrasta con el sigilo por el que transitan sus propios pasos de goma o incluso los de sus hijas con sus bambas. El calor de finales de junio aún no es suficientemente firme cómo para sobrevivir a esas últimas horas del día.

No ha sido mala idea ir andando aunque hay un buen trozo. Cruzado el puente parece que la pequeña ciudad ha quedado atrás. Que poco cuesta alejarse del ruido mundano con solo andar quince minutos.

Daniel está intrigado por los cuchicheos de sus hijas. Últimamente le ponen muy tenso. ¿Será por este estado alterado que le produce la medicación que le recetó Maite? ¿Será porque siente la imperiosa necesidad de impedir que ningún chico se acerque a sus niñas? ¿Será por esa especie de competición que tienen por ser su preferida?.

Este juego siempre ha existido, pero antes no implicaba ningún equívoco: no ocurre nada si tu hija de seis años te da un beso en la boca, no es raro si a los ocho se empeña en ponerte crema solar en el pecho, no es censurable que a los diez se siente encima de ti y solo una mente viciosa vería vergonzoso jugar a las cosquillas con ella a los doce o pegarle un cachete en el culo con catorce. El caso es que todas esas pequeñas cosas han seguido ocurriendo ahora que están a punto de cumplir dieciséis.

Pero no se trata de esta clase de comportamientos. Se trata de algo más intangible, algo que entrañan esos roces, algo que hay en sus ojos, en su tono de voz o incluso en sus manos.

Mientras esos pensamientos transitan por su mente, se descubre a si mismo mirando el enlace de los dedos de Katia y Selena. Sus manos unidas se acompañan del suave contoneo de unas jovencísimas nalgas a duras penas enfundadas en unos pantalones estudiadamente estropeados. Un hipnótico balanceo alentado por un paso tranquilo y despreocupado.

Esas manitas traviesas… Esos dedos que salpican lo cotidiano de indecencia escudándose en el hecho de que «Solo somos dedos». No son tetas o culos. Dedos desprovistos de connotaciones eróticas acariciándole la calva, las orejas, el cuello, el rostro y por extensión y de un modo accidental: su boca, cómo pidiendo ser besados. Ese último gesto de propina antes de perder el contacto, tan innecesario como significativo que dice: «Quisiera más» refrendado por una mirada seductora y fugaz que añade: «¿Te das cuenta?».

Ese perfume solo se huele de cerca. A menudo Mariela presencia esos juegos y nunca se ha dibujado un mínimo signo de desaprobación en su rostro. ¿Serán todo imaginaciones mías?

-¿Porqué hacen eso?- dice Daniel contrariado.

-¿El qué?- contesta Mariela cómo despertando de repente.

-Cogerse de la mano. Ya son mayores- refunfuñando.

-Déjalas Dani. ¿Cuántos padres quisieran que sus hijas se llevaran tan bien?-

-Bueno, cuando se enfadan tienen tela marinera- con un suspiro de resignación.

-Chillan mucho pero solo son rabietas de niña pequeña- condescendiente.

-Si ya pero… !¿Pero qué?! !!¿Has visto ese negro?!! !!!!¿Pero tú qué miras negro?!!!!

****

Daniel no puede dormir. No es por los leves ronquidos de su mujer, ni por el viento que azota las ventanas. Se le ha quedado clavada la mirada de sus hijas después de que él arremetiera contra ese negro baboso. De hecho, él solo las miraba de reojo al cruzarse con ellas pero eso ha hecho hervir su sangre y ha perdido los nervios. Se conoce merecedor de un buen puñetazo.

Ese hombre le ha mirado como a un loco; eso le importa poco, pero ellas… no lo entendían. Ni siquiera logra recordar lo que le ha gritado. Solo recuerda haber avergonzado a sus familia.

Sabe que si él fuera también un negro joven con un buen pollón de negro hambriento de chochetes jóvenes tampoco habría podido evitar un buen repaso visual a tales bellezas. No con esas ropas tan cortas y ajustadas.

Con los ojos como platos fijados en el techo pasan las horas. Siente cómo esa inquietud que tiene con las niñas empieza a convertirse en una obsesión, aún así, no tiene la más mínima intención de comentarle nada a su psicóloga: ella siempre lo vincula todo a el sexo y a ciertos vínculos primarios de fondo erótico con las personas más inadecuadas; eso le incomoda sobremanera. «No, no es nada». Solo es una fase por la que está pasando. Suerte que mañana es sábado y no tiene que madrugar.

****

El sol vuelve a ponerse por el horizonte un día más. Por la mañana Daniel ya se ha percatado de que la obcecación de la pasada noche quedaba atrás y que después de haber dormido un puñado de horas todo se relativizaba. En el almuerzo nadie ha hecho mención del incidente y todo ha vuelto a la normalidad.

Está poniendo un poco de orden en su ordenador portátil sobre la mesa del comedor mientras las niñas miran un reality cutre de la MTV y se ríen de sus protagonistas. Trabaja concentrado hasta que, en un momento dado, se sorprende por tanto silencio y levanta la vista: se encuentra con que Katia y Selena se están comiendo la boca la una a la otra en el sofá. Él se queda pasmado sin saber cómo reaccionar. Los instantes están suspendidos mientras Daniel intenta asimilar lo que ocurre con la respiración detenida.

De pronto Selena repara en la mirada estupefacta de su padre y instantáneamente contagia la dirección de sus ojos a Katia. Las dos estallan en una carcajada mientras intentan explicar lo que ocurre:

-No papaaá, no..no es lo que pa..parece- consigue pronunciar Katia.

-Solo me está, me está enseñando cómo besar- completa Selena.

-¿Para qué necesitáis aprender eso si ni siquiera tenéis novio?- sin vocalizar casi.

-Katia sí que tiene- mirándola con picardía.

-!Sssssssh! !Tiaaaaaah!- abriendo mucha la boca y llena de indignación.

-No pasa nada Katia, es normal- dice Selena abriendo mucho sus ojos y sus brazos.

-No es novio-novio. Es solo… un novio- intentando tranquilizar a su padre.

-!Es un skater!- dice Selena para complicar aún más la situación.

-!!!Tiaaaaaaaaahh!!!- aún con más desespero.

Daniel no sabe qué cara poner y decide no decir nada. Es bien sabido que odia irracionalmente a los skaters: ese aire modernillo y molón, ese pavonearse sin camiseta haciendo acrobacias sobre un juguete, esa improductividad rodando arriba y abajo de las rampas durante tardes enteras, esos tortazos consecuencia del escaso ángulo visual que provocan esos flequillos tan poco razonables, esa absurda admiración que provocan en las chicas…

Temía que este día llegaría. No hay nada que pueda hacer. La pesadilla se ha hecho realidad. Baja la mirada y finge que sigue con lo suyo. Ensimismado escucha cómo Katia vuelve a instruir a Selena mordiéndole el labio inferior. Aún aturdido por el shock de la noticia vuelve a observar de reojo a sus hijas. Los leves sonidos salivales han atraído su mirada furtiva.

Las ganas de pegar un grito y mandarlas cada una a su cuarto se desvanecen rápidamente a medida que nota cómo crece la virilidad en su entrepierna. La calma por donde navegaba el sábado se ve fustigada de pronto por violentas olas emocionales que golpean sus valores haciendo que se tambaleen. Vergüenza, lujuria, indignación, sofoco, preocupación, parálisis, desazón, miedo…

-!!La cena está lista!!- chilla Mariela.

Las niñas interrumpen su actividad y de un bote se dirigen animosas hacia la cocina.

****

El día transcurre con la tranquilidad propia de un domingo. Mariela ha ido a visitar a sus hermanas y no volverá hasta tarde. Las niñas han ido con ella. Daniel se encuentra flojo y desanimado. Se ha quedado solo en casa y está tumbado en la hamaca del jardín. Se ha pasado todo el día sin hacer nada. Alarga el brazo para tocar el árbol pues necesita algo firme. Todo le da vueltas. Ha cometido la imprudencia de doblarse él mismo la medicación porque se sentía muy deprimido.

El sol empieza a cortejar a la montaña dando color al atardecer. Poco a poco va recuperando el equilibrio cuando oye el portazo de la puerta principal. «Todavía es pronto». La curiosidad rivaliza con la pereza pero al fin logra empujarle hasta levantarlo y dar los primeros pasos hacia el interior de su hogar. Después de tropezarse con los zapatos de Selena, la encuentra llorando desconsolada en el sofá.

-¿Qué te pasa cariño?- dice enternecido.

-Odio a Katia- entre sollozos.

-No digas eso tonta, si no podríais quereros más- mientras se sienta con ella.

-!No papá!, es una zorra- terminando con un susurro lleno de resentimiento.

-¿Cómo dices eso amor?- con una curiosidad temerosa.

-¿Te acuerdas de Javi? es el jardinero de las tías Antonia y Dolores en el dúplex. Pues ese chico siempre me gustó y teníamos algo especial. Siempre coquetea con migo cuando me ve y hoy hemos pasado un buen rato flirteando hasta que ha aparecido Katia. De repente solo tenía ojos para ella y he dejado de existir. No se han cortado ni un pelo. !Y ella tiene novio!. Luego se han ido a dar un paseo y yo me he quedado ahí sola con las yayas muerta de asco. Y después, cuando nos hemos juntado todos para comer en la mesa…-

Daniel pierde el hilo de la explicación y no puede evitar sumergirse en algunos de sus razonamientos. Ciertamente, Katia tiene un cuerpo tan exuberante… puede que su belleza se corresponda más con los cánones, pero aun así, Selena tiene un encanto muy personal con esos ojos más grandes y sin duda, más llorones. Le cuesta entender que Katia haya podido eclipsar a tal preciosidad.

La expresividad de la niña no tiene nada de actuación o de pose. Más allá de sus palabras entrecortadas, Daniel ve en sus gestos el sufrimiento de un corazón herido. Lo ve en la dirección inquieta de su mirada, en la manera de zarandear sus brazos despechadamente, en el tono de su voz que se debate entre la ira y el victimismo. Le apetece decirle que no es nada, que eso que le parece tan importante será algo de lo que se reirá en unos años, que los amores vienen y van y que tienden a parecer reales aunque no lo sean… pero se calla. Sabe que esos argumentos no le servirán por muy certeros que sean.

Poco a poco el ritmo de la chica va menguando y la aceleración de su habla se disipa junto con el movimiento corporal. Ella se encuentra de rodillas en el otro lado del sofá con una postura recogidamente femenina. Daniel siente que debería decir algo para consolarla y tras planteárselo en un breve momento silencioso dice:

-¿Sabes que eres my preferida?- en voz baja llena de secretismo.

Selena vuelve a fijar su mirada en los ojos de su padre después de tanto mirar sin sentido. En su rostro se dibuja una sonrisa balsámica. Él nunca se había pronunciado en ningún sentido sobre este asunto, no lo encontraba ético y además no se habría decidido entre las dos, pero los últimos sucesos parecen decantarle hacia esa afirmación.

Ella esgrime algunas lágrimas más pero esta vez parecen de emoción. Gatea hasta que logra asentar una rodilla en cada lado de su padre, el cual está formalmente sentado, para darle un sentido abrazo. Él duda por un instante pero le devuelve el gesto aún con más energía consciente de que está logrando animar a su nena. Se siente el mejor padre del mundo.

-Ya no me volveré a hablar con Katia. Que le den- haciendo morritos.

-No digas eso tonta ¿Quién te va a enseñar a besar si no?- sin mucha reflexión.

Se produce un silencio que direcciona ambos pensamientos hacia una respuesta común, tan inadecuada como evidente; más aún dada su proximidad física. Mientras Daniel intenta sin éxito pronunciar alguna palabra que corte esa deriva, Selena le acaricia una oreja permaneciendo encima de él y sin divagar verbaliza un presentimiento de lo más tendencioso:

-Seguro que tú besas bien- susurrando entre risas juguetonas.

-mm, pregúntaselo a tu madre, p.por eso se casó conmigo- a penas sin tartamudear.

-¿Mamá era guapa de joven?- elevando la mirada hacia el hemisferio imaginativo.

-No tanto como tú- ya completamente embobado mientras la mira tan de cerca.

Selena trae de vuelta sus ojos. Tras unos instantes de intriga con la boca medio abierta, se humedece los labios y bajando la mirada con timidez le pregunta:

-¿Me enseñas a besar?- bajando lentamente el dedo índice por la camiseta de papá.

Él no responde y ni si quiera logra apartar la mirada de su cara. Aún tiene las manos algo suspendidas sin saber dónde ponerlas. La chica acerca lentamente su rostro inclinado al de él hasta que ambos comparten el mismo aliento. Aún más lentamente se aproximan hasta que sus labios entran en contacto de la manera más suave.

Poco a poco, ambos empiezan a articular la boca y todo empieza a fluir. Daniel se decide a acariciar los muslos de su hija arrastrado por los acontecimientos. Ya no le parecen demasiado cortos esos pantalones. Ella empieza a suspirar levemente mientras susurra:

-¿Así?…¿así?- buscando la aprobación de su padre.

-Siii, sii, muy bien cariño- responde él.

Mientras Daniel saborea la lengua de Selena nota cómo su extensión varonil adquiere ya un vigor notable. Sus manos recorren su estrecha espalda, ascendiendo, guiadas únicamente por la osadía de sus dedos que, al encontrarse con ese sujetador, se enzarzan en una aparatosa trifulca para liberar esas deseadas tetas prisioneras.

Torpemente consigue levantar la prenda por encima y empieza a disfrutar del magreo de esos maravillosos pechos adolescentes. Ella contesta emitiendo unos tímidos gemidos sin apartar su lengua de la de él hasta que se detiene en seco y dice:

-Papá ¿Me estas tocando las tetas? -con fingida sorpresa y parando en seco su trance.

Escuchar esa frase en la tierna voz de su propia hija le ilustra, repentinamente, la bochornosa carnalidad de sus actos, aun así, es tarde ya para oponerse. Ahora mismo, su moral tiene el estatus de una sola mano intentando detener el caudal de un río de lujuria.

-No cariño, claro que no- negando lo obvio.

-Ah, vale… espera que me molesta el sujetador-

Con la naturalidad de quien se quita una pulsera solventa el estropicio que ha hecho su padre. Con un par de gestos simples consigue hacer salir el sostén por la parte inferior de la camiseta bajo la atenta mirada de Daniel que, de alguna manera, esperaba que algo detuviera esa locura. El modo en que Selena retoma el besuqueo tras la breve pausa parece indicar que no tiene la más mínima intención de ponerle freno.

Daniel entra en el cielo a través de esos jugosos labios y las caricias de Selena en sus orejas y en su cabeza despejada son las alas que le permiten sobrevolarlo.

Realiza un breve recorrido circular con sus manos por encima de esos pantalones que tanto odiaba para regresar de nuevo bajo la ancha camiseta en busca de esas divinas redondeces. No tarda en encontrarlas y apretarlas con fuerza provocándole a su hija insinuantes lamentos agudos de dolor.

De pronto empieza a notar cómo Selena se balancea imprimiendo empuje con sus caderas. Adelante y atrás, cada vez con movimientos más marcados y evidentes. Ella respira profundamente con el pelo despeinado cubriendo gran parte de su rostro. Los contoneos se aceleran. Hacía décadas que Daniel no estaba tan cachondo.

Los jadeos de su niña cada vez son más profundos y se acompañan de gemidos más intensos aunque sigue conteniéndolos. Sin haberlo planeado, Selena empieza a llegar al éxtasis montada en algo más que una simulación. Galopa enérgicamente obligando a su padre a sujetarla fuerte por la cintura para que no salga despedida.

Él se da cuenta perfectamente de lo que ocurre pero hay tanta energía entre los dos que no logra asimilarla y vuelve a sentirse mareado y sobrepasado por las circunstancias.

La sugerente voz de Selena abraza su mente impregnándola por completo de erotismo con cada gemido y transportándole a otra dimensión más elevada y caótica.

La niña chilla con el tono más agudo mientras la implosión de placer desata una serie de clamorosos orgasmos obligándola a abrazar con fuerza a Daniel que, a pesar de su imperturbable silencio, mantiene aún los ojos muy abiertos sometido como un juguete a la voluntad de su niña.

La actividad frenética se ha relajado aunque Daniel todavía ve estrellitas eclipsando la imagen del acogedor salón hogareño. Ella no se atreve ni a mirarle a los ojos y se coloca el pelo con un gesto inseguro mientras empieza a disculparse con un hilo de voz casi imperceptible.

-Papa, lo siento, no sé que me ha pasado- titubeante.

-No pasa nada cariño, es cosa de la edad, tienes las hormonas disparadas-

Daniel intenta mostrarse comprensivo aunque tiene la polla tan dura que apenas le llega riego sanguíneo al celebro para pensar. Se le ha aclarado la vista pero todo gira a su alrededor. Desearía arrancarle la ropa y follarla violentamente pero aún le queda un poco de cordura. La situación se ha desmadrado porque ella estaba muy vulnerable, pero… ya pasó. Sin casi proponérselo sigue acariciándole los muslos. Aún con su bajísimo tono de voz ella continua:

-Qué vergüenza, estoy toda mojada- palpándose los pantalones.

En ese preciso momento el sonido de la cerradura agita con gran urgencia ambos corazones y sin apenas tiempo de nada se abre la puerta y entra Katia ajena a esa escena incestuosa. Le da tiempo de ver cómo Selena salta de encima de su padre aún despeinada. Atónita parece percatarse de que es ropa interior lo que su hermana se apresura a recoger antes de desaparecer con paso ligero en la profundidad del pasillo.

-¿Qué hacíais papá?- con un tono muy firme y estricto.

-¿Cómo que qué hacíamos? ¿No te da vergüenza robarle el novio a tu hermana?-

Daniel intenta cambiar de tema. Todavía está un poco sudado y le falta el aire. Se le nota nervioso y eso ofende a la chica que busca la manera de verificar sus sospechas, más fundamentadas a cada segundo que pasa.

-¿Te puedes levantar papa?- desafiante con un cambio de registro.

-No tengo porque levantarme Katia, me duele la espalda- fingiendo.

La negativa de Daniel con su burda escusa da más consistencia a los temores de la chica, que sabe que su padre no podría disimular la vergonzosa inflamación de su paquete si se encontrara erguido. Mientras tanto entra Mariela cargada con bolsas por detrás.

-¿Cómo dejas que tu madre cargue con todo?- dice Mariela con resentimiento resignado.

-Eso papá ¿Porqué no te levantas y ayudas a mamá?-

Sigue con ese tono excesivamente musicado que insinúa más de lo que dice encerrando furia tras una mirada que se asoma entre los parpados de esos ojos medio cerrados. Él la ignora y coge el mando de la tele para despachar el asunto. Katia se va a su cuarto con prisas dando un fuerte portazo.

Daniel suspira desatendiendo las frívolas imágenes de la tele. Se siente un poco aliviado porque ya pasó el momento crítico, pero es consciente de que será difícil restaurar la normalidad familiar. Aún está malo. No consigue rebajar la firmeza de su miembro. Quizás debería… no, no tiene la costumbre. De hecho no recuerda su última eyaculación: «Eso no puede ser bueno» piensa mientras intenta visualizar a la yaya Angustias desnuda. Esa visión acabaría con la erección del semental más potente en celo a media faena.

Lentamente su fogosidad se dispersa entre pensamientos cada vez más insulsos: «¿Cómo alguien puede escoger ‘Angustias’ cómo nombre para su bebe? ¿Las feas son feas porque tienen nombres feos o tienen nombres feos porque es su destino de fea? Es como el experimento ese en el que escribes ‘odio’ en un pote, y el agua que contiene cristaliza de peor forma que el que lleva escrito ‘amor'»

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