Mi primera experiencia lésbica podríamos decir que fue impresionante
Cuando desperté su mano acariciaba lentamente mis nalgas. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. La sonrisa fue instantánea, mis manos reclamaron su cuerpo y a mi cabeza llegaron imágenes de la noche anterior. Cerré los ojos para revivirlas y empecé a notar la humedad en mi sexo.
Una de sus manos se aventuró a mi abdomen y sentí que depositó un suave beso en mi hombro derecho y otro más a media espalda. Podía sentir su excitación por la forma en que su respiración iba volviéndose mas y mas pesada.
Su mano derecha jugada con mi emplumado monte de Venus, podía imaginar donde se encontraba la mano izquierda… Sentir el vaivén de sus caderas me confirmó lo que suponía pero no, todavía, no estaba preparada para salir de mis recuerdos.
Ella empezó a jadear bajito y yo a sentir un suave hormigueo en mi entrepiernas. No sabía si ella sabía que desperté, si lo hacía para despertarme pensando que aún dormía o si en realidad lo estaba disfrutando. Mis ganas de darme la vuelta y devorarla entera me estaban ganando y mi lado izquierdo, en el que estaba apoyada, se estaba entumeciendo. Todo jugaba en mi contra… o a su favor? me pregunté.
Sus, ahora, gemidos y sus caricias en mis labios inferiores ya me tenían casi encharcada. Ella lo sentía. Pero me negaba a ponerme de frente. Recordaba la solemne frase ¨De noche todos los gatos son pardos¨ y más pardos aún… anoche… anoche el alcohol… maldito alcohol. Unas lagrimas asomaron intentando salir.
Maldita, pensé para mis adentros y sin terminar la palabra ya me arrepentí de haberla dicho. El amor es así. Malditos los que amamos. Maldita soy yo por amarte dije, alzando la voz sin querer y asuntándonos a ambas por lo alto y duro que sonó eso. Ella detuvo sus movimientos, yo tomé la mano que estaba en mi sexo, la aferré a mi cintura y la atraje hacia mi sin estar segura de lo que hacía. Ella no se opuso al movimiento.
Sentí su pecho con los pezones duros chocar contra mi espalda y su cadera contra mis nalgas. Entrelazó nuestras piernas, permanecimos quietas y en silencio por un rato. Suavemente empezó a moverse hasta pasar su brazo izquierdo tras mi cuello y su mano fue a parar sobre mi pecho… Con sus dedos índice y corazón empezó a jugar con mi pezón el cual no se resistió a su caricias y como ser independiente se endureció.
Notando esa pequeña muestra ella aprovechó para subir un poco mas hasta llegar a mi oído. Cerré los ojos con fuerza y atajé la respiración. Sé que soy maldita, dijo. Ambas somos malditas, corrigió. Y sin más depositó un beso en mi mejilla, sus dientes mordieron mi mejilla y su lengua jugó con el lóbulo de mi oreja. Me estaba excitando. Ella sabía cómo hacerlo. Su mano apretujaba mis senos, su cadera golpeaba mis nalgas, su otra mano jugaba con mi sexo y su lengua succionaba mi oreja.
Esta mujer era perfecta, ella era la perdición… mi perdición. Me tenia al límite de lo racional. Mi cuerpo experimentaba oleadas de placer y mi mente se negaba a aceptar. Seguía con los ojos cerrados ya no podía contener la respiración.
Eres un gato… vas de cama en cama, le dije intentando alejarla de mi. Sí, soy un gato que hoy quiere tu leche, dijo con su voz ronca haciéndome erizar por la excitación que su deseo me provocaba, sus dedos entraban y salían de mi lubricado sexo y mi clítoris pedía a gritos su atención.
No te voy a dejar escapar una vez más, dijo embistiéndome hasta el fondo con sus largos dedos. Hoy te voy a tomar todo…te voy a dejar seca… eres mía… solo mía, continuo diciendo mientras sus dedos y sus besos seguían llevándome al limbo.
Yo quería… en realidad quería todo con ella… quería esto , eso, aquello y mucho mas. Quería que me amára de verdad, quería que se quedara por y para siempre. Pero también la quería libre y espontánea… La quería mi superhéroe que me rescataba un sábado por la noche, ebria, de algún lugarsucho perdido, la quería un domingo por la mañana ardiente en mi cama. La quería de lunes a viernes intocable, desde donde la veía derritiéndome por dentro añorando que llegue el fin de semana para estar entre sus brazos.
Siempre dices lo mismo luego te vas dejando tus restos, dije casi sin voz luego de haber tocado el cielo con las manos. Ella levantó el rostro de mi empapado sexo, arregló su cabellera, se bajó de la cama y se empezó a arreglar. Se veía hermosa desde mi lugar… su cuerpo perfecto… su forma de andar… con parsimonia una a una se fue poniendo cada pieza de ropa. Ese siempre era el ritual. los zapatos… la cartera… sus llaves… el celular.
Abrió la puerta, yo aun en la cama. Pensé que hoy nuevamente seria unos de esos días donde se iría sin contestar cuando sonriendo me vió a la cara, me arrojó un beso y me dijo: Es que me es imposible comerte toda de un solo bocado.