Recién terminando una relación, salgo de noche a ser usada

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Nicky no acostumbraba a salir por la noche a ese tipo de locales. Y mucho menos sola. Y mucho menos sin decirle a nadie que iba a ir a uno de esos sitios… pero es que le daba tanta vergüenza… hacía ya más de cinco meses que su marido la había dejado. Ya estaba casi recuperada, o eso es lo que siempre decía. Quería conocer a otro hombre. No necesariamente un novio, simplemente… quería conocer a alguien más.

Avanzó hasta la barra y pidió una coca cola. La música estaba muy alta para su gusto y enseguida se dio cuenta de que destacaba en la multitud, precisamente, por querer pasar desapercibida. En aquel local las chicas iban muy maquilladas, con ropa provocativa, unos peinados increíbles…ella se había puesto unos vaqueros y un suéter. Lo que solía ponerse a diario. Las faldas no le quedaban bien, tenía las piernas demasiado gruesas, aunque los vaqueros no es que le favoreciesen especialmente su gordo trasero, pues todos se ceñían a él como si siempre llevase una talla menos; el suéter holgado disimulaba que apenas tenía tetas ¿y su pelo? Le gustaba su cabello, negro como el café más negro, pero nunca había sabido muy bien que hacer con él. Solía peinárselo hacía atrás, en una cola de caballo, o dejarse un poco de flequillo. Había pensado en cambiarse de gafas. Las de pasta eran las que había llevado toda la vida y nunca se había atrevido a cambiar de imagen. En su cabeza seguía siendo la mulata ignorante que había llegado del pueblo, tímida y con un acento raro, aunque hubiese acabado la carrera con excelente nota y tuviese un buen trabajo. Ella se sentía igual que siempre.

No tardó en aburrirse ¿Qué hacía? No podía escoger un hombre y decirle algo, se moriría de vergüenza…además, ella sólo pretendía charlar con alguien agradable… ¿Qué iba a pensar el chico que se viese abordado por una chica como ella? Comenzó a creer que aquello había sido una mala idea, así que se levantó del taburete con intención de marcharse.

Un tipo bastante alto le cerró el paso. Nicky le llegaba apenas a los hombros. Tenía unos treinta años y era bastante guapo, rubio, elegante, y llevaba una copa en la mano. Algo que seguro que no era una coca cola.

— ¿Ya te marchas?

— No lo se… — balbuceó Nicky mirándose los pies —

— ¿No lo sabes? ¿Te gustaría tomarte otra? Yo te invito…

Y Nicky no contestó ni fue capaz de mirarle a los ojos. Solamente asintió con la cabeza y se volvió a sentar en el taburete. Si el chico advirtió que a su enorme culo le faltaba medio taburete no lo demostró.

— Juan… — de presentó el desconocido —

— Nicky… me llamo Nicky…

— ¡Que nombre más interesante! ¿De dónde viene?

— Es un diminutivo — dijo ella bajando la cabeza — mi nombre es tan horroroso que prefiero que me llamen Nicky… me llamo Niurka en realidad…

— Bueno, no hay para tanto… ¿Eres cubana?

— De Venezuela…

Y a Nicky mencionar de donde venía le suponía un esfuerzo. Las mujeres de Venezuela tenían fama de ser las más lindas del planeta… y luego estaba ella, bajita y con el culo gordo…

El camarero le sirvió una copa que, por el aspecto, parecía otra coca cola, pero que al probarla estaba claro que, además, llevaba ron.

Nicky dio un buen sorbo a su bebida. No acostumbraba a beber alcohol, así que aquello le resultaba difícil de tragar. Pero con el vaso tapándole la cara se atrevió a echar un vistazo a aquel hombre que le estaba dando conversación. No sólo era alto, también parecía carne de gimnasio. Sus hombros eran más bien anchos y Nicky se imaginó que, escondidas en los pantalones de pinzas, había unas musculosas piernas de futbolista. Tenía una mirada penetrante, llena de seguridad, y una sonrisa encantadora.

— Estoy en España desde hace muchos años — continuó Nicky — por eso apenas tengo acento…

La conversación continuó acerca de otras tantas banalidades hasta que Juan decidió atreverse a sujetar las gafas de Nicky.

— Quiero comprobar como te ves sin ellas — le decía sin darle opción a dejárselas puestas — ¡Lo que me imaginaba! Estas mucho más guapa así, al natural…

— ¿De verdad?

— Yo no te mentiría… tienes una boca muy bonita, y tu nariz queda mejor sin sujetar esa cosa…

La copa de Nicky estaba casi vacía y Juan le pidió otra. No estaba acostumbrada a beber, y se encontraba algo mareada, así que, antes de aceptar más alcohol, se excusó y se fue al lavabo. Un poco de agua fresca le vendría bien.

Nicky entró en el lavabo de señoras. No había nadie más. Se quitó las gafas y se miró al espejo. Ella no se veía más guapa, pero comenzó a pensar en usar lentillas.

Abrió el grifo y dejó correr el agua. Se mojó las manos y entonces, sin previo aviso, Juan irrumpió de golpe en el cuarto. Nicky no dijo nada, se quedó muda y paralizada. No hacía falta que se moviera. Juan le sujetó del cogote con una mano y la atrajo hacía su entrepierna mientras se desabrochaba la cremallera. La hizo arrodillarse mientras se sacaba el miembro, erecto y palpitante. La tenía muy grande. El ex marido de Nicky, el único hombre con el que había estado alguna vez, no le tenía ni la mitad de grande.

Juan hizo que se la metiera entera en la boca. Nicky comenzó a mamar y succionar con ganas, tratando de que le entrara toda dentro, lo que era una tarea difícil tanto por larga como por gruesa.

Juan no tenía ninguna consideración. Hacía entrar su polla a ritmo acelerado, deslizándola por la lengua de Nicky como si fuesen las dos piezas de una sofisticada máquina. Susurraba “traga puta” o “come zorra” mientras se la follaba por la boca, sujetando con ambas manos su cabeza, conduciendo el vaivén. De vez en cuando, le hacía parar y lamerle los testículos para volver a ensartarla como si fuese un cochinillo.

Finalmente, Juan eyaculó en su boca. El semen salió a borbotones de sus labios, su boca era incapaz de albergar tanta cantidad de esperma. Juan la sacó y, todavía manando a chorros, le manchó las gafas y la cara por completo.

Juan se limpió la polla literalmente en su cara, se subió la bragueta y salió por la puerta, dejándola arrodillada en el suelo.

Nicky se incorporó temblando y se acercó de nuevo al espejo. Utilizando un poco de papel higiénico se limpió el semen de la cara y luego abrió el grifo para lavarse. Tenía ganas de llorar, que apenas podía contener, pero no quería hacerlo todavía.

Se enjuagó la boca y escupió, soltando algunos cuajarones blancos que no se había tragado.

Esperó unos minutos para recuperar la compostura y salió.

Juan seguía en la barra, junto a su bebida.

— Quieres que te folle ¿verdad? — le dijo al verla llegar —

— ¿Qué?

— Quieres que te folle por ese culo de guarra que tienes…pero eso no lo voy a hacer aquí…

Nicky no dijo nada. Se limitó a temblar.

— Te voy a llevar a casa, para darte lo que quieres…

Nicky apenas tuvo tiempo de sujetar su bolso, fue casi empujada a salir. Una vez fuera del local, se dirigieron a donde Juan había aparcado. Mientras caminaban, le sobaba el culo de mala manera. Nicky se dejaba.

— Yo… no quiero que pienses que soy el tipo de chica que hace este tipo de cosas…

— A partir de ahora tu eres el tipo de chica que a mi me parezca que seas…

Juan conducía un Mercedes. Nicky subió con él en el asiento del copiloto. Una especie de mareo súbito le sobrecogió al darse cuenta de que estaba subiendo en un coche con un completo desconocido.

— No es muy aconsejable — comenzó a decir Juan — es más bien peligroso… pero aun así me gustaría que me comieras la polla mientras conduzco…

Nicky se dobló hasta apoyar la cabeza sobre el regazo de Juan. Éste volvió a abrirse la cremallera y de nuevo algo enorme emergió de allí. Nicky comenzó a mamársela como antes y Juan arrancó.

— Cuando vi esos labios tan carnosos que tienes…supe que me la ibas a comer de maravilla…

Juan condujo sin ofrecer mayor conversación que algún “come puta” ó “trágatela entera zorra” susurrados entre gemidos de placer, pero llegó a su destino antes de volver a eyacular.

Al parecer vivía en una zona residencial, en una casa adosada, con su propio parking.

La puerta se abrió hacía arriba a la orden del mando a distancia y Juan estacionó su coche en su propio garaje.

El garaje, que no tenía las luces encendidas, se quedó aun más a oscuras cuando se cerró la puerta. Nicky levantó la cabeza tan pronto como notó que se paraba el motor, pero Juan volvió a empujarle la cabeza.

— Todavía no… cómemela un poco más… y no te preocupes, mi mujer no viene hasta mañana, puedo pasarme toda la noche follándote…

Nicky siguió mamando unos diez minutos más, esperando recibir otra buena ración de semen en la boca, pero eso no ocurrió. Juan le hizo parar, quería que subiera con él a la vivienda.

Los dos abandonaron el coche y Juan encendió las luces del garaje. Un garaje corriente, con apenas alguna que otra herramienta desperdigada por ahí. Abrió la puerta de acceso a la casa e invitó a Nicky a pasar primero.

— Quiero mirarte el culo mientras subes las escaleras…

Avergonzada, Nicky comenzó a subir las escaleras seguida por Juan, que comentaba para si cosas como “sí, menudo culazo…””muévelo así, zorra…”

Al llegar la primera planta Juan acaricio con rudeza su trasero, apretando y asegurándose de pasar la mano por el perineo y la vulva. Nicky sintió un escalofrío, pero se dejó hacer.

Irrumpieron en un elegante y amplio salón con un par de largos sofás y una barra americana al fondo.

— No me imaginaba que estuviese casado — dijo Nicky mientras observaba a su alrededor —

— ¿Quieres una copa?

Juan se dirigió al mueble bar situado tras la barra americana. Comenzó a sacar vasos y hielo.

— Hace cuatro años — dijo mientras buscaba algunas botellas — pero siempre que puedo me follo a otras mujeres…

— Mi ex marido también se acostaba con otras mujeres…

— ¿A si?

Juan le pasó un vaso lleno hasta arriba. Nicky probó un sorbo, pero estaba muy fuerte para lo que ella estaba acostumbrada. Lo dejó discretamente sobre la barra.

— Quítate las gafas — le ordenó — estás mas guapa sin ellas…

— Pero no veo nada sin gafas — dijo Nicky obedeciendo, quitándoselas y colocándolas dobladas junto a su vaso —

— No hay nada que tengas que ver…

Juan salió de detrás de la barra bajándose la cremallera. De nuevo tenía la polla fuera. Hizo que Nicky se pusiera de rodillas otra vez y de nuevo puso su miembro en la boca de ella. Ni la bebida que acababa de probar le había dejado un regusto tan omnipresente como el sabor de la polla de Juan.

— Ahora quítate toda la ropa — ordenó Juan interrumpiendo la felación —quiero verte entera…

Muerta de vergüenza Nicky se quitó el suéter. Bajo el mismo tenía una camiseta que se quitó también. Sus brazos eran rollizos pero sus pechos pequeños, casi inexistentes.

Incapaz de mirar a Juan a la cara comenzó a desabrocharse el vaquero. Se los bajó y se deshizo de ellos como si fueran algo que le sobraba. Nicky tenía los muslos rollizos y con celulitis y el trasero enorme. Cuando se atrevió a mirar, Juan estaba masturbándose mientras ella se desnudaba.

— Tienes un cuerpo delicioso — dijo sin dejar de meneársela — lo voy a pasar muy bien follándote… pero no te quites las bragas todavía…

Juan se desnudó también. Su cuerpo era voluminoso, parecía una estatua griega. El torso y las piernas las tenía ligeramente peludas y a cada movimiento se le marcaba su poderosa musculatura.

Sujetando a Nicky de los pelos lo atrajo otra vez hasta su polla, tiesa como un poste y gruesa como un cañón. Le conducía la cabeza y le daba instrucciones acerca de lo que debía hacer: ahora la polla, ahora los huevos, ahora chúpame el culo…

Cuando estuvo satisfecho, jalándola del cabello, la hizo llegar a gatas hasta el sofá más largo. Le hizo apoyar el torso sobre el asiento, dejando una vista privilegiada de su enorme trasero.

— ¡Que bien me lo voy a pasar!

Nicky llevaba unas braguitas azules que Juan destrozó rasgándolas con ambas manos. Luego se agachó y separó las nalgas de Nicky para tener acceso a su ano. Lo humedeció un poco con la lengua y después se chupó el índice y lo metió dentro.

— Te gusta ¿verdad puta? Di que te gusta…

Pero Nicky no dijo nada.

Juan siguió introduciendo dedos en el ano de Nicky hasta cansarse. Estaba ya listo para pasar al siguiente nivel.

— Pídeme que te folle, puta…

— ¿Qué?

— Que me lo pidas… que me supliques que te folle…

— … fóllame… por favor…

Nicky había hablado muy bajo, casi inaudiblemente. Pero, al parecer, Juan había entendido sus palabras.

Lo siguiente que sintió Nicky fue como algo enorme como un puño trataba de penetrar en su estrecho agujero. Juan empujaba. El ano de Nicky no estaba tan dilatado como para un miembro tan grueso, pero en lugar de rendirse empujó con más fuerza y, enseguida, sus testículos estuvieron chocando con las orondas nalgas de la mulata.

Nunca antes había Nicky sido penetrada por esa vía. Era virgen anal, pero no dijo nada y, si Juan lo notó, tampoco hizo nada distinto. Estuvo casi diez minutos enteros metiendo y sacando la polla del dolorido culo de la venezolana, que emitía unos grititos casi inaudibles cada vez que los testículos de Juan se estrellaban contra su culazo, a la vez que discretas lágrimas escapaban de sus ojos mejillas abajo.

Cuando Juan se cansó de horadar el trasero de Nicky sacó su descomunal falo, todavía tieso y duro, y le hizo darse la vuelta. Comprobó con dos dedos la humedad de la afeitada vagina de Niurka.

— Estás empapada… — dijo satisfecho — quieres que te folle ahora por el coño ¿verdad?

Nicky solamente dijo que si con la cabeza.

— Quieres mi polla ¿verdad?

Juan se la clavó de una sola estocada entre las piernas. Nicky estaba más acostumbrada a esto que a lo anterior y era lo que más le gustaba del sexo. Comenzó a gemir mientras Juan movía las caderas con fuerza, metiendo y sacando aquella barra de carne de su chorreante vagina.

De pronto, Nicky tuvo un orgasmo que se anunció con un chillido agudo e incontenible. Juan siguió dándole todavía un rato más. Nicky se deshacía sin poder evitarlo. Por fin la sacó de nuevo, todavía dura como una piedra.

— Me va a costar corrérme — dijo masajeándose el miembro — porque ya lo he hecho en tu cara esta noche, allí en el club…

Nicky no dijo nada. Estaba exhausta, empapada en sudor. Desplomada sobre el sofá.

— Pero tú me vas a ayudar ¿verdad?

Una vez más, Juan introdujo su miembro en la boca de Nicky. Se sentó en el sofá y condujo con ambas manos su cabeza hasta su polla, como si fuese la de un maniquí.

Durante un buen rato no se escuchó mas sonido que los sorbos que repetidamente salían de la boca de la venezolana.

Juan no tardó en eyacular en su boca. La abundancia de semen hizo que buena parte saliera fuera, pero Juan le obligó a tragárselo todo, haciendo que recogiera con la lengua lo que había caído sobre sus muslos o sus testículos.

Juan apartó a Nicky a un lado y se recostó en el respaldo del sofá, muy relajado. Descansó un poco con los ojos cerrados y se incorporó como accionado por un resorte.

— Me voy a dar una buena ducha — dijo mientras se alejaba — quédate a dormir ¿vale? Aunque no vas a dormir mucho… en cuanto me recupere un poco volveré a follarte…

Nicky se levantó del sofá. Sus bragas estaban destrozadas, en el suelo, así que allí las dejó. Recuperó el resto de su ropa y las gafas y se las puso. Le dolía el ano y le molestaba el roce de los vaqueros entre las piernas.

Al otro lado de la barra había una nevera pequeña. De donde Juan había sacado el hielo, pensó. Dentro había alguna lata de tónica y un par de coca colas. Abrió una y bebió, para quitarse de la boca el sabor a semen y a polla.

Estaba sudada y se sentía sucia, de buena gana se hubiese dado una ducha, pero igualmente buscó la puerta principal. Cuando la encontró, simplemente abrió y salió a la calle. No tenía ni idea de donde estaba realmente. Había hecho el viaje sin mirar el paisaje, con la cabeza metida en el regazo de Juan, dando cuenta de su miembro, así que caminó. Era noche cerrada y además muy tarde, estaba cansada, pero al menos el frío de la madrugada le sentó bien, le hizo pensar en que no estaba tan mancillada.

Al cruzar la esquina llegó a una encrucijada. Al final de la otra calle se veía una avenida, con tráfico. Se dirigió hacía allí, con la esperanza de parar un taxi.

Tras unos minutos lo consiguió. Un taxista de unos cincuenta años, gordo y con barba de tres días detuvo su auto y le permitió entrar.

Nicky hablaba tan bajo que tuvo que repetirle la dirección para que el hombre la entendiese.

— Oiga… — comenzó a decir el taxista — ¿Qué hace en una calle como esta a estas horas? Por aquí no viene nadie si no es en coche…

— He querido irme…me han traído pero luego…

— ¿Luego no han querido llevarla? ¡Es increíble! A una chica tan guapa como usted…

— ¿De verdad piensa que soy guapa?

— Es usted muy guapa… si se quitara esas gafas estaría todavía más guapa…

Nicky volvió a quedarse muda. El taxista comenzó a pensar que la había ofendido. Se disculpó, pero no obtuvo respuesta.

— ¿Se encuentra usted bien?

A pesar de que era de noche y que transitaba por una carretera mal iluminada el taxista podía ver perfectamente por el retrovisor como dos lágrimas se escapaban de sus ojos.

— Si… no se preocupe…

El taxista hizo una maniobra y aparcó al borde de la carretera, en un terraplén. Salvo por las luces del taxi no se veía absolutamente nada.

— No se preocupe, de verdad, estoy bien…

— De eso nada… — contestó el taxista bajando del coche y abriendo la puerta del asiento junto al de Nicky — yo se lo que necesitas…

Y tomó asiento a su lado y se bajó la cremallera. Tenía una ya buena erección, aunque su miembro no tenía el tamaño del de Juan.

— Querías esto ¿verdad? — Dijo el taxista — esto es lo que andabas buscando…

Nicky no dijo nada. Sólo bajó la cabeza y se metió en la boca lo que le ofrecían, chupando con ganas.

— Buena puta… — concluyó el taxista —

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