Por ayudar a mi compañera, a Nuria, termino en el hospital. Lo que me ayuda a profundizar más en mi relación sexual con mi hermana
-Rubén & Alba. Besos en la bañera –
Mi compañera de clase se encuentra en un estado realmente deplorable: borracha como una cuba, tambaleándose, con la cabellera rubia despeinada y la ropa descolocada y sin, creo yo, saber muy bien dónde está ni lo que ocurre a su alrededor.
-¡Lárgate de aquí, chaval! -me grita el que se ha girado, con una voz pastosa que denota también cierto grado de embriaguez en su organismo. Sus caras -la suya y las de sus amigos- no me son familiares, por lo que deduzco no son del barrio.
-¡Sí, eso! -lo apoya otro de los engendros.- ¡Pírate de aquí si no quieres problemas!
-¡Aquí los únicos que vais a tener problemas si no la soltáis vais a ser vosotros!
-¡Me cago en Dios, niñato! ¡Vete o te parto las piernas! -me amenaza uno de los que retiene a Nuria, cogiéndola fuerte del brazo.
Viendo que no tengo posibilidad alguna de éxito dialogando con esta Manada 2.0, elijo el plan B: enfrentarme a ellos para, así, dar tiempo a que su víctima escape y llame a la Policía. Soy plenamente consciente de que no puedo contra estos cuatro energúmenos y de que me van a dejar la cara bonita, pero me da igual. Por muy mal que me caiga Nuria, no pienso consentir que la violen. No merece semejante humillación.
Voy hacia ellos y esquivo el primer golpe, que iba en dirección a mi nariz. Me coloco detrás de mi adversario y lo golpeo en la nuca, dejándolo momentáneamente aturdido.
El siguiente golpe me lo como con patatas. Tras el puñetazo en la mandíbula, noto que tengo sangre en la boca y me quedo unos segundos atontado. Justo cuando mi contrincante se dispone a arrearme en la cara con su rodilla, dirijo un puño a su entrepierna y lo dejo vacilando, llegando a costarle, incluso, mantenerse en pie.
Ante la amenaza que empiezo a suponer para ellos, uno de los dos que quedan en pie, sujetando a mi compañera, la libera y se acerca a mí, furioso. Voy a darle una hostia en la nariz cuando, por detrás, me rompen una botella de cristal en la cabeza.
Antes de caer inconsciente, veo a Nuria alejarse con el callejón, corriendo tanto como puede mientras usa el móvil.
Después, todo se vuelve negro.
Recobro la conciencia y lo primero que noto es, además de una fuerte migraña, que estoy en una cama que no es la mía. Hay jaleo a mi alrededor y un hombre de voz grave está diciendo no sé qué de unos puntos en la cabeza. También me duele la mandíbula, y lo achaco al golpe que recibí. Aparte de eso, estoy de una pieza.
Abro los ojos lentamente y la luz me ciega. Cuando me acostumbro a la claridad, veo a mis padres y a mi hermana -ella con unas ojeras de no haber dormido apenas- hablando con un doctor delante de mí.
-¡Rubén!-exclama Alba al ver que estoy despierto. Se acerca a mí y me coge fuerte de la mano, momento en el que me fijo tiene la nariz roja y los párpados húmedos, sin duda consecuencias de haber estado llorando.- ¿Cómo estás? Nos tenías muy preocupados…
-Estoy bien, tranquila -me incorporo-. Me duele un poco la cabeza y la boca, pero por lo demás, me encuentro bien. -Le acaricio la mejilla, a lo que ella cierra los ojos y disfruta del tacto. Se pasa mis dedos por los labios y les va dando besitos con suavidad. Pobrecilla, debe haberlo pasado fatal.
Después de hacerme varias pruebas para darme el alta, entran los Mossos para que les dé mi declaración sobre lo sucedido. Finalmente, pido hablar con Nuria, a quien aún no he podido ver y de la que solo sé está con resaca pero bien.
-¡Rubén! -mi compañera entra al cuarto.- ¿Estás bien?
-Os dejaré a solas… -gruñe Alba, quien sin duda culpa a mi compañera de que esté ingresado en el hospital, y se encamina hacia la puerta, mirándola con auténtica rabia y odio.
Nuria se sienta a mi lado y empieza a hablar:
-Rubén, yo… Siento mucho lo ocurrido, de verdad… Es todo culpa mía… Perdóname…
-Ssshhh… Nuria, tranquila. -La cojo de la mano.- Estoy bien, no te preocupes. Ya me han dado el alta. ¿Tú cómo estás?
-Bueno, tengo… -Hace una mueca y se le enrojecen los ojos.- Tengo una resaca tremenda… -sonríe tristemente.- Pero gracias a ti sigo entera. Esos mierdas apenas me tocaron.
-Me alegra oír eso.
-¿Por qué me salvaste, Rubén? Estaba claro que no podías con cuatro a la vez… Y además… Por cómo estamos tú y yo… -Ahora sí que le cae una lágrima con la mejilla. Lágrima que le limpio con el pulgar.
-Nuria, eso no tiene nada que ver -soy tajante-. Te salvé y volvería a hacerlo. No podía dejar que te hicieran eso, sea cuál sea la opinión que tenga de ti.
-¿Me odias, Rubén? -me pregunta de pronto.- Si es así, dímelo, por favor. Necesito saberlo. Después de lo que has hecho por mí, te prometo que si me dices que te caigo mal te dejaré en paz para siempre. Es lo mínimo que puedo hacer para compensarte.
Tras pensar durante unos segundos y negar con la cabeza, respondo:
-No, Nuria. No te odio. Es solo que… -Sus palabras me han pillado con la guardia baja, así que, para mi propia sorpresa, continúo.- Mira, no me parece que esta sea buen sitio para hablar del tema. Podemos queda un día por la tarde para hablarlo, ¿te parece?
-¿De verdad? -ya no puede ocultar su voz resquebrajada y solloza en silencio.
-Te lo prometo.
Acabamos quedando para al cabo de unos días por la tarde y se va, dándome las gracias otra vez por lo que he hecho por ella.
Yo solo puedo pensar en si he hecho bien o no.
Esa noche estoy con mi hermana en la cama viendo la película “Avatar” por cuarta o quinta vez. Abrazada a mí en ropa interior, vamos hablando mientras acaricia mi pecho desnudo con la mano y me da besitos por el cuello y la mejilla izquierda. Por mi parte, le hago cosquillitas en la espalda.
-No sabes el miedo que pasé cuando los Mossos llamaron a casa a las cuatro y media de la mañana diciendo que estabas de camino al hospital… Pensé… Pensé que te había perdido…
-Pues fue Nuria quien les llamó.
-¿Por qué lo dices?
-Porque he visto la cara de odio que le has puesto en el hospital. Nuria no tiene la culpa de esto, Alba.
-Ya, pero…
-Pero qué.
-Que si ella no se hubiera emborrachado, esos tarados no la hubieran pillado y tú no tendrías puntos en la cabeza por un botellazo al defenderla.
-Eso no lo sabemos. Quizás la habrían cogido igual.
-Cierto.
Acaba la película y nos dormimos. Decidido no decirle nada sobre que he quedado con Nuria.
A la mañana siguiente, la encuentro dormida con la boca entreabierta a pocos centímetros de la mía. El aroma que desprende es dulce y embriagador. Está abrazada a mi brazo, con mi mano colocado justo encima de sus bragas, que están húmedas.
Sonrío y me incorporo. Se me ocurre una idea para despertarla y la pongo en marcha. Me levanto de la cama y voy al baño, donde enciendo el grifo para llenar la bañera de agua. La dejo con el nivel subiendo poco a poco y vuelvo a la cama.
Pongo a mi hermana boca abajo y la voy besando en la espalda, subiendo, hasta llegar a la nuca, donde lo hago con aún más dulzura y delicadeza, y giro hacia el lado, hacia la oreja.
-Mmm… Rubén… -suspira con voz aún somnolienta.
-Buenos días, princesa -le susurro al oído.
Sigo besándola detrás de la oreja un ratito más y termino poniéndome sobre ella, a lo que no opone resistencia ni queja alguna.
-Hhmmm…
-Oye, ¿te chafo, aquí encima?
-No, tranquilo… Mmm… Estoy bien… Muy bien…
Un ratito después, la abrazo por detrás y la giro. Se gira hacia mí y, tras darme varios besos en la mejilla y la barbilla, me muerde el labio inferior con los dientes. Va a besarme en los labios cuando suena su móvil. Suspira, mirándome dulcemente, y lo coge.
-Hola, abuela -contesta, pasándose la lengua por los labios y mirándome picarona-. Sí, estoy bien, he comido. -La beso en la punta de su bonita naricilla y me guiña el ojo. Acerca su cara a la mía y me va besando en el filtrum mientras sigue hablando. -¿Mi hermano? -me mira, moviendo el teléfono, dubitativa, como diciendo “¿Quieres ponerte”. Afirmo con la cabeza.- Sí, estoy con él. Te lo paso.
-Buenos días, abuela -Alba va dándome besos por el cuello, pasando por la nuez, subiendo hasta llegar a mi barbilla. Se queda en la comisura de los labios y salta, de nuevo, al filtrum, volver después volver a descender por el contorno de mi boca. Me está poniendo a mil-. No, aún no: Alba acaba la semana que viene y yo en unos días, también.
Me despido de ella y cuelgo.
-¿Qué te ha dicho? -me pregunta, con sus labios otra vez a pocos centímetros de los míos.
-Nada, lo de siempre: que si estamos bien y que si hemos comido…
-Solo piensa en eso… -suspira.
-Pues sí… Oye, ven aquí, que tú y yo nos damos a dar una vuelta al baño -le anuncio, a la vez que la cojo en brazos.
-¿Cómo? -pregunta, dejándose.
Le paso un brazo por detrás de las rodillas y otro por detrás del cuello y la levanto, yendo a continuación hacia el baño. He dejado el agua saliendo a la suficiente velocidad como para que ya vaya por la mitad.
-Hermanita, vamos a relajarnos un rato.
-¿Y esto?
-No sé, me ha parecido buena idea. He puesto el agua antes de despertarte.
-Vaya, gracias -me da un sonoro beso en la mejilla, sonriendo-. Estaremos cómodos.
-Sí.
La dejo en el suelo y me ayuda a desnudarme. Voy a bajarme los calzoncillos cuando me para con la mano.
-Deja que te quite yo eso.
-Alba, ¿estás segura?
-Mucho.
Me los baja y salen a relucir mi pene y mis huevos depilados. Ya desnudo, se sienta en la taza del váter y me pide, abierta de piernas, que la desnude yo. Voy a bajarle las bragas cuando, a la vez que me mira picarona, me dice que no, que lo haga con la boca.
Obedezco y, con los dientes, le agarro las bragas por un lado y voy bajando por sus piernas hasta dejarlas en el suelo. Mi hermana se muerde el labio, sonriente, mientras me mira con sus ojazos azules y la melena rubia aún despeinada.
Después, voy a por los sujetadores. Para ello, voy subiendo, haciendo un camino de besos, y empezando por su pie izquierdo, pasando por la rodilla y metiéndome por la cara interna de los muslos hasta llegar a su entrepierna.
-Mmm… -suspira mi hermana, con los ojos cerrados.
Vuelvo a la parte externa para no tocar su coñito, que está visiblemente húmedo y hasta diría que un poco hinchado, y subo por la cintura, pasando por la barriga, hasta llegar a las tetas. Sabiendo que aquí no me será tan fácil, se los desabrocha por detrás y me los llevo con la boca. Ya estamos los dos en cueros.
Aprovechando que estoy a sus pies, me levanta la barbilla con la mano y nos miramos a los ojos mutuamente. Me manda un beso con los labios, poniendo morritos, me guiña el ojo y me da la mano para ayudarme a levantar.
-Damas primero -la invito a meterse en la bañera.
-Muy amable.
El agua nos queda un poco por debajo por las rodillas. Nos estiramos y, con literalmente el agua al cuello, nos abrazamos. Alba posa su cabeza en mi hombro, cierra los ojos y la voy enjabonando con tranquilidad, viendo como sus mejillas enrojecen por la temperatura del agua. Qué guapa está. Mientras le lavo el pelo, la voy besando en la frente con ternura.
-¿Te gusta, hermanita?
-Ajá… Sigue, por favor… Hhhmmm… Lo haces muy bien…
Ver su rostro angelical en ese estado de paz me está gustando mucho. Una niña que me adora y que es encantadora Nunca he entendido cómo es posible que, en pasado, sufriera un acoso tan fuerte que acabara repitiendo curso. ¿Cómo, con lo buena persona que es? ¿Envidia, tal vez? No lo sé.
Termino de enjabonarle la cabeza y paso al cuerpo. Al estar bajo el agua y estar la superficie llena de jabón, me cuesta un poco distinguir las cosas, así que pongo la mano en su cuello y voy bajando, guiándome por el tacto.
Vigilando que no se me escape el jabón, voy dándole por la espalda, los brazos, las piernas… La vagina, el culo y los pechos se los enjabona ella misma.
-Me toca -me dice, sonriéndome.
Me pide que me estire y se sienta en mis piernas, quedando de caras a mí. Mi pene, que está empalmado, queda en vertical, rozando su cintura, y mis testículos rozan su vagina. Sonríe al darse cuenta y procede a lavarme, empezando por la cabeza.
El médico me ha dicho que los primeros días vigile al lavarme la cabeza, que intente no tocar mucho la zona donde están los puntos. Eso Alba lo sabe y actúa en consecuencia, dándome un buen masaje en la chota y vigilando de no tocarme las áreas delicadas. Está realmente concentrada en su tarea.
-Rubén, dime si te hago daño, ¿eh?
-Sí, sí, tranquila.
Rodea mi cintura con sus piernas y yo la suya con los brazos. Acaba de la cabeza y pasa al cuerpo, donde aprovecha para pellizcarme las tetillas y disfrutar del tacto de mis músculos. El torso, la espalda, los brazos… No se deja ni un solo centímetro por recorrer.
-Hay que ver lo que te gusta tocarme los músculos para ver que estoy en forma.
-Mucho -me sonríe-. A las chicas nos gustan unos buenos pectorales, unos brazos fornidos y unas piernas duras. Asociamos la fuerza con la seguridad que nos da su dueño.
-Es decir, ¿que yo soy tu protector?
-Exacto -me mira directamente a los ojos y se pasa la lengua por los labios-. Tú eres quien hace que me sienta segura. Me protegías de los abusones cuando éramos pequeños y aún hoy día, de alguna forma, lo sigues haciendo. Muchos imbéciles que hay por aquí, por el barrio, o por el instituto, no se me acercan porque saben que eres mi hermano, y que te liarás a tortas con quien se sobrepase conmigo.
-¿Quieres decir que me tienen miedo?
-¿Esos capullos? Sí.
-¿Y tú todo esto cómo lo sabes?
-Porque muchas veces algún gilipollas de estos que te digo se me ha intentado acercar y la panda de cabestros con la que va le ha pasado los pies diciéndole que soy la hermana de Rubén Sanz. Por eso. Y por eso te quiero tanto: porque siempre me has protegido, porque eres tremendamente bueno y cariñoso conmigo y porque me pareces realmente guapo.
Ante todo esto montón de piropos que mi queridísima hermana me acaba de soltar, solo se me ocurre abrazarla bien fuerte y decirle cuánto la quiero.
-Lo sé, Rubén. Y yo a ti.
Sigue lavándome y, después de un rato abrazados, nos quitamos el jabón y salimos. Mientras nos secamos, me quedo mirándole las tetas un momento, detalle que no pasa en absoluto inadvertido para ella, que me sonríe, picarona, y se las acaricia, mordiéndose el labio para calentarme aún más.
Se acerca a mí hasta quedar casi pegados y me susurra al oído:
-Quizás tu chica ideal está más cerca de lo que crees… -Y dicho esto, me guiña el ojo, abre la puerta del baño y se va, aún desnuda, contoneándose a su cuarto, donde, aunque duerma conmigo, aún tiene guardada su ropa.
Mientras se aleja, no soy capaz de apartar la vista de su precioso y erguido trasero. Alba es realmente sexy y atrayente, tanto por dentro como por fuera.