Profesor cogiéndose a su madre e hija
Aquella tarde, en la que ocurrió todo y que tendría consecuencias para mi futuro (y no os hacéis una idea), Mary había acabado las lecciones de español (sí, pese a tirármela o que ella me follara a mí, lo que fuera, anyway, seguíamos dando clases), decidimos darnos un baño en la piscina. Yo ya me había traído el bañador y unas cuantas mudas puesto que me había quedado unos tres días en su casa, aprovechando que su madre no estaba. Aunque aún y así, ambas solían cruzarse poco porque la madre solía estar en el otro lado de la casa (¿os acordáis de que os dije que tenía no sé cuántos baños y un puñado obsceno de habitaciones? Pues servía para eso. Madre e hija se cruzaban poco).
Total, estamos solos aquella tarde, agosto, seis o siete de la tarde, y Mary dice que está hasta el coño y que tiene calo. Se despelota totalmente y se tira a la piscina y yo que ya estoy dentro veo sobre mí, como la escena del avión del Ghost in the Shell, cruzando sobre los edificios, a esa escocesa desnuda, de cuerpo blanquísimo, pecas, las tetas colgando sobre mí, los pezones duros, su vientre plano y la raja de su coñito pelado. Un espectáculo que se acaba metiendo en la piscina ágilmente.
Cinco minutos después ella está acodada en el borde, en la parte que hacemos pie, mientras mi lengua se hunde en lo más profundo de su rosado coño, comiéndoselo como esa merienda tardía que es. Ella se retuerce un poco, sus piernas sobre mis hombros, y su olor especiado picándome en la nariz. Repaso su coño resbaladizo de arriba abajo y vuelvo a hundir la lengua dentro, bien dentro, para sacarla con todo su sabor, paladear y volver a atacar ese clítoris que ya está pulsando. Cuando se corre entona su consabido «Yesssss, oh, God, yesssss» y siento su coño tener espasmos contra mi lengua y mis dedos que le he acabado metiendo hasta el fondo haciendo que enarcara la espalda.
Pasan cinco minutos y yo ya estoy en los escalones de la piscina con Mary entre mis piernas, medio arrodillada y lamiéndome la polla mientras el agua fresquita nos rodea. Siento el cosquilleo de su lengua al acariciarme las pelotas, al metérselas dentro de la boca, con esa sensación de arder por el calor de esta, y sacarlas pesadamente para volver a lamer mientras la mano no deja de masturbarme. Entonces sube, me sonríe, y se vuelve a meter la polla en la boca, entera, todo lo que le entra que es casi el aparato entero (aunque he descubierto que traga tanta polla en función de la postura que adopte. Si tiene la garganta reta para con ella, le entra entera). Y empieza a chupármela sin usar las manos, solo apretando con los labios y tratando de tragar el máximo posible. Lo combina sacándosela entera, para parar y respirar, y masturbar con fuerza, lo que acelera mis ganas de correrme. No pasa mucho hasta que ocurre, le cojo la cabeza (me ha dicho que le gusta), y me clavo en lo más profundo de su garganta para correrme. Ella aguanta ahí, se pone roja, viene el manguerazo, siento cómo mi cuero encauza los fluidos y el potente orgasmo hace que me palpite desde el perineo, los huevos y toda la polla mientras me vacío directamente en su garganta. La escucha tragar, tener una arcada, seguir tragando. Algo le cae por la comisura de los labios y ella se clava más profundo hasta que me duele la punta de la polla. Otro sifonazo, y cuando la escucho tragar soy yo el que arquea la espalda con un postrer calambrazo del orgasmo. Ella pone las manos en la base de mi polla y sale muy lentamente, arrastrando con los labios todo lo que puede, tragando más, saliva y semen. Mi puta escocesa, cómo la chupa, joder…
No sabemos cómo hemos conseguido arrastrarnos hasta el interior de la casa, y, disfrutando del aire acondicionado, nos quedamos dormidos, en pelota picada, en el obscenamente grande sofá, yo estirado en la chaise longue y ella a mi lado, tumbada en la parte de sofá.
Después de tanto sexo, creía que no sería posible, pero empiezo a tener un sueño erótico en el que sin poder ver, los labios de una mujer me recorren de nuevo la polla. Son distintos, más expertos. Como dando un beso y cubiertos de saliva, me recorren todo el tronco, chupan los bordes de la piel, dan lametones juguetones y provocadores, bajan por el perineo y me muero de ganas de que me lama el ojete, que es algo que me enloquece, curiosamente. Y lame, besa, chupa, se come mis pelotas sin problemas —figuradamente—, y se mete la polla entera, poco a poco. Es una boca menos estrecha que la de Mary, y me encanta cómo lo hace.
Abro los ojos, y me encuentro la cabeza de su madre totalmente clavada en mi polla.
Por un momento me asusto, voy a levantarme, miro al lado para ver si Mary está despierta, se puede llevar un disgusto… y lo está, lo está. Está despierta, mirándome y masturbándose mientras ve a su madre comerme la polla.
Iona se come mi polla con una técnica propia distinta a la de su hija. Su boca es más grande, ancha, y traga sin ninguna dificultad. Pero no solo hace eso, no solo se la cala hasta el fondo, sino que lame todo el tronco, me besa el pubis y baja hasta la ingle. Como ve que me he despertado, murmura algo en inglés y me separa más los muslos. Escucho movimiento a mi lado y veo que Mary cambia de postura y entiendo lo que me ha dicho entonces, como si hubiera tardado más en calar en mi consciencia combatiendo el estupor que me produce esa colosal mamada. También escucho el sonido húmedo de los dedos de Mary al masturbarse, mojada como si fuera una fuente. Así que me doy la vuelta, le dejo hacer. Clavo las rodillas y así con el culo en “pompa”, Iona empieza a lamerme el ano mientras sus cálidas manos no dejan de masturbarme como si me ordeñara. Su mano es exigente y su lengua en mi culo es una sensación casi eléctrica. Baja por el perineo, me chupa los huevos que cuelgan mientras su mano sigue reclamando a mi polla su jugo, que intento negarle para aguantar más en esa posición. Joder, qué gorda me la ha puesto y cómo está de dura. Sigue masturbando y yo agarro las caderas de Mary para comerme su delicioso coño que ella abre para mí, separando los labios y dejándome todo el campo libre para recorrerlo mientras ella se retuerce los pezones y corcovea.
Siento la lengua de Iona presionar mi esfínter, haciéndome saber que juguetea con la idea de penetrarme con la lengua y el morbo hacía que la polla me pulsara. De vez en cuando la inclina más hacia atrás y me la chupa, lamiendo ese jugo preseminal que cae como un hilo transparente y con el que escucho que se deleita. Lo sé porque con la polla lamida y clavada dentro de su boca, gime y cuando te gimen en la polla, esta reverbera, te tiembla, vibras tú entero y por mucho que parezca un recurso de película porno saber cuánto mola cuando te lo han hecho. Creedme. Y… ufff…
Chupa, lame, me recorre entero desde el ano a la punta de la polla. Y mientras Mary se corre dos veces en mi boca, siento cómo le palpita el coño alrededor de mi lengua y sus caderas se elevan. Iona se detiene y se separa, finalmente, me sienta, mientras Mary respira trabajosamente, y manipulando mi polla, se la calza entera en su depilado y más maduro coño. Hasta el fondo. Sus muslos son gruesos, su vientre no es plano como el de su hija, tiene una graciosa y normal barriguita que me gusta, y sus tetas son gloriosamente grandes, más que las de su hija, con el pezón del tamaño de una galleta, erizado, de color encarnado, que me ofrece con ambas manos, pesadas. Mi boca se dirige automáticamente y me lo meto en la boca y ella empieza a moverse. Su olor es algo más ácido, picante, que el de su hija. Sus gemidos son más profundos, y me pega la boca en el pecho, apretando, susurrando entre gemido y gemido, que la muerda. Así que le va lo duro en los pezones. Pues allá voy. Se los mordisqueo, me trato de meter la areola entera y la mordisqueo hasta que siento que su coño se cierra alrededor de mi polla y mete más ritmo.
Finalmente se me abraza, yo haciendo esfuerzo titánicos por no correrme, distrayendo mi mente recitando el nombre de las legiones y todos los primarcas en orden (cosas de mi vena friki) y siento que me gime su orgasmo en la oreja mientras todo su vientre palpita en mi polla que está deseando derramarse. Pero tengo una idea aún más sucia. Mary ha vuelto a tocarse mientras ve a su madre follarse a su rollo de verano, así que cuando Iona se aparta y se queda sentada en el sofá, me acerco a Mary, la beso, le meto la polla en la boca para que sienta el sabor del coño de su madre por el que una vez salió, y entonces, cuando estoy a punto de correrme, la saco y me derramo como una fuente en todo el blanco y pecoso cuerpo de la chica. Ella tiene un súbito orgasmo y la madre lanza una imprecación. No sé cuántas veces suelto semen pero mi polla pega salvajes palpitaciones y me mareo hasta optar por sentarme de culo despacio sobre la jarapa.
Tardamos un poco en recuperar el resuello. Sobre todo porque Iona, cerda como ella sola (y le encantó que se lo dijera), lamió todo mi semen del cuerpo de su hija para acabar haciéndole una magnífica comida de coño. Joder, yo estoy agotado y viendo cómo la enorme y rosada lengua de Iona recorre el cuerpo blanco y joven de su hija hace que mi polla quiera volver a llenarse de sangre y empalmarse colosalmente. Pero no. Ese orgasmo me ha dejado baldado, así que me levanto y voy a la cocina. Es una casa de concepto abierto y mientras hago unos bocadillos veo cómo la nena se corre en la cara de su madre. Se besan casi tiernamente, y luego, por turnos, van a lavarse. Joder. Vaya familia. Me quedo a vivir, firmo ahora mismo.
Cuando vuelven las dos he servido zumos de fruta recién hechos y hay bocadillos variados en una fuente. Me he puesto los calzoncillos y una camiseta (no se entra en pelotas en la cocina, me lo enseñó mamá) y cuando se sientan en los taburetes de la isla madre e hija intercambian rápidamente varias palabras en algo que no entiendo y que suena extremadamente cerrado. Creo que es gaélico. Se ríen y me miran.
—Mi madre dice que vaya polla te gastas y que follas divinamente —me dice Mary en inglés.
Me río, algo azorado, la verdad, nunca me he considerado un follador nato ni nada de eso: solo follo cuando puedo, me dejan y trato de divertirme siendo considerado.
—Haz lo que quieras que te hagan —respondo.
Ambas se ríen. Y eso es la antesala.
No follo habitualmente con Iona pero cuando se presta siempre es divertido y muy potente.
Esa noche no es así: se queda. Pedimos chino, esta vez.
Comemos entre risas, nos conocemos más. Nos gustamos. Me entero de cosas. Ellas dos, sentadas y glotoneando con los palillos varios envases de pollo y tallarines llevan pareo y la parte de arriba del bikini. Me hablan de Edimburgo, del trabajo de Iona como funcionaria allí y de los estudios de Mary. Viven en una casa grande en el casco antiguo, una herencia familiar al parecer, cerca del río.
Yo les hablo de mi doctorado en filología y en literatura inglesa y las dos se muestran muy interesadas y me hacen hablarles del tema. Cuando ven que me interesan varios autores escoceses del XVIII me dicen que tengo que ir a Edimburgo. Varios parientes trabajan en la universidad, tanto en Edimburgo como Glasgow, Sheffield y York que podrían ayudarme si lo necesitaba. Total, se veían todas las Navidades.
Qué queréis que os diga, conozco una oportunidad en cuanto la veo y decido madurar el plan. Les comento que eso debe ser caro. Ir allí, conseguir la estancia del doctorado, trabajar para tener dinero allí para desplazamientos, alquiler, mantenimiento. Ambas sonríen.
Anochece. Son las once de la noche. Estoy pegado al ventanal de la segunda planta y las dos cabezas pelirrojas están inclinadas sobre mi polla. Ambas, madre e hija me están haciendo una mamada espectacular. Se turnan entre mis huevos y polla aunque a veces coinciden y aprovechan para besarse, sonreír y luego vuelven al ataque. Iona me coge la polla e invita a Mary a metérsela en mi boca viendo cómo la lame y abre la boca para tragarla golosamente. Me mira a los ojos y aprieta para calzársela entera. Iona se pone detrás de ella, de rodillas también y empieza a toquetearla, a masturbarla y tirarle de los pezones. Le aprieta las tetas, le susurra en el oído que trague polla, que sea más cerda, que chupe como le ha enseñado. Noto que gime pero se ríe también. Se la saca para respirar y jadea un poco.
—¿Quieres follarte a mi hija? —me pregunta en un inglés más gutural de la cuenta.
—Sí, desde luego. Quiero follármela, correrme en ella y que tú te lo comas todo —le respondo, apoyado contra el cristal y con la boca de Mary en mis pelotas.
—Podría pasar —me dice la madre mientras la hija jadea—. Pero solo si pasa lo mismo después.
—No sé —ufff… otra vez la boca de Mary clavándose mi polla hasta el fondo. Noto sus labios contra mi pubis otra vez—, puede que a ti quiera follarte por el culo.
Iona se ríe.
—No tengo tanta experiencia por ahí —me confiesa metiéndole los dedos a Mary tan profundamente y en el momento justo que hace que se corra mientras tiene toda mi polla en la garganta.
Mary se la saca para respirar, pegando sus manos a mi cadera para sujetarse.
—Ufff… Pues… —trata de recuperar el aliento— deberías probar. Folla el culo estupendamente —le confiesa a su madre.
—Pues prepáraselo —le digo a Mary.
Mientras tomo un trago largo de una bebida isotónica —recuperar electrolitos lo llamaba una novia italiana que tuve, una belleza de cabello castaño, ojos color miel y una boca deliciosa con la que se comió mi polla y la de mi mejor amigo a la vez— veo ambas van a la cama de Iona. La madre se pone a cuatro patas y Mary, sin dejar de mirarme le separa las nalgas y le lame desde el clítoris hasta el ano haciendo que la mujer, con sus grandes tetas colgando, gima profundamente.
—Ven, anda. Fóllate el culo de mi madre —me dice, invitadoramente—. Joder, suena a diálogo cutre de mala peli porno.
No podemos evitar reírnos. Es verdad. Es poco común y muy censurable para alguna gente, pero está ocurriendo y en ese momento Mary aplica lubricante al culo de su madre y le mete uno, dos y hasta tres dedos, progresivamente. Los mete y saca varias veces.
—Mami, tu coño es grande, pero tu culo está más estrecho que una calle del casco antiguo.
—Qué puta eres… Aaaah… Mary… Aaaah… cuidaaaa… doh… ufff… diosss… —musita la madre en inglés.
Voy hasta donde está Mary. Me vuelve a comer la polla mientras no deja de meter los dedos en el culo de Iona para dilatarla bien. Después, sube, me besa, «Solo prométeme que también me follarás a mí. El coño, el culo… quiero que me folles entera, Val» me pide, también, en inglés.
Es la propia Mary la que dirige mi polla hasta el ano de su madre. A partir de ahí solo se queda de rodillas y se empieza a tocar. Su madre, cómodamente recostada, empieza a sentir cómo voy entrando en su interior poco a poco. Mi polla se abre paso y su culo se esfuerza por dilatarse más para albergarla toda. Voy despacio para que se amolde y tenga tiempo de asimilar todo mi tamaño. La tengo bastante gruesa, es lo que más les ha gustado a mis parejas: no la longitud tanto como el grosor. Y entonces, cuando veo que se ha amoldado, empiezo. Iona gime, y vaya como gime. No para de decir o murmurar palabras sobre que le folle el culo más profundo, que se lo parta o rompa, como cojones se traduzca crush my ass, fuck my brains off. Vamos, el resumen es que está extremadamente salida, que no para de tocarse el coño como si quisiera borrárselo mientras yo ya, a esas alturas, entro y salgo entero de su culo y ella gime y da un gritito casi falto de aire cuando entra entera.
Mary se ha puesto detrás de mí, me lame la espalda, me muerde el culo y sus manos me tocan los huevos por detrás, me pellizcan los pezones o me lame el cuello.
—Fóllate a mami, Val… Sí, eso es, pártele el culo… sí… eso es, entera.
Me lo dice intentando alternarlo en inglés y en español. Estoy burrísimo y empiezo a tener unas ganas horrorosas de correrme y llenarla de semen. A veces me vuelvo algo más burro de la cuenta: cojo un puñado del pelo pelirrojo de Iona y tiro, y ella se ve obligada a levantar más la cabeza apoyando las manos en la cama. Se ha corrido varias veces, y ahora siento que su culo palpita cuando le tiro de la melena. Empiezo a dar fuertes embistes que hacen que suene una música propia, la de mis caderas contra su buen y gran culo, y cada plaf, plaf, plaf, ella da un pequeño grito que la acerca más al orgasmo anal que está a punto de tener hasta que finalmente, mientras Mary se ha agachado para lamerme los huevos, prietos, encogidos, me corro en su interior. Se lo grito a Iona y ella da un sonoro berrido y siento cómo su culo se cierra en espasmos con el orgasmo anal que tiene.
Mary me los ha estado lamiendo mientras me corro, con los espasmos de mi perineo, de mis huevos buscando todo el semen que tengo para lanzarlo en su interior.
—Jo… derrr… —consigo gemir entre profundas respiraciones.
Iona se ha dejado caer de lado en la cama.
—Tenías razón, Mary… este… chico… folla muy… bien el culo… ufff…
—Sí… —dice ella, que no deja de tocarse viendo cómo se ha corrido su madre—. Pero ahora quiero que descanse porque me tocará a mí.
El polvo con Mary es fuerte, rápido, mucho más rápido que con el culo de su madre, pero lo disfrutamos mucho. Su madre está sentada en una butaca, y solo al final del polvo empieza a tocarse, se mete los dedos, se retuerce los pezones viendo cómo penetro a su hija, cómo paso de su boca a su coño y follamos furiosamente. En diez o quince minutos exploto en su interior y la lleno de semen. Ella se corre con fuerza y juraría que eyacula o, como poco, suelta un líquido transparente, aunque no mucho.
Es su madre la que viene, a gatas, seductoramente, dejándome ver sus tetas rozando casi el suelo y con los pezones durísimos, para limpiarme la polla con la boca. Pasa toda la lengua por ella y recoge el sabor de mi semen y del flujo de su hija que está profundamente asentado en mi piel. Su boca, sus labios gruesos, recorren mi polla sensible y morcillona. Se la mete de nuevo entera, más fácilmente, pero chupa dando profundas succiones.
Vaya familia pervertida. Joder cómo me gusta.
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Son las ocho de la mañana. Hemos madrugado. Bajo tras una ducha y me encuentro a madre e hija en pareo y bikini. Bueno, bikini solo lleva Mary: Iona se ha puesto algo parecido a unas pinzas metálicas en ambos pezones, unidos por una cadena, y su hija le está comiendo el coño alegremente. La madre le aprieta la cabeza y solo cuando se corre la suelta.
—Luego habrá para ti —me dice, entre suspiros.
Se tira de la cadena y los pezones se tensan. Y veo que tiene otro orgasmo. Cuando se pone de pie Mary veo que el pareo se le ha subido y que hay algo en su culo. Se ha puesto un plug. Ese día parece que va a ser muy largo… y divertido.
Ese ese día, hacia las cinco de la tarde cuando, exhaustos después de mucho sexo, me proponen que me vaya con ellas a vivir a Edimburgo una temporada, al menos para probar si somos compatibles. Sobre todo Mary y yo, Iona está fuera de la relación pero será una buena compañera de cama. Quieren a alguien con ella que les aporte lo que yo les doy: una buena polla y también conversación, diversión y un punto de vista distinto.