Quiero sentir el sabor del coño de una madura
Esta una historia real que me apetecía compartir.
En el año 1989 estaba haciendo la mili en una gran ciudad con un gran predicamento castrense. Durante aquel año que nos obligaban a tener que pasar fuera de casa yo tuve cierta suerte pues me toco una unidad de artillería de campaña y la verdad sea dicha, pasábamos mucho tiempo en el campo y se me pasó la mili casi sin enterarme.
Pero entre tantas maniobras quedó tiempo para poder disfrutar la semana de fiestas por la patrona de artillería, Santa Bárbara que es el día 4 de diciembre. Es costumbre que ese día haya una parada militar y después una comida especial para la tropa. En aquella época de diciembre de 1989 me quedaban un par de meses para licenciarme y me habían trasladado a la 5ª Batería, que era la de Servicios. Nuestros alojamientos se encontraban en el mismo edificio a espaldas del bar de Oficiales. Estábamos comunicados por los pasillos y no era raro el fin de semana que nos acercáramos a la cocina del bar a que nos regalaran algún bocata los camareros, ya que alguno era de nuestro reemplazo.
Esa noche del 4 de diciembre yo estaba de primera imaginaria de 11 a 1 de la madrugada, donde debía vigilar a mis compañeros que no se marcharan y que descansaran con tranquilidad. En el bar de oficiales estaban disfrutando del fin de fiesta un grupo de personas que hacían bastante ruido y, seguramente, habrían bebido demasiado.
Mi guardia transcurría sin problemas, mis compañeros durmiendo y yo contando el tiempo para despertar al segundo imaginaria cuando a eso de las 12 de la noche se abrió la puerta de la batería. Me acerqué pensando que sería el sargento de cuartel y cuál no sería mi sorpresa que me encontré con una señora de unos 40 años que, en la oscuridad de la noche, me preguntó dónde se encontraba el baño pues con tanto pasillo se había perdido y no encontraba el que estaba cerca del bar. Morena, de estatura media y con cuerpazo, llevaba un vestido ajustado de flores que resaltaba sus tetas. Me puse cachondo en un momento y a contraluz observaba sus tetazas que parecían querían salirse del vestido. La dije que en aquella zona no podía estar y que la indicaría donde debía ir
No puedo más -me dijo mientras se encogía como si se estuviera meando- me lo voy a hacer encima si no nos damos prisa.
La lleve a nuestros servicios que estaban cerca de los dormitorios. La acompañe y se metió rápidamente en uno de los váteres y cerró la puerta. Debéis de saber que no se si por ahorrar o por qué cojones, pero las puertas estaban cortadas por arriba y sobre todo por abajo, dejando a la vista las piernas del personal. No me moví de delante de la puerta y la pude oír cómo se subía la falda, se bajaba las medias y las bragas hasta los tobillos. Yo andaba como una moto a mis 19 años y tenía la polla que se saltaba del pantalón. Deje de oír el chorrito del pis y me preguntó si teníamos un poco de papel que allí no había.
Un momento que ahora la traigo un rollo – la dije azorado.
Pasármelo por debajo de la puerta cuando lo tengas – me dijo ella.
Cogí el primer rollo que me encontré y se lo pasé por debajo de la puerta, con una Tembladera importante.
¿Pero bueno muchacho, como tienes ese temblor – me hablaba con voz zalamera mientras me tocaba la mano y me quitaba el rollo – anda, anda no me digas que te impongo?
No señora, no es eso – apenas pude contestar.
De repente la puerta se abrió y allí estaba ella con el vestido por la cintura y las braguitas en los tobillos, y ese chochazo peludo que se veía mojadito. Y a mi se me nublo la vista y me dio igual la guardia y lo que fuera. Entre en el váter y la plante un morreo de campeonato mientras mi mano la bajaba al coño, peludo y jugoso pues rezumaba humedad. Ella me susurraba que tranquilo, pero yo ya tenía la polla fuera del pantalón y a punto de estallar del calentón. Bajo lentamente y fue pasando su lengua por toda mi polla con lentitud, saboreándola, parándose en mi capullo del que salían unas gotitas que pasaban a su lengua. A veces se la metía entera en la boca y movía la lengua dentro lo cual me hacía tener un placer infernal, luego paraba cuando veía que me iba a correr y lamia el capullo delicadamente. Pero yo ya no podía más y me corrí dentro de su boca. Se tragó toda mi corrida y a continuación se sentó en la taza, se abrió de piernas y me dijo: “cómeme el coño”.
A esas alturas no sabía qué hora era, si hacíamos ruido o lo que fuera, me la sudaba todo.
Me arrodille delante de ella ya allí estaba, despatarrada y chorreando el coño un líquido divino. Ni lo dudé. Hundí mi cara en su pelambrera y pasé mi boca por el licor destilado de su coño, por sus labios con sabor a orines y licor de chocho, hundí mi lengua en su vagina con fuerza y a veces la sacaba delicadamente. Mis dedos se hundieron a la vez en su chocho y empecé a pajearla hasta que se tensó y cerro las piernas profiriendo gemidos de placer que se debían de oír en todo el cuartel. Pero yo seguí chupando la hasta que por segunda vez se corrió en mi boca. Se levantó muy rápido, se subió las bragas y las medias, se bajó el vestido, me sonrió y me dio un morreo. Me volvió a mirar y me dijo: “al menos llevas el sabor de mi coño” y con las mismas salió de los servicios y desapareció. Yo me quedé perplejo, pero a la vez intentando retener en mi memoria toda la experiencia. Me acerque al dormitorio y todo estaba tranquilo, habían pasado solo 20 minutos, pero para mí fue lo mejor de la mili. Terminé mi imaginaria y no dormí toda la noche pensando en ella. No la volví a ver y no se quién sería su marido y me hubiera encantado metérsela hasta el fondo, pero, al menos, llevaba el sabor de su coño.