Por un error una madre descubre a su hijo como hombre, se dan cuenta de lo que sienten el uno por el otro. Y eso los lleva una buena sesión de sexo
Me dio un vuelco el corazón. Hacer match era muy frecuente, los tíos te daban like sin apenas pararse en tu foto. Pero ahora…
Ahora no tenía ni idea de cómo salir de aquel lío. Que Jesús me hubiera deslizado hacia la derecha era una cosa, pero que yo, sin detenerme ni siquiera un segundo hubiera hecho lo mismo, era otra muy distinta.
A ver, que todavía no he cumplido los cuarenta y estoy de puta madre para mi edad, y más que acostumbrada a las miradas de los tíos (los del gimnasio se me comen con los ojos cada vez que salgo de spinning) y qué leches, que yo también tengo mis necesidades y si me abro un perfil es cosa mía.
Pero el corte por esta situación… En fin, que era demasiado, no sé si me entendéis. Jesús es mi hijo, no un pimpollo que se pajea a mi salud después de verme en bikini en la piscina. O eso creía yo entonces, al menos…
Porque tras ver mis fotos y reconocerme me mandó un mensaje. El muy tontito pensaría que yo no había reconocido a mi vez (tras darle hacia la derecha a su foto, claro está) el lunar en forma de media luna de su vientre.
Lo siguiente fue la foto de su rabo. Si alguien me hubiera visto la cara al recibirla se habría partido de la risa. La boca abierta de puro asombro y los ojos como platos. Él sabía que yo era yo, como ya os he explicado…
La cosa es (vuelvo a contarlo, por si aún no lo habéis pillado) que el muy inocente creía que yo no sabía quién era él. Más que nada porque en su perfil no tenía ninguna foto de su cara. Sólo del cuerpo, que es muy, muy bonito.
¿Está claro hasta aquí? Ok, seguimos…
A la foto de su polla siguió una retahíla de piropos rayanos en el acoso. Por lo visto cualquier muestra de interés femenino provoca esa reacción en los jovencitos de ahora. No sé si les funciona, pero sospecho que sí. Supongo que ver tanto porno les ha cambiado a lo bestia las costumbres de cortejo.
Mi retoño me pidió a su vez (esa rima os dará una pista de sus demandas anatómicas) fotos mías, más íntimas que las que tenía en mi perfil. También quería verme los pechos. Los mismos con los que le había alimentado diecinueve años antes. Le llamé a la calma y utilizó su foto como argumento.
“Es que mira cómo me pones…”
“¿Eso es de ahora? ¿Te estás tocando mientras hablas conmigo?”
“Claro que sí. Estás muy buena”.
“Pero si ni siquiera me conoces… ¿Cómo puedes tocarte ahora?”
“Precisamente porque no te conozco. Así es mejor”.
En aquel momento me pareció divertido, así que al final lo hice. Sabía que Jesús estaba en casa porque su habitación estaba cerrada cuando llegué. Y él sabía que yo estaba al otro lado de su pared. Me aguanté la risa y empecé a ponerle cachondo. Los tíos son fáciles de complacer y mi niño no era una excepción:
“Vale…Voy a ayudarte… A ver… Me gusta tu polla… ¿A tus amigas les cabe?”
“A veces… Necesito una mujer de verdad… Más mayor…”
“A mí nunca me han follado con algo así… Me daría miedo… Mucho miedo…”
“¿Cómo era la de tu marido? ¿Mucho más pequeña que la mía?”
“Un birria al lado de la tuya… Y por cierto, cielo… ¿Por qué hablas en pasado? ¿Cómo sabes que no estoy casada?”
“Lo he supuesto. Como estás en Tinder… ¿Eres soltera?”
“Separada… Y tengo un niño”.
“¿Un niño?”
“Bueno, un niño no… Ya tiene diecinueve años”.
“¿Cómo es?”
“Muy guapo… Pero vamos contigo… Tengo que ayudarte con tu paja… ¿Qué quieres que haga?”.
“Cuéntame con cuántos tíos has estado. Antes de tu marido y después”.
Me vino el pudor. Así, de repente. A ver, voy a explicarme:
El que Jesús se pajeara chateando conmigo no dejaba de ser un juego, y casi era algo… Como inocente… Del todo inofensivo… Mirad, un novio que tuve de cría me había confesado que se tocaba pensando en su hermana y a mí me pareció gracioso.
Y mi hijo me pedía le contara toda mi vida sexual. Insisto, él sabía que yo era yo. Y yo, que no tenía muy claro dónde estaba el límite, lo crucé:
“Antes de estar con mi marido tuve dos novios. Al primero sólo le hice pajas, pero dejaba que me sobara las tetas y el culo. Y que me besara, claro… Una vez intentó meterme los dedos, pero no me gustó. Era un poco torpe”.
“¿Dónde se corría? ¿Alguna vez se la chupaste?”
“Una sola vez, y se corrió en mi boca. Cuando le pajeaba lo hacía en mi vientre”.
“¿En tu vientre? No entiendo…”
“Me tumbaba para que acabara encima de mí. Le ponía mucho mi vientre”.
“Te lo he visto en las fotos… Joder… Qué buena estás…”
“Alguna vez le hacía cubanas, entonces se corría en mis tetas. Nunca le dejé que me follara, era así de tonta. Ahora somos muy buenos amigos. Mi marido nunca supo que Javi y yo habíamos sido novios. Se llevaban muy bien”.
“¿Javi?”
Disfruté como una enana al soltarle aquella bomba. Javi es como un tío para Jesús. Esperé con malicia su siguiente pregunta y no tardó en hacerla:
“¿Y alguna vez…? ¿Después de tu marido…?”
“Sólo una vez”.
“¿Y entonces sí lo hicisteis?”
“Sí, esa vez sí lo hicimos. Follamos el día en que Carlos me dejó. Javi me llamó y vino para consolarme. Nos tomamos un café y al final acabamos jodiendo en el sofá. Mi hijo estaba en el colegio. Nos teníamos muchas ganas y pasó lo que tenía que pasar. Después te cuento eso, ahora va lo de antes”.
“¿Lo de antes?”
“Sí, lo de antes de casarme. Tuve otro novio. Me desvirgó y una vez casi me preña. No le gustaba utilizar condón y aquella noche empezó a correrse antes de sacarla. Menudo susto me llevé hasta que me vino la regla”.
”¿Cómo pasó? Lo de desvirgarte… ¿Te dolió?”
“No mucho. No la tenía muy grande y yo ya había practicado con cosas. El himen me lo rompí yo solita con un dildo. Me encanta masturbarme”.
“¿Quieres hacerlo conmigo?¿Ahora?”
“No sabría escribir y hacerlo a la vez. No soy tan buena con el móvil”.
“Mándame una foto de tus tetas”.
“Vale. Espera…”
“Dios, qué bonitas… ¿Te importa si yo?”
“Pensaba que lo estabas haciendo… ¿No te estás tocando ahora?”
“Estoy muy intrigado con tu vida. Cuéntame más”.
“Vale… A aquel novio no volví a verlo y después vino tu padre…”
Tardé unos segundos en darme cuenta de lo que acababa de pasar. Jesús cortó el chat y yo, tras unos segundos de dudas, hice lo mismo.
El desayuno del día siguiente fue de lo más incómodo. No me atreví a mirarle, y él apenas se detuvo en la cocina. Sacó un par de plátanos de la nevera y enseguida se fue a clase. Yo estaba avergonzadísima y muy cachonda.
Me armé de valor, y en cuanto regresó (era muy tarde, casi la una de la mañana) me metí en su cuarto sin llamar antes. Me había peinado y maquillado. También llevaba puesto un conjunto monísimo de lencería negra. Me senté en su cama mientras él se apartaba, arrinconándose en el cabecero.
-A ver, cariño. No hemos hecho nada malo, sólo hemos charlado.
No era capaz de responderme y no dejaba de mirarme de arriba abajo. Llevaba puestos unos bóxers y una camiseta de manga corta muy ceñida, ambos de color gris. En los primeros se marcaba claramente una erección.
Enorme. Monstruosa, de hecho. La aterradora y preciosa polla de aquella foto.
Me desabroché el sostén sin dejar de mirarle. Ya había visto mis tetas, pero yo ya no era una foto en la pantalla de su móvil. Mientras lo hacía, muy despacio, empecé a hablarle con la misma naturalidad de la noche anterior.
-Hace un momento he repasado nuestro chat y he visto dónde nos quedamos. Te estaba contando que después de aquel chico vino tu padre, al que fui completamente fiel durante quince años. Y al que no guardo ningún rencor aunque me engañara. Porque gracias a él te tuve. Te quiero, cielo.
-Yo también te quiero, Mamá… Perdóname… Me da mucha vergüenza…
-A mí no. Me encantó lo que hiciste. Fue muy valiente. Mira… Javi fantaseaba con Gloria, su hermana. Y no me extrañaría que siguiera haciéndolo. A mí me gustaba mucho mi tío Daniel, y tengo amigas con historias parecidas. Es el morbo de lo prohibido. A todo el mundo le atrae eso. Y si no fuera yo sería la tía Susana.
-La tía Susana también me pone. De hecho, a veces…
-¿Sí, cielo?
-Me imagino que estoy con las dos.
-Cuéntame más.
-La tía se viene a pasar unos días y yo os veo una mañana duchándoos juntas.
-Me gusta. Sigue.
-No os importa que os haya visto. Sonreís y me invitáis a entrar.
-Me está gustando mucho, cielo –gimo con voz mimosa. Mi sostén está en el suelo y estoy mirándole la polla a mi hijo. Me toco-. Me gusta muchísimo. Sigue…
-Me meto con vosotras y nos enjabonamos. Estáis besándoos mientras lo hacemos. Os ponéis de rodillas y me la chupáis. Nos reímos mucho, y antes de que me corra nos vamos los tres a la cama. La tía Susi se pone encima.
Me acaricio el coño por debajo de las braguitas, mordiéndome los labios y sin dejar de mirarle. Después gateo hacia mi chico y mordisqueo golosa esa puta maravilla de la naturaleza despacio, por encima de sus bóxers. Emerge por voluntad propia y yo la recibo en mi boca, pero justo antes le suplico:
-No te pares, cielo. Sigue contándome… Me encanta tu historia… -ronroneo con mi mejor voz de zorra, y abriendo bien la boca engullo por fin su rabo… O al menos lo intento-. Mmmmmm… Gnnnnnn… Mmmmmmmm…
-Oh, joderrrr… Ella… Ella me cabalga y se corre enseguida. Tú me miras en plan desafiante y yo prácticamente te violo. Te levanto las piernas, me las pongo sobre los hombros, y… ¡OH! ¡OH, JODER, MAMA!
-Mmmmmmmmm…
-OHHHH… DIOSSSSSSSSS… ¡OH! ¡OH, NENA… MAM… AHHHHHHHH!
Me trago todo. No consigo sujetar su rabo y me pone perdida. Ni niño se corre mientras lucho por no dejarme una gota. Su anaconda, ya vencida, me sirve para recoger lo que me cubre el rostro y empujarlo hacia mi boca. Trago, trago y trago sin dejar de mirarle. El semen de mi bebé me sabe a gloria y él disfruta como nunca en la vida de verme haciéndolo. Me relamo.
Después nos duchamos y me besa con ansia, sobándome el culo, buscando mis orificios con sus dedos. Ahora soy su amante. Ni su mamá ni una puta de fantasía. Le hemos enseñado (el mierda de su padre y yo) durante diecinueve años todo lo que necesitaba para hacerse un hombre. Ahora es mío.
Dormimos juntos en mi cama. La nuestra a partir de ahora. Me abraza por la espalda y noto su rabo palpitante a la altura de los omóplatos. Está ardiendo y pide guerra. Sé lo que me va a preguntar y sonrío mientras lo hace:
-Mamá… Y después de papá… ¿Te has acostado con alguien?
Me giro para mirarle a los ojos mientras enciendo la lamparita de la mesilla. La luz es cálida y está guapísimo. Le acaricio la polla y empiezo a contarle… Le hablo de cada tío al que me he llevado a casa desde la separación… De los dos chicos de la discoteca de salsa. De lo que me hicieron en esta misma cama…
De su amigo Diego, que vino a llevarme una lasaña de su madre y acabó echándome un polvazo mientras yo me agarraba al fregadero casi hasta arrancar el grifo. Del stripper de la despedida de Rosa y de mi monitor de spinning, al que como despedida (se había echado novia y lo dejamos) me había follado en la sauna. Y de la madre de Diego, que tampoco había estado nunca con una mujer. Y de Julio, el mejor amigo de Carlos, al que había hecho una mamada sedienta tras llamarle en una mañana de rabia poco después de la separación, para acabar lamiendo su leche de mi foto de boda. La venganza es tan dulce…
Y claro está, de los tíos que había conocido en Tinder antes de cruzarme con sus abdominales y de descubrir, demasiado tarde para deshacer el like, aquella marca de nacimiento en forma de media luna. Cuatro chicos en total.
Jesús crecía entre mis manos con cada historia, que yo adornaba con detalles para que enloqueciera de celos y me partiera en dos. Estaba tan mojada que casi no tenía miedo de que me penetrara, así que lo atraje hacia mí.
Dejé que me lo comiera, compitiendo con bastante nivel con los muchos que lo habían hecho antes y después levanté mis piernas para apoyarlas sobre los hombros de mi niño guapo. Él se agarró la polla y la puso en mi vulva.
-Dijiste “Tú me miras en plan desafiante y yo prácticamente te violo. Te levanto las piernas, me las pongo en los hombros…” ¿Era eso, cielo?
-Eso… Exactamente… Ohhh… Joder… Qué ganas…
-Esto no es una fantasía… Demuéstrame que eres mi hombre… Mi macho… Mi chulo… Soy tu puta… Fóllame…
Jesús me la mete de una sólo golpe y yo grito sin lograr emitir un sólo sonido, abriendo la boca mientras mis entrañas se abren para recibirle, ahora como adulto, muy dentro de mí. Se cierra un círculo de pecado tan dulce y yo gozo. GOZO. Me corro a la primera embestida.
Pero él no se detiene y encadeno un orgasmo detrás de otro. GOZO. Tardo un rato en retener suficiente aire como para poder gritar y por fin lo hago. Una y otra vez. GOZO. Cada grito me libera de tabúes y reglas. Es una declaración de guerra a la moral. GOZO.
Ya sólo existe el placer. Pierdo la cuenta de las obscenidades que gimo al oído de mi hijo. De las salvajadas con que intento expresar esta experiencia. Me corro, me corro y me corro. Hasta que por fin encajamos ambos en un último orgasmo y él estalla dentro de mí.
Y juntos lo alcanzamos. Lo tocamos.
El cielo.