Sexo con Julia, una exalumna que encontré en un centro comercial y que sin dudarlo mucho acabo lamiéndome la verga en un motel

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Encontré con Julia, una pelirroja ex alumna mía. Fue ella quien me vio primero, llamándome Profesor.

En realidad no le había dado clase, pero la ayudé algunas veces en el trabajo de fin de estudios. Aún en la calle me habló de la universidad que le había tocado, le pregunté por su vida en general y por si tenía algún trabajo de verano. Me comentó que todo le iba muy bien y entre risas me comentó que con el dinero de sus papás prefería tomarse el verano para relajarse y disfrutar. Le dije que mi verano estaba siendo parecido, pero sin tanto dinero para gastar y los dos volvimos a reír. Finalmente nos dimos cuenta de que los dos habíamos ido a la tienda que teníamos enfrente con el mismo objetivo, así que mientras seguíamos hablando entramos y empezamos a mirar la zona más veraniega. Ya tenían artículos para el otoño e incluso invernales pero, por suerte, aún tenían una gran variedad en bañadores, tanto para hombres como mujeres. A pesar de la gran variedad solo encontré uno que realmente me gustase así que después de buscar mi talla me acerqué hacia Julia, que ya había escogido cuatro o cinco bikinis para probarse.

Miramos las elecciones y entramos en dos probadores contiguos. A pesar de saber que no es correcto ni higiénico me desnudé completamente antes de ponerme el bañador. Me gusta ir sin ropa interior si tengo que bañarme y por ello me los pruebo así, sin más.

Me contemplé unos segundos en el espejo dando medias vueltas hasta ver que me gustaba bastante. Salí del probador y desde medio metro más de distancia volví a mirarme al espejo. A los pocos segundos Julia salió con un bikini verde que hacía juego con sus ojazos y me sorprendí al ver que ella tampoco se dejaba la ropa interior debajo del bañador, puesto que con la poca ropa que representaban estos se habría visto.

En vez de esto, el mini sujetador sostenía con dificultad sus sorprendentemente grandes y redondos pechos, al igual que la pequeña braguita que embellecía un culito pequeño y sensual. Como acabo de describir Julia es una mujer muy hermosa y sexy, aunque no había pensado en ella como mujer durante el año que coincidí con ella como alumna.

Después de un breve silencio me preguntó que me parecía y si pensaba que era mejor probarse otro. Mientras yo pensaba en la mejor forma de decirle lo bien que le quedaba ella me comentó que le gustaba mucho mi bañador y que se notaba que hacía ejercicio. Le di las gracias por el cumplido y rápidamente le prohibí que se probara ningún otro porque era imposible que le quedase mejor que ese. Ella se ruborizó un poco y sonrió.

Dando el trabajo en la tienda, entré de nuevo en el probador para volver a vestirme y pedir a Julia si quería que nos viésemos algún día. Pero a los dos segundos de correr las cortinas, ella entró en mi probador y me besó empujándome con fuerza hasta chocar contra la falsa pared del vestidor. Rodeando sus brazos por mi cuello apoyó todo su peso en mí mientras el caliente beso seguía humedeciendo nuestras bocas.

Había subido sus piernas hasta prácticamente rodear mi tórax, así que aproveché para estrujar su trasero. Poco a poco intenté quitarle la braguita verde para poder trabajar con comodidad, pero ella no dejaba de juguetear con mi lengua, parando únicamente para respirar. Cuando sus pies volvieron a tocar el suelo terminé de quitárselas, a la vez que ella intentaba quitarme el aún no estrenado bañador. Inicialmente no pudo desnudarme porque sus ansias le impedían desatar el fuerte nudo que había hecho minutos antes en ese mismo habitáculo. Al fin encontró la forma de desatarlo y los arrió hasta mis pies.

Sin darme más tiempo que para estrujar de nuevo su culito volvió a subirse encima de mí, esta vez con la ayuda de mis brazos que levantaron sus 50 quilitos de firmeza y sensualidad. Rápidamente busqué el lazo que sujetaba la parte superior del bikini y finalmente, al caer al suelo la pequeña prenda, tuve para mi único gozo esos dos enormes pechos perfectos.

Volviendo mis manos a su culito la empujé hacia arriba para poder lamerle los pechos hasta dejarlos completamente húmedos. Aunque por el sudor de los dos ya lo estaban bastante. Mis manos subían y bajaban, acariciaban y estrujaban su suave y clara piel sudada y caliente. Por el contrario, ella no dejaba mi cuello, dónde seguía cargando todo su peso. Su larga melena rojiza iba y venía e incluso le tapaba, en ocasiones, parte de la cara, pero esto no estorbó nuestros labios y lenguas que estaban en constante ejercicio.

Allí, desnudos, nuestros cuerpos daban constantes golpes a las estrechas paredes del probador hasta que fue inevitable que una de las dependientas preguntase por el estado de su cliente. Bien, contestó Julia rápidamente controlando su voz para que pareciese que estaba probándose ropa normalmente. De la excitación producida por el riesgo de que nos viesen mi calentura aumentó de repente haciéndome reaccionar como un animal y penetrando su rajita con mi enorme y duro palo violentamente.

Mis brazos agitaban su cuerpo haciendo rebotar sus pechos entre su cuerpo y el mío. La fuerza de sus brazos aumentaba aunque no tanto como la pasión de sus lengüetazos. Aguantamos así unos minutos, hasta que con un fuerte choque contra la débil pared me corrí en su rajita al instante que ella dejaba escapar un grito ensordecedor que seguramente asustó a cualquiera que estuviese en la tienda e incluso a quienes pasaran por el barrio. A los pocos segundos, cuando recuperamos el aliento y sus pies regresaron a tierra firme, entre risas, caricias y besos nos dimos cuenta de que no podíamos salir los dos juntos del probador porque sería imposible disimular o parecer que simplemente estábamos aconsejándonos sobre la ropa que íbamos a comprarnos; así que al ver que entre probadores había una ranura por la parte de arriba suficientemente grande como que pasara una delgada mujer, la ayudé a que regresara a su habitáculo.

Sin demasiados problemas consiguió pasar por el agujero y rápidamente empezamos a vestirnos con la ropa con la que habíamos llegado. Salí yo primero y ante las miradas del resto de compradores alegué que tenía problemas de equilibrio, y que lamentaba los golpes que había dado y que esperaba no haber asustado demasiado a la joven de al lado ya que la había oído gritar en uno de mis golpes. Creo que la excusa fue aceptada bastante bien por la mayoría de personas de la tienda así que fui a pagar mi bañador.

Mientras pagaba vi que Julia venía para hacer lo mismo, pero como si no nos conociésemos agarré la bolsa con la prenda y fui hacia fuera. Me apoyé en la pared de la calle hasta que al poco rato salió ella sonriente. Fuimos a comer a un pequeño restaurante del centro dónde comimos y bebimos muy bien, mientras hablamos de la familia, el trabajo, las compras, los rollos de ambos, de sexo… al terminar quise invitarla, pero dijo que ese día pagaba papá, así que no protesté. Al salir del restaurante me preguntó si quería ir a su casa, dónde tenía piscina, ya que su familia estaba de crucero y no habría nadie en unos días.

Como estábamos lejos de mi casa fuimos a buscar su moto, que estaba cerca de la tienda de los bañadores. Me prestó el casco que utilizan sus amigas y me puse detrás de ella. La casa estaba en una urbanización de las afueras, así que tardamos unos veinte minutos. Durante el recorrido, y a pesar del riesgo de accidente que podía suponer, aproveché para juguetear con mis dedos en su entrepierna o acariciando sus duros pezones.

Cuando llegamos vi que por mis caricias tenía algo húmedos los finos pantalones veraniegos. Entramos en la casa como dos simples conocidos, pero al cerrar la puerta la pasión regresó y rápidamente terminamos desnudos en la moqueta del salón, chupándole los pechos mientras me acariciaba todo el cuerpo. Estuvimos haciendo mil posturas en esa moqueta hasta que me recordó el tema de la piscina. Me levanté para que me guiase hacia el patio, pero antes me pidió algo curioso, que nos pusiéramos los bañadores. Me pareció algo excéntrico y curioso, pero también gracioso y excitante, ya que no dudaba en quitárselo al poco rato de meterme en el agua. Y así fue, seguía pensando que ese bikini le quedaba fenomenal, pero después de verla desnuda antes creía que en esa piscina había demasiada ropa a pesar de la pequeñez que caracterizaba su conjunto verde.

Una vez en el agua, nuestras pieles resbalaban con facilidad al acariciarnos y su melena oscurecida al mojarse, medio flotaba de forma que parecía una sirena de ensueño. Nos colocamos en la zona menos profunda y allí empezó la fiesta; con las dos manos agarró rápidamente mi rabo con el bañador aún puesto y los frotó hasta que se puso duro, y hasta que yo le estrujé los pechos hasta la saciedad. Entonces le dije que ya era hora de deshacernos de los bañadores y así lo hicimos, nos los quitamos con prisas y los tiramos al agua. La llevé hacia mí y le llené la rajita con mi rabo y empecé a acariciarla toda.

Después de unos minutos así, la agarré por el culito y la aparté ligeramente de mí para darle la vuelta y seguir manoseándola y disfrutando de su cuerpo mojado. Entonces le metí mi palo por detrás y ella gimió, pero yo estaba drogado por su cuerpo y solo pensé en disfrutarla.

Ella, con la dificultad de su posición intentaba acariciarme y agarrarme mientras los dos nos balanceábamos levemente por el agua. Pocos minutos más tarde me corrí de lo lindo estrujándole los pechos y los dos gimiendo y recobrando el aire después del gran placer que habíamos conseguido en esa piscina que quedó con gotas de leche flotando a nuestro alrededor.

Las caricias y besos siguieron en la piscina hasta que ya no pudimos más y decidimos irnos a dormir.

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