Sexo como en la antigua Roma
Bienvenida, Su Alteza. Es un honor recibirla en nuestra humilde Orelle, ¡Qué los Dioses bendigan este día! Le presentaré a mis hijas, mis tres tesoros. Ella es Dalia, la mayor- Dalia bajó su cabeza y se inclinó ante mi-. Le sigue Idylla, acaba de casarse con un político de Creta, y finalmente Galena la menor- ambas chicas se inclinaron con gracia para saludarme.
El Mercader me ofreció su mano para caminar y la acepté con respeto sus tres hijas nos siguieron en silencio.
-Bajen el equipaje de Su Alteza y llevenlo a sus habitaciones- ordenó el Mercader.
Orelle tenía un clima fresco, el viento corría suavemente mientras entraba a la casa del Mercader
-Una vez más agradezco un viaje tan largo para una bella joven como usted, debe estar muy cansada Su Alteza, le permitiré entrar a las habitaciones para refrescarse antes de la cena, mis hijas la atenderán.
Yo no quería venir, estaba feliz en el palacio ayudando a mi hermano a gobernar. Pero la guerra es inminente así que me envió para ganar aliados. Quería alianzas, quería dinero, quería soldados y sobre todo conservar el trono y la gloria en nuestra familia.
Tomo un pequeño baño en una de las habitaciones con la ayuda de una sirviente, las hijas del Mercader me esperaban para vestirme. Las chicas no hablaban mucho, supongo que no querían ser inapropiadas conmigo, yo aún no sabía que decirles así que las dejé ponerme el vestido.
Como era tradicional en Orelle, los vestidos de las más importantes mujeres llevaban el pecho izquierdo al aire y debía honrarlos en la cena usando el que habían preparado para mi. No me incomodaba, yo soy de la realeza. Mi padre fue emperador, ahora mi hermano lo es. Y yo tengo que viajar para darle a él la seguridad de que tendrá algo que gobernar y personas que peleen a su lado si lo llegara a necesitar. Así que si debía tener un pecho desnudo durante una cena, que así fuera.
Las hijas del Mercader se despidieron para ir a sus habitaciones a prepararse para la cena también. Me quedé sentada a la orilla de lo que sería mi cama por los próximos días. Me sentía un poco cansada por el viaje largo, aunque no demasiado porque estaba acostumbrada a ellos; debía estar allí, era mi deber: Orelle sería un gran aliado, la mayoría de las reservas de comida de toda clase salía que aquí y mi hermano insistía en que los necesitábamos de nuestra parte. Y me sentía un poco irritada porque presentía lo que sería tratar con el mercader durante mi estancia y al mismo tiempo intrigada por conocer cómo eran realmente sus hijas.
Las tres doncellas tenían ojos verdes, el único atractivo que poseía su padre y que por suerte les había heredado, la mayor, Dalia, era la más alta de las tres. Idylla me parecía la más seria y rígida pero sin duda era la más hermosa, no había duda de que por eso se había desposado antes que su hermana mayor. Galena comenzaba a mostrar rasgos de mujer madura en sus caderas y pechos y solo tenía diecisiete años.
Son ellas las que me invitan finalmente a participar en la cena. Ellas también llevan el vestido tradicional de Orelle, con el pecho izquierdo al aire, en símbolo de la pureza del corazón. Los de Dalia y Galena son color lila al igual que el mío, mientras que el de Idylla es de tono rojo oscuro.
Veo las llamas de las antorchas mientras caminamos un largo camino desde las habitaciones hacia el comedor. Su resplandor me hipnotiza, hace que los adornos de oro y bronce, cobren vida con su reflejo naranja. Las chicas seguía sin decir mucho, solo hablaban entre ellas pequeñas palabras y en tono muy bajo.
Tomamos nuestro puesto en la mesa en donde ya esperaba el padre de las chicas, nadie se sienta en las puntas, supongo que el Mercader suele hacerlo, pero conmigo aquí, no podía hacerlo, así que nos sentamos cada uno en una esquina frente a frente, a mi lado se sienta Idylla, que sigue siendo la más callada de las tres pongo que por estar recién casada. Al lado del Mercader lo ocupó su hija mayor Dalia seguida de Galena.
La cena fue un gran servicio. Carnes, frutas cereales, vino, todo fresco y divino
-Me gustaría decir que todo lo que Su Alteza ha probado está noche es completamente producido aquí, en Orelle.
-Demos gracias a los Dioses por tan magnífico regalo- fue todo lo que dije a su favor.
-Asi es, Orelle está bendecida por los Dioses. Es una fortuna que Su Alteza sea testigo de estos obsequios y una vez más, me gustaría ofrecerle mi más humilde honra al venir hasta acá, Su Alteza, no muchas mujeres tan delicadas como usted siquiera pensarían en un viaje así. Sin embargo, debo confesar que esperaba la llegada de nuestro Emperador, no la suya.
-Como debe suponerlo, mi hermano, el Emperador tiene la tarea de gobernar y atender a su pueblo, y eso es en Roma, Mi Señor. Aunque él sabe exactamente lo importante que es establecer una buena relación con Orelle, la gran… Utilidad que representa nuestra alianza, de tal forma que ha enviado lo mejor ante usted.
-¿Y lo mejor que el Emperador tiene para negociar es usted?
-Así es.
El Mercader se burló abiertamente y se tragó una copa de vino completa, regandola por las comisuras de su boca y salpicando su vestido. Aún no comprendía cómo era posible que su semilla hubiese formado parte para concebir a sus tres bellas hijas. Era un viejo, gordo, grotesco y descargable en cada uno de sus movimientos. Su esposa debió ser muy hermosa, pobrecilla…
-Creo que después hablaremos de negocios, quizás cuando me resigne a que el Emperador no vendrá, así que tendremos tiempo suficiente. Por ahora disfrutemos del final de nuestra magnífica cena.
-Estoy de acuerdo, Mi Señor- mi manera de decir «Mi Señor» no era para honrarlo y él lo sabía.
-¿Su Alteza podría honrarnos al contarnos sobre Roma?- Dalia continuó con la conversación, pensé que su padre se molestaría al escuchar a alguna de sus hijas hablar sin su permiso, pero él no dijo nada.
-Roma es una ciudad en creciente progreso- me dirigí hacia Dalia-. La arquitectura ha cambiado con el tiempo pero conserva su estilo clásico. Y el palacio… su grandeza solo se puede comparar con el de Atenas.
-Han pasado algunos años desde que he estado en Roma- dijo el Mercader después de toser al agotarse un poco con su vino-. Lo reconozco. No me gusta el bullicio de la ciudad. Y el olor es insoportable, Su Alteza deberá pasar mucho tiempo en su dicho Palacio, pues no creo que la calle le sea de agrado.
-Por lo general estoy viajando, Mi señor. El Emperador es quién permanece en el Palacio.
-No estoy de acuerdo, jamás tendría a alguna de mis bellos tesoros a la exposición de viajes en feas carreteras, ni siquiera he permitido que Idylla una vez casada deje su hogar ¿Y de qué serviría, si marido no hace más que ir de guerra en guerra? . Además de viaje en viaje sería imposible para alguna de las dos restantes conseguir un buen partido, lo mismo le pasará a usted Su Alteza- nuevamente se ahogó con su risa y el vino en su garganta-. En cambio por lo que veo, el Emperador es más inteligente aguardando en su casa por una buena esposa, sí señor ¿Tiene algún prospecto ya?
-Aún sigue buscando a la… Indicada.
-Yo podría hablarle de verdaderos negocios si acepta a alguna de mis hijas. Y como usted misma lo ha podido comprobar, son muy hermosas ¡Lo mejor! Que podrá encontrar en todo el Imperio, ¿Eh?
-Lo reconozco, Mi Señor.
-Nos honra con su halago, Su Alteza- dijo Dalia en nombre de sus hermanas. Le sonrio e intercambiamos miradas
-Entonces, Idylla ¿Dónde está su marido? ¿Peleando en el sur?
Antes de que Idylla respondiera, su padre habló por ella -Así es- respondió simplemente.
La familia completa se tensó y desviaron la mirada
-A favor del Emperador, espero- dije dando en el clavo.
-Bueno… ejem- esta vez su tos era fingida-. Usted es una doncella joven, Su Alteza, sabe cómo son los muchachos de hoy. Solo quieren ir a la guerra y no importa contra quién ¿Eh?
-Puede ser- dije dándole vueltas al vino en mi copa-. Una buena razón para luchar y una gran compensación valdrían sin duda la pena, y eso ofrece el Emperador y nuestra casa. Seguro que unas líneas a tu marido le harán… Retomar el camino correcto ¿No es así, Idylla? Antes de que sea muy… tarde.
-Si a Su Alteza le complace- contestó el Mercader una vez más por su hija.
****
Más tarde, por fin sola en mi habitación recibo la visita de Galena.
-Su Alteza, mi hermana Dalia y yo nos preguntábamos si le gustaría rezar con nosotras. La luna está en su mejor punto para rezarle a la Diosa Diana, luego nos bañaremos en el estanque ¿Sería de su agrado?
Yo no tenía sueño, tampoco quería rezar pero un baño no me parecía mal, así que en el mismo vestido de la cena, seguí a Galena.
Era cierto que la luna estaba en su más alto punto y la noche era estrellada, corría poco aire por lo que no le temía al baño frío en el estanque Salimos del recinto cerrado que era la casa y en su jardín trasero nos encontramos con Dalia y la escultura de Diana, le ofrecimos flores y unas plegarias en silencio.
Luego de un momento, caminamos las tres hacia el estanque.
Las dos hermanas se desnudaron primero y yo las seguí. La desnudez no me importaba demasiado, en el palacio había sido criada con otras niñas y era normal tomar baños comunes.
-¿Es seguro ir de noche?- les pregunté.
-Por supuesto, Su Alteza
Me limito a sumergirme y permanecer quieta con mi cuerpo bajo el agua. Galena, que sin la supervisión de nadie estaba mostrando una personalidad más divertida y liberal se dedicó a chapotear por todo el estanque, reía mucho junto a Dalia.
-Su Alteza debería nadar también o muy pronto le dará mucho frío- me dijo Dalia
Nadé hacia ellas y luego de un rato solo flotabamos para charlar
-¿No invitaron a su hermana?- les pregunté curiosa por la ausencia de Idylla
-No, de igual manera estas cosas no le gustan- dijo Galena
-Supongo que no quiere deshonrar a su esposo en su ausencia- dije
-¿Y cómo podría deshonrarlo nadando con sus hermanas?- ambas rieron, parecía que era un chiste que solo ellas dos podían entender
Galena reía bastante, daba vuelta al rededor de su hermana mayor y le salpicaba agua a la cara. Las estudié un poco y me di cuenta que había algo de complicidad en su relación.
-¿A Su Alteza le gustaría beber un poco de vino? Tenemos una botella por aquí.
Dalia salió del estanque, con el agua escurriendo por su cuerpo desnudo, buscó tres copas y las llenó de vino. Galena y yo nos sentamos en la orilla del estanque junto a Dalia, de repente fui más consciente de nuestra desnudez. Sentí un repentino aire de calor que lo fui atribuyendo al vino.
Sin que lo ocultara, no pude dejar de notar que Galena no quitaba la vista de los pechos de Dalia, y de su cuerpo en general.
-Creo que no me casaría si me dijeran que tengo que estar siempre en mi habitación ¿Su Alteza ha tenido algún pretendiente?- me preguntó Galena
-Algunos… Pero son enviados a la guerra si a mi hermano no le gustan nada.
-¿Cómo es el Emperador?- quiso saber Dalia repentinamente
-¿Es guapo?- preguntó Galena con más interés, ahora fijando su mirada en mi, intentado ser discreta al observar mis pechos
-Mi hermano es… guapo, sí lo es. Las cortezanas le hacen fila, le gusta enamorarlas y luego las deja. Siempre reñimos por eso, no estoy de acuerdo. Es muy inteligente también, algo terco siempre cree tener la razón.
-Me gustaría conocerlo, suena como a un hombre muy… Interesante- como si fuera muy normal Galena tomó sus propios pechos y acarició sus pezones.
-Galena, creo que no deberías hacer eso en frente de Su Alteza- la corrigió Dalia.
-Descuida, el aire hace que la piel mojada sea más sensible- dije sin darle importancia
-Sí, ya tengo un poco de frío. Entraré de nuevo al agua.
Galena se sumergió de nuevo y nadó lejos de la orilla, Dalia la siguió y yo me quedé observándolas sentada terminando el vino
-¡No me persigas!- le dijo riendo Dalia a Galena que ahora iba detrás de ella.
Galena atrapó a su hermana por detrás tomándola por la cintura, sin importarle nada sus cuerpos desnudos.
-¿Tu piel también está sensible, hermana?- le dijo en un tono que ya no era de «hermanas» y mucho menos para ser su hermana menor, y le tomó ambos pechos haciendo que Dalia se sobresaltara un poco.
-¡Galena, no hagas eso frente a ella!- me di cuenta que su sobresalto era más por mi presencia que porque su hermana le tocara los senos
-¡A Su Alteza no le importa! ¿O si?
-Por supuesto que no. Si eso las complace
-¿Ves Dalia? Ven…- Ambas volvieron a la orilla, Dalia se sentó a mi lado y junto a ella Galena volvió a tomar uno de sus pechos y está vez, se lo llevó a los labios para succionarlo.
-Galena…- Dalia intentó apartarla, pero Galena no se lo permitió así que finalmente la dejó hacerlo
-¿Ella siempre hace eso?-pregunté con curiosidad
-Es una… manía que tiene desde hace un par de años. ¿Qué puedo decir? Galena es mi hermana más pequeña, siempre ha sido mi debilidad.
-¿Lo hace como apego materno a ti?
-Un poco quizás, pero no. No creo que sea exactamente para eso.
Entonces Galena abandonó el pecho de Dalia y atrapó su boca con la de ella en un beso desesperado. Sin importarle mi presencia.
-¿Su Alteza a besado a una mujer?- me preguntó Galena dejando los labios de su hermana
-No, realmente no he tenido el placer
-¿No le gustaría tener «el placer»?
-Creo que sí.
-¿Qué tal si empieza con Dalia? Será muy dulce…
Asentió conforme, Dalia me sonrió y acarició mi mejilla dejó su mano en mi cuello y juntó nuestros labios, suavemente al principio y conforme mi inseguridad iba desapareciendo ella aumento la profundidad de su lengua dentro de mi boca.
Su mano bajó lentamente de mi cuello, a mi seno izquierdo, la dejé tranquilamente. Escuché un leve ruido en el agua pero no presté atención, estaba demasiado perdida en los besos con Dalia.
De repente siento un conquilleo en lo más bajo de mi vientre, al bajar la mirada noto que Galena bajó al agua nuevamente para quedar frente a mis piernas. Tocó ligeramente mi monte de venus esperando mi reacción
-Oye espera…- de repente me sentí un poco incómoda.
-Tranquila Su Alteza, yo sé que eso le va a gustar.
Dalia asintió y me indicó para que volviera a sus labios.
Los dedos de Galena exploraron cuidadosamente mi vulva y abrieron mis labios. Todo hacía temblar y ya tenía mucho frío.
-¿Por qué no volvemos a las habitaciones?- propuso Dalia- Volveremos a sentir calor, y estará más cómoda Su Alteza.
-Estoy de acuerdo.
En mi habitación, recibí el calor del fuego del hogar con un suspiro. Las dos hermanas extendieron telas y pieles por el suelo para refugiarnos las tres y recuperar la temperatura.
-Su Alteza, he de decir lo que he estado pensando desde que vi su cuerpo desnudo. Usted es muy bella- me dijo Galena quien ya había perdido todo sentido de decoro; no había hecho nada por cubrirse y estaba acostada sobre su costado derecho acariciando libremente su entrepierna, sus senos parecían más grandes en la luz que daba el fuego, y gemía levemente con el placer que se daba con la mano.
-Me halagas, Galena. Viniendo de ti, es un placer que te guste mi cuerpo.
-Me encanta. Me gustaría volver a tocarla ¿Puedo?
-Puedes hacer lo que quieras.
La que respondió a esto fue Dalia que fue la primera en tocarme. Sentí sus dedos pasar suavemente por mi húmeda vagina, tocó a los lados arriba y abajo, todo muy lentamente y haciéndome suspirar. Galena vino a mi boca, me besó desesperada y amasó con furia mis senos. Haciéndome gemir más alto.
Yo también la toqué a ella, pasé mi mano por su espalda y llegué a sus glúteos y al pasar mis dedos por su línea media hasta llegar abajo descubrí cuán mojada estaba.
Sentir la lengua de Dalia en mi entrepierna me causó un chillido y un reflejó en mis dedos para meterlos sin dificultad dentro de Galena, que gimió con ganas. La sensación era indescriptible.
-Permíteme, hermana- le dijo Dalia a Galena para que le diera espacio. Se sentó sobre mi, separó mis piernas y juntó nuestras vaginas. Sentí sus fluidos en mi piel, ella comenzó a moverse adelante y hacia atrás, el placer que el choque daba nos hacía gemir sin parar. Dalia se situó encima de mi, puso su vagina frente a mi boca esperando que hiciera lo que ella antes a mi, y lo hice. Yo sabía cuales eran los puntos de placer, todas las noches en mi habitación o durante un viaje, me dedicaba a darme placer con los dedos.
Dalia y Galena quedaron frente a frente y entre besos y gemidos, mi lengua y mis labios succionando a Dalia y Galena con movimientos rítmicos sobre mi, las tres logramos alcanzar el climax.
Después de un rato las chicas se marcharon a sus habitaciones. A pesar de que era probable que el amanecer estuviese próximo y que no había dormido nada, aún no podía conciliar sueño. Me levanté de las pieles y me limpié un poco con una toalla húmeda, me puse un vestido ligero y salí de la habitación.
Di varias vueltas hasta que un ruido en una de las habitaciones llamó mi atención.
Continuará…