Se despertó en mí, las ganas de hacer algo que nunca había imaginado, solo tuve que hacerlo y las consecuencias las pensé cuando lo había hecho

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Este fue el año en el que la mayoría de mi círculo más cercano cumplimos 50 años, las cifras redondas siempre son motivo para celebraciones especiales. Las tres primeras fueron divertidas, conseguir reunir a amigos del cumpleañero de todas sus épocas y círculos, daba lugar a reencuentros emotivos, noches de historias y recuerdos de otras épocas. A partir de la cuarta la cosa ya empezó a decaer, y se convirtieron más en un compromiso social que en una fiesta de viejos amigos. Corría el mes de julio cuando me llamo la mujer de un amigo invitándome a fiesta de su marido Juan. Mar, la mujer de mi amigo, había decidido preparar ella una fiesta sorpresa a su marido, a diferencia de las otras, además de sus amigos de toda la vida, invitaría también a sus respectivas parejas. Aunque le agradecí la invitación y confirme mi asistencia, el plan no me emocionaba nada, si los cumpleaños ya me estaban aburriendo, este rodeado de matrimonios, se me antojaba que sería un tostón. Más parecido a unas bodas de plata que a una fiesta de cumpleaños.

La noche del cumpleaños llegamos los 3 solteros del grupo, vimos que éramos los que desentonaban en aquella. Como pudimos, empezamos a integrarnos en aquel ambiente de lo compuesto por amigos de pachangas, padres y madres de compañeros de colegio de sus hijas, trabajo y urbanización. Juan y Mar llevaban más de 20 años a casados, un adosado, un crossover de gama alta y un Mini completaban el kit de la típica familia acomodada de clase media alta.

Muchas de las caras me resultaban familiares aunque con veinte años más, algunos los recordaba de la adolescencia y la época universitaria, el tiempo pasaba para todos. Mar, en su papel de anfitriona, nos iba presentando como los amigos solteros de Juan. Lo que provocaba los consabidos comentarios sobre nuestra afortunada situación por parte de la mayoría de aquellas parejas. Al quinto “Vosotros sí que sabéis”, decidí salir a fumar un cigarro y tomar un poco el aire, aburrido de la música de los 80 y de cincuentones emocionados con ella. En la terraza me encontré a Juan, el homenajeado, y me acerque para felicitarle personalmente. Después de las manidas frases de felicitación, me presento a una pareja con la que estaba hablando, al parecer, sus hijos cuando eran pequeños habían estudiado en el mismo centro escolar, y de aquellos días de esperas en la puerta del colegio surgió una profunda amistad que les llevo a comprar un adosado en la misma urbanización. Gustavo y Alba, que así se llamaban, encajaban perfectamente en aquel grupo, el gerente de una empresa local y ella abogada con su propio despacho, pequeño pero al que no le faltaba trabajo. No pasó mucho tiempo en que reclamasen la presencia de Juan para la típica foto de uno de los grupos de la fiesta. Como la conversación era agradable, me quede hablando con Gustavo y Alba sobre trabajo y de aventuras juveniles con Juan. Gustavo me conto que buscaba una empresa de servicios como la mía, lo cual fue un incentivo más para alargar aquella conversación, visto que sería imposible conocer a alguna mujer, conseguir un nuevo cliente haría que aquella noche no pasara al baúl de las noches para olvidar.

Otra copa animó la conversación, y por primera vez me fije en Alba, morena de unos 45 años muy guapa, vestía blusa de botones rosada junto a unos vaqueros pitillo blancos y zapatos de tacón que resaltaban aún más su culo. Los culos en pantalones blancos siempre fueron un imán para mis ojos, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para que mi mirada no se desviase más allá de su nariz. Además tenía un gesto que me ponía a cien, cuando instintivamente por el frío con las manos en los bolsillos tensaba sus hombros y piernas, haciendo que sus muslos se rozasen por el fresco de la noche. Así entre copas y anécdotas quede con Gustavo de llamarlo la semana siguiente y ver si podíamos cubrir sus necesidades.

Tres semanas después el contrato ya estaba en marcha, y el trabajo rodaba bien. Me reuní varias veces con Gustavo, que a pesar de ser bastante pijo era un tipo con el que se trabajaba bien, así que todo iba perfectamente. Aquella mañana a fínales de mes, fui a hacer unas compras en unos grandes almacenes. El nivel del parking coincidía con la planta de mujer, era media mañana aun así se veía bastante movimiento en el centro comercial. Camine hacia las escaleras mecánicas con la cabeza absorto en temas trabajo aunque de vez en cuando me fijaba en alguna clienta o dependienta que llamaba mi atención, vi que las escaleras quedaban al fondo cerca de la sección de lencería, al ir acercándome observe a una mujer con un conjunto de lencería en la mano que buscaba una dependienta, como no encontraba a ninguna empezó a caminar. Mi vista ya no es lo que era, pero intuía que era una belleza, y nuestros caminos se iban a cruzar, verla caminar con aquel conjunto de lencería en la mano hizo que me olvidase por unos momentos de los problemas laborales del día a día, lo reconozco siempre he sido un puto fetichista. Cuando me iba acercando nuestras miradas se cruzaron, ella se quedó petrificada mirándome, no le di mayor importancia hasta que llegue a su altura y vi que era Alba, la mujer de Gustavo que había conocido en la fiesta de Juan, la mujer de uno de mis clientes. Allí estaba ella, de pie, mirándome con unas braguitas negras con coqueto lazo de satén azul en la mano. Cuando me percate que era ella, el que se quedó petrificado fui yo, y mi mirada se clavó en aquel sensual conjunto de lencería que Alba sostenía en su mano derecha.

– Hola Alba, me alegro de verte. Entre a comprar unas cosas para el ordenador

Dije de forma atropellada

– Bueno, sí, yo también pasaba por aquí y entre a comprar unas cosas

Los dos estábamos bastante incomodos así que, decidí despedirme para no hacer la situación más tensa.

Acelere el paso hacia las escaleras, mientras en mi cabeza imaginaba aquel conjunto de lencería en el cuerpo de Alba.

Hice mis compras y conseguí olvidarme del asunto, no me hacía gracia tener fantasías con la mujer de un cliente. Como hacía una agradable mañana de julio, después de las compras opte por relajarme un poco y tomarme algo en una de las terrazas que había frente a los grandes almacenes. Pero el destino es un auténtico cabrón cuando se lo propone, cuando me iba a sentar oigo mi nombre.

– Luis

– Ah vaya, hola de nuevo

– Si, parece que me estás siguiendo

– ¿Eh?, bueno no, yo solo iba a tomar algo

– Tranquilo no pasa nada. ¿Estás solo?, siéntate. Al fin y al cabo ya has visto mi ropa interior y hay confianza jajaja.

Era Alba de nuevo, por sus comentarios parecía que ya había superado el encuentro en la sección de lencería. Así que me senté con ella y restar importancia a la situación pasada. En una de las sillas estaba una bolsa que contenía una pequeña caja con el nombre de una conocida marca de lencería femnína, puse mis compras en la misma silla y me senté frente a ella.

– Supongo que no es la primera vez que ves a una mujer con las bragas en la mano

– Bueno, no suelen llevarlas en la mano

– Ah ¿no?, ¿Dónde las llevan?

Dijo ella inclinándose hacia adelante para acercar su labios a su bebida, mientras me mirada. Dentro de mí empezaron a sonar las alarmas, pero tampoco quería quedar con un pringado. Así que seguí el juego.

– Lo normal, es que acaben en el suelo.

– Ya, claro pero primero se las quitaran.

– No, lo normal es que pasen por mi mano antes de acabar en el suelo.

– ¿Por tus manos?.

– Claro, me gusta ser yo quien se las quite.

– Que chico más servicial.

-Ya no quedan hombres como yo.

– No sé qué decirte, no uso bragas de mercadillo y que acaben por el suelo restaría glamour a unas bragas de 100 euros, ¿no crees?

– Visto así puede que tengas razón, aunque hasta ahora nunca me he encontrado con ninguna se haya parado a doblarlas y dejarlas en la mesilla de noche.

– Jajajaja, vaya tus noches deben ser de lo más salvajes.

– jajaja no creas, ya estoy bastante retirado del mercado, por lo menos el nocturno.

– Te conozco hace dos días y aquí estamos hablando de mis bragas. La verdad es que me quede cortadísima, al verte. Llevaba mucho tiempo esperando por una dependienta, quería pagar e irme, sin darme cuenta camine con el conjunto en la mano. Cuando te vi no supe cómo reaccionar y me quede plantada como un árbol de Navidad con unas bragas y un sujetador en la mano.

– Que sepas, que yo también me quede cortado. Además no me di cuenta que eras tú, hasta que te tuve en frente. En fin, nos estamos riendo, mejor así que encontrarnos otro día y no saber que decir.

– Si, tienes razón. Pero mejor no se lo contemos a nadie. ¿vale?

– Vale, si mejor

– Será nuestro secreto

Dijo mirándome a los ojos durante unos segundos, y después cogió su bolsa, se levanto

– Bueno, yo y mis bragas nos tenemos que ir, que se hace tarde. Encantada de volverte a ver Luis, seguro que nos veremos pronto.

Me dio un beso y se despidió

Dos semanas después me llamo Gustavo para la reunión final de la campaña, citándome en sus oficinas al día siguiente. Ya era finales mediados de agosto, todo había pasado muy deprisa. Me acorde de Alba y del día de nuestro encuentro en los grandes almacenes, sonreí recordando el suceso pero al notar que me estaba poniendo cachondo, decidí apartar aquellos malos pensamientos, poniéndome a preparar la reunión. Al día siguiente estaba allí a las 11 de la mañana, al entrar en el edificio, me encontré Alba que al verme me saludo con una preciosa sonrisa.

– Hola Luis, volvemos a encontrarnos. Gustavo, me pidió que asistiese a la reunión para dar mi opinión legal sobre el proyecto.

– Me parece perfecto, una visión legal vendrá bien

Las oficinas de la empresa de Gustavo estaban en la octava planta del edificio, cuando llegamo el ascensor le cedí el paso, a lo que ella respondió con una sonrisa dándome las gracias. Al entrar, no pude evitar una mirada furtiva a su trasero que en esta ocasión cubría una falda ajustada que llegaba hasta la mitad de sus muslos, imagen que procure quitar de mi cabeza para concentrarme en la reunión.

– He visto tu plan y me ha gustado, creo que puede ser una buena estrategia de lanzamiento, aunque tengo algunas dudas que ya te plateare en la reunión.

– Adelántame algo

– No, prefiero decírtelo cuando estemos reunidos el contexto me ayudará a platearlo mejor. No te preocupes nada grave solo un par de sugerencias. Ya hemos llegado, vamos que Gustavo debe estar esperando.

– Vale como tú prefieras

Salimos del ascensor hacia la puerta de las oficinas, se giró hacia mí y me dijo:

– Casi se me olvida, llevo puesta la ropa interior que viste el otro día.

El corazón me dio un vuelco, mientras Alba siguió caminando por el largo pasillo hacia la puerta donde nos esperaba Gustavo de la forma natural del mundo. Mi pulso se aceleró más de lo normal y más aún cuando me percate como se marcaban bajo su ajustada falda. No sé si Gustavo noto algo, pero al llegar a la puerta, yo estaba tan nervioso, que me dijo que tranquilo que estaba todo hecho, que la reunión era puro trámite para comentar algunos flecos. De la perta nos llevó a la sala de reuniones. Al entrar, en el centro de la sala, vi lo que iba a ser mi potro de tortura durante las dos siguientes horas, una mesa de cristal.

Alba se sentó en frente de mí, de tal forma que si bajaba la vista, tras el cristal de la mesa lo que veía eran sus muslos al final de ellos un pequeño triangulito negro coronado en un lazo azul.

– Ves Luís, como no te mentí el azul combina muy bien con este negro.

Dijo Alba, Gustavo afirmaba con la cabeza mientras se sentaba a su lado.

– Si, Alba me aconsejó cambiar el blanco por el negro. El negro es un color trasmite elegancia y buen gusto, además el pequeño lazo azul de la parte superior hace que la mirada se dirija hacia la zona trasparente, donde se ve el producto. ¿No crees?

Dijo Gustavo, con toda naturalidad. Me quede mudo, mirando su cara que esperaba expectante mi respuesta, después mire a Alba. Que sonreía mordiéndose ligeramente su labio inferior y penetrándome con sus ojos azules.

– ¿Luis?, tío estás bien, ¿te gusta o no te gusta?

– Yo, esto, no se tendría que verlo mejor

– Pero Luis, si lo tienes delante, fíjate de bien

Dijo Gustavo. Algo no me cuadraba, ¿qué me estaba diciendo este tío? ¿Qué me fijase bien en las bragas de su mujer?. Por mi cabeza paso de todo, que eran dos pijos que se estaban cachondeando de mí, que aquella reunión iba a acabar en un trío donde los dos nos follábamos a Alba sobre aquella mesa de cristal. Hasta que vi que encima de la mesa había una cajita de color negro con partes trasparentes y un pequeño lazo azul en la parte superior. El prototipo del diseño del packing del nuevo producto.

– Si, lo estoy viendo. Es cierto ha quedado muy bien. El azul le da un toque a todo el negro de la caja.

– Cógelo, tócalo. No me digas, que no sientes el placer del tacto al pasar las yemas de los dedos sobre su textura.

Dijo Alba, mirándome fijamente a los ojos, mientras Gustavo asentía con la cabeza.

– Tienes razón, al cliente no hay que venderle solo un producto, hay que venderle sensaciones que entren por la vista y el tacto que de alguna manera le inciten a probarlo con el gusto.

Dije mirando para Alba.

– Y nuestro producto está pensado para que el cliente lo pueda saborear en la boca.

Dije mientras volvía mi mirar hacia un Gustavo sonriente y orgulloso de su producto. Después de cerrar el tema del packing, la reunión se prolongó durante un par de horas más. En las que en más de una ocasión, de forma disimulada, Alba me mostraba algo más del packing de su producto que quedo totalmente descubierto con un cruce de piernas en cámara lenta cuando nos levantamos al finalizar la reunión.

– Luis, por cierto ¿me harías un favor?, te importa acercarme a casa que he venido en taxi, y Gustavo se queda a comer en la oficina.

– No, que va será un placer

Nos despedimos de Gustavo en la puerta, yo con un apretón de manos y ella con un besito en los labios, y un “nos vemos por la noche amor”.

Salimos hacía el ascensor comentando temas de la reunión mientras oíamos como se cerraba la puerta de la oficina de Gustavo. Cuando llego el ascensor le cedí el paso, a continuación entre yo, pulse la planta baja y me di la vuelta, y acercándome a ella le dije:

– Eres una hija de puta, lo sabes verdad

.- A mi madre no la metas en esto, aquí la única puta soy yo

Subí con mi mano por uno de sus muslos, hasta el final de sus medias, seguí hasta que mis las yemas de mis dedos tocaron el encaje de su bragas notando que ya estaban bastante húmedas.

– ¿Qué haces?

Me dijo, mirándome a los ojos. Sin dejar de sostenerle la mirada, recorrí su raja con mi dedo notando como se humedecía al pasarlo por la tela de su braga. Después lo saque lentamente y metiéndolo en mi boca le dije

– Probando el producto

Continuará…

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