Se llamaba Mara, era peruana, estaba en un viaje de negocios que incluía Santiago, Buenos Aires y Madrid

Valorar

La situación comienza en un vuelo de Buenos Aires a Madrid.

El avión estaba bastante vacío, a mi me había tocado una ventanilla. En eso veo venir por el pasillo a una morena de pelo corto caminando con la sensualidad de una gata. Su pantalón ajustado realzaba su belleza. Un top escotado dejaba ver su ombligo tostado por el sol y sus pechos pequeños y orgullosamente erguidos. Su boca, levemente fruncida en un mohín, era una promesa de placeres futuros.

Disculpa, me dijo con un tono extraño, ¿éste es el 39 K? Sí, le contesté, agradeciendo a la diosa fortuna que la hubiera ubicado a sólo un asiento de distancia. El avión despegó normalmente y nos pusimos a conversar. De dónde eres, qué haces, etc. Se llamaba Mara, era peruana, estaba en un viaje de negocios que incluía Santiago, Buenos Aires y Madrid. Más tarde, ya pasada la cena, apagaron las luces para proyectar una película. Me dijo que no le interesaba el film, si no me molestaba que se cambiara de asiento, a mi lado, para seguir conversando sin molestar a los demás.

Yo, que estaba perturbado con su sensualidad, acepté gustoso. No era mi tipo físico de mujer, ya que a mí siempre me han gustado las mujeres voluptuosas y ella era más bien flaca, aunque con una cola magnifica. Lo que me atraía era el sex appeal que emanaba. Una cierta atracción animal que flotaba a su alrededor. Estaba realmente impactado.

La charla continuó, de lo banal, pasamos a temas más íntimos, hasta llegar a mí preferido, el sexo. Me relató que hace ya un tiempo se había peleado con el novio, ya que no la satisfacía en la cama. Yo por mi parte estaba felizmente casado. Y a pesar de amar a mi mujer, no me hacía totalmente feliz en la cama, ya que cuando lo hacíamos era maravilloso, pero se daba con muy poca frecuencia y yo andaba caliente todo el día. Pero nunca le había sido infiel, sólo alimentaba mis fantasías leyendo relatos eróticos en la Web.

Confesión va, confesión viene, le cuento a Mara que una de mis fantasías era hacerlo en un avión. Ella me miró con una cara enigmática y me pregunta: ¿Te animarías? Yo creo que si, le dije, con la persona adecuada, que sea lo suficientemente caliente, sí. Y ¿yo seré esa persona? Preguntó, mientras su mano se desliza sobre mi pantalón, por mi pierna, subiendo hasta mi sexo, que reacciona de inmediato. Con cara de asombro la miro a esos ojos ardientes y sin creer lo que está pasando, la beso de lleno en los labios. Nuestras lenguas se buscan con la naturalidad de los viejos amantes, aunque era muestro primer encuentro.

Caliente como nunca en mi vida, pero temiendo que alguno de los pasajeros nos viera, busqué una manta para taparnos y tener cierta libertad de acción. Ya debajo de la manta mis manos buscaron sus pechos, acariciándolos por sobre su top y dentro de su escote, hasta llegar a desprender su corpiño. Para masajear con libertad esos pezones, ya duritos, entre mis dedos.

Ella, luego de sobarme la pija por unos momentos y viendo que obtenía una adecuada respuesta, ya me había abierto la bragueta e introducido su mano dentro de mi slip, para encontrarse con mi “amigo” bien duro y anhelante.

Lo acariciaba magistralmente de arriba abajo, con una maestría natural. De repente me susurra al oído si me gustaría que me lo chupe. Mi cara dijo todo y ella se arrodilló a mis pies, escondiéndose debajo de la manta.

Primero lamió mi pene lentamente, en toda su extensión, con esa lengua golosa, que me depararía muchos placeres. Mientras que con sus manos lo agarraba desde la base y acariciaba mis huevos. Me besó el capullo y retiró la piel del prepucio, para introducirse mi glande, rojo y victorioso, en su boca. Con habilidad magistral se fue tragando, lentamente, casi todo mi pedazo. Yo estaba en la gloria, ya que no hay cosa que más me excite que me mamen la verga. ¡Y cómo lo hacía!

En eso, no tiene la mejor idea de destaparse la cara de la manta y mirándome fijamente a mis ojos, con una cara de excitación, como nunca he visto y preguntarme si me gusta.

¡Ahhh!!!, me encanta, sigue, sigue mamándome y mirándome, ¡qué calentura!

Su lengua trabajaba mi falo, como si su vida fuera en ello. Parecía que su única función en la vida fuera darme placer. Era la mamada más rica que había recibido y el hecho de estar en un avión con una desconocida rodeado de 250 personas, sólo conseguía excitarme más.

Me agaché un poco par poder acariciar esas ricas tetas con mis manos, ansioso de gozar su cuerpo. Le advertí: Si sigues así me voy a correr en tu boca. No te preocupes papi, eso es lo que quiero, hazlo por favor, quiero tragarme toda tu leche, dijo acelerando el ritmo de sus caricias. Mi excitación estaba al límite y con esas palabras me dejé llevar.

Tratando de no hacer ruido y mantenerme quieto para que el resto del pasaje no sospechara, tuve uno de los orgasmos más intensos de mi vida. Mi leche salió a chorros, mientras Mara sacudía salvajemente mi pinga y succionaba la punta, absorbiendo hasta la última gota de mi leche. Sólo deje escapar un ¡Ah!, al terminar la descarga.

Minutos después Mara emergió de debajo de la manta y me besó en los labios muy profundamente, tenia aún el gusto a mi propia leche.

Ahora me toca a mi papi, me dijo al oído. Se arregló el top, se levantó y me hizo señas de que la siguiera discretamente a los baños.

Pero esa historia es para otro capitulo.

Deja una respuesta 0

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *